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Porque te amo - ZoSan por Legalxinsanity

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(5 meses después)

 

Sanji escuchó una explosión de aplausos provenientes del interior de aquel lugar con fachada rústica que tenía a la vista. Ante ello, se apuró en internarse a dicho lugar.

 

Su vista se acostumbró a las figuras aglomeradas de los cientos de hombres que se reunían ahí y su olfato toleró el olor a sudor, alcohol y orina que se desprendía del ambiente. Todo eso no le importó por más "asqueroso y nefasto" que fuera ese lugar, como le dijo Ichiji alguna vez.

 

Sintió cómo lo maldecían a sus espaldas, pero no reparó mucho en ello. Su mirada estaba puesta en la plataforma en donde un individuo con cabello verde celebraba de seguro su última victoria de la noche.

 

Se detuvo una vez se encontró detrás de los cordones que resguardaban el ring. No le hizo falta hablar. Zoro lo volteó a ver cómo si hubiera percibido su presencia y sonrió tanto como él lo estaba haciendo.

 

Zoro entonces caminó hacia su dirección bajando de un salto de la plataforma y saludando a las personas que se le interponían en su camino. Sanji ya no resistió más la espera, por lo que agarró del brazo a Zoro y lo condujo con dirección a su lugar favorito de reunión: a los baños del segundo piso, baños que nadie solía usar.

 

Solo tuvieron que dar un paso hacia el interior para que fuera empotrado contra la pared.

 

—Llegas tarde, cejillas —dijo Zoro con voz ronca mientras colocaba sus manos en el trasero de Sanji y se lo estrujaba. Ambos gimieron—. Pensé que vendrías a luchar contra mí.

 

—¿Para humillarte frente a todos? Sí, eso me hubiera encantado... pero no estaba de ánimo como para que me lanzaran cosas a la cabeza —dijo Sanji. Enredó sus manos alrededor del cuello de Zoro y se elevó sobre las puntas de sus pies para poder dejar un pequeña beso en el labio superior y luego uno en el labio inferior contrario. Bajó un poco más y dejó un beso húmedo en la barbilla, seguido de una mordida, recibiendo un apretón en su trasero y sintiendo algo duro entrando en contacto contra su entrepierna— Alguien está mucho más ansioso que yo...

 

—Puedes decir lo que quieras en la plataforma de lucha, pero aquí mando yo —dijo Zoro con una fiera mirada separándolo un poco de la pared para volverlo a azotar contra esta.

 

—Jodido animal...—dijo Sanji frunciendo el ceño. La espalda realmente le había dolido tras ese arrebato, pero no pasó ni un segundo cuando sintió cómo le desabrochaban los pantalones y se los bajaban de tirón junto a sus bóxers, dejándolo desnudo de la cintura para abajo.

 

—Me agradas más cuando gimes que cuando hablas —dijo Zoro con una sonrisa mientras se desabrochaba ahora él los pantalones y los bóxers.

 

Una vez el otro se los bajó, Sanji sintió un apretón en el brazo y cómo era volteado para quedar ahora de cara y pecho contra la sucia pared. Estaba por quejarse, pero se quedó mudo cuando sintió el pecho de Zoro pegado a su espalda y un pedazo de carne totalmente erguido rozando descaradamente su trasero.

 

—Y me agradas mucho más cuando me la estás apretando —susurró Zoro en su oído.

 

Sanji se mordió el labio inferior mientras, de manera inconsciente -o quizá de forma plenamente consciente-, arqueó su espalda y separó un poco sus piernas, dejando así a disposición su trasero. No podía evitarlo: él era una fiera cuando estaba en la plataforma de lucha, pudiendo someter a Zoro usando solo sus piernas; sin embargo, todo era diferente cuando se encontraba en esta "plataforma de lucha".

 

Solo bastaba que Zoro tocara su cuerpo para que supiera que no había forma de ganar ante semejante pedazo de hombre.

 

Maldita debilidad.

 

Claro que siempre era divertido provocarlo.

 

—Pensé que tenías más resistencia. Apenas me tocas y ya estás actuando como animal en celo... —dijo Sanji, sonriendo ampliamente sin que Zoro pudiera verlo.

 

En respuesta, sintió cómo le propinaban una nalgada y cómo un dedo seco invasor se adentró a su cavidad anal en un solo acto, sacándole un gruñido.

 

—Jódete, Vinsmoke —dijo Zoro—. Nadie me deja en abstinencia por una semana y vive para... caminar después.

 

Sanii rió, risa que se cortó en el instante que sintió otro dedo invasor dentro de él. Y luego le siguió otro.

 

Bueno, al menos esta vez el maldito cabeza de alga lo estaba "preparando".

 

Aún recordaba cómo, tras su segunda pelea en ese asqueroso lugar, ambos se encontraron en un pasillo del segundo piso. Comenzaron a discutir y, antes de que siquiera se diera cuenta, ya tenía ese enorme pedazo de carne dentro de él.

 

No pudo caminar por tres días y tuvo que decirle a su padre y hermanos que se había enfrentado a un oponente digno que le habría dado "duro" en su encuentro. Claro que el explicarles el porqué sus labios estaban heridos e hinchados, y porqué tenía chupetones en el cuello ya era otra historia.

 

Salió de sus pensamientos cuando sintió cómo aquellos dedos invasores salían de su interior, dejándole una incómoda sensación de vacío, que pronto desaparecería.

 

—Esta será como mi victoria número veinte contra ti... —susurró Zoro en su oído. Sanji solo gimió en respuesta; ni recordaba cuántas veces lo habían estado haciendo durante esos tres meses. Solo recordaba que el trasero le había quedado doliendo muchas veces—. Así que sé un buen chico y apriétame tan rico como siempre...

 

El pene de Zoro comenzó a introducirse en él sin consideraciones, abriéndose paso entre sus paredes anales. El pecho fornido se pegó a su espalda y las manos contrarias se envolvieron alrededor de su cintura. Entonces sintió cómo sus labios comenzaban a succionar la piel de su cuello.

 

—Oh... joder... —dijo Sanji entrecerrando los ojos una vez el pene de Zoro estuvo completamente dentro. Ese pedazo de carne se sentía más hinchado de lo normal; o al menos así lo percibía. Como acto reflejo, abrió más sus piernas para dar más acceso.

 

Un vaivén frenético no se dejó esperar, haciendo que el choque entre sus cuerpos y los gemidos y gruñidos que salían de sus bocas fueron los únicos sonidos que se dejaban escuchar en ese baño.

 

—Estás tan apretado como la primera vez —gruñó Zoro en su oído antes de que este volviera a enterrar sus dientes en la piel de su cuello.

 

El sentir los testículos golpeteando la piel de sus glúteos era la prueba visible de lo invadido que se sentía Sanji. Y la verdad es que jamás se le había pasado por la cabeza el que alguna vez se abriría de piernas para alguien...

 

No sabía porqué, pero Zoro había sido el único quien no lo había abucheado ni mirado con odio, como lo solían hacer los demás. En cambio, Zoro lo había visto como un digno rival y le había mostrado un respeto tan abrumador, que supo en ese mismo instante que solo aceptaría bajar su guardia con él.

 

Lo que terminó en su primera vez.

 

De vuelta a lo que estaba sucediendo, Sanji pronto sintió un chorro de semen siendo disparado en su trasero; sin embargo, mientras apenas comenzaba a degustar su orgasmo, Zoro salió de él, le terminó de quitar los pantalones y bóxers de los tobillos, y de un solo movimiento lo cargó en sus brazos. Por lo que no le quedó de otra que enrollar sus piernas en la cintura contraria.

 

El acto sexual volvió a comenzar, con la diferencia que los labios de Zoro impactaron contra los suyos, comenzando así una batalla campal de lenguas y saliva, mientras el pene de Zoro hacía lo suyo: tocar ese punto tan dulce que hacía que Sanji soltara gemidos dentro de la unión de sus bocas.

 

No pasó mucho cuando Zoro volvió a eyacular nuevamente en su interior. Aún así, este no sacó su miembro de su interior, como si quisiera terminar de descargar dentro de él. Sanji, estaba a punto de recriminarle, pero enmudeció cuando Zoro juntó su frente con la suya manteniendo este los ojos cerrados.

 

—¿Qué sucede, marimo mierdoso? ¿Aún no estás satisfecho? —dijo Sanji en tono de burla mientras movía levemente su rostro para que sus narices se rozaran. De pronto, Zoro se inclinó hacia él y le robó un beso repentino en los labios, un beso que no tenía carga sexual en lo absoluto, sino que había sido uno suave—. Estás muy de buenas esta noche.

 

—Jódete —susurró Zoro con una sonrisa en sus labios.

 

Zoro por fin salió de su interior, por lo que Sanji aprovechó en limpiarse los restos de semen de sus piernas y trasero. Luego procedió a cambiarse mientras el otro hacía lo mismo y finalmente se apuró en tomar la tal infaltable pastilla que le evitaba sorpresitas. Una vez ambos estuvieron lo suficientemente decentes, salieron de ese baño y de ese local de luchas.

 

Lo general era que tomaran caminos diferentes, Zoro dirigiéndose a lo profundo del pueblo y Sanji hacia donde quedaba el castillo de los Vinsmoke, o si ambos estaban de buen humor, tomar un par de copas en algún bar cercano y caminar un poco por el pueblo para luego despedirse. Sin embargo, esa noche sería la excepción: Sanji tenía algo muy importante qué decirle, por lo que lo guió de la mano hacia las afueras de su castillo.

 

Finalmente, Sanji le indicó que se sentara con él en una de las bancas que se encontraban repartidas a lo largo del jardín principal del reino. Zoro aceptó mostrándose aún un poco reticente.

 

—¿Por qué estoy aquí? No creo ser bienvenido —dijo Zoro paseando su mirada por cada rincón, como alguien que teme ser descubierto—. No vaya a salir tu padre...

 

Sanji bufó. Tomó una de las manos contrarios y entrelazó sus dedos, pudiendo así recuperar la mirada del peliverde. Se inclinó hacia él y juntó sus labios por unos segundos. Sonrió al ver cómo el otro ya había relajado sus facciones.

 

—Mi padre está muy ocupado como para andar por aquí —dijo Sanji—. Ahora, seré directo contigo. Ven a la Reverie del viernes.

 

Tal como se lo había esperado, Zoro frunció el ceño y tensó su cuerpo, mostrando ante los ojos de Sanji más desconcierto que desagrado.

 

—La Reverie es una reunión de reyes, idiota —dijo Zoro—. Mi familia no es de la realeza. Solo está a cargo de la seguridad del pueblo.

 

—Y hacen un trabajo espectacular —dijo Sanji con una sonrisa genuina—. En este último año, las cifras de asesinatos y robos decreció de manera considerable. Mi padre se está dando todo el crédito, pero sé que es obra de tu padre y tuya.

 

Sanji se sintió victorioso cuando vio un leve sonrojo en las mejillas contrarias. Zoro podía hacerse el duro, incluso podía decirle que no le interesaba lo que otros decían, pero todo eso no tenía validez cuando él le daba algún cumplido, sí... lo había descubierto durante una de las primeras veces que habían tenido sexo cuando a Sanji se le había escapado de su boca un "ha sido por mucho la mejor cogida de mi vida".

 

Claro, se sintió idiota luego de haber dicho eso, pero cambió de perspectiva cuando vio un notable sonrojo en las mejillas de Zoro y el cómo el pene de este se había vuelto a poner duro en su interior.

 

—Ya, di lo que quieras, cocinerucho, pero no me compete asistir a la Reverie —dijo Zoro intentando apartar su mano de la contraria. Sanji no se lo dejó.

 

—Esta vez le tocará a Ichiji representar a este reino. Él solo está al tanto con lo que pasa con la asquerosa clase alta, por eso necesito que vengas como representante del pueblo —explicó Sanji.

 

Sanji continuó viendo duda en el rostro de Zoro, por lo que se acercó más a este y prácticamente se sentó en sus piernas, cosa que el peliverde no rechazó; es más, envolvió sus brazos en su cintura.

 

—Escucha, ya le hablé de esto a mi hermano y aceptó. Ya no quiere que nos sigan viendo como "asquerosos altaneros mimados" —dijo Sanji haciendo una mueca recordando las muchas veces que le habían dicho eso de niño; incluso lo habían golpeado sin que él hubiera hecho nada malo—. Ichiji está dispuesto a hacer que las cosas cambien cuando le toque gobernar, pero por lo pronto, me ayudará a insertarlos poco a poco a esta esfera social.

 

La expresión de Zoro ahora estaba relajada, lo cual era buena señal. Ante ello, Sanji se animó a repartir besos a lo largo del cuello contrario mientras dejaba que el peliverde pensara un poco. A la par, él sentía cómo el otro le daba suaves caricias en su cintura.

 

Tras un breve lapso, Zoro rompió el silencio:

 

—¿Qué hay de tu padre?

 

Sanji dejó un último beso en el cuello antes de erguirse un poco para mirarlo a los ojos.

 

—¿Sabes lo mejor que puedes hacer para ganarte a mi padre? Rétalo a una pelea y véncelo; estará encantado. Sé de primera mano tu talento para la pelea y te puedo asegurar que le ganarás sin problema —dijo Sanji con una sonrisa—. Las pocas personas a las que él respeta son las que nunca pudo vencer. Tu padre, por ejemplo.

 

Zoro volvía a sonrojarse. Otra victoria para Sanji.

 

Aunque, para asegurarse, Sanji se inclinó para susurrar en el oído contrario:

 

—Si vienes, te dejaré quedarte en mi habitación para que me cojas tanto como quieras.

 

Al sentir cómo el agarre en su cintura se volvía más tenso, Sanji supo que había ganado definitivamente.

 

—Trato hecho —susurró Zoro.   


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