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Su pecho dolió en una mañana cualquiera y no le hizo caso al asunto pues salía con apuro directamente a su trabajo para una cirugía de último momento. Reborn ni siquiera recordó que el leve dolor se había estado dando desde hace un mes, exactamente desde que tuvo una plática larga con aquel castaño pediatra, ya que por azares del destino concordaron en sus compras en un nuevo supermercado en una zona cercana a un lugar comercial. Se quedaron tres horas en un café, hablando de muchas cosas, contándose algunas más y sin pensarlo Reborn había quedado prendido por la historia tan común del castaño

Tsunayoshi había sido uno de los muchos muchachos enamorados desde la preparatoria de quien sería su compañero en la universidad. Correspondido, amado, bien vivido. Aquella persona se había convertido en la razón de vida del castaño y, según palabras del propio Tsunayoshi, el sentimiento era mutuo, mas, los padres de aquel desconocido no los apoyaron. Con rebeldía habían estado juntos, habían planeado casarse cuando el castaño supo de su embarazo, trágicamente hubo un supuesto accidente del que Tsuna salió casi ileso y su pareja no tuvo la misma suerte.

Era hasta increíble que incluso en esa época existieran esas personas que harían de todo para evitarse una deshonra.

Después de eso el castaño se calló su estado por temor a represalias, ni siquiera les había dicho a sus padres algo sobre lo acontecido, es más, incluso se había callado su relación con aquel sujeto para evitar que sus propios padres le reclamasen pues el chico apenas se forjaba un futuro en el campo de estudio que había escogido y ya estaba en cinta, o lo estaba hasta hace unos meses. Esa era la razón por la que Tsunayoshi vivía solo, sin nadie que le ayudara en los primeros meses de su gestación dificultosa tras el incidente que le quitó a su mayor apoyo y amor incondicional, y se tuvo que forzar a una vida independiente. Lo mejor de esa historia digna de telenovela, era que el director del hospital había sido el bisabuelo del bebé perdido y fue quien le cedió a Tsuna el puesto en el hospital como una compensación y a la vez para cerrar su boca

 

No puedo decir el nombre de mi ex pareja, no puedo afirmar que tuve una relación con él, no puedo decir que era el padre de mi primer hijo, ni siquiera puedo visitar su tumba —su voz era entrecortada por ahogados sollozos

—Es ridículo —sin tacto alguno, Reborn sólo respondía con sinceridad

—No lo es tanto. Después de todo, esa familia tiene el poder suficiente para obligarme a aceptar sus cláusulas y yo ya tuve suficientes problemas como para resignarme a aceptarlas sin más

—Deberías pelear

—Lo que debo hacer es callarme, seguir en ese empleo que me genera ingresos estables y buena reputación, olvidarme de todo lo malo que pasó y seguir —sonaba tan fácil, pero la voz quebrada del castaño decía que no lo era ni lo sería jamás

—Eres cobarde

—Lo sé… lamentablemente lo sé

 

Reborn mintió, él no creía que Tsunayoshi fuera cobarde. Pero se guardó ese secreto para él y nadie más.

Después de saber el resumen de esa complicada historia, fue el azabache quien dictó resumen de su vida; una no muy interesante pues era hijo adoptivo de una vieja pareja de clase media que ahora descansaba en paz, le gustaba su profesión, trabajaba ya varios años en el hospital y los amoríos no le duraban mucho porque él no tenía la suficiente dedicación para cuidarlos. Así de simple.

Aun escuchaba la leve risita del castaño tras decirle que «Aún no encuentra a su verdadero amor. Eso es lo que pasa», y aun sentía la incomodad en su piel porque al momento de separarse, recibió un abrazo y un beso de despedida en la mejilla en recompensa por la paciencia y el tiempo dado para esa plática.

 

—¿Está bien, Reborn?

—Sí —dictó antes de empezar a prepararse para la cirugía

—Está pálido… creo

—Dices tonterías

—Es cierto, usted nunca descuida su salud y menos cuando tiene cirugías por atender

 

Días pasaron desde aquella plática, días más desde que cierto dolor en su pecho y pulmones se volvió rutinario, días ocupados en los que no puso atención y dejó de ver a cierto castaño que era una grata compañía silente cuando almorzaban en la cafetería. Nada raro, nada cambiante. Nada que le indicara que estaba a punto de enfermarse.

Fue un día como cualquier otro, no tanto porque era su día libre, mientras disfrutaba de una ducha caliente. La tos incontrolable lo tomó desprevenido, se tuvo que arrodillar en el suelo y tratar de respirar, le tomó cerca de tres minutos el lograrlo. La garganta le ardía, sentía cierta comezón en sus pulmones que no pudo aliviar, pero lo dejó pasar. Tomó abundante agua, se quedó recostado en el sofá de su sala meditando las posibles causas de ese raro malestar. Cuando creyó que sólo era paranoia suya, volvió a tener aquel repetido ataque que duró un poco más que el anterior y lo obligó a devolver el agua que había ingerido

 

—¿Qué rayos? —Reborn miraba el desastre sobre su alfombra, pero no era en sí su propio vómito lo que lo alteró, sino aquel objeto levemente rosado que se diferenciaba— Un pétalo —lo tomó y verificó la autenticidad

 

Ese fue el comienzo de una serie de hechos que Reborn jamás pensó pasar. Se hizo exámenes, recurrió -en secreto-, a algunos de sus colegas para verificar su teoría, eliminó cualquier error en el diagnóstico, pero aquellas radiografías no mentían. Él había caído presa de una de las enfermedades más raras y letales existentes en su mundo: el hanahaki. Cuando se lo dijeron se rió a carcajada limpia por la ridiculez, pero mientras él mismo revisaba las radiografías sus risas cambiaron por gruñidos de enfado.

Él ya había hecho cirugías para extirpar el brote de variadas flores que crecían en los pulmones de desafortunadas personas con amores no correspondidos, había seguido los muy contados casos con sumo interés para hallar una posible cura o explicación lógica para los hechos que rodeaban a tan rara enfermedad, ayudó a colegas suyos en investigaciones con respecto a esos casos, pero a sus treinta y tres años jamás vio una cura diferente a una cirugía o a relatos casi inexistentes de gente que fue correspondida y cuya enfermedad desapareció como por arte de magia.

Ahora el karma le estaba llegando porque él siempre pensó que esas cosas sólo les pasaban a esas personas perdidas en cuentos de hadas y con esperanzas demasiado infantiles.

 

—Soy tu amiga, Reborn, ¡puedes decírmelo! —Haru siempre era el problema más frecuente en su diario vivir

—No hay nada que decir

—Te he visto ir por ahí haciéndote estudios, ¡no me digas que no es nada!

—Haru… esta vez no permitiré que te metas en mi vida

—Quiero saber si es grave y si puedo ayudarte —mirada suplicante, expresión preocupada, ¡lo que le faltaba!

—Calla —odiaba que alguien lo tratara de esa forma porque él no necesitaba la piedad ajena

—¿Qué tienes? —ella lo había perseguido por más de quince días, tiempo en el cual Reborn tomó para diagnosticar su dolencia y convencerse de que era real

—Nada

—Si no me lo dices —lo acorraló en un pasillo, agarrándolo por la chaqueta, impidiéndole caminar e invadiendo su espacio personal. Típico de ella—, te juro que te seguiré persiguiendo incluso hasta tu departamento

—Eres un fastidio —la empujó lo más amable que pudo, pero no funcionó, ella seguía presionando

—Te aprecio, te quiero cuidar, eres el mejor compañero para las cirugías —hablaba sin parar apretujando la camisa del azabache—. Sólo quiero tenerte bien, Reborn

—Hanahaki y no lo divulgues —bufó antes de apartarla con mayor ímpetu y seguir con su camino hacia la cafetería pues bien que le apetecía un café

—Hana… ¡Qué!

—Calla

—¡Pero! ¡Eso! ¡Oh dios!

—Si vas a decir que es patético… —le advirtió con su ceño fruncido

—¡Estás enamorado! —Reborn gruñó enfadado cuando fue abrazado por la espalda e impedido de seguir caminando— Pero… no eres correspondido y…

—Si no me sueltas te empujaré

—¡Reborn!

—No es nada

—¡No! ¡¿Cómo que no es nada?!

—Me haré la cirugía

—Oh no, ¡eso sí que no! —tironeaba de la camisa del susodicho, presa del pánico por tan drástica decisión

—Ya la programé —no tenía muchas ganas de contárselo a alguien, pero si quería que lo dejasen en paz, tenía que hacerlo—. Será en tres meses hasta que Romario vuelva del extranjero, sólo a él le encomendaría eso

—¡Reborn!

—¿Qué? —dijo con fastidio

—¿Al fin te has enamorado y ni siquiera lucharás por eso? —se paró frente al azabache, trataba de no elevar mucho su voz para que el asunto permaneciera en secreto, pero simplemente no podía dejar que su amigo fuera tan idiota—. ¿Vas a simplemente desechar tus sentimientos sin más? ¿Estás loco!

—Es una enfermedad, es lógico que la vaya a curar

—¡Pero la cirugía no es la forma! —con las manos temblorosas Haru sujetó las mejillas del más alto e intentó ver algún atisbo de duda en la mirada oscurecida

—¡Podrías callarte! —no la alejó, pero en verdad estaba perdiendo la paciencia

—¡Podemos hacer algo!

—No quiero

—¿De quién? —sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas porque su amigo estaba hablando en serio, se quería condenar así de fácil— Necesito saberlo

—De alguien que no conoces —apartó esas manos de sus mejillas, acomodó un par de sus cabellos y suspiró

—Por dios, quiero ayudar… y… ¡¿Y si eres correspondido?!

—No lo soy y no lo seré —afirmó Reborn sin dudarlo pues la realidad estaba dictada

—¿Desde cuándo eres tan pesimista? —Haru luchaba por seguir hablando pese al nudo en su garganta— Si eres un rompecorazones y todo —rió sin ganas—. Puedes hacerlo, Reborn

—Sólo lo sé… y ya basta —gruñó enfadado

—Pero…

—Pero nada… —se masajeó la sien para calmarse—. Ahora… por favor, cállate antes de que decida encerrarte en la morgue

—¡Reborn!

—¿Qué?

—Lucha… —una lágrima se le escapó a la castaña debido a la impotencia pues bien sabía lo cabezota que era su amigo—. Tienes tres meses… así que hazlo, por favor

 

Tres meses, era una buena fecha porque su brote era apenas naciente y Reborn calculaban que tenía tal vez ocho meses más para que las verdaderas dificultades comenzaran. El primer pétalo que expulsó era muy pequeño, la planta apenas y estaba formándose. La cirugía sería la forma de combatir aquella condena de muerte, después de todo… de quien se enamoró, y el que jamás le correspondería, no debía enterarse.

Saber de quién estaba enamorado fue fácil, es más, lo supo incluso antes de que escupiera el primer pétalo y sinceramente se había ya hecho a la idea. Lo único malo fue la insistencia de su amiga por aquella estúpida idea de luchar, pues esas palabras lo hicieron dudar de la decisión que había tomado. Odiaba cuando las cosas se salían de su control.

 

—Reborn —esa sonrisa, esa mirada llena de dulzura que les dedicaba a todos sus pacientes, a él, a Haru y a Kyoko, tal vez a más personas. ¿Cómo no enamorarse de aquello? —, Haru, es bueno verlos

—Buen día, Tsuna —fue la castaña quien respondió al saludo porque el azabache se perdió entre sus meditaciones

—Tomemos café juntos —sonrisas, saludos, gestos, cada cosa que engolaba a aquel chiquillo cautivaba a Reborn en menor o mayor grado

 

Se había enamorado de aquel muchachito a quien no pudo ayudar hace meses, de aquel a quien evitó conocer y juzgó mal, de aquel que parecía llenar de luz la vida de cualquiera, de aquel que vacunaba a sus pacientes con tanto cuidado que parecía que no les dolía, de aquel que recibía besos y abrazos de cada niño que caía ante sus encantos, de aquel que era objetivo de miradas por parte de padres, colegas y ajenos. De aquel brillante doncel que se merecía el mundo entero pero que sólo recibió infortunio y dolor.

 

—¿Viajarás?

—Sólo por dos días —Tsuna sonreía al probar el pan dulce que compró—. Iré a ver a mis padres

—¿País? —Reborn era así, no cambió ni siquiera cuando se dio cuenta de la atracción emocional que sentía por el castaño

—Italia

—Entonces tenemos que despedirte en el aeropuerto —Haru sonreía emocionada por seguramente el inicio de un plan para una fiesta— y hacer una…

—No es necesario —el castaño reía un poco nervioso previendo la idea de la castaña—. No es un viaje largo, además…

—Pero Tsuna

—No insistas, Haru —Reborn la cortaba a sabiendas de lo difícil que era contenerla—. No lo agobies

—¡Pero!

—No quiero causar un alboroto sólo por un pequeño viaje —sonreía el castaño sin saber que con cada gesto empeoraba la situación del silencioso azabache

 

Reborn suspiraba internamente mientras seguía escuchando como Haru insistía en una fiesta, Tsuna se negaba, Kyoko reía. De vez en cuando miraba su reflejo en el café, de refilón admiraba las redondeadas mejillas de su amor no correspondido, y se volvía a repetir mentalmente que no quería causarle más problemas a ese chico pues no se lo merecía.

Bien sabía Reborn que Tsuna aún seguía enamorado de aquel hombre que le dio un hijo y dolido por la pérdida del único lazo que lo unía a aquel afortunado desconocido.

Sus sentimientos eran errados o tal vez surgieron en una época incorrecta, como fuere, no podía seguir con ellos y cada vez se auto convencía más de que la cirugía era la idea más acertada para el tratar de su caso de Hanahaki.

El viernes en la tarde cuando vio a Tsuna retirarse del hospital tuvo un nuevo ataque de tos que lo obligó a esconderse en el baño hasta que pasase. Vomitó nuevamente, un pétalo de un tono más rojizo brotó debido a que leves rastros de su sangre lo pintaban. Con rabia jaló la cadena y se despidió de la única evidencia de su enfermedad, se lavó el rostro, enjuagó su boca y salió como si nada.

 

—Es Tsuna, ¿verdad? —la vocecita que lo recibió era apenas un susurro quebradizo

—No

—No lo niegues, Reborn —Haru lo perseguía a cada paso que daba—. Yo… hoy vi un pequeño brillo en tu mirada y…

—Y nada —cruzaba una etapa de negación, podría ser; estaba resignado al desastre, eso era más acertado

—Te escuché toser poco después de la despedida

—No pasa nada con Tsuna

—Por favor, te lo suplico… —el pedido de quien te quiere es doloroso, Reborn no hubiese querido experimentar aquello— ¿Y si intentas acercarte con intenciones más evidentes?

—No lo haré

—¿Por qué?

—Porque no

—Debe haber una razón —Haru volvía a desear llorar y era Reborn quien ahora quería encerrarse en la morgue

—Porque él ama a otra persona —lo dijo en un tono tan frío que dejó de escuchar los pasos de la castaña tras de sí. Era mejor de esa forma.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Krat está tan agobiada porque su director de tesis ha empezado a presionarla que no ha tenido tiempo de escribir los borradores que siguen. Sí señores, este es mi último borrador, así que deberé esperar a que tenga un poquito de tiempo para seguir narrando la historia, misma que calculo tendrá ocho capítulos de la misma extensión que este.

Tengo cuatro proyectos más en ejecución, cada uno deberá esperar un tiempo para ser actualizado. Pido disculpas por eso pues yo solita me agobié con tantos fics que hacer XDDD es que las ideas no paran y más cuando estoy estresada.

Sin más penurias que contar.

Krat se despide y les manda millón de besos y abrazos.

 


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