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Los hijos de Odín por MichaelJ2099

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Las puertas del palacio jamás estuvieron tan protegidas como hasta esa época. Ahora había el doble de guardias en la puerta y ya no era común ver a la servidumbre pasearse por los pasillos externos. Eran raras las veces que las puertas se abrían, el rey y la reina paseaban de manera constante la imponente ciudad y eran recibidos por el pueblo con grandes halagos y reverencias. Sin embargo, era visible la gran bolsa de cansancio bajo el ojo restante de Odín y la seriedad en el rostro de su reina. ¿Qué asuntos oscuros podía ocultar la impenetrable coraza del castillo? Era tal, que mantenía a los dioses cansados todo el tiempo. Las voces cuchicheaban y se reían por lo bajo. Los extraños rumores pronto se desvanecieron, todo sucedió, aquél día... El día en que los hijos de Odín eran presentados ante el pueblo entero.


Las tétricas puertas crujieron y por primera vez en un lapso, brillaron como estregas fulminantes. Buenas noticias debían salir de los asgardianos que bajaban las escaleras de oro y comenzaban a repartir por todo el lugar las coronas de flores y los grandes listones que eran el atavío perfecto para la gran fiesta.


"La presentación de los príncipes de Asgard"


¿Príncipes?


¿Había más de uno?


Y fue el tema en boca de todos durante toda la fiesta que se llevó a cabo. Las casas compartían el fervor de engalanar la ciudad. Era común que la fiesta durase 3 días antes del evento principal los cuales se llevaban solemnemente, eran tres días de sobriedad y de oración. Se le pedía a los cielos mismos y a Odín, el padre de todo que siguiese protegiendo y bendiciendo al gran pueblo asgardiano. Todas las madrugadas, las mujeres vírgenes bajaban en blancos y hermosos vestidos las calles mientras en sus manos llevaban la sangre del sacrificio, todo esto con la intención de purificar la ciudad y por ende bendecirla. Las mujeres que protagonizaban los primeros días a la celebración eran la hermosa metáfora de las flores que venían a engalanar y a glorificar la vida. Proclamaban la fertilidad de los campos, los buenos vientos en los puertos y la bendición de los nueve reinos que acompañaban al reino de Asgard. Las risas de las féminas atrajeron la diversión y la paz a las grandes hordas de un pueblo feliz. Después de la celebración principal, se sabía que seguían tres días ahora con una poderosa fuerza viril. Los hombres ahora llevaban sus armas a los grandes calderos del fuego eterno, arrojaban sus armas y estas al ser absorbidas por el fuego mismo, eran derretidas. Toda esa mezcla preciosa de metales les daba a los herreros nuevos lienzos para formar las siguientes armas de los grandes guerreros. El pueblo celebraba la fuerza y la valentía, los hombres se paseaban y competían entre ellos, fuerza, valentía, incluso encuentros sobre quien tenía la barba más abundante, quien poseía el grito de guerra más poderoso, quien podía permanecer más tiempo bebiendo sin emborracharse.


Todo esto prometía ser una fiesta fantástica, así que los hombres solo se llevaban entre manos los deseos de que la fiesta se llevase a cabo para poder así, demostrar la valiosa bendición que Asgard guardaba en los varones.


Una vez terminada la purificación de las bellas doncellas de Asgard, antes del alba se escuchó el llamado al reino, un gran cuerno que sobresalía desde la puntiaguda cúspide del castillo que no tardo en encontrar su eco en las voces del pueblo que pronto se arreglaba para ir a visitar la gran plaza donde los reyes solían soltar grandes veredictos, juicios y noticias de suma importancia.


Pronto todo Asgard estaba a las faldas del reluciente castillo. Pronto verían salir a la madre y al padre de todo por el gran balcón. Las voces del reino exclamaban:


¡Cuan bendita sea tu gloria, padre de Odín! Tenednos aquí, a tu disposición. He de pedirte, poderoso rey y señor, protege a tu pueblo y habremos de seguir siempre, fiel a tus pies. ¡Padre de todo, escucha nuestras súplicas!


Y el coro de las mujeres respondía:


¡La belleza que acompaña a la febril Frigga es digna solo de Dioses! ¡Oh mi señora, derramad tus lágrimas sobre tus pobres hijas! Bendice este pueblo con la fertilidad en los campos y danos de comer desde tu seno sagrado.


Continuaron, las bellas coplas y canciones que surgían por entre la multitud, la muchedumbre estaba impaciente y feliz. Odín sonrió un poco antes de anunciarse. Tras la gruesa cortina de seda roja giró su cabeza a su derecha. Pronto su mujer apareció con dos bultos en cada brazo, la suave tela que cubría a los pequeños se removía, indicio de que los príncipes parecían escuchar la gran fiesta que a las afueras se escuchaba.


-Es hora.-Dijo Odín y respiro hondamente. Besó a su mujer en la frente y continuo con la vista puesta en lo que pronto iba a ver.


Con su poderoso cetro en mano, golpeó con firmeza el suelo, pronto una ráfaga de vientos salados acarició los rostros del pueblo Asgardiano, el cual se quedó callado y pasmado por el gran gesto. Las gruesas cortinas se abrieron y el sol apenas hizo mella en el padre de todo. Con paso seguro avanzó y dejando a su esposa un poco atrás, llegó hasta la vista de su reino. Contempló la gloriosa existencia, las calles inundadas de colores, de aromas frescos, de viva dicha. Los rostros de sus súbditos que parecían brillar. Más se asemejaba al manto nocturno con las estrellas como faroles. Los ojos del reino entero lo miraban y ninguno era con malicia.


Finalmente sonrió y alzó una mano en el aire.


-Mi gente... Los he reunido aquí para presenciar los rostros tiernos de los que en el futuro podrían ser sus próximos reyes. Ustedes que han depositado en mi la confianza de llevar cada juicio y de jamás dudar de mi raciocinio, los convoco para que hagan los mismo con los próximos gobernantes. Mi pueblo amado, jamás habrá de estar en manos egoístas o avariciosas. Asgard, levántate pronto y brilla cual estrella de fulgor.


Esto último con gran exclamación lo dijo alzando los brazos y el pueblo entero alzó de igual manera sus palmas para compartir el discurso que su monarca había dirigido. Tras varios segundos de un bullicio feliz, nuevamente el Dios Odín pidió silencio, el cual se hizo presente enseguida.


-Helos aquí...


Y fue entonces que la cabellera cobriza de la reina se hizo presente y con el pecho hinchado de orgullo descubrió los rostros de dos infantes que permanecían con los luceros encendidos. Odín tomó al bebé más rellenito de ojos azules y algunos mechones dorados.


-El mayor... Thor.


Enseguida intercambió de bebés con su esposa y tomó al frágil bebé de ojos verdes.


-Y mi pequeño Loki... En su momento, ambos serán, fuertes caminos que Asgard decidirá. Bajo la tutela y mi amor, bajo el seno de mi esposa, ellos crecerán bendecidos por todos.


Y el grito sonoro estalló imponente. El reino enteró y los nueve reinos en la lejanía a través de los ojos del guardían Heimdall ahora conocían al par de príncipes que el castillo de Bilskirnir protegía y glorificaban.


La fiesta continuó e incluso el padre de todo, hizo el honor de abrir el primer barril de vino bendecido. Fue así que el pueblo ahora feliz, sabía que su destino podía estar tranquilo, el peso de la vida misma, recaía en dos tiernos bebés.


Dentro del castillo, la historia era distinta. Frigga mecía una vez más las cunas de marfil donde descansaban los pequeños, su blanquecina piel relucía por entre las sábanas tersas y sus rosadas mejillas enorgullecían a la mujer.


-Mis bebés, crezcan fuertes y sanos. Que sus piernas los lleven a poderosas batallas, que sus ojos iluminen el camino de este reino y que su voz, guíe las almas desconsoladas hacia el Valhalla.


Por última vez, meció la cuna con firmeza y se levantó del lugar donde estaba, cubrió sus pechos, pues acababa de alimentar a los príncipes y se dispuso a salir. No sin antes dedicarles a ambos una sonrisa sincera.


Pronto la puerta en silencio se cerró y lo único que se podía escuchar era la respiración del par de niños. Empero, es común que en cuanto la madre se aleja es señal de alerta para cualquier tierno niño. Fue así que un leve llanto brotó de los labios del pequeño de ojos verdes, ¿a dónde se había ido la mujer de los blancos pechos que lo alimentaron? ¿por qué ya no escuchaba su canto?


Tan pequeño y solo, se removió entre las sábanas pidiendo de vuelta la atención de su madre. Loki, era la viva presentación de que madre no es la que engendra sino la que cría y protege. Con más fuerza, las gordas lágrimas corrían por los hinchados cachetes del bebé desesperado, sus manos revoloteaban en el aire esperando volver a sentir la tersa piel de su madre. De pronto, un susto acudió y sus llantos cesaron por un momento, por encima de su cuna contempló a momentos una mano rechoncha que detuvo el vaivén de su cuna. La voz apagada de Loki buscó la respuesta al extraño suceso a tan corta edad. En un abrir y cerrar de ojos, se escuchó el chillido de otro bebé, esta vez, uno de ojos azules.


Thor, el tierno Dios del trueno, contempló a su hermano menor. Las lágrimas aún adornaban sus ojos esmeralda. Así que dispuesto a socorrerlo, sin entender palabra alguna o razón. El bebé de los ojos celestes se arrojó a la cuna contigua. Permaneció a un lado de su hermano menor y con el rostro enrojecido de felicidad se rió en su rostro. Animándolo a que no llorase más.


¿Esto es un hermano mayor? ¿Alguien que vela por ti, cuando los padres se han ido? Que cumple su camino de aprendizaje, sin soltarte la mano. El pequeño de ojos azules contempló a su hermano en un intento de silencio. Él no entendía por qué lloraba, ni tampoco entendía que ese bebé a su lado no tenía ninguna conexión sanguínea, pero la cercanía del infante, le propiciaba paz y alegría. Es por eso, que en ese momento, se incrustó una idea; la de nunca dejar que su hermano sufriese, o al menos no solo. Thor abrazó al infante de ojos verdes y con una fuerza propia del hijo de un dios, golpeaba con su pie la lateral de la cuna, la imponente fuerza ayudó a que la cuna de marfil se volviese a mecer.


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-Hijo mio, incluso las lágrimas son hermosas en tus ojos, no las ocultes.- Dijo Frigga con dulce voz, colocó su mano sobre el hombro de su joven Loki. Había recién aprendido a controlar la mente y quiso ponerse a prueba buscando entre sus propios recuerdos, algo que él hubiese olvidado, pero que siguiese ahí, dentro de él. Un recuerdo cuando era un inocente bebé.


-Tu hermano podrá ser tosco, pero... te ama. En verdad lo hace.-Dijo la reina y Loki contempló por un poco más, la escena.


Un bebé Thor ahora abrazaba a su hermano y en la misma cuna durmieron plácidamente, esa misma noche. Esa imagen, sería una de las tantas que cruzaba los ojos de Loki cada vez que peleaba con su hermano. La misma imagen que provocaría lágrimas en Nueva York, cuando su hermano trataba de hacerlo entrar en razón.


-Sentimentalismo.-Dijo él con odio, sin importarle que una lágrima recorría cinicamente su mejilla. Porque Loki podía fingir odiarlo, era un Dios del engaño, podía disfrazar sus intenciones e incluso sus sentimientos. Pero dentro de esas lagunas que adornaban su rostro, jamás podía evitar sentir el amor, que siente por su hermano mayor.


 


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