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¡El Mejor Papá! por CottonOfSugar

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Notas del capitulo:

Antes de leer quiero decir que lamento si este capítulo es extraño, resulta incompleto o cusa confusión, son exactamente las 3:01 de la madrugada y recién termino de escribir así que por favor... Tengan piedad de mi alma, mañana cuando despierte voy a corregirlo o quizás no gggg.

¡El Mejor Papá!


— ¡Niños, presten atención a su maestro favorito~! —dice cierto pecoso con una animada voz, aplaudiendo un par de veces. — Hoy haremos un dibujo de lo que más les gusta en todo el mundo, ¿qué les parece? —termina de decir, repartiendo un par de hojas de aquí para allá hasta que todos los niños tienen una y deja unas cuantas más en el centro de las pequeñas mesas por si se llegasen a equivocar.

 

Todos los chiquitos sacan sus crayones de las mochilas; están entusiasmados por la actividad que el profesor Ace les a dejado y no tardan en chismear entre ellos acerca de lo que dibujaran con sonrisas y pequeños grititos.

 

— Mi dibujo va a ser igual de hermoso que yo. —exclama un niño rubio, mostrando una sonrisa llena de orgullo hasta que se da cuenta de que le hace falta algo importante. — ¡Bartolomeo tonto, dame mi crayón rojo! —grita Cavendish con el ceño ligeramente fruncido y los labios abultados en un puchero.

 

El chiquillo de cabeza verde brillante le sonríe burlón, mostrando algunos huecos entre sus dientes.

 

— ¡Hehahaha, pero si pareces una niña fea! —pica el nombrado, sacándole la lengua en señal de mofa mientras agita el dichoso crayón rojo en el aire.— Además no seas egoísta, ¡necesito el crayón para pintar el grandioso chaleco de Luffy-senpai! —argumenta con un intenso brillo en los ojos, comenzando a hacer una mancha extraña sobre la hoja.

 

Pero el niño rubio; Cavendish, se lanza sobre él y alza un diminuto puñito en señal de que no va a dejarle su crayón tan fácilmente.

 

— ¡Que me des mi crayón, bestia verde!

 

— ¡Oblígame princesita!

 

— ¡Profesor, Bartolomeo y Cavendish están peleando de nuevo! —grita una niña de pequeñas trenzas rosas preocupada a su maestro que sorprendentemente; esta tomando una siesta. — ¡Profesor Ace, despierte! —vuelve a gritar la niña, haciendo un puchero.

 

El pelinegro parece salir de los brazos de Morfeo, saltando en su silla y limpia con el dorso de su mano el pequeño rastro de baba que cae por la comisura de su labio. Todavía algo adormilado; recorre el pintoresco salón con la mirada, topándose con los niños revoltosos.

 

— ¡Oigan niños, sepárense antes de que llame a sus padres! —ordena el muchacho caminando hacía los niños que "luchan salvajemente" en el suelo, aunque en realidad solo se jalan del cabello y le hacen cosquillas al otro. — ¡Ustedes lo pidieron! —dice y cuando esta lo suficientemente cerca les da un pequeño golpe a cada uno en la cabeza.

 

Del otro lado del pequeño salón y sentados en una mesita naranja, Bonney esta concentrada en engullir una galletita sin que nadie se dé cuenta —porque uno; esta prohibido comer en clases y dos; el profesor Ace es capaz de quitarle su delicioso tesoro para comérselo él— mientras hace unos cuantos trazos de aquí para allá en su hoja.

 

— Drake... —llama la chiquita con la voz suave pero algo elevada para que el niño castaño la escuche entre tanto griterío del mayor y sus demás compañeros— ¿Qué es lo que más te gusta en todo el mundo? —pregunta curiosa e inocente la pelirosa, tratando de visualizar la hoja del nombrado.

 

El menor siente la necesidad de decir "tú" pero una cosa es pensarlo y otra muy distinta es decirla en voz alta así que opta por deslizar la hoja en la mesa y decir con una expresión serena y mejillas rojas: — Los dinosaurios.

 

Bonney mira maravillada el dibujo de su amigo, como si fuese la cosa más impresionante que a visto a su corta edad, la hoja esta manchada por un dinosaurio de cuello largo —un poquito muy mal dibujado— acompañado de césped verde debajo de lo que parecen ser sus patas, nubes en la parte superior y en una esquina una bolita amarilla con dos rayitas verticales y una sonrisa.

 

— ¡Drake, es muy bonito! —exclama la pequeña, regalándole una sonrisa sincera y alegre al chiquillo que no hace más que mirarla, causando que su sonrojo aumente tres tonos más.

 

— Umh... ¿Y tú, Bonney?, ¿qué es lo que más te gusta? —pregunta él, volteando el rostro hacía otro lado pero sus ojitos miel siguen clavados ella.

 

La niña alza su dibujo al aire; una silueta color azul es lo primero que se alcanza a vislumbrar en la hoja, con cinco rayones color piel que se dan a entender como dos brazos, dos pies y una cabeza —que no son más que unas bolitas de distintos tamaños— pero hay dos cosas que más resaltan en el dibujo; la manchita roja en forma de piquitos en la cabeza del monito y el rostro que es adornado con dos puntitos negros y una sonrisa grande hecha igualmente con aquel color.

 

— Mi papi. —confiesa la pequeña, dejando de alzar la hoja para entregársela a Drake quien lo recibe sin dudar entre sus pequeñas manitas y no puede evitar que una sonrisa apenas visible pero cargada de sinceridad se instale en su tierno rostro.

 

—Seguramente a tu papá le va a gustar mucho, Bonney. —dice, mirándola y después vuelve su vista al dibujo; no la va admitir pero aunque en éste el señor Kid esta sonriendo, en persona da miedo, tanto miedo que Drake tiene que correr a esconderse detrás de las piernas de su padre.

 

— ¿Crees que lo cuelgue en la nevera de la cocina?, papi solo pone papeles llenos de letras en ella. —murmura la niña, haciendo un puchero.

 

— Definitivamente. —responde sin dudar Drake, devolviéndole la hoja con un ligero asentamiento de cabeza que hace que la niña lo mire esperanzada.

 

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La campana suena de repente anunciando la tan esperada hora del receso. Los niños gritan y corren hacía la salida empujando las sillas de plástico coloridas con su cuerpo. El profesor Ace los reprende diciéndoles que podrían lastimarse si llegaran a caer pero al final y en vista de que nadie le hace caso se da por vencido y termina corriendo con ellos hacía el jardín —con el máximo cuidado de no empujar y/o pisar a ninguno, claro.

 

Y tan pronto como llegan a su destino, los niños se dispersan por todo el lugar; algunos al área de juegos que esta siendo custodiada por el profesor Vista —que carga a unos cuantos niños entre sus brazos, alzándolos con cariño— o simplemente se sientan en las banquitas para tomar su almuerzo bajo la supervisión del profesor Ace y el profesor Marco —el pelinegro se encuentra mirando el almuerzo de los chiquitines con antojo y el rubio solo estalla en risas al ver que su novio y compañero es como un cachorro grande.

 

Como de costumbre, Bonney toma asiento junto a sus amigos en una banquita debajo de un árbol lo suficientemente cerca como para que los adultos los vean pero alejada del pelinegro para evitar robos en su comida.

 

— ¡Rebecca, tu almuerzo se ve delicioso! —aplaude Bonney a su amiga, la cajita de bento celeste de la niña de trenzas tiene salchichas en forma de pulpitos, onigiris y ensalada con pequeños tomates.

 

— Gracias Bonney, mi tía Viola no dejo que mi papá lo preparara, así que lo hizo ella. —confiesa la niña, soltando una risita divertida.

 

— ¡Ugh, Bartolomeo no mastiques así! —reprocha Cavendish con una mueca de asco en el rostro al ver al otro niño comer con la boca abierta.

 

Bartolomeo traga todo lo que tenía en la boca para mirar al rubio con el ceño fruncido y soltar un gruñido.

 

— Olvide que teníamos una princesa aquí.

 

— ¡No soy una princesa! —se defiende el otro y cruza sus bracitos contra su pecho. — Además eso no es saludable, tonto, nunca vas a crecer si solo comes frituras. —se burla, mirando al otro niño tomar una patata entre sus dedos y comerla lentamente.

 

— Seré un enano feliz que comerá patatas fritas todos los días entonces. —ríe Bartolomeo, volviendo a su tarea de engullir todo el contenido de la bolsa de plástico.

 

Los niñas miran la escena con sonrisas raras en el rostro mientras que Drake se limita a comer su sándwich en silencio. — Esos dos jamás aprenden. —piensan los tres, perdiendo la esperanza de que algún día serán capaces de comer su almuerzo sin gritos.

 

— Bonney. —llama Drake a la niña, la cual recién esta destapando su caja de almuerzo lila. — Ten, traje esto para ti. —murmura el castaño algo avergonzado, deslizando la cajita de jugo de uva en la mesa. — También tengo para ustedes. —se apresura en decir antes de que ese par comience a molestarlo con comentarios burlescos.

 

Los cuatro niños miran al castaño entre sorprendidos y  agradecidos y toman las cajitas de cartón.

 

— ¡Muchas gracias, Drake! —la primera en hablar es Bonney, quien no tarda en desprender la pajilla que acompaña el jugo y le da un largo~ sorbo.

 

— Eres muy considerado. —secunda la otra niña pelirosa, tomando otro empaque de sabor naranja y decide dejarlo para después.

 

— ¿No esta envenenado, cierto? —pregunta Bartolomeo, mirando el jugo entre sus dedos con cierta desconfianza pero termina por alzar las manos en señal de paz cuando Drake le mira molesto. — ¡Es broma, es broma!, gracias. —se apresura a decir, imitando la acción de Bonney. — ¡Tiene pulpa de manzana! —expresa contento al darle el primer sorbo.

 

— Gracias, aunque prefería el de manzana... —hace un puchero molesto hacía Bartolomeo, que sigue en su tarea de terminar todo el contenido del envase. — ¡Jumh!, es mentira, el de durazno es mucho mejor. —dice, apartando la mirada del otro con un gesto molesto.

 

Drake solo asiente, a veces no entiende porque sigue juntándose con esos dos raros.

 

— Mi mamá me dijo que les gustaría y... —se detiene Drake al notar como Bonney comienza a respirar 

.

La pequeña exhala e inhala de forma pesada y sonora, llevándose una mano al cuello en señal de que el aire comienza a hacerle falta y los otros niños no tardan en mostrarse preocupados.

 

— ¿Bonney?, ¿qué pasa? —pregunta Rebecca quien esta a su lado, apoyando una mano en la espalda de su mejor amiga.

 

— ¿Te sientes mal? —murmura , mirando al rubio de reojo el cual le hace una señal para que se tranquilice y no diga algo tonto. — ¿Quieres mi jugo?, todos saben que el de manzana es mejor. —dice con una sonrisa fingida, intentando aligerar el ambiente.

 

La niña toma aire por la boca y como si le costara un esfuerzo sobrehumano contesta; — No... A-Ah, no p-puedo... No puedo re-respirar

 

Esas palabras parecen ser la alarma que activa las alertas de los tres chiquitos dentro de sus cabecitas, los cuales gritan al unísono: — ¡Pofesor!

 

Notas finales:

Jxjdksm, como dije en la nota de arriba, por favor tengan piedad ;;;; 

Realmente amo sus comentarios, me hacen reír mucho y recién hoy los volví a leer y mis ganas de escribir aumentaron, la "inspiración" llego y bueno... Este es el resultado (?

Creo que ya tienen una idea de lo que esta por venir en el siguiente capítulo así que me limitare a desaparecer y ahora si me disculpan AJNDMSMA, ACABO DE ESCUCHAR ALGO, con su permiso, me voy a esconder bajo mi cobijita.

 


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