Para Jimin fue una sorpresa encontrar a la persona que más quería en esa situación. Pero lo peor fue cuando el paramédico le comunicó que el cuerpo de la abuela Sam se hallaba sin vida. Todos en aquel pueblo se encontraban tristes, y al parecer hasta el cielo lo estaba ya que desde que se dio a conocer la noticia, no había parado de llover
-Jiminie, ¿estás bien?-preguntó un pequeño Jihyun de doce años-
-Sí, ya es tarde, deberías volver al orfanato
-Dentro de un rato, los más pequeños se están despidiendo, ¿por qué no te adelantas y tomas un baño? Lo necesitas y sabes que cuando lleguemos eso va a ser una verdadera odisea
-trató de sonreír pero apareció una mueca en su rostro- Vale nos vemos allá-besó su frente y se despidió de las monjas y demás niños-
Para Jimin la abuela Sam fue la madre que nunca tuvo. Ella era uno de los voluntarios que ayudaban en el orfanato. Jimin se lo debía todo a ella, fue la que le enseño a leer y a escribir. Le enseño también coreano para que no perdiera sus raíces. Le enseño reglas de cortesía y modales y sobre todo a amar sobre el odio. Jimin la consideraba su ángel guardián
El pequeño rubio se encontraba por las frías calles de York en camino a tomar un bus hasta su pequeño pueblo rural. Decidió ver la hora, las doce de la noche, cuando sus ojos se nublaron y comenzó a llorar. Ahora ¿qué haría? ¿Qué sería de su vida? ¿A quién le contaría lo injustas que eran las hermanas con el cuándo Jihyun lo sacaba de quicio y terminaba por darle una tundra? ¿A quién le mostraría sus notas y se alegraría junto a él? ¿Quién iría a las reuniones de padres para que los alumnos no se burlaran de él por ser huérfano? Ya nada tenía importancia para el pequeño rubio
-¿Por qué llora?-preguntó una voz desconocida que provenía de algún lugar-
El chico se asustó y comenzó a temblar, ¿sería que alguien le quería hacer daño?
-¿Qui...quién está ahí?-
-¿Puedes escucharme?-preguntó la voz con notable sorpresa-
-¿Por qué no podría?-respondió con cierta inquietud- además responde mi pregunta
-Pero yo pregunte primero
De repente un chico de cabellos castaños con toque rosados apareció de la nada delante del rubio. Vestía un lindo kimono blanco con flores de cerezo y tenía una sombrilla de papel con un diseño que combinaba con su vestimenta
-¿Por qué lloras?-volvió a preguntar-
-¿Por qué las personas lloran?-le devolvió la pregunta
-No lo sé, los humanos son tan raros, lloran por tristeza, amor, deseo, ira, ¿cómo crees que pueda saberlo?-giro su cabeza hacia un lado haciéndose ver como un pequeño niño-
-Perdí a una persona que quería mucho, ella murió. Vengo de su funeral y por eso lloró-dijo Jimin, aunque no entendía por qué le contaba eso a un niño extraño y desconocido-
-Ya veo. Que coincidencia-dijo juntando las palmas de sus manos –yo también vengo de un funeral de una amiga muy querida. Sam era su nombre.
-¿conocías a Sam?-realmente a Jimin no le pareció tan extraño esto, ya que en el funeral habían varias personas algo...extrañas, que estaba seguro de nunca haber visto en su vida, y eso que el cuándo no estaba en el colegio estaba en la biblioteca de la señora.
-Vaya, el mundo es un pañuelo. Así que estás triste por Sam-dijo como si estuviera pensando en voz alta-por cierto-hizo una reverencia de noventa grados-mi nombre es Jeon Jungkook, es un placer.
-Jimin, Park Jimin, pero ¿tú no eres Japonés?
-Por qué lo sería, además llevamos ocho minutos hablando en coreano
-Es cierto pero tu ropa, vaya realmente pensé que eras japonés
-Así que tú eres Jimin
-¿Me conoces?
-Se podría decir que sí, pero ates de explicarte cualquier cosa debería comenzar por llevarte a que conozcas un lugar-diciendo esto chasqueo sus dedos y se teletransportaron a una ciudad diferente, con estilo moderno y medieval al mismo tiempo
-¿Qué...qué es este lugar?-preguntó asustado-
-Bienvenido a Epiphany Jimin, la ciudad de los seres inmortales
-¡Cómo!