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Relatos de una antigua alumna enamorada por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza, pero me ha sido imposible actualizar antes. Creédme, merece la pena el tiempo empleado. ¡No duden en comentar! Y obviamente, decir si quieren continuación, la verdad es que es bastante divertido imaginar todo eso.

Ahí estábamos las dos, sentadas en una pequeña mesa de madera en el ambiente acogedor de la cafetería del centro, en la que tantas veces había sido invitada por ella cuando solo iba yo a clase, jamás imaginé que el motivo sería evitar la tensión sexual. Recordaba todos los momentos que habíamos compartido en aquel lugar, tales como cuando dijo que no dudaría en adoptarme si me gustaba planchar, lo buena e inteligente que era, que tuvo que ponerme a su lado en sus clases porque no dejaba al resto pensar debido a mi rapidez y ella podía callarme con una simple mirada y leer mis labios.

Recordaba lo culpable que me sentía cuando me pasaba mirando a su escote todo el tiempo que estaba sentada frente a mí o cuando miraba su escote desde el balcón interior, también cuando recorría la infinidad de sus piernas con mi mirada cuando llevaba falda o la sensualidad que desprendía al ahuecarse el pelo durante sus explicaciones.

Habíamos compartido tantos momentos que era doloroso que ya no fuera más mi profesora, saludarnos con guiños y sonrisas cómplices, ayudarla a cargar cosas, contarle mis preocupaciones, compartir anécdotas, ser su favorita.

Ya habíamos pedido y nos encontrábamos devorándonos con la mirada, besándonos con la mirada, acariciándonos con ella, parecía mentira todo lo que era capaz de provocarme con solo una mirada. Lo que más me sorprendía de esa maravilla de mujer era su gran experiencia y capacidad para transmitir entusiasmo en la educación cuando no tenía ni los treinta años. Llegó al instituto un año antes de que yo comenzara en bachillerato y recuerdo que cuando la vi entrando tan despampanante, me quedé sin habla e inmóvil y ella me miró entre burlona y divertida.

Llegaron los pedidos y yo disfrutaba viendo las formas que creaba la espuma de mi café mientras su ardiente mirada no abandonaba mi cuerpo, por suerte, no había nadie más allí, sería algo incómodo carecer de intimidad.

Tras beber mi café sin nada de azúcar, Scarlet volvió a quedarse impresionada, siempre ocurría lo mismo. La mirada que me dedicaba se parecía demasiado a la que me dedicó cuando vio como me bebía un tercio de cerveza en menos de dos minutos durante el viaje de estudios. Esa noche nos acercamos aún más, ella me invitó a un par de cervezas y un taxi y yo la atrapé antes de que cayera por las escaleras, en ese momento me reí porque me pareció que todo lo que yo había bebido, ella lo experimentó.

Durante ese viaje fue cuando me peló las famosas mandarinas y me las dio poco a poco como si de una niña pequeña me tratara, recuerdo que se perdió gracias a su excelente sentido de la orientación y me salí del paseo guiado para encontrarla, daba gracias a tener su número memorizado, la encontré en uno de los sitios que habíamos visitado con anterioridad y se abalanzó a mi cuello cuando me vio. A partir de ahí, no la solté de la mano hasta que subimos al bus, no quería regresar al hotel andando porque cierta profesora volviera a perderse al distraerse leyendo los carteles históricos.

Mientras muchos alumnos iban con resaca o hablando de lo que iban a comprar para hacer botellón por la noche, ella y yo conversábamos sobre la Historia y ciertas curiosidades subidas de tono de muchos personajes importantes, ella aprovechó esa conversación para dirigirla a mí cada vez que alguien preguntara algo confidencial en clase, pensando que me avergonzaría en vez de contestar.

—Te veo divertida, ¿qué piensas? —me preguntó con cierta curiosidad, analizando mi rostro con su mirada avellana.

—En todo lo que hemos vivido.

—La verdad es que para haber pasado solo dos años en contacto, hemos compartido más momentos que cualquier pareja.

—Eso es cierto. —reí divertida y ella me siguió, tenía una risa tan sexy que me encendía el simple hecho de escucharla.

Era una tortura tener que estar contemplándola con la crema y la espuma del café en sus labios sin poder besarla y poseerlos, embriagarme de su sabor, marcar el mío con fuego en su piel. Ella me hacía sufrir, yo solo quería continuar, era una perdedora por su culpa, ella me volvía vulnerable y sentimental, ella provocaba que una virgo como yo, con unos sentimientos de hielo e imperturbables, se derritiera y se volviera transparente a sus ojos.

—Invito yo. Pago y nos vamos, ¿de acuerdo? —me dijo en voz baja y confidencial. Mi corazón latió como loco en ese momento porque imaginé todo lo que me esperaba.

Salimos del instituto y me miró divertida, creía entender por qué.

—No has traído tu coche y tu casa está bastante lejos, ¿me equivoco? —pregunté divertida, la conocía a la perfección.

—Has dado justo en el clavo. ¿Vamos andando?

—¿Quieres verme conducir? —pregunté con una sonrisa ladeada.

—Para eso tendrías que tener coche, pequeña.

—Tengo coche y mi casa no está muy alejada de aquí. Diría que a unos diez minutos.

—¿Si vamos a tu casa no sería mejor quedarnos ahí?

—Supongo que tienes razón, pero, ya que me has invitado a desayunar, te llevaré a comer o cenar a un buen restaurante digno de tu caché. —le hablé, enlazando mis dedos con los suyos y llevándola por callejones de trazado estrecho y sinuoso en los que se disfrutaba el fresco de la sombra y la tranquilidad.

Gracias a dichos callejones, llegamos en cuestión de menos de diez minutos a mi enorme y lujosa casa. No tardé en abrir la puerta y llevarla dentro, para después cerrar con rapidez. No era el momento de ofrecer una bebida o mostrar la casa, era el momento de dejarme llevar con aquella belleza de mujer y tocar las estrellas con la punta de mis dedos.

La miré apasionadamente antes de besarla y levantarla en mis fuertes brazos gracias al gimnasio, comenzaba a desnudarla mientras la besaba y ella hacía lo mismo. Quien entrara a mi casa podría seguir el rastro de nuestras prendas hasta mi habitación. La dejé con delicadeza sobre la cama y de un manotazo esparcí los cojines que la decoraban, mi perfeccionismo no iba a interrumpir este momento.

Ella sonrió con superioridad, sabía todo lo que provocaba en mí y lo que me perturbaba y lo disfrutaba, disfrutaba alterándome, picándome, poniéndome a prueba.

Pero ya era hora de calmar nuestro fuego y vivir el momento, se acabó el devorarnos solo con la mirada. Ella estaba en ropa interior para mi disfrute, nunca fui muy hábil para las manualidades, pero debía reconocer que desnudar a la gente era una de mis facultades ocultas. Llevaba una erótica y muy sexy lencería negra de encaje y transparencias que me quitó la respiración cuando la contemplé con atención.

Mordí mis labios inconscientemente, fruto del deseo que ella despertaba en mí y de que no pensaba contenerme en mucho tiempo. Ella se levantó y me llevó contra una pared, haciendo salir mis tendencias más oscuras, para más tarde estamparme sin delicadeza y tapar mis ojos mientras agarraba una de mis muñecas.

—¿Te gusta lo que ves? —me preguntó juguetona, mordiendo la parte interior de mi muñeca izquierda, para después viajar por todos los rincones de mi espalda con su lengua y desabrochar mi sujetador con su boca.

—¿Bromeas? No sé por qué no te estoy estudiando en la carrera. Semejante obra de arte tendría que estar en un museo reconocido, no frente a mis ojos. Eso me recuerda lo afortunada que soy porque me hayas elegido.

—Tú eres aún más impresionante que yo, tus pechos son mayores, tu abdomen tiene una sensual línea esculpida que lo divide en dos perfectas mitades, tu constitución es exótica y sensual y tu voz provoca que te derritas de placer. —me susurraba, y con sus manos iba recorriendo cada palmo de mi bronceada y tersa piel, dejando marcas rojizas por sus uñas y volviéndome loca paulatinamente.

No tardé demasiado en comenzar a susurrar su nombre, sentir el contraste del fuego de nuestras pieles con el frío polar de la pared de mi dormitorio era algo plenamente placentero. Sus senos suaves contra mi espalda, sus caricias en todo mi ser, su aliento cálido y húmedo en mi oído y su voz traviesa y pausada me estaban haciendo perder la cordura.

—¡Scarleth! —gemí con la mayor intensidad y fogosidad de mi vida cuando sentí como un dedo curioso se adentró en mi interior. No tuvo nada que ver con las incontables veces que grité y gemí su nombre cada vez que llegaba al orgasmo durante mis masturbaciones diarias.

—Adorable…

—¡No soy adorable! ¡Soy sexy!

—Perdona, no te he escuchado, ¿qué decías? —se burló metiendo otro dedo y mordiendo mi cuello, provocó otro sugerente gemido y que intentara aferrarme a la pared.

—Quieres jugar, ¿eh? Muy bien, juguemos al único juego en el que nadie pierde. Ahora es el turno del jugador número 1, como buen número 2 debes esperar pacientemente hasta tu turno. —dije con dificultad, puesto que no dejaba de masturbarme ni darme placer con sus caricias.

Con esas palabras comenzó mi acción, me libré de su agarre y volví a besarla con voracidad, necesitaba sus labios contra los míos, embriagarme de su aroma, su presencia y su aura magnética, me había vuelto adicta a ella. Sus susurros lascivos y sus gemidos eran mi punto débil, un afrodisiaco delicioso y apetecible, mi droga personal y exclusiva. La llevé contra la suavidad de las sábanas de seda y con mis suaves y gélidas manos, empecé a calentar su cuerpo, vaya contradicción, el hielo de mi piel la volvía ardiente de deseo. Con nuestras pieles en su práctica desnudez en contacto, creía derretirme y sumirme en uno de los placeres prohibidos, el placer tabú en el que no me importaría permanecer. Pagaría toda una condena por tal de besar su cuerpo, de escucharla rogar mi nombre y de verla totalmente a mi merced.

Mi lengua ardiente se recreaba creando hilos de saliva por toda su piel de melocotón, mis labios besaban todas sus zonas más sensibles y con mis dientes mordía ligeramente para aumentar la sensación de deseo y de necesidad por mi cuerpo. Ella se retorcía callando, cerró sus ojos dejándose invadir por todas las sensaciones que mi toque helado, pero cálido y suave, pero con una intención brusca, le provocaba.

Volvía a quitar su sujetador tan lentamente como la vez anterior. Era un ritual de sensualidad, un rito pasional, la revelación de un ángel. Totalmente embelesada y loca por la imagen que se mostraba ante mí, intentando grabarla en mi mente con fuego, sus senos perfectos, rosados y apetecibles y su rostro sonrojado, algo avergonzado y al mismo tiempo, sensual y erótica con su mirada de miel reflejando las llamas del infierno.

—Eres tan perfecta… debería estar prohibido alterarme de esta forma. Te amo tanto que duele, se supone que como buena virgo no me dejo llevar por mis instintos, pero tú destruyes todos mis esquemas. —susurraba con una voz ensombrecida por la pasión, mientras saboreaba la textura de aquella piel deseable y sensible en sobremanera.

—Bésame, bésame como si el mundo se fuera a acabar. —me rogaba cada vez que lamia, succionaba y masajeaba sus senos, entonces mis labios se juntaban con los suyos, encajando como un puzle. Su suavidad rivalizaba con la de la más fina seda.

La temperatura iba en aumento, desconocía si era por ser más de medio día y junio o si quizá era producto de nuestra química y pasión desenfrenada. Ella curvaba su espalda cada vez que sentía como mi lengua recorría su abdomen plano y mis manos de hielo memorizaban las formas y comportamientos de su cuerpo.

Ya me harté de eso, necesitaba más para poder satisfacer mi ilimitado deseo por ella, con una mirada a sus ojos obtuve su aprobación, ella también deseaba pasar al siguiente nivel. Acaricié toda la inmensidad de sus piernas suaves, tersas y tonificadas, comenzando a besar desde los pies hasta la zona interior de sus muslos. Ella temblaba y suspiraba, aunque no decía nada, solo con esa mirada única y especial era más que suficiente para transmitirme la complejidad de sus sentimientos.

—Parece que a alguien le ha comido la lengua el gato.

—Al igual que parece que tienes tanto o incluso más talento para actuar en estas escenas como para escribirlas.

—¿Cómo sabes que escribo? —pregunté curiosa mientras la despojaba con una lentitud tortuosa de su última prenda.

—Se rumorea por los pasillos que eres el Miguel Ángel de la escritura y que es un tiempo muy bien empleado leer tus numerosas historias. ¿Por qué no me dijiste nada?

—Es una comparación bastante original, es cierto que cultivo todos los géneros de la escritura, desde la acción y fantasía hasta las narraciones eróticas de alto voltaje que jamás pasarían por tu mente. ¿Qué querías que te dijera? «Hey, ¿sabes que no tengo nada que envidiarle a las novelas eróticas de Cincuenta Sombras de Grey?»

—Hubiera sido original, no lo niegues.

—Sí, y también hubiera perdido todos los papeles con los profesores. De alumna problemática, pero ejemplar a escritora porno. No veo la compatibilidad. —bromeé antes de robarle un beso fugaz y dulce.

Ella tomó mi rostro en sus manos y con una mirada dulce y amorosa me dijo:

—Jamás me defraudarías, de hecho, me sorprende que puedas llevar todo perfecto.

—No sigas elogiándome de esa manera o dejaré de pensar racionalmente y créeme, una vez que me vuelvo sentimental y apasionada, es muy difícil regresarme a mi habitual indiferencia. —advertí con una sonrisa divertida.

—No me asustas, quiero conocer todo de ti.

—Mereces una recompensa. Dime al oído que es lo que deseas, o quizá prefieres dejarte en mis manos. Ninguna de esas opciones te defraudará, créeme. —ronroneaba, pegando mi cuerpo al suyo, apretándolos y calentándola.

No obtuve respuesta, por lo que mordí el lóbulo de su oído y comencé a explorar su intimidad, muy cálida y húmeda, por cierto, eso hizo que se dibujara una sonrisa triunfal en mis labios temblorosos y enrojecidos. Me aventuré a lamerla, suave y lentamente en un inicio, pudiendo notar como tembló de cabeza a pies y escuchando como por primera vez gemía mi nombre, en ese momento quise preservar ese sonido cargado de erotismo y lujuria dentro de mis oídos para siempre. Me rogaba más, por lo que yo cumplía sus deseos, duro y suave me ordenaba con una voz digna de la diosa de la sensualidad.

Sus manos se enredaban en mi cabello chocolate, llevándome a profundizar mi tarea y facilitándomela con el alza de su cadera, también viajaban por mi abdomen algo musculoso, masajeaban mis exuberantes senos o quizá arañaban mi espalda de forma vertical, penetrando sus uñas en mi piel y mordiendo el hueco entre mi hombro y mi cuello. Si quería verme como una bestia sedienta de deseo y lujuria, lo estaba consiguiendo.

Quería tomarme un poco más de tiempo para hacerla disfrutar, pero ahora llegaba el turno de la jugadora 2, quien sacó unas esposas de cuero de la mesa de noche que mis amigos me habían regalado como una broma.

—Pillina…

—Fue un regalo de parte de mis amigos. —protesté mientras me esposaba con fuerza en el cabecero de la cama.

—¿El lote completo?

—Así es, ya sabes cómo son. —me excusé una vez que había vendado mis ojos.

—Siendo sincera, siempre he querido saber cómo se sentía una dominatrix.

—Que yo sepa, no te he dado permiso para esposarme ni vendarme…

—Eres masoquista, lo disfrutarás. Ahora quiero que me digas qué es lo que quieres, quiero que ruegues mi atención, que digas mi nombre y que te vuelvas loca por mí. —me decía hechizante, acariciando mi espalda, abdomen, glúteos, parte interna de los muslos, lamiendo y mordiendo mi cuello y oído. Estaba muy próxima a perder la escasa racionalidad que me quedaba.

La venda aumentaba todas las sensaciones y concentrándome, podía adivinar cual sería su próximo movimiento y destino. Lo que no vi venir fue el azote que me hizo perder el control, debía prepararse, había liberado a la bestia dormida en mi interior.

—¡No me beses! ¡Ahora mismo solo quiero que me muerdas sin piedad! Quiero sentir tus dientes en mi piel y que hagas brotar la sangre con tus uñas. Marca mi piel de una forma en la que cuando me vea al espejo recuerde este momento. —rogaba sin conocimiento, sin pensar, solo decía lo que mi cuerpo deseaba, un cuerpo masoquista.

No pude ver su expresión, aunque pude escuchar como se reía con esa sensualidad inconsciente que me volvía loca. Hacerme daño en estas circunstancias solo significaba complacer a mi ser interior. Nos habíamos enloquecido solo por deseo y diversión, escuchando a nuestros rincones más oscuros y lascivos, no había forma de controlarse, solo quería seguir con el juego, cogiendo mi cuerpo, sintiendo sus dientes en mi piel, saboreándome, enloqueciéndome.

—¡Más! No suelo jugar a esto muy a menudo y mucho menos dejarme someter, así que prepárate para complacerme.

—¿Escribirás basándote en mí?

—Scarleth, has sido mi inspiración desde la primera vez que te vi.

—Buena chica…

—¡No soy tu masco… —iba a terminar de protestar cuando sentí como su lengua revolvía mis adentros, me aferré a las sábanas y la almohada con fuerza mientras arqueaba mi espalda y gemía con una fuerza y pasión digna de película.

—Tienes razón, eres mi masoca, no mi mascota.

Parecía divertirse experimentando con mi cuerpo y mis sensaciones, su lengua y sus dedos me hacían enloquecer y llegar al cielo. No solo tenía una gran labia, sino que también tenía unas excelentes habilidades con la lengua que no tenían nada que ver con el lenguaje. Me estaba haciendo gozar de una forma inimaginable y ella disfrutaba de mis caricias furtivas y a ciegas, gracias a su calidez podía adivinar donde se encontraba.

—Lo siento, pero ya no puedo evitarlo más. Necesito sentirte aún más. —eso fue lo que me confesó antes de juntar nuestras intimidades temblorosas, en ese mismo momento una descarga eléctrica de alto voltaje me atravesó y provocó que me aferrara a su espalda y la arañara con fuerza. Ella gimió como respuesta, volvía a demostrar que no solo yo era la masoca, ella tenía algunos matices.

Desconozco como pude librarme de las esposas y la venda que cubría mis ojos, supongo que sería por la adrenalina y el deseo del momento que me volví tan hábil, lo que era cierto es que la sometida fue ella. Yo era la que se movía con mayor intensidad y la que se encargaba de proporcionarle atención a sus senos, a su abdomen, a su cuello, a sus labios y a sus oídos.

Ni yo misma me reconocía, jamás hubiera imaginado que llegaría a estar expuesta a tal grado de pasión y deseo, supongo que el haber estado reprimiendo mi amor por ella durante más de un año no favorecía nada a todo eso. La besaba, acariciaba, atesoraba, arañaba y mordía por todos los lugares visibles y no visibles de su cuerpo y lo mismo ocurría con mi cuerpo, estaba siendo marcado por el fuego de la pasión, sus caricias, arañazos y mordiscos.

No me importaba nada, había perdido la noción del tiempo completamente, desconocía cuanto tiempo llevábamos ahí y todo lo que quedaba, lo único que sabía es que había perdido la cuenta de mis orgasmos y lo mismo ocurría con ella. Nos amábamos y deseábamos más que nada en el mundo, necesitábamos demostrárnoslo con acciones y muchas palabras sucias y obscenas, cada vez que un rogo salía de sus labios me encendía todavía más. Imaginar que esa profesora tan seria y respetable en horarios de clase, sería esa fiera en la cama.

Aunque tampoco podía decir nada de ella, puesto que lo mío era peor, una permanente barrera, un sinfín de muros de hormigón a mi alrededor, yo era como un iceberg que al derretirse se convertía en una llama inextinguible, era un fénix, cada vez que creía morir, resurgía de mis cenizas, más fuerte y excitada.

Notas finales:

¿Sorprendidos? ¿Ha causado alguna emoción en vosotros? Ilustradme con vuestras opiniones, soy todo oídos y contesto con rapidez jajaja.


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