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Instituto fantasma por phaest

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Faltaba un minuto para las doce, todo era oscuridad y silencio, ni siquiera se oía la respiración de los muchachos, los cuales parecían haber olvidado como se hacía. El instituto parecía un lobo hambriento dispuesto a comerse todo lo que entrara, pero habían hecho la promesa de ir y desentrañar el misterio.

Al final el grupo que se reunió a la entrada del instituto era de catorce personas, ocho muchachos, cinco muchachas y el profesor. Casi todos los que se hallaban ahí, de alguna manera, se habían visto involucrados en esa extraña aventura. Algunos, como Chris, habían tenido sueños acerca del instituto, aunque en ningún otro aparecía el libro. Otros habían tenido lapsus de tiempo en el que, sin darse cuenta, dibujaban o escribían algo relacionado con el instituto. Lo extraño de todo era que todos ellos, por alguna razón que no entendían, se reconocían entre ellos, hablando sobre lo que les pasaba, juntándose ante la mirada extrañada de unos cuantos.

La noche era calurosa, todos iban en manga corta, aunque la mayoría de ellos llevaba una chaqueta por si acaso más tarde hiciese frio.

 

Mark no se atrevía a dar el paso que le acercaría a la puerta del instituto, el miedo irracional que se había apoderado de él le tenía clavado en el suelo.

-Es la hora -dijo Byron.

Byron era el soporte que Mark necesitaba en esos momentos. A un lado de Byron se encontraban su novia y su amigo Phillip, al otro Christian y Lucas, tras ellos el resto de compañeros.

Mark acercó la mano a la puerta, y esta se abrió sin ruido, él ni siquiera la había tocado. Uno tras otro los catorce fueron entrando. La luna llena escogió ese momento para ocultarse tras una nube, la oscuridad nunca les pareció tan negra. Un escalofrío les recorrió el cuerpo, ese lugar estaba maldito, se palpaba en cada partícula del aire que respiraban.

-El instituto consta de tres pabellones, como podéis ver -informó Mark-. El del medio es el principal, los otros dos son el gimnasio a la derecha y la cocina y comedor a la izquierda. El libro tiene que estar en el del medio, la biblioteca es el lugar más probable.

Se encaminaron al edificio del centro, el pabellón era muy grande. Mark traspasó el umbral de la puerta, lo suficientemente ancho para que pudieran pasar al mismo tiempo seis personas. Se quedó en mitad del pasillo, observando su alrededor. Frente a él se hallaba la escalera, a su lado derecho, junto a estas y la entrada principal, estaban los baños, sus puertas eran de diferente color al resto, estas eran rojas con las letras W.C. escritas en una placa, aunque no se distinguía cual era el femenino y cual el masculino.

Más allá de los baños contó cuatro puertas verdes, dos a cada lado del pasillo. A su izquierda el número de puertas era de cinco, tres en el lado de la escalera y dos en el otro. En ninguno se podían leer las placas, todas con los nombres borrosos e ilegibles.

-Profesor, los carteles no se pueden leer. ¿Cómo vamos a saber dónde está la biblioteca? -Preguntó Jeff Lerner.

-Nos dividiremos de dos en dos -dijo Mark-, el que encuentre la biblioteca o el libro que avise al resto, no olvidéis que puede estar en cualquier sitio, si lo encontráis no lo abráis, puede ser  peligroso. No quiero que ninguno se separe de su pareja. Bien -miró a Christian de reojo, dudando entre hacer pareja con él o no, finalmente se decidió-. Phillip con Ashley, entrar en la primera de la derecha del lado de la entrada. Keith y Rachel vosotros en la de enfrente…

-Yo iré con Jack -interrumpió Theresa Russell.

-Está bien, entrar al lado de Keith y Rachel, Edith con…

-Usted profesor -terminó  la muchacha-. Prefiero ir con un adulto teniendo en cuenta que no sabemos a qué nos vamos a enfrentar. Entraremos en la que queda del lado derecho.

Mark estuvo a punto de decirle que no había tanta diferencia entre él y Jeff, el muchacho solo era un año más pequeño. Por motivos familiares no pudo terminar el curso anterior, teniendo que repetir quinto. También se quedó con ganas de decirle que era él el que decidía donde iba cada uno. Pero no tenía ni ganas ni tiempo para perder.

-Bien, Byron tú con Jennifer, entrar en la primera de la izquierda del lado de la entrada -su amigo le dio una mirada de agradecimiento, aunque se preguntaba con quién hubiese ido el profesor de no haberse adelantado Edith-. Jeff, tú con Lucas en una de las de enfrente. Christian, Jason vosotros formareis el último grupo entrar en el aula al lado de Lucas y Jeff.

Los siete grupos se dividieron, iba a ser rápido teniendo en cuenta de que, sin contar los baños, tenían nueve salas por mirar.

 

Christian entró en una de las aulas con Jason Baker, un muchacho de tercero, rubio oscuro y de ojos negros, con la complexión de un deportista de atletismo. Jason, al igual que la mayoría de los que se encontraban esa noche ahí, había soñado con el instituto.

El aula estaba oscura, como todo el edificio, la luz no funcionaba, aun así podían ver bien ya que la luz de la luna llena llenaba el instituto, entrando a través de las ventanas y persianas rotas.

Las mesas estaban en perfecto orden, lo que significaba que no habían entrado en ella durante la masacre. Era difícil imaginarse el motivo por el que unos chicos habían destrozado de esa manera tan estúpida, la vida de tanta gente.

Christian giró sobre sus talones, observando cada rincón, dudaba mucho que el libro que buscaban estuviese allí. A parte de la mesa del profesor solo había un armario que registrar, las paredes del aula estaban repletas de estanterías donde se colocaba el material. Con algo de miedo abrió el armario, estaba casi vacío.

Se dirigió a la mesa del profesor, contaba con dos cajones en los cuales no se hallaba el libro.

-Aquí no está lo que buscamos -informó Christian cerrando el segundo cajón-. Vayamos fuera -Jason no contestó, el muchacho le miró y vio que él no le hacía caso, era como si no estuviese allí-. Jason -le llamó- tenemos que irnos.

Pero Jason ni siquiera le miraba. Christian decidió salir, Mark les había dicho que no se separasen, pero con la actitud del muchacho creyó que él lo entendería, de todas formas buscaría a alguien que regresase con él al aula a buscar a Jason.

 

Miró a su alrededor, observando cada detalle del despacho del director, era más pequeño que el que utilizaba el decano de la universidad. Sus ojos se fijaron en Edith Stevens, la muchacha estaba ahí por un sueño, como la mayoría. Cursaba segundo, en una clase diferente a la de Christian y Lucas, algo baja para su edad, con el pelo teñido de rubio. Mark no entendía porque esa muchacha se había vestido con una minifalda y un top que casi no le cubría nada. No iban a una discoteca a ligar, sino a un instituto en el que no sabían que encontrarían.

Pensó en Christian, hubiese preferido que el muchacho estuviese ahí con él, mucho más tranquilo si lo tuviese a la vista. Todos esos sueños llenos de muerte le tenían asustado, y le daba miedo lo que le pudiese ocurrir a Chris.

-Profesor -le llamó Edith con voz coqueta, desnudándole con sus ojos marrones claro-. ¿Que buscamos exactamente? ¿Cómo es el libro?

Mark dudaba que el libro se hallara en ese despacho, si fuese tan fácil, ¿por qué involucrar a tanta gente?

-Nunca vi una imagen de él -contestó paseando por el despacho.

El único que sabía cómo era el libro era Christian. Estaba preocupado por todos los que se hallaban ahí, pero sobre todo por él.

Edith se acercó al profesor, estaban solos, en un aula con una mesa cerca de la ventana, un lugar perfecto para hacer el amor. Toda la universidad sabía que el profesor era gay, pero a ella no le importaba, se encargaría de que el hombre se decidiera por el sexo opuesto.

-Mark -susurró demasiado cerca de su oído.

-Señorita Stevens, le recuerdo que soy su profesor…

-Ya no, las clases han terminado. Podríamos pasar un buen rato.

Mark giró enfrentándose a la muchacha, separándose unos metros de ella.

-No me interesa lo que pueda ofrecerme, por si aún no se ha enterado, no me gustan las mujeres. Soy gay.

-¿Estás seguro? -Continuó avanzando-. ¿Alguna vez ha estado con una mujer para saberlo?

Mark la miró con frialdad.

-No, y no pienso hacerlo nunca. Así que más le vale que se comporte o tendré que tomar medidas.

La muchacha sonrió de lado, antes de que terminara la noche se acostaría con él y le demostraría lo equivocado que estaba.

 

El laboratorio estaba medio destrozado, de las ocho mesas que había solo una estaba llena de frascos sin romper, todo estaba revuelto, como si hubiesen entrado varias veces a removerlo todo. El polvo reinaba en la estancia.

Byron rodeó la cintura de Jennifer Palmer  por detrás, colocando la barbilla en su hombro, aspirando el aroma a fresas de su cabello del color trigo, tan natural como ella. Sonrió al recordar la primera vez que la vio, de pie ante una de las puertas de las clases. Pensó que se había perdido, que era una de esas chicas nuevas temerosas de lo que sucediera una vez traspasaran esa puerta, a él le había pasado algo parecido el año anterior, cuando se detuvo ante la puerta de su clase, dispuesto a comerse el mundo en su primer año de universidad.

Se debatía entre ir a ayudarla o esperar a que ella se decidiera a dar ese paso. Fue en ese momento en el que Jennifer le miró, con sus ojos azul cobalto, sintiendo dentro de él miles de mariposas. Ese día se replanteó su forma de ver el amor, para Byron, todas esas personas que hablaban del amor a primera vista, no eran más que gente desesperada por encontrar a alguien que llenara su vacío.

Se separó de ella, comenzando a caminar junto a la muchacha.

-Es difícil de creer lo que suponemos que sucedió aquí -comentó en voz baja.

-Lo sé, pero es lo único que tiene un poco de sentido. Aunque no sabremos el verdadero motivo por el que esos chicos utilizaron el libro de la magia.

-Tal vez pensaban que no pasaría nada.

Ni él ni Jennifer habían tenido un sueño, o lapsus en los que dibujaban o escribían algo sobre el instituto, aunque habían salido en los sueños de Chris y en el dibujo de Phillip, lo que para ellos significaba claramente que tenían que ir a ese lugar.

Habían recorrido todo el pasillo central desde la puerta hasta la pared del fondo. Las estanterías contenían alambiques, microscopios, libros, frascos y probetas, aunque la gran mayoría descansaban en el suelo, rotos. Había un expositor con el cristal roto, seguramente, en sus tiempos, había albergado todo tipo de productos químicos para las clases, todos ellos bajo llave.

Jennifer lo observó todo bien, era diferente al que tenían en la universidad. Byron observaba a la muchacha al tiempo que se fijaba en lo que había a su alrededor. Pensó en Christian y Lucas, ya que ninguno de ellos hacía pareja con el profesor o Phillip, hubiese preferido que estuviesen juntos.

Se alegraba de haberlos encerrado para que arreglaran sus cosas. Lucas se había convertido en el mejor amigo de su hermanito, y no solo eso, sabía lo que el menor sentía por Phillip, por mucho que disimulase muy bien.

 

-No creo que aquí encontremos algo -ijo Lucas al contemplar el aula.

Aún sentía escalofríos al recordar el relato corto que escribió en clase del profesor Degryse, el mismo día que hablaron con él sobre los sueños de Chris. Ni siquiera recordaba como lo había escrito, solo que cuando se fijó en él estaba descrito casi a la perfección el instituto.

Agachó la mirada, tenía la esperanza de que el profesor Degryse pusiera a los mayores con los pequeños, de esa manera existía una posibilidad de que le tocara con Phillip. Era un tonto y lo sabía, pero no perdía la esperanza de que algún día dejase de ser el amigo del hermano de Byron, de que se fijase en él como hombre. Sabía por Chris que Phillip era gay, el día en que se lo contó fue la primera en la que le miró con otros ojos, en que se dio cuenta de lo guapo que era, la manera en como sonreía. Nunca había hecho nada para llamar su atención, tan solo le saludaba cuando se lo encontraba, a fin de cuentas él era amigo de Chris y Phillip de Byron.

En esos momentos había un abismo entre ellos, Phillip cursaba último curso y él segundo. El mayor ya no regresaría a la universidad, si todo le iba bien encontraría un buen trabajo, la distancia entre ellos aumentaría. Estaba seguro de que encontraría a alguien especial, de que Phillip sería feliz y seguramente él también, aunque ninguno sería como el mayor, capaz de robarle el aliento con una simple mirada.

Jeff Lerner se quedó mirando a Lucas, sus ojos del color de la miel, le observaron durante unos segundos, no entendía porque un muchacho como él podía ser homosexual. Lo entendía de Christian, pero no de ese chico duro. La sociedad últimamente estaba muy mal, permitiendo en algunos países el matrimonio entre personas del mismo sexo. A él sinceramente le traía sin cuidado lo que hicieran, siempre y cuando no lo hicieran en público, ver besarse a dos hombres o dos mujeres era aberrante.

Apartó de su rostro el molesto flequillo, su pelo rubio estaba demasiado largo para su gusto, lo llevaba siempre cortado al dos, pero con los últimos acontecimientos no había tenido tiempo de ir al peluquero. Esos sueños extraños le habían quitado las ganas de muchas cosas, eran como tener una depresión en la que no te importa nada, ni siquiera tu salud.

 

La secretaría era muy diferente a la que conocían. Ashley Palmer, la hermana pequeña de Jennifer, suspiró. Había montones de hojas tiradas por el suelo, así les resultaría más difícil dar con una respuesta al dilema que tenían. Phillip Medford era de la misma opinión.

La habitación estaba repleta de armarios, Phillip intentó abrir uno, tirando con fuerza hasta que lo logró, encontrándose con un montón de archivadores, miró a su alrededor, seguramente todos los armarios contendrían lo mismo. Se acercó a la ventana, contemplando con sus ojos esmeralda la noche oscura, extrañándose por ello ya que esa noche había luna llena.

A su mente llegaron los hermosos ojos de Lucas, con ese color del cielo que te hacía desear ser un pájaro y volar en ellos. Sabía que el muchacho sentía algo por él, y aunque nunca lo había dicho, esa atracción era mutua, aunque el mayor no tenía intención de decírselo aún, Lucas tenía que centrarse en sus estudios, sacarlos adelante. Le habría encantado hacer pareja con él, pero entendía el punto de vista del profesor.

Giró observando de nuevo el aula, una pequeña ráfaga de viento removió su cabello castaño oscuro, largo hasta por debajo del cuello.

Ashley abría los cajones y los cerraba casi en seguida. Se parecía mucho a su hermana, tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos, solo que los de Ashley eran algo más claros. Ella, al igual que Lucas, había escrito una historia corta sobre el instituto.

No tenía mucho sentido que miraran ahí, dudaba que el libro estuviese en esa habitación. Phillip era de los pocos que sabían que la historia de fantasma que se contaba sobre ese instituto, era real, que había algo más que una mezcla de alcohol y drogas.

Observó su alrededor, no le interesaba demasiado. Le había sorprendido lo que le contara Byron sobre los sueños de su hermano, él no creía en esas cosas, pero eran demasiadas casualidades. En una clase de matemáticas, mientras atendía a la profesora, se entretuvo dibujando en un papel, cuando se fijó en lo que hizo, se encontró con un edificio que nunca antes había visto. Junto a Byron y Jennifer, comprobó asustado que era un dibujo del antiguo instituto, donde se veían unas cuantas personas, algunas reconocibles como ellos, Chris, Lucas y Mark, el resto tenían el rostro difuminado y no se les reconocía.

Notas finales:

Gracias por leer.


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