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... With Kamijo por Mad_PunkyHeart

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El dueño de la posada irrumpió en la habitación sorprendido por el fuerte estruendo encontrándose con los destrozos provocados por el vampiro y con Maya petrificado en su lugar sin saber que hacer. Ni siquiera había guardado su arma puesto que seguía sin ser capaz de creer que ante sus ojos su senpai había sido secuestrado a modo de venganza. Sentía como si el mundo siguiera girando vertiginosamente a su alrededor con un sinfín de incoherencias mientras él estaba petrificado en su sitio.

—Qué demonios pasó aquí —exclamó el hombre a cargo del lugar que acababa de sortear con dificultad los restos de la ventana que se habían estampado contra la puerta para llegar hasta donde el rubio estaba. Se había quitado las gafas que siempre traía dado que estaba oscuro y parecía no creer lo que estaba presenciando.

—...Un vampiro —Respondió Maya y su respuesta fue  apenas un susurro, un balbuceo. Tras unos segundos guardó el arma y corrió hasta el agujero en la pared teniendo que ser detenido por el mismo hombre. Maya parecía a punto de perder la cabeza.

—Heeey, hey detente ahí —el hombre afirmó al cazador que parecía estar a punto de saltar por la ventana —Jamás podrás alcanzar a un vampiro como Kamijo a menos que seas uno y no pareces serlo... —con cuidado lo ayudó a bajarse y lo llevó hasta el pequeño comedor de empleados ya que comprendió que el rubio acababa de presenciar algo que lo había dejado en estado de shock. Tras un rato logró hacerlo entrar en razón y escuchó lo que había sucedido de la boca de Maya que aún parecía incapaz de asimilarlo todo.

—Por qué lo secuestró —preguntó maya al acabar su relato golpeando la mesa en un acto de desesperación —él me quería a mí, yo maté a su compañero no... no Aiji

—Vaya que eres lento —suspiró el castaño dueño de la posada negando al tiempo que subía los pies a la mesa — es su modo de vengarse de ti, con aquello que sea tan valioso como lo que le arrebataste, matarte así nada más significaría casi como si tu ganaras, porque el seguiría sufriendo eternamente, pero puede torturarte antes de acabar contigo para que sufras como él... Además...

—Además...— inquirió el rubio secándose las mejillas mientras el hombre bebía un trago de su copa de vino que se había servido mientras intentaba consolar al más joven algo en lo que el rubio no había reparado antes aunque el hombre le había ofrecido una copa.

—Deberías sentirte halagado, un vampiro como ese te consideró digno de participar en su juego ¿sabes? Él sabe que está condenado por haber mordido a un cazador, es un crimen imperdonable por el que deberá pagar con su vida, pero también es un desafío para ti, tienes treinta días antes de que la sangre de Aiji se contamine por completo y su conciencia se queme en un deseo irrefrenable de sangre. Aún puedes salvarlo, Maya.

—¿Eh? ¿Cómo... sabes eso? —El rubio se quedó perplejo ante la manera en la que se expresaba el hombre ¿No acababa de revelarle el nombre de aquella criatura? Este solamente rió y le pasó una pequeña tarjeta donde estaba la dirección del hombre al que irían a ver por ayuda.

—Ryutarou es de confianza, allí es donde Aiji quería que se dirigieran ¿no?, dile que Yoshiki te dio su dirección. No te cobraré por los daños a la habitación, los vampiros son difíciles de tratar, las eventualidades pasan... espero que lo logres, Yamazaki-kun.

Probablemente el hombre conocía a su familia, pero Maya no alcanzó a preguntar más aunque las preguntas se estuvieran acumulando en su cabeza. Ocupó la habitación que le habían facilitado luego que la suya fuera destruida y descansó hasta que el sol salió. Sabía que era más seguro si no llamaba la atención de más vampiros puesto que entre esas criaturas parecía existir una forma de comunicación más efectiva que las palabras, como si supieran lo que ocurría con sus semejantes. Maya lo había comprobado antes, cuando tras acabar con un vampiro algún otro los reconocía con precisión y repudio...

Aunque quería despedirse del hombre, no lo vio en ninguna parte de la posada la cual abandonó tras recoger sus cosas. Su corazón dolía presa del miedo y el dolor que la noche anterior había sentido, pero esa misma desconocida sensación era capaz de ayudarlo a pensar con claridad. Por primera vez desde que había comenzado a luchar contra los vampiros, estaba haciendo caso a Aiji, irónicamente cuando este no podía verlo. Moverse en la ciudad no fue tan difícil, aunque le costó bastante dar con la dirección. Al principio creyó que el papel estaba equivocado puesto que algunas personas a las que preguntó le respondieron que dicho lugar no existía. Pero le bastó caminar un rato para dar con alguien que le mostró como llegar a donde se dirigía.

La casa era una construcción bastante simple. Una cabaña de madera con las ventanas tapiadas oculta en el bosque, diseñada para que nadie pudiera entrar sin despertar la atención de sus moradores. Un hombre con el rostro tapado lo recibió apuntándolo con un arma, algo que hizo que se sobresaltara. Rápidamente Maya respondió que buscaba a Ryutarou, que venía de parte de Aiji y de Yoshiki, recordando las palabras del dueño de la posada. El hombre bajó el arma y lo hizo entrar aunque la mirada de desconfianza en sus ojos permaneciera inmutable. A regañadientes le mostró la entrada y le señaló el camino, para volver a su puesto de vigilancia. La estancia era pequeña y toscamente adornada con un escudo cruzado por dos espadas con un lema que maya no logró entender del todo, probablemente escrito en una lengua que no conocía. En realidad no se detuvo en los detalles puesto que esperaba que alguien saliera a recibirlo. Pronto un chico pálido varios años mayor que Maya salió de la habitación siguiente sonriendo al verlo.

—Así que eres Yamazaki Masahito. Aiji me había escrito sobre ti ¿Dónde está?

Inquirió, a lo que, con una mueca de pesar, el menor le explicó lo que había ocurrido la noche anterior. El rostro de Ryutarou se fue desconfigurando lentamente hasta quedar boquiabierto. Jamás había oído que un vampiro secuestrara a un humano  por una venganza, mucho menos a un cazador, usualmente solo asesinaban por ese motivo y si tornaban a alguien en un sirviente solía ser porque se obsesionaban con esa persona o simplemente querían formar un séquito.

—¿Recuerdas el nombre del vampiro? —Preguntó el pelinegro mientras sacaba un libro donde se registraban a los vampiros de los que se iban obteniendo datos a medida que distintos cazadores se comunicaban con él. Aquel era el registro más fiable de vampiros que existía en el mundo dado que ningún vampiro había intervenido en él, ni lo había encontrado en cientos de años. Maya frunció el ceño intentando recordar el nombre que Yoshiki había mencionado puesto que aparte de eso no tenía más información. Describió al vampiro por como lo recordaba la noche en la que los había atacado y también describió al chico que había destruido y a la muchacha a la que habían convertido.

—Yoshiki dijo que se llamaba Kamijo... pero no estoy seguro —susurró dubitativo.

—Kamijo... oh no —exclamó con preocupación el pelinegro— Se trata de un vampiro que ha vivido por varios cientos de años, al parecer su sangre es en extremo poderosa, un neonato de él podría tener poderes equivalentes a un vampiro de varios cientos de años de edad. Hasta ahora no tenía registro de victimas humanas... digo, aparte de algunos a los que ha convertido, el número de victimas no es muy alto comparado con otros y solo se ha visto involucrado en casos complejos de muertes de otros vampiros, pero... nosotros no nos metemos en eso...

Ryutarou sacó de del libro una pequeña fotografía en la que se había capturado al vampiro. Habían varios dibujos por lo que Maya alcanzó a ver en la página, pero la única fotografía era la que estaba mirando. El vampiro tenía el mismo aspecto en ella, sus cabellos rubios algo alborotados cubiertos con un sombrero bastante elegante y unos lentes de sol, claro que él había visto sus ojos rojos furiosos cuando lo había increpado por la muerte de Teru. Suspiró asintiendo para dar a entender que era la misma criatura y se cubrió el rostro apesadumbrado puesto que sabía que ganarle sería difícil. El pelinegro rodeo el mostrador y palmeo su espalda con suavidad para confortarlo.

—Anotaré lo que me contaste, pero ahora no es momento de echarse a morir, Maya —le dijo en un tono cordial volviendo a su posición tras el mostrador. Sacó un nuevo libro mucho más pequeño que el anterior, pero no menos antiguo. En el al parecer describía en detalles los todos de poderes que se habían registrado en los vampiros, uno de ellos era la mordida del demonio. Se trataba plenamente de la voluntad del vampiro traspasada mediante los colmillos que infectaba la sangre y el cerebro de la víctima. El tiempo límite eran treinta días tal como Yoshiki había dicho. Pero a diferencia que la transformación que involucraba el volverse vampiro esta era reversible. Si se mezclaba sangre del vampiro que había causado la maldición con agua bendita y un pétalo de la flor de la muerte, se obtenía la poción purificadora. También había otra salida, que el vampiro diera su sangre a la víctima transformándola por completo. Si ninguno de estos era administrado en el plazo, la sangre infectaba el cerebro convirtiendo a la víctima en un zombi; una criatura incapaz de morir a menos que su cuerpo fuera destruido, hambrienta de carne humana, aunque a diferencia de lo que se creía popularmente los zombis no transmitían su esencia. Es decir, no creaba más zombis.

—Te daré la pócima casi lista, faltará la sangre maldita para completarla. Con tres gotas es más que suficiente...  —Dijo el pelinegro mientras mezclaba una pequeña botella de un agua especialmente cristalina con unos pétalos de rosa azules, la flor de la muerte que los vampiros podían crear a partir de un espíritu humano. Al terminar selló la botella y se la tendió al más joven. —Guárdala bien, es preciso que consigas la sangre del vampiro que contaminó a Aiji o su sed será eterna.

—Pero conseguir sangre de un vampiro es casi imposible... —murmuró Maya mirando la pequeña botella entre sus manos, abrazándola a su pecho como si fuera la última esperanza que le quedaba en aquel momento. Demasiado frágil, demasiado pequeña.

El mayor se dio vuelta para buscar en una caja una pequeña daga la que le entregó al menor. Maya recibió el cuchillo al haber guardado la botella con el liquido que salvaría a su mayor mirando desconcertado a quien le había dado el objeto.

—Te lo daré gratis, con el podrás obtener la sangre, es un cuchillo maldito que corta la carne de un vampiro con facilidad, si lo atacas con tu arma solo lo desintegrarás y no es lo que queremos... lo malo es que no puedo ayudarte más. No sé donde se oculta el vampiro, quizás deberías buscar en la tierra natal de Teru. Lamento no ser de más ayuda...

Maya negó a aquello y le agradeció por su ayuda, si no hubiera sido por toda la información que le había dado, además de lo que necesitaba para salvar a su senpai, el rubio no tendría idea de que hacer, al menos ya sabia donde comenzar.

Por primera vez en muchos años Yamazaki Masahito utilizó su nombre real para comunicarse con algunos cazadores. Sabía que los clanes oficiales no eran demasiado cooperativos con los cazadores como Aiji y Ryutarou, aquellas personas que sin un apellido o que no pertenecían a un linaje concreto del cual se enorgullecieran, habían conseguido encargarse de las criaturas nocturnas con mayor éxito. Normalmente esos hombres no ayudaban a cazadores simples, pero cuando Maya se presentó con su nombre en la casa de uno de los antiguos amigos de sus padres obtuvo ayuda en un instante. El hombre sin dudar buscó la información que le pedía mientras hablaba sobre temas que al rubio le traían sin cuidado. Recordó en ese momento por qué había escapado de su casa y se negaba a ser como sus padres. Consiguió lo que deseaba y no dudó en irse en cuanto tuvo la oportunidad. Odiaba a aquellas personas, su actitud no era como la de Aiji quien trabajaba a gusto en lo que hacía, ayudando a la gente y no matando vampiros por mantener un apellido y prestigio. 

 

La ciudad natal de Teru estaba sumergida en silencio, en una neblina bastante densa que parecía tragarse los edificios. Maya llegó justo a tiempo antes de que atardeciera dándose cuenta que no tenía realmente un plan. En su condición actual no podía enfrentarse a Kamijo aún. Necesitaba practicar, mejorar sus movimientos y en menos de un mes ser capaz de derrotar a ese vampiro que poseía sangre demasiado poderosa.

La noche cubrió la ciudad rápidamente y el cazador estaba listo para salir en búsqueda del vampiro. Había decidido enfrentarlo, pero debía aprovechar aquellos 30 días al máximo, sin embargo, debía obtener información de su enemigo. Se cubrió el rostro y se armó con algunas de las pistolas del Aiji, su propia arma y munición.

Las calles de la ciudad parecían desiertas, probablemente la gente estaba aterrada por las historias de vampiros que se acumulaban. Por lo que había escuchado esas tierras eran un sitio de perdición para los cazadores, un lugar en el que había tantos vampiros que era imposibles derrotarlos, pero eso no iba a acabar con el espíritu de maya.

Bastaron un par de noches para que diera con el vampiro. Logró por fin dar con su paradero, una casa antigua, que se notaba había sido su residencia hacia años, que aún conservaba su antiguo esplendor. El cazador se escabulló por la pared trasera intentando acercarse a la única ventana que no estaba tapiada. Desde allí escuchó la voz de una joven cantando armoniosamente al ritmo de un violoncelo, al menos eso fue lo que logró distinguir a la distancia. Cuando se asomó a la ventana corroboró lo que había imaginado. La chica estaba cantando a la vez que tocaba pareciendo perdida en la música mientras el vampiro mayor leía en un rincón bajo la escasa luz de una vela disfrutando a la vez de la música que la chica hacía, de su senpai no había ni rastro.

Maya estaba quieto intentando casi no respirar, pero algo llamó su atención, un ruido tras de sí. Se volteó asustado lanzando una maldición para comprobar que solo se trataba de un perro, pero eso provocó que la música se detuviera. La chica se había puesto de pie y había mencionado que había escuchado algo afuera.

—Parece que nuestro invitado llegó antes de lo que esperaba —Dijo Kamijo en un tono sereno aunque sus ojos seguían despidiendo la misma ira que antes había visto Maya. En un rápido movimiento se acercó a la ventana tomando al cazador antes de que este pudiera reaccionar para lanzarlo contra la pared interior del jardín. Maya pensó que estaba muerto en ese momento, había fracasado, pero no se iba a rendir tan fácil, por lo que con dificultad se puso de pie respirando entre cortado para enfrentar al vampiro.

—Veo que estás bastante más determinado de lo que pensé, mocoso. —el vampiro soltó una desagradable carcajada sentándose en el borde de la ventana a mirar al rubio que con esfuerzo intentaba mantenerse calmado.

—¿Dónde está? —fue lo único que salió de la boca de Maya, más que una pregunta cargada de ira le sonó como una suplica, estaba aterrado pero más por el hecho de no ver a su senpai que por estar frente a Kamijo

—¿Hablas de Mizui-kun? Ah, está dormido aún, supongo que sabes que ocurrirá si no obtienes mi sangre en menos de un mes ¿no?

—Claro que lo sé —lo interrumpió Maya suspirando un poco relajado al saber que el mayor estaba bien mostrando nuevamente esa osadía que lo había llevado a cometer tantos errores.—Es por eso que estoy aquí, vine a derrotarte —mintió apuntando al de cabellos rizados con su arma, hablando con descaro aunque solo estuviera espiando.

El vampiro se rió. Sabía perfectamente que no era cierto. Podía ver a través de sus pensamientos, de sus sentimientos, podía ver a través de él con absoluta facilidad.

—Sé que mientes, vamos que no eres así de tonto... No estás listo aún, apenas has dormido, enfrentarte así a mí ahora sería una perdida... —Exclamó el vampiro levantándose de su lugar para caminar frente al joven con paso calmado.—No te arriesgarás en vano ¿no? Tu senpai te espera impaciente, si fallas no solo te fallarás a ti... pero a él...

Maya solo lo miró en silencio, no era capaz de rebatir aquello, sabía que enfrentarse en ese momento era un suicidio, el vampiro tenía razón. Como no obtuvo respuesta Kamijo continuó.

—Sé, también, que la sentencia de muerte está sobre mi cabeza... Atacar a un cazador es un crimen más grande al que me podría haber expuesto... pero tomaste algo que era muy preciado para mí... y ahora lo entiendes ¿no?

El rubio bajó la mirada, lo tenía más que claro y por alguna razón que no se había detenido a pensar ahora sentía que comprendía aquellos sentimientos.

—Te daré veinte días para rescatarlo —sentenció el vampiro.— Creo que será la forma de castigarte... sé que nunca recuperaré a Teru, pero tú tendrás la opción de recuperar aquello que tanto atesoras. Lucharás contra mí en veinte días, en ese plazo estaremos en una tregua así que siéntete liberado de tener que preocuparte de mí o mis colegas, te he marcado y nadie se atreverá a ponerte un dedo encima.

Maya pensó en discutir, pero guardó silencio y solo asintió. Tenía claro que sería su última oportunidad de salvar a su mayor. Era la última oportunidad de hacerle caso y después de todo aquello era su culpa, que el vampiro le diera esa oportunidad podía tratarse de su única opción de salvar a Aiji.

Se levantó y guardando su arma para extender con solemnidad su mano frente al vampiro mirándolo con sus ojos quemando en determinación. El vampiro volvió a reír estruendosamente y estrechó su mano para cerrar el trato.

—Demuéstrame que Teru no habría tenido opción contra ti, que incluso yo estoy en peligro y habrás ganado, Masahito...  

 


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