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Trabajo embarazoso por zandaleesol

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Título: Trabajo embarazoso

Disclaimer: Los personajes todos son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo beneficio económico por esto.

Parejas: Harry/Draco

Clasificación: R

Advertencias: Post Deathly Hallows. EWE (Sin epílogo) Mpreg. Otras.



Capítulo 2. La gran mentira



Cuando Harry llegó junto a sus compañeros, estos le acribillaron a preguntas.


-Harry, ¿estás despedido también? -preguntó Andy Podmore.

-No, pero mañana lo estaré -respondió el moreno.

-¿Por qué mañana? -dijo confusa Melisa



Harry se encogió de hombros.



-Porque mañana sabrá que no estoy embarazado como le hice creer.



Melisa arrugó el ceño y acercó su silla un poco más.



-¿Le has dicho que estás embarazado? -preguntó la chica medio susurrando.

-Sí.

-¿Por qué?

-Para fastidiarlo un rato -sonrió Harry con picardía -. Esperaba que yo renunciara para no pagarme la indemnización.

-Pero a los demás los despidió y ya -cuestionó Melisa.

-Sí, pero era lógico que para mí prepararía algo especial. El cretino se quedó con las ganas. Hubieras visto la cara que puso cuando le dije que esperaba un bebé.

-¿Y te creyó así nada más?

-La verdad no mucho. Me pidió el informe del sanador. Tengo que entregárselo mañana.

-Pero no tienes, Harry.

-Claro que no, cómo podría si no espero ningún bebé. A no ser que haya bebido una poción de fertilidad y no me acuerde -dijo el moreno en tono de broma -. Pero él no sabrá eso hasta mañana, y mientras tanto, el idiota sufrirá un poco pensando que deberá soportarme cada día.

-Me parece una tontería Harry, al final te despedirá igual -dijo Andy que había oído todo en completo silencio.

-Sí, pero el placer de fastidiarlo un poco no me lo quitará nadie -concluyó el moreno.



Melisa y Andy intercambiaron una mirada y sonrieron. En realidad no les causaba ningún pesar imaginarse al estirado y antipático señor Malfoy, encorajinado por creer que no podía despedir a Harry. Y naturalmente se cuidarían de comentarlo, no les importaba mucho ser cómplices del joven de ojos esmeraldas, después de todo el asunto terminaría al siguiente día.



Harry por su parte, que estaba en completo desacuerdo con las prácticas de su antiguo rival de la escuela, pensaba en Malfoy como un sujeto cruel y ambicioso. No lamentaba ni un poco el haberle mentido, por el contrario, sentía gran satisfacción cada vez que recordaba el rostro del rubio. Eso sí, lamentaba que su mentira debiese terminar tan pronto, pues le encantaría prolongarla un poco más, por el solo placer de ver al nuevo dueño de la editorial rumiando su coraje.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



El primer día como dueño de la editorial le dejó agotado mentalmente. No sería fácil sacar adelante el negocio y menos tener que lidiar con sus empleados. Pensaba especialmente en uno.



Pasaban las nueve de la noche cuando finalmente salió de la oficina. Todos se habían marchado a las seis en punto. El día fue largo y lo único que deseaba era llegar a su casa, beber un whisky de fuego que le ayudaría a relajarse y conciliar el sueño.



Se apareció en el antejardín de su propiedad. La casa no era como Malfoy Manor, en realidad era sustancialmente más pequeña. Pero igual tenía un amplio parque, una pequeña laguna. Estaba cercada por un entramado de altísimos abetos que la ocultaban muy bien de la mirada indiscreta de algún muggle. Y en caso de que alguno mostrase más curiosidad de la normal y prestase más atención a ese sitio, no vería nada más que una casa grande derruida y con aspecto muy siniestro. Suficientemente desalentador para cualquier muggle fisgón.



Su elfo domestico le recibió dando saltitos de alegría. Le tendió la capa que acababa de quitarse y se encaminó directo a su sillón favorito. Quedaban unos cuantos días de verano aún, y el clima era agradable en esa parte de Inglaterra. Se dejó caer con aire cansado y mantuvo los ojos cerrados por un par de segundos. Al abrirlos, su elfo Purdy, ya le tendía el vaso de whisky de fuego, que sabía gustaba beber después un largo día de trabajo. Cuando el primer sorbo del líquido llegó a su estómago, se sintió mejor, infinitamente mejor.



-Aún no tengo hambre Purdy. Tomaré un baño… si luego tengo apetito, te llamaré.

-Sí amo, Purdy está para servir al amo en lo que necesite -dijo el elfo con una reverencia y luego desapareció con un plop.



Mientras bebía lentamente, los engranajes de su cerebro seguían trabajando. Había adquirido una editorial. El negocio no estaba en peor pie que otros que comprara antes, pero lo diferente era que ahora no sentía entusiasmo. No existía ese cosquilleo de emoción que le llenaba el estómago como en otras ocasiones. Siempre le resultaba apasionante hacer planes, trazar las estrategias que le llevarían a sacar del pozo financiero a una nueva adquisición. Ahora, tenía más bien un sentimiento de pesadumbre, de desgana, como si la tarea que tenía por delante fuese de pronto excesivamente pesada para sus fuerzas.



Su orgullo no le permitiría reconocerlo en voz alta, pero algo decía que ese cúmulo de sentimientos tenía un responsable. Sin embargo, su cerebro se negaba porfiadamente a nombrarlo aunque fuese solo con el pensamiento. Más de ocho años habían pasado desde aquel incendio y los posteriores juicios, en los que por alguna extraña razón, sus padres y él asistieron solo en calidad de testigos. Quizá en aquello algo tuvo que ver el deplorable estado en que se encontraba su padre al final de la batalla. En cuanto a su madre no se veía mejor. Por ese motivo en cuanto acabaron los juicios sus padres se marcharon de Inglaterra, en silencio. Ahora vivían en un pueblo costero en Niza.



No sabía muy bien por qué su padre no fue juzgado como aquellos pocos Mortífagos que sobrevivieron a la batalla final. Hacía mucho que no pensaba en todo eso. Por lo visto ese Potter tenía un gran talento para traerle a la memoria lo peor de su pasado. Un inevitable coraje punzaba en su pecho al recordar la mirada burlona cuando le refregó en la cara que estaba embarazado. Era absolutamente verdadero, no podría despedirlo. Pero abrigaba la esperanza de que el «Salvador» quisiese renunciar. Aunque veía difícil la posibilidad. Potter siempre se sintió responsable por sus semejantes, con mayor razón lo haría de un hijo. Imaginaba que el bebé tendría otro padre, así que éste por lo menos debía responderle.



Estaba muy cansado así que no pensaría más en el asunto. El día de mañana no sería fácil así que le daría tregua a su cerebro y después de tomar un relajante baño se iría a dormir.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Harry se apareció fuera del apartamento un poco antes de las nueve. Venía de cenar en La Madriguera. A mediodía, le había enviado una lechuza a su amigo, pidiéndole que se reunieran después del trabajo y Ron le invitó a casa de sus padres, pues Hermione saldría tarde del Ministerio. Se moría por contarle a Ron de las novedades con las que se encontró aquella mañana en la editorial. Así que compartió con la familia Weasley la noticia de que la editorial había pasado a engrosar el patrimonio de Draco Malfoy. Ron por supuesto despotricó de lo lindo en contra de su ex compañero y acusó a Harry de ser el culpable de aquello por no haber abandonado al «cretino» de Malfoy en la sala de los Menesteres durante aquel incendio. Harry no le dio mucha importancia a la diatriba de su pelirrojo amigo. Sabía que en el fondo, Ron jamás hubiese abandonado a Malfoy en aquel sitio, por mucho que lo odiase.



Cuando Harry cruzó la puerta del apartamento y vio todo el tiradero que había, recién recordó la fiesta que había armado su compañero aquel fin de semana. Seamus gustaba demasiado de esas celebraciones y el problema era que, ahora que estaba desempleado tenía más tiempo libre para realizarlas. Recorrió el lugar con una mirada y suspiró. Había miles de botellas esparcidas por todos lados. Los amigos muggles de Seamus, eran divertidos, pero bebían como cosacos.



-¡Seamus! Ya llegué -gritó Harry, arrojando las llaves sobre la bandeja que estaba junto al teléfono en la mesa de arrimo.



Al instante Seamus se asomó desde su habitación.



-Ah, hola Harry. Perdona el desastre, pero de verdad que me ha dolido la cabeza todo el día y no he tenido ánimos para levantarme de la cama.

-¿Y por qué no bebiste poción para la resaca?

-Se me acabó y no tengo ni un knut en el bolsillo para comprar más.

-Seamus, no quiero presionarte, pero no te quedará otra que buscar un trabajo aquí en el Londres muggle.

-Lo sé, porque así como están las cosas en el mágico ni esperanzas tengo. Lo malo es que me piden estudios secundarios, y no puedo mostrar mi certificado de egreso de Hogwarts.

-Algo hay que hacer y tiene que ser pronto, porque es muy probable que yo también pierda mi empleo.

-¡Qué! No puede ser Harry. Pero qué pasó, ¿tuviste algún problema con Janet? Pero si ella te adora.

-El problema es que Janet vendió la editorial.

-¿Qué?

-Eso -contestó Harry dejándose caer en el sofá, no sin antes apartar unas cajas con restos de pizza que estaban encima -. Janet vendió la editorial sin decirle a nadie. Todavía no puedo creerlo.
-¿Y por qué hizo eso?

-El negocio editorial está malo, igual como tantos otros. Parece que al final voy a tener que ir a trabajar a la tienda de Ron.

-Pero Ron me confidenció el otro día que hasta ellos han tenido un bajón en las ventas estos últimos meses.

-No me extraña, las crisis económica no respeta a nadie. Naturalmente que los magos y brujas prefieren gastar el dinero en cosas imprescindibles y como es lógico las bromas que venden George y Ron no son artículos de primera necesidad.

-¿Y a quién le vendió la editorial Janet?

-¿No te lo imaginas?

-No.

-Pues a quién más. Al «tiburón» Malfoy.

-Malfoy -repitió Seamus impresionado.

-Ya se había tardado mucho el imbécil en echarle el ojo a la editorial. Así como van las cosas un día de estos nos enteraremos que compró el Banco mágico.

-¿Es posible eso? -preguntó Seamus preocupado.

-Ni idea -contestó el moreno encogiéndose de hombros.

-Malfoy suele despedir a todos, según he oído, ¿ya te despidió?

-Despidió a la mitad del personal hoy. Mañana será mi turno.

-Si te despide no podremos pagar la renta y tendremos que entregar el departamento -se lamentó Seamus -. Seguro que los Weasley te reciben en su casa, felices.

-¿Y tú qué harás?

-Supongo que ir a vivir con mis padres -respondió Seamus con tono acongojado -. A no ser que…

-¿Qué?

-Pues que eches mano de la herencia que te dejó tu padrino.

-¿Te refieres a la casa?

-Hablo de la cámara que tienes en Gringotts.

-Nunca tocaré esa herencia.

-No entiendo porque, podrías vivir como un rey.

-Sirius me hizo su heredero para que Kreacher pasara a mi propiedad y no a la de Narcisa Malfoy.

-Pero si con lo demás, venía el elfo loco ese, no veo porque te niegas a utilizar ese oro.

-Sirius nunca le importó ese oro, odiaba a su familia y su familia lo odiaba a él. Nunca tomaría nada de esa gente, por mucho que Sirius me lo hubiese heredado.

-¿Ni en un caso de vida o muerte como este Harry?

-Seamus no exageres. No nos estamos muriendo de hambre… todavía.



Seamus no insistió en aquel asunto de la herencia. Sabía que cuando Harry se negaba a algo nadie podía obligarlo.



-Oye Harry, ¿y cómo fue que Malfoy no te despidió de los primeros? -preguntó Seamus olvidándose de la cámara que Harry tenía en Gringotts.



Harry soltó una carcajada.



-No me lo vas a creer. Fue muy gracioso a pesar de todo. El idiota me dijo que esperaba mi renuncia inmediata, sabía de antemano que yo no iba a trabajar para él. Disfrutó de lo lindo al decirme que me agradecía que le ahorrara una indemnización.

-Pero que cretino.

-Lo mismo dijo Ron.

-Entonces renunciarás mañana.

-Iba a renunciar hoy mismo, en cuanto supe que era el nuevo dueño. Me dio tanto coraje verle la cara cuando fui a la oficina de Janet, bueno la oficina de ese imbécil ahora, que en vez de renunciar le dije que no pensaba renunciar y que si quería me despidiese, pero que se atuviera a las consecuencias. Bueno no fueron esas las palabras exactas, pero entendió lo que quise decir.

-¿Hablas en serio Harry? Amenazaste a Malfoy. Y con qué maldición, con las Imperdonables.

-No lo amenace de ese modo. Lo que más teme es al descredito.

-Pero no creo que le perjudique mucho que el mundo mágico sepa que despidió a Harry Potter de su empleo. Después de todo estamos en medio de una crisis económica.

-Hmm… es cierto, pero la diferencia radica en que habrá despedido a un Harry Potter, embarazado.



Seamus tuvo dos minutos de perplejidad.



-Harry… tú… estás… No puede ser -murmuró Seamus completamente descolocado y levantándose bruscamente del sofá -. Demonios Harry, cómo has podido ser tan irresponsable. Te dije una y mil veces que cuando íbamos a esos clubes de ambiente tenías que usar protección, eres mestizo igual que yo y perfectamente podríamos contagiarnos con alguna enfermedad de transmisión sexual. Y lo que es peor ese bebé podría nacer enfermo.



Harry miró con cierta sorpresa a Seamus. Su compañero era lo que Harry llamaba, un tiro al aire, y le alegraba que por lo menos en aquel aspecto se mostrara tan responsable.



-Cálmate Seamus. No es necesario que me sermonees. Siempre que vamos a esos clubes uso protección, no soy tan idiota, y además, nunca… nunca soy pasivo.

-No -dijo Seamus lleno de extrañeza -¿Y entonces cómo estás embarazado?

-Es que no estoy embarazado idiota. Solo inventé aquello para molestar a Malfoy.



Seamus recuperó el color que había perdido y volvió a sentarse.



-¡Gracias a Dios y a Merlín! Casi me matas de un infarto.



Harry soltó una risita y puso los pies sobre la mesa de centro, provocando que unas botellas vacías de cerveza cayeran sobre la alfombra.



-Bueno me parece sin duda una mentira graciosa, pero a dónde te llevará aquello.

-A ninguna parte. Fue una idea momentánea para que Malfoy no me despidiera esta misma mañana.

-Pero Harry, tarde o temprano se dará cuenta de que mentiste.

-Seamus, lo sabrá mañana mismo. Me exigió el informe del Sanador que certifique el embarazo, y como no tengo, pues simplemente me despedirá y fin de la historia.



Seamus miró con preocupación a Harry.



-Los dos desempleados, esto será el fin.

-Sí lamentablemente no hay nada que hacer. A no ser que consigamos empleo antes de fin de mes.

-Qué mala suerte hemos tenido últimamente. Mira que ser Malfoy quien comprara la editorial.

-Sí, mala suerte -respondió Harry -. Bueno… mañana es el día decisivo. Me voy a tomar una ducha.

-Ve, yo mientras arreglo este desastre.



Harry se metió al cuarto y Seamus luego de pensar por un momento se levantó del sofá y se fue por su varita que guardaba en un compartimento secreto de su closet, cuando invitaba a sus amigos muggles. Un instante después levitaron las botellas esparcidas por todo el apartamento hacia la cocina. Luego de ordenar la sala fue hasta el teléfono y marcó un número. Esperó por un instante y después habló.



-Tracey, hola soy yo -saludó Seamus -¿Tienes turno en urgencias esta noche?
Voy para allá, necesito que me hagas un favor. Estaré allí en unos minutos.



Luego de colgar el teléfono se fue al cuarto y salió tiempo después vistiendo un abrigó negro.



Harry en ese momento salía de su habitación camino hacia el baño.



-¿Vas a salir? -preguntó con asombro el muchacho de ojos esmeraldas.

-Eh sí, pero no me tardo nada en regresar.



Harry se encogió de hombros y se metió al baño.



Seamus se encaminó hacia la chimenea y arrojó un poco de polvos flu.



-¡A San Mungo! -dijo con tono alto, se metió a la chimenea y desapareció.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



El reloj de la mesa de noche estaba por dar las siete de la mañana. Harry tuvo una mala noche. No logró conciliar un sueño tranquilo. Más bien durmió a ratos. Dentro de tres horas debería enfrentar a Malfoy y decirle la verdad. Ahora, con la mente más despejada, se daba cuenta de que fue una tontería mentirle al rubio. El día anterior simplemente debió renunciar y salir de la editorial. Bien, era capaz de reconocerlo, se dejó llevar por un sentimiento infantil y no hizo lo que debía, pero esa mañana acabaría con esa estupidez. Llegaría a la editorial e iría a la oficina de Malfoy para darse por despedido, luego de confesar que lo del embarazo era mentira. Era la idea más sensata que había tenido las últimas veinticuatro horas.



De alguna manera se las arreglaría, pero debía renunciar a la editorial.



Salió de la cama dispuesto a enfrentar aquel día como correspondía. Mucho antes de que el reloj marcara las ocho ya estaba preparándose el desayuno. No imaginaba que planes tenía Seamus para ese día, esperaba que se tomase en serio la situación y pensara en buscar un trabajo. Mientras untaba el pan en la mermelada y se bebía el café, experimentaba una cierta molestia en el estómago. No quería atribuir aquello a los nervios, pues en su vida se había enfrentado a cosas realmente difíciles y tener que decirle a Malfoy, que lo del embarazo era una mentira con la que solo pretendió molestarlo no era algo tan complicado. Seguro que después de eso no volvería a cruzar su vida con el rubio nunca más.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Faltaban quince minutos para las nueve de la mañana cuando Harry entró a las dependencias de la editorial. De inmediato notó que la recepcionista no estaba. Con desanimo pensó en que con toda seguridad estaba en la lista de los despedidos el día anterior.



Para su sorpresa Adele permanecía como empleada aún. Le extrañó el que Malfoy no la despidiera a pesar de ser la secretaria de Janet. También estaban por ahí Andy y Melisa. Ambos se habían salvado de ingresar a la lista negra. Se alegraba por ellos.



Se acercó a Adele y después de saludarla le preguntó si Malfoy ya estaba en su oficina.



-Sí Harry, el señor Malfoy llegó antes de las ocho. Pero en este momento está ocupado -respondió Adele.

-¿Puedes decirle que necesito hablar con él? -preguntó Harry.

-En este momento está con alguien. Tendrás que esperar un poco.

-No hay problema -dijo Harry -. ¿Y con quién está Malfoy, todavía está despidiendo gente?

-Se supone que ya no. A lo mejor contratará nuevo personal con menos sueldo. En todo caso el que está en su oficina es un conocido tuyo, Harry.

-¿Lo dices en serio? ¿Quién?

-Tu compañero de piso, Seamus.



Harry arrugó el ceño. Era a la última persona que hubiese imaginado encontrar en la editorial. Se preguntó qué hacía Seamus ahí. Sería que se había tomado muy en serio su pedido de que buscase lo antes posible un trabajo. Sin embargo la editorial no le parecía el lugar más apropiado para comenzar. El día anterior Malfoy había prescindido del personal, dejando claro que no precisaba más gente.



*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Tres cuartos de hora antes.



El personal llegaba a las nueve, salvo algunas excepciones. Él, como nuevo propietario, debía dar el ejemplo y por tal razón cuando aún faltaban quince minutos para las ocho, ya estaba ingresando a su oficina.



Sacó de su bolsillo el maletín y con un suave toque de varita lo devolvió a su tamaño original. Sin embargo antes de comenzar con su trabajo, bebería una gratificante taza de té. Era necesario para enfrentar de buena forma el día. Sobre un aparador estaba el juego de té de porcelana de Sajonia, que estaba en su familia desde hacía un montón de años. Apenas un toquecito con la varita y la tetera ya humeaba, dejando escapar aquel delicioso aroma a té negro con toques de Bergamota, su favorito.

Depositó la taza en el escritorio y luego se sentó con gesto relajado a disfrutar su té. Había bebido apenas un sorbo cuando escuchó los toques en su puerta. Miró hacia allá con enojo. Con toda seguridad era aquella secretaria, que llegaba antes de la hora para congraciarse con él. Movió la cabeza con impaciencia. Devolvió la taza al escritorio, acomodó la postura y con el tono más frío de su repertorio dijo:



-Adelante.



La puerta se abrió al completo y en el umbral se paró la figura de alguien que Draco conocía de su pasado en Hogwarts.



-Hola Malfoy, perdona que te moleste tan temprano.



Draco no entendía qué hacía ese Gryffindor ahí. Sería qué venía a pedirle trabajo.



-Adelante Finnigan.

-Bien gracias. Me imagino que estarás muy ocupado -dijo con una sonrisa Seamus -. Harry me contó que habías comprado la editorial.



Draco experimentó una extraña incomodidad al oír el nombre de su rival de la escuela. Pero le causaba curiosidad de la presencia de Seamus.



-Efectivamente así es -dijo Draco e hizo una pausa, esperando que Finnigan explicase su presencia, pero éste no dijo nada -. Si has venido a solicitar empleo me temo que no puedo ayudarte, ayer prescindí de la mitad del personal y no necesitaré más gente por el momento.


-Eh… sí, bueno lo sabía. Harry me lo contó anoche.



Draco no pudo evitar preguntarse qué tan amigos eran este Finnigan y Potter.



-Entonces…

-Ah sí bueno… es que en realidad vine para hablar de Harry. Esta situación de los despidos lo ha complicado bastante y no me gustaría que se preocupara más de la cuenta. Eso podría ser perjudicial para su estado.



Draco mantuvo su postura fría y rígida, pero ciertamente las últimas palabras de Finnigan le causaban una pesadez en el estómago.



-Podrías ser más claro -pidió Draco con tono frío.

-Que Harry se altere o pase zozobras podría hacerle daño al bebé que espera. Y como soy yo quien vive con él, pues obviamente me preocupo.



Draco tuvo dos segundos de perplejidad. Era cierto que Potter esperaba un bebé, y ese Gryffindor con cara de idiota era su pareja. De inmediato miró la mano del muchacho frente a él, buscando el anillo de bodas. Tampoco llevaba.



-Potter me lo dijo ayer -contestó Draco con tono impersonal -. Siento mucho si esta situación le ha causado alguna preocupación, pero era mi deber exigir pruebas de su embarazo.

-Lo entiendo Malfoy. Por eso vine a traerte esto -dijo Seamus, sacando de su chaqueta un sobre color marrón -. Aquí está el informe del Sanador.



Draco miró el sobre sin ningún ánimo de tomarlo. Pero se imaginó que ya que lo había exigido debía a lo menos verlo. Alargó la mano y lo tomó, abrió con lentitud y saco el papel que había dentro. Era cierto. Potter esperaba un bebé. Ahí estaba la firma del Sanador de San Mungo, con nombre y apellido. Rápidamente introdujo el papel y devolvió el sobre a Seamus, sin manifestar ni una sola emoción, aunque eran muchas las que lo invadían en ese momento.



-Bien eso deja todo bastante claro. Pero no entiendo porque me traer tú esto. Mi empleado es Potter. Él debería estar sentado ahí.


-Malfoy, esta situación de la venta tan sorpresiva de la editorial ha dejado a Harry muy nervioso. Vine porque deseaba evitarle alguna alteración.



Draco guardó silencio por un momento.



-Bueno Finnigan, si me disculpas, tengo mucho trabajo que hacer -dijo el rubio levantándose de su sillón.

-Ha sido un gusto volver a verte -saludó Seamus y se dirigió hacia la puerta.



Seamus sonreía cuando tomó el tirador de la puerta y abrió. Se encontró a boca de jarro con Harry, que le miraba sorprendido.



-Seamus, tú por aquí… no entiendo -dijo Harry en tono bajo -¿Viniste a pedir empleo?



Draco los miraba fijamente desde su posición, sin saber porque caminó hacia la puerta.



-Harry, bueno vine a hablar con Malfoy… de tu embarazo. Le traje el informe del sanador que te pidió ayer.

-¿Qué?



Draco decidió intervenir.



-Tu novio me ha traído el informe del Sanador que está controlando tu embarazo Potter -respondió Draco -. Me explicó que estabas un poco alterado desde ayer.

-Mi novio… -susurró Harry sin entender muy bien que estaba sucediendo ahí.

-Le expliqué a Malfoy que anoche llegaste un poco alterado por todos los sucesos de ayer -dijo Seamus.

-Pero…

-No es necesario que digas nada Potter. Tú y tu novio pueden quedarse tranquilos, no voy a despedirte.



Harry no pudo decir una palabra. Miró a Seamus incrédulo.



-Potter, por favor dile a mi secretaria que necesito hablar con ella.



Tras esas palabras el rubio cerró la puerta.



-¿Qué fue todo eso Seamus? -preguntó Harry desconcertado.



El ex Gryffindor sonrió con picardía.



-Vamos -apremió Seamus -. Ahora mismo te lo cuento.



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