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ABUSO por karlaa miichellee

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CAPITULO 3: Suerte

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La noticia llegó hasta su salón de clases, en aquel campus los chismes volaban, de facultad a preparatoria y de ahí a las calles.

El equipo de beisbol de la facultad de Ingeniería Civil había ganado, representarían al estado en las nacionales, y si pasaban, competirían en las internacionales.

Desde que había llegado a Japón, nada le había alegrado más que aquel hecho. Eso solo significa una cosa.

Yamamoto Takeshi se marcharía

Temporalmente, pero, al menos era un descanso para él, un momento de paz. Ojalá llegaran hasta las internacionales.

 

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-vamos, dame un poco de suerte para ganar-

Le tiraba al piso por nueva cuenta, se desasía del estorboso uniforme del menor y comenzaba a tocarle, besarle y morderle.

El chico ahogaba sus  quejas mientras se mordía el labio inferior, varios salones aún estaban en clase, a pesar de que la biblioteca ya había cerrado hace unas horas.

Le desnudó por completo, le acomodó en 4 y le obligó a colocar su pecho sobre las frías baldosas, haciéndole temblar por el contacto.

Se dejaba tocar, solo pensaba, en que sería la última vez y se marcharía por un tiempo, era un pequeño sacrificio para obtener un tiempo de paz.

Sin esperar más tiempo sintió como aquel deportista se posicionaba detrás de él, escucho el cierre de los pantalones de aquel hombre y cerró los ojos esperando de nueva cuenta la intromisión del miembro ajeno, pero aquello nunca llegó…

En su lugar sintió aquellas manos masajeando su trasero, sin fuerza, sin dureza… por el contrario el contacto era suave, sutil, era casi como si le pidiera permiso, no se atrevió a hablar, mucho menos a moverse… temía que si de hacerlo, aquella inesperada delicadeza desapareciera.

Ahora podía decir que las manos de ese hombre no siempre eran frías, por el contrario que podían ser suaves, tibias, y agiles.

Ahora casi podía jurar… que ese chico era otro

-…mmmm…- sin poderlo evitar… un gemido escapó de sus labios, provocando que sus mejillas se tiñeran de una tonalidad rosada que solo significaban una cosa: placer.

-voltea… déjame ver tu rostro Hayato- habló el moreno mientras vertía lubricante en aquella cavidad, para después introducir uno de sus dígitos, abriéndose paso en aquellos músculos… si él no hubiera entrado antes en aquel joven, casi podía asegurar que ese digito suyo era el primero en profanar al joven de ojos verdes.

Avergonzado, el menor giró su rostro, permitiéndole al deportista admirarlo… ese deportista con mil culpas en su espalda se permitió mirarlo, observar esos ojos verdes acuosos por el deseo, inundados de un oscuro y silencioso placer, continuó moviendo su digito en aquel interior, arrancando suspiros del joven adolescentes, su respiración era acelerada y su rostro se encontraba sonrojado, ese chico le ponía en más de una manera.

-¿te gusta?- preguntó mientras introducía un segundo dedo en aquella cavidad, como respuesta escuchó un claro gemido escapar de aquellos labios rosas, incitándolo a seguir con su labor, pero no recibió respuesta a su cuestionamiento, al parecer el joven albino estaba más ocupado tratando de controlar esas sensaciones desconocidas en su cuerpo, ansiando una respuesta, comenzó a meter y sacar sus dedos, simulando suaves penetraciones

–responde Hayato -

-…si…- apenas si fue capaz de responder esa pequeña silaba, ahora no podía callar los gemidos que salían de sus labios,

 -¿quieres que continúe?-

-…no… basta- le gustaban esas caricias, no tenía caso negarlo, ansiaba que ese hombre siguiera, que le tocara e hiciera sentir lo que es el estar con alguien más… pero tampoco podía borrar el pasado, no podía olvidar el daño que ese chico le había hecho… a pesar de la erección que ahora tenía.

- ¿no?... pero si tu cuerpo me dice otra cosa Hayato- vergonzosamente su cuerpo lo traicionaba, pidiendo más de aquel hombre, ansiando ser profanado por este nuevo Yamamoto Takeshi… porque ahora era su cuerpo el que ansiaba entregarse a él, y no era el deportista quien lo tomaba.

-Yamamoto… por favor…- el albino suplicó, esperando ser escuchado, con la última gota de cordura que le quedaba, pero al sentir el miembro ajeno rozar su entrada todo su control se fue a la mierda, en contra de sus principios, fantasmas o recuerdos, no puedo evitar rosar su trasero contra aquel hombre, buscando un mayor contacto entre ambos.

El deportista no lo soportó más y comenzó a empujar su hombría contra aquella cavidad, entrando suavemente en aquel húmedo y caliente interior.

Era estrechó, pero gracias al lubricante su miembro resbalaba con cierta facilidad, continuó hasta estar completamente dentro, ocasionando que el albino bajo de él se estremeciera, aún no se acostumbraba a tener algo de ese tamaño en su interior.

-shhh…. Tranquilo… lo disfrutaras…- susurró el futuro profesionista mientras comenzaba a embestirlo lentamente, dirigiendo sus movimientos a ese punto que sus dedos habían descubierto momentos atrás.

-Takeshi…- era la primera vez que gemía aquel nombre, producto de aquella certera penetración que había dado a su próstata.

El aludido sonrió, Bingo, le tenía donde quería…. Inmerso en el placer y deseo

-te va a encantar Hayato-

Y sin perder más tiempo continuó con el vaivén, mientras sus manos traviesas comenzaban a navegar por ese pequeño cuerpo. Esa noche lo haría disfrutar, gemir, gritar su nombre y desfallecer de placer… porque era su manera de disculparse…

El albino se sentía desfallecer… esta era la primera vez en la que, de cierta manera se entregaba a alguien, era la primera vez que gemía el nombre de otra persona y tímidamente recorría con sus delgadas manos un cuerpo ajeno.

Ese chico que antes consideraba su agresor… ahora bien podía llamarlo amante…

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Le escuchó gemir roncamente cuando volvió a terminar en su interior, sintió como la esencia de aquel hombre se desbordaba de entre sus piernas, mientras vergonzosamente se mezclaba con la suya propia… lo había disfrutado, le había gustado aquel inusual encuentro con el moreno, a pesar de todo el daño que le había ocasionado, esa noche logró olvidarlo… solo por esa noche, le había perdonado.

Nuevamente el moreno salió de su interior y se levantó de entre sus piernas, pero a diferencia de otras veces… hoy no había sentido dolor… solamente placer.

Estaba cansado, exhausto, como nunca lo había estado, ambos tomaron sus ropas de entre el desordenado piso y comenzaron a vestirse de nueva cuenta.

Discretamente el albino se atrevió a mirar a aquel moreno mientras se cambiaba, y se vio a si mismo observado por esos ojos miel.

-me iré mañana por la tarde al campeonato… nos vemos luego Hayato- con un puro y casto besó aquel deportista se despidió, tomó su mochila y se marchó, dejando a un confundido y cansado italiano apoyado sobre los estantes de la biblioteca.

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-Ya se marchó… entramos en 5 minutos, prepárense…- habló uno de los miembros del equipo de beisbol cuando vio a su capitán salir de aquel edificio rumbo al estacionamiento… sin percatarse de cómo era observado y espiado por sus colegas.

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El albino terminó de acomodar sus ropas, limpió una que otra mancha del piso que pudiese evidenciarlos y solo cuando se aseguró que todo estaba limpio, pensó en lo ocurrido hace un par de horas…

Una extraña sonrisa se posó en sus labios…

Ahora recordaba… lo que le hacía mirar los entrenamientos del equipo de beisbol cuando apenas ingresó a aquella escuela y no pudo evitar pensar… que si aquel deportista jamás le hubiese obligado… el sin duda hubiese terminado por entregarse a él…

No pudo evitar que un absurdo pensamiento se posara en su mente… la posibilidad de que quizá… solo quizá… este Yamamoto Takeshi terminaría por borrar de su memoria esos malos momentos que el mismo había forjado antes.

Pero algo evito que su mente siguiera divagando, escuchó pasos fuera del edificio, después de la puerta abrirse, y vio como todo el equipo de beisbol comenzó a entrar, uno por uno y al finalizar cerraban la puerta bajo llave, mirándole de arriba abajo, sonriéndole…

Le entró el pánico, percibió la mirada de todos sobre su cuerpo que a pesar de estar completamente vestido, le hacían sentir desnudo, trató de huir, de correr importándole una mierda que su mochila quedará olvidada en el pasillo, pero algo se lo impidió, sintió como alguien le sostenía por su cintura y le impedía su huida.

-Vamos, no te asustes niño, solo, haz lo que te digamos y seremos buenos contigo, te apuesto a que puedo hacerlo mejor que nuestro jefe… te aseguro que te encantará –

No sabía que ocurría, solo estaba seguro que tenía que salir de ahí

Uno de los miembros del equipo, comenzó a desnudarle, entre pataleos manotazos e intentos fallidos de escape por parte del menor, pero si apenas se libraba de uno de ellos era otro quien lo tomaba ahora entre sus brazos, no se las dejaría fácil… y ese fue el motivo para recibir un golpe en su abdomen, sofocándolo y dejándolo fuera de juego por unos instantes, instantes en que aquellos jóvenes terminaron de desnudarle.

De alguna manera que el no comprendió pareciera que aquellos chicos habían establecido turnos, entonces uno le tomó mientras le sentaba sobre sus piernas y comenzaba a besar aquel blanco cuello, en busca de su yugular.

Un escalofrió recorría su cuerpo, sentía como aquel chico comenzaba a tocarle, algo desesperado y ansioso, no quería, deseaba que ese nipón dejara de acariciarle y que el resto parara de mirarle.

-no, no quiero- susurró débilmente tratando de detener aquellas traviesas manos que recorrían su cuerpo.

-Hey hayato, no se trata de que quieras- hablo un miembro del grupo, mientras lo veía con una sonrisa en los labios- es tu obligación complacernos, o acaso ¿eres la puta exclusiva del capitán?-

Aquellas palabras fueron como un balde de agua fría sobre el estudiante extranjero, escuchó las risas del resto de  los presentes, y ese encuentro de hace un momento… esos placeres y orgasmos que el nipón le provocó ahora desaparecían… ahora sentía aquellas caricias tan vacías…

Sintió como el chico detrás de él comenzaba a penetrarle, que parara, por favor…

Pero eso no sucedió.

Uno a uno, los miembros del equipo de baseball jugaron con el menor, le tocaban, penetraban, le mordían y, rara vez, le besaban, mientras el resto esperaba su turno pacientemente…

Hasta que, uno de ellos se enfadó, el chico con la camisa número 7, y fue a hacerle compañía a su compañero, el de la camisa 16 dentro del menor, entrando lenta y tortuosamente arrancado un sonoro y fuerte grito por parte del menor.

Aquello le dolió como los mil infiernos, el menor sintió como ambos jugadores se movían dentro de él, sin piedad alguna, gritó, comenzó a llorar, abrazándose a los hombros de uno de sus agresores, buscando un soporte para poder aguantar.

Sin embargo, el número 23 se acercó, y le callo, haciendo que atendiera su necesitada erección con sus labios.

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No supo cuánto tiempo paso, ni cuantos habían entrado y salido de su cuerpo, pero, al parecer ya todo había finalizado, veía como los jugadores se acomodaban sus ropas y comenzaban a marcharse satisfechos por la tan inesperada “fiesta”.

Entonces, al final solo quedaban tres de ellos y el albino recostado sobre la fría y ahora no tan limpia loseta cerámica.

-oye, sostenlo, quiero dejarle un regalito-

Uno de los chicos se acercó al menor, que ya poco le importaba lo que le hicieran.

Le separó sus piernas y comenzó a introducir un “juguete” dentro del italiano, ignorando el llanto de este.

-aquí está tu regalo niño, por haberte comportado tan bien-

 Susurró uno de los chicos una vez término de meter aquel aparato en el trasero del extranjero.

Le ataron las manos a su espalda, lo dejaron boca abajo, con las caderas elevadas y una mordaza en la boca para evitar que gritara o pidiera ayuda.

Encendieron el aparato, vieron como el chico sometido se estremecía, le temblaban las piernas.

Gokudera lloraba, se sentía tan mal, no sabía a cuantos había “complacido” ni tampoco estaba consiente de cuánto tiempo había pasado desde que todo comenzó, solo quería irse a su casa, darse una larga ducha y dormir.

Pero, sin embargo, se encontraba atado, sometido, no era capaz ni siquiera de hablar, y en sima sentía aquel aparato moverse en su interior, no quería terminar, no deseaba hacerlo, pero esa cosa estaba tocando un punto muy sensible de su anatomía.

Comenzó a tener una erección, los dos espectadores reían, pusieron el consolador al máximo nivel y se marcharon del lugar entre risas y bromas después de que el menor se corriera, dejándolo con aquel juguete entre las piernas.

-Escúchame bien chico… tienes prohibido contarle a alguien lo que pasó hoy… y cuidadito con decírselo a nuestro capitán…-

Y después de aquella amenaza, se marcharon, dejándole ahí con ese aparato entre sus piernas.

Involuntariamente, terminó… una y otra vez hasta que perdió el conocimiento por el cansancio.

Calló dormido después de un rato.

 

 

Notas finales:

Gracias si han llegado hasta aquí :)


sin mas me despido


espero este capítulo fuera de su agrado


sin mas me despido


bye bye, besos y abrazos :)


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