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The Calling por hanneko

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I

Se encontraba de pie a las afueras de lo que suponía que era uno de los tantos complejos de Wakanda. Sólo y sin nada más que hacer que esperar, se había quedado absorto en el paisaje que los grandes ventanales del edificio le ofrecían. Wakanda, salvaje y vasta se extendía ante sus ojos, dándole una tranquilidad inusitada, por lo que no había podido evitar abandonarse en sus pensamientos.

 

— Capitán. — Le llamó T'Challa, sacándole de su ensoñación. Al escuchar el llamado, volteo para encontrarse con el moreno.

— Su Majestad. — Correspondió en una suave reverencia, para tenderle la mano en un firme saludo.

— Por favor, solo T'Challa.—Indicó el moreno.

— Solo si dejas de llamarme Capitán. — Se permitió sonreír con franqueza.

— De acuerdo, de acuerdo, Steve. —Concedió el otro con camaradería. Con una señal tácita le pidió que le siguiera y así lo hizo.

 

Ambos se adentraron en la habitación contigua. El lugar, provisto de máquinas de avanzada tecnología, se veía inmaculado, impoluto. En el centro, dentro de algo que podría describir como una cápsula, reposaba Bucky, quien aún se hallaba sumido en un sueño profundo desde que habían llegado buscando asilo.

 

Cerca ubico a Shuri, la joven genio responsable del área y hermana del Rey en compañía de otros colaboradores del centro. Al divisarle no tardo en acercarse a él y saludarle con jovialidad.

 

—Buenos días, princesa. ¿Alguna novedad? — Steve fue cortés, pero directo.

La sonrisa de la princesa se desvaneció lentamente. — El proceso es complicado, Capitán. Estamos trabajando en ello aún. Pero...

—¿Pero?

—Dependerá también de él.

Steve frunció el ceño, sin entender.

 

— Al parecer, no está respondiendo a los estímulos, es extraño... Es como si no quisiese despertar del sueño inducido. Creemos que James, o más bien, su inconsciente desea continuar en estado de reposo. — Shuri hizo una pausa antes de continuar. —Indefinidamente.

 

Steve tragó, sentía la garganta seca. —Entiendo. —Soltó sin poder disimular un deje de decepción en su voz. Ambos hermanos se miraron entre sí, sabían que no tenían palabras de aliento que ofrecer.

 

—Te daremos unos momentos. — Concedió entonces Tchalla, para salir seguido de Shuri y compañía.

 

Ya solo, se acercó a la capsula que contenía a su amigo para mirarle con detenimiento. Su rostro, normalmente adusto en el enfrentamiento, se encontraba relajado, en un estado de reposo que sólo podía darle una profunda ensoñación.

 

Se preguntó el porqué de las palabras de Shuri más no lo culpaba. No culpaba a Bucky por, inconscientemente o no, querer quedarse en ese estado. Su mente traicionera, de tanto en tanto ultimadamente, le susurraba desde adentro los mismos deseos.

 

Supuso que tal vez, y sólo tal vez, era lo mejor para su amigo y decidió una vez más respetar su decisión de someterse.

 

— Volveré después. — Susurró en despedida tocando el vidrio a la altura de su frente, esperando que de alguna manera u otra, pudiese escucharle. —Hermano.

 

 

II

El sonido de un golpe seco retumbó una vez más en el salón de entrenamiento, haciendo eco.

 

Una, dos, tres veces más, sus puños golpearon el séptimo saco de boxeo utilizado en la última hora de su estancia allí, sin embargo continuaba sin poder apaciguar aun el remolino que era su cabeza.

 

Incontables veces golpeó, golpeó y remató de manera tan bestial que el saco salió volando hacia otro extremo. El contenido pronto se deslizó en el suelo formando un montículo de arena y fue ahí cuando se detuvo, agitado. Alzó sus manos a la altura de sus ojos y las miro con reparo: enfundadas en vendas, con apenas unos rasguños, estaban prácticamente ilesas. Ningún rastro de violencia alguna existía gracias al suero del supersoldado.

 

Comprendió nuevamente lo que había entendido desde siempre: No importaba cuantas veces golpeara o cuantos sacos destruyera: sus manos siempre estarían intactas. Sabía que no era correcto pero quería herirse, lastimarse, hacerse daño de alguna forma, necesitaba sentir algo que no fuese lo de siempre, que era nada en general. Algo en forma de ardiente herida que le distrajese de sí mismo, un dolor equiparable al de su sufrimiento, ese que se había encargado de esconder de los más.

 

Podría haber continuado con el sacrilegio hacia los sacos como normalmente hacia pero esta vez eligió algo contrario a su costumbre: se tiró en el piso exhausto y ahí, recostado en el suelo frío de madera, con la camiseta húmeda por el sudor, pegada a su torso, pensó en lo que ahora era su rutina: pensó en el gimnasio al que acudía asiduamente con el propósito firme de calmar sus ansias; pensó en Bucky y en sus visitas recurrentes a Shuri en compañía de Tchalla, que en su mayoría resultaban infructuosas y solo servían para apaciguar su culpa, para sentir que aún podía hacer algo por quién consideraba su hermano, sin mucho éxito. Pensó en Sam, que por su causa había sido arrastrado hacia el exilio y en Natasha, que se había vuelto cercana a él y a quién también lamentaba haber puesto en aquella situación. Y también, por supuesto, pensó en Tony Stark.

 

Y esa era la parte de su rutina a la que no quería llegar: pensar en Stark representaba un suplicio constante para su mente y ánimo.

 

La relación con Tony no había sido sencilla, en lo absoluto. Desde que se conocieron por primera vez gracias a la iniciativa "Avengers", intuyó que las cosas en definitiva no serían miel sobre hojuelas, con sólo mirarlo lo supo. Y es que Stark era, desde la apariencia, todo lo contrario a él: de estatura baja, con un cuerpo más pequeño en comparación al de los otros varones en la equipo pero de contextura definida. Él, por su parte, era casi tan alto como el mismo Thor, de gran musculatura y porte. Asimismo, su piel blanca y cabellos rubios recortados y engominados contrastaban con la melena castaña de Stark, estilizada siempre en un corte moderno a juego con su piel bronceada.

 

Podrían también mencionarse las personalidades distintas que los acompañaban, los ideales y las experiencias de vida y aun así no habría necesidad de realizar mayores comparaciones porque Tony Stark era un hombre que sin esfuerzo resaltaba por sobre los demás: con un físico atrayente, una mente privilegiada y una actitud arrasadora, él siempre brillaba con luz propia.

 

Sí, era un hombre atractivo en todo sentido pero en igual magnitud, insoportable.

 

Y es que con Tony nada había sido sencillo pero no por eso la experiencia había sido menos satisfactoria. A lo largo de la convivencia habían aprendido a conocerse y a respetarse (al principio a regañadientes incluso por su parte, debía admitirlo). Al final pudo ver más allá de la fachada que el millonario se esmeraba en mantener y mostrar al mundo, lo que descubrió no lo decepciono: Tony era un hombre de armas tomar, un héroe sacrificado y un ser humano diferente a cualquier otro que hubiese conocido.

Sí, tenía que admitir que había llegado a desarrollar sentimientos de afinidad importantes hacia el hijo de Howard, sentimientos encontrados que aún no se atrevía a definir aún y es que con el genio todo era complicado: a veces se admiraba gratamente ante su genialidad, otras no podía evitar sentir irritación ante su ego colosal.

 

Tony provocaba en él un cúmulo de pensamientos, emociones tan confusas y algo le decía que esto era mutuo. Porque, entre todas esas disputas, intercambios de opiniones y bromas, encontraban entendimiento. En varias ocasiones, para su propia sorpresa, se encontró así mismo buscando una, al menos una sola ligera provocación por parte del genio para iniciar esa dinámica a la cual ya se había acostumbrado sin proponérselo, tan solo para sentir esa conexión inexplicable pero necesaria que como una chispa le encendía y le llenaba de vida.

 

Y sí, aceptaba que era una dinámica complicada, seguramente poco sostenible en el tiempo pero si Stark parecía estar bien con eso, para él también estaría bien.

 

Hasta que no lo estuvo más.

 

Entonces, después de la aparición de Bucky, todo pareció trastornarse hasta un punto trágico. Pronto sus discordancias con respecto a los acuerdos reforzaron sus diferencias, haciéndolas irreconciliables y finalmente, su imprudente discreción con respecto a la muerte de sus padres terminó por hacer añicos cualquier posibilidad de reconciliación. Le destrozó el corazón, lo sabía con certeza y esa era una consecuencia que aún lamentaba y que no podía ni podría perdonarse.

 

En soledad, aún podía recordar esa expresiva mirada de color chocolate, enmarcada en pestañas pobladas, normalmente altiva y orgullosa, oscurecida por la furia y la decepción.

 

Desilusionado y dolido, el genio no escatimó en luchar de igual a igual, a lo que no tuvo más remedio que corresponder a su ira.

 

Aquel día, en el fuego de la pelea, desconoció a Stark y más aun así mismo. En los ojos del castaño, en los que tantas veces se vio reflejado, no pudo verse más. Tony estaba nublado por el dolor y después de su omisión, no pudo hacer otra cosa más que elegir finalmente a su amigo de toda la vida. Porque era lo correcto, porque era lo correcto... ¿Verdad?

 

No había vuelta atrás, lo entendía pero eso no quería decir que todo fuese menos doloroso.

 

Habían pasado ya meses pero aún el recuerdo de sus acciones se instalaba en su mente a diario, torturándole y haciendo peso en su pecho y garganta. A veces, cuando cerraba los ojos, la mirada de Stark, contrariado por la traición, le atormenta con culpa y encogía su corazón. Ahora, desligado de sus obligaciones como Capitán, relegado a un asilo político, abstraído en su rutina, renegaba en su soledad.

 

¿Cómo estaría?

¿Necesitaría de su apoyo?

¿Necesitaría de él?

¿Habría si quiera considerado el perdonarle?, se preguntaba de tanto en tanto.

 

Del bolsillo del pantalón holgado que llevaba, sacó el pequeño teléfono, gemelo del que le había hecho llegar a Stark. Busco el único número registrado en la agenda e inconsciente, acaricio con sus dedos la pequeña pantalla.

 

"Si tan solo... ", pensó pero ni en su mente pudo completar el pensamiento. Pensar que estaban tan cerca y tan lejos, a solo una llamada de distancia, le hacía estremecer.

 

De repente el pequeño aparato empezó a vibrar entre sus dedos. Nervioso e inexperto en su uso pensó que quizá en su torpeza había presionado un botón que no debía pero no, al parecer el celular vibraba por su propia cuenta al recibir una llamada entrante.

 

En la pequeña pantalla pudo ver la su procedencia: era Tony.

 

Se levantó casi de un brinco y sin dudarlo contestó. — ¿Hola?. — En el fondo pudo distinguir una leve respiración, acompasada, casi inaudible pero ninguna respuesta real. — ¿Hola? ¿Stark? — Insistió, nuevamente pero solo obtuvo silencio. Un sudor frío recorrió su nuca y una leve inquietud se instauro en su mente, imaginándose la peor de las situaciones: ¿podría ser que Tony estuviese en aprietos?

 

Porque solo por esa razón podría haberle llamado, porque no podría haber ninguna otra, se dijo asimismo, tratando de minimizar cualquier rastro de emoción que le causaba la sola posibilidad.

 

Necesitaba mantenerse sereno.

 

—¿Hola?— Llamó de nuevo pero no logró oír respuesta alguna del otro lado.— ¿...Tony? — Dijo entonces, llamándole por su nombre por primera vez en mucho tiempo, ese nombre había estado atorado en su garganta y decirla fue liberador mas, de repente, la llamada se cortó abruptamente, sin darle la oportunidad de decir algo más.

 

Se quedó quieto por unos instantes, consternado. Rápidamente, devolvió la llamada y esperó ansioso tras cada timbre pero casi de inmediato fue direccionado a la casilla de voz. No dudo en insistir una y otra vez, casi desesperado. Tony debía responderle, tenía que. Frustrado, su puño se cerró fuertemente alrededor del aparato, teniendo que controlarse para no quebrarlo con su fuerza sobrenatural.

 

Tan absorto estaba que no pudo escuchar detrás de él unos pasos que se acercaban.

 

—Wow, Cap, esto es un desastre. — Dijo Sam al ingresar, viendo toda la arena regada por el suelo. Steve, que se encontraba de espaldas no reaccionó a su presencia. —¿Pasa algo? —Preguntó lo más casual posible, pero no tuvo respuesta. — ¿Cap...?

 

El rubio se viro hacia él. Pudo ver que tenía los ojos perdidos y en su mano sostenía algo que, pequeño, se escondía en su puño apretado. —Ese celular...¿No es el mismo que él le diste a Stark?

 

Cuando por fin Steve pudo mirarle a la cara, Sam vio el conflicto en el Capitán tan latente como hace algunos meses desde el incidente. Como si por su rostro no hubiese pasado el tiempo.

 

— Es Stark. —Dejó caer en un susurro y Sam entorno los ojos en entendimiento.

— Pensé que nunca llamaría. — Comentó, algo incrédulo, lo que hizo a Steve suspirar sin poder ocultar su tristeza.

— Pero lo hizo. Creo que está en problemas.

El moreno le miro con cierto recelo, cruzándose de brazos, como resistiéndose aún a la idea pues le parecía ciertamente improbable. Examinó con escrutinio a su amigo y compañero y oh, demonios, ya sabía lo que venía a continuación.

— Por esa mirada, creo saber por dónde vas y desde ya te digo que no es buena idea. — Soltó Falcon en un tono que hizo a Steve fruncir el ceño.

— ¿Qué quieres decir?

— Oh, vamos, Cap. Sabes tan bien como yo que Stark no nos necesita. Es perfectamente capaz de cuidarse solo. — Puntualizó el moreno con seriedad lo que acentuó aún más el ceño del Capitán pero así como vino el enojo llegó el abatimiento.

Le vio caminar lentamente a su alrededor, tratando de ordenar sus ideas.

— Lo sé. — Admitió derrotado pero aún así pensando en cómo tratar de justificarse pero no se le ocurrían palabras coherentes.

— No es prudente, Cap. — Replicó Sam. —En este momento no podemos movernos de aquí, no es seguro para nadie, ni siquiera para ti. —Trató de mediar pero Steve negó con la cabeza, sabiéndose incapaz de hacerle entender lo que pasaba en su mente en ese momento.

— Sea lo que sea, yo le prometí que estaría ahí. Le prometí que estaríamos ahí si nos necesitaba, si me necesitaba...- Susurró, casi para sí mismo ante un apenado Falcón, que notó como ojos del Capitán se oscurecían.

 

El moreno colocó suavemente una mano en el hombro del más alto, en señal de empatía. Era desolador ver a su líder, camarada y héroe favorito tan fuera de su papel y de esa estoica apariencia que parecía tener siempre, sin importar las desavenencias.

 

— Escucha, Steve...— Comenzó, sin perder la serenidad. — No sé qué problemas realmente tengas con Stark, sé que hay algo más allá de todo esto, de los acuerdos y todo lo demás, no trates de negármelo. — El rubio solo pudo dirigirle una mirada dura e inescrutable, la que le hizo sentir un escalofrió que en otras circunstancias podría haberle hecho pegar un salto hacia atrás pues sabía que estaba tocando una vena sensible en el Capitán. Estaba pisando terreno que ni siquiera el mismo Steve se había atrevido a explorar pero era necesario dar a conocer su punto de vista. —Tranquilo, eso no es de mi incumbencia y no planeo ir más allá pero debo insistir: Salir de Wakanda es peligroso ahora, somos criminales y si decides irte de aquí para ir detrás de Stark no solo terminarías exponiéndote a ti, sino también a nosotros.

 

La cara de Steve nuevamente se endureció. No tardo en retirar la mano ajena en su hombro, rechazando el contacto. Aun si era Sam, le molestaba que cuestionarán la lealtad de Tony.

 

— ¿Qué estas insinuando? — Cuestionó, con su frente fruncida pero aquella expresión amenazante que, aunque podía haber desencajado al moreno, no basto para amedrentarlo, incluso aunque viniese de su admirado Capitán pero solo opto por suspirar rendido pues no quería confrontaciones.

— Solo estoy diciendo que no podemos estar seguros de nada, ¿Quién puede asegurar que Stark no está planeando nuestra captura?

— Si Tony quisiera atraparnos ya lo hubiese hecho, Sam. — Susurró el rubio, afilando los ojos peligrosamente. — Y no pienso darle la espalda ahora. — Finalizó con firmeza para dirigirse a paso seguro hacía la salida.

El moreno, preocupado, quiso seguirle pero de inmediato supo que era inútil, reconociendo esa voluntad inquebrantable.

—¿Estás seguro de esto, Cap?— Se apresuró a preguntar de todas formas desde su posición.

Después de una honda inspiración, Steve volteo para verle, con una sonrisa rota en sus labios. — Esta vez pienso tomar toda la responsabilidad. — Declaró solemne para salir del lugar sin mirar atrás.

 

Notas finales:

Hola, guap@s

Si llegaste hasta aquí, gracias por leer (y disculpa por los errorres ortográficos, que seguro los hay). Solo puedo decir que este capítulo fue uff, difícil, no me decidía a publicarlo pero ya está aquí. Sé que la trama es algo cliché pero digamos que esta historia es como un capricho culposo.

Si te gusto o si tienes alguna sugerencia, házmela sabe con un comentario... o también puedes seguir siendo un fantasmón :V

¡Hasta la próxima!


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