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Instituto fantasma por phaest

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Miró hacía la biblioteca, su cabeza en esos momentos era un caos, sabía que tenían que entrar, pero al mismo tiempo no quería. Además estaba el problema con Christian.

No entendía que había pasado, porque esa necesidad de hacerle el amor. Cerró los ojos con fuerza, intentando no pensar en ello, ahora lo importante era otra cosa, la puerta del aula en la que creía encontrarían el libro.

Abrió los ojos fijándose en Byron. ¿Cómo se lo tomaría si se enteraba de lo ocurrido? Por muy amigos que fueran, Christian era su hermano, y él sabía lo mucho que Byron quería a su hermanito. Decidió dejarlo por el momento y centrarse en lo que les esperaba.

Se plantó delante de la puerta, sintiendo algo extraño en el estómago, como si una cuerda tirase de él, empujándole hacía adelante.

Abrió la puerta, no se veía nada del interior, la oscuridad era total en esa habitación. Dio un paso hacia ella, sin llegar a entrar, estiró el brazo derecho palpando con su mano la pared hasta hallar el interruptor de la luz, sin sorprenderse del todo de que este no funcionara. Respiró hondo, no sabía que encontrarían dentro pero era algo que tenían que hacer y no podían retrasarlo más. Cuanto antes encontraran el libro, antes saldrían de ahí.

Cerró los ojos de nuevo, dando un paso al interior, de repente a través de sus ojos cerrados vio un resplandor, al abrirlos vio que la biblioteca estaba iluminada por una bombilla. Era una habitación grande, con una larga mesa en la mitad rodeada de sillas. En la pared de la izquierda, justo en el medio, se hallaba la mesa del bibliotecario, era parecida a la de los profesores, solo que esta contenía más cajones. A ambos lados de la mesa había dos pequeñas estanterías con archivadores.

La pared del fondo contenía dos ventanales que ocupaban una tercera parte, el resto, al igual que las demás paredes, estaba repleta de estanterías que iban del suelo al techo, todas llenas de libros. Desde donde se hallaba podía ver libros de todas formas y tamaños, debía de haber miles. En cada una de las tres paredes había escaleras con ruedas para poder llegar a los libros más altos.

-¡Vaya! -Exclamó Jack detrás de Mark-. Este es el sueño de cualquier biblioteca.

-Los libros tienen nombres de personas -informó Jennifer que se había acercado a la más próxima a la puerta-, no me suena ninguno.

-Eso sí es extraño -comentó Theresa-, conoces a todos los autores de todos los siglos.

Ante la mirada divertida de todos, la muchacha se sonrojó.

-Bien -dijo Mark atrayendo la atención de los muchachos-. Por lo que sabemos del sueño de Christian -miró al muchacho de reojo-, el libro es gordo. No creo que entre todos tardemos demasiado en encontrarlo.

Se pusieron a mirar los libros, no resultaba demasiado difícil descartar los finos, así que se dedicaron solo a coger los gordos y leer el título.

-En este lado los libros son todos de terror -comunicó Ashley.

Inspeccionaba los libros del lado de las ventanas.

-Guau -dijo Keith que se hallaba a su lado-, no falta ninguno.

 

Christian fue el único que no se movió de la puerta, su corazón se había acelerado al dar el paso hacía dentro de la biblioteca. Su pesadilla estaba presente en su cabeza, reviviéndola como si estuviese viendo una película. Tenía miedo, mucho, en su sueño un monstruo les atacaba, les mataba a todos, o esa era la impresión que le dejaba al despertar. Giró la cabeza hacía el aula de la niebla, preguntándose si sería el mismo monstruo, o habría alguno más. No quería encontrar el libro por temor a que sucediese lo mismo que en su pesadilla.

Regresó su mirada a la biblioteca, todos se afanaban por encontrarlo para salir de ese lugar. Se tragó el miedo. Observó todo a su alrededor, intentando recordar donde se hallaba el libro, sospechaba que en esa ocasión este no brillaría, que no resultaría fácil dar con él.

Cerró los ojos y de repente todo quedó en silencio, no oía a los demás moviéndose, no oía las escaleras de un lado a otro, no oía conversaciones, ni susurros. Al abrir los ojos sus compañeros estaban paralizados en su sitio. Les miró a todos viendo sus expresiones concentradas, algunos con libros en las manos, otros cogiéndolos o dejándolos en las estanterías, Jack subido en una de las escaleras, Rachel moviendo otra. Se preguntó si todos eran conscientes de lo que les pasaba, si veían, oían, si sentían algo.

Le sorprendió ver a Phillip observando a Lucas, el cual se encontraba de puntillas, intentando alcanzar un libro en un estante alto. La mirada del mayor encerraba algo que Christian tardo en comprender, y que le alegro mucho. Byron y Jennifer, como no podía ser de otra forma, estaban cerca el uno del otro. Se acercó a Mark, mirando esos ojos verdes que en esos momentos, bajo la luz de la única bombilla de la habitación, tiraban más al marrón. No sabía que sentir, que pensar de lo ocurrido, si sabía que el de esa aula no era su profesor, Mark nunca hubiese hecho algo así, y lo notó en su mirada arrepentida cuando se separaron.

Alargó una mano acariciándole la mejilla, sintiendo deseos de besarle, de volver a sentir esos labios junto a los suyos. Algo que estaba seguro no volvería a pasar. Dio un último paso, rozando la boca del mayor.

Un resplandor en el centro de la mesa llamó su atención, separándose de Mark, sobre ella se encontraba el libro. Se acercó a él, era tal como lo había soñado, grueso, forrado de piel, con un rayo del color de la sangre atravesando la cubierta, la parte de arriba blanca, la de abajo negra, con las palabras “Libro de la magia”, del mismo color del rayo. Las hojas del libro eran irregulares de distintas formas y materiales. Todo era igual. Sospechaba que en el momento en que cogiera el libro todo regresaría a la normalidad, todos recuperarían el movimiento. La cuestión era, ¿aparecería también el monstruo de sus pesadillas?

Con un valor que no sabía que tenía, se estiró sobre la mesa y cogió el libro. Al reincorporarse, las voces inundaron la biblioteca.

-Chris -murmuró Byron, atrayendo la atención de todos sobre el muchacho.

El silencio se hizo presente de nuevo, a medida que el resto le veían sorprendidos.

-¿Cómo…? -empezó a preguntar Lucas.

-No lo sé -contestó.

Y en cierta forma era así, lo que había pasado era demasiado extraño. Sintió una mano en su hombro derecho, al girar la cabeza se encontró con los ojos de Mark.

-¿Qué es lo que recuerdas? -Le preguntó suavemente.

Lo primero que le vino a la cabeza fue el beso que le diera, haciéndole ruborizar.

-Cerré los ojos y todo quedó en silencio -respondió casi en un susurro-. Cuando los abrí todos estabais parados en vuestro sitio. El libro se encontraba encima de la mesa, en cuanto lo cogí todo volvió a la normalidad.

Mark, Lucas y Byron pensaron lo mismo en ese momento, en la pesadilla de Chris aparecía algo que les atacaba. Los tres contuvieron el aliento, esperando ese algo que los matara a todos.

-¿Qué haremos ahora? -quiso saber Jason.

-De momento salir de aquí -contestó Byron soltando el aire que retenía-. Después ya veremos.

-¿Y con el libro? -se interesó Theresa.

Mark no sabía que harían con él, por lo que había descubierto era un libro peligroso que no podía caer en malas manos. ¿Qué haría? ¿Llevarlo a la policía? ¿Cómo explicaría el que algunos de sus alumnos tuviesen sueños, o lapsus donde escribían o dibujaban cosas del viejo instituto? De momento lo importante era salir de ahí, más tarde ya vería que se le ocurría. Al menos todo había salido bien.

-Ni idea, lo único claro es que hay que esconderlo en un sitio donde nadie lo encuentre.

-¿No sería mejor destruirlo? -aventuró Keith.

Todos se miraron, el sí estaba presente en todas las miradas.

-Lo discutiremos cuando salgamos de aquí.

Uno tras otro enfilaron a la puerta.

-Profesor -le llamó Chris antes de salir. Mark giró-. Creo que será mejor que sea usted el que lleve el libro.

Al coger el libro rozó las manos de Christian, el muchacho sintió una descarga de electricidad, las mariposas revolotearon en su estómago. Con las mejillas encendidas Christian salió de la biblioteca.

Lo observó marcharse, su corazón latiendo a mil por ese breve contacto, el deseo de besarle, de cogerle y llevárselo a un aula vacía y hacerle el amor otra vez, era más fuerte que antes. Sacudió la cabeza y siguió a los muchachos fuera.

-Bueno -Jeff pasó sus brazos tras su cabeza-. No ha sido tan tétrico ni tan difícil como nos imaginábamos.

-Habla cuando hayamos salido -dijo Ashley.

Llegaron a la entrada del pabellón, deteniéndose unos segundos. Sin palabras comenzaron a andar.

-Tienes que reconocer que Jeff tiene razón -comentó Keith-. Yo al menos, y supongo que la mayoría también, esperaba que sucediera algo malo ahí dentro. Después de los sueños, los dibujos y las historias es extraño que no haya pasado nada.

-Yo lo prefiero así -Rachel dio una vuelta sobre sí misma, contenta de poder salir de ese instituto.

Mark observó a Christian de reojo, hablando tranquilamente con Lucas. Era tan hermoso, con esos ojos del color de la plata, y sobre todo cuando se sonrojaba. Miró al frente, eso no estaba bien, no sabía porque le hizo el amor al muchacho, pero de lo que sí estaba seguro es que no se volvería a repetir. Por desgracia era algo que tenía que olvidar, sabía que debía hablar con Chris, aunque no podría explicarle que le llevo a hacerle el amor.

Sintió algo quemándole el brazo, Jeff lo miró encontrándose una pequeña quemadura.

-¿Qué diablos…? -dijo intentando taparse los brazos desnudos.

-Quema -dijo Ashley poniéndose la chaqueta.

-¿Qué son? -preguntó Theresa poniéndose la suya también.

Todos los que las habían llevado hicieron lo mismo.

-Pétalos de rosa -contestó Phillip mirando hacia arriba, estaban en mitad del patio-. Aunque no tengo idea de donde salen. El cielo está completamente despejado.

Los pétalos de rosa, rojos como la sangre, caían como una lluvia lenta, al contacto con sus pieles explotaban causándoles las pequeñas quemaduras. Continuaron caminando, a cada paso la lluvia de pétalos se hacía más intensa.

-Creo que es mejor que regresemos al instituto -propuso Byron.

-Estoy de acuerdo -apoyó Mark.

Cabizbajos retomaron el camino de regreso, a pocos metros de la entrada al pabellón, la lluvia de pétalos se detuvo. Se quedaron en la entrada, observando la reja de la entrada al instituto, riéndose de ellos.

-¿Cómo vamos a salir? -preguntó Jason.

-Tal vez si corremos podamos evitarlas -sugirió Jack-. Esas cosas queman, pero nada más.

Sin esperar ninguna contestación salió corriendo intentando llegar al coche.

-Jack -gritó Theresa con intención de seguirlo.

-No -Phillip logró sujetarla.

La lluvia de pétalos comenzó a caer en cuanto el muchacho llegó al centro del patio, a cada zancada que le acercaba más a la salida esta caía con más fuerza, hasta que semejaron balas rojas, atravesándole el cuerpo, causándole la muerte.

-¡No! -el grito de Theresa resonó en cada parte del instituto, retumbando en los oídos de todos.

Jennifer abrazó a su amiga, sin saber que más hacer, lo que acababa de pasar superaba cualquier cosa que hubiese imaginado de ese lugar. Theresa lloraba desconsoladamente, sin dejar de mirar el lugar donde se hallaba el cuerpo muerto de Jack.

-¿Y ahora que tienes que decir, Jeff? -quiso saber Ashley.

-No es momento para discusiones infantiles -le recriminó Mark.

-Hay que avisar a una ambulancia -dijo Phillip sacando su móvil.

-Habría que avisar también a la policía -propuso Edith haciendo lo mismo.

-¡Mierda! -Exclamó Keith-. Mi móvil no funciona, no tiene cobertura.

-El mío tampoco -Phillip miró la pantalla como si no pudiera creerlo.

-El mío si tenía cuando llegamos -informó Rachel-. Llamé a mi amiga Megan antes de entrar. Pero ahora tampoco tiene.

-Mi móvil también tenía -comentó Jason-, me fije cuando mire la hora.

-Fantástico -Ashley se cruzó de brazos-. No podemos salir y los móviles no nos sirven de nada. ¿Qué vamos a hacer?

Sin saber la respuesta se dirigieron a la biblioteca. Jennifer ayudo a Theresa a llegar, la muchacha estaba en estado de shock.

-Es mi culpa -susurró.

-No lo es -le dijo Jennifer.

-Sí. Si no hubiese sido por ese maldito sueño, él estaría vivo.

-No puedes culparte por lo que ha pasado -Mark la agarró de los hombros, obligándola a mirarle-. Tú no has sido la única en tener esos sueños, tú no le obligaste a venir, fue decisión de Jack, y tú no le incitaste a que corriera hacía una trampa mortal que ninguno de nosotros sabía que existía.

La muchacha cerró los ojos, asintiendo lentamente, pero sintiéndose culpable de todas formas.

 

-¿Y ahora? -quiso saber Lucas sentándose en una de las sillas.

El resto le imitó, excepto Keith que se quedó de pie.

-No lo sé -respondió Mark dejando el libro sobre la mesa-. De momento nos quedaremos aquí. Esperaremos hasta que amanezca.

-No podemos quedarnos -replicó Jennifer abrazando a Theresa.

Tenía la sensación de que si se quedaban allí, sin hacer nada, todos morirían. Theresa había dejado de llorar, pero tenía la mirada perdida, como si no estuviese ahí.

-Jennifer tiene razón, profesor -opinó Christian-, tenemos que hacer algo.

-¿Se te ocurre algo mejor? -gritó Mark sorprendiéndoles a todos.

Su mirada no era de enfado, era una lucha interior por no coger al muchacho y besarle delante de todos. A cada momento que pasaba dentro de ese lugar lo deseaba más. Esperaba poder quedarse a solas con él.

-Mark -habló Byron con tono suave-, todos estamos afectados por lo que ha pasado.

-Perdonad.

-¿Qué proponéis? -preguntó Jeff.

-Podríamos ir arriba y averiguar que provoca esa lluvia -sugirió Phillip-. Teniendo en cuenta que cae del cielo es lo más lógico.

-Es la magia del libro -dijo Christian sin inflexión en la voz-. El que lo utilizó la última vez debió crear una especie de campo mágico.

-Si no quieren que el libro salga de aquí -comentó Rachel- ¿Por qué nos pidieron que viniésemos a buscarlo?

-Buena pregunta -Keith se dejó caer en el suelo, apoyando la espalda en la pared.

-Tal vez si registramos bien todas las clases -propuso Byron-, averigüemos que sucedió aquí hace cincuenta años y la forma de salir.

-De acuerdo -Mark se puso de pie-. Theresa, es mejor que tú te quedes aquí.

-Yo me quedaré con ella -dijo Jennifer-. Además, me gustaría echarle una ojeada al libro, si no ve ningún inconveniente, tal vez descubra algo. Si como dice Chris, lo que sucedió aquí tiene que ver con el libro, es probable que en él encontremos alguna respuesta.

-Está bien, pero ten cuidado, ese libro es muy peligroso.

-Yo preferiría quedarme aquí -anunció Ashley-. Creo que es el lugar más seguro.

-¿Alguien más quiere quedarse? -quiso saber Mark.

-Yo, profesor -dijo Rachel.

-Formaremos grupos como antes, y esta vez -miró fijamente a los nueve que saldrían de la biblioteca, deteniéndose unos segundos de más en Christian-, nada de separarse.

Notas finales:

Gracias por leer.


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