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B I O T I C por kurokaze

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Tras la tercera guerra mundial algunos países habían adoptado grandes cambios en su estructura gubernamental, la gran mayoría siguió con el sistema de presidencias pero perdurando los mandatos eliminando la prohibición de reelección consecutivas, algunos países que estaban bajo el mando de familias o dinastías habían cambiado a una nueva pero manteniendo esa estructura, e Italia estaba bajo el mando indiscutible de la mafia. Por su parte Francia había regresado al modelo feudal, como su presidente se había rendido y abandonado su país cuando la guerra había empeorado el general que tomó el control y lideró los ejércitos hacia la victoria fue proclamado rey. Desde entonces la familia real había gobernado y mantenido las tierras y a sus ciudadanos a salvo de todo mal, se enorgullecían de su poder y forma de gobierno y mantenían su reputación fuerte e impugne.

El actual rey, Stephane Faerre Boudelier era un hombre experto en comercio, economía, política y combate, se encargaba de todo aludiendo que el rey era el único que debía cargar con el pueblo, que vivía por y para el país. Ese modo de pensar era justamente lo que mantenía a su gente unida, lo que les hacia amar a su rey y respetarlo. Y más que al rey, el pueblo amaba y aclamada a su príncipe, el único hijo varón y heredero al trono, Charles Boudelier.

Charles era un joven alto y apuesto ya en sus 21 años, su cabello de un rubio ceniza era corto con mechones que enmarcaban su rostro y se cruzaban como cortinas ante sus ojos azul profundo. Sin embargo no era su aspecto lo que atraía de él sino su nivel de compromiso. El príncipe se mostraba públicamente todo el tiempo, asistía a los eventos, contribuía con donaciones y actos en pos de la caridad, atendía a las asambleas para saber que necesita sus habitante y personalmente se ocupaba de solucionarlo, además de ello cada vez que podía, o que lograba zafar de la guardia real, iba al campo de batalla para apoyar a sus soldados, para demostrarles que no estaban solos.

Justamente volvía junto a uno de los pelotones de una batalla que se había desatado en la frontera con Italia. En un inicio los ciudadanos de la capital los recibían como si se tratase de un desfile, pero Charles sabia que ni bien llegara al palacio lo que le esperaba era una buena reprimenda de su padre, de su padre y de Amanda. Dios se apiade de su alma si Amanda andaba de mal humor, su esposa podía ser más temible que enfrentarse a la armada italiana desarmado.

El joven príncipe se despidió de los valientes soldados y fue sin rodeos a la sala del torno para reportarse con su padre, no ganaría nada postergándolo y además si daba el informe él los soldados podrían centrarse en su recuperación y estar con sus familias.

Justo como espero su padre se encontraba sentado en su trono, su madre estaba ausente pero era de esperarse, había estado muy enferma los últimos meses. Tras hacer una reverencia y esperar de rodillas a su padre este finalmente ordenó que les dejaran solos, entonces Charles levantó la cabeza dispuesto a responder por sus acciones. - Me presento ante ti, padre, para traer el informe del frente de batalla ¿Tengo permiso de hablar?

Stephane se frotó las sienes cansado, había pasado por esta situación miles de veces y sin importar cuánto gritara o le castigara, su hijo no cambiaba. - Supongo que seguirá siendo en vano que te recuerde que como príncipe no debiste haberte marchado y unido al campo de batalla.

- Con todo respeto padre, como soy el príncipe es que debo unirme al campo de batalla. Si nuestros hombres arriesgan valientemente sus vidas por nuestro país ¿Por qué nosotros no? ¿Qué nos hace mejores? ¿Qué nos diferencia y nos exime de los horrores del campo de batalla? En mi humilde opinión padre, todas las vidas valemos lo mismo, como gobernantes no podemos sentarnos y esperar que nos protejan, debemos ser nosotros quienes dejemos nuestro cuerpo ahí afuera para proteger a otros. Si se obtiene poder es para proteger al débil no para satisfacernos a nosotros mismos, es la primera lección que me diste. - Le recordó con un tono firme y decidido sin apartar la mirada de los ojos de su padre ni un segundo.

- Y estoy muy feliz de que creas eso, Francia necesita un diligente como tú, pero también necesita que estés vivo para dirigir nuestra nación. Hijo mío, no quiero restar valor a tus sentimientos, solo pido que no te ponga s a ti mismo en lugar de mártir, ve por tu propia vida como ves por la de los demás. - Le rogó su padre, su hijo era muy terco pero de buen corazón, sin embargo temía que ello acabara matándolo con el tiempo.

Charles estuvo a punto de protestar nuevamente pero se detuvo, en ese instante una de las puertas laterales se abrió y de ella se asomó una joven chica, no más de 16 años, su sedoso cabello castaño llegaba hasta su cintura a pesar de ser sostenido en una coleta de caballo con una hermosa peineta dorada, sus brillantes ojos lila se centraron en el príncipe y frunció el ceño acercándose a este. - Piensa antes de hablar, tu padre tiene razón, eres un irresponsable. - Le regañó cruzándose de brazos. - Tu pobre madre está muy enferma y tú vas y le das estos sustos ¿Acaso te detienes a pensar en los nervios y los dolores que les causas a tus padres con tus incursiones al ejercito?

Amanda Sevilla, si Charles tenía un talón de Aquiles era su esposa. Podría ser joven pero tenía un temperamento y una actitud inigualables, la castaña lograba imponerse sin importar cuál fuera la situación.

- No es que no piense en mis padres. - Empezó a explicarse el rubio tragando saliva. - Pero no puedo quedarme quieto si sé que hay algo que puedo hacer, incluso por pequeño que sea, si puedo marcar una diferencia deseo hacerlo.

- Y luego morirás honorablemente, como tu madre esta delicada de salud ya no podrá tener más hijos, la línea familiar se acabará, habrá una insurrección, anarquía, el país se descontrolará llegando a una guerra civil. Y todo porque nuestro querido príncipe no pudo mantener su real posadera en la silla y hacerse cargo de asuntos políticos como se supone que debe hacer. - Sugirió cruzándose de brazos y fulminando a su esposo con la mirada. Era buena haciendo eso para provocar que sus palabras se asentaran como piedras en el estomago, lo consideraba un gran don.

Charles no supo responder a ello, como era de esperar sentía cemento en su estomago, la castaña siempre sabía cómo pegar para que doliera. Afortunadamente fue su padre quien termino con aquel silencio incomodo. - Quizá sonará extremista pero Amanda tiene razón, debes pensar más en las consecuencias que traen tus acciones. Ahora por favor retírate, en unas horas deberás dar una demostración de esgrima en la plaza central y no quiero que nada salga mal.

- Si padre, lamento lo ocurrido y prometo que las cosas seguirán su curso sin inconvenientes. - Le aseguró antes de marcharse con una reverencia. Sin embargo no pudo irse muy lejos antes de que su esposa lo detuviera.

- ¿No vas a decirme nada? Un "lo lamento cariño, no quiero preocuparte" o "hago esto por los dos, para que vivamos seguros". - Le espetó molesta.

- Diga lo que diga no lo tomaras para bien. - Respondió el mayor, estaba cansado y sabía que la castaña no se calmaría y no escucharía nada de lo que dijera, o al menos no lo haría sin antes gritarle cinco veces mínimo.

- ¿Eso piensas? ¿Qué solo soy una niña insoportable y egoísta? ¡Pues si! ¡Tienes toda la razón, soy egoísta! - Le gritó llena de frustración. - Y soy egoísta porque sé que sin importar qué tu gente siempre será lo primero. Por una vez me gustaría ser tu prioridad, que no te lanzaras a una batalla sin pensar, que recordaras que si te pasa algo yo me muero. Pero no puedo ganarle a Francia ¿Verdad? - Subió aun más el tono de su voz, lágrimas amargas desfilaban por su rostro ahora.

Charles quedó atónito ante aquello, normalmente Amanda se molestaba con él por irse sin avisar a alguna batalla pero esta era la primera vez que la veía llorar por ello, eso fue como un puñal helado al corazón. Quiso decir algo, disculparse, pero la menor dejó la habitación a toda velocidad antes de que él pudiera reaccionar. Incluso si reaccionaba a tiempo no la alcanzaría, ella era inhumanamente rápida y en nada la perdió de vista.

- Genial, lo hiciste perfecto Charles, bravo. - Se reprochó a sí mismo. Quería correr tras ella pero debía prepararse para la demostración de esgrima y prepara el reporte de lo ocurrido en la batalla.

Charles amaba a Amanda, la amaba como jamás amaría a nadie más, pero era un príncipe. Cada paso que daba, cada pensamiento, cada acción, todo era en post de su reino, así había sido desde antes de que siquiera naciera, tenía una responsabilidad y una carga pesada pero debía sobrellevarlo por el bien de su gente. Las guerras no solo dañan a los ejércitos sino el ambiente y la salud de las personas, vivir con miedo a una invasión, con el dolor de perder a un ser querido, con la angustia de no saber que pasará, eso no es vida. Charles quería hacer todo por protegerlos, porque los ciudadanos de Francia pudieran vivir sin preocuparse y sin miedo al mañana. Pero su deber arruinaba su vida privada.

Amanda tenía razón, Charles sierpe ponía primero a su pueblo y esperaba que ella lo entendiera, pero sabía que no era justo. Ella había sido la primera y única persona a la que le había confiado todo, había abierto su corazón y mostrado su verdadero ser sin temor a nada, solo a ella se había entregado enteramente y ahora pasaba esto.

Había conocido a Amanda hacia ya dos años, cuando tras una batalla había sufrido una herida profunda en el abdomen. Su padre había enloquecido por ello, recriminándole que era un irresponsable y que era el futuro de Francia, en ese entonces solo pensaba que su padre quería presionarlo, no podía ver lo preocupado que en verdad estaba. Debido a ello ambos viajaron a Japón.

- ¿Se puede saber que hacemos aquí? - Cuestiono al bajar del auto. Desde el aeropuerto habían subido a un auto que los llevo directo a una especie de edificio en medio de un bosque. - Si lo que querías era ir a una casa de campo no hacia falta ir a otro continente.

- No hables Charles, estamos aquí por un negocio importante. - Contestó su padre encaminándose dentro del edificio que era una especie de laboratorio de investigación. Ambos se vieron obligados a esperar en una sala sin sus guardias pero Stephane no estaba nervioso. No fue hasta que un hombre de cabello rojo como la sangre entró que se puso de pie. - Un gusto finalmente verle en persona Dr. Marvelous. - Saludó educadamente extendiendo la mano.

- Usted debe ser el rey de Francia, Stephane Faerre Boudelier ¿Verdad? Un verdadero placer. - Respondió estrechándole la mano el pelirrojo.

- Por favor, llámeme Stephane por ahora. No vengo a negociar con mi título de rey, vengo a hablar con usted como un padre preocupado. - Aclaró el francés relajándose un poco.

Marvelous entonces desvió la mirada y vio al joven sentado cerca de ellos, una sonrisa se dibujo en su rostro al comprenderlo. - Todo por nuestros hijos ¿No? Sé como se siente eso. Charles ¿Verdad? ¿Podrías hablarme de ti? - Pidió dirigiéndose al menor.

Charles no entendí nada, aquel hombre no parecía imponente ni nada, estaba muy lejos del nivel de las personas con las que solía tratar, parecía tan normal. - Mi nombre es Charles Boudelier, tengo 19 años y como príncipe doy todo de mí por ayudar y proteger a mi pueblo.

- Se escapa del castillo y se mete en el campo de batalla. - Tradujo su padre.

- Entiendo... personalmente no parece algo malo. - Dijo el pelirrojo con una amplia sonrisa. - Si hubiera más diligentes con ese sentido del deber el mundo sería un lugar mejor. Pero entiendo a tu padre, no importa nuestros puestos o títulos, los padres siempre pondremos a nuestros hijos primero, incluso si es ante el mundo.

- ¡Pero si una persona puede salvar a cientos ¿No es mejor dejarlo seguir?! - Protestó Charles poniéndose de pie y acercándose al mayor.

- De acuerdo, supongamos que tienes razón. - Cedió Marvelous tenía una paciencia infinita y la verdad aquel joven le divertía. - Pero entonces ¿No debería alguien proteger a aquel joven para que pudiera salvar a las demás personas? Stephane síganme, ya tengo a la candidata perfecta para esto. - Le indicó al mayor empezando a caminar hacia otra sala sin esperar si los otros dos le seguían o no.

Marvelous le dio unas indicaciones a algunos de sus científicos, llamar a alguien, los cuales regresaron unos minutos después con una chica. Charles había visto muchas mujeres bellas, el era joven así que no era extraño que las chicas intentaran coquetearle, pero la chica que entró le ganaba a todas. Su piel era clara como la nieve, su cabello de un castaño chocolate y sus ojos eran lilas como las flores silvestres. A simple vista podría parecer frágil pero había una fuerza y seguridad en su mirada que inmediatamente te hacia olvidar de ello.

- Ella es la B-008, Amanda Sevilla. - Presentó Marvelous. - Su especialidad es la tecnología, fuerte y discreta, creo que es lo más apropiado para alguien que cuida tanto la apariencia como usted Stephane. - Comentó con una sonrisa divertida.

Las palabras del pelirrojo tomaron por sorpresa al rubio dejándolo congelado unos minutos. - ¿Cómo lo...? No importa, confiaré en su juicio. - Aceptó Stephane para luego dirigirse a la chica. - Entonces tú eres la biotic.

- Y tú eres un humano muy observador por lo que veo. - Replicó la castaña frunciendo el ceño.

Charles tuvo que reprimir la risa, nunca había visto a nadie responderle así a su padre, la chica tenía agallas. Entonces reparó en como la habían llamado, una biotic, según había escuchado de parte de los asesores de su padre los biotic eran una especie de mito, una supuesta arma con forma humana. Aquello le había parecido sacado de una historia de ciencia ficción así que lo había tomado como un tonto rumor pero ahora, ahora no sabía que pensar.

- Amanda, él es Charles, príncipe de Francia. Será tu compañero a partir de ahora así que procura ser respetuosa. - Le pidió Marvelous con delicadeza como si esperara que la chica explotara en cualquier momento.

En vez de eso la castaña se acercó al rubio con paso decidido y extendió la mano esperando que este la besara. - Mucho gusto, puedes llamarme Amanda.

Ella no sonreía, pero tampoco estaba enojada, parecía más bien con un semblante orgulloso y fuerte. Pero el rubio sentía que había más detrás de ello. Aquella chica ejercía una fuerza en él tan atrayente que antes de darse cuenta ya se encontraba con una rodilla en el suelo besándole la mano. - El placer es todo mío.

Como ventaja su padre se había vuelto más permisivo desde la llegada de Amanda, esta lo vigilaba e intervenía de verlo necesario para protegerle, claro que a cambio quien le gritaba y daba sermones ahora era ella. Para mantener las apariencias el rey se había tomado la molestia de preparar documentación falsa para hacer pasar a Amanda como una noble española que estaba como invitada en el castillo por asuntos políticos. Anunciar que poseían un biotic solo alarmaría innecesariamente a la población y los preocuparía. Y aunque al principio le fue difícil a Charles tratar con ella, poco a poco fue cayendo en sus encantos.

En pocas semanas aprendió mucho sobre ella; originalmente había sido un conejo, de ahí su color de cabello y la suavidad el mismo, y era la mujer más joven entre sus diez hermanos, solo había dos chicos menores a ella, se llevaba mal con alguien llamado "Kain" y por lo visto era por sus actitudes tan similares. Cada vez que la castaña se quejaba de aquel hermano suyo, de que si era orgulloso, egocéntrico o mandón, ella terminaba comportándose exactamente así. Pero a Charles eso no le importaba, por el contrario la joven era un cambio refrescante en su vida, siendo el príncipe había nacido rodeado de atención, cumplidos y elogios, caras amigables y voces dulces. Solo sus padres le habían regañado o hablado de mala manera antes, por eso que Amanda se pusiera firme frente a él cuestionándolo, exigiéndole cosas, sacándole en falta sus errores, de cierto modo inexplicable lo llenaba de placer, como si por fin lo trataran como un ser humano real y no un ser perfecto.

Antes de darse cuenta estaba profundamente enamorado de ella y en unos pocos meses había logrado convencer a sus padres de que le permitieran casarse con ella. Si se volvía su esposa legalmente nadie preguntaría el porqué estaba allí o porque estaba siempre con él, seria normal que una mujer cuidara a su esposo.

Amanda le había dado todo, la libertad que jamás soñó tener y un amor más allá de lo que consideraba merecer. Y ahora la había lastimado. Quería correr a disculparse, decirle cuanto la amaba. Pero sabía que si ella le pedía elegir entre su relación y su deber con su país por más que doliera elegiría su país y Amanda no merecía eso ¿Entonces debía dejarla partir? Su corazón oprimía con fuerza de tan solo pensarlo.

Por su parte la castaña había salido a relajarse a los jardines, su lugar favorito del palacio. Estar en contacto con la naturaleza le traía lejanos y felices recuerdos de una vida más simple y sin sentimientos tan complicados. Amanda se alteraba fácilmente, no soportaba la presión y sobre reaccionaba con emociones fuertes, pero no podía evitarlo. Si aun siguiera siendo un conejo tantas emociones ya la hubieran matado de un infarto pero por suerte solo la alteraban un poco ahora. Sabía que estaba siendo injusta con Charles, sabía que lo estaba acorralando y que terminaría dándole una respuesta que ella no quería escuchar, pero no podía evitarlo. Cada vez que él desaparecía su corazón se desbocaba imaginando lo peor hasta que volvía a verlo, en cuanto le quitaba la vista de encima desaparecía hacia el peligro y ella ya no quería eso ¿Era tan malo pedir ser felices juntos sin tener que preocuparse de que alguna batalla se lo arrebatara?

En ese sentido Amanda odiaba a los habitantes del imperio francés, todos y cada uno de ellos vivían vidas tranquilas y felices gracias a los esfuerzos de la familia real, ninguno tenía que pasar por lo que ella pasaba, ninguno tenia que vivir con el miedo de perder a la persona que amaban. 

Le amaba. Si sus hermanos pudieran verla ahora se reirían, o al menos Roll y Kain lo harían. Esos dos siempre se habían metido mucho con ella, sus personalidades podían coincidir un poco pero ella no era tan bruta y poco refinada como ellos, ella era una dama y si pedía cosas era porque las merecía. Pero pensar en ello solo la deprimió más, sabía que en verdad estaba mal cuando extrañaba las peleas con esos dos. Entonces decidió encaminarse a la plaza central, ya habían pasado unas horas y Charles debería estarse alistando para la demostración. No había enfriado su cabeza del todo, aún se sentía mal pero seguirle dando vueltas sería retrasar lo inevitable.

La plaza estaba inusualmente repleta para tratarse simplemente de una demostración de esgrima. Amanda entendía que sentir celos sería estúpido pero no lo controlaba, era obvio que todas esas chicas se reunían allí por un motivo y no era justamente el esgrima. Aunque debía admitir que las entendía, Charles se encontraba en el centro del área que habían designado junto a otro competidor en el uniforme blanco blandiendo el estoque, no solía usar ropa muy ajustada al cuerpo pero aun así su figura era digna de admiración.

Se había sentado en la sombra de un árbol a admirar el espectáculo alejada de la multitud, al ser una biotic podía sentarse a un kilómetro si lo deseaba y bastaría con esforzar un poco la vista para captar cada movimiento como si estuviera frente a él. Lamentablemente no fue a su esposo a la única persona que vio.

- Valery Sairgou. - murmuro entre dientes arrastrándolos molesta.

Valery era una noble de hermosa cabellera dorada y ojos azul cielo, la clásica chica linda y educada de la alta sociedad a la que todos amaban. Vaya fraude, Amanda ya había visto como era en verdad. Hacía ya un año, cuando habían anunciado la noticia sobre su casamiento aquella chica no había perdido el tiempo en encararla y amenazarla para que abandonara a Charles. No hacía falta ser un genio para ver que tenía una obsesión poco sana con el príncipe. Incluso después de que Amanda le dejara en claro que Charles jamás sentiría nada por ella, después de que se casaran, Valery había insistido mandándole cartas al rubio, persiguiéndolo por todas partes, inventando excusas para verle.

Podía soportar a un grupo de admiradoras, al menos esas sabían cuál era el límite, pero no soportaba a Valery. - ¿Se puede saber qué observas? - Cuestionó con cierta hostilidad acercándose a ella.

- Observó a Charles, quiero decir no falta mucho para que se dé cuenta del error que cometió al casarse, y cuando lo haga quiero mostrarle que yo siempre estuve esperándolo, que tenía fe en él. - Confesó con petulancia.

Amanda se preguntaba si había un modo de romperle la cara de un golpe y lograr que nadie la culpara por homicidio. - Charles y yo estamos felizmente casados así que esperas en vano.

- ¿En serio? Porque según tengo entendido discutieron esta mañana, parecía algo serio. - Le recordó con un deje de malicia. - Mentirse a uno mismo es tan feo. - Comentó con lastima.

¡¿Cómo se había enterado de eso?! Definitivamente hablaría con la servidumbre luego. - Y sentir envidia lo es más. - Replicó con una sonrisa.

No andaba de buen humor y ver a Valery sacaba su lado menos refinado, pero antes de que pudiera soltar cualquier insulto la cabeza comenzó a dolerle. Era un dolor agudo y penetrante en su cabeza, una señal de alarma, un mensaje claro y conciso, algo malo le había pasado al laboratorio. A pesar de lo grave del mensaje Amanda solo podía pensar en ese momento en que ojala el profesor hubiera hecho una alarma más discreta, sentía que la cabeza le explotaría del dolor.

En medio del insoportable dolor gritó sin importarle estar en un lugar público y prefirió apagarse y dejarse caer con la esperanza de así detener el sufrimiento. La multitud se giró al instante atraídos por el grito y no tardo en escandalizarse cuando vieron que no era otra que la princesa la que yacía en el suelo. Valery optó por salir de escena antes de que pudieran relacionarla con lo ocurrido.

Charles escuchó el grito e intentó abrirse paso entre la multitud lo más rápido que pudo, pero ni bien pudo divisar que la que se encontraba en el suelo era su esposa comenzó a empujar a las personas para poder pasar. Tras comprobar el estado de la castaña pidió disculpas a todos y la cargó en brazos de regreso al palacio.

Cuando Amanda volvió a abrir los ojos se encontraba en la cama de su habitación y junto a ella estaba su esposo, aun vestido con el uniforme de esgrima, observándola con una mezcla extraña de preocupación y alivio.

- ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? - Preguntó intentando levantarse, mala idea.

Charles le ayudo a recostarse nuevamente y reordenó las almohadas para que pudiera sentarse en la cama sin dificultad. - Casi una hora ¿Sucedió algo? ¿Te atacaron? - La preocupación había hecho una bola en su garganta y no fue hasta que Amanda le aseguró que estaba bien que esta desapareció. - ¿Entonces un virus o actualizabas la base de datos? - Inquirió divertido imitando el acento español.

- Muy gracioso. - Respondió la castaña golpeándolo con una de las almohadas. - No fue nada de eso, fue... Charles, primero hay algo que debemos arreglar. - Se interrumpió cabizbaja. - Sobre lo que pasó antes, lo lamento. Supongo que a veces exagero las cosas pero no volverá a pasar. Eres un príncipe, tienes tus responsabilidades, nunca te haré escoger entre ellas o yo, ni siquiera tienes que seguir conmigo si no quieres, puedo fingir delante de la gente y...

El resto de las palabras murieron en su boca, Charles la cortó con un beso, en un inicio algo desesperado pero a medida que se profundizaba se volvía dulce y lleno de amor. Amanda llego a olvidar todas sus preocupaciones, incluso la molesta alarma que había causado todo eso, se dejó llevar por los besos del rubio y se aferró a sus brazos deseando que jamás tuviera que abandonarlo, ese era el lugar al que ella pertenecía.

- No vuelvas a decir algo así jamás, por favor. - Le pidió Charles ni bien se separaron. - Cuando te vi colapsar el mundo se hizo añicos para mí, ya no importaba nada, me sentía hueco. No quiero volver a experimentar eso, no deseo perderte. Y sí, soy un príncipe y siempre veré por mi pueblo, pero si algo le pasará a mi nación lucharía para recuperarla, en cambio si algo te pasará a ti no podría seguir adelante. Si te vas me iría contigo. - Afirmó besándole la mano.

El rostro de Amanda enrojeció pero no aparto la mano, ni quiera se movió, dejó que su corazón se acelerara y que él lo notara, le entregaba todo de ella incluso su vergüenza y su emoción. - Capullo, si estoy intentando romper contigo no digas esas cosas, me lo haces más difícil.

- Entonces me encargaré de hacértelo imposible. - Comentó con una amplia sonrisa. - Pero antes de seguir necesito saber algo. ¿Qué te ocurrió? Si dices que no fue nada grave te creo pero no puedo evitar preocuparme.

- Tranquilo, no se repetirá y eso es justamente lo que me trae preocupada. - Le informó algo triste, no quería preocupar a su esposo pero tampoco podía ocultárselo. - Me llegó un mensaje del laboratorio, más precisamente una alarma de emergencia, algo malo pasó, el laboratorio fue atacado. No sé bien los detalles ya que el comunicado fue corto e impreciso, además el dolor en mi cabeza fue tal que preferí apagarme momentáneamente hasta que pasara. El profesor nunca fue demasiado discreto que digamos, pero esta alarma ya fue pasarse de la raya. - Bufó por lo bajo con fingido mal humor. Amaba al profesor como si fuera un padre, y le partía el corazón pensar que algo le hubiera pasado.

- Si el ataque hubiera sido pequeño o al menos puesto bajo control seguramente hubiera vuelto a comunicarse para informar la situación, el que no lo haya hecho... no quiero pero habrá que asumir uno de los peores escenarios. - Reflexionó el rubio poniéndose de pie. - El profesor Marvelous Shem es un amigo de la familia, su trabajo no debe verse amenazado o empleado por malas manos, debemos prestar nuestro apoyo y defenderlo. Además Francia y Japón se encuentran en buenos términos, podemos garantizar la ayuda.

Charles no tenía mucha experiencia en asuntos internacionales al nivel de un ataque o misión de rescate, pero eso no iba a detenerlo. Un amigo era un amigo y si se necesitaba él no pararía hasta ayudarlo, sin importar en que parte del mundo estuviera. En esos casos lo difícil era en realidad convencer a su padre, pero incluso el rey Stephane debía reconocer la importancia de aquella misión. Marvelous era un amigo muy querido del rey, y aunque ese no fuera el caso su mente encerraba los secretos de las armas más peligrosas jama s creadas por el hombre, como mínimo le debía el rescatarle por su simple deber como ser humano para con el resto de la población.

- Hablaré con mi padre. - Le prometió poniéndose de pie. - Fuera lo que fuera que haya pasado iremos a averiguarlo, y lo haremos juntos.

- Pero Charles... no tienes que hacerlo. Será mejor para ti permanecer en Francia. - Protestó más por sentido del deber que otra cosa, por dentro cada fibra de su ser gritaba de alegría y alivio por lo reconfortante que le resultaba saber que no le dejaría sola.

- ¿Qué te acabo de decir, Amanda? - Cuestiono volviéndose hacia ella. - Eres mi mundo y lo único que me mantiene unido a esta realidad. Nunca te dejaría correr tales riegos sola. Eres mi esposa y juré ante la iglesia "hasta que la muerte nos separe". Esas no eran solo palabras, la muerte deberá arrancarme de tu lado para llevarme.

- ¡Ni de broma digas eso! - Le reprendió sentándose en la cama. - Agradezco tus sentimientos, pero lo mismo digo yo, no menosprecies los míos. Deberán romperme en mil pedazos y destrozar mi SOUREN antes de que yo consiga dejarte solo.

- Entonces prepárate, porque me acompañaras a explicarle a mi padre nuestro pequeño viaje a oriente. Amara escuchar cómo nos metemos en medio de un posible ataque o guerrilla. - Ironizó el rubio buscando ropa limpia para cambiarse.

- ¡Ey! Que Stephane me escuche más a mí que a ti no significa que nos dejará ir de luna de miel a la boca del lobo. Sabe que es peligroso y no será fácil convencerle, ni siquiera para mí.

- Tranquila confió en tus habilidades. Eres imparable cuando se trata de conseguir lo que quieres. ¿O debo recordarte como convencimos a mis padres de aprobar nuestro matrimonio? - Preguntó divertido sacando una camisa celeste limpia y unos vaqueros.

La castaña soltó un gran suspiro y se dejó caer en la cama de espaldas. - Vale iremos ambos a hablarle, pondré todo mi encanto y tu colabora quedándote quietito y sin recordarle las pequeñas incursiones a los campos de batalla que has tenido este mes. Con suerte y se olvidará que su hijo suele dejar el castillo con un cartel de "Soy de la familia real, máteme por favor" pegado en la espalda. - Ironizó la menor girando sobre su estomago para poder posar la mirada en su esposo que comenzaba a desvestirse.

- No digas esas cosas, me haces quedar mal. - Pidió el rubio removiendo la parte superior del traje de esgrima. - Intento cuidarme, y lo admito, no soy el mejor para convencer a mi padre de algo, siempre terminamos peleando, pero eso no quiere decir que al dar dos pasos fuera del palacio me convierta en una diana humana automáticamente.

- No, para nada. Y yo puedo pasar por el aeropuerto sin problema alguno. - Dijo la castaña poniendo los ojos en blanco. - Solo déjame hablar a mí, sé manejarlo mejor... pero ¿En verdad quieres hacer esto? ¿Es esto lo que deseas... Charlotte?

Charles había terminado de sacarse la camisa rebelando un vendaje que se encargaba de apretar su pecho y esconder sus curvas. El verdadero nombre de Charles era Charlotte, pero esto únicamente era sabido pro sus padres y su esposa, había nacido como mujer pero criada y presentada ante todo el mundo como un hombre ¿La razón? Stephane no podía permitirse lucir débil, si los otros países sabían que tenía un joven y fuerte heredero lo pensarían mejor antes de declararle la guerra, en cambio si sabían que su único hijo era una mujer pensarían que no tenían nada que temer y atacarían. Sonaba horriblemente sexista pero era cierto, de todas formas a Charles no le importaba, había sido criada como un hombre y así era como se sentía.

Al mismo tiempo era una libertad incomparable poder mostrarle su cuerpo a Amanda y saber que ella la aceptaba. No pretendía ser femenina ni nada por el estilo, pero tener alguien con quien ser sincera, alguien a quien no necesitara mentirle y poder mostrarse tal cual es la liberaba, le daba su vida una luz cálida bajo la cual pararse a descansar, le recordaba que podía vivir por si misma además de para su pueblo.

- No me llames así, las paredes oyen. - Le reprendió la rubia terminando de ajustarse las vendas del pecho y acercándose a su esposa para robarle un beso. - Incluso si estamos en nuestro dormitorio a esta hora las sirvientas van y vienen, y sin ánimos de ofender pero si esas mujeres se dedicaran tanto a sus empleos como a chismear no habría microbios en el país entero. - Bromeó tomando la camisa y abotonándosela.

- No te preocupes, todo el personal del plació es 100% devoto a la familia real, aun si se enteraran jamás dirían una palabra. Es más probable que inunden la sala con su llanto al enterarse de la noticia. "Oh, pobre de mí. El sexy príncipe de mis fantasías resulto ser una mujer ¿Y ahora que haré con tanta pasión contenida?" - Bromeó imitando de un modo teatral y exagerado a aquellas mujeres.

Charles hizo su mejor esfuerzo para contener la risa, no debía reírse de esas tonterías pero Amanda siempre lograba sacarle una sonrisa. - Bueno yo ya no me preocuparía por eso, si todo sale bien con mi padre pronto estaremos en Japón. Así que más que de las doncellas ve preocupándote de tu familia ¿No estás ansiosa por ver a tus hermanos?

- Por supuesto muero por ver al imbécil de Kain, ya quisiera. - Refunfuñó molesta.

- Claro, y lo mencionas a él porque es el único hermano que tienes. - Le recordó divertido viéndola enfadarse más. Aun no tenía el placer de conocer al famoso Kain pero por como Amanda siempre hablaba de él, muchas de esas veces enojada y diciendo cuanto la molestaba, podía darse una clara imagen, moría por conocerlo.

- Muy bien princesa, tú lo quisiste. Termina de vestirte y vamos ya mismo a hablar con Stephane. No perdamos tiempo. - Le ordenó bajando de la cama y empujándole. - Ya estas presentable, o bueno al menos con tu apariencia masculina, no te hará mal salir desarreglado de vez en cuando a ver si así esas mujeres de hormonas alteradas te quitan un poquito la vista de encima.

- ¿Celosa? - Preguntó el rubio con una sonrisa de autosuficiencia mientras se dejaba empujar por los pasillos rumbo a la sala del trono. Sabía que si quería la menor podía darle una patada y mandarlo allá en un segundo, pero que lo empujara como si de verdad le costara moverlo era un gesto por mantener las apariencias que él valoraba mucho. Si alguien supiera que él era mujer o que su esposa era en realidad una bioarma el reino entero perdería la cabeza. Sabía que eso significaba pedirle a Amanda que mintiera y basara su misma existencia en un engaño, justo como él, pero no quedaba de otra. Lo que más le conmovía era que ella estaba dispuesta a todo ello con tal de ayudarle, con tal de protegerle, por ello la amaba aun más.

Ya era de tarde, cuando el rey tenía menos audiencias y contacto con el pueblo, generalmente Stephane dejaba esas horas previas a la cena para organizar los archivos importantes y consultar las reuniones para luego poder cenar y acompañar a su esposa hasta quedarse dormidos. Y ese hubiera sido el plan para esa noche si su hijo no hubiera entrando a la habitación siendo seguido de su nuera. El rey le indicó a los sirvientes que quedaban que les dejaran solos, la mirada en el rostro de los dos jóvenes le decía que aquello era serio y seguramente privado.

- Están los dos aquí, esto no puede ser bueno. - Se resignó el rey.

- El laboratorio fue atacado. - Amanda sabía que pudo haberlo dicho con más tacto, pero al diablo con las formalidades, su familia estaba en peligro.

El rostro de Stephane se descompuso en una mueca de incredibilidad y preocupación. La ubicación del laboratorio no era información que cualquiera pudiera conseguir, si se habían atrevido a atacar el lugar debían ser muy poderosos. Marvelous era brillante pero no era un guerrero, sin mencionar el hecho de que ya había vendido a la mayoría de sus Biotics, si estaba en una situación como esa no podría escapar solo. Las personas que trabajaban para el eran simplemente un grupo reducido de científicos, no soldados.

- Asumo que no has podido comunicarte y ahora quieres ir a verles. - Comprendió Stephane tragándose su preocupación. Como rey no podía mostrarse afectado por ninguna noticia, pero francamente agradecía estar sentado en su trono.

- Su majestad sé que estoy pidiendo algo arriesgado pero necesito volver, tengo que saber que mi familia está bien. - Rogó la menor. No iba a justificarse ni andar con rodeos, solo quería una cosa y el porqué era sencillo.

- Padre, creo que no hace falta mencionar que a donde Amanda decida ir yo la acompañaré. - Intervino Charles apoyando una mano en el hombro de la castaña rodeándola con afecto. - Conozco los riesgos y estoy dispuesto a tomarlos. Además podemos justificar nuestra ausencia como un viaje de luna de miel, será menos sospechoso si mi esposa no se va del país por sí sola.

- De eso nada. - Le cortó su padre poniéndose de pie. - Charles esto es peligroso, y no peligroso como las batallas en las que te metes. Si alguien atacó el laboratorio sabía ya de la existencia de los Biotics y o bien no le importó o confiaba en ser capaz de lidiar con ellos. Personas así están fuera de tu alcance hijo. Quiero ayudar a Marvelous créeme, pero no sacrificaré a mi propia sangre por ello.

- Entonces no quieres ayudarlo en verdad. - Le replicó desafiante.

- Stephane. - Volvió a interrumpir Amanda. - Estamos al tanto de lo peligroso que puede resultar, pero yo también soy una Biotic, tienes que confiar en que podré proteger a Charles, de lo contrario ¿Para qué me compraste? ¿Necesitabas solo una novia para tu hijo que ayudara a sostener su farsa?

El rey volvió a sentarse en su trono y masajeó sus sienes, no quería dejarlos ir pero sabía que no podría retenerlos ¿Qué debía hacer? Los otros dos siguieron argumentando en pos de convencerlo pero él ya no los escuchaba. Tomar la decisión correcta jamás será sencillo, por eso es la correcta y no la fácil, esa era una frase que su padre siempre le repetía. Stephane toda su vida había optado por la fácil, comerciando solo con quienes le traerían beneficios, alejándose del territorio de enemigos que no podría vencer, escondiendo el género de su hija por temor a que lo tomaran como debilidad, nunca se había arriesgado a nada.

Pero ahí estaba ahora, frente a su propia hija y no podía pensar en otra cosa que en el encuentro de Juana de Arco y el rey Carlos VII. Juana de Arco era una heroína y santa francesa, una mujer que vestida de hombre se metió al ejercito y lo lideró a la victoria por el bien de su país hasta ser quemada viva, igual a lo que su hija estaba dispuesta a hacer. No necesitaba preguntarle para saber que Charlotte elegiría caminar sobre carbón caliente y ser cremada viva si eso ayudaba a proteger a su pueblo. Y al igual que el rey Carlos VII, Stephane se sentía incapaz de evitar ese destino, él quería mantener encerrada a Charlotte y protegerla de la crueldad del mundo, pero eso sería imposible.

- Bien. - Dijo con actitud solemne. - Si eso es lo que han decidido tienen mi bendición. - No podía evitarlo por eso iba a apoyarlos, como padre eso era lo único que podía hacer. - Sin embargo van a tener que esperar un poco, hay que organizarlo bien. Si se marchan ahora que Amanda se ha desmayado en público comenzaran a circular rumores extraños sobre alguna enfermedad o un embarazo. Esperaremos a que las cosas se calmen un poco y luego actuaremos ¿Puedo pedirles que esperen un poco?

Charles estuvo a punto de replicar pero Amanda lo detuvo aceptando las condiciones del rey, no necesitaba de una aguda visión ni de procesadores para ver la mirada del rey y entender lo que sentía, lo que estaba sacrificando y cuanto le dolía. Le agradeció por todo y se marcho de la mano de su esposo. Odiaba dejar al rey con aquella expresión rota y descorazonada en los ojos pero no había de otra, en el peor de los escenarios si no actuaban ahora algo peor que una simple batalla comenzaría y ya no solo ellos o Francia, nadie estaría a salvo de lo que vendría.

 

 

 

       

"La doncella se vistió de caballero, no temió ser lanzada a la hoguera

porque por su país abrazaría las llamas con orgullo."

 

 

"Ni las guerras podrán destruirnos, ni sus amenazas acallarnos.

El pueblo de Francia seguirá unido ¡A la familia real, gloria y salud!"

 

 

"Cuando mis heridas me impidan levantarme se mi apoyo, se la única en conocer mi corazón."

       

 

 


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