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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 11:

MALDICIÓN

 

Ella no deseaba nada ni a nadie. Esa era su maldición. Solo quería destruir.

(Anne Rice, La hora de las brujas).

 

 

 

La tercera noche después de su desembarco en Fuerte Slava, sentado junto a la fogata contemplando el baile desacompasado de las llamas mientras el resto de sus compañeros dormía, Levi sintió que ya no podía más con aquella ansiedad creciente que parecía dominarlo por completo.

Nada más poner pies en tierra marleyana días atrás, él había comenzado a notar el cambio. En un principio, Levi había atribuido su extraño estado nervioso al hecho de que una de las partes más importantes y complicadas de su viaje estaba a punto de dar inicio; no obstante, a medida que los días pasaban y con ello iban recorriendo millas y millas de terreno desértico rumbo a la capital, sus nervios se convirtieron en susurros y estos dieron paso a las palabras, las cuales parecían estarlo llamando constantemente, instándolo a llegar a Liberio lo antes posible y recuperar aquello que ansiaba, que le pertenecía, aunque ni siquiera supiese el qué era.

Aun así, cada una de las últimas noches, nada más cerrar los ojos en espera de que el cansancio lo venciese, lo único en lo que él había podido pensar era en si quien lo estaba llamando con tanta desesperación en realidad era Eren. Este no había vuelto a acudir a sus sueños desde el día en que llegaron a Marley, lo que lo angustiaba aún más, haciéndole preguntarse constantemente si el chico se encontraría bien y a salvo.

Aquella noche, no obstante, sería la última que su grupo y él pernoctarían en Fuerte Slava, ya que al día siguiente finalmente emprenderían una ruta más directa y fácil para ingresar a Liberio desde el este, lo que sería un alivio para todos ellos. Al ser un territorio principalmente rocoso y desértico, con un calor abrazador durante las horas del día y un frío casi mortal por la noche, el avance por aquellas tierras extranjeras había resultado bastante duro.

Aun así, Sasha, la única chica de todo el grupo y quien se había encargado de guiarlos, tenía la férrea intención de que llegasen a la capital en dos noches más, dejando las dos últimas para poner en práctica el plan que cuidadosamente habían trazado para el tan esperado robo de la joya y su posterior escape de regreso a Paradis.

Demonios, ansiaba tanto volver a casa para recuperar a Isabel y su antigua vida…

—Vaya, viejo amigo, ¿tampoco puedes dormir?

Nada más oír la pregunta de Farlan, Levi levantó ligeramente el rostro para verlo y asintió. Este, tomando asiento a su lado, cogió dos de las abolladas jarras metálicas que se calentaban junto al fuego y vertió en ellas aquel lánguido brebaje que se asemejaba al café y borboteaba lentamente sobre la hoguera, el cual él aceptó y bebió con un gesto de repulsión.

Una vez ese maldito viaje llegase a su final y estuvieran nuevamente de regreso y a salvo en Paradis, se dijo Levi, bebería té hasta hartarse.

—Oi, Farlan, ¿qué piensas exactamente de lo que hemos visto hasta ahora? —le preguntó a su amigo, quien se contentaba de beber de su propia jarra—. ¿Crees que este sitio es muy diferente a casa? ¿Qué es tan próspero y maravilloso como nos han hecho siempre imaginar?

Tras dar un largo trago a su bebida, Farlan, cubierto hasta la cabeza por su pesada capa de viaje marrón en un intento por escapar del frío, levantó la vista al estrellado cielo nocturno y dejó escapar un lento suspiro.

—La verdad es que no. Una vez llegamos a Fuerte Slava y vi el estado del entorno y su gente, creí que su aparente pobreza se debía solo a que era una ciudad más alejada de la capital y terriblemente desértica; ya sabes, pocos recursos propios para poder sobrevivir, no muy diferente de algunos sitios de Paradis. Sin embargo, cuando hoy hablé de esto con Erd, él me aseguró que, descontando Liberio y algunas ciudades aledañas a esta, el resto del reino no es mucho mejor.

Levi frunció el ceño aún más, sintiéndose tan disgustado como inquieto por aquella respuesta. Llevaban dos días completos recorriendo a pie aquella región de terrenos secos y arenosos que parecían castigados por el sol constante y noches congelantes como aquella. Fuerte Slava, a pesar de colindar con el mar y contar con un comercio constante debido a su puerto, era en realidad una ciudad pobre y en decadencia, con más chozas que casas bien construidas y pobladores que parecían cansados de vivir, tan apagados como los colores ocres y marrones de aquella tierra triste; el mismo cansancio pesado y abatido que él había visto un sinnúmero de veces en los moradores de los suburbios, pero sin la necesidad imperiosa de luchar para sobrevivir que estos siempre habían tenido. El pueblo de Marley estaba resignado a su suerte, y eso solo le hizo preguntarse el porqué.

—Entonces, ¿de qué sirve la maldita joya que tanto desea el cabrón de Erwin? ¿No se supone que es esta la que otorga poder y riquezas a un reino? —preguntó molesto, llevando finalmente a palabras aquella inquietud que llevaba días dando vueltas dentro de su cabeza—. Si lo único que puede lograr esa condenada joya es que una capital prospere mientras el resto de las ciudades y pueblos mueren de hambre, entonces ya de por sí solos los Reiss están haciendo un excelente trabajo.

—Eso es porque no está completa —dijo una voz a sus espaldas.

Sorprendidos, ambos volvieron las cabezas al mismo tiempo, encontrándose con la visión de un alto chico de pie tras ellos.

Ataviado con una gruesa capa de viaje negra que cubría su cabeza y ensombrecía sus rasgos, dejando solo visibles las altas botas de cuero oscuro que llevaba sobre las marrones calzas y el trabuco que cargaba, el recién llegado dio un par de largos pasos en su dirección, donde la danzante luz de la fogata le dio de lleno.

Al apartar la capucha de la prenda, el largo cabello castaño claro y el alargado rostro de Jean se hicieron presentes, dejando en evidencia que el joven contramaestre del Titán, a quien Hange había nombrado como el líder de aquella misión, había oído buena parte de su conversación, ya que una sonrisa astuta adornaba sus labios delgados y hacía brillar sus claros ojos marrones.

Lo cierto era que la opinión que Levi tenía del chico había ido mejorando bastante a lo largo de los días transcurridos tras su liderato y a medida que aquel viaje se volvía más y más complicado. A bordo del Titán, Kirstein y él no habían interactuado demasiado, ya que la mayor parte del tiempo este siempre parecía ocupado yendo de un sitio a otro para encargarse de repartir las órdenes dadas por Hange y Moblit al resto de los tripulantes, y asegurándose a su vez de que estas se cumplieran; sin embargo, una vez se pusieron en marcha rumbo a Liberio, comprendió por qué Hange había insistido en que fuesen esos tres muchachos quienes los acompañasen en su travesía hacia la capital.

Jean, aunque no lo pareciese a simple vista, era alguien bastante capaz y astuto a la hora de lidiar con el resto, y no solo con sus compañeros, sino que con las personas en general. Sorprendentemente, había sido este quien el primer día que llegaron a la ciudad consiguió comprar caballos y provisiones para el viaje, así como obtener información valiosa de los lugareños sin levantar mayores sospechas, y todo eso sin contar lo bien que se las había apañado para controlar a los tres hombres de Smith, una tarea nada fácil en opinión de Levi. A pesar del pésimo carácter altanero que Auruo siempre mostraba y a que Erd estaba demasiado acostumbrado a liderar por su propia cuenta, el muchacho de Hange se había hecho con las riendas del grupo con total soltura y naturalidad, logrando que ninguno de los otros pareciese afectado o molesto con ello.

Por otro lado, Sasha, la alta y morena chica de cortos cabellos castaños que parecía estar siempre buscando algo que llevarse a la boca para poder comer, había resultado ser una excelente rastreadora, sorprendiéndolos tanto a Farlan como a él por la enorme habilidad que esta mostraba para moverse por territorio desconocido, logrando con ello que avanzaran mucho más deprisa de lo esperado.

Después del enorme retraso con el que habían tenido que lidiar debido al desvió que se vieron obligados a tomar por no poder desembarcar en Liberio, una vez emprendieron el camino hacia la capital, Sasha les había hecho adentrarse en las desérticas tierras de Fuerte Slava por rutas que parecían imposibles, guiándolos con la segura maestría de alguien nacido en aquellos parajes y sin mayores contratiempos que el cruzarse con algunas cuantas caravanas de mercaderes y unos pocos animales salvajes, los cuales esta misma acabó cazando, con ayuda de Connie, para proveerlos así de alimento.

Curiosamente, aquellos tres muchachos que no sobrepasaban los dieciocho años y parecían haber pasado la mayor parte de su vida a bordo de un barco en alta mar en vez de en tierra firme, habían sido mucho más efectivos y astutos a la hora de moverse por aquella nación extranjera que ellos cinco, lo que hizo a Levi preguntarse qué tan desafortunados o cuantos errores habrían cometido de haber tenido que aventurarse solos en territorio enemigo.

—¿Qué quieres decir con eso, Kirstein? ¿Cómo que la joya no está completa? —preguntó Farlan al joven contramaestre.

Este, tomando asiento junto a ellos en torno a la fogata, dejó a un lado el trabuco que cargaba tras su ronda por los alrededores y aceptó la jarra con café que su amigo le tendía, rodeándola con sus manos y dejando escapar el blanco vaho de sus labios entreabiertos.

—Porque no tiene un mago —respondió Jean como si fuese lo más natural del mundo—. La joya solo es la fuente del poder, la magia, por así decirlo; sin embargo, el que la canaliza y la hace realmente funcional, es el mago que la utiliza. ¿Acaso no es eso lo que cuenta la leyenda? —les preguntó antes de dar un largo sorbo a su café.

La carcajada de Farlan resonó alta y clara al chocar y expandirse entre las altas murallas rocosas que bordeaban el camino arbolado que llevaba hasta la ruta principal a Liberio. De inmediato las delgadas cejas castañas del chico se fruncieron, pero aquel fue el único signo de molestia que este dejó entrever.

—Joder, Kirstein, ¿me estás diciendo que crees en esos cuentos de niños? —le preguntó su amigo con incredulidad al otro chico—. ¡Venga ya! ¡Eso es una locura!

—Pero también lo es una joya de leyenda que puede dar prosperidad a un reino entero —replicó Levi, interrumpiéndolos; asimilando concienzudamente aquella nueva información que acababa de obtener.

Al sentir el peso de una mirada sobre él, levantó la vista, encontrándose con que los otros dos lo estaban contemplando llenos de asombro.

—Demonios, Levi, ¿vas a decirme que te lo crees? —inquirió Farlan con incredulidad.

—Tch, no estoy asegurando ni una mierda, pero aquí ciertamente hay algo que no calza —se defendió él, sintiéndose un poco avergonzado por aquel arrebato de credulidad ligado a sus recuerdos infantiles y todo aquello que su madre le había contado acerca de esa historia—. Si Marley no es mucho mejor que Paradis a pesar de poseer la joya, entonces algo va mal en este asunto. Si esta es tan mágica y poderosa como dicen, tiene que existir una explicación para que su magia no funcione como todos esperan.

—Y eso era lo que estaba intentando decirles —intervino Jean, lanzando una mirada molesta a Farlan, quien le sonrió con cierta socarronería en respuesta—. Verán, cuando era niño, mi madre solía contarme a menudo la historia sobre la joya y el mago, y el cómo estos habían levantado un reino de prosperidad infinita gracias a su poder. Aun así, y a pesar de saber que no era más que un cuento infantil, yo siempre me pregunté por qué si ambos eran tan poderosos juntos, alguien al final quiso separarlos y arruinar así toda la magia que poseían. Resultaba ilógico.

—¿Y has llegado a alguna respuesta? —le preguntó Levi con curiosidad.

El chico sonrió de medio lado.

—Yo no, pero Annie sí, o por lo menos en parte. Según la versión de la historia que ella conoce, el mago, con ayuda de su joya, intentó derrocar al rey de Marley debido a su tiranía, y estuvieron casi a punto de lograrlo. Se dice que envolvieron el palacio en llamas y lo redujeron a cenizas en una sola noche, por lo que mucha de la gente leal al rey murió en aquel voraz incendio, e incluso el propio monarca estuvo a punto de también perder la vida; sin embargo, cuando algunos de los hombres del rey pudieron finalmente reprimir al mago, que estaba muy débil, le arrebataron la joya y la resguardaron en la cámara de los tesoros reales, donde nadie jamás podría volver a utilizarla.

—¿Y el mago? —volvió a inquirir Levi, sintiéndose extrañamente ansioso—. ¿Qué hicieron con él? ¿Lo mataron?

Jean negó con un gesto.

—No. A él lo desterraron al otro lado del mar.

—¿A Paradis? —preguntó Farlan con un susurro ahogado—. ¿Estás intentando decirnos que el mago está en Paradis?

—Si lo que la historia cuenta tiene alguna base de realidad, entonces puede que sea así —dijo este con un sutil cabeceo de afirmación—; pero se supone que han pasado siglos desde que aquello ocurrió, por lo que sería casi imposible corroborar la veracidad de alguno de esos hechos. Aun así, el comandante Smith piensa que la joya sí existe, y si la capitana Zoë cree en él, nosotros también lo hacemos; sin embargo, me temo que si ese mago realmente existió, este ya debe estar más que muerto.

Rápidamente la celeste mirada de su amigo conectó con la suya, haciendo que Levi comprendiera a la perfección lo que este intentaba decirle con ella. Si el bastardo de Smith quería la joya con tal grado de desesperación, entonces de seguro este ya sabía que necesitaba a un mago para poder utilizarla; por eso el muy maldito tenía una total certeza de que ellos no podrían engañarlo aunque lo intentaran. Si ya contaba con una de aquellas valiosas piezas, Smith solo necesitaba la otra para hacerlas calzar juntas y así obtener el poder que tanto ansiaba. Demonios, que cabrón más listo era.

—Lo que no me explico, es porqué los Tybur no han tratado de recuperar al mago, o a la descendencia de este si la tuvo —se preguntó Farlan, tamborileando los dedos sobre la superficie de su jarra ya vacía. El fuego frente a ellos arrancaba destellos cobrizos al rubio mechón de cabello que le caía por la frente, el cual había crecido un poco durante las últimas semanas—. Si poseen la joya, entonces deberían ansiar el poder que esta puede otorgarles, ¿no? ¿Por qué pierden esa oportunidad?

—¿Miedo quizá? —señaló Jean—. Podrían desatar una guerra entre naciones por algo así.

Levi, no obstante, negó y se dispuso a explicar:

—Cuando Erwin me pidió que accediera a este trabajo, me dijo que la joya había pasado de una nación a otra por medio de una silenciosa batalla de ingenios durante siglos, con ambos reinos ganándola y perdiéndola cada cierto tiempo, lo que quiere decir que la joya ya ha estado en Paradis en más de una oportunidad. Si el mago no pudo hacerse con ella a pesar de tenerla tan cerca, entonces debe existir algo más que impida a este poseerla, aparte del hecho de su destierro, claro. —Lanzando una seca ramita a las llamas hasta verla arder, miró a los otros dos y continuó—: Si este en verdad era tan poderoso como cuentan las leyendas, entonces perfectamente podría haber intentado robarla una vez más, y seguramente nada lo habría detenido. Debe existir otro impedimento.

—¿Algo como qué? ¿Una barrera o un hechizo? —cuestionó Jean nuevamente, haciendo que de inmediato algo se encendiese dentro de su cerebro, mostrándole a Levi la verdad; una verdad tan clara que era casi una tontería que él no hubiese pensado en ella desde un principio.

—Una maldición. Alguien maldijo al mago para que este jamás pudiese regresar por la joya. Por eso no puede tenerla.

Nada más salir aquellas palabras de sus labios, los tres quedaron sumidos en un silencio sepulcral, el cual solo resultaba roto por el constante silbar del viento invernal que movía los árboles del camino y hacía crepitar las llamas de la hoguera, así como también los audibles ronquidos de Auruo, quien descansaba junto a Erd y Gunter un poco más allá, cobijados bajo un montón de mantas para conservar el calor.

Jean, dejando escapar una ligera risilla nerviosa y carente de humor, se apartó un largo mechón de cabello de la frente, diciéndoles luego con voz teñida de consternación:

—Desde que Hange me recogió en Paradis a los doce años, he visto y hecho muchas locuras a su cargo, algunas de las cuales estoy seguro de que casi nadie se creería; aun así, esto es tan extraño…

—Ni que lo digas, Kirstein, ni que lo digas. —Estirando un brazo en dirección al alto chico, Farlan le dio un par de fuertes palmadas en la espalda, las cuales lo obligaron a inclinarse hacia adelante debido al impulso. Cuando por fin pudo volver a enderezarse, Jean lanzó una mirada asesina a su amigo, pero este ni se inmutó—. Desde que caímos en las garras del malnacido de Smith, el cielo se ha volcado a la tierra y el mundo que conocíamos se ha vuelto una locura. Temo que ya nada me sorprenda.

Y ante aquellas palabras de Farlan, Levi no pudo más que estar totalmente de acuerdo, porque desde que aquel viaje había dado inicio, toda su vida acabó cambiando de manera imposible.

Ya no eran solo Isabel y aquella maldita joya de leyenda quienes ocupaban sus pensamientos, sino que también lo hacía Eren, quien cada noche parecía pedirle a gritos que se diese prisa, que llegara pronto a su lado porque quedaba poco tiempo. Ya fuese que este lo visitara o no, que compartiese sus sueños con él o no, Levi sabía que estaba perdido; desde la primera vez que se vieron y lo tuvo entre sus brazos, desde la primera vez que se besaron y aquellos condenados ojos verdes lo miraron como si pudiesen ver dentro de su corazón, él había perdido la cordura sin remedio.

Eren, sin ninguna duda, era su propia maldición.

 

——o——

 

El sueño comenzó del mismo modo en que lo habían hecho otros tantos similares a ese, con aquella sensación de poca pertenencia, donde era arrastrado por los caprichos de alguien más, y sumergiéndolo de lleno en aquel paraje desconocido donde al parecer a Eren le gustaba estar.

Levi, ya un poco acostumbrado a ello, dejó a su mente vagar libre hacia donde fuese que el otro quisiera guiarle; no obstante, cuando finalmente fue consciente de donde se hallaba y comprobó que el entorno que lo rodeaba le resultaba por completo desconocido, una angustiante urgencia comenzó a arder dentro de su pecho, mezclándose con el miedo.

Ya fuese por costumbre, ya fuese por necesidad, sus ojos buscaron de inmediato a Eren, pero solo encontraron un espacio blanco y etéreo a su alrededor, en donde un sinfín de delgados y traslúcidos hilos parecían enredarse unos con otros. Una especie de curiosa y brillante telaraña en la que cada una de sus hebras resplandecía como si estuviese empapada de roció matinal o la luz de las estrellas.

Al observar con mayor detenimiento una de ellas, de un verde suave con ligeros matices dorados, él deseó tocarla, ansió hacerlo; pero nada más acercar su mano a esta, una cantarina voz lo detuvo.

—Yo que tú, no haría eso —le dijo aquella mujer, presentándose ante sus ojos; sus manos juntas tras la espalda y un caminar pausado que hacía que la amplia falda de su blanco vestido se enredara acompasadamente entre sus piernas—. El mundo onírico es complejo si no sabes cómo controlarlo. Un plácido sueño puede ser convertido en una pesadilla con el simple aleteo de una mariposa, y una ensoñación diurna puede llevar a la locura con el solo roce de tus dedos; entonces, ¿aún deseas arriesgarte?

Contemplando a la misteriosa recién llegada, Levi no pudo más que contener la respiración debido a su impresionante presencia. Esta no era mucho más alta que él y parecía tan frágil como una florecilla campestre; sin embargo, no cabía ni una sola duda sobre lo poderosa que era.

Hermosa, aunque de una manera indefinida, aquella mujer parecía al mismo tiempo demasiado joven y terriblemente mayor, como si hubiese vivido mucho y visto incontables cosas; como si aquellos ojos hubieran presenciado el nacer del mundo y esperasen su destrucción. Su largo cabello caía suelto sobre su espalda tal cual una cascada, pero en vez de sedosas hebras, este era fuego crepitante y flameante, el cual arrancaba ligeros destellos dorados a la bronceada piel de sus brazos desnudos y al etéreo vestido blanco que la cubría hasta el borde de sus pequeños pies descalzos. Aun así, lo que más lo impresionó de esta, fueron sus ojos: enormes y dorados, y tan resplandecientes como las estrellas o las brasas encendidas. Aquellos ojos que había visto asomarse algunas veces a través de la verde mirada de Eren y le habían hecho temer a ese ser que parecía tan desatado y descontrolado.

Sin embargo, y a pesar de la desconfianza que esta le producía, Levi tuvo que reconocer lo magnífica que era hasta el punto de lo imposible, de aquella forma tan inexplicable y difusa en que lo eran algunos sueños.

—El muchacho, ¿por qué no es él quien está aquí? —preguntó a la desconocida mujer, intentando que su voz no flaquease y revelara su ansiedad. Al recordar lo angustiado y desesperado que Eren había estado durante sus últimos encuentros, Levi no pudo evitar temerse lo peor, ante lo que su corazón se llenó de miedo. Si algo le había ocurrido al chico, él no podría perdonarse nunca el haberle fallado.

Esta, no obstante, no respondió de inmediato a su pregunta, tan solo observándolo lánguidamente a través de sus llameantes pestañas entornadas y aumentando así su desasosiego.

Tendiendo su mano de delgados y largos dedos morenos hacia la hebra que él mismo había deseado tocar minutos antes, la misteriosa criatura hizo que esta vibrara y resplandeciera aún más ante su toque, adoptando el verde mucho más profundo de las esmeraldas y el dorado brillante del oro pulido,

—Sueña… y espera —respondió entonces vagamente la mujer, sonriendo con un gesto sutil en su dirección. Ladeando apenas un poco el rostro, esta estudió su expresión con una atención tan asfixiante como quemante, haciendo que Levi solo pudiese volver a respirar con normalidad cuando nuevamente habló—: ¿Le añoras? ¿Lo deseas?

A pesar de saber que aquello era un simple sueño, él notó como la sangre se agolpaba con violencia en su rostro pálido, haciéndolo sonrojarse ante aquellas preguntas.

Llevaba semanas pensando en Eren de la misma forma desesperada en la que pensaba en Isabel, decidido a salvarlos a ambos de aquellos que querían hacerles daño y les tenían cautivos; sin embargo, poco a poco él mismo había comenzado a darse cuenta de que existía algo más, algo frustrante para lo que no tenía nombre aun. Lo que Levi experimentaba al pensar en el chico no era como el amor profundo que sentía hacia Isabel, por quien daría su vida de ser necesario; pero de alguna manera, Eren parecía haberse adueñado de su mente, ya fuese dormido o despierto, y muchas veces al abrir los ojos tras el descanso nocturno, en aquel ínfimo espacio que quedaba entre el sueño y la vigilia, la consciencia y la inconsciencia, él había deseado que fuera este quien amaneciese a su lado.

—Yo… Él necesita mi ayuda —se justificó, logrando que aquella misteriosa desconocida dejase escapar una risilla de cascabeles que se extendió por aquel extraño lugar de ensueño, haciéndolo sentir inquieto.

—Y él desea que se la brindes, la ansía con desesperación; pero, ¿será lo único que espere de ti? ¿Será lo único que tú quieras de él?

Las palabras de esta fueron como un golpe para Levi, uno nuevo, porque aunque no podía comprender el porqué, aquella simple pregunta lo hizo sentir vulnerable y descubierto, como si aquella mujer hubiese podido leerlo, o mejor dicho, ver dentro suyo, incluso todas aquellas cosas que él tanto se negaba a aceptar.

Intentando recomponerse y demostrar que nada del actuar caprichoso de aquella criatura le afectaba en absoluto, Levi apretó los puños y la miró retadoramente; todo seriedad a pesar de sentirse en completa desventaja frente a esta.

—Oi, ¿porque en vez de llenarme de acertijos ridículos mejor no comienzas explicándome por qué he llegado hasta aquí? ¿Y quién demonios eres tú?

Sonriendo una vez más con aquel sutil atisbo de sonrisa, la misteriosa mujer ignoró sus palabras descorteses y tan solo se sentó sobre algunas de las hebras translúcidas, sin apenas moverlas, como si no pesara nada. Balanceando sus descalzos piececillos tal cual lo haría una niña pequeña dispuesta a jugar, volvió a fijar su intensa mirada de fuego y oro en su dirección.

—Has venido hasta aquí porque has acudido a mi llamado —respondió esta con una de aquellas sonrisas extrañas y llenas de secretos—. Y respecto a quien soy, ¿no puedes suponerlo, no puedes sentirlo? Soy el principio y el final del mundo. Soy todo y soy nada. Soy el fénix, que nace entre llamas y sangre. Soy lo que reside en ti, aquí —le dijo, posando su morena y etérea mano sobre su corazón palpitante, en el mismo punto exacto donde Eren lo había hecho con anterioridad—, y soy todo lo que él es.

Sin necesidad de tener que preguntarle, Levi supo con seguridad quién era el «él» al que aquella mujer se refería; sin embargo, la forma en que lo dijo, como si Eren fuera algo que le perteneciese en su totalidad, provocó que algo dentro de él se rebelara, negándose a aceptar aquello.

—¿Y qué es lo que quieres de mí?

Sin apartar la mano que descansaba todavía sobre su pecho ni su llameante mirada dorada de la suya, sin dejar de mover sus piececillos en aquel vaivén acompasado, ella volvió a sonreírle sugestivamente antes de responder.

—Conocerte. Entender por qué él no puede dejar de pensar en ti y sigue luchando contra mí, a pesar de que soy todo lo que necesita. Todo lo que tiene.

—¿Y has llegado a una conclusión? —le preguntó Levi, no sabiendo bien si deseaba o no conocer aquella respuesta.

Apartando finalmente la mano de su corazón, aquella mujer miró sus dedos con curiosidad durante unos instantes, como si en estos residiera la verdadera respuesta que tanto ansiaba; pero al levantar la mirada, nuevamente fue solo ascuas infinitas lo que él vio ardiendo en aquellos ojos, así como esa sonrisa sutil que enervaba sus sentidos con alarma.

—Eso —comenzó la misteriosa criatura, con su suave y pausado hablar de cristales tintineantes— tendrás que averiguarlo por ti mismo a su debido tiempo; sin embargo, antes de que lo sepas, héroe, primero que nada tendrás que descubrir quién eres tú dentro de esta historia.

La manera en que esta lo llamó «héroe», resonó en su cabeza como la evidente burla que era, llenándolo de amarga molestia al sentir herido su orgullo; aun así, antes de que si quiera pudiese replicar con mordacidad a la mujer, Levi sintió brotar en él la nostalgia como si fuese un déjà vu, como si ya hubiesen pasado por ello muchas, muchas veces, por lo que guardó silencio y tan solo la observó, devanándose los sesos mientras intentaba hallar aquello que sentía se le estaba escapando para completar aquel condenado puzle.

—Eres una serpiente —le dijo Levi finalmente, ante lo que aquella criatura de fuego y sueños solo pestañeó con peligrosa languidez al oírlo—. Eres perversa y venenosa, pero él lo es aún más cuando se lo propone; lo he visto en sus ojos —añadió con una provocadora sonrisa de triunfo—. No te dejará vencerle.

Las llameantes cejas de la mujer se alzaron con sorpresa tras escuchar su velada advertencia, pero rápidamente su asombro dio paso a su cascabeleante risa, la cual hizo agitarse cada uno de los hilos entrelazados dentro de aquel lugar, como si respondieran a su llamado.

—¿No te lo dije acaso? Yo soy él y él es yo, porque ambos somos lo mismo.

—No lo son —insistió Levi con molesta rotundidad, pero esta solo volvió a sonreírle con aquella inquietante indulgencia que ya comenzaba a detestar.

Acercando una de sus morenas manos a su mejilla derecha, sin ejercer fuerza alguna, la criatura lo obligó a mirarla, casi como si fuese una silenciosa e inquebrantable orden.

—Lo somos y siempre lo hemos sido, una y otra vez; pero antes aquel hecho jamás te había molestado ni incomodado —le aseguró, contemplándolo a los ojos con renovada atención—. Me pregunto qué ha cambiado ahora.

Sintiendo como aquella sensación de urgente necesidad que parecía embargarlo desde hacía semanas volvía a despertar dentro de él y agitarse con desesperación, Levi inquirió una vez más:

—¿Qué quieres decir con eso?

Inclinándose nuevamente en su dirección, el rostro de la misteriosa criatura quedó frente al suyo, haciendo que él pudiese apreciar con facilidad el incendio ardoroso en sus dorados ojos y al fin lograra comprender por qué esta le resultaba tan ridículamente familiar. Aquella mujer se parecía a Eren, o Eren se parecía a ella, aunque de una manera vaga y diferente, con rasgos mucho más finos y femeninos en vez de los más angulosos del muchacho, y un porte mucho menor; aún así, Levi pudo notar las similitudes entre ambos, como los altos pómulos que daban forma al atractivo rostro, la corta y respingada naricilla altanera y las dramáticas cejas que hacían parecer enormes los ojos bajo ellas.

—Lo sabrás una vez este viaje haya llegado a su fin, héroe. Porque todo lo que has sido hasta ahora, tu misma existencia, ha sido solo para este momento. Porque juntos somos un final sin fin y un fin sin final. Y solo tú tienes el poder de encender la hoguera, y solo tú puedes apagar la llama. No lo olvides.

El soplo del cálido aliento de esta sobre su rostro hizo a Levi cerrar los ojos, a pesar de que no deseaba hacerlo e intentara resistirse contra ello. Aún tenía demasiadas dudas y ansiaba respuestas, pero así como el sueño lo había vencido en aquel lejano paso a las afueras de Fuerte Slava, sus párpados pesaron sin remedio tras lo que fuese que aquella condenada mujer le hubiera hecho, cayendo precipitadamente en la oscuridad.

Cuando sus ojos volvieron a abrirse, era Jean quien estaba a su lado, despertándolo, y en vez de aquel vacío entorno de blanco ensueño donde aquella extravagante criatura lo había llevado, ahora contemplaba la suave mezcla de tonos azules y anaranjados del amanecer que ya comenzaba a despuntar tras las montañas rocosas.

Sentándose con cierta dificultad, se envolvió aún más en su gruesa manta para intentar librarse en parte del gélido frío invernal que castigaba el paso, pero este de todos modos se coló bajo las delgadas capas de tela de la ropa que llevaba, haciéndolo tiritar. Al observar a Farlan, que se desperezaba a su lado con el cenizo cabello rubio hecho un desastre y marcas de la manta grabadas en el rostro, se preguntó qué diría este si le hablara de su sueño, su nuevo sueño; sin embargo, como todas las veces anteriores, él acabó descartando la idea. No podía cargar a su amigo con más mierda de la que ya llevaban soportando desde que iniciaron ese viaje. Ya bastante tenían con el robo de la maldita joya y sobrevivir para regresar a Paradis y rescatar a Isabel.

Contemplando como todo a su alrededor volvía a ser movimiento una vez más, con cada uno de los miembros de aquel extraño grupo siendo arrancados del sueño para alistarse y desayunar antes de emprender nuevamente su marcha hacia la capital, Levi dejó escapar un pesado suspiro y observó como el caliente vaho de su aliento se elevaba ante él.

Solo tres días más y estarían en Liberio, se recordó. Solo cuatro noches más de espera y al fin Farlan y él se harían con la joya que Erwin tanto ansiaba.

Aun así, y a pesar de lo mucho que intentó desterrar de su cabeza cualquier pensamiento innecesario mientras se aseaba con la congelante agua del arroyo que corría al lado del camino, Levi no pudo quitarse de encima la sensación de aquel extraño sueño y aquella extraña mujer.

Joder, cada vez tenía más dudas y ni una sola respuesta para ellas; sin embargo, aquella soñada criatura de fuego le había asegurado que al final de aquel viaje sabría quién era él en realidad y su papel en todo aquello; y tal vez por eso mismo, se dijo Levi, no podía dejar de preguntarse si quizá su extraña conexión con Eren tendría alguna relación con la joya que tanto buscaban, y si es que acaso aquel chico de ojos verdes y desesperación infinita, sería el mago que según la leyenda necesitaban para que esta cobrase vida y desatara su poder para cambiar el mundo.

 

——o——

 

Cuatro noches después de haber visitado al desconocido hombre de los ojos de luna, Eren al fin se sentía lo suficientemente listo para dar el siguiente paso en su plan.

Debido a su muy buen comportamiento y obediencia extrema, durante las dos últimas jornadas el rey Willy se había mostrado bastante magnánimo con él, permitiéndole tener un breve descanso sobre el extenuante aprendizaje de sus poderes, e incluso autorizándolo a disponer de unas cuantas horas de libertad diarias fuera de su cuarto, pudiendo permanecer durante la mañana en el pequeño jardín del ala donde residía con tal de que fuesen Zeke o Yelena quienes lo supervisaran.

Aun así, Eren seguía siendo castigado sin poder ver a sus amigos ni obtener noticias de estos por más que preguntaba, pero había intentado no perder la cabeza y mantenerse tranquilo. Solo tres días más y finalmente escaparía de aquella jaula donde lo habían apresado desde su nacimiento solo por su linaje, se dijo. Solo tres días más y ellos tres serían libres.

Como cada día tras descubrirse su despertar como la Joya, luego de disponer la cena para él, su hermano mayor salió al balcón y oteó los alrededores, como si desease cerciorarse por completo de que no hubiese nadie escondido allí.

El cielo ya estaba por completo oscurecido y el frío invernal se colaba dentro de la estancia por el ventanal abierto, por lo que Eren se envolvió todavía más en su gruesa capa de oscura lanilla verde y se sentó frente a la chimenea encendida, comiendo con ganas el guiso de pollo y verduras que le habían enviado ese día.

—¿Y, querido hermano, has encontrado algún indicio de mi plan de fuga? —provocó a Zeke en cuanto este cerró la ventana y regresó a su lado. Masticando un trozo de pan que acababa de echarse a la boca, Eren esperó por su reacción, sintiéndose enormemente satisfecho al ver como la mandíbula del otro se tensaba al apretarla con fuerza.

Aun así, Zeke, se recompuso casi de inmediato, volviendo a lucir impecable e imperturbable en su uniforme añil que demostraba su posición como consejero real.

—¿Realmente crees que podrás escapar de aquí mientras vivas, hermanito? —Sus grises ojos tras las gafas mostrando todo el colérico desprecio que sentía por él, el cual se tornó en una cosa horrible cuando una cruel sonrisa asomó a sus labios, devolviéndole así el golpe—. Nuestro bienamado rey jamás lo permitirá. Preferiría verte muerto que lejos de su poder; y te recuerdo que si decide castigarte, no sufrirás solo, Eren.

—Lo sé, y por eso me he portado bien, ¿no?

Intentando controlar el enorme horror que aquella posibilidad le causó, él se encogió de hombros y se concentró en seguir comiendo su cena, extendiendo de vez en cuando sus dedos hacia el fuego para calentárselos.

Posando una de sus grandes mano sobre su cabeza, en una caricia que a Eren le resultó terriblemente impersonal y fría, Zeke lo miró con suspicacia cuando él levantó el rostro para enfrentarlo.

—Me pregunto si realmente lo has hecho —señaló este, pensativo, pasados unos minutos—. Que te muestres dócil como una mascota obediente no significa que realmente lo seas. Sé mejor que nadie lo peligroso que puedes llegar a ser, hermanito; sobre todo cuando esos ojos tuyos no dejan de desafiarme. Eres igual a tu madre.

Al sentir el dorso de la mano de Zeke rosar su mejilla izquierda, Eren se estremeció sin poder evitarlo, encogiéndose un poco sobre sí mismo a modo de acto reflejo; una reacción adquirida de todas las veces que su hermano lo había golpeado con aquella misma mano en el pasado.

Tras volver a abrir los ojos y percibir como una sonrisa de suficiencia se formaba en los labios del otro debido a su actuar, él se sintió profundamente mortificado y humillado por su momento de debilidad; aun así, Eren intentó mantener su malhumor bajo control y no perder lo poco que quedaba de su orgullo, apartando la mano de su hermano de un manotazo y logrando que este finalmente dejase de tocarlo.

—Por cierto, Pieck me ha pedido que te comunique que vendrá mañana después de que hayas desayunado. Si el día es apacible y no demasiado frío, ella cree que sería buena idea que trabajasen fuera, en el jardín.

Nada más oír aquello, él frunció el ceño y torció los labios en un gesto de fastidio.

—Dile a Pieck que no es necesario que venga a diario. Estoy bien y me siento estupendamente. Ella misma ha asegurado que mi avance con la magia es estable y mi salud no se ha resentido —masculló Eren molesto, intentando dejar clara su decisión—. Además, cada vez que me obliga a canalizar mi poder, luego me siento enfermo y cansado; como si me quedase sin fuerzas, y lo odio.

A pesar de que Pieck no le desagradaba del todo, lo cierto era que a él no le gustaba pasar tiempo a solas con ella. Aquella muchacha no solo cumplía funciones de médico y sanadora dentro del palacio, sino que también era la amiga más cercana de Zeke, lo que ya la convertía en una potencial enemiga a sus ojos.

Pieck, a diferencia de Yelena que se mostraba abiertamente hostil en su presencia, nunca era desagradable ni le menospreciaba; sin embargo, de una forma que Eren no lograba comprender del todo, esta lo hacía sentir nervioso e inquieto. Con sus ademanes suaves, su hablar pausado y sus lánguidas sonrisas, Pieck era como la silenciosa y, probablemente, más peligrosa aliada de su hermano mayor. Aquella de la que jamás te verías venir el golpe mortal porque lo ocultaría tras sus agradables formas y sus palabras amables.

—Sin embargo, que ella te visite cada día para ayudarte a controlar tu magia es una orden de nuestro rey, no suya. Él no desea correr riesgos contigo, Joya —replicó su hermano, hiriéndolo a propósito al recordarle su mero puesto como posesión del monarca dentro del palacio—. Además, te recuerdo que tu cumpleaños número diecisiete está cada vez más cerca, y ya sabes lo que eso significa, hermanito.

Al pensar en la amenaza implícita tras aquellas palabras, Eren sintió que se le revolvía el estómago. Si sus planes fallaban y no lograba escapar de allí junto a sus amigos, realmente se vería obligado a engendrar un hijo lo desease o no. Tras su despertar como la Joya, el rey Willy ya le había advertido que su siguiente responsabilidad sería elegir a una de las candidatas que le presentasen, embarazarla y así asegurar al siguiente portador de su linaje.

Antes de condenar a algún otro inocente a tener que pasar por lo mismo que él había tenido que vivir, Eren prefería matarse.

Un suave golpeteo en la puerta hizo que Zeke apartase su gris mirada de la suya, dando posteriormente permiso a entrar a quien había llamado.

Tal y como él esperaba, Yelena, alta, rubia y vestida por completo de negro como un cuervo, entró en la estancia seguida del revoleteo de su capa tras ella y el amortiguado repiqueteo de los tacones de sus botas sobre el alfombrado suelo de su habitación.

Sin dirigir ni siquiera una mirada en su dirección, como si Eren no existiese para ella, inclinó solemnemente la cabeza ante su hermano y le dijo a este:

—Mi señor, lamento interrumpirlo, pero su majestad requiere de su presencia con suma urgencia.

De inmediato el ceño de Zeke se frunció.

—¿Qué ocurre?

Los ojos de Yelena, fríos y oscuros como la noche sin luna, vagaron de uno a otro durante un instante, como si esta se debatiese sobre si sería o no prudente hablar de ello con él allí presente. Comprendiendo su duda, Eren le sonrió con fingida inocencia, logrando que de inmediato un ligero gesto de desprecio se formase en el serio rictus de la mujer.

—Han llegado noticias desde Fuerte Slava, mi señor —informó Yelena a toda prisa—. Noticias importantes.

Nada más oírla, su hermano inspiró profundamente con fuerza.

—Iré enseguida —le dijo a esta, y, tras dar una última mirada en su dirección, como advirtiéndole que se portase bien, Zeke se apresuró a salir de la estancia con zancadas largas y seguras, seguido por su leal guardiana, quien le pisaba los talones como una oscura sombra.

Nada más oír el sonido metálico de la cerradura al girar la llave dentro de ella, dejándolo una vez más encerrado con la única compañía de su soledad, Eren, sin entender bien el porqué, se preguntó el motivo por el que aquella noticia lo había hecho sentir repentinamente tan inquieto. La información brindada por Yelena a su hermano no debería haber significado nada para él, de hecho no lo hacía, pero aun así se sentía preocupado; sin embargo, al mismo tiempo comprendía que aquella preocupación no le pertenecía en absoluto, sino que más bien era como si la Joya dentro suyo se agitase, necesitada y ansiosa por lo que había oído. Eren tenía la ligera idea de que debía recordar algo, algo importante, pero no lograba alcanzarlo; del mismo modo que ocurría cuando se tenía una palabra en la punta de la lengua, y aun así esta se escapaba por más esfuerzo que se hiciera por atraparla.

Comprendiendo que sus esfuerzos no lo llevarían a ninguna parte mientras su cerebro se negase a cooperar, dejó la bandeja con los restos de su cena sobre la mesilla del cuarto y, tras sacar la pesada colcha de lana de su cama para envolverse en ella, se tumbó frente a la chimenea en busca del sueño.

Durante un tiempo que le resultó indefinido, Eren observó con concentración como las llamas se alzaban y danzaban frente a él. Dejando su mente tan vacía de preocupaciones como le fue posible, pensó en sus amigos desde el fondo de su corazón, permitiendo que toda la añoranza que sentía por ellos se derramase en su interior casi como un ruego.

Al llegar a aquel punto intermedio, donde parecían habitar y entrelazarse los sueños con la realidad, cerró los ojos e imaginó a Mikasa, valiente, decidida y más capaz que nadie; tan hermosa que ni siquiera la dura vida que le habían impuesto al nacer debido a su linaje pudo opacarla. Armin, en cambio, apareció en su mente como la calma tras la tormenta, la sabiduría de los libros antiguos y la esperanza sinfín; así como también la sonrisa de ánimo que siempre había estado para él en sus momentos más difíciles, aquellos en los que Eren sentía que su propia vida lo consumía y ya no deseaba continuar.

Dejando escapar todo el aire contenido en sus pulmones, abrió los ojos una vez más y comprobó que el paisaje ante sus ojos seguía siendo el mismo de antes: aquel entramado de hilos traslúcidos y delicados, los cuales parecían vibrar como la vida misma. Aun así, al mirar estos con mayor detenimiento, vio la pequeña diferencia que buscaba; aquella donde dos de esos hilos relucían en pálido azul y tenue rojo, llamándolo.

Casi como por voluntad propia, sus dedos se enredaron en el brillante hilo de azul pálido, sintiéndolo estremecer bajo su toque cuando pinzó la delicada hebra. Una vez más Eren cerró los ojos, pero al volver a abrirlos, el blanco espacio a su alrededor había cambiado, siendo ahora modificado por un empedrado jardín invernal lleno de rosaledas de pequeños capullos rosados y altas enredaderas llenas de jazmines de invierno, un lugar no demasiado diferente del patio perteneciente a su ala y donde sus amigos y él habían pasado tantos días juntos.

Tal como esperaba que ocurriese, encontró allí a Armin, quien contemplaba con embelesada curiosidad una pequeña cascada de brillante agua cristalina que caía de forma suave sobre las rocas apiladas en la base. Al oírlo acercarse, la rubia cabeza de este se volvió en su dirección; sus azules ojos llenos de alegría al verle y aquella amable sonrisa que tan conocida era para él.

—¿Es este mi sueño o tu sueño, Eren? —le preguntó su amigo lleno de aquella intrínseca necesidad que siempre había tenido de resolver sus dudas y aclarar misterios. Acercando una mano a la cascada, la mirada de Armin se llenó de asombro al ver el agua correr entre sus dedos y salpicarle el rostro, como si hubiese esperado que todo allí fuera solo una ilusión creada por la imaginación.

Tendiendo una mano en dirección a su amigo, para que este la estrechase a su vez y percibiera lo real que podía llegar a ser aquel curioso escenario que oscilaba entre la vigilia y el sueño, él igualmente sonrió y le respondió:

—Tu sueño. He entrado a tu sueño.

—Dios, esto es tan… increíble. Tan irreal —soltó este lleno de admiración—. Ya me preguntaba porque tardabas tanto. Tú no sueles ser alguien especialmente paciente, Eren —le dijo Armin con un deje de diversión en la voz y estrechando su mano en respuesta.

Nada más ver como la de su amigo seguía vendada, revelando el sitio justo donde su dedo cercenado faltaba, la rabia y la culpa lo invadieron de golpe, llenando su boca con una amarga sensación de fracaso.

—Yo… realmente lo siento mucho, Armin. Muchísimo. De verdad no quería que algo así te ocurriera, y ahora no sé cómo arreglarlo. Realmente no sé qué hacer para pagar mi culpa.

Al notar su desasosiego, el agarre de su amigo sobre su mano se hizo más estrecho, mirándolo seriamente y negando con un gesto en su dirección.

—No hay reproche ni tampoco culpa alguna, así que por favor no seas demasiado duro contigo mismo, Eren. No había nada que pudieras hacer.

—Lo había —refutó él—. Si hubiera obedecido al rey Willy cuando me lo ordenó, esto no habría sucedido. Podría incluso haberte sanado —le dijo a Armin, acariciando delicadamente con el pulgar el blanco vendaje que ahora cubría su mano.

—Pero yo no te lo hubiese permitido —volvió a insistir su amigo con aquella seguridad que lo caracterizaba—. Solo es una herida, Eren, un dolor mucho menor al que has debido cargar tú durante todo este tiempo. Lo que ha ocurrido no me menoscaba, por el contrario, me ha llenado de determinación para conseguir nuestra libertad y salir de aquí. Tu lucha es mi lucha y la de Mikasa, así que no tienes el derecho a rendirte sin pelear siquiera. Nos lo debes.

Aquel regaño se sintió como un golpe a su orgullo, tuvo que reconocer Eren, pero al mismo tiempo le obligó a abrir los ojos, reavivando sus ganas de luchar y proporcionándole aquella determinación de la que hablaba Armin. Él no era alguien débil por naturaleza y estaba decidido a no ser más una simple posesión en manos de otros; además, como su amigo le había recordado, les debía a estos el enfrentar aquella batalla por su libertad.

Tras separarse, ambos tomaron asiento en unas grandes rocas junto a la cascada, observando el rítmico fluir del agua frente a ellos y oyendo el ligero sonido producido por el verde follaje al ser mecido por la brisa invernal. Armin, aun maravillado por lo que veían sus ojos, contemplaba su alrededor con cierto arrobo reverencial, de seguro intentando memorizar en detalle todo aquello para luego recrearlo y analizarlo en cuanto despertase.

—Nuestro rescate y huida ocurrirá dentro de tres noches a contar de esta —comentó él. Sintiéndose todavía demasiado avergonzado por sus errores y debilidad pasada, se negó a mirar al otro chico, manteniendo los ojos fijos en la clara agua que caía junto a los pies de ambos—. Necesito que avises a Mikasa y estén listos para ese día.

—Entonces, ¿esto significa que ya puedes controlar el poder de la Joya, Eren? —le preguntó Armin, alegremente esperanzado, clavando su intensa mirada azul en él.

—Puedo, aunque no en su totalidad, por supuesto. Me temo que ella es… demasiado compleja y temperamental como para que me permita dominarla; pero creo que será suficiente para ayudarnos a salir de aquí.

—¿Y todo eso lo saben el rey y Zeke? —le preguntó su amigo.

—En parte. Durante estas últimas semanas he sido obediente —reconoció, intentando que su voz no transmitiese que mucha de esa obediencia se debía al miedo que le provocaba el que su rebeldía causara aún más dolor a sus amigos—. El rey Willy solo me ha pedido que haga cosas pequeñas, como volver a la vida una flor marchita u ordenarle al viento que cante premoniciones para mí, aunque no soy demasiado bueno en ello. No como mi madre, al menos. —Eren rio un poco abochornado ante su inutilidad, pero al levantar la mirada y ver que Armin también sonreía a su vez, sus pobres intentos ya no le parecieron tan penosos—. Todos los días tengo alguna prueba distinta; trucos pequeños que no significan demasiado pero que demuestran el poder que ellos tienen sobre mí. A lo único que me he negado es a permitirles conocer mi manejo del fuego.

Los azules ojos del otro chico se abrieron llenos de curiosidad al oírlo.

—¿Y eso por qué?

—Porque una vez el rey Willy lo descubra, no dudará en utilizarlo y desatará la guerra al otro lado del mar. —El ahogado gemido de su amigo se dispersó en el aire nocturno, pero el pánico de su mirada permaneció inalterable—. El viento no canta para mí como lo hacía para mi madre, pero las llamas sí me hablan, Armin, y me han otorgado una premonición —reconoció—: «Un reino forjado en sangre y fuego extenderá sus llameantes brazos sobre el mar. La Joya arderá y arrasará, llevando un canto de llanto a su paso y un manto de cenizas en su andar».

De inmediato su amigo negó con obstinación; su dorada melena rubia cayendo como una pálida cortina sobre su aniñado rostro.

—Eso es imposible, Eren. Marley y Paradis tienen un acuerdo de paz que han mantenido durante siglos. ¡Ambos reinos se han esforzado mucho por mantenerlo! —insistió este con urgencia—. Si Marley rompiera su parte del trato… —Nada más decir aquello, la mirada de Armin se llenó de terror—. Dios mío… tu escape será la chispa que dé inicio a la guerra, ¿verdad?

Eren asintió.

—Lo hará. —Rodeándose las piernas con ambos brazos, él elevó el rostro y observó el cielo cuajado de estrellas, inspirando el floral aroma de los jazmines y las rosas nocturnas—. Los primeros días tras descubrir aquello me llené de culpa y pensé en que quizá lo mejor sería solo quedarme quieto. Estaba tan cansado de todo, tan harto, que simplemente me cuestioné si debía resignarme a no ser más que una posesión del rey; sin embargo, mientras más tiempo paso con Willy Tybur, más comprendo la verdad sobre él: es ambicioso, muchísimo. Para nuestro rey, no solo soy un arma que protege la supremacía de su reino sobre los otros, sino que soy la pieza que necesita para gobernar sobre el resto. Si voy a ser la chispa o me convertiré en el arma en manos de otro, elijo la primera opción, Armin. No permitiré que el rey Willy cumpla sus planes. Voy a enfrentarlo.

Durante un instante difícil de determinar en aquel sueño compartido, ambos guardaron silencio, perdidos en sus propios pensamientos. La mano de su amigo, cálida y conocida, envolvió la suya una vez más, apretándola con una reconfortante firmeza que alivió su corazón.

—Entonces, iremos a la guerra —le dijo este; su suave voz carente de miedo, llena de aquella seguridad que siempre daba paso a las certezas.

—No, seremos guerra —contradijo Eren, siendo tanto él mismo como todas aquellas otras que le precedieron en su linaje—. Porque soy el primero y seré el último, ¿recuerdas? Para que el mundo cambie, tiene que comenzar conmigo.

Su sonrisa triste fue seguida de una mirada igualmente llena de pesar por parte de su amigo. Este, acortando la distancia entre ambos, lo abrazó con fuerza a pesar de que sus brazos temblaban, y aunque él pudo sentir la enorme angustia de Armin fluyendo en cada una de sus respiraciones, la determinación de su amigo no flaqueó en absoluto.

Tras dejar un suave beso sobre su frente morena, las manos del otro acunaron su rostro, diciéndole con total solemnidad al mirarlo a los ojos:

—Entonces, que así sea, Eren. Luchemos, cambiemos el mundo, y cuando esto termine, vayámonos sin arrepentimientos si es necesario. Es una promesa.

—Es una promesa —repitió él a su amigo, apoyando su mano sobre la suya, herida, y ocultando aquella mentira tras su enorme determinación.

Lucharían, sí, y cambiarían el mundo; pero cuando el momento de decir adiós llegara, Eren se aseguraría de ser el único que debiera cruzar al otro lado del río.

 

——o——

 

El sueño de Mikasa, a diferencia del de Armin que reflejaba aquel sitio que su corazón consideraba amado y seguro, parecía tan turbulento como si una tormenta se cerniese sobre el descanso de esta. El techo de nubes sobre su cabeza era una sombra oscura que se arremolinaba con rabiosa violencia, y una pesada bruma arrastrada se expandía por aquel cavernoso y oscuro lugar, calándolo hasta los huesos y haciendo que sus dientes castañearan sin cesar.

Durante unos cuantos minutos, Eren se sintió verdaderamente perdido dentro de aquella realidad que no era la suya, sin saber hacia dónde ir ni mucho menos lograr comprender lo que aquel paraje representaba. No veía a su amiga por ningún lado, y por más que intentó llamarla, esperando que esta respondiese y acudiera a su encuentro, solo se encontró con un frío vacío, como si todo en aquel lugar lo rechazase.

Solo tras recorrer unos pocos pasos y contemplar lo que lo rodeaba con mayor detenimiento, entrecerrando los ojos para ver a través de la espesa niebla, descubrió que aquel sitio era en realidad una sala de armas; una estancia cavernosa y abovedada, repleta de todo tipo de armamento desde el suelo al techo de la misma. Armas con un aura tan latente y amenazante como si estuviesen en constante vigilia.

Dando una lenta vuelta sobre sí mismo para ver todo lo que lo rodeaba, Eren, angustiado, se preguntó si aquel sería un lugar seguro para su amiga o, por el contrario, su tormento. O quizá ninguna de ambas alternativas, se respondió a sí mismo pasados unos instantes. Tal vez ese oscuro sitio tan solo fuera la representación de la determinación de esta a cumplir su destino, del mismo modo que él había tenido que aceptar el suyo tras la muerte de su madre.

Caminando en aquella sala oscurecida, Eren encendió luces a su paso cada vez que sus dedos tocaban alguna de las antorchas apagadas que se enganchaban a los gruesos y fríos muros de piedra. Poco a poco la densa bruma fue desapareciendo, y cuando finalmente encontró a Mikasa, sintió a su corazón oprimirse hasta un punto casi doloroso.

Por supuesto, su amiga seguía siendo la misma, hermosa y pálida bajo la luz de las antorchas que iluminaban la abovedada estancia, con su largo cabello negro atado en una trenza que descansaba sobre su hombro cubierto por su camisón blanco y su espada sobre el regazo; no obstante, lo que le hizo llenarse de angustia, fueron aquellos ojos oscuros como la noche. Estos, sin percatarse siquiera de su llegada, observaban con atención las encallecidas manos de esta, las cuales en vez del blanco inmaculado que siempre mostraban, ahora lucían oscurecidas y manchadas, totalmente cubiertas de sangre.

Sin siquiera dudarlo, él se acercó lo suficiente para quedar al alcance de su vista, pero ni aun así ella levantó la cabeza para verlo, por lo que Eren decidió sentarse a su lado, con los hombros de ambos tocándose como tantas otras veces y sus lentas respiraciones acompasándose de aquella forma tan conocida que daba la costumbre.

Al observarla más de cerca en esa oportunidad, él pudo notar no solo el brillo apagado de su mirada, sino que también el cómo su rostro lucía mucho más joven de lo que era ahora en la actualidad, recordándole a la Mikasa que había sido tras la muerte de su padre, cuando esta debió comenzar a cargar con aquella pesada condena de ser el Guardián de la Joya.

Al tomar entra las suyas aquella pequeña y pálida mano, toda cubierta de sangre carmesí, finalmente los ojos de su amiga se volvieron para buscarlo; no obstante, todo el dolor que Eren vio en ellos, toda su desesperación, fue como un golpe físico que le abrió las puertas a un nuevo descubrimiento que lo hizo sentirse infinitamente estúpido. Mikasa, siempre fuerte, siempre inquebrantable y valiente para ellos, en el fondo no era más que una niña perdida y sufriente.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó él con amabilidad.

Esta solo encogió sus frágiles hombros y suspiró quedo, respondiéndole con una vocecilla rota de cristales trizados:

—Pertenezco aquí. Soy una espada, ¿dónde más podría estar?

Devastado, Eren se puso de pie y tiró suavemente de la mano de la muchacha, instándola a que se pusiera de pie. En aquel extraño sueño, la pequeña Mikasa estaba lejos de ser la chica alta y esbelta a la que él apenas superaba en estatura, por lo cual el tener que bajar el rostro para poder mirarla le resultó extraño. Aun así, al contemplar su genuino asombro, veladamente esperanzado, una emoción cálida brotó dentro de su pecho, determinándolo a actuar.

—Vámonos de aquí —la apremió, desesperado por guiarla fuera de aquel sueño opresor y oscuro; ella, sin embargo, se enervó ante sus palabras y ralentizó el paso, nerviosa.

—¿A dónde?

—A un sitio donde puedas ser tú misma —respondió Eren, instándola a seguirlo.

—Yo soy una espada —insistió Mikasa con su voz de pajarillo asustado, volviendo a agacharse para aovillarse en ese frío piso de piedra, abrazándose a su propia arma—. Me han moldeado y me han forjado. He nacido para proteger a alguien. Mis manos…

Sin pensar en lo que hacía, él se volvió a verla, arrodillando una pierna en el suelo para quedar a su altura.

Tomando sus manos ensangrentadas entre las suyas, Eren las acercó a sus labios y las besó. Mikasa, aterrada, sorprendida, abrió sus enormes ojos oscuros y trató de apartarlo, mostrándose muy avergonzada, ya fuera por aquella cercanía a la que no estaba acostumbrada o por sentirse completamente indigna de ello. Él, sin embargo, no se lo permitió, reteniendo ahora estas sobre su propio corazón.

—Tus manos y tu vida son tuyas, Mikasa, nunca lo olvides. Tú eres lo que desees ser, no lo que otros te hayan impuesto. Tú solo eres tú, y yo soy feliz con ello. Siento todo lo que has debido sufrir y vivir por mí, y muchas gracias por seguir a mi lado a pesar de ello.

En esa ocasión, cuando él volvió a besar sus manos unidas, ella no se apartó; aun así, sus ojos grises se cuajaron de lágrimas, las cuales parecía determinada a no dejar caer.

—Eren —susurró Mikasa llena de cariño, finalmente reconociéndolo; sin embargo, en apenas un pestañeo el sueño de esta comenzó a pulverizarse, cayendo a su alrededor como una brillante lluvia de estrellas, la cual arrastraba con ella todo aquel enorme dolor y los miedos que su amiga cargaba.

Al posar su verde mirada en la muchacha que ahora dormía entre sus brazos, descubrió que la niña había vuelto a dar paso a la joven, y que la angustia, reflejada en cada uno de sus rasgos, por fin se había suavizado, si bien no por completo, por lo menos lo suficiente para creer que parte de su tormenta interior había amainado.

Guiado por el instinto, o quizá por el conocimiento intrínseco de todas aquellas que le precedieron, por primera vez de manera consciente él creó un sueño a su alrededor. Fue tan simple como respirar, dejando que su mente pincelara y su alma tejiera, remplazando el oscuro mundo de su amiga por uno mucho más amable y cálido.

Una vez su creación estuvo acabada, Eren observó complacido el bosque de arces a su alrededor, cuyo cielo nocturno estaba lleno de rutilantes estrellas y una luna rota que iluminaba la noche. Con cuidado de no despertarla, tendió a Mikasa sobre un mullido montón de doradas y rojizas hojas otoñales apiladas bajo uno de aquellos enormes árboles, las cuales crujieron suavemente bajo su peso y revolotearon a su alrededor, creando formas espirales cuando la brisa jugueteó con ellas.

Llevando una mano hasta el durmiente rostro de Mikasa, acarició con sus dedos la pálida mejilla de esta. De inmediato su amiga se removió en sueños ante su contacto, pero aun así no despertó, algo que él agradeció. El horror de todo lo que los rodeaba y esperaba era demasiado real y enorme, demasiado absoluto, por lo que Eren deseaba que por lo menos durante esa noche, Mikasa pudiera descansar sin preocupación alguna, ya que los días por venir serían de seguro tan difíciles como dolorosos.

Mientras abandonaba aquel mundo onírico para regresar a su propia realidad, él no pudo más que pensar en lo cruel que había sido la vida con ambos. Esta no solo les había otorgado un gran poder que no deseaban, sino que también una enorme maldición; una que parecía arrastrar junto a ellos a todos quienes amaban.

Observando por última vez a Mikasa dormida, Eren se juró que rompería aquella cadena que los ataba.

La haría libre.

 

——o——

 

Por primera vez desde que había llegado a aquel lugar donde se entrelazaban los sueños, el cual ya le resultaba conocido, Eren se encontró con un muro al intentar salir de allí, como si algo le impidiese regresar a su propia consciencia.

Al principio creyó que era un error de su parte, por lo que intentó calmarse y respirar profundo, pensando en que si su mente se volvía lo suficientemente dúctil acabaría volviendo a su cuerpo y despertando tarde o temprano. Pero no lo logró en absoluto.

Presa del pánico, se preguntó si quizá su doble esfuerzo de esa noche lo habría afectado negativamente de algún modo irreparable; sin embargo, antes de que pudiese comenzar a pensar en un nuevo plan de escape, la sintió: la presencia de la Joya en él. Suave y sutil en un primer momento, y luego, en lo que apenas tardó un parpadeo, ella estuvo frente a sus ojos.

Aunque no era la primera vez que se veían frente a frente, Eren se vio obligado a contener el aliento durante unos segundos ante la fascinante visión que esta siempre representaba; pero, a diferencia de sus encuentros anteriores, donde la Joya por lo habitual se mostraba orgullosa y altiva, dejando muy clara su superioridad frente a él, en esa oportunidad su antecesora lucía realmente preocupada. Sus etéreas facciones atemporales pareciendo llenas de una angustia difícil de explicar, lo que hizo a Eren inquietarse y preguntarse qué sería lo que iba mal con ella.

—¿Por qué me has aprisionado aquí? —le preguntó a esta sin muchos miramientos ni respeto, teniendo la completa seguridad de que su frustrada vuelta al mundo de la consciencia era todo a causa de aquella complicada mujer.

—Porque tu trabajo de esta noche aún no ha acabado, Joya. Debes visitar un sueño más antes de que el alba llegue.

—¿Y por qué no puedes hacerlo tú misma? ¿No eres todopoderosa acaso? —inquirió él, un poco receloso. Por más que supiera que su acuerdo con esta lo condenaba a cumplir sus dictámenes, aun así una parte suya se negaba a ser su completo esclavo; no sin luchar un poco al menos. Ya tenía más que suficiente con su propio hermano y el rey Willy.

Tras oír su pregunta, la Joya solo bajó sus resplandecientes ojos dorados hasta que las ardientes pestañas de fuego los velaron unos segundos antes de volver a alzarlos, mostrando en ellos una indignada determinación que no estaba allí minutos antes.

—Porque soy prisionera de este lugar, así como tú lo eres en tu jaula de estrechas paredes de mármol e indestructibles barrotes de oro. No puedo volar, a menos que tú seas mis alas. Mi poder es tuyo ahora, te pertenece por derecho, y no podré recuperarlo hasta que volvamos a ser uno. Todo lo que yo soy, es lo que tú eres, Primero y Último. Si busco tu ayuda no es porque lo desee, es porque no tengo otra opción, como tú tampoco la tienes, obligándote a aceptarme.

De cierta manera, y aunque le doliese un poco admitirlo, Eren entendía muy bien lo que esta intentaba decirle con aquello, ya que él mismo se había sentido así casi desde su nacimiento: prisionero de otros y sin más opciones que resignarse a su suerte. Y como lo odiaba.

Tragándose su orgullo, tragándose la rabia, Eren tendió una mano en dirección a la Joya, sintiendo como una suave corriente de vida lo envolvía cuando se produjo el contacto entre ambos.

—Entonces, dime que es lo que necesitas de mí.

—Has de hacer que cambien sus planes, ¡están en peligro! ¡Han descubierto que vienen en tú búsqueda!

Aquella revelación desesperada, hizo que el frío hielo del miedo congelara la sangre en sus venas, y toda la alegría bullente que él sentía hasta solo minutos antes, desapareciese de golpe.

¿Cómo podía ser aquello?, se preguntó Eren. ¡Su rescatador venía desde el otro lado del mar! Las llamas lo habían vaticinado, ¡era algo seguro! Entonces, ¿cómo podía alguien haber previsto su llegada cuando era un secreto para todo el mundo excepto para él, que había arrastrado al otro hacia sus propios sueños?

—¿Dime que es lo que ha cambiado? ¿Cómo ha podido ocurrir algo así?

Tomando sus dos manos con un gesto casi implorante, la Joya lo miró a los ojos; su abrazador brillo dorado quemando en su interior.

—Alguien está interfiriendo, ¡nos están robando nuestro poder! Tenemos que escapar de aquí antes de que sea demasiado tarde, ¡tenemos que encontrarlo porque lo necesitamos! Busca a la cazadora; camina en su sueño y adviértele. Ella sabrá que hacer.

Y aunque Eren tenía muchas dudas respecto a todo, mucho miedo, dejó ir las manos de la Joya viéndola desvanecerse poco a poco en aquel blanco mundo de ensueño al que pertenecía.

Permitiendo que fuese el instinto quien lo guiase, pensó en la petición de su predecesora y observó el entramado de delicadas y traslucidas hebras que lo conectaba con el mundo. Nada más entornar los ojos, halló un hilo teñido del verde profundo del bosque, el cual tocó con las puntas de sus dedos antes de sumergirse de lleno en aquel sueño.

No iba a permitir que nadie ni nada siguiera manteniendo enjaulados a sus amigos en aquel lugar, se dijo con resolución. Sacaría de allí a Armin y Mikasa, aunque fuese lo último que hiciera en esa vida.

Con aquella determinación en mente, caminó.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo fuese de su agrado y que valiera el tiempo invertido en él.

Lo siguiente, es disculparme, ya que el capítulo resultó bastante largo en esta oportunidad (más de once mil palabras), pero por más que me planteé la posibilidad de dividirlo, me resultó imposible, por lo que decidí arriesgarme y a confiar en que por lo menos el largo del mismo compensara la espera que a veces tienen estas actualizaciones.

Lo otro por lo que prefiero disculparme ahora, es porque una vez más el tan esperado encuentro de Eren y Levi se aplazará para un capítulo más, debido al largo del actual y a lo que vendrá en el siguiente; sin embargo, en el capítulo trece ya se conocerán finalmente frente a frente, aunque para eso tenga que escribir un capítulo de cuarenta páginas. Van a conocerse en ese sí o sí, jaja.

Por lo demás, solo espero que hayan disfrutado de la actualización, que les pareciese entretenida, así como también el rumbo un poco raro que lleva la historia. Por fin ha aparecido la Joya como un personaje en sí mismo (tenía muchas ganas de que lo hiciera), así como Jean, que en esta oportunidad tuvo una mayor participación y lo seguirá haciendo a partir de este punto. Para la siguiente actualización tendremos personajes nuevos, mucho más de Sasha y también el punto de vista de Farlan, quien hasta el momento ha sido prácticamente solo un espectador de la historia, y creo que ya es tiempo de adentrarnos un poquito en su cabeza y saber qué piensa de todo esto.

Como siempre, buena parte de la inspiración para este capítulo viene de la mano de Lindsey Stirling, que para mí ha sido como el OST de esta historia, jaja. Beyond the Veil para Levi, Sleepwalking para Eren en su rol de Caminante de Sueños, Lost Girls para Mikasa, Gavi’s Song para Armin y Waltz, para la Joya. Espero que si han tenido la oportunidad de oír los temas, les parezcan adecuados; y si no lo han hecho y se animan, también. Para mí la música de Lindsey siempre es maravillosa. En algún momento creo que me daré el tiempo y haré la lista de temas que he ido asignando a cada personaje.

Pasando a otra cosa, debido a lo complicada que se ha vuelto la situación en Wattpad, aviso que acabo de crear una cuenta de respaldo, en caso de que algo ocurra con la actual. Si una historia es borrada por el motivo que sea, se subirá en la de respaldo. Si la cuenta llega a ser borrada, continuaré en esa. Si la cuenta de respaldo llega a desaparecer o una historia se borra, lo sentiré mucho por quienes leen en Wattpad, pero no habrá una tercera oportunidad, por lo que les recuerdo que tengo cuentas en otras plataformas donde podrán encontrar también las historias al día.

La cuenta es la siguiente, Tessi-chan y de momento iré dejando todas las historias en borradores, para tenerlas ya listas si debo volver a subirlas; aunque realmente espero nunca tener que llegar a utilizar esta alternativa.

Para quienes siguen el resto de mis historias, aviso que la siguiente actualización será para In Focus, y luego de eso, aunque seguiré en el fandom de SnK, sería con algo nuevo en esta oportunidad.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes en estos tiempos complicados.

 

Tessa.


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