-¡ÁNDATE A LA CHUCHA PERRO CONCHETUMARE! ¡TULA CHICA! ¡APRENDE A CHUPAR PICO AWEONAO!
Esos eran los gritos de un despechado y borracho Matt, que a las tres de la mañana estaba tomando con sus amigos en el mirador del cerro Santa Lucía porque su pololo le había estado poniendo el gorro de hacía meses. Apenas se enteró, terminó con el imbécil y salió a tomar con sus amigos. Con un obvio exceso de báltica en el cuerpo, había pasado del llanto a intentar aparentar que de todas maneras nunca había llegado a enamorarse de su ex, y de eso pasó a la rabia, a la risa, luego de vuelta a la pena.
-¡CHÚPALO MEANDO, MARICÓN DE MIERDA! ¡A NADIE LE GUSTAN LOS WEONES CON LA PICHULA DOBLÁ'! ¡OJALÁ TE MORAI' SOLO, SAPO CULIAO!
Continuaba gritando, con la cara cubierta de una mezcla se sudor, lágrimas y cerveza que le había chorreado por tomar tan rápido. Apenas podía mantenerse de pie al borde del mirador, que dejaba ver todo Santiago. Tomó otro poco de cerveza directamente de la botella, y por lo borracho, le cayó en su polera. Estaba pasado a una mezcla de nicotina y copete. Lanzó con rabia la botella al vacío y perdió el equilibrio, por lo que el muy imbécil cayó al piso y comenzó a llorar nuevamente. Uno de sus amigos se acercó y lo abrazó a modo de consuelo.
-Yo lo ababa weón... yo le di todo weón, y el codchetubatdre va y be caga weón... -gimoteaba sentado en el piso mientras el conductor designado lo consolaba- y... y... y el weón care'raja que do, que era bedtira... que él le había dicho de do a la bina pero que igual se le había tira'o edciba... y yo ya le había revisado el whatsapp poh weón, y llevaba beses tiráddose a la weona... ¿Cóbo tad sacowea weón? ¿Qué hice pa que be hiciera esa weá weón?
Continuó gimoteando mientras su amigo, el Negro, lo tomaba embrazo.
-Ya weón, tranquilo -decía el Negro mientras le daba palmadas en la espalda-. El culiao es entero penca y le va a ir como el hoyo en cada wea que haga. Ya vai' a ver noma'.
Matt continuaba llorando desconsoladamente sobre el hombro de su amigo, y cada vez que intentaba hablar, lo único que se lograba escuchar era lo acelerado de su respiración.
Entre los 5 lo subieron al auto y lograron que dejase de llorar. El Negro, como iba al volante, no pudo prestar mucha más atención a lo que ocurría, pues debía concentrarse en no chocar con algo o a alguien.
Pancho, el segundo más curado luego de Matt, intentó subirle el ánimo mostrándole videos del Fritanga, cosa que siempre ponía a Matt de buen humor. Luego de varios intentos fallidos, se dio por vencido y viajaron en silencio hasta la casa de Matt.
Al llegar, entraron solo Matt y el Negro, quien dejó al dueño de casa sobre su cama y luego se fue.
Durante el trayecto, Matt se había quedado profundamente dormido, y, al día siguiente, apenas si sabía como había llegado a su casa. Víctima de la caña y de un corazón roto, Matt caminó a la cocina, sacó una Monster del refrigerador y se volvió a acostar. No quería ni una wea con nadie. Mandó a todo el mundo a la chucha y se volvió a dormir.