Minseok sólo pudo parpadear como venado encandilado, antes de caminar de espaldas, con pasos titubeantes, ¿qué rayos pasaba por su mente? ¿Por qué esas palabras habían salido de su boca? ¡Maldecía una y otra vez a Choi Minho por causarle tanto pesar! Respiró hondo apenas su espalda chocó contra uno de los estantes, viendo con cautela a su acompañante.
Jongdae, desde el momento en que Minseok confesó no había abierto la boca, puede haber sido la impresión hacia tal sinceridad de parte del contrario, como también que tuvo una crisis mental sobre lo que debía hacer. ¡El no era mínimamente bueno para consolar personas! Cuando alguien estaba mal prefería alejarse a terminar empeorando todo, entonces, ¿qué hacía él en una situación como esa, con un completo desconocido?
Sé decidió por ser intrépido, negando con su cabeza, a sabiendas que no era una buena idea lo que tenía planeado hacer. Pero ya no importaba.
A paso veloz se dirigió al más bajo, y lo envolvió entre sus brazos. Fue incómodo, por completo, estaba nervioso por recibir alguna mala reacción de parte de este, pero no se encontró con algo más que un cuerpo tenso.
—¿Q... Qué rayos c... crees que haces? —logró decir el de mejillas gorditas, intentando alejarse.
—Shhh —le calló—, sé que te sientes mal, ¿deseas contármelo? ¿Quieres que alguien te escuche? Puedes sólo desahogarte, no te juzgaré.
En un principio, aquello le pareció a Minseok como algo completamente estúpido, sin embargo, cuando intento separarse y soltar una carcajada para dejar en claro que no necesitaba ningún tipo de consuelo, no pudo hacer más que sollozar amargamente. Antes de notarlo, las lágrimas creaban un nuevo camino desde sus ojos hasta perderse al final de su rostro.
—E... Estoy bien —murmuró en un hilo de voz, haciendo un ademán para que lo soltara sin muchas fuerzas—. Por favor, aléjate.
Lo último lo logró pronunciar sin que su voz se quebrara, y lo vió como todo un logro.
—No puedo dejarte en ese estado, ¿quieres tomar agua? —Jongdae se reprendía mentalmente una u otra vez, porque si sus pensamientos decidían hacer algo, su cuerpo actuaba de manera opuesta a estos.
El mayor asintió, suspirando de alivio cuando el otro soltó su cuerpo para ir en busca de un pequeño termo que se hallaba en su mochila.
Sin darse de rogar tomó, acabando el agua en unos segundos, no había notado que su garganta estaba tan seca, aún así, de alegro de darle alivio.
—Disculpa, me la he terminado —susurró, pasándole la botella.
—No hay problema, ¿te sientes mejor? —Chen caaaasi quería soltar un lamento, tenia entrenamiento en la tarde, y sin su agua seria todo un martirio, pero lo hecho, hecho estaba, de nada servía arrepentirse—. ¿Quieres hablar con alguien? Si no te sientes cómodo podría ir a buscar a alguno de tus amigos... Quizás si convenzo a mi tía te deje ir a casa.
Minseok negó rápidamente, ignorando ciertas cosas dichas por el se sonrisa gatuna.
—Sólo fue un bajón, ya estoy bien... Además, nadie aquí me conoce —dijo mientras se encogía de hombros.
El menor frunció el ceño, ¿nadie lo conocía? Aquella escuela tenía un promedio de 500 estudiantes. ¿Cómo era posible que ninguno lo conociera? Era algo demasiado descabellado como para ser cierto, pero optó por no comentar nada.
—¿Cómo te llamas? —cambió radicalmente de tema.
—Kim Minseok —dijo entre dientes, se sentía en obligación de responder por haberle cedido el agua.
—Un gusto, yo soy Jongdae, Kim Jongdae —Sonrió, de oreja a oreja—. Ahora ya no puedes decir que nadie te conoce, ahora yo lo hago.
Y ante estas palabras, Minseok abrió los ojos con impresión, parpadeando un par de veces en señal de sorpresa.
—Supongo que es cierto... Además, ¿que edad tienes? No deberías ser tan irrespetuoso con tus mayores.
—¿Eres mayor que yo? Vamos... Ahora cuéntame uno de vaqueros —se burló, y es que eso era tan inaudito como que los perros volarán. Minseok tenía cara de bebé, apostaría incluso que estaba en primero.
—Tengo 17 —dijo con suficiencia, dándole una mirada por encima de sus gafas, que se había colocado después de liberarse de los brazos del invasor.
Chen reprimió un jadeo de sorpresa, ¿era eso cierto? ¡El apenas cumpliría 17 en septiembre! Lo que quería decir que aquel muchacho bajito y de apariencia débil era efectivamente... mayor.
Chasqueó la lengua, antes de colocar una sonrisa de diversión.
—No importa que seas mi hyung, con lo que vi hoy podría decirse que tengo la suficiente confianza para tutearte.
Y antes de notarlo, la mirada de su acompañarte había dejado de ser divertida, para volver a aquel profundo estanque lleno de tristeza. La sonrisa en sus labios se volvió una melancólica, y aunque tenía los ojos empañados, no se permitió volver a soltar alguna lágrima.
—¿Eso crees? —Fue ahí cuando Dae cayó en cuenta sobre lo que había hecho. Con rapidez rompió la distancia que los separaba, quedando cara a cara con su hyung, haciendo que este abandonara esa desesperante tristeza por la sorpresa y vergüenza de tenerle tan cerca.
—¡Discúlpame! ¡No era mi intención entristecerte! —Porque podría ser un imbécil en ocasiones, pero sabía que había cometido un error al mencionar aquello.
—T... Todo está bien, por favor, aléjate —ordenó Minseok, preguntándose mentalmente en que clase de selva había vivido Jongdae para tener modales tan malos y conocimientos nulos del espacio personal.
El poseedor de una sedosa cabellera negra obedeció, y cuando estuvo a una distancia prudencial del otro muchacho, se aclaró la garganta.
—¿Me contarás por qué estabas llorando? Quizás yo podría ayudarte.
Minseok se lo pensó durante unos minutos, siempre había sido alguien muy cerrado, no solía compartir sus pensamientos o sentimientos porque cuando lo hacía terminaba herido, justo lo que había pasado con Minho. ¿Estaría bien contarle a un casi desconocido el por qué de su pesar? ¿Y si se burlaba de él? No era alguien con una vida social realmente activa en persona, todo lo que hacía era en internet, muchas personas hoy en día criticaban y se mofaban de eso, ¿y si Jongdae era una de ellas? ¿Realmente valía la pena arriesgarse?
Pero el recuerdo del menor consolándolo mientras lloraba hizo que tomara una decisión, porque Kim Jongdae había intentado hacerle sentir mejor sin saber nada sobre él ni tampoco la causa de su llanto, sólo había llegado, sin conocerlo, a intentar que parara de sufrir. Había metido sus manos al fuego sin saber nada. Fue por ello que decidió que el de sonrisa gatuna merecía saber al menos la razón por la que terminó consolándole.
—Bien... Te lo contaré si prometes no burlarte —dijo muy bajo, tanto que Dae tuvo que inclinarse para estar lo suficientemente cerca y entender.
Estaba apunto de asentir y responder, y es que de verdad quería tener el porqué de todo aquello.
Y entonces el sonido del timbre que anuncia el siguiente bloque escolar rompió el silencio, sacando a ambos de aquella burbuja de comodidad en la que habían estado encerrados. Los sonidos de alrededor que antes parecían sordos comenzaron a ser evidentes, y el menor colocó ambas manos en su frente con desesperación.
—No hice la tarea —pronunció en un tono lastimero, como un perrito que chilla un lamento.
—¿Tarea? ¿Qué asignatura? —interrogó Minseok, que se había levantado para tomar sus cosas en cuanto pudo deshacerse de la sensación de adormecimiento y comodidad que había invadido su cuerpo mientras charlaban.
—Matemáticas, con el señor Park —Fingió un escalofrío, aunque por dentro sí tenía miedo hacia la reprimenda que este le daría por su irresponsabilidad.
—¿Hablas enserio? –Extrañado ante L pregunta de su mayor, Jongdae asintió—. Yo también tengo clases con él en este momento, tengo la tarea... Puedes copiarla. Tómalo como un agradecimiento por tu tiempo.
Minseok le pasó su perfectamente cuidado cuaderno, y caminó hacia la salida de la biblioteca, en un rápido recorrido por aquel montón de pasillos y estantes. Apenas Chen terminó de guardarlo, corrió detrás de Xiumin, y es que si iban para el mismo lugar, ¿por qué no hacerlo juntos?