Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I find peace in your violence. por Ulala

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Mi cuerpo se tensó por completo, agarré mi muñeca con fuerza para controlar los espasmos que se producían en contra de mi voluntad. Intenté respirar pausadamente y nada funcionó. Pasos detrás mío. Apreté el jarrón de vidrio que estaba frente a mí. Toma el tallo, sólo córtalo; ten cuidado de no lastimar la flor: él no está ahí. Ignóralo.





—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlos?—mi compañera habló con cordialidad



 

Tragué saliva. No me había visto, todo estaba bien. Con suerte no me reconocería. Puedo salir corriendo por la puerta alegando una urgencia. Irme rápido, sin importar nada más. ¿Qué tan patético tengo que ser para estar planteándome éste tipo de cosas? Mordí mis labios. Sólo pregunta algo y vete, maldición.




—Hola —ella habló. No conocía su voz—, quería ver arreglos florales para una boda.

 

 

 

—¡Claro! No sé qué están buscando específicamente, pero mi compañero es el experto en esa sección —habló fuerte, quería que la escuchara. Lo sé.

 

 

 

Pero cállate. Sólo cállate. No cuentes conmigo, no estoy aquí, no me llames, no quiero verlo. Sentí náuseas. El jarrón hizo un estruendo al caer y logró lo único que quería evitar: llamar la atención. Las miradas en mi nuca.



 

—¡Ey! ¿estás bien? —no, Annie. Al contrario, estoy en la mierda.



 

—Sí, sólo se resbaló —no me giré. Quizá reconoció mi voz. Daba igual a éste punto.



 

Y cuando lo hice, lo vi. Nathan, al lado de una mujer rubia mucho más baja que él. Nathan, quien en un principio pareció no reconocerme. Nathan, quien tragó saliva al hacerlo.

 

 

 

Ahí estábamos, creyéndonos los únicos en la habitación, a dos metros de distancia; sintiendo cómo todo se volvía a quebrar. Abrí la boca, no dije nada. Él dio un paso hacia adelante, ella lo observó. Atinó a estirar su brazo hacia mí y se frenó bruscamente.




—¿Noah? —musitó. Su voz… la había olvidado por completo.





—Hey, ¿cómo has estado? —le sonreí. Sólo sé casual: alguien que no ves hace mucho tiempo, sin demasiada historia. Maldición. ¿Por qué diablos tuviste que venir aquí, justo aquí; a ver mi estúpido rostro miserable? Vete. ¡Vete, idiota! Déjame solo, como todos los demás. Quédate con aquellos recuerdos que tuvimos.



No me mires ahora.

 

 

—Bien, bien… —nos miramos por varios segundos en silencio—. ¿Y tú? ¿cómo has estado? —se sobresaltó—. Discúlpame. Ella es mi prometida, Nat. Él es Noah mi… —no sabía cómo presentarme ¿mi…?



 

—Un viejo conocido del instituto —le sonreí a ella. Espabila, maldición—. Gusto en conocerte, Nat. Espero que podamos llegar a un arreglo que sea de tu agrado —me devolvió la sonrisa—. Daré lo mejor de mí para eso.

 

 

 

Cordial. Amable. Simpático.

No demuestres que estás roto.

Sólo necesito esforzarme más.

 

 

En cada instante su mirada color miel estaba sobre mí. No lo disimulaba ni siquiera un poco y las ganas de golpearlo crecían más y más.



 

—En mi opinión personal, creo que las rosas son hermosas, sí. Pero quizá algo como esto —le extendí una fotografía—. La peonia. Tienen un aspecto aterciopelado y delicado, quedarían excelente con la decoración de la boda. Claro que depende de cuáles sean tus gustos —concéntrate, Noah. Estás trabajando. Nathan no las miraba. De vez en cuando dirigía una mirada perdida hacia la ventana, para nuevamente concentrarse en mí. ¿Qué diablos te sucede, maldición?

 

 

 

Un maldito beso, es todo lo que había ocurrido. Un final abierto. Te fuiste, yo te dejé ir. Éramos amigos que tenían curiosidad. Sí. Eso es todo lo que había ocurrido. Nada más. Algo inocente, estúpido, que nunca más pronuncié con nadie. Y estoy seguro que tú tampoco. Nat observaba atenta, sin percatarse de absolutamente nada.




“Entonces me quedaré contigo”

 

 

 

—Es verdad, son realmente… —no la escuché.



“¿Qué te parece si vamos juntos?”

 

 

Levanté la vista y lo miré. Sus ojos brillan como el oro. ¿Lo olvidaste, Nathan? Fue insignificante de todas formas. Nunca dijimos la palabra gustar. ¿Qué es lo que estás pensando? ¿qué es esa expresión en tu rostro? ¿te disgusta lo que hemos hecho ahora que estás comprometido?



 

“¿Quieres probar conmigo?”

 

Tragué saliva.



 

—Sí, así es —si no sabes qué dice tu cliente, sólo afirma.



Basta. Maldición. Basta.



 

Sólo hablamos Nat y yo. Él no dijo una palabra en los treinta minutos que miramos los catálogos. Tengo curiosidad, Nathan, dime: ¿sigues siendo el mismo de hace cinco años? ¿será que sonríes con la misma alegría contagiosa? ¿será que sigues riendo a carcajadas cuando eres un descarado? Dime, Nathan.

 

 

 

Sólo respiré nuevamente cuando los vi atravesar la puerta. Me dejé caer sobre una silla, escondí mi rostro entre mis brazos. Me agotó tanto. Lo peor de todo, irónicamente; es que ella pareció conforme con el servicio y dispuesta a contratarlo. ¿Eso significaba que volvería a verlo? Náh. Probablemente no. Parecía aburrido. Y mejor, porque no quiero volver a ver su maldito rostro.



 

A las ocho de la noche abrí la puerta de casa. Escuché la ducha y suspiré. Dejé las bolsas encima de la mesa pesadamente y a los pocos minutos de sentarme en el sillón, escuché la puerta del baño abrirse.



 

—¿Qué tal tu día?

 

 

Horrible. Mi día fue una mierda.

 

 

—Bien, no hubo mucha gente hoy —sonreí levemente —, tú estás en casa temprano hoy ¿sucedió algo? —lo observé de perfil.

 

 

Vi su espalda marcada, mientras tomaba agua frente a la nevera. Recientemente había recuperado su masa muscular. Durante toda la rehabilitación, no era más que un saco de huesos. Prendí la televisión.





—Me dolía un poco la cabeza, así que volví antes —se dirigió a la mesa—. ¿Qué compraste?

 

 

—Pollo frito, ¿está bien? —asintió.



 

Se sentó a mi lado. Incómodo. Todo lo que respectaba a Jason lo era. No sabíamos cómo comunicarnos después de todo lo que había pasado; así que simplemente recurríamos a los monosílabos. “Hola” “Bien” “¿Quieres comer?” “Buenas noches” Comimos en silencio, la televisión sonaba de fondo. Un mes. Treinta días en la misma situación.

 

 

—Voy a comprar cigarillos.

 

 

—Okay.

 

 

—¿Quieres algo?

 

 

—No.

 

 

—Ya regreso.

 

 

La puerta se cerró. Respiré.

 

 

No había vuelto a golpearme desde hacía tiempo. Eso significaba que todo debería estar bien ahora. Sin embargo, algo muy parecido a la infelicidad me recorría. ¿Yo no sería capaz de estar con alguien más que Jason? ¿debía aceptar, aquella idea romántica del amor; donde sólo existe una pareja durante toda la vida? Que a pesar de las dificultades, que a pesar de las discusiones, siempre estaríamos juntos.

 

 

Estoy seguro que amé a Jason. No dudo eso por un segundo. Las incógnitas que crecen en mi interior, son si ese sentimiento sigue vivo allí, en alguna parte. Lo conozco, lo aprecio, me alegra que esté mejor, pero eso no es todo… no. Sólo han pasado meses. ¿Quién asegura que no volverá a hacerlo? ¿quién asegura que no volverá a drogarse, en aquellos ataques de abstinencia que tiene? Nadie. Incluso ahora, puede estar haciéndolo.

 

 

Quiero saber, si sus traumas justifican lo que hizo.

Si acaso, algún día, sólo por un segundo, seré capaz de perdonarlo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).