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Tu la guerra, yo la muerte. por MichaelJ2099

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El sol desaparece tras las gélidas montañas de Jötunheim, es la última vez que sus seres índigos verán al gran astro rey. Desaparece para llenar de oscuridad y frío una tierra de salvajes. De entre todos ellos, un joven jötun de aspecto peculiar busca ver al cielo donde la oscuridad se cierne. No hay nada para ver, no hay más cielo, ni más día ni noche. Todo ha sido engullido. 

Viéndose solo, mientras los demás gigantes se desvanecen como escarchas invernales. Los carmesí de sus ojos brillan. No hay quien pueda detenerle, ni quien llore su ausencia. No hay quien lo someta más, no más golpes ni humillaciones. 

Corre, se dice así mismo. 

Y una ilusión de verdes campos, desiertos, mares embravecidos. Todo aquello que no tenga que ver con la procedencia de su cuna. La libertad le clama su presencia, y él deseoso de tomarla entre sus brazos deja todo atrás. 

Los clarines se escuchan a lo lejos, clamando, bramando los sueños de un joven que no tiene sitio ni identidad.

Justo cuando su planta toma la fuerza para correr, es ahí que es fulminado. 

-Despierta.-Le ordenaron.

Abrió los ojos de golpe. Se incorporó enseguida, con un punzante dolor de cabeza, la respiración agitada y el sudor corriendo por su espalda. De nuevo ese sueño, siempre el mismo. No era común que durmiese tan profundo. En una tierra gélida y hostil, era imposible tener la esperanza de un descanso placentero. 

Se compuso enseguida para evitar algún reproche mirando a los ojos al perturbador de su descanso.

-Býleistr.-Dijo él. Justo a un lado de su lecho se encontraba un jötun de aspecto común, igualmente ataviado de collares dorados. Sus tatuajes más marcados en negro, resaltaban aún más. Llevaba un brazalete que se posaba arriba de su codo, símbolo de la cuna real. Misma que llevaba el joven que había sido despertado.  No era un gigante adulto, aún guardaba rasgos infantiles y su cuerpo aún no estaba tan dotado de los músculos característicos de los gigantes.

Prontamente se puso de pie y restregándose los ojos se dirigió tras un biombo donde lo esperaba un gran tina de agua, debía asearse pronto. No dijo nada más. Por momentos solo se escuchó el ruido del agua gélida. 

Býleistr, se levantó negando la cabeza, viendo  la poca cooperación del príncipe.

-Hermano, lamento haberte echo despertar así, pero padre ha pedido tu presencia en el Bókstafir. Necesitan retirar de ti las imágenes que robaste del vanir que atacaste.-No quiso darle más rodeos. Pasó por un lado del biombo y contemplo al otro asearse.

-Ya has deshecho mi sueño, podrías por lo menos dejarme a solas cuando me estoy bañando.-Decía el.

-Me ha pedido que te escolte hasta allá. No quiere contratiempos mientras aún tengas el recuerdo fresco.-Volvió a hablar sin embargo, parecía que el jötun en la tina realizaba movimientos cada vez más lentos.

-¡Lygar!-Le llamó.

El mencionado le miró con una enfermiza lentitud.

-No es correcto gritarle a tu hermano mayor.-Dijo con un dejo de burla, incluso para sí mismo. Prontamente con una risa ladina, salió y prosiguió a estar listo. Sin más demoras tomó rumbo al sitio donde fue citado. Caminaron en silencio por los solitarios pasillos del Udgar, emblema del reinado de Laufey. Los colosales vigías que notaron la presencia de los príncipes solo hacían una leve referencia al momento en el que pasaban. Aunque más de uno contemplaba la curiosa escena. El hermano mayor, Lygar, había nacido con una complexión no propia de los gigantes, así que se veía mucho más pequeño que su hermano menor Býlestir. Esto siempre había sido un tema de burla al inicio. 

El joven Lygar pasaba desinteresado en estos comentarios al inicio, cuando era aún más pequeño. Empero, se sabe que existió una ocasión donde estando en combate contra Helblindi, su otro hermano menor, este le ocasionó una grave herida cuando tomándolo de una pierna lo arrojó contra un gran muro del castillo. La burla resonó por todos los pasillos. 

Justo en ese momento, se sabe que del sitio donde ocurrió el accidente, de entre los escombros del muro desecho de pronto emergieron centenares de saetas que acabaron fatalmente con las risas hacia su persona. Incluso Helblindi recibió varias en sus piernas. 

La terrible y muda furia del mayor de los hermanos se vio expuesta ese fatídico día. Nadie dijo nada más, sobretodo porque todo aquél presente que osó burlarse, terminó muerto. 

La magia, un rasgo que no era común en los jötun fue lo que siempre llamó la atención al rey Laufey, así que tan pronto como dio muestras de maestría en las artes de la magia, lo retiró de la vista pública. Nadie debía saber que la gran fortaleza de Utgard resguardaba un ser tan patético de imagen como poderoso de habilidades.

Nadie fuera de sus murallas podía saber que existía semejante personaje, así que Laufey distrajo toda su atención a que el pueblo de los gigantes solo conociese a los siguientes hermanos Helblindi y Býlestir, quienes siendo gemelos nacieron de un cortesano el cual Laufey desposó tan pronto Lygar había nacido. 

Lygar sabía, que solo era un perro de batalla, tal vez menos que eso, siempre debía ocultar su imagen de las demás miradas. 

Así que había aprendido a regodearse en su soledad, aborrecer a su padre y a su hermano menor Helblindi que habiendo heredado el humor de su padre, siempre gustaba de burlarse de él. 

No podía decir del segundo gemelo,  de carácter más apacible. Aún así, era un fiero combatiente y se le había otorgado el cargo de general de la mayoría de las fuerzas militares del pueblo helado. Entre ellos no existía algo como el amor fraternal, nada en ese ambiente podría prodigar un sentimiento así, pero por lo menos no se atacaban entre ellos. Býlestir, solamente sentía la necesidad de 'arrear' a su hermano mayor para evitarle problemas, algo así como una "vergüenza ajena". 

-Padre está muy molesto contigo por haber tenido el desliz de mostrarte ante el vástago del rey de Asgard.- Susurró Býlestir. 

-No descubrió mi verdadera naturaleza, y eso es lo único que importa. Mientras más desvíen su mirada del pueblo jötun, mejor para nosotros.- Respondió sin ademanes de continuar la conversación. 

A escasos metros pudo ver como eran abiertas de par en par, las puertas del salón donde le habían mandado llamar. 

El Bókstafir era el sitio donde eran resguardadas las cartas antiguas, tratados, mapas y demás documentos de importancia para el reino helado de Jötunheim. Tan pronto como entró las puertas fueron cerradas con un estrepitoso sonido.

-Henos aquí, padre.- Dijo Býlestir y ambos se hincaron en muestra de respeto. El rey de hielo, a penas y se inmutó de su presencia, alzó la mano para que guardasen silencio los halds y jars, nobles de la sociedad que además participan de modo bélico con el ejercito.

-Da un paso al frente, Lygar.

En silencio se dejó descubrir por la tenue luz que se filtraba del brillo gélido. El único jötun con cabellos azabacahes que caían graciosamente tras su espalda. Los tatuajes no tan marcados y el lujo con el que se vestía le daba un gran porte orgulloso. Con desdeño contempló a su progenitor quien en un segundo le restregó una sonrisa engreída.

-Ante ti tienes a la corte de grandes señores que cada día aportan para que nuestra lucha sea fructuosa contra el rey Odín de Asgard y todo aquél que ose interponerse en nuestra expansión. Escucha y responde a lo que se te pide.-Sentenció.

Habló un anciano, un jotun de encorvada figura y piel apenas azul. 

-Dinos sin tropiezos lo que obtuviste de tu última ida al reino de Muspelheim.-Sus esqueléticos dedos se movieron para darle la palabra al joven y  son una sonrisa sagaz hizo una seña. Dos esclavos y sobre sus espaldas cargaban un gran cuenco de oro. Tan pronto como fue colocado en el suelo, uno de ellos arrojó dentro del recipiente una jarra completa de agua. Pronto quedó llena.

El príncipe se acercó. Cerró los ojos. Respiro hondamente y al segundo siguiente comenzó a mecer sus brazos en movimientos como los de una serpiente. Habló despacio, en susurros al momento en el un brillo de color verde brotó de su cuerpo como signo del empleo de magia. 

Ejerció una danza mítica. Breve y sencilla, recitó un poco y finalmente hincándose sin abrir los ojos, introdujo sus manos en el líquido. Dos cuernos de color azul brotaron de su frente y crecieron en tamaño. Abrió sus ojos y estos ya no eran rojos sino que centelleaban en color verde. El agua se removió como si una pequeña tormenta fuese, y esta brotando casi voluntad propia se alzó en el aire hasta formar un espejo de agua.

-El saqueo de la mina de Muspelheim fue un éxito.

Y al decirlo, en el reflejo de la superficie acuosa pudieron ver la escena que había acontecido el día anterior. Un hechizo sencillo donde los recuerdos del orador son visibles.

Ahí lo tenían, títeres jötun  ilusorios  que tomaban la pequeña comitiva de mineros. Acabaron con los que quedaban y se introdujeron en la mina.

-Todavía después de que el rey Surt vigilase el interior de la mina, esta fue saqueada gracias a mi habilidad de intercambio entre dimensiones. Una vez que saqué todo el clachdearg y fue resguardado en las bóvedas del castillo me dispuse a llegar hasta donde se amontonaban los vanir.

Y así como lo describió ocurrió. La escena había cambiado, el joven monarca se movía por entre las rocas flameantes bajo un hechizo de protección para que su cuerpo no sucumbiera por el conjuro de sofocar a todo aquél que no tuviese permiso de pisar tierras de gigantes de fuego. 

Escondiéndose contempló una escena extraña:

-Ahí esta el hijo de Odín.-Dijo Helblindi interrumpiendo. 

-Fue el momento perfecto, cuando los vanir se descuidaron por un segundo, proseguí a atacarlos.

Movió sus manos de nuevo y en susurros volvió a invocar su magia de color jade. Una gran explosión llenó la imagen de los recuerdos. Los grandes señores observaron con detenimiento la escena mientras podían ver a través de los ojos de Lygar, cada movimiento que efectuaba. 

En silencio Lygar se movió y llegó hasta un vanir que parecía estar desorientado. Pronto lo tomó por la espalda y colocó su mano firmemente sobre su rostro.

-Esto es lo que obtuve de él.

Un torbellino indescifrable de imágenes corrieron por el agua mística. Los recuerdos del hombre estaban siendo drenados por la magia del jötun.

Hasta que se detenía en un punto, esta vez podían ver imágenes que no pertenecían al príncipe, sino al vanir a quien atacó. Podían ver una ciudad bañada en plata y sol. Limpios caminos y preciosas muestras de vegetación por encima de los hogares. 

Vanaheim. 

-Enséñanos el castillo.-Ordenó Laufey con un ademán de indiferencia. 

Y como ordenó, el caudal de visiones se coló hasta el interior del castillo. Pulcros pasillos, flamantes guardias. Inmensas habitaciones, todo sitio a donde pudo haber ido ese hombre, ahora estaba en la mente del jötun. 

-Sin embargo, este vanir a quien yo tomé, no tiene ninguna imagen de lo que buscamos.-Habló en trance el príncipe.

Los resoplidos se oyeron en la sala, y confundidos, tomaron lo que podían de las imágenes para poder trazar un mapa que enseñase la estructura del castillo. 

-Aún así, tengo la certeza de que lo que buscamos se encuentra aquí.-Y las visiones volvieron a revolverse como espuma. Ante la corte entera, pudieron ver una escena donde el hombre caminaba por los pasillos con antorcha en mano, llegaba hasta dos puertas de cobre negro. Se encontraba con un guardián que solo ofrecía una reverencia. Vieron que sus labios se movía pero no decía nada, solo hasta que el moreno brazo del vigía salía de sus vestiduras y se colocaba hasta el rostro del hombre y la imagen desaparecía.

Todo en la sala fue silencio. El agua reposó de nuevo en su sitio. Lygar murmuró algo más y la magia acabó, sus cuernos desaparecieron poco a poco y la magia acabó.

-¿Qué te hace pensar que el cofre de los antiguos inviernos está ahí?-Habló otro jotun de gutural voz, portaba un parche y una tosca armadura.

-El conjuro por el cual no pude acceder a los demás recuerdos del vanir, es una medida de seguridad para que ni los que entran puedan recordar con exactitud lo que vieron dentro de la bóveda. ¿Qué más podría haber ahí sino el preciado cofre? Así como nosotros ostentamos bóvedas de saqueos, ellos también. Hasta ahora, lo que puedo ofrecer es el camino seguro dentro del castillo para llegar hasta él sin ser descubiertos.-Terminó de hablar con seriedad.

Los generales y el rey comenzaron a trazar nuevas estrategias. La búsqueda del cofre de los antiguos inviernos era un excelente recurso para acabar con todo aquél que osara desafiar a los demás reinos.

- Con el calchdearg recolectado podemos crear el arma perfecta. Una vez en su estado sólido podemos hacer uso de las habilidades del príncipe. Necesitamos seguir rompiendo las amistades de Vanaheim.

Laufey asintió con la cabeza comprendiendo el rumbo del plan. De pronto se percató de que sus hijos seguían ahí. Preferiría no tenerlos cerca para que las planeaciones fuesen lo más secretas posibles.

-Retírense ahora.-Proclamó. 

Lygar y Býlestir hicieron una última reverencia y salieron, excepto el otro gemelo. Que parecía restregarles en la cara a los otros dos de sus privilegios. Seguramente estaba seguro de que él si podía permanecer en la sala. A lo que Laufey dijo:

-Tu también, fuera.

Esto lo tomó por sorpresa. Býlestir soltó un bufido de risa y Lygar solo sonrió.

-¿¡Qué!?

-Fuera, he dicho.

-Pero, ¡¿no ibas a reprenderlo?! después de todo el idiota se le ocurrió ser blanco visible del vástago de Odín. ¡Merece ser castigado!-Exclamó.

Esto último provocó un hervidero de molestias en el rey gigante quien prefería mantener ese detalle escondido. Los señores de pronto se giraron hasta la mirada de Laufey.

-¿Qué ha dicho? ¿El príncipe Lygar fue descubierto?

Pronto comenzaron los reclamos y las nuevas molestias, algunas maldiciones y movimientos bruscos.

-¡Alto!-Exclamó de nuevo el anciano que había hablado al inicio. Increíblemente a pesar de la poca potencia con la que habló, todos guardaron silencio.

-Por esto, es que nos consideran unos salvajes estúpidos. Siempre resolvemos todo con molestia, sin ver más allá de nuestras narices.-Decía lentamente. 

Se acercó al príncipe de menor estatura. 

-Hay que ver la oportunidad, aunque esta esté cubierta de lodo.

Tomó el mentón del joven y lo miró de arriba abajo como si buscase algún defecto. A pesar de que no era un rasgo admirado, el vástago de Laufey tenía un semblante hermoso y características no propias, una larga cabellera larga y preciosas facciones.

-Dime muchacho, ¿el chico notó tu verdadera identidad? - Preguntó de pronto.

-No, mi señor. Me presenté ante él como un muchacho cualquiera, casi un asgardiano.

Y acto seguido volvió a tomar la forma 'normal'. Su tez de avellana, los ojos verdes y de pronto su corto cabello negro. Cubrió su desnudez con ropas aesir. Se escuchó un dejó de sorpresa en la habitación

Alzó sus manos con fingida sonrisa inocente y brotó de nuevo el brillo mágico verde.

-Como un pez que se mezcla con un cardumen. 

El anciano sonrió. 

-Perfecto entonces.-Sentenció y se marchó de su lado. Lygar volvió a su forma azulada.

-Pueden retirarse.-Volvió a decir Laufey. Esta vez esperó que los tres se fueran, aunque Helblindi salió a regañadientes.

-¿A qué ha venido eso?-Preguntó uno de ellos al anciano el cual se dejó caer pesadamente en una silla próxima.

-Rey Laufey, yo sé que ha sido larga la pelea, pero creo que este es el momento de utilizar la mejor carta que tenemos, esta vez no para ofensiva sino como estrategia, no dejemos que los demás piensen que somos músculos sin cerebros.

Y todos guardaron silencio. 

-Aún con el cofre de los antiguos inviernos, es poco probable que ganemos siendo solo nosotros contra los demás reinos. Sugiero que cambiemos un poco la estrategia y comencemos a separar bandos poco a poco. 

Pronto el intercambio de miradas hizo germinar una idea en común, un nuevo trazo de batalla.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

-Hazlo de nuevo.-Dijo Býlestir.

-No, te he dicho que no tres veces.-Refutó Lygar de nuevo en su habitación mientras tomaba un libro entre sus manos. 

Debido al intento de mantener en secreto su existencia más allá de unos pocos, siempre tuvo que ser encarcelado en su propia habitación. Así que era común que le fuesen llevado artículos que pudieran sopesar su encierro. Entre ellos, descubrió un gran gusto por la literatura.

Pronto iba a terminar todos los escritos sagrados de las primeras culturas, pergaminos que fueron saqueados en guerras anteriores. Mismos de los cuales él aprendió muchas técnicas mágicas.

-¿De quién tomaste esa imagen? Asemejas bastante a un simple aesir a pesar de que nunca has interactuado con uno.- Siguió hablando mientras jugueteaba un poco con las pertenencias de su hermano mayor. 

No le respondió. Pero algo en su interior se removió, había preguntas que constantemente se planteaba. Nadie más que él podía tener control de la magia, no había nadie más con sus características físicas. 

¿Por qué tenía que ser él, el diferente?

Pensaba que en sus venas corría un algo que podría responderle. Distrajo su mirada del libro para ver sus manos. Azules, delgadas, con los tatuajes más tenues que el de los demás jötuns. Negó con la cabeza. No había sentido en buscar más.

-Me retiro. Pronto terminará la junta y habré de estar preparado por si toman una decisión.-Dijo el hermano menor y salió de la habitación sin más. Cuando cerró la puerta, finalmente el príncipe suspiró agotado. Cerró su libro con cuidado y lo dejó a su lado mientras se ponía de pie. 

Recorrió su habitación con ideas inundando su cabeza. En silencio continuó hasta llegar a un gran espejo.

Aún no puedo hacer nada por ser un niño, y un jötun deforme. ¿Cuándo habré de salir de este sitio para siempre? Quisiera poder finalmente librarme de este yugo. 

Acalló sus pensamientos.

-Cálmate, solo es cuestión de tiempo. Utiliza aquello que ellos llaman defectos a tu favor. No seas un salvaje como los de tu raza.-Se dijo a sí mismo mirándose en el reflejo.

-Aunque... algo me pone nervioso de todo esto.-Tocó la superficie del espejo como si pudiese atravesarlo.

-Estoy seguro, de que ellos están tramando hacer algo conmigo. Con mi poder, me aseguro la vida, pero no el vivir. Necesito ser inteligente, hasta el día en que se puedan descuidar.-Susurró.

Cambió de nuevo su forma y se contempló con su tez de carnación, el verde que desbordaban sus ojos, el cabello corto perfectamente peinado hacía atrás.

Tomar otra personalidad, ser alguien que no es. Pero, tampoco era feliz siendo quien era. ¿Cómo buscar algo nuevo si nunca has tenido un referente? Sus ojos comenzaron a quebrarse en verdadera tristeza. Que salia únicamente cuando se encontraba solo. 

Viendo a la otra persona del espejo, comenzó a deshacer la ilusión, hasta quedar solamente con algunos rasgos.     

Pronto sus ojos romperían en llanto.

De repente se deshizo de esos pensamientos y vuelto a la normalidad su forma, se tiró en su lecho para intentar clamar por un descanso que siempre le era arrebatado. 

Sollozó por lo bajo, esperando que nadie lo pudiese escuchar. Frunció el ceño y sintió un amargo sabor recorrer su garganta. Si querían usarlo como un vil objeto, será lo que obtendrán de vuelta, tarde o temprano. Lygar, se vengará. 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Sí, le he cambiado el nombre. Tranquilos(as) no es por mucho tiempo, a mi también se me hace extraño llamarlo por otro nombre que no sea el de Loki. Literalmente puse la palabra "Mentiroso" en el traductor islandés de Google y me apareció Lygar. Me pareció un buen nombre por ahora. Tengan paciencia, tengo todo fríamente calculado (sí, como no). 


Gracias por sus comentarios y estrellitas, la verdad es que son mis primeras experiencias en wattpad escribiendo, desde que entré. Espero les vaya gustando. Estos capítulos solo están ayudando a darles un panorama. Gracias de antemano.


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