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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 10:

VATICINIO

 

No hay ventaja alguna en conocer lo futuro. Al contrario, es doloroso atormentarse sin provecho.

(Cicerón)

 

 

 

—¡Capitana, estamos avistando tierra!

El grito de Connie, procedente desde la cofa donde hacía de vigía, se perdió ligeramente debido al fuerte viento sureste que soplaba a última hora de la tarde; aun así, todos quienes se hallaban trabajando en la cubierta pudieron oírlo fuerte y claro, compartiendo de inmediato diversa sonrisas y gritos de júbilo ante la noticia del inminente desembarco que dispersó todo el cansancio con el que cargaban.

Dos días atrás, y por primera vez en su larga travesía, se había desatado un vendaval de aguas agitadas que los tuvo trabajando sin descanso durante días y noches para mantener la nave a flote y en ruta, por lo que tanto Farlan como él experimentaron directamente lo que era la dura subsistencia en mar abierto; aquella mañana, no obstante, nada más despuntar el alba, los vientos habían amainado, volviendo a ser favorables y permitiéndoles un viaje apacible. Finalmente, se dijo Levi observando el mar interminable ante sus ojos, habían llegado a Fuerte Slava, la ciudad costera ubicada en la zona oriente del reino de Marley; el primer paso en su odisea para recuperar la joya que Erwin tanto deseaba.

La pronta llegada a tierra firme produjo una auténtica revolución dentro de la balandra, haciendo que todos los chicos de la tripulación recuperaran las perdidas energías y se afanaran en sus labores, prácticamente corriendo de un lado a otro de la nave mientras se gritaban órdenes.

—Fiuuu… —silbó Farlan contemplando el ajetreo a su alrededor. Sentado a su lado en un rincón cerca de la proa, se dedicaba con afán en remendar las velas que les quedaban—. Parece que finalmente las cosas se pondrán interesantes para nosotros, viejo amigo.

—¿Qué? ¿Tan desesperado estás por pisar tierra que incluso te alegra saber que pondrás tu culo en peligro al intentar robarle a un rey? —le preguntó él burlón. La azul mirada de su amigo, un poco apagada durante esas semanas de viaje, se llenó de su habitual malicia.

—Ni que lo digas. Por lo menos en tierra no tengo la necesidad de estar vomitando las tripas cada dos por tres —admitió este, meneando la rubia cabeza—. Este viaje ha sido una verdadera mierda. Cuando vuelva a ver al malnacido de Smith…

—¡Hey, Farlan, ven a echarme una mano! —llamó Erd a su amigo, interrumpiendo sin saberlo con su llamativa presencia la perorata de este contra su «admirado» comandante—. Tenemos que empacar las cosas para el desembarco.

Debido al sol sin tregua que habían tenido que soportar durante esas semanas de viaje, el rubio cabello de ambos hombres se había aclarado aún más, sobre todo el de su compañero; aun así, Levi notó que mientras Farlan parecía todavía un poco macilento debido a la vida en alta mar, el alto y corpulento hombre de Smith lucía radiante, mucho más bronceado y relajado con sus prendas anchas y cómodas que embutido en aquel condenado uniforme de la Guardia Real. Ciertamente, Erd había nacido para estar a bordo de un barco.

—Estoy ocupado —señaló Farlan con desgana, enseñándole el rasgón en el que trabajaba y el cual se hallaba terriblemente mal cosido—, pídele a Auruo que te ayude. Ese idiota no hace nada en todo el día aparte de quejarse.

—Por eso mismo estoy pidiendo tu ayuda. Llevo soportándolo desde esta mañana y temo arrojarlo por la borda si no me libro aunque sea por un rato de él y sus quejas. Vamos. —Riendo, Erd jaló uno de los brazos de su amigo para ponerlo de pie y abrazarlo luego por los hombros, a pesar de las protestas de este. Quitándole la vela que aún tenía entre las manos, el hombre de Smith la tendió hacia él que lo observó arqueando una de sus negras cejas—. ¿Te importa si lo tomo prestado un momento, Levi?

Durante un instante, él estuvo tentado de decirle al otro que sí que le importaba. Farlan no era solo su amigo, sino que también su familia y compañero de fechorías, por lo cual ambos tenían mucho de lo que hablar sobre esa nueva parte del viaje, que estaban a punto de enfrentar, y lo que harían una vez llegasen a Liberio; pero, curiosamente, no pudo hacerlo. A pesar de las mil protestas de este sobre lo mucho que le desagradaban los hombres de Smith, la relación de Farlan con Erd no era mala. Levi aún no lograba descifrar del todo si ambos eran amigos o no, pero conocía lo suficientemente bien a Farlan para darse cuenta de lo mucho que este bajaba la guardia en presencia del otro hombre, permitiéndole una cercanía a la que ellos no estaban acostumbrados por el peligroso estilo de vida que solían llevar.

—Tch, para nada. Ya estamos acabando aquí. Además, su trabajo es una mierda —respondió de modo indiferente, aceptando la vela que el otro le tendía.

—¡Oye, Levi! —protestó su amigo, pero Erd lo aprisionó del cuello con su fuerte brazo y lo hizo callar.

—Perfecto entonces. Te lo devolveré pronto —prometió, guiñándole un ojo. Tras sujetar el brazo del indignado Farlan, el joven guardia lo sacó a rastras de allí para dirigirse rumbo a los camarotes mientras su amigo gruñía su rabia.

Unos veinte minutos después, tras acabar su trabajo y sintiendo que debería ayudar en algo más, se acercó a Hange que en ese momento se encargaba de la dirección del timón en la proa. Con el largo cabello castaño sujeto en una coleta floja y una negra y suelta túnica sobre sus calzas, también negras, esta tarareaba felizmente una tonadilla de taberna mientras contemplaba el horizonte.

—Oi, si quieres me encargo un rato de esto —se ofreció Levi, posando una mano sobre el timón—. ¿No sé supone que como capitana tienes cosas importantes que hacer?

Para su sorpresa, esta dejó escapar una de sus estruendosas carcajadas y estiró su mano para palmear afectuosamente su cabeza, ante lo que Levi dejó escapar un peligroso gruñido.

—No te tomes tantas libertades, enano. Que te haya enseñado a llevar mi nave para saciar esa incontrolable sed de conocimientos que tienes es una cosa, pero pasaran años antes de que te permita estar al mando de mi bebé. Si quieres ocupar este puesto, debes hacer méritos. O matarme —señaló esta con una burla que rayaba en el desafío—. ¿Y por qué esa cara de amargado? ¿Estás molesto porque Erd se ha quedado con tu chico?

Al ver la forma en que esta lo observaba, burlesca y pícara al mismo tiempo, Levi tuvo unos abrumadores deseos de agarrarla del cuello y tirarla al agua, pero se contuvo. En aquellas semanas de viaje, Hange y él se habían convertido más o menos en algo cercano a amigos. Aun sabía muy poco de los motivos de esa misteriosa mujer para meterse en aquella odisea de locura, pero había aprendido que si algo era Hange Zoë, era alguien brutalmente honesta, a pesar de ser una pirata. Los códigos que ella manejaba eran estrictos, aunque no fuesen siempre los correctos; no muy diferentes a los que Farlan y él mismo tenían, motivo por el cual ambos encajaron de inmediato en ese lugar. Resultaba un poco irónico, pero aquel viaje había sido como regresar momentáneamente a casa.

—Tch, que te jodan, cuatro ojos de mierda —masculló Levi irritado, lo que hizo que aquella demente sonriera aún más.

—Oh, eso estaría bien; pero como vez, aquí no hay muchas posibilidades a menos que desees ofrecerte como voluntario. A la mayoría los he terminado de criar —respondió esta, señalando con un gesto de su barbilla a los jóvenes miembros de su tripulación que seguían afanados en su trabajo—. Además, solo son dos —le recordó, golpeando con su largo dedo moreno su ojo parchado.

Él volvió a chasquear la lengua, pero antes de poder replicar nada, uno de los miembros del navío llegó junto a ellos e interrumpió su conversación.

—Capitana, el maestre Moblit me ha pedido que le diga que navegue durante la próxima hora a barlovento para disminuir la velocidad del Titán. Él cree que lo mejor será que el desembarco ocurra cuando el sol ya esté cayendo y sea más difícil el ser notados al entrar en la cala. ¿Necesita que la releve hasta que entremos a los bajíos?

Sonriendo amablemente a Bertholdt, el alto y tímido chico que estaba a cargo de la navegación del Titán junto a ella y Moblit, Hange negó con un gesto que hizo revolotear en el viento su larga coleta castaña.

—Gracias, Berth, pero no será necesario. Solo avisa a Jean de que se encargue de todo lo necesario para el desembarco. Hemos ganado dos días gracias al buen viento, pero seguimos con desventaja al plan original del comandante Smith debido a nuestro desvío hacia el oriente, así que deberemos prescindir de los días de descanso en tierra y ponernos en marcha mañana mismo, tras dormir un poco esta noche.

—Como usted ordene —le dijo el chico. Tras una ligera inclinación de cabeza para ambos, se dio la media vuelta y partió en busca de sus compañeros para transmitir las indicaciones de la mujer.

Observando a este pensativamente mientras se marchaba, Levi le dijo a Hange:

—No puedo creer que un chico como él trabaje a tus órdenes. No encaja para nada en este tipo de vida.

—Y por eso mismo resulta tan útil. Bertholdt es uno de mis mejores espías a la hora de recabar información cada vez que llegamos a puerto —respondió la capitana con total alegría—. Berth es educado y tímido, el tipo de muchacho que hace bajar la guardia a todos en su presencia ya que parece más adecuado para una vida tranquila y erudita en la ciudad que en alta mar, siendo un pirata.

—Y entonces, ¿cómo es que acabó aquí?

—Porque Annie y Reiner están aquí, así que él se mantiene fiel a ellos.

Curioso por aquella extraña respuesta, Levi volvió a clavar su gris mirada en aquella mujer.

—¿Y no te molesta que su lealtad sea hacia sus amigos y no hacia tu causa?

Hange negó de inmediato, mirándolo a su vez.

—Para nada, de hecho es mejor así, ya que tengo la completa seguridad de que mientras cumpla con mi parte del trato, él jamás me traicionará. —Tamborileando sus dedos sobre el timón, esta oteó al horizonte nuevamente antes de volverse a verle—. Cuando los conocí en Marley, hace unos cuantos años atrás, solo eran un trio de mocosos huérfanos y hambrientos que estaban a punto de morir. Annie no tenía más que diez años y Reiner solo once, así que era Bertholdt, que acababa de cumplir los trece, quien se ocupaba de ellos dos robando lo que podía y escondiéndolos. Por aquel entonces mi vida era algo diferente a lo que es ahora, pero aun así no pude ignorarlos, menos aún al enterarme de su historia. Cuando tras hablarlo con Moblit le ofrecí a Berth que se unieran a mi tripulación, este aceptó de inmediato, con la única condición de que pasara lo que pasase, siempre me encargaría que Annie y Reiner estuviesen a salvo y no debieran cumplir con su condena.

Las cejas de Levi se arquearon con sorpresa al oír aquello.

—¿Condena? ¿De muerte? —inquirió con incredulidad. Hange asintió muy seria—. ¿A pesar de ser solo unos mocosos?

—Sí, los tres estaban condenados a la horca a pesar de ser solo unos niños. Sus padres fueron ejecutados como traidores a la Corona de Marley, por lo tanto ellos debían tener el mismo destino; ya sabes: eliminar el mal de raíz para evitar los rebrotes. Sin embargo, Berth fue más listo y los salvó, escapando con ellos dos y ocultándolos lo mejor que pudo hasta que los encontré. —Volviendo a clavar su único ojo en él, Hange sonrió de medio lado—. Estás disgustado.

Sorprendido al saberse descubierto a pesar de ser alguien que se enorgullecía de tener un total control de sus emociones, Levi chasqueó la lengua y observó la infinita extensión del océano frente a sus ojos.

—No sé si sea exactamente disgusto lo que siento, solo que… es una mierda —reconoció—. En Paradis la vida en los barrios bajos es mala. El dinero escasea y uno debe arreglárselas como sea: robando, prostituyéndose, incluso matando de ser necesario; pero quien carga la culpa es quien paga. Justicia, ya sea buena o mala. Marley, por el contrario, parece un sitio cruel.

—Lo es. Sin ninguna duda lo es —le dijo Hange con expresión extrañamente seria—. Es un reino próspero e infinitamente injusto, cimentando su gloria en una pila de sangre y huesos. —Una triste sonrisa asomó a sus labios al mirarle—. Con esto no quiero decir que Paradis sea mejor, el reinado de los Reiss está en decadencia y han dejado a su pueblo caer en la miseria mientras la aristocracia prospera a costa de ellos; pero al menos aún tengo esperanzas de que las cosas cambien en un futuro. Marley, sin embargo, tan solo está maldito. Tantos siglos de daño no pueden solo limpiarse con un nuevo rey o un nuevo régimen, sería necesario destruir ese reino a cenizas antes de poder verlo renacer.

Las palabras de Hange, extrañamente, encendieron dentro suyo ansiedad y miedo, así como también la desagradable sensación de haber oído estas mismas mucho tiempo antes, en otros labios y en otras circunstancias muy diferentes. Aun así, y a pesar de rebuscar en su memoria, Levi no fue capaz de recordar, haciéndole preguntarse si aquel inusitado déjà vu tendría algo que ver con los misteriosos y extraños sueños que lo habían atormentado desde el comienzo de su viaje, los cuales lo instaban a buscar a su desconocido visitante nocturno para prestarle ayuda.

Eren.

Al pensar en este, una nueva preocupación se instauró como una dolorosa roca dentro de su pecho, haciéndole difícil el respirar. Hacía semanas que no soñaba con el chico, exactamente desde aquel último sueño compartido donde Eren le pareció tan herido y desesperanzado, tanto que Levi solo pudo prometerle que lo encontraría. Durante todos los días siguientes, secretamente, él había esperado que este volviese a visitarlo, pero no había sido así. ¿Aquella repentina ausencia se debía a que el mocoso no se encontraba bien o a otro motivo? ¿El haberse enfrentado a aquella desconcertante presencia que parecía habitar dentro de este habría roto ese extraño vínculo entre ellos?

Levi estaba lleno de preguntas para las que no tenía respuesta, las cuales solo parecían aumentar a medida que los días pasaban y Marley se convertía en un lugar más real. Por supuesto, eso no había evitado que aquellos malditos ojos verdes siguieran apareciendo en sus sueños para volverlos inquietos; pero no era lo mismo, se dijo. Eren tan solo había dejado de visitarlo y él no podía dejar de darle vueltas al porqué de aquella ausencia.

Los pesados pasos que hicieron crujir la madera de la cubierta, lo obligaron a salir de sus cavilaciones, volviendo el rostro justo a tiempo para ver a Jean que se dirigía hacia donde ellos se encontraban.

El alto chico, vestido con oscuras calzas marrones bajo las botas altas y una holgada camisa blanca que se hinchaba con la brisa, parecía preocupado, por lo cual sus delgadas cejas se fruncían notoriamente.

—Capitana —demandó al llegar a su lado—, Sasha insiste en que quiere cambiar los planes. Dice que debemos partir hoy mismo hacia Liberio, sobre la medianoche.

En aquella oportunidad, fueron las cejas de Hange las que se fruncieron.

—¡Pero si ni siquiera tendrán tiempo de descansar!

—Eso mismo le he dicho —expuso el joven contramaestre—, pero ella insiste en que tiene un presentimiento. Uno malo.

Sin comprender nada de aquella conversación de locura, Levi miró de uno a otro, intentando descubrir algo, pero tanto Jean como Hange habían vuelto a guardar silencio, el cual solo resultaba roto por el parloteo incansable del resto de la tripulación y el mar agitado bajo ellos.

La maldición que dejó escapar Hange, completamente discordante con su forma de ser, lo sorprendió, pero no así a Jean que se mantuvo imperturbable.

—Dile a Sasha que está bien; puede tomar las decisiones que considere pertinentes para el viaje a Liberio. Avisa al grupo del comandante Smith sobre el cambio de planes, así como también a Connie. Sería bueno que en cuanto acaben con los preparativos para el desembarco, intenten descansar un poco. Esta será una noche larga.

Viendo al otro alejarse y reunirse con Gunther, que le salió al camino, Levi, intrigado por lo que acababa de suceder, se apresuró a preguntar a Hange:

—¿Qué mierda es lo que acaba de ocurrir? ¿Qué es eso del «presentimiento» de Sasha y todo ese jodido cambio de planes?

Luciendo tan preocupada como minutos antes, Hange inspiró honda y pesadamente.

—Significa que ella no es nuestra mejor rastreadora por nada, Levi. Significa que si ella dice que en el viaje tendrán problemas porque tiene un presentimiento, entonces lo mejor será que te prepares, porque de seguro se convertirá en un infierno. Sasha es… diferente. —Tras un nuevo suspiro de agotamiento, esta le dijo con tono desapasionado—. Arregla tus cosas y ve a descansar todo lo que puedas antes del desembarco. Una vez que emprendan la marcha hacia la capital, temo que no podrán hacerlo mucho.

Minutos más tarde, de regreso en el camarote que compartía con el resto de su grupo, Levi ignoró con maestría el intento de Farlan por incluirlo en la discusión que mantenía con Auruo mientras Erd intentaba calmarlos, y se apresuró a guardar sus pocas pertenencias personales en su morral.

Una vez acabó con aquella tarea, informó a los otros tres de lo ocurrido y trepó a su litera, cubriéndose con las mantas en cuanto estos se lanzaron fuera del camarote para ir a corroborar sus palabras.

A pesar de cerrar los ojos y profundizar su respiración en un intento de caer presa del sueño, Levi no pudo dejar de pensar en todo lo que acababa de oír de boca de Hange.

Un reino maldito y una premonición de desgracia. Una joya de leyenda y un chico de ojos verdes que lo visitaba en sueños; todas ellas preocupaciones diferentes y discordantes, y que, sin embargo, parecían convergir siempre en el mismo punto: Marley.

Definitivamente, tal y como Erd les había advertido, aquel reino era muchas cosas, menos un feliz lugar de cuento.

Antes de que el sueño finalmente lo venciera, Levi no pudo evitar preguntarse cuanta sangre tendrían que dejar Farlan y él en ese maldito reino para costear su escape y posterior regreso a Paradis. Su regreso a Isabel.

Temía que el precio fuese mucho más alto de lo que pensaban.

 

——o——

 

Al recibir una nueva palmada en el trasero, una dolorosa nueva palmada, Isabel apretó los dientes y fulminó con la mirada a Carly, quien la contemplaba con igual enojo.

—¿Qué demonios entiendes por pararte derecha, mocosa? ¡Deja de encorvar la espalda de una vez!

Furiosa, Isabel arrojó el libro que tenía sobre la cabeza a un rincón de la bonita sala y se sentó en suelo cubierto por una mullida alfombra tejida en diversos tonos de azul. Al contemplar el embrollo de pálida tela rosa que se formó a su alrededor con la falda de su vestido, se sintió un poco culpable al recordar lo mucho que solía costarle a Nifa quitar luego las arrugas; pero al contemplar la indignación de la otra mujer a causa de su «nula educación», Izzi acalló su conciencia y se regocijó en silencio por su pequeño triunfo.

—¡Me importa una mierda caminar derecha! ¡Estoy harta de que me golpees y me golpees, y me regañes y me regañes! ¡No quiero verte más, bruja!

Para su sorpresa, Carly la agarró de una oreja y la obligó a ponerse de pie, algo que fue fácil debido a su altura, bastante superior a la de ella, y la fuerza despiadada de sus delgados dedos.

—¿Y crees que yo quiero estar aquí contigo? Si no fuera porque Erwin me lo pidió, y a que me está pagando bien por «educarte», ni siquiera me tomaría la molestia. Eres como un pequeño animal —le espetó esta, frunciendo sus rojos labios con desagrado al verla sobarse la oreja lastimada—. Ahora, recoge el libro y sigue caminando. No te dejaré moverte de aquí hasta que lo hagas bien, Isabel.

Dando una patada de pura frustración en el alfombrado suelo, hizo lo que Carly le ordenó y continuó con aquella farsa de aprendizaje. Avanzando con lo que supuso era un paso calmado y digno de un lado a otro de la estancia, Izzi controló lo mejor posible su mal carácter, prometiéndose a sí misma que una vez Farlan y Levi la rescataran de allí, haría pagar a esa maldita bruja por todas sus humillaciones.

Contemplando sin ver las tapizadas paredes cargadas de retratos familiares que siempre la observaban seria y reprobatoriamente, Isabel pensó que en verdad era una terrible suerte el que fuera ahora Carly quien estuviese a cargo de darle clases de tutoría y modales; algo que ni siquiera en sus peores pesadillas imaginó que podría sucederle.

Semanas atrás, luego de la ajetreada noche en la que esta se presentó en casa del comandante con noticias importantes, Erwin había dado órdenes estrictas para que la mujer se quedase temporalmente viviendo con ellos, ya que debido a su papel de espía, Carly se vio en la obligación de cerrar el Gato Azul y darse a la fuga para evitar ser asesinada.

Temiendo que alguien pudiese filtrar información sobre el paradero de la dueña del burdel, Erwin pidió a Rico Brzenska suspender momentáneamente sus funciones como institutriz, aduciendo como excusa la mala salud de Isabel. Por supuesto, tras aquella mentira, su educación pasó a quedar por completo en manos de Carly y su vida se volvió aún más limitada que antes, permitiéndole solo tener contacto con los habitantes de la casa y pudiendo salir a pasear solo cuando el comandante era quien la acompañaba.

Lo cierto era que en un principio, Izzi se había indignado bastante ante la idea de que fuera aquella mujerzuela quien se quedara a cargo de enseñarle, principalmente porque resultaba evidente que lo único que Carly sabía en la vida era sobre cómo ser una zorra; pero, luego de despotricar frente a Erwin hasta que se cansó, este le explicó, muy tranquila y educadamente, que aquella estúpida mujer no siempre había sido la dueña del Gato Azul, sino que, mucho antes de eso, había sido la única hija de una importante y adinerada familia de Stohess, quienes vieron perdida toda su fortuna tras la mala administración del padre. Este, decidido a pagar parte de sus deudas y salvar así el pescuezo, no encontró nada mejor que vender a su única hija a un costoso burdel.

Aquel tipo de historias no eran ajenas a Isabel, para nada. Los suburbios estaban llenos de gente de todo tipo, cada cual más desafortunado que el otro, pero por lo menos saber aquello había bastado para que aceptara, a regañadientes, que la otra mujer intentara enseñarle. Sorprendentemente, cuatro semanas habían bastado para que comprendiese que Carly Stratmann era mucho mejor que ella fingiendo ser una dama, tal vez porque en el pasado realmente había sido una. Cada vez que hacía o decía algo que la otra le enseñaba, Izzi se percataba de la enorme e insalvable diferencia de habilidad entre ambas y se sentía furiosa.

Cuando su conteo de pasos se había perdido por completo en su agotado y aburrido cerebro, Isabel finalmente sintió aligerarse el peso del libro que oprimía su coronilla; no obstante, antes de poder siquiera alegrarse por ello, recibió un suave golpe sobre esta.

Carly, con sus castaños ojos llenos de malicia y una burlona sonrisa carmín, le dijo con monotonía:

—Suficiente por hoy. Al final no lo has hecho tan mal, golfilla; aunque tantos años viviendo como una bestezuela te han dejado una postura pésima. Aun así, creo que Erwin estará satisfecho con tu avance.

—Como si me importara —masculló ella, intentando acomodar con furia la falda de su tonto vestido, la cual una vez más había acabado enredada entre sus piernas.

—Debería importarte, ya que es él quien te mantiene bien alimentada y protegida, en vez de haberte dejado encarcelada a tu suerte en las mazmorras.

—Gracias a ti —le recordó Izzi con desprecio—. Si no hubiera sido porque nos traicionaste, la «amabilidad» de Erwin Smith no habría sido necesaria.

Una nueva sonrisa cargada de maldad apareció en los labios de la mujer, quien, con toda gracia, tomó uno de los rizados mechones castaño rojizo que escapaban del elaborado recogido en el que sujetaba su cabello y jugueteó con él entre sus dedos.

—Sí, gracias a mí —reconoció Carly sin la menor vergüenza o muestra de arrepentimiento—. Tus hermanos me agradan bastante, Isabel. Son buenos chicos y de los pocos tipos decentes que viven en los suburbios; sin embargo, mi lealtad está y estará siempre con Erwin, así que sin rencores, ¿está bien? En mi lugar, si hubiese sido por Farlan o por Levi, tú habrías hecho exactamente lo mismo.

A pesar de odiar el hecho de tener que darle la razón, Isabel no pudo replicar nada ante la afirmación de Carly, porque esta era completamente cierta.

En los suburbios la vida siempre había sido así, se recordó: confiando muy poco y temiendo siempre que alguien más te apuñalase por la espalda al más mínimo descuido. Ella conocía aquella vida mejor que nadie y la aceptaba, pero cuando fue su familia la afectada, cuando el sufrimiento resultó ser el propio, Izzi solo pudo rebelarse contra ese despiadado mundo y sus normas establecidas.

—¡Oh, por Dios, déjame a mí! ¡¿Pero qué desastre has hecho, mocosa?! —la regañó Carly, dándole una palmada en sus manos torpes y ayudándole a atar bien el ridículo lazo blanco de su vestido que acababa de enredarse en un nudo ciego—. ¿Y por qué no te has recogido el cabello? Una señorita jamás debe andar con un aspecto tan impresentable.

Isabel bufó con fastidio.

—¿Será porque no soy una señorita? —preguntó con sorna. La otra mujer la miró con reproche.

—Pues claro que no lo eres, ¡pero finge serlo! —Una vez desató la cinta, Carly la ajustó con tanta fuerza a su cintura que Isabel sintió se quedaba momentáneamente sin aire—. En esta vida casi todo el mundo finge, Isabel; son muy pocas las personas a las que podemos enseñarles nuestra verdadera cara. Si debes ser una dama, actúas como una y te lo crees. Si debes ser una puta, pues abres las piernas y sonríes aunque por dentro te mueras del asco. Nuestra inteligencia y nuestra capacidad de adaptación son armas, mocosa; armas poderosas, sobre todo si eres mujer en este mundo injusto. Nunca lo olvides.

Un poco sorprendida por aquellas palabras, Isabel guardó silencio, permitiendo que Carly le recogiese el cabello en un par de trenzas que luego sujetó a su cabeza en un moño con dedos hábiles.

Una vez terminó con su arreglo, la mujer comenzó a poner orden en la sala, devolviendo el par de libros que había sacado al estante que hacía de biblioteca y cerrando con cuidado la tapa del piano que había estado tocando mientras vigilaba sus avances.

—Carly, ¿qué es lo que realmente pretende ganar el comandante con todo esto? —preguntó Izzi a esta mientras se dejaba caer sentada en el elegante sofá de brocado gris y se descalzaba, estirando sus adoloridos pies cubiertos por blancas medias hacia el fuego de la chimenea—. Desde que llegaste a darle la noticia de que sus planes se habían complicado, Erwin parece preocupado.

Retocándose con esmero el cabello recogido frente al enorme espejo labrado que estaba junto a la entrada de la estancia, Carly frunció los labios al oírla y volvió su castaña mirada en su dirección.

—Nada que una golfilla deba saber.

Al oír su respuesta, toda la simpatía que Izzi había sentido por ella minutos atrás se esfumó de golpe.

—Pues bien, te recuerdo que es esta golfilla la que está metida por completo en este asunto porque es su familia la que está corriendo peligro al trabajar para ese endemoniado hombre —protestó sulfurada—. Erwin Smith es terco y se niega a decirme nada, por más que se lo he pedido, así que exijo lo hagas tú, Carly.

A pesar de saber que aquella discusión quedaría en nada, como el resto de las otras veces que la habían tenido, Isabel no se amilanó. Llevaba semanas intentando averiguar un poco más sobre lo sucedido aquella noche, principalmente porque desde que Farlan y Levi habían zarpado rumbo a Marley, ya no contaba con noticias de ellos y estaba asustada. Por primera vez temía que las cosas no resultaran tan bien como había esperado en un comienzo.

¿Qué ocurriría si algo le pasaba a sus hermanos y ella volvía a quedarse sola?

—Carly no dirá nada, porque yo mismo le he pedido que no lo haga, Isabel. Por favor, no la pongas en una situación difícil. —Al oír la potente voz del rubio hombre que acababa de entrar a la habitación, ambas se volvieron de inmediato a verlo. Este, luego de asentir una vez en su dirección, les sonrió con su habitual educación—. Buenas tardes, señoritas.

—¡Erwin, hoy has regresado temprano! —exclamó Carly, suavizando su gesto adusto y cambiándolo por una encantadora y dulce sonrisa.

Al ver aquello, Isabel fingió que vomitaba, con tan mala suerte que fue sorprendida de improviso por el comandante, quien alzó una de sus gruesas cejas y le sonrió veladamente.

—Sí. He acabado pronto con mis deberes —señaló, devolviendo una amable sonrisa a esta que pareció resplandecer de felicidad. Acercándose de un par de zancadas hacia donde Isabel estaba sentada, le tendió un paquete perfectamente envuelto en papel de estraza—. Para ti, golfilla. Nifa me informó anoche de que tus materiales se estaban terminando —le dijo Erwin, posando luego una mano sobre su pelirroja cabeza—. Por cierto, no creo que sea adecuado que una señorita se refiera de ese modo de sí misma.

Izzi bufó con fastidio.

—Como si alguien realmente creyese que soy una «señorita». Carly se encarga de recordarme cada día lo lejos que estoy de conseguirlo, ¿verdad? —le preguntó a esta con una sonrisa por completo falsa, edulcorada e inocente.

—Solo señalo lo evidente —respondió Carly ignorándola pronto, más concentrada en lucir tan hermosa como siempre en su sencillo y recatado vestido azul. Al levantar nuevamente su endulzada mirada hacia Erwin, le preguntó a este—: ¿Has tenido noticias?

—Algunas —respondió el comandante.

Preparándose para que una vez más este le pidiera, amablemente, que se retirase a descansar a su habitación o fuera a entretenerse con Nifa, Izzi se apoltronó con gesto huraño en el sofá y apretó fuertemente contra su pecho sus nuevos materiales de dibujo. Estaba dispuesta a poner al menos un poco de lucha antes de que la echaran de allí, a pesar de saber que sería un esfuerzo tonto e inútil. Estaba cansada de tener que ver la satisfacción pintada en el rostro de Carly cada vez que ella era despedida como una niña pequeña para que esta y Erwin pudiesen hablar con tranquilidad de sus cosas de «adultos».

Debido a las semanas que llevaban conviviendo todos juntos, Isabel había comenzado a sospechar que los sentimientos de la otra mujer hacia el comandante eran más que solo admiración. Cada vez que Erwin estaba en casa, Carly cambiaba completamente, estando lejos de ser la estricta tutora que ella debía soportar casi todo el día y mucho menos la desvergonzada dueña de un burdel. Junto a Erwin, esta se comportaba como… la dama que Isabel supuso era antes de lo ocurrido con su padre: vistiendo recatadamente, hablando y riendo de manera educada y fingiendo ser una perfecta compañía de la que al parecer Erwin disfrutaba.

Cuando habló sobre aquello con Nifa, para saber su opinión al respecto, esta le había dicho que seguramente el enamoramiento de Carly se debía en parte a la gratitud que sentía por Erwin, ya que a pesar de lo que se había visto obligada a convertirse, este jamás dejó de tratarla con un enorme respeto. Si los sentimientos de Erwin por Carly iban también más allá de una simple amabilidad, era difícil saberlo, ya que aquel hombre era un experto en mantener sus emociones bajo control.

La idea de esos dos juntos como pareja le resultaba tan rara, se dijo Izzi. A pesar de no comprender el porqué, sentía que en el fondo no le gustaba del todo.

Al sentir el peso de una mirada sobre ella, Isabel levantó los ojos y se encontró con que el joven comandante la estaba observando. Frunciendo el ceño, lo miró combativa; sin embargo, y para su sorpresa, este no solo no le pidió que se marchara, sino que tomó asiento a su lado en el sofá y le sonrió.

—¿Qué tal han avanzado tus clases con Carly, Isabel?

Algo confundida por aquella pregunta, ella se encogió de hombros.

—Según ella, no muy bien —respondió con sinceridad, ante lo que los ojos de Erwin buscaron de inmediato a la aludida.

—¿Carly?

—Pasable —admitió esta de mala gana con un lánguido gesto de su blanca mano—. Quizá podría pasar por una damita pueblerina que ha venido a la ciudad para pulirse con mucho, muchísimo esfuerzo.

Erwin asintió con un gesto de su rubia cabeza y sonrió, pareciendo increíblemente satisfecho.

—En ese caso, entonces está decidido. La próxima semana se llevará a cabo una pequeña fiesta en casa del general Zackly. A esta asistirán muchos miembros de la nobleza, así como algunos cuantos de la Guardia Real y el círculo más allegado al rey Rod, por lo que será el momento preciso para poner en marcha nuestro plan. —Tomando una de sus manos con suavidad, Erwin la miró con aquellos inteligentes ojos azules, llenos de una extraña intensidad que le hizo contener la respiración, y le dijo—: Ahora, tendré que pedir tu ayuda, Isabel. Necesito que me acompañes a esa fiesta, finjas ser mi protegida y reúnas información para mí.

 

——o——

 

Sentado en el frío suelo de mármol del balcón de su habitación, Eren, abrazando sus rodillas y apoyando su cabeza sobre ellas para intentar mantener algo más de calor, contempló la noche que se abría infinita ante sus ojos. A pesar de que el invierno ya se había hecho notar en todo su esplendor blanco y gélido desde hacía semanas, el cielo esa noche estaba inusualmente despejado. Un inabarcable manto oscuro sin una luna existente y repleto de estrelladas constelaciones que contaban su historia a cada trazo.

Mirando aquel cielo, dejó escapar un lánguido suspiro y pensó en lo mucho que le gustaría ser como aquellas estrellas distantes: alejado de todo dolor y sin preocupaciones ni expectativas sobre sus hombros. Ardiendo con fuerza hasta extinguirse y convertirse en brillante polvo.

Tal vez algún día…

Sintiéndose inquieto al notar el ligero aroma metálico de la sangre que todavía impregnaba su verde túnica, pensó en como ya había transcurrido casi un mes desde que el rey Willy supo de su despertar como la Joya. Casi cuatro semanas desde la revelación de su secreto. Cuatro largas semanas en las que su vida se había convertido en un constante cautiverio lleno de exigencias.

Durante los primeros días, aun dominado por el miedo, Eren había creído que si obedecía a todo lo que le pedían, si era un buen chico, sus medidas de restricción se aflojarían lo suficiente para al menos permitirle ver a sus amigos y saber que estos se encontraban bien; pero no había sido así. El rey Willy, decidido a resguardarlo, había ordenado una custodia estrecha, tanto así que solo él y Zeke podían verle. Y por más que Eren se había esforzado en usar sus poderes para complacerlos, estos no cedían ni un poco a sus peticiones y súplicas; casi como si él no fuese nada más que un objeto sin derecho alguno, ¿y acaso no lo era?

Sonriendo con sorna hacia sí mismo a pesar del enorme agotamiento físico y mental que notaba, pensó en lo mucho que había sufrido durante aquel último mes. Cada día, su primer pensamiento al despertar, era sobre como estarían Armin y Mikasa, temiendo constantemente que sus amigos hubiesen sido alejados del palacio, o peor aún, hubieran recibido un castigo por su causa.

Cada día Eren se obligaba a «esperar», tal como Armin le había pedido que hiciera la última vez que se vieron; pero era tan difícil… Él solo deseaba luchar y rebelarse; rebelarse contra su hermano, que disfrutaba torturándolo en su cruel ignorancia, y luchar contra aquel maldito monarca que solo sabía provocar sufrimiento.

Sí, durante todo ese mes Eren había sufrido y aguantado, soportando en silencio tanto las humillaciones como los castigos a los que lo sometían y mostrando una obediencia y sumisión que no sentía en absoluto, mientras mantenía sus poderes bajo un control latente hasta que llegase el momento de permitirles desatarse.

Y ese día, se dijo apretando entre sus dedos el pequeño trozo de papel que tenía entre sus dedos, finalmente estaba cerca. Una pequeña nota, astutamente escondida dentro del pan de su cena para que nadie pudiese detectarla, bastó para detonar su dormido espíritu; y aquel «siete», escrito con la meticulosa y pulcra letra de Armin, había vuelto a calmar la tormenta de su interior y a encender el fuego de su determinación. Solo faltaba una semana y podrían escapar de allí.

Poniéndose finalmente de pie, Eren inspiró profundo y se llenó los pulmones del aroma de los jazmines de invierno que repletaban el jardín. Apoyando sus manos sobre la fría barandilla, una vez más contempló el cielo cargado con sus trazos luminosos y se repitió que podría hacerlo. Estaba seguro de que, a pesar de la separación forzosa, sus amigos habían estado trabajando duramente aquellos días para cumplir sus sueños y conseguir su tan anhelada libertad, así que ahora era su turno de poner en marcha aquel plan.

Sin cerrar la ventana a pesar del frío que se colaba en la estancia, se acercó hasta la chimenea y echó un poco más de leña para avivar el fuego. Tomando la daga de su madre, caliente al estar en contacto directo con la piel de su cintura, la desenfundó y pasó el filo de esta por la palma abierta de su mano izquierda, dejando que la sangre brotara y cayera como ríos sobre las llamas, las cuales crepitaron violentamente al contacto de esta.

—Háblenme. Canten para mí —ordenó a las llamas, ya no con la inseguridad que siempre experimentaba los primeros días tras su despertar, sino con la completa certeza de que estas lo obedecerían—. Enséñenme los caminos que señala mi destino.

Cuando el chisporroteo de las brasas dio paso a ligeros susurros y estos posteriormente se convirtieron en voces, Eren cerró los ojos lentamente, vaciando su mente de todo pensamiento innecesario, y oyó con atención lo que estas le decían.

La oscuridad tras sus párpados se hizo de pronto absoluta, y al abrir los ojos comprobó que el hogar de la chimenea estaba por completo apagado, como si tras vaticinar para él, el mismo fuego se hubiese extinguido. Irónicamente, en ese momento Eren se sentía bullir por dentro, como si lava corriese por sus venas y una fragua anidase en su corazón.

Un arma, ¿eh?, pensó mirando sus morenas manos con apatía, casi como si no le pertenecieran.

Él era guerra.

Soltando una carcajada carente de humor que resonó tétrica en la completa oscuridad de la estancia, Eren, sintiéndose profundamente desdichado con su propia vida, se metió en la cama sin siquiera desnudarse. Arrebujado entre las pesadas colchas, cerró los ojos y relajó su respiración, inspirando y expirando de manera pausada y constante, permitiendo que su mente alterada y confusa se llenase con aquella extraña tonada y desechara cualquier pensamiento intrascendente.

A pesar de haber estado en aquel lugar ya unas cuantas veces, el primer paso de la consciencia hacia el mundo onírico lo asustó un poco. Todo allí resultaba inexplicablemente vacío, pero al mismo tiempo repleto, lleno de ínfimos hilos traslúcidos y vibrantes que se entrelazaban complejamente unos con otros, casi como la vida misma. Hilos que lo llamaban y le hablaban acerca de sus historias, de sus sueños, los cuales podría conocer con tan solo permitir a sus dedos tocarlos para encontrar su camino.

Sin embargo, tal y como esperaba, entre todas aquellas hebras hubo una en especial que llamó su atención. Plateada y brillante, esta resplandecía como la fría luna de invierno contra el oscuro firmamento, y, tan solo al rozarla con sus dedos, Eren supo con plena certeza a quien pertenecía, ya que su corazón no pudo evitar agitarse dentro de su pecho.

Durante un instante la tentación lo invadió, pidiéndole a gritos que buscase a aquel hombre en sus sueños. Hacía mucho que no hablaba con él debido a la enorme presión a la que lo sometía diariamente el rey, pero, tras lo ocurrido esa noche, Eren necesitaba con desesperación ánimos y consuelo; sin embargo, ¿qué le diría a este? ¿Acaso solo lo buscaría para obtener una vez más su lástima?

Una parte de él, la más orgullosa, se negaba a ello, porque aquel desconocido ya le había ayudado bastante. Si aquel hombre realmente iba en su búsqueda, como había prometido hacer, entonces al menos deseaba ser de cierta ayuda y conservar algo de su machacada dignidad. Aun así, al sentir todo el peso de aquel doloroso agotamiento que lo abrumaba, al saberse ahogado por aquella desesperación que lo hería y destruía a cada segundo un poquito más de lo que él era, Eren no pudo soportarlo más. Estaba tan cansado…

Tomando una determinación, o tal vez simplemente siguiendo su instinto, sus dedos se enredaron sutilmente en aquel plateado hilo de luna y lo sintió estremecer bajo su toque. Una vez más cerró los ojos y permitió que fuese su inconsciente quien lo guiase, por lo que antes de que su respiración dejara ir una nueva exhalación, se encontró con que el blanco espacio a su alrededor había cambiado para tornarse en oscuridad nocturna, y que en vez del complejo entramado de translúcidos hilos que tejían sus sueños, ahora frente suyo se encontraba el misterioso hombre que lo había acompañado en alguno de ellos.

Contemplando con curiosidad aquel entorno que lo rodeaba, Eren dejó que su vista vagara por el ennegrecido bosque que se divisaba a la distancia y se recortaba como una siniestra mancha oscura contra el cielo nocturno y los escarpados roqueríos que lo circundaban. Al oír el inconfundible sonido del mar a sus espaldas, volvió el rostro para ver como este lamía con suavidad la orilla de la playa cuando el oleaje iba a morir en esta, pero lo que en realidad llamó su atención, fue la hermosa y esbelta embarcación que se mecía grácilmente sobre la superficie del océano, casi como si estuviese siendo arrullada por una canción de cuna.

Al no haber luna que iluminase el cielo, la oscuridad reinante era pesada y envolvente, solamente rota por la crepitante fogata que iluminaba con sus rojizas y anaranjadas llamas al grupo de durmientes que se arremolinaban en torno a ella. Un muchacho rubio y fornido, que se hallaba envuelto en una desgastada manta de lana, era el único que parecía despierto y en guardia; sin embargo, en lugar de inmutarse con su presencia, este ni siquiera pareció notarlo.

Desconcertado por aquel extraño sueño, Eren no pudo evitar preguntarse cuál sería el significado de este. Durante todos sus anteriores encuentros, el hombre de la mirada de luna y él siempre se hallaban en el mismo sitio, y si bien ese extraño lugar seguía siendo una playa, no era la misma de sus recuerdos. Además, algo se sentía diferente en esa oportunidad, como si aquel mundo intermedio entre la vigilia y el sueño pudiese romperse al mínimo toque de sus dedos…

Sorprendido por aquel nuevo descubrimiento, Eren no pudo evitar llenarse de una burbujeante felicidad al comprender lo que en verdad ocurría. No era que hubiese llevado al otro hombre a sus sueños o él hubiese invadido los de este, sino que por primera vez había caminado en sueños hacia su realidad. Aquel entorno, esas personas, eran tan reales como él mismo y existían en alguna parte del mundo en ese mismo momento; la única diferencia residía en que Eren se encontraba sumergido en un estado intermedio donde, a pesar de poder verlos, ellos eran incapaces de percatarse de su presencia.

Aquella noche, se dijo, ciertamente se estaba convirtiendo en un enorme cúmulo de primeras veces. No solo había caminado entre realidades, sino que aquella también era su primera oportunidad siendo él quien iba en busca de aquel otro y no siendo este quien respondiera inconscientemente a su llamado.

Desesperado por sentir algo más aparte de la rabia y el frío emocional que llevaba embargándolo durante las últimas semanas, aparte del oscuro miedo que amenazaba con envolverlo tras aquel desconcertante vaticinio, Eren se tumbó junto a Levi que en ese momento dormía profundamente aovillado bajo una manta.

Con la seguridad que le otorgaba su condición de Caminante, observó con detenimiento el afilado perfil de este que por primera vez lucía extrañamente relajado en su presencia. Con cierta fascinación, él pudo percatarse de todos aquellos pequeños detalles que siempre le habían pasado desapercibidos en sus anteriores encuentros, como el hecho de que las oscuras pestañas de aquel hombre resaltaban como trazos de tinta sobre su rostro tan pálido o notar la delgada cicatriz que surcaba el contorno izquierdo de su mandíbula, la cual le hizo preguntarse sobre la historia que habría tras ella.

Era extraño, pensó Eren, como a pesar de no conocerse de nada, aun así parecían atados de un modo tan inevitable. Él en verdad deseaba poder ver a ese hombre solo como una herramienta, su ruta de escape para obtener su libertad; pero a pesar de todo lo que su cabeza le exigía, de su sentido común ordenándole que reaccionara, su corazón simplemente no dejaba de doler. Era como si desde su despertar como la Joya, todas sus emociones se hubieran descontrolado y ya no le pertenecieran en absoluto, tanto así que muchas veces no sabía si era él mismo o la Joya en su interior quien experimentaba todo aquello.

Con una suavidad que rayaba en la reverencia, Eren recorrió con sus dedos el contorno del rostro de aquel hombre, conteniendo la respiración por temor a sacarlo de su letargo y ser descubierto; pero, ¿acaso no era justamente eso lo que en el fondo él deseaba? No estaba del todo seguro.

Hacía semanas que no se veían, demasiadas. Muchas de aquellas pasadas noches, desesperado por la angustia, ahogado en lágrimas y rabia, él había ansiado con todas sus fuerzas el poder verlo en sus sueños, poder hablarle y que así este calmara su ansiedad; pero se había contenido determinado por un bien mayor. Aun así, el ir allí esa noche revelaba su debilidad. Su necesidad por sentirse unido a alguien que no esperara magia ni poder alguno de su parte, sino que tan solo lo viese como un muchacho normal y corriente dentro de lo posible.

Dejando que sus dedos reposaran sobre el corazón de este, Eren cerró los ojos y acompasó su propia respiración a aquellos otros latidos. Poco a poco acortó un poco más la distancia entre ambos, lo necesario para que sus rostros casi se tocaran y el calor del cuerpo de ese hombre fuera perceptible en el suyo.

Sueño o realidad, él finalmente se permitió bajar la guardia por esa noche, lo suficiente para ser solo el chico asustado que en el fondo era, lo suficiente para desear secretamente que aquel hombre no solo fuera el camino a su libertad física, sino que también le diese el valor que necesitaba para no temer al futuro que se vislumbraba tan estremecedor frente a sus ojos.

Sumido en aquella cercanía, embriagado en aquel descanso ajeno, Eren dejó su mente fluir por mares desconocidos mientras era arrullado por aquel océano batiente y el pulso del corazón bajo su mano. Minutos, horas, no estuvo seguro de cuánto tiempo permanecieron así, solo abrió los ojos cuando notó el calor de una mano rodeando su muñeca y se encontró con aquellos pálidos ojos reflejando las estrellas al contemplarlo.

—Eren —murmuró aquel hombre lleno de doloroso asombro, casi como si no pudiese creer lo que veía—. ¿Eres real?

Su sorpresa al saberse descubierto por este, así como por el hecho de que pudiese verlo y tocarlo, rápidamente se convirtió en alivio; y quizá, solo quizás, en una cálida emoción al ser recordado por algo más que no fuese su poder.

Sonriendo con cierta tristeza, sabiendo que tal cual un reloj de arena ya se había agotado su tiempo juntos, Eren suspiró hondo y le dijo:

—Aun no, pero pronto. Nos veremos pronto. —Y sin darle tiempo a decir nada más, permitió que su propio sueño lo arrastrara lejos de allí; a aquel mundo que tanto detestaba, pero que, de momento, era todo cuanto le pertenecía.

 

——o——

 

—¡Eren! —Sentándose de golpe en el lío de mantas en el que estaba envuelto, Levi observó con desesperación a su alrededor en busca del chico; pero no lo halló en ninguna parte. Notaba el corazón acelerado, así como aquella angustiante sensación de ahogo que siempre experimentaba al perderlo; no obstante, poco a poco tuvo que resignarse a que aquello no había sido más que un sueño, a pesar de lo real que le pareció todo al despertar. Realmente había llegado a creer que ese condenado mocoso estaba allí, junto a él.

—¿Levi? —oyó preguntar preocupado a Reiner, que era quien estaba haciendo la guardia de esa noche—. ¿Te encuentras bien?

Él, sintiéndose un completo tonto, miró a este y asintió con un gesto.

—Solo un sueño —respondió, notando el regusto amargo que aquellas palabras dejaron en su boca, como si pronunciarlas en voz alta las convirtiera en una certeza y acabaran de golpe con sus banas esperanzas.

Como si su despertar hubiese sido una señal de alarma colectiva, poco a poco todos a su alrededor comenzaron a salir de su letargo. Farlan, que se encontraba durmiendo a su lado, se despertó bostezando sin pudor alguno y con el cabello revuelto; una expresión de cansancio que hablaba de semanas de mal dormir se reflejaba en su rostro, pero aun así, cuando la mirada de ambos se encontró, este le guiñó un ojo y sonrió con coqueta alegría:

—¿Emocionado por lo que nos espera ahora, viejo amigo?

Apartando los últimos vestigios del sueño de su cabeza, así como también a Eren, él chasqueó la lengua y cubrió la cabeza de Farlan con la manta, amortiguando sus sonidos de protesta cuando lo comenzó a hogar a modo de broma.

Por otro lado, los hombres de Smith, que se encontraban descansando a su izquierda, comenzaron a cuchichear entre ellos cuando notaron que el resto se estaba despertando. Erd, que parecía el más despierto de los tres, pateó sin muchos miramientos a Auruo, quien se había vuelto a cubrir con la manta para seguir durmiendo, ante lo que incluso el serio de Gunther se rio.

—Bueno, al parecer pronto será medianoche, por lo que creo que ya ha llegado el momento de ponerse en marcha —habló Hange, que acababa de levantarse y estiraba sus brazos al cielo, el cual observaba con detenimiento—. Jean, Bertholdt, Connie, ¡arriba chicos! —les ordenó a estos que dormían en un amontonado grupo que daba la espalda a la playa. Sonriendo luego en dirección a Moblit, que se hallaba sentado sobre la fría arena e intentaba peinar su revuelto cabello castaño claro, le indicó—: Ve a despertar a las chicas y diles que se preparen. Comeremos algo antes de que el primer grupo deba ponerse en marcha hacia Liberio.

Observando como el maestre del Titán despertaba con cierta dificultad a las dos muchachas que dormían abrazadas una a la otra, Levi dobló con meticulosidad su manta y la guardó dentro de su morral. Estaba a punto de comenzar a regañar a Farlan para que hiciese lo mismo, cuando lo notó.

Disimuladamente, abrió la parte superior de su blanca camisa y miró la zona sobre su corazón. Allí, al igual que la primera vez que soñó con el chico, destacaba la marca de sus dedos como si fuese una quemadura.

Eren realmente había estado allí…

Antes de que pudiese siquiera pensar detenidamente en aquello, o regocijarse en alivio al saber que este se encontraba bien, notó el peso del brazo de Hange sobre sus hombros y se vio obligado a levantar el rostro para verla. Esta, sonriendo de oreja a oreja como una desquiciada, le guiñó con picardía su único ojo sano.

—Bueno, muchacho, ha llegado el momento en que seas el que brille en esta aventura. Consigue esa joya, Levi, y dale una bien merecida lección a ese maldito rey.

Casi una hora más tarde, finalmente el grupo que ellos y los hombres de Smith conformaban se pusieron en marcha, guiados por Connie, Jean y Sasha que los guiaban a través del oscuro bosque con una habilidad que solo hablaba de su vasta experiencia. Aun así, Levi no pudo dejar de sentirse asustado ante las enormes dificultades que los esperaban. La seguridad de Isabel dependía de su éxito, por lo que no podía permitirse fallar bajo ninguna circunstancia.

Sin embargo, cuando sus propios dedos rozaron una vez más la marca sobre su corazón, una emoción desconocida anidó en su pecho: ansiedad, emoción y anticipación. Deseaba casi con desesperación llegar a la capital de Marley, y esa vez no solo era para poder regresar lo antes posible a Paradis.

«Pronto», le había dicho Eren antes de desaparecer, y él no podía dejar de pensar en cuanto deseaba verlo finalmente frente a frente.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que por lo menos la lectura fuese de su agrado y valiera la pena la larga espera.

Lo cierto era que planeaba poder publicar esta actualización la semana pasada, pero debido a que el capítulo era bastante largo (mucho), y a que se estaba enredando un poco (demasiado), me vi en la obligación de hacer algunos cambios al momento de la corrección que demoraron todo. Pero ya está aquí, y espero que lo disfrutaran así como yo al escribirlo, ya que esta historia siempre hace que mi cabeza explote con ideas, ganas de escribir y contar cosas.

Y bueno, tras esta actualización, el encuentro de Eren con Levi cara a cara cada vez está más cerca; en dos capítulos más si los cálculos no me fallan. Además, ya en la próxima entrega se sabrá algo más sobre el vaticinio que ha recibido Eren y lo que este significa, así como también respecto al «presentimiento» de Sasha, quien aún no hace su aparición como corresponde dentro de la historia.

Por otro lado, como aún seguimos de la mano del grupo de piratillas, hay algunos términos marítimos que quizás a más de alguien puedan causarle confusión, así que aprovecho aquí para aclarar:

-A barlovento: Esto quiere decir que van de cara a la dirección del viento, por lo que la velocidad de una nave se ralentiza un poco, pero es mucho más maniobrable. Por eso Bertholdt le pide a Hange que lo haga para que su llegada a tierra se retrase un poco. Su contrario es a sotavento, o sea, en dirección a donde sale el viento.

-Maestre: Viene siendo el segundo al mando dentro de un barco, algo así como el vicecapitán. Si algo le ocurriese a Hange, Moblit sería quien tomaría el mando.

-Contramaestre: Es quien está bajo las órdenes del maestre y se encarga de supervisar algunas funciones de la nave y la tripulación. Lo que quiere decir que aquí Jean puede ordenar y ser el niñero de todos, menos de Hange y Moblit, jaja.

-Bajíos: Estos son elevaciones rocosas que se forman al llegar a ciertas bahías, con el problema que al estar cubiertas de fango y arena son difíciles de ver y por lo tanto de maniobrar. Si una nave no es apta para los bajíos, o quien la lleva no es hábil, lo más probable es que esta acabe atrapada allí. Hange es una experta en ellos.

-Cofa: Es la canasta de vigilancia que se ubica en el palo mayor de una nave y que es desde donde se suele mirar a la distancia para determinar el avistamiento de tierra o posibles dificultades. Tanto Annie como Connie, cumplen la función de vigías en el Titán. Ambos son como dos pequeños monos muy hábiles.

-Balandra: Es un tipo de embarcación a vela muy rápida y ligera. Antiguamente solían ser muy utilizadas por los piratas que no gustaban de los enfrentamientos armados debido a que eran ideales para alcanzar rápidas velocidades y escapar fácil (ya que no pueden cargarse demasiado de cañones). El Titán, como no, ha sido ligeramente modificado por Hange.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización es para In Focus, la cual espero tener lista más o menos entre sábado y domingo de esta semana. Luego de ello, tocaría Tormenta del fandom de KnB.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Son siempre el mayor incentivo para seguir por aquí.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos en estos tiempos complicados. Hasta la siguiente.

 

Tessa.


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