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B I O T I C por kurokaze

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Noruega era jodidamente fría, la chica de cabellera roja ya sabía eso pero una cosa era saberlo y otra vivirlo. La ciudad de Tynset estaba a -13 Cº y si esa noche llegaba a nevar estaba segura que de la nariz le saldrían estalactitas. Aun tenía muchas cosas por comprar antes de regresar a su escondite y la nieve en sus botas ya le estaban molestando. Que todos se voltearan a observarla como si fuera un mutante tampoco ayudaba. Sí, reconocía que resaltaba, sobre todo en un lugar como ese, con su cabello largo, rojo como la sangre atado en dos coletas hasta después de su cintura y sus penetrantes ojos azules. Llevaba un vestido invernal rojo al estilo Santa Claus, holgado y demasiado largo para su cuerpo, nada sensual, siendo delgada y con curvas tan poco definidas era difícil que alguna ropa le luciera sexy, sus botas blancas decoradas con piel falsa y su corta capa rosa chillón con los bordes en peluche blanco, nadie podría darle más de 15 años.

Compró un poco de pan y estaba dispuesta a volver cuando una multitud llamó su atención. Se amontonaban susurrando preocupados contra la vidriera de un local de electrónica que mostraba en una de sus pantallas el noticiero local. El hombre que salía en él hablaba muy seriamente sobre los últimos atentados terroristas ocurridos en el mundo describiendo detalladamente los modos operandi y todo dato que habían podido conseguir de los terroristas identificados. Eso no la impresionó, noticias como esa solían ser moneda corriente en su vida y más teniendo en cuenta lo cerca que se encontraba el mundo de otra guerra.

Sin embargo lo siguiente si la dejó helada. El condenado noticiero le había dedicado un segmento entero al, considerado por todo el mundo, terrorista más peligroso de los últimos tiempos. Blake Dacaret, nacido en Yemen, un hombre alto y fornido, de piel oscura y cabello color negro azabache, unos 25 años aproximadamente. ¿Por qué era tan famoso? Bueno, uno simplemente no podía volar la mayor institución de poder estadounidense, la mismísima casa blanca sin que el mundo se enterara. Como si fuera poco, de eso ya habían pasado ocho años, ocho años en los que nadie había podido atraparlo. Interpool o la policía transfronteriza, Mossad e incluso el MI5 ingles, podías nombrar cada agencia de poder u policía de cualquier país, todos habían fallado.

– Escuche que pertenecía a un grupo de grandes terroristas. – Empezó a comentar un hombre frente a la pantalla. – Pero luego se cansó y mató a todos para convertirse en mercenario independiente.

– Yo escuche que la razón por la cual no pueden atraparlo es porque sobornó y amenazó a todos los políticos. – Le siguió otro a su lado.

Estúpido, todo sonaba cada vez más estúpido y exagerado. Ponían a Blake como un demonio inmortal capaz de borrar países enteros de un solo golpe. Sin duda los humanos tenían una interesante e inagotable fuente de absurda imaginación. Tomó sus cosas dispuesta a seguir su camino cuando uno de esos estúpidos rumores, el menos estúpido y más cercano a la realidad de todos, llamó su atención.

– Ese hombre es un monstruo, escuche que secuestró a una niña y que la arrastra consigo a todos lados como protección. – Agregó indignada una mujer mayor.

– ¡¿Es eso en serio?! – Cuestiono otra horrorizada con tal noticia.

– Mi esposo es oficial y según me dijo parece ser una niña pequeña, de unos 14 o 15, de cabello rojo. Dicen que puede ser un rehén o simplemente un escudo humano para evitarse problemas. – El tono de la mujer estaba cargado de desdén y asco. – Personas como esa son las que enferman el mundo, deberían eliminarlos de una buena vez.

La chica de cabellos rojos apuró el paso, debía alejarse lo antes posible, si los rumores ya habían llegado a los oídos de la gente común no tardarían demasiado en identificarla y hacer preguntas, ya era hora de que se marcharan de ese lugar. Tampoco era como si quisiera estar allí mucho tiempo, tenía que seguir su viaje, apurarse, regresar a casa, a Japón, al laboratorio. Habían pasado dos días desde que recibió aquel mensaje, tenía que volver, asegurarse de cómo estaban sus hermanos, pero tampoco era como si pudiera tomar un avión o cruzar fronteras y ciudades como si nada, no con su acompañante. Si la noticia de que ella viajaba con Blake ya era transmitida a los civiles poco faltaría para que una foto de ella comenzara a circular y entonces escapar seria aun más difícil, pero incluso así Tim no pensaba rendirse, corrió lo más rápido que pudo de regreso a su escondite.

Se estaban quedando temporalmente en una cabaña en medio del bosque congelado, con aquellas temperaturas nadie se atrevería a seguirlos y afortunadamente el hombre al que le habían "pedido prestada" la cabaña no parecía tener familiares ni nadie que notara que no estaba.

Entró arrojando las bolsas en la pequeña cocina mientras se quitaba la capa para dirigirse al otro con una voz algo tensa. – Tenemos que irnos pronto. No tardaran nada en identificarnos, estoy segura que si vuelvo una vez más al pueblo estamos perdidos. – Comentó con un tono exasperado y molesto, odiaba tener que huir de cada maldito lugar al que iban, odiaba esa parte de su vida. – ¡¡Oye, di algo!!

Una espeluznante risa se apoderó de la habitación, perteneciente a un hombre alto sentado en una esquina observando por la ventana. Blake era de tez oscura y un enmarañado cabello negro, sus ojos eran negros también, Tim podía perderse horas observándolo intensamente intentando diferenciar el iris del resto. Además de ello otra cosa que a la pelirroja le resultaba interesante en su aspecto eran sus cicatrices, su cuerpo estaba lleno de ellas pero una destacaba sobre las otras, una enorme cicatriz de quemadura que se extendía desde su ceja izquierda hacia abajo deformándole la boca, dejando su piel abierta ahí donde antes debía estar su mejilla para dejar al descubierto sus dientes. Las personas solían gritar horrorizadas al ver el rostro de su compañero, y si, Tim reconocía que ver a un hombre de casi dos metros con pedazos de piel que apenas unían sus mandíbulas de un lado era motivo para pesadillas, pero Blake no era tan malo como parecía. Bueno, no todo el tiempo.

– ¿Se puede saber de qué te ríes ahora, demente? – Inquirió cruzándose de brazos, no se encontraba precisamente de buen humor y Blake solo la desesperaba más.

– Todo. – Contestó vagamente el pelinegro restándole importancia con un gesto de la mano. – Estos idiotas buscándonos, que aun nos falte medio continente por cruzar y que seguramente cuando lleguemos todo empeore.

– Wow, tú si eres optimista. – Ironizó pero al no recibir respuesta se acercó hasta el rincón donde el más alto se hallaba sentado. – ¿Qué sucede? – Indagó suavizando su tono, su irritación desapareció siendo reemplazada por un sentimiento más cálido y empatico. – Vamos, podemos hacerlo. Una vez que lleguemos a Japón podemos quedarnos con mis hermanos, nadie nos molestara con el doctor Marvelous, estaremos a salvo. Sé que hay un gran camino desde Noruega, pero lo hemos hecho antes, podemos con esto.

– ¿Y luego qué? – Respondió secamente y se pasó las manos llenas de cicatrices y callos por el enmarañado cabello. – Mira, será más sencillo si sigues sola desde aquí, dudo que te cueste hacerlo, además así será después de todo. Aun si llegáramos a Japón yo no podría quedarme.

– ¿Sigues con eso? Te recuerdo que yo tome mi decisión, el doctor Marvelous no se enojará, es una buena persona y lo comprenderá. – Sabía que aquel era un tema delicado pero aun así no soportaba que Blake aun lo tuviera en mente, o al menos tan presente.

– Tch, como si pudiera confiar en el juicio de una niña. – Se quejó el otro divertido poniéndose de pie. – Si te hiciera caso en menos de cinco minutos estaría en una celda, los niños piensan que el mundo es tan sencillo, que envidia. – Continúo burlándose.

– ¡¿Niña?! – Si había dulzura u compasión en el tono de Tim aquella sola palabra los reemplazo por una furia asesina. – ¡¿A quién demonios llamas niña, imbécil?! Soy mayor que tú ¿Recuerdas? Tienes 25 y yo 27, así que respeta a tus mayores, maleducado. – Le reclamó exasperada, como si ya no tuviera suficientes problemas con su apariencia como para que el otro se burlara.

Blake dejó salir una estruendosa carcajada y luego le alborotó el cabello a la pelirroja fastidiándola más. – ¿Respetar a mis mayores? Claro enana, cuando pases el metro y medio hablaremos de ello. – Se burló dirigiéndose a la puerta.

– ¡¡Vuelve aquí gran imbécil, aun no terminamos de hablar!!

– Yo ya termine, iré a cazar algo así que prepárate, esta noche nos largamos de este iceberg. – Dijo sin prestar atención a los reclamos de la chica. – Nos vemos luego, pequeña idiota.

– ¡¡Tú...tú... gran idiota!! – Pero el más alto ya se había alejado riéndose. Tim pateo la silla de lo frustrada que se sentía, Blake era muy bueno para sacarla de quicio, este adoraba molestar con su altura y su apariencia. Pero sabía que esta vez lo había hecho por algo más que solo molestar.

¿Y si tenía razón? Blake era un mercenario y terrorista buscado mundialmente ¿Qué le garantizaba que Marvelous le diera una oportunidad? ¿Qué no la apartara de él? Aun así quería volver, debía hacerlo, ella era la mayor de los Biotics, sus hermanitos la necesitaban. Pero Blake, aunque no lo supiera o no admitiera ni bajo tortura, también la necesitaba y al parecer ya se había resignado a la idea de que una vez llegarán a Japón se separarían. Eso solo la deprimía más aun. Hacía ya casi cuatro años que viajaba de un sitio para otro con él, se habían acostumbrado a cuidarse mutuamente, a meterse en líos y salir de ellos juntos, en las buenas y en las malas. Pensar que todo aquello pudiera acabar la asustaba, parte de ella quería incluso ignorar la alarma y no ir.

No sacaría nada estudiando sus sentimientos en conflicto así que decidió empezar a cocinar, siempre lograba distraerse mejor cuando se ponía a hacer algo. Entonces, casi a propósito, su mente se fue a un lugar muy lejano, a un recuerdo muy antiguo teñido de sangre y miedo, pero también de calidez: la primera vez que vio a Blake.

Hacia ya siete años, Tim había sido la primera de sus hermanos en ser entregada a alguien, siendo la mayor era lo esperable y aunque iba a extrañar mucho a todos sabía que estarían a salvo siempre que estuvieran con el profesor Marvelous. Sus dueños eran una pareja de ancianos, el hombre había sido gobernador de Portugal, actual provincia de España, y se había retirado a vivir con su esposa en una casa de campo. Sin embargo no se podía ser político sin ganarse unos cuantos enemigos, si bien el señor Leleco Assunção ya no estaba interesado en nada que no fuese cultivar su granja temía que alguien viniera a hacerles daño a su esposa y a él por viejo conflictos. De ese modo habían contactado con el profesor Marvelous y había pedido un biotic para protegerse.

A pesar de que la señora Trinidad, esposa de Leleco, considerara su "humilde" morada una simple granja Tim sabía que, para empezar, una granja no tendría una mansión de dos pisos y hectáreas suficientes para alimentar a toda una ciudad con su cultivo; cosa que de hecho hacían, incluso en su retiro la pareja hacia donaciones y ayudaba a alimentar a los menos afortunados con su granja; pero no dijo nada. La pareja de adultos mayores tenía empleados que hacían el aseo, vigilaban los campos y cuidaban de los animales, así que ellos se dedicaban a descansar y a hacer algunas tareas solo por el placer de hacer algo útil. Además de ello ambos eran muy amables con ella, su único hijo se dedicaba a la política así que nunca los llamaba, mucho menos visitaba, por lo que ambos volcaban todo su amor en Tim, como si fuera su hija.

Extrañaba a sus hermanos y al profesor pero sabía que así debían ser las cosas, además amaba a sus amos y no soportaría dejarlos, les partiría el corazón. Así que pronto se instaló una rutina para ellos, desayunaban juntos luego Tim ayudaba al señor Leleco con los animales mientras este insistía en contarle sobre para que servía cada cosa de estos y a veces anécdotas de sus días al poder. Ella podía buscar lo que le decía en su base de datos o decirle que ya había escuchado alguna de esas anécdotas como diez veces pero no quería, el señor Leleco lucía sumamente feliz cuando le hablaba, con una pasión y cariño incalculable y a ella le hacía feliz escucharlo. Lo mismo pasaba cuando ayudaba a la señora Trinidad a preparar la comida, podía tener mucamas o chef profesionales que lo hicieran por ella, pero la cocina y su jardín eran sagrados, nadie más que ella los tocaba y bueno, Tim cuando estaba con ella. Había aprendido a cocinar platos deliciosos, a hacer de todo con los pocos ingredientes que encontraba en donde sea, incluso había aprendido mucho sobre flores, plantas y los diversos usos de estas.

Aquellos días pacíficos que parecían eternos y luminosos lamentablemente llegaron a su abrupto final.

 

Como era costumbre los fines de semana la servidumbre se retiraba y en la granja solo quedaban ellos tres, era lo que Tim amaba llamar un "tiempo de familia". Tras cenar se sentaban junto a la chimenea, algo muy agradable sobre todo en esas noches frías de invierno, Tim se probaba los nuevos vestidos que la señora Trinidad arreglaba para ella y luego se sentaba a escuchar alguna historia del señor Leleco, a veces anécdotas, otras inventadas y otras simplemente las leía de un libro, no importaba el contenidos sino esos hermosos momentos que pasaban juntos. Esa noche Tim llevaba una camisa blanca y sobre esta un hermoso vestido azul cielo con encajes y moños en la falda, la parte superior era sin tirantes por lo que al colocarse sobre la blanca camisa daba un contraste hermoso. Llevaba su largo cabello rojo suelto, como siempre, mientras la señora Trinidad le ataba un lazo a modo de moño para combinar.

– ¡Listo! – Anuncio triunfante la señora Trinidad acomodando un mechón de sus grises cabellos tras su oreja y anteojos para observar detenidamente a Tim. – Has quedado preciosa cariño. El azul resalta tus ojos aun más y vuelve tu cabello incluso más brillante y hermosos que de costumbre.

El señor Leleco soltó una corta risa, su esposa amaba la ropa, sobre todo los vestidos, y tenía por pasatiempo vestir a la pelirroja. – Ya Trinidad, Tim no es tu muñeca personal. – Le riñó con cariño y una pequeña risa.

– A mi no me molesta, me gustan muchos los vestidos que me hace la señora Trinidad. – Afirmó la chica con una cálida sonrisa mientras se ponía de pie rumbo a la cocina. Solían terminar esa noche con un poco de chocolate caliente así que mientras la pareja se relajaba junto al fuego ella fue a preparar todo a la cocina.

Si hubiera sabido que esa sería la última vez que los vería hubiera hecho algo, o quizá así fuera mejor, su ultimo recuerdo seria ese, ellos riendo pacíficamente junto al fuego, felices como siempre.

Fue de repente, la luz se fue y el sonido del cristal roto se extendió por el lugar. Un horrible escalofrió recorrió su espalda y corrió con todas sus fuerzas de regreso, en momentos como esos odiaba que sus piernas no fueran más largas. Si bien al ser una biotic tenia capacidades, resistencia, velocidad, fuerza, superiores a las humanas Tim se había acostumbrado a muchos años de una vida pacífica, se había confiado demasiado, se había "oxidado". Aterrada pudo escuchar unos disparos y cuando abrió la puerta del salón la luz que otorgaba las crujientes llamas de la chimenea enmarcaban la escena: los cuerpos de ambos ancianos tirados en el suelo entre charcos de sangre. Tim sintió como si su propia vida se le escapara, el rastro de su contrato con los Assunção se desvaneció dejando un hueco doloroso en su pecho.

Seguramente se hubiera desplomado en el suelo a llorar por horas, pero una voz profunda y grave la sacó de su shock. – ¿Qué hace esta niña aquí?

Entonces reparó en los perpetradores. El que había hecho la pregunta era un hombre joven alto y formido, de tez oscura y cabello negro, pero lo más remarcable era sin duda esa gran y horrible cicatriz de quemadura que le desfiguraba el rostro: ese era Blake. A su lado había otro hombre de características similares, piel y cabello oscuro, pero notoriamente más mayor y si bien no presentaba ninguna cicatriz visible su rostro era repulsivo de por sí.

– Esa niña es la mercancía ¡¿Qué te dije?! Trabajo rápido y dinero fácil, en cuanto entreguemos a la mocosa todo estará hecho. – Afirmó aquel hombre con una sonrisa maliciosa.

Sin embargo Blake no parecía convencido, su boca se torció en una mueca que sin duda debería resultarle dolorosa. – Esto no está bien, Ahmed. Dijiste que el objetivo eran basuras corruptas y todo lo que veo son dos ancianos que ni siquiera pudieron decir algo para defenderse y a una mocosa ¿Este fue el trabajo todo este tiempo?

Ahmed rodó los ojos hastiado de lo mismo. – Si no te lo comente es porque siempre te pasas de imbécil, era un trabajo fácil con una gran paga, no iba a permitir que tu estúpida y retorcida moral nos impidiera conseguir todo ese dinero. – Explicó el mayor exasperado. – Los viejos eran ex políticos, todos los políticos son corruptos. Y en cuanto a la mocosa, no es lo que parece. – Indicó señalando a la pelirroja. – Es una Biotic, un arma con aspecto humano ¿Necesitas más pruebas para abandonar esa estúpida lastima?

Tim había convivido y juntado la suficiente data sobre los humanos como para entender lo que a simple vista no se ve. Y podía entender que Blake y Ahmed estaban teniendo una pelea silenciosa con la mirada y que, ganara quien ganara, no acabaría bien. Sus opciones eran limitadas, estando los Assunção muertos debía alejarse, huir lejos, y sus opciones se reducían a dos hombres. Ahmed era un hombre codicioso y sin escrúpulos, si ponía sus manos sobre ella la vendería a vaya a saber uno que basura humana. Su otra opción era Blake, el hombre traía un arma y se notaba que este no era su primer trabajo, no estaba limpio y también representaba un gran peligro. Pero hubo algo, algo en sus ojos, que le dio a la pelirroja la sensación, casi la certeza, de que no tenía que temer si le seguía, que no caería en manos corruptas.

Sus ojos azules conectaron por unos segundos con los negros de Blake, y en ese cruce intento trasmitirle todo, sus miedos, su determinación y un suplico de ayuda. Quizá el joven tuviera un buen corazón a pesar de ser mercenario o quizá el aspecto de niña de Tim había ayudado en la persuasión. Fuera lo que fuese, en un abrir y cerrar de ojos el pelinegro le había disparado a su compañero en el hombro y con dos patadas lo arrojó al suelo y alejó su arma fuera de su alcance. Entonces sin perder el tiempo y sin mediar palabra alguna, tomó a la chica de la cintura y se la subió al hombro como si de un costal de harina se tratase y emprendió la huida.

Habrían corrido varios kilómetros a través del bosque cercano, entre la adrenalina y lo espeso de la noche la noción del tiempo y la distancia se perdía fácilmente y el frío tampoco ayudaba, hasta que finalmente se detuvieron cerca de una especie de cueva. Una vez hubo comprobado que no los seguían y que la cueva era segura, Blake bajó a Tim estudiándola con una mirada inquietante e indescifrable.

– No pareces herida. – Declaró al fin.

– Es difícil dañarme. – Concedió antes de agregar con un tono más gélido y mordaz. – A diferencia de los humanos, sobre todo las personas mayores ¿Se sintió bien atacar a presas fáciles?

– No necesito lecciones de moral. – Fue todo lo que el pelinegro respondió antes de volver a inspeccionar el camino del que habían venido desde la entrada de la cueva. – Podremos descansar un poco pero no nos quedaremos mucho o nos encontraran.

– ¡¿Acaso te importa?! – El momento de shock y adrenalina había pasado, ahora que se sentía a salvo sus sentimientos empezaron a aflorar con fuerza uno tras otro: angustia, tristeza, miedo, furia. – ¡¿Cómo pudiste?! ¡¡El señor Leleco y la señora Trinidad eran buenas personas!! ¡¡ ¿Cómo pudiste matarlos?!! – Le reclamó golpeado su pecho, si se lo proponía incluso sus pequeños puños podrían matarlo y romper todos sus huesos, pero Tim no era violenta mucho menos asesina, aun así necesitaba desquitarse.

Blake esperó a que la chica se cansará de golpearlo y cuando finalmente lo hizo se apartó un poco estudiándola con la mirada. – ¿Vas a decirme qué eres? – Inquirió con brusquedad.

– ¿Para qué quieres saberlo? – Preguntó con un tono rencoroso, intentaba calmarse pero no le era sencillo, había pasado demasiado en tan poco tiempo.

– Mira, solo quiero entender la situación en la que me encuentro para saber qué demonios hacer. Si me dices lo que necesito yo te diré algo que quizá te interese. Si no lo haces te dejaré aquí a tu suerte, tú eliges. – Le espeto tajante recostándose contra la pared y cruzándose de brazos. Lo que ella hiciera, ya fuera que hablara o no, definiría que harían a continuación.

Tim quería golpearlo nuevamente pero eso no sería racional. Aquel hombre la había sacado de allí y a pesar de lo que había hecho parecía tan perdido como ella. – Mi nombre es Tim O' Tambellder, soy la B-001, un Biotic. – Observó como el otro asentía sin quitarle la mirada de encima, su existencia no era en si un secreto de estado por lo que no le sorprendió que alguien como un mercenario entendiera, aunque fuera a rasgos generales, que era un Biotic. – Los señores Assunção eran mis dueños. Y para tu información eran personas pacificas, el señor Leleco se había retirado hace años de la política y vivía en paz con la señora Trinidad, eran buenas personas que solo querían pasar sus últimos años en paz. – Agregó levantado la voz, no iba a permitir que la reputación de sus amos fuera manchada.

Se hizo un silencio cargado por las emociones de la pelirroja. Blake no hizo ningún comentario, se había limitado a teclear algo en una especie de celular o mini computadora. Cuando levanto la mirada del aparato sus profundos ojos negros mostraban cierto... ¿Arrepentimiento? – Leleco Assunção, el ex gobernador de Portugal ya en sus 86 años se había retirado a vivir en la paz de sus tierras privadas junto a su esposa. Si bien durante su mandato hubo una que otra transacción deshonesta llevó un buen mando para ser político, lo cual le causó tantas enemistades. – Recitó con voz neutra. – Así que me han engañado. – Dejó salir con cierta frustración y enojo. – Quien nos contrato a Ahmed y a mí nos había dicho que eran personas relacionadas al bajo mundo y que poseían un arma capaz de liquidar parte de un país. Y resulta que al entrar me encuentro con una niña y un par de ancianos, Ahmed me la ha jugado.

Sabía que había temas más importantes que tratar pero había llegado a su límite, podía soportar un par de veces la palabra "niña", pero ya se habían excedido. – ¡Primero que nada, no soy una niña! – Protestó molesta. – Puede que mi apariencia no ayude pero tengo 23 años y mi cerebro funciona acorde a esa edad así que deja de llamarme "niña" y háblame con más respeto.

El pelinegro se quedó en silencio observándola hasta que, poco a poco, una carcajada salvaje brotó de él. – ¿23? ¿Me estás diciendo que eres dos años mayor que yo? Buena broma enana.

– ¡¡No estoy bromeando!! Y a todo esto ¿Quién demonios eres?

– ¿En verdad no lo sabes? Supongo que al vivir tan lejos de cualquier ciudad y pueblo los rumores no te llegan. Mi nombre es Blake Dacaret, soy mercenario y terrorista. – Se presentó con calma y una sonrisa mordaz, con la misma sencillez que si hubiera dicho que media casi dos metros, lo cual era cierto.

Solo le tomó unos segundos buscar en su base de datos el nombre de Blake Dacaret y enseguida tuvo toda la información sobre él, que países lo buscaban (casi todos), que había hecho, cuantas personas había asesinado y hasta sus tarifas frecuentes. Con todo aquello una única pregunta se formuló llena de rencor en el pecho de la chica. – ¿Quién te contrató?

La sonrisa burlona se borró del rostro del más alto, en sus ojos se veía una especie de batalla por si hablar o no. Pero al parecer el haber matado a una pareja de ancianos inocentes había sido el argumento que finalmente le había hecho hablar. – Un hombre de unos 50, es una especie de empresario o algo así, ahora que lo pienso era muy sospechoso y fui un idiota por dejarme engañar, pero si de algo estoy seguro es que hará lo que sea por capturarte. – En respuesta a toda su palabrería la pelirroja se limitó a arquear una ceja con impaciencia arrancando así otra sonrisa de la monstruosa boca del hombre. – Tienes carácter, eso me agrada. Mira enana, no sé cómo te tomarás esto pero... quien nos contrató para esto fue un sujeto llamado Paolo Assunção.

Aquel nombre se hundió en su pecho como un dolor insufrible y un asqueroso sentimiento de traición. Paolo era el nombre del único hijo del señor Leleco y la señora Trinidad, sabía que hace años que se habían peleado y desde entonces él no había vuelto a comunicarse pero ¿Mandar a matar a sus propios padres? ¿Esto lo había provocado ella? ¿Por su culpa los Assunção habían sido asesinados? ¿Por qué su hijo la quería a ella y el señor Leleco se rehusó?

Cayó de rodillas sintiendo como las lágrimas comenzaban a picar en sus ojos, ya no tenía fuerzas para seguir, se sentía horriblemente culpable. Sollozó durante varios minutos hasta que algo se posó en su cabeza, una gran y pesada mano áspera y callosa. Al levantar el rostro vio a Blake inclinado sobre ella observándola detenidamente con aquellos profundos ojos negros.

– Si ya terminaste, arriba. Tenemos que seguir. – Dijo soltándola. – Personalmente me importa una mierda el dinero, pero odio ser estafado. Así no te voy a entregar con ese mal nacido ¿Hay algún lugar al que pueda llevarte? – Preguntó alistando las armas que llevaba tanto en su ropa como atadas en su cuerpo.

Tim lo miró confundida, no sabía qué hacer ni porque él la ayudaría, pero tampoco era como si tuviera muchas opciones. A diferencia de sus hermanos ella no tenía grandes habilidades de combate, de hecho no tenía ninguna, así que debía aprovechar lo que tenía.

– A Japón. – Se apresuró a responder. – El profesor vive en Japón, mis otros hermanos también. Es el único hogar que conozco y al que puedo regresar.

– Y considerando que estamos en Portugal no podías elegir otro sitio más inalcanzable ¿Verdad? – Ironizó el pelinegro cruzándose de brazos.

– Te recuerdo que no estaríamos en este problema si tú y tu amigo no hubieran venido a jugar a la guerra. Además, te ofreciste a llevarme y me lo debes. – Le remarcó con un tono severo y autoritario.

Blake le mantuvo la mirada durante unos segundos y luego su rostro se torció en una mueca parecida a una sonrisa. – Tienes agallas enana, y eso lo respeto. Tú ganas, te llevaré a Japón, pero te advierto que no será fácil.

– Dime algo que no sepa. No soy tan tonta como para creer que nos dejaran abordar un vuelo directo allá con un terrorista como compañero. – Sabía que estaba siendo impetuosa, en circunstancias normales, o si el sentido común le funcionara, no hubiera dicho nada. Pero había algo que le incitaba a retarle, que le impedía dejarse pisotear. Quizá fueran sus ojos, esos extravagantes y cautivantes ojos negros como la noche, la inquietaban pero también la fascinaban y eso hacía que nada más importara.

Tras terminar los preparativos Blake inicio la marcha teniendo cuidado a cada paso, no sabía si Ahmed los seguía o si Paolo Assunção enviaría a alguien más a por ellos y no pensaba dejárselas sencillo de ser así. En unas horas el sol iluminaría todo con sus primeros rayos así que debían aprovechar las horas de oscuridad para avanzar y cubrir su rastro. Para su sorpresa la menor mantenía bien el ritmo de su caminata, quizá fuese porque no era humana pero Blake se esperaba que al menos se quejase o saliera con uno de esos típicos "Estoy cansada" o "Me duelen los pies". En cambio la pelirroja avanzaba con paso decidido, los sentidos alerta y una expresión de seriedad y control tan madura que desentonaba con su aspecto.

– Parece que en verdad voy a tener que creerte sobre eso de ser mayor. – Soltó con una sonrisa burlona.

– ¿Estas nervioso, tienes algo en mi contra o siempre eres así de encantador? – Cuestionó fastidiada.

– No suelo tener compañía pero debo admitir que molestarte es una fantástica forma de pasar el tiempo. – Contestó maliciosamente. – Tal vez sea porque tu actitud no va acorde a tu apariencia. Quieres comportarte como una mujer cuando luces como una niña.

Tim hizo un esfuerzo sobrehumano para no saltar sobre él para matarlo. No le convenía pelear con su único camino seguro de regreso a casa, pero tampoco se lo dejaría pasar así como si nada. – ¿Y según tú que es lo que no va acorde? – Cuestionó desafínate dejando de caminar, le fulmino con la mirada cruzándose de brazos esperando por la reacción del otro.

Blake se rió, podía sentir la mirada asesina de la chica en su nuca así que se volvió para aceptar la pequeña contienda de miradas. – Bien, para empezar tu estilo. Tus ropas son demasiado anticuadas y aburridas, pareces esas niñas que juegan a disfrazarse con ropas de muñecas.

– ¡¡No te lo permito!! La ropa que la señora Trinidad hace para mi es especial, no voy a tolerar que nadie la critique. – Le espeto con una furia que, a pesar de su tamaño, lograría poner nervioso a cualquiera.

– Bien, vale, no volveré a decir nada sobre tus ropas de abuelita. – Dijo con una risa corta recibiendo a cambio un par de piedras que la menor lanzó. – Cuidado, no te conviene que me saques un ojo o me causes una contusión cerebral de una pedrada. – Siguió bromeando, pero al ver el ceño fruncido de la chica decidió intentar decir algo un poco más amable. – Tu cabello podría estar mejor... quiero decir, es de un buen color, me gusta, pero no te queda llevarlo así. Con esa apariencia bien podrías hacerte dos coletas de caballo, te quedarían bien.

– Jajaja muy gracioso. – Contestó cada vez más molesta. – ¿Te parece divertido burlarte de mí? ¿Tanto te gusta verme como estúpida niña?

– Depende ¿Te consideras una estúpida niña? No proyectes en mí tus inseguridades, pelirroja. Yo fui sincero, me gusta tu cabello y verdaderamente pienso que te luciría muy bien en dos coletas. – Respondió acercándose a ella sin romper el contacto visual.

Tim tenía unas ganas inmensas de darle un par de golpes, si en verdad se iba a comportar así todo el viaje prefería probar suerte por su cuenta. Preparó un par de insultos para borrarle esa estúpida sonrisa del rostro al más alto cuando escuchó un disparo. Normalmente sus sentidos hubieran estado más alerta, pero estaba tan enfocada en Blake que no lo notó, afortunadamente el pelinegro reaccionó a tiempo acunándola contra su pecho y protegiéndola de los proyectiles de plomo.

– Si sabías que ella es una maquina y por ende su piel es más dura que la humana ¿Verdad? – Cuestionó Ahmed recargando su pistola con una sonrisa cínica. – Blake no hagamos esto, somos socios, no tenemos que terminar así. Vamos a llevar a esa cosa con el jefe y luego obtendremos nuestra paga. Justo como siempre, este es solo un trabajo más.

Blake tomó a Tim del brazo y la arrojó hacia los arbustos, confiaba en que la enana se perdería fácilmente entre los matorrales. – No, dejó de ser un trabajo más cuando matamos a esos ancianos. – Le recriminó con un odio palpable.

Cierto, era un terrorista, había matado a mucha gente, sus manos estaban llenas de sangre como ninguna. Pero también tenía sus reglas, su moral. Ancianos, niños, toda persona que no interfiriera directamente con el bajo mundo, eran inocentes, no tenían porque pagar por el mal que otros hacían. Le había estado dando vueltas durante las últimas horas, Tim podría ser un arma viviente, pero también era inocente, no había asesinado a nadie, solo vivía en paz con sus amos hasta que él había llegado. Él la había dejado sin familia, sola, tenía que compasárselo.

Ahmed era mayor que él y mucho más fuerte, pero Blake tenía más experiencia, pelear por su supervivencia era algo natural, siempre alerta y listo para recibir cualquier golpe sin comprometer sus órganos vitales. Lo principal era desarmar a Ahmed, con las armas de fuego a un lado sería más fácil pelear. Todo se reduciría a una cuestión de fuerza y Alá decidiría a quien favorecer. Blake tuvo que recibir un par de disparos antes de poder desarmar por completo a Ahmed, estaba sangrando y adolorido pero si iba a caer caería peleando.

Tim vio todo casi con horror, había presenciado algunas peleas entre sus hermanos, pero ninguno había ido con toda intención de asesinar. Los puños de ambos hombres volaban a una gran velocidad y los cuchillos que sostenían, convertidos en rápidos y mortales destellos de plata, abrían surcos de sangre con cada arco y movimiento. Tim no estaba diseñada para el combate, era la única biotic "inofensiva" en ese sentido, era más rápida y fuerte que los humanos normales, también era más resistente y sabía cosas como artes marciales básicas pero no importaba, bastaba una mirada para entender que solo estorbaría. Se mantuvo gritando cosas para distraer a Ahmed o para aconsejar a Blake, como si fuera la coach de un boxeador en una pelea de campeonato. El estomago de Blake había comenzado a sangrar en abundancia, si las cosas se prolongaban más seria sin dudas el perdedor, pero él contaba con eso, conocía a Ahmed, sabía lo mucho que este adoraba regodearse y jugar con su víctima antes de matarla para mostrarse fuerte y todopoderoso. Así que cuando Ahmed lo pateo y posó su bota sobre su pecho como si estuviera admirando a su trofeo de casería Blake ataco.

Todo pasó en unos segundos, Blake usó toda su fuerza para tumbar a Ahmed aprovechando que este había bajado la guardia, luego con un movimiento casi imposible de seguir tomó con fuerza su daga y la enterró en el pecho del otro. Si le había dado o no al corazón no sabía pero tampoco importaba, había dado en su blanco, las arterias. El mayor dejó salir un horrible grito hasta que su garganta se quebró y entre maldiciones la vida lo abandonó.

Arrastrándose como pudo el pelinegro se recostó contra un árbol y presionó con sus pocas fuerzas la herida del estomago, de seguir así acabaría por desangrarse y moriría pero no iba a quejarse por ello. Había hecho cosas realmente terribles a lo largo de su vida, sus manos, todo su ser estaba manchado en sangre, pero estaba en paz. El aceptaba sus acciones, se enorgullecía por algunas y llevaría las otras como un peso sobre sí a donde fuera, Alá sería quien lo juzgara y nadie más.

– ¡Ni te atrevas a cerrar los ojos! – Le ordenó Tim saliendo de los arbustos con una urgencia casi desesperada en su voz. – Mira cómo has quedado, podrías haber muerto, ¡Eres un estúpido inconsciente!

Una débil y rasposa risa afloró en la garganta del más alto ante los comentarios de la pequeña pelirroja. – Siempre debes tener la última palabra y regañarme de paso ¿Verdad, enana?

– ¡¡Calla!! Ahora déjame trabajar... mira que acabar en este estado, eres un verdadero desastre. – Continuo retándole mientras le quitaba la camisa haciéndola trizas con las manos para revisar la herida. Esta parecía mucho más profunda de lo que esperaba, no podría curarla en su estado actual. Si quería salvar a Blake solo había una cosa que hacer pero, ¿Estaba realmente bien eso?

Tim volvió a dirigir la mirada a esos ojos negros que tanto la cautivaban y se sorprendió al sentir un repentino dolor en el pecho al notar como de apoco aquellos ojos perdían la fuerza y el brillo. No podía darse el lujo de seguir dudando, "todo pasa por algo" amaba decir el señor Leleco, encontrarse con Blake no podía ser casualidad. Si podía creer en algo como el destino se aferraría a ello por más absurdo que sonase con tal de salvarlo. Sin perder tiempo se causo una pequeña herida en la mano y mezcló su sangre con la que emanaba del costado del moreno, solo con verlo sabía que no existía objeto alguno que él atesorara lo suficiente como para nunca perderlo así que decidió usar el mismo cuerpo de este como base del contrato.

Estaba hecho, las marcas que había dibujado en el costado de Blake con la sangre de ambos habían quedado tatuadas en su piel con un color negro, sus sistemas habían terminado de leer el código genético, Blake era ahora su amo y de ese modo Tim podía usar todo su poder. – Vas a sentir un dolor punzante, aguanta. Prometo que intentaré hacerlo lo más rápido posible así que solo debes resistir. – Le ordenó con firmeza, pero por su tono de voz aquella oración resonó en los oídos del más alto como una súplica.

Tim O' Tambellder, B-001, la primera Biotic y la única que no poseía una habilidad destinada al combate. Ella había sido creada con el poder contrario, el poder de sanar. Acelerar la regeneración y producción de células para ser exactos. Ella había conseguido salvarle la vida a Blake al volverse su Biotic y decidió quedarse a su lado. Sus hermanos y el profesor Marvelous no la necesitaban, Blake sí. Destino o lo que fuera, sabía que su lugar era con Blake, aunque eso supusiera vivir como convictos de un país a otro y siempre al filo del peligro. Estaba bien, así lo prefería ella, porque si podía ayudar a mantener con vida al único terrorista con sentido de la moral y, aparentemente, buen corazón bien valía intentarlo.

Cuando terminaron de cenar Blake desplegó sobre la mesa sus mapas, en ellos siempre detallaba la situación actual de cada país y que rutas de escape les convendría tomar en cada sitio. Desde Noruega hasta Japón tenían un largo viaje y no sería sencillo pasar desapercibidos, o al menos hacerlo sin morir por las bajas temperaturas de camino.

Tras lo ocurrido durante la tercera guerra mundial y gracias a catástrofes ambientales muchos países habían terminado o bien rindiéndose y formando parte del gobierno de otro, o desapareciendo. La situación en Europa, un continente que en su época de antaño había estado lleno de tantos países se había ahora dividido en únicamente en siete: Alemania, que ahora abarcaba también los antiguos países de Suiza, Liechtenstein y Austria, y teniendo como colonias y tierras de producción a países como Argentina y Paraguay. Francia, que se había adueñado de Bélgica, Dinamarca y Países bajos, teniendo como tierras dedicadas a la cosecha y producción de bienes para su nación a Guayana, Guayana Francesa y Surinam. Italia, que conquistó Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia, Grecia, Albania, Macedonia, Monte negro, Kosovo y Bulgaria convirtiéndose en el país más poderoso en fuerza marítima y controlando todo el comercio del Mediterráneo, además de contar con países como Brasil y Uruguay como sus tierras de cultivo y producción. Polonia, que sorprendió a todos al tomar los territorios de República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumania. España, conquistador de Portugal, Marruecos, Argelia y Túnez manipulando así la salida del Mediterráneo al océano. Y el Reino unido, conformado como siempre ha sido por Inglaterra, Irlanda (ambas partes desde la tercera guerra), Escocia, Gales y agregando los territorios de la India, Nepal y Bhutan.

En Asia en cambio todo se había reducido a cinco países: Rusia, que no solo logro seguir adelante a pesar de los hielos sino que reincorporó a aquellos países que una vez fueron suyos, Ucrania, Belarus, Lituania, Estonia, Letonia, y agregó a Moldavia y Mongolia. China logró expandirse hasta tomar Kazakistan, Uzbekistan, Turkmeinstan, ambas Corea, Tailandia y Vietnam. Japón por su parte tomó bajo su guía y protección a Filipinas, Taiwán, Malasia e Indonesia. Mientras que en la zona más central Turquía se expandió tomando Chipre, Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Dejando así como único otro país de ese continente a Arabia, que había absorbido a Yemen, Omán, Qatar y Kuwair.

Los otros países o potencias restantes en el mundo eran la Asociación Nórdica, conformada por Finlandia, Suecia y Noruega; y Estados Unidos que había integrado a su territorio a Canadá, México y Cuba. Fuera de ellos a excepción de África que había sido utilizada en su totalidad como el "granero del mundo", donde cada país tenía sus tierras y las destinaba a la producción de alimento a base de la esclavitud local, los demás países por una u otra razón habían desaparecido u eran inhabitables, como tal era el caso de las llamadas "Zonas de disputas" (Irán, Siria, Irak, Líbano, Israel, Jordania, Afganistán, Pakistán, el Caribe, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Egipto, Libia, Sudan, Etiopía y Chad) las cuales eran países cuya economía y gobierno habían caído y se encontraban en un estado de crisis tal que se habían convertido en el escenario de las masacres y guerrillas más violentas de la historia.

Con todos aquellos inconvenientes cruzar fronteras de un país a otro, y más aun de un continente a otro, incluso en circunstancias normales era como caminar por un campo minado. Blake y ella deberían ser muy cuidadosos y tener demasiada suerte para poder lograr llegar a Japón a salvo. La verdad no quería presionar a Blake u exponerlo a tales peligros pero tampoco podía ignorar aquel mensaje, algo grave había sucedido en su hogar con sus hermanos y el profesor, y ella debía ir.

Blake levantó la vista del mapa para enfocarla en el deprimido rostro de la pelirroja, dejó salir un suspiro y se acercó despeinándola al pasar bruscamente su mano por la cabeza de esta. – ¿Y esa expresión tan lamentable? No es como si no hubiéramos estado en situaciones así antes así que déjate de melodramas, enana.

– ¡¡No son melodramas, esto es serio!!

– Pues deprimirte no hará que sea menos "serio". – Respondió el moreno dándole un trago a su botella de cerveza. – Lo más seguro será cruzar por Rusia y luego tomar un tren hasta China y de ahí ver si podemos "pedir prestado" un barco para llegar. El único inconveniente será que para entrar a territorio ruso sin ser descubiertos deberemos viajar al norte, como por Siberia, y allí el clima desciende hasta los -77º.

– Pues entonces será un problema para ti, yo puedo regular mi temperatura. – Señaló con cierto aire petulante. Pelear con Blake siempre levantaba su ánimo y sabía que él tenía razón, llegados hasta ese punto deprimirse y preocuparse por lo que podría pasar solo la retrasaría.

El pelinegro torció el gesto en una de sus perturbadoras sonrisas al escuchar a la pelirroja. – Digas lo que digas te preocupas por mí.

– Tanto como por una piedra, me tienes sin cuidado.

– Seguro, entonces que te peines el cabello en dos coletas es mero capricho ¿Vedad? – Inquirió desafiante dejando salir otra corta y seca carcajada antes de darle otro trago a su botella.

El rostro de Tim adquirió un matiz parecido al de su cabello pero no iba a dejarse humillar, ella era la mayor y se hacía respetar. – Es molesto tenerlo en el rostro, además de este modo los humanos me toman solo por una mocosa y no se detienen a observarme con más detenimiento. Te recuerdo que somos mundialmente buscados, sería un dolor en el trasero si nos encontraran por algo como un descuido en la estrategia. Es únicamente una acción táctica para prevenirnos problemas. – Se justificó cruzando sus brazos por sobre su pecho demostrando que no estaba dispuesta a seguir tratando el tema.

Blake volvió a soltar otra carcajada y tras vaciar la botella se puso en pie rumbo a su habitación. – Lo que tú digas enana, ahora solo descansa. Saldremos por la mañana temprano y nos espera un largo viaje. Te quiero bien descansada para primera hora o no me haré responsable si al llegar a Japón lo haces en forma de coladora por los disparos.

– Vaya que caballero, si que sabes que decirle a una chica. – Ironizó con fastidio. – Sé muy bien lo que debo hacer así que vete a descansar y ya no molestes. La hora de dormir de los niños pasó hace ya rato.

Y con esa última broma y algunas risas y maldiciones más de por medio ambos se dispusieron a descansar para prepararse para la larga travesía que les aguardaba. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde para cuando llegara, que sus hermanos estuvieran bien cuando se reencontraran, que el profesor estuviera a salvo. Y por sobre todo, que pasara lo que pasara, no tuviera que abandonar a Blake luego.

 

 

 

       

"La vida es injusta y ciega, da longevidad y riqueza al corrupto y castigo al inocente.

Dios no lo toleraría y yo tampoco"

 

 

"Sé y reconozco que por la sangre que llevo en mis manos solo merezco el infierno,

y lo recibiré con los brazos abiertos"

 

 

"Doy testimonio que no hay otro Dios que Dios.

Doy testimonio que Mahoma es el profeta de Dios"

       

 

 


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