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Para Llevar por OneMinuteBack

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Estaba ahí por obligación.

Jeremy, su compañero de trabajo, se había estrellado contra un árbol —el muy inútil—, así que a Draco le había tocado hacer su ruta. Él había intentado negociarlo con Amanda, pero la chica parecía tener un mal día, y cualquiera le decía algo.

No era como si tuviera un mínima e ínfima curiosidad porque Potter haya encargado comida dos noches seguidas.

No.

A él le habían obligado a ir, que conste.

Esta vez el número doce de Grimmauld Place era visible a simple vista, al menos para él, así que subió las escaleras, apoyó la escoba a un lado y, con la bolsa de comida en la mano, llamó a la puerta.

Esta vez se escucharon menos golpe que la noche pasada, antes de que Potter abriese la puerta.

— Hola —le saludó en tono alegre. Iba vestido con un pantalón gris esta vez, y con una camiseta del mismo color. Su cabello parecía más ordenado y se había afeitado.

Ahora podía confirmarlo: Potter se drogaba. Tal vez debería vender la exclusiva a El Profeta y sacarse un sobresueldo.

— Su pedido.

— Gracias.

Draco le miró, y arqueó una leja lentamente al ver que el otro cogía la bolsa de papel, pero no se movía de su lugar.

— ¿Vas a pagarme? —cuestionó con un tono impaciente.

— Oh, por supuesto. Puedes pasar si quieres.

Vio cómo se daba la vuelta, golpeando el paragüero como hizo la noche anterior.

Potter debía ser el eslabón perdido que había entre el hombre y el mono.

Esperó hasta que desapareció de su vista, para dar un paso al interior de la casa. Observó todo a su alrededor, como si en cualquier momento algo le fuese a atacar. Se relajó cuando vio que eso no ocurriría.

Desde su posición, apenas podía ver el recibidor de la casa, y aunque este estaba deteriorado, Draco supo nada más mirar a su alrededor que algún día aquella casa había sido imponente. Su mirada viajó hacia las escaleras que podían verse al fondo, las cuales estaban coronadas por cabezas de elfos colgadas en la pared. Aquello le llamó la atención, porque ese detalle significaba que la casa era de una familia sangrepura, y aunque los Potter lo fueran, dudaba mucho que se dedicasen a colgar la cabeza de Dobby por ahí.

Tal vez alguien se estaba haciendo pasar por Potter. A lo mejor estaba frente a uno de esos fans obsesivos que tenía el salvador del mundo mágico. O frente a un criminal. Puede que incluso fuese un nuevo Señor Oscuro. Una que le gustaban las pizzas y las hamburguesas. Pero bueno, los Señores Oscuros también tenían derecho a cenar ¿no?.

— ¿Por qué trabajas en esto?

La voz de Potter detuvo el hilo de sus pensamientos.

Draco lo miró, sin entender el punto de la pregunta.

— ¿Para ganar dinero? —¿Para qué trabajaba la gente, sino?

— Ya, pero no sé... Nunca imaginé que acabarías en un puesto como este.

— Ya.

— Siempre pensé que terminarías en un puesto en el Ministerio o algo así.

¿Por qué no podía callarse y darle el dinero de una vez? No sabía quién le caía peor, si el verdadero Harry Potter, o el sucedáneo que estaba frente a él.

— Intenta buscar trabajo con la Marca Tenebrosa en el brazo y luego me cuentas.

El moreno se quedó callado abruptamente, y sus ojos esmeralda le miraron con algo de asombro.

— Lo siento —dijo.

Sin duda este no era Potter, él nunca le hubiera pedido perdón así por así.

Vio como el otro le tendía la mano, y Draco hizo lo propio para aceptar por fin el pago por la comida. Notó que el tamaño de las monedas no correspondían a sickles, y cuando miró hacia su mano, se encontró con un par de galeones.

— Tienes que darme diez sickles.

— Lo sé.

— Esto son dos galeones —comentó, estúpidamente.

— Puedes quedarte con el cambio.

Durante un segundo, la necesidad de decirle al otro-Potter que no necesitaba su jodida limosna se hizo fuerte dentro de él, pero luego lo reflexionó. Era dinero gratis. Y no es como si las propinas se las quedase él, sino que todos los trabajadores las metían en un bote y luego las repartían entre todos, así que no es como si estuviera aceptando su caridad.

— Como quieras.

Se dio la vuelta, contento de poder salir ya de allí. Cogió su escoba y se dispuso a bajar las escaleras, cuando la voz del moreno le detuvo.

— Me alegro de verte, ¿sabes? —Draco le miró como si le estuviera diciendo que en realidad su madre era Bellatrix Lestrange—. De saber que estás bien, después de todo.

— Ya —murmuró. Estaba empezando a echar de menos el Harry Potter del colegio. Ese daba escalofríos—. Es una pena que no pueda decir lo mismo, pero gracias.

Esperó que el otro respondiese la ofensa, pero para su sorpresa, Potter soltó una carcajada divertida.

Le miró reír, notando lo blancos y parejos que eran sus dientes, la manera en la que las gafas se le resbalaban del puente de la nariz cuando lo hacía, el hecho de que inclinaba la cabeza hacia un lado y se llevaba una mano hacia el flequillo, despeinandolo más si cabía, y cómo sus mejillas se alzaban, haciéndole entrecerrar los ojos.

Y a pesar de todo, tenía una risa bonita.

Draco se obligó a detener sus cavilaciones.

Él no acababa de pensar eso. No de Potter, al menos.

No. Debía ser el cansancio o algo así.

— ¿Estás bien? Pareces un poco pálido.

No le miró. No quería hacerlo. Por el contrario, asió más fuerte su escoba y bajó las escaleras a toda prisa.

Necesitaba huir de allí. De Potter y de sus pensamientos. Pero sobre todo de Potter.

Se subió a su escoba, volando con rapidez. Estaba tan obcecado en alejarse, que no vio el árbol contra el que se estrelló.

 

Notas finales:

¡Ya estoy aquí otra vez!

Primero de todo: gracias a todos por aceptar esta historia con tanta facilidad. Teniendo en cuenta que fue una idea de ultima hora, no sabía si iba a gustar o no, sobretodo porque es algo que no se suele leer, obviamente.

Ay, nuestro pobre Draco está algo perdido jaja

¡Ya sabéis, nos leemos mañana!


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