"¿Quizá ya estoy viejo para esto?" Se cuestionó cansado, para luego pegar una risotada al aire, divertido por su propia ocurrencia.
Pudo ver que se encontraba solo, apartado del bullicio, en uno de los balcones más alejados del salón principal y sintió alivio.
Después de socializar y envolverse en adulaciones y demás conversaciones banales con la socialite y empleados claves de Stark Industries, había decido salir a tomar un poco aire. Respiro hondamente y pudo disfrutar del dulce frescor que le ofrecía el viento suave en su rostro. No supo cómo había llegado ahí, supuso que había huido de la gente, seguramente sintiéndose abrumado. Reconoció que no era algo muy de su estilo, nunca había tenido problemas de fungir atención e interés cuando era conveniente sin embargo no podía pensar en otra razón coherente en ese momento.
"Debería regresar." Pensó confundido por sus propios pensamientos.
Se adentró al recinto a paso seguro, que por supuesto estaba decorado con la opulencia propia de su marca personal, para encontrarse nuevamente con todos los invitados quienes celebraron su regreso a la fiesta y le dedicaron una mirada atenta a la que respondió con una sonrisa típica de su repertorio, segura y arrogante pero no menos encantadora. Mujeres y hombres se acercaron hacia a él dispuestos a entablar conversaciones que, si bien consideraba ligeras y poco interesantes, correspondía con ameno sarcasmo e ingenio.
Ese era el, Tony Stark, y estaba en su elemento. Era la atracción de todos y todas, así es como debía ser.
Divertido con la atención recibida, se dejó coquetear sin vergüenza por dos hermosas mujeres que no tardaron en colgársele, con cierto recato vale resaltar, de ambos brazos, dispuestas a colmarlo de halagos, que sonaban repetitivos a sus oídos. Les sonrió sin darle mayor atención a ese último pensamiento.
Algo no estaba bien. Algo faltaba. Algo.
− Pepper. − Soltó al divisar a la pelirroja a lo lejos, cerca de la pista de baile.
Se disculpó con sus acompañantes y sin voltear a verlas se dirigió a su encuentro. Al acercarse pudo verla vestida con un hermoso vestido azul que se le hacía familiar. El vestido, que era escotado en la espalda, le regalaba una visión coqueta de sus tiernas pecas. Sintió una nostalgia inevitable, que no pudo explicar, para variar.
En cuanto llegó hasta ella, antes de que colocara su mano en su hombro, esta volteó y le recibió con su sonrisa de siempre. Quizá también le había estado buscando y sintió su presencia.
− Pepper... − Comenzó, inusitadamente nervioso. ¿Por qué sentía que le debía una disculpa? ¿Por qué de su boca querían escapar palabras de perdón y suplica? -Yo...
Pepper estaba, en definitiva, no al tanto de su situación.
− ¡Tony! ¿Dónde estabas? − Exclamó la pelirroja con toda la naturalidad del mundo. ¡Te estuve buscando durante toda la reunión!
− ... ¿Cómo? − Trató de preguntar más pronto fue arrastrado hacia la pista de baile y se vio envuelto en un mar de trajes y vestidos elegantes. Potts le tomó suave pero firme y le acerco hacia ella para balancearse lentamente al ritmo de una balada que la banda había empezado a tocar.
Decidió no hacerse más preguntas, dejarse llevar y fue por un instante sencillo: Pepper le sonreía feliz, no había rastro de incomodidad o tristeza en ella, sin embargo no podía quitarse esa maldita y extraña sensación que parecía crecer y crecer al verla a los ojos. Su rostro, ese delicado rostro salpicado de pecas y mirada azul, radiante, solo podía evocarle una añoranza que no podía entender y a la que decidió no darle más vueltas.
− No sé por qué siento que no te veo desde hace meses. − Comentó sin mayor intención, ya relajado.
− En realidad hace mucho que no nos vemos, Tony. − Respondió ella sin mayor interés.
Tony parpadeo. "¿Como?"
− Creo que no te sigo Pepper. − Ella sonrió nuevamente, de la forma en la que solo ella podía sonreírle y Tony pudo distinguir una risita nerviosa, contenida en sus labios.
-Oh, ¿no lo sabes?
− ¿De qué hablas? − Cuestionó alzando una ceja. Pepper le dirigió una mirada que podría haber descrito como enigmática (tenía que reconocer que cuando quería podía ser un misterio)
Le vio negar con la cabeza, en una mezcla de ternura y resignación.
− Ah, por cierto, él ya está aquí. − Informó ella casual, señalando detrás de él en dirección hacia la barra de libre. Sin girarse del todo, diviso a quién ser refería Pepper, sentado de espaldas. Era alto, fornido, de hombros anchos. Por el uniforme que llevaba y esa cabellera rubia bien peinada Tony no tardo en deducir que se trataba de Steve.
-Rogers. - Murmuro ido, sin dejar de mirarle. "¿Qué hace él aquí?" - No recuerdo haberle invitado.
En realidad no recordaba nada de este día. Se sentía molesto, irritado.
− No lo hiciste. − Respondió su acompañante relajada a lo que él frunció el ceño. − ¿Por qué no vas a preguntarle por ti mismo?
Aún sumergido en la confusión, asintió para acercarse al barra y avanzo entre la multitud, hasta llegar hasta ese inesperado invitado.
-Rogers. − Le llamo al casi llegar a su lado. Él, que al parecer no había llegado a escucharle se levantó de la silla y se alejó caminado pausadamente, como si no hubiese notado su existencia en lo más mínimo.
"Tienes que estar bromeando." pensó más cabreado que antes.
-Ey, Capitán. - Volvió a llamar detrás de él y al no ver respuesta decidió avanzar en su dirección. Le vio sortear su camino y abrirse paso entre la gente e intento de nuevo sin alzar la voz para evitar llamar la atención de los presentes, no obstante, suficientemente fuerte como para que este escuchara, sin embargo Steve no volteo y continuó caminando hacia la salida de la sala de recepciones.
"Será cabron..." Casi susurro entre dientes y en cuanto le pudo alcanzar le tomo del brazo con violencia contenida.
− ¡Eh, Rogers! − le grito sin poder contenerse, obligándolo a virar hacia él.
Lo que vio le hizo quedarse en silencio. Estupefacto, desconoció en el rostro del Capitán. Esa cara perfecta que rebosaba de juventud y sobriedad al mismo tiempo, no estaba más.
− Rogers... Tú... − las palabras no pudieron salir y el agarre en el brazo del otro se fue volviendo débil. Era Steve, si, pero su apariencia era distinta. Su rostro poblado por una abundante, espesa barba; su cabello rubio largo, ligeramente descuidado, y sus ojos azules, acompañados de unas ojeras pronunciadas, le daban un aspecto oscuro.
− Hola Tony. − Saludo este finalmente en un suspiro, curvando sus labios en un remedo de sonrisa. − Es bueno verte nuevamente.
Mierda. Ese "es bueno verte" fue como una patada en la boca del estómago.
− Sí, sí. ¿Qué es haces aquí? − Apuró Tony, inquieto por su propio comportamiento, deseoso de tener una explicación a aquella situación incontrolable y que le hacía sentir desorientado: de repente estaba en una fiesta a la que no recordaba haber llegado en primer lugar, luego Pepper se comportaba de forma rara y entonces Steve aparecía de Dios sabe dónde, para luego huir sin razón aparente. Dio un respigo en cuanto sintió la mano de Steve, endurecida seguramente en batalla pero suave al tacto, acariciando su mejilla.
Quiso alejarse inmediatamente. Su cuerpo, inmovilizado ante aquella supuesta caricia, lo impidió.
Levantó los ojos hacía él, con el firme propósito de fulminarle con la mirada. Lo que se encontró le desarmó por completo: sus ojos, insoportablemente azules, tan azules que podían sacarle de quicio, ya le miraban con esa intensidad que tenía planeada, más en ellos no habían rabia, ni enojo, ni nada que pudo haberse imaginado para ese momento. Solo había tristeza y desolación, sentimientos que no tardaron en atravesarle.
− Tampoco lo sé. −Confesó el rubio, sin dejar de mirarle. No alejaba la mano que descansaba en su mejilla.
Tony negó en su interior, entendiendo aún menos que antes. − ¿Qué quieres decir? − Cuestiono de nuevo con evidente molestia. Odiaba, por sobre todas las cosas, no entender nada. Odiaba aún más verse inmovilizado por tan poco.
Steve entreabrió los labios y espero una respuesta más fueron interrumpidos por el sonido de una alarma que, estridente, hizo eco por todo el lugar. El rubio suspiró, aparentemente decepcionado. − Tengo que irme. − Informó en voz baja, alejándose lentamente y finalizando lo que podía haberse concebido como una caricia. − Lo lamento.
Tony, aún absorto en el roce, se tomó la mejilla que lentamente perdía el calor brindado y se sintió invadido por una ráfaga de cólera, frustración pura.
No pensaba dejar que las cosas quedaran así.
Resolvió seguirle y corrió hacia a él, ya sin importante la multitud que lo acompañaba. Necesitaba explicaciones, respuestas, palabras, algo. Algo.
− ¡Espera, Rogers!
"Algo, maldita sea, ¡Dime algo con un demonio!" Pero Steve no volvió a verle ni una sola vez y la distancia entre ellos, a pesar de lo recorrido, no parecía acortarse.
¿Desde cuándo los pasillos de ese piso eran tan largos?
Todo esto era tan irreal...
− ¡Steve! − Grito ya sin aliento, sin tener mejores resultados.
Igual de mareado como si hubiese ingerido alcohol y sin poder hacer más que verle partir, fue invadido por una sensación de vértigo que no tardo en instalarse en su vientre y pecho, inundándole, arrastrándole a un abismo conocido y obligándole a cerrar los ojos.
"Steve." Fue lo último que retumbó en su cabeza y el nombre hizo el mismo eco que una gota en agua serena.
Pronto, todo se volvía oscuridad.
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