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La Joya de la Corona (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 2:

PACTO

 

Pero, en definitiva, ¿qué es lo nuestro? Por ahora, al menos, es una especie de complicidad frente a otros, un secreto compartido, un pacto unilateral.

(Mario Benedetti, La Tregua)

 

 

 

Los diminutos chillidos junto al arrastrado sonido producido por el ligero corretear de las ratas en el duro y rasposo suelo de piedra de la celda, se solapaban de tanto en tanto con los lejanos gemidos de agonía y los quedos lamentos provenientes de los otros miserables prisioneros que llenaban aquel recinto.

A pesar de lo mucho que se estaba esforzando por mantener la lucidez, Levi ya no tenía una idea demasiado clara de cuánto tiempo llevaba encerrado allí, ¿dos días? ¿Tres? ¿Más que eso? Imposible saberlo cuando cada segundo en aquel infierno de preocupación e incertidumbre, parecía convertirse en un siglo por la lenta forma en que se arrastraba el tiempo ante él.

Sí, la espera para determinar su destino y el de sus amigos se le estaba haciendo interminable.

Las largas horas pasadas encerrado en aquel sitio, sumido en aquella pesada oscuridad que parecía envolverlo todo, agotado por el hambre y la sed que lo aguijoneaban hasta un punto doloroso, lo estaban haciendo perder poco a poco la conciencia de la realidad, desapegándolo. Levi sabía que lo más fácil y cobarde sería dejarse ir y sumirse en la inconciencia por lo menos durante un momento; sin embargo, la latente quemazón de su desatendida herida le recordaba de manera dolorosa que seguía allí, que todavía estaba vivo. Quizá, pensó lleno de ironía, debería sentirse agradecido de aquella jodida puñalada; pero, si llegaba a sufrir una infección seria a causa de esta antes de que vinieran por él y pudiese tratarla, no podía asegurar que lo seguiría estando por mucho más tiempo.

Pese a todo, Levi estaba seguro de que no iban a matarlo, aún. Aquel arrogante bastardo rubio había sido bastante claro sobre el hecho de que lo necesitaba para algo, pero también sabía que aquel aprisionamiento era una especie de juego de desgaste: el maldito comandante de la Guardia Real planeaba debilitarlo lo suficiente para que, llegado el momento de su liberación y negociación, él aceptara todo lo que este le propusiera sin oponer la menor resistencia.

Por él, pensó furioso Levi, podía joderse esperando.

Haciendo un esfuerzo y tragándose el dolor que el movimiento excesivo le producía, se puso de pie con cierta dificultad para acercarse a la puerta de la celda, una maciza y pesada lámina de hierro con pequeños barrotes en la parte superior, y se sentó en el suelo, casi al lado de esta, apoyando la espalda contra el mohoso muro de la prisión e intentando buscar una posición más cómoda a pesar de la escasa movilidad que el estar encadenado al centro de la estancia le permitía.

Durante unos cuantos minutos entrecerró los ojos y ralentizó su respiración, aguzando el oído, concentrándose; desesperado por capturar algún pequeño indicio que le revelara la suerte que habían corrido sus compañeros, ya fuese en los retazos de las sombras de los guardias que se dibujaban en los muros mientras se movían de un lado a otro vigilando a los prisioneros o intentando oír parte de sus conversaciones, aunque sin suerte de momento.

Más que la incomodidad y el asco que le producía estar encerrado allí, más que la furia generada por saberse acorralado y vencido, Levi tenía los nervios a flor de piel por no saber absolutamente nada de sus amigos tras haber caído en aquella trampa.

Cuando se despertó de su inconciencia, luego de que aquel estúpido guardia lo aturdiera, ya se encontraba metido allí, sin posibilidad alguna de escapar por mucho que lo intentó. Aquella celda era un habitáculo asqueroso, diminuto y frío de dos metros cuadrados a lo sumo, con paredes y suelo de piedra porosa que apestaban a moho y sin una mísera ventana que otorgase un poco de iluminación al lugar, aparte de los barrotes en la parte superior de la puerta por donde se colaban algunas luces y sombras de vez en cuando. Levi supuso que aquello se debía, si su memoria no le fallaba, a que las mazmorras de aquella prisión estaban situadas bajo tierra. Como era de esperarse, antes de dejarlo encerrado allí, le quitaron su capa y las armas que portaba consigo, pero le dejaron a cambio una raída y apestosa manta que él hizo a un lado en cuanto se dio cuenta de lo que era aquel trapo, asqueado ante la sola idea de que alguien más se hubiese cubierto y abrigado con ella, y un orinal que, a pesar de la repulsión que le daba, se vio obligado a utilizar y que ahora se hallaba en la esquina más alejada de la celda. También le habían encadenado cual animal, con el tobillo derecho sujeto por un herrumbroso grillete de metal, no demasiado largo, que estaba incrustado al centro de la celda y que le permitía a duras penas poder moverse con cierta libertad por ese pequeño espacio.

Durante las primeras horas de cautiverio esperó pacientemente a que apareciese alguno de los guardias para intentar sonsacarle cualquier información sobre Farlan e Isabel, desesperado por saber si se encontraban bien después de lo ocurrido; sin embargo, nadie fue a verlo en todo ese tiempo: ni para vigilarlo, ni para darle alimentos o agua, ni siquiera cuando se puso a gritar una sarta de obscenidades para intentar llamar la atención; por algún motivo lo mantenían aislado de cualquier tipo de contacto humano, y Levi, sin necesidad de ser un genio, descubrió de inmediato cual era el objetivo.

Desgaste. Desgaste. Desgaste. Juego mental.

El correteo de una rata pasando sobre sus piernas extendidas frente a él lo llenó de repulsión y de inmediato encogió estas, llevándolas hacia su pecho para rodearlas con un brazo y dejando descansar su cabeza sobre ellas, con el negro y sudado cabello que se le pegaba como una capa grasienta a la frente. Joder, era un verdadero horror; llevaba demasiado tiempo sin poder tomar un baño decente y aquel maldito lugar no contaba ni siquiera con un poco de agua como para asearse siquiera; aunque si la tuviese, se dijo, seguramente habría acabado priorizando sus necesidades y utilizándola para beber. A Levi su propio olor corporal, mezcla de sudor, sangre y suciedad adherida al cuerpo, le estaba resultando insoportable, sobre todo al estar impregnado con la desagradable esencia de la humedad, orina y heces que parecía reinar en aquel recinto.

Mierda, quería salir de allí.

Se sentía cansado, mucho, y adolorido por la herida recibida durante el rescate de Farlan; apenas y había sido capaz de dormir algo durante el tiempo que llevaba allí encerrado y aparte del aguijonazo constante producido por el hambre, notaba la garganta ardiente y adolorida, tan seca como un desierto. Sí, ya comenzaba a acusar los primeros síntomas de tantas privaciones y era una putada; además, sentía el cuerpo pesado y caliente, lo que lo hizo temer que quizá tuviese un poco de fiebre a causa de una infección.

Por lo general, Levi estaba acostumbrado a soportar largos periodos de vida miserable, ya que si se quería subsistir en los barrios bajos de la capital no existía otro modo; pero esa vez no lo estaba llevando demasiado bien. No pudo evitar preguntarse si el problema sería que la vida más tranquila de los últimos años comenzaba a ablandarlo o si la angustiante incertidumbre de su situación y la de sus compañeros era lo que lo estaba minando por dentro.

El pesado ruido de pasos a la distancia lo alertó de inmediato de que alguien se aproximaba y cuando estos se hicieron más cercanos a su celda, un suspiro de alivio escapó de sus resecos labios al entender que en esa ocasión sí le iban a ver a él y, a pesar de la rabia que sentía crecer dentro de su pecho, no pudo evitar alegrarse un poco porque aquella incertidumbre llegara a su fin de una vez por todas.

Levi solo tuvo que esperar un par de minutos más para notar como estos se hicieron más fuertes, resonando por el vacío y silencioso corredor, al tiempo que dos alargadas sombras irrumpieron en la oscuridad al colarse por una rendija junto al suelo y la parte superior de la puerta, advirtiéndole que era más de un guardia quien iba a visitarlo.

Oyó el chasquido metálico producido por la llave al girar en la cerradura de la reja y, de inmediato, el anaranjado brillo de luz de la lámpara de aceite al iluminar la celda en penumbras le hirió los ojos, obligándolo a entrecerrarlos. Escuchó los pesados pasos de ambos hombres al llegar a su lado y tuvo que apretar los dientes para contener un quejido de dolor cuando una fuerte patada lo golpeó en uno de sus muslos.

—De pie, rata —le dijo con desprecio uno de ellos, sujetándolo de un brazo con fuerza y levantándolo bruscamente. El venenoso tono de voz se le hizo familiar, y al abrir los ojos para verlo de frente, pestañeando muchas veces en el proceso, reconoció al hombre rubio de bigote que lo había golpeado para dejarlo inconsciente días atrás—. Voltea —le ordenó este, estampándolo con violencia de cara contra la rugosa pared de la celda y obligándolo a poner ambas manos tras la espalda para esposárselas.

—Mike, contrólate un poco; no creo que al comandante le guste que esta escoria llegue demasiado lastimada —le recordó con paciencia el otro guardia que, para sorpresa de Levi, resultó ser una mujer y no un hombre como supuso en un principio al ver lo alta que esta era—. Recuerda que tiene planes para él.

—Lo sé, y te juro que no entiendo que pretende esta vez el comandante Erwin, Nanaba. Como si se pudiese confiar en estos criminales —replicó lleno de enfado aquel sujeto. Levi lo sintió aproximarse un poco más a él y notó el caliente golpe del aliento de este sobre la piel de su cuello, oyéndolo inspirar pesadamente, como si olfateara. Un escalofrío de repulsión le recorrió la columna de arriba abajo ante esa desagradable cercanía—. Apesta a rata traicionera, igual que los otros dos. Lo más prudente sería colgarlos; ojalá y el comandante decida deshacerse de ellos pronto, sobre todo de aquella maldita cría que no para de dar problemas.

Hirviendo de rabia ante ese comentario, Levi acabó por perder la paciencia. Con la rapidez y agilidad que lo caracterizaban, se volvió con brusquedad y utilizó la pierna que tenía libre para asestarle una feroz patada en el estómago al guardia que tenía tras él, pillándolo desprevenido; este cayó de rodillas en el suelo, resollando mientras lo miraba lleno de furia asesina en sus ojos ámbar. Su compañera, que era quien sostenía la lámpara de aceite, ahogó una exclamación de sorpresa y se apresuró a desenvainar su espada, produciendo que la poca luz reinante en la celda pareciera temblar y bailar sobre las desnudas paredes.

—Quieto, prisionero. Te lo advierto, vuelve a moverte, aunque sea un poco, y te lo haré pagar caro —le dijo aquella mujer, Nanaba, con fría letalidad.

Levi la miró con descaro, enarcando una de sus oscuras y delgadas cejas de manera despectiva.

—¿No era que tu apreciado comandante me quería sin daños? —le preguntó con velada ironía.

—Irreparables —aclaró esta—. No creo que un ojo menos le importe demasiado, escoria. Podrás seguir viviendo y siendo de utilidad sin él. Si es que tienes alguna utilidad, claro.

A pesar de la mala situación en la que se encontraba, Levi no pudo más que admirarse de aquella mujer, que no parecía para nada asustada de él, a pesar de que su compañero, mucho más alto y corpulento, seguía arrodillado en el piso gruñendo de dolor. La mujer soldado era joven, esbelta y le sacaba con facilidad unos diez centímetros de altura, como ya había notado antes. Al igual que él, esta llevaba el rubio y lacio cabello corto y rasurado bajo las sienes y la nuca, lo que le otorgaba un aire un poco masculino y fue el motivo por el cual la confundió en un comienzo; sin embargo, tenía bonitas facciones de rasgos delicados, con unas cejas altas y delgadas sobre sus claros ojos azules, levemente caídos, y que en ese instante lo miraban como si fuera el ser más repugnante sobre la faz de la tierra.

Por mucho que lo deseara, por más que la sangre le tronara en las venas por venganza, Levi sabía que no conseguiría nada peleando allí; así que, tragándose su odio y orgullo, asintió en señal de aprobación y no dijo nada más cuando ella se acercó para soltar el grillete de su pierna. Desde la posición acuclillada que se encontraba, Nanaba levantó la mirada y le advirtió en silencio que si intentaba hacer algo, su amenaza no sería en vano.

Unos cuantos minutos después lo hicieron salir de aquel espantoso lugar, con las manos firmemente sujetas a la espalda y siendo escoltado por ambos guardias, que en sus impecables uniformes verdes y negros se posicionaban delante y tras él, siendo el tal Mike el responsable de ir dándole algún que otro fuerte empujón cuando pensaba que Levi se estaba rezagando demasiado.

Los largos corredores por los que lo hicieron pasar eran tan lúgubres y oscuros como el suyo, intercalándose en una serie de pasillos enrevesados y complejos que eran casi laberinticos. Gracias a la escasa iluminación de la lámpara que portaba Nanaba y las pocas antorchas diseminadas en las paredes que aportaban una amarillenta luz mortecina, pudo vislumbrar las otras celdas dispuestas a ambos lados del pasadizo; pero, por más que su mirada buscó con desesperación a sus amigos entre ellas, no pudo hallarlos. Los gemidos y gritos pidiendo piedad, así como los incontables insultos u obscenidades que les soltaban a los guardias a medida que pasaban, le resultaron agotadores a Levi, colándose en su cabeza como un estruendo después de tanto tiempo sometido al impuesto silencio y a los suaves ruidos amortiguados por la distancia.

El recorrido fue largo y fatigoso, desgastándolo más de lo que pensaba debido a su condición actual; aun así no dejaba de observar todo a su alrededor con atención, memorizándolo, por si llegaba a necesitar aquella información en algún momento a futuro. Por lo que Levi sabía, ningún hombre había podido salir de ese lugar una vez entraban, por lo menos, no vivo. Los calabozos de la prisión de Mitras se hallaban bajo tierra, forjados en la roca natural de una de las canteras a las afueras de la capital, lo que los hacía un sitio ideal para albergar a los delincuentes más peligrosos y a los traidores a la corona. Una cárcel impenetrable de la que era imposible escapar.

Tras ascender por la estrecha escalera de piedra siguiendo a Nanaba, Levi sintió que era como revivir nuevamente cuando ella abrió la enrejada puerta de hierro para salir a la amplia habitación superior de la prisión. La primera bocanada de aire puro y limpio fue un obsequio maravilloso, que lo hizo casi delirar de la satisfacción, no obstante, la brillante luz diurna que se colaba por las cortinas entreabiertas de la ventana frente a él, le resultó sumamente molesta y dolorosa. Cerró los ojos, algo llorosos por el fuerte impacto, y no pudo más que agradecer el hecho de que Nanaba le dijese a Mike que esperase un momento para dejarlo acostumbrarse a la claridad antes de proseguir.

Levi abrió los ojos poco a poco y, aunque aún le costaba bastante enfocar la vista, pudo apreciar con claridad los encalados muros blancos de aquella pequeña sala de guardia, donde un hombre joven, de desordenado cabello castaño oscuro y escasa barba y bigote, estaba sentado tras un escritorio de oscura madera que se encontraba junto a la puerta de entrada a los calabozos, anotando algo en un gran libro de empaste rojo, muy similar a los tantos otros que se encontraban ordenadamente colocados en las dos amplias estanterías que ocupaban las paredes laterales de la estancia.

Nanaba le tendió a este un manojo de llaves y un pase que el guardia tomó y selló con un timbre.

—Ackerman, celda número ciento cuatro, ¿correcto? —le preguntó a la mujer, a lo que ella asintió. El sujeto terminó de anotar y levantó la vista de su libro, mirándolo de arriba abajo y sintiéndose, al parecer, muy poco impresionado con lo que veía—. No entiendo que pretende esta vez el comandante.

—Ni nosotros, Thomas —acotó Mike, mirando a Levi del mismo modo despectivo que su compañero, aunque esta vez en sus pequeños ojos ámbar pudo ver el enrevesado odio que le profesaba—. Solo esperemos que no se equivoque y esta rata le sea de utilidad.

—El comandante Smith nunca se equivoca. Debe tener un motivo muy importante si lo quiere a él, y nosotros no tenemos por qué discutírselo —intervino Nanaba y, siendo algo más suave que su compañero, punzó con un dedo la espalda de Levi para que volviera a ponerse en movimiento—. Vamos, Ackerman. El comandante Smith solicita tu presencia, y no le gusta que lo hagan esperar.

Lo cierto era que a Levi le importaba bastante poco lo que a aquel maldito bastardo le gustara a no, si por él fuera, que Erwin Smith se jodiera esperándolo una eternidad; no obstante, lo necesitaba, casi tanto como al parecer este lo necesitaba a él. Y si con aquel trato del demonio podía salvar a sus amigos, lo haría sin dudar, al costo que fuese.

Finalmente había llegado el momento de negociar.

 

——o——

 

El resto del trayecto fue un poco más agradable para Levi con la mujer como su guía. Nanaba y Mike intercambiaban opiniones de tanto en tanto o respondían escuetamente a saludos o preguntas de algunos de sus otros compañeros que se encontraban en el camino y que lo miraban a él como si fuese un animal de feria. Unos quince minutos después, llegaron por fin a la segunda planta de aquel edificio y Mike llamó con fuerza a una pesada puerta de madera de roble macizo. El claro «adelante» que oyó en respuesta lo alertó de inmediato que ya estaba ante su destino.

Erwin Smith, el tan admirado y apreciado comandante de aquel grupo de guardias, se hallaba enfrascado trabajando tras un pesado escritorio de caoba, donde una enorme cantidad de informes y documentos descansaban por doquier. Un vistazo rápido al despacho de aquel hombre logró que Levi se impresionara un poco, al ver lo pulcro y bien cuidado que estaba todo allí, con sus paredes blancas y relucientes y un par de recios libreros de hierro sujetos a ellas, llenos de arriba abajo de impecables tomos encuadernados y ordenados con esmero; y lo envidió por ello. Una de las cosas que él más amaba en la vida, era leer. Levi había aprendido a hacerlo, gracias a su madre, a muy corta edad; sin embargo, conseguir un libro en el sitio del que él provenía, era casi un lujo, por lo cual los pocos que tenía los resguardaba casi como un tesoro.

Cuando, instado por Nanaba, dio unos cuantos pasos en dirección a este, oyó el ruidito repiqueteante de los tacones de sus sucias botas negras sobre el pulido suelo de madera clara y una desagradable sensación se posó en la boca de su estómago al fijar la vista en aquel hombre y notar como el efecto del brillo del sol, que se colaba por el ventanal ubicado tras el escritorio en el que este estaba sentado, arrancaba destellos dorados a sus rubios cabellos pulcramente recortados y peinados, haciendo destacar el verde oscuro de su uniforme para darle la apariencia de un impresionante y gallardo héroe romántico, mientras que él, seguramente, luciría como el sucio y detestable ladrón que era.

Aquella situación era una mierda.

—Nos volvemos a ver, Levi. ¿Has estado bien? —le preguntó Smith, levantando finalmente la vista hacia él y acodando sus fornidos brazos sobre el escritorio, juntando ambas manos para posar su barbilla sobre ella. A pesar de que con tan solo ver su asqueroso y miserable aspecto se podía saber que esa pregunta era ridícula, su tono de voz al hacerla no demostraba ningún deje de burla en ella, como si en verdad esperara una respuesta afirmativa de su parte. Aquel sujeto era un auténtico cabrón.

—¿Dónde están mis amigos? ¿Qué has hecho con ellos, bastardo? —fue lo primero que soltó con fría letalidad, después de todo el tiempo que llevaba refrenándose. Sintió al instante el fuerte agarre de la enorme mano de Mike sobre sus cabellos, con sus dedos enterrándose en su cráneo con tanta saña que los ojos se le llenaron de lágrimas mientras este lo obligaba a ponerse de rodillas en el brillante suelo, para humillarlo y, seguramente, demostrarle cuál era su lugar; pero, un gesto de negación por parte de Erwin bastó para que el otro hombre lo soltara de inmediato.

—El señor Church y la señorita Magnolia se encuentran bien de momento, si eso es lo que te preocupa. Ya sabes que ellos serán una parte importante de nuestra negociación —aclaró Erwin con aquella estoica tranquilidad que parecía poseer—. Mike, puedes quitarle los grilletes.

La exclamación ahogada de Nanaba fue seguida inmediatamente por la protesta del otro hombre:

—Pero, comandante, este sujeto es peligroso. Es un criminal buscado y…

—… yo sé muy bien cómo tratar con él, gracias —concluyó Smith sin darle lugar a ninguna réplica más.

Levi sintió el fuerte tirón que le propinó Mike para obligarlo a ponerse de pie una vez más y oyó, casi con alivio, el leve clic producido por la cerradura de los grilletes al abrirse y dejar sus manos libres. Inclinándose un poco hacia él, como si aún estuviera en la tarea de liberarlo, Mike, de forma imperceptible, le susurró al oído con furia contenida:

—Intenta hacer algo más, rata, y te atravesaré el corazón con mi espada. Aun no estamos a mano, recuérdalo.

Si Erwin oyó o no algo de aquella amenaza, su semblante impávido no dio muestras de ello. Con un lánguido gesto de la mano le indicó a Levi la silla apostada frente a la suya, en una muda invitación para que tomara asiento, tratándolo casi como a un igual, algo que lo hizo sospechar aún más de aquel sujeto, sobre todo cuando este se puso de pie para tomar una jarra de agua que se posaba en una mesilla esquinera del despacho y servir un vaso que colocó con suavidad frente a él. Por supuesto, y a pesar de que se moría de sed, Levi no lo tocó.

El joven comandante sonrió levemente ante su desplante, pero volvió a tomar asiento sin mostrarse molesto o perder la calma por ello; casi como si esperase que él se comportara de ese modo.

—Bueno, Levi, me gustaría que comenzáramos nuevamente; sin rencores esta vez. Soy Erwin Smith, comandante de la Guardia Real, encargado del área de Reconocimiento Exterior —le explicó con tranquilidad, sin dejar de examinarlo con aquellos atentos e inquietantes ojos azules—. En verdad lamento haber tenido que recurrir a estas instancias para poder contar con tu colaboración, pero, teniendo en cuenta tu… larga carrera delictiva y las historias que se cuentan de ella, tenía bastante claro que no querrías trabajar conmigo si te lo proponía de una manera más directa.

—Tch, ¿y por eso montaste toda esta farsa, comandante? —preguntó, dotando de tanto desprecio su título que más que un reconocimiento sonó como un insulto. Sin necesidad de volverse a verlo, podía sentir los ojos de Mike clavados en su nuca rapada, fulminándolo con ira.

—En parte. Pero principalmente fue porque deseaba verte en acción —reconoció Smith; una breve sonrisa asomó a sus labios, volviendo por un instante su serio rostro casi en el de un niño que confiesa una travesura—. Lo cierto es que eres mucho más de lo que esperaba, aunque un poco diferente físicamente. Por los rumores que circulan sobre ti, creí que serías más corpulento, más alto; pero no pareces más que un jovencito, ¿qué edad tienes?

Oyó a Nanaba soltar una risita tras él y, sin poder evitarlo a causa de la indignación que ya sentía por las palabras de aquel hombre sobre su persona, Levi giró la cabeza para verla. La chica estaba apostada unos cuantos pasos tras la silla en la que él se encontraba sentado, junto a Mike. Ambos estaban de pie, con las piernas ligeramente separadas y las manos tras la espalda como si esperasen recibir órdenes en cualquier momento; sin embargo, en cuanto vio su evidente enfado, ella le guiñó un ojo y le dedicó una sonrisilla sardónica. Mike, por su parte, seguía mostrándose tan parco y malhumorado como minutos antes.

El suave carraspeo de Erwin lo obligó a volver a mirarlo. Este no parecía molesto por su mal comportamiento ni sus pocas ganas de cooperación, por el contrario, lo observaba con una avidez muy similar a la de un depredador que estudia a su presa antes de lanzarse sobre ella. Su instinto le advertía con alarma que aquel hombre era peligroso.

—Veinticuatro —masculló de mala gana—, ¿y tú, anciano? —preguntó solo para picarlo, sabedor de que aquella sería una impertinencia de su parte.

Smith solo sonrió con benevolencia, casi como un padre que cede ante los caprichos de su veleidoso hijo.

—Treinta, pero creo que eso no viene al caso en nuestra pequeña negociación, ¿verdad, Levi? —Erwin finalmente cambió su postura y rebuscó entre los papeles de su escritorio un par de documentos y se los tendió. No obstante, cuando él los fue a tomar, este dudó unos segundos, como si alguna obscura idea se hubiese colado en sus pensamientos—. ¿Sabes leer?

La acerada mirada que le lanzó Levi bastó como respuesta y el hombre terminó por poner aquellos papeles entre sus manos. Mientras sus ojos recorrían las primeras líneas, no logró comprender por completo lo que estos explicaban, pero, cuanto más leía y asimilaba en detalle aquella documentación, todo comenzó a cobrar sentido en su cabeza. Un repentino mareo pareció embargarlo, aunque Levi no podía discernir con claridad si era producto de la impresión que sentía o del afiebrado dolor que le estaba causando la herida de su costado.

—Amnistía Real —dijo, pronunciando con rasposa dificultad aquellas palabras que le supieron de manera extraña en la boca, sin dejar de observar la elaborada firma del rey destacando sobre aquellas hojas. Notaba el pecho apretado, de angustia, de emoción; de anhelo por un sueño que parecía imposible—. Nos estás ofreciendo el perdón por nuestro pasado delictual.

—Y una recompensa más que generosa para que puedan comenzar desde cero, en donde quieran. Yo mismo me encargaría de buscarles una residencia apropiada en la parte del país que eligieran, mientras no sea Mitras, claro.

Levi entrecerró sus ojos grises, afilando la mirada. Buscó algún indicio, algo, lo que fuera que le mostrase que aquel maldito cretino estaba mintiendo; pero no pudo hallar nada. O Erwin Smith era un actor excelente, o le estaba diciendo la verdad. Joder, odiaba no poder valerse de sus instintos, pero por una vez estos parecían estar fallando y no detectar el estado de alerta.

Chasqueó la lengua con molestia y le lanzó al comandante una mirada cargada de desprecio.

—Shadis nos ofreció la misma mierda y mira donde estoy ahora —lo acusó, retador—. Entonces, ¿por qué debería confiar en ti?

—Porque nada de lo que Shadis te ofreció fue una mentira, ¿no lo ves, Levi? Allí lo tienes, frente a tus ojos. Solo falta que pongamos mi firma y la tuya, y estará hecho; la diferencia es que tendrás que tomar un camino un poco más largo y difícil para conseguirlo.

Ante la mención de difícil su instinto supo de inmediato que el trato que aquel hombre quería proponerle no sería para nada bueno; resultaría probablemente una maldita espada de doble filo.

—¿Y qué quieres de mí? ¿Qué robe documentos reales nuevamente? ¿Qué mate a alguien? —le preguntó con un deje de sorna en sus palabras. El otro no se inmutó con su desafiante arrogancia y simplemente negó con un gesto seco.

—Quiero que recuperes una joya que le pertenece a Paradis.

Levi se quedó callado, analizando aquello, esperando que Erwin le soltara cual sería el verdadero coste de esa hazaña. Una serie de agudos aguijonazos en el estómago le recordaron que, además de sediento, estaba muerto de hambre, pero rápidamente estos se camuflaron con el dolor de su herida y no fue agradable. Tuvo que apretar con fuerza los dientes para no dejar escapar un gemido de dolor allí mismo. Ya se imaginaba la cara de satisfacción de Mike si lo veía así.

Inspirando profundamente se tragó el dolor y fingió indiferencia, casi hastío. Con la práctica de años, Levi se había convertido en un mentiroso muy convincente.

—¿Una joya real? —preguntó tentativamente. Era la única idea que se le ocurrió que entrañase un riesgo potencial tan alto como para ofrecer un pago semejante.

Erwin asintió con un gesto parco y firme.

—Podría decirse que sí —dijo, no obstante, la mirada calculadora que le dirigió parecía estar sopesando algo muy diferente—. Levi, ¿has oído hablar alguna vez de la Joya de la Corona?

Un recuerdo muy lejano, de cálidos días de su infancia, de noches de tranquilo sueño al lado de su madre, invadió su mente de golpe. Recordaba vagamente aquella historia infantil que hablaba de aquel ser mágico y poderoso que residía dentro de una joya y era capaz de cumplir todos los deseos; una hermosa pieza que todos ansiaban poseer; un ser que podía enriquecer un reino y otorgarle prosperidad eterna. Cada vez que Levi oyó esa historia, la odió; la detestó profundamente… porque dolía. Dolía con el desesperante anhelo de hallar aquello que se ha perdido y ya no se puede tener.

Las palabras de Erwin tuvieron el mismo efecto sobre él, produciendo un dolor semejante, una idéntica añoranza. El mismo enorme vacío dentro de su pecho que parecía expandirse hasta casi devorarlo.

Pero el dolor físico lo volvió a la realidad.

Levi no sabía cómo, pero en algún momento acabó poniéndose de pie e inclinándose de manera peligrosamente amenazante sobre el escritorio de Smith, con las manos apoyadas sobre este y las sucias uñas casi incrustadas en la superficie de madera. El otro hombre, sin inmutarse siquiera, seguía sentado frente a él, observándolo de aquel modo calculador que Levi estaba comenzando a odiar. El persistente dolor a su costado se debía a Nanaba; la mujer estaba a su lado y presionaba de manera floja, pero efectiva, la hoja de su espada sobre su sangrante herida, que se apreciaba oscura y pegajosa sobre la asquerosa tela de su camisa blanca. Una clara y muda señal de amenaza si no podía controlarse.

Respirando profundamente, para recuperar el dominio de sus emociones y calmar las ganas de vomitar que le producía el agónico dolor, Levi volvió a sentarse en la silla, ante lo que la joven guardia regresó a su puesto.

En respuesta a su desmedida conducta anterior, Erwin simplemente enarcó una de sus pobladas cejas rubias y le dedicó una sonrisa ladeada.

—¿Y bien, Levi? ¿Sabes algo de eso? —volvió a interrogarlo.

—Tch, cuentos para críos —respondió. Torció los delgados labios en un gesto de disgusto y le preguntó con presunción—. ¿Me has capturado solo para conseguirte una joya de leyenda?

—Sí —afirmó este logrando que sus ojos grises se abrieran con incredulidad. Levi oyó a los dos guardias contener un jadeo ahogado de sorpresa, por lo que supuso que ellos tampoco sabían nada de eso—. Justamente eso es lo que necesito de ti.

La ferviente determinación que expresaban sus palabras, así como el brillo de certeza que emanaba de sus ojos azules, le confirmó que el joven comandante no estaba bromeando, ¡aquel bastardo hablaba en serio! ¿Es que estaba loco? Esa joya era de todo menos real, solo un viejo cuento infantil para dormir.

—Supongo entonces que no podremos llegar a ningún trato —le dijo, intentando mantener la calma a pesar de sentir que con aquella afirmación todas sus esperanzas estaban desapareciendo. Dios, ¿qué pasaría con Isabel y Farlan, con él mismo? ¡No podía permitir que sus amigos muriesen por los desvaríos de un loco demasiado crédulo!—, porque esa joya no existe.

—Existe —aseveró Erwin, por completo convencido de sus palabras—. No es solo una leyenda, es un hecho verídico. Hay documentos en el Archivo Real que lo testifican.

Levi chasqueó la lengua con desaprobación.

—Si en verdad existe tal objeto milagroso, explícame por favor, comandante, porque este país de mierda está como está. Cada vez hay menos recursos y la vida se ha hecho más dura. Quizá tú no hayas puesto jamás un pie en los suburbios aparte de la noche de mi captura, pero te puedo asegurar que los mocosos se mueren de hambre porque no hay suficiente comida y que a uno lo pueden matar en cualquier esquina por un simple par de monedas para pagar algo de alcohol —le soltó, lleno de rabia—. Si esa condenada joya existe, entonces nada de eso debería ocurrir, ¿verdad? Nuestro rey seria todopoderoso y su pueblo nadaría en la prosperidad. ¿No es eso acaso lo que cuenta la leyenda? —le preguntó. El otro simplemente se quedó callado, ante lo que él le dijo con desprecio—. Que joya de mierda es, entonces.

—Es porque la han robado, ya te lo he dicho —le repitió Erwin sin perder la calma ni mostrarse enfadado por su arrebato. Levi entrecerró los ojos y lo miró con curiosidad—. Hace más de cien años la joya fue robada de Paradis y por eso ha comenzado esta época de declive. Ese es el motivo por el que tienes que recuperarla.

No lo pudo evitar, a pesar de que la situación era pésima y él no era demasiado dado a las muestras emocionales, Levi se rio. Aquella situación era tan condenadamente absurda que no había nada más que pudiese hacer o comenzaría a perder la cabeza como aquel otro sujeto. Un par de minutos después, al darse cuenta de que el hombre seguía completamente serio esperando su respuesta, no pudo más que asombrarse.

—Realmente te lo crees, ¿no, comandante? Eso de que existe una joya que puede dar poder al rey y prosperidad a un reino. Piensas que es real.

—No, que es real —afirmó Erwin con rotundidad—. Hace cosa de dos años el mismísimo rey Rod me asignó esta misión de recuperación de la Joya —le explicó, lleno de un absurdo orgullo—. Junto a un grupo de mi entera confianza hemos reunido toda la información posible; realizamos indagaciones y depuramos aquello que era real de la fantasía y, finalmente, hace un par de meses atrás pudimos localizar el paradero de la Joya. Estamos a solo un paso de poder recuperarla para salvar el reino y mejorar la vida de nuestra gente; por eso te necesitamos a ti, Levi. El mejor ladrón de Paradis. El hombre más fuerte.

Un escalofrío le recorrió la espalda al oír la convicción de aquel sujeto. Erwin poseía ese tipo de determinación irracional que él siempre había asociado con el fanatismo, con la fe ciega que se depositaba en algo, y que a Levi nunca le gustó demasiado, porque sabía que siempre resultaba peligrosa. Lo cierto era que aquella historia le parecía completamente absurda, era imposible siquiera que la magia existiera y mucho menos que una simple joya pudiese salvar un reino completo con su poder; pero, si ese tipo sabía dónde esta se encontraba y él podía recuperarla, aunque, como sospechaba, no fuese más que una simple joya común y corriente, Levi y sus amigos podrían tener un nuevo futuro. Él habría cumplido su parte del trato y ellos no tendrían que acabar en la horca a modo de castigo.

—Bien, como sea. Creo que podría considerarlo —convino, mucho más cooperador que minutos antes.

Erwin sonrió y asintió complacido.

—Sabía que podía contar contigo. Será cosa de hacer unos últimos ajustes para preparar todo antes de que pued-

—Oi, oi, cálmate un poco —lo atajó, molesto porque este ya estuviese haciendo planes sin considerarlo siquiera y sin que él hubiese aceptado realmente—. He dicho que voy a considerarlo, pero primero quiero saber que es esa maldita joya que debo robar y a quien debo quitársela.

Erwin guardó silencio de inmediato y apretó los labios con fuerza. Su ceño fruncido parecía presagiar una respuesta muy poco agradable, lo cual se confirmó en cuanto comenzó a decirle:

—Verás, creo que ese es el asunto complicado, Levi. No tenemos muy claro que es realmente la Joya. Los registros que pudimos obtener de los archivos no son muy específicos sobre su aspecto o su forma, pero hablan de ella como el Tesoro Ámbar, por lo que creemos que debe ser algún tipo de pieza orfebre que tenga esta piedra incrustada —le explicó Smith y, por primera vez, Levi detectó cierta inseguridad en su mirada azul—. Pero… la última información que me trajo uno de mis espías infiltrados, asegura de que la Joya es una esmeralda. Un ejemplar en verdad impresionante y hermoso.

Ámbar, esmeralda, a Levi le daba absolutamente lo mismo lo que fuera aquel condenado tesoro; lo que lo molestaba era no saber con precisión qué era lo que debía buscar. Un robo a ciegas tenía mil posibilidades de resultar mal y él jamás se arriesgaba con eso, era una de sus normas. Aquel trabajo se estaba convirtiendo en una verdadera putada.

—Tu hombre —comenzó, intentando no perder su poca paciencia—, ¿crees que podría describirla?

Erwin se apresuró a negar.

—No ha podido verla. Dice que la tienen increíblemente resguardada y solo me ha informado lo que pudo averiguar por alguien que trabajaba en el palacio.

Levi inspiró con fuerza, sintiendo como un mal presentimiento lo embargaba al oír aquella desenfadada respuesta y comprender lo que significaba.

—Oi, Erwin —le dijo, obviando los formalismos y ganándose un gruñido de molestia por parte de Mike—, ¿dónde se encuentra esa maldita joya en este momento? ¿A quién se la debo robar?

El tiempo pareció arrastrarse y volverse eterno mientras el joven comandante, al parecer, meditaba en cómo decirle aquello. Levi notaba el pulso latirle fuerte y pesado en las venas, concentrándose con agudeza en su costado adolorido. La sensación de hambre y sed parecía haberse amortiguado de momento por algo muy distinto, una emoción desagradable, con el regusto metálico del miedo como nota de fondo.

—En Marley —dijo este, finalmente, volviendo a acodar los brazos en el escritorio para entrelazar los dedos de sus manos. Lo miró con una seriedad mortal—. Está resguardada en las dependencias personales del rey.

Levi negó con un gesto.

—Joder, realmente has perdido la cabeza. ¡Sustraer aquella maldita joya puede desencadenar una guerra, bastardo! ¿Has pensado en ello? —Levi se puso de pie, ignorando la advertencia de Nanaba. De hecho, cuando ella llegó a su lado, le lanzó una mirada cargada de tanto odio que la hizo quedarse parada en su sitio. Volvió a mirar a Erwin—. ¡Burlar a su rey sería una afrenta directa a Marley!

—Sería un pago justo, ya que Marley la robó primeramente a Paradis. Los antepasados de Willy Tybur sabían a lo que se arriesgaban al sustraer la Joya de nuestras tierras, y sin embargo el rey Karl no quiso declarar una guerra en aquel entonces. Confiamos en que Marley tampoco querrá provocarla, porque no sería la primera ocasión que la sustracción de la Joya ocurre entre nuestras naciones; aunque nos aseguraremos de que esta vez sea la última.

Levi no podía confiar en la certeza que intentaban trasmitirle las palabras de Smith y veía demasiados cabos sueltos en ese plan descabellado. Él no sabía mucho sobre los Tybur, pero había oído rumores de que aquel reino, que estaba al otro lado del mar, era gobernado por un hombre astuto e inteligente, y terriblemente orgulloso. Si algo de eso era verdad, obtener aquella maldita joya no sería tan fácil como el joven comandante le estaba haciendo creer; y, si por algún milagro lo conseguía, Levi estaba seguro de que el rey Willy no se quedaría de brazos cruzados aceptando aquella afrenta por parte de Paradis. Si ambas naciones entraban en guerra, entonces el morir en la horca sería el menor de sus problemas.

—Podría negarme —dijo Levi, tanteando el terreno. No podía dejar de admitir que aquella oferta de trabajo era muy tentadora, demasiado, pero sus riesgos eran demasiado altos.

—Sí, podrías —estuvo de acuerdo Erwin—, pero te recuerdo que el futuro que te esperaría a ti y a tus amigos no sería muy alentador.

Levi apretó los puños, sintiéndose temblar de pura rabia contenida. Le lanzó una mirada llena de odio a aquel sujeto, que lucía tan tranquilo y confiado, sentado tras su escritorio, sabedor de que él no podría oponerse a sus demandas porque tenía no solo su vida en sus manos, sino que también la de su familia, que a Levi le era mucho más preciada e importante.

Una idea repentina, un pequeño haz de luz en su negra desesperación llegó a su mente de manera fortuita; quizás aún tenían una manera de escapar de aquella locura. Intentó contener la ansiedad y los nervios a raya, respiró hondo y relajó su postura; casi de forma milagrosa su voz salió tan normal y carente de emoción como siempre cuando le dijo a Erwin:

—Este no es un trabajo que pueda realizar en solitario.

—No te preocupes, un par de mis mejores hombres irán contigo para ayudarte en lo que sea que necesites.

—Tch, tus hombres serán solo una maldita molestia en el trasero —soltó con desprecio. De inmediato oyó el no demasiado débil «rata asquerosa» por parte de Mike a sus espaldas y un bufido de indignación procedente de Nanaba—. Necesito a mis compañeros. Yo no trabajo solo, comandante; siempre lo hacemos en equipo. Los tres nos conocemos desde hace años, tenemos confianza en nuestras habilidades; de allí proviene nuestro éxito.

Durante unos cuantos minutos Erwin pareció meditar sobre aquello. Levi le vio fruncir las gruesas cejas rubias y levantar y bajar un par de veces los dedos de sus entrelazadas manos, un leve indicio nervioso que lo humanizaba un poco; pero, por lo demás, el hombre parecía dominarse muy bien. Unos cinco minutos después, finalmente habló.

—Comprendo, y me parece bien —admitió Smith, lo que produjo que Levi casi deseara gritar de incrédula felicidad. No podía creer que lo hubiese convencido tan fácilmente con aquel plan. Si todo salía bien…—, pero solo podrá ser uno de ellos.

—¿Cómo? —preguntó lleno de aprensión.

—Solo uno de tus amigos podrá acompañarte en el viaje para realizar el encargo que te he encomendado. Estoy seguro de que el señor Church se mostrará gustoso de ser útil por una causa tan noble como el bienestar de su nación —le dijo Erwin, con cierta sardonería en su tono.

Levi sintió un terror frío como el hielo bajarle por las venas, ralentizando los latidos de su corazón y amortiguando sus sentidos, sus emociones. Lo único en lo que podía pensar era en Isabel, Isabel, Isabel. Isabel, que tendría que quedarse encerrada allí. Isabel, que no sabía mantener la maldita boca cerrada ni controlar su pasional temperamento. Isabel, a la que años atrás le hizo una promesa de no dejarla sola jamás. No podía hacerlo. No podía simplemente largarse de allí con Farlan y dejarla a su suerte…

—Entonces, ¿qué pasará con Isabel? —preguntó, y tarde se dio cuenta de la desesperación impregnada en su voz. Por el gesto de superioridad que se dibujó en el rostro de Erwin, Levi supo de inmediato que eso era lo que este esperaba como respuesta de su parte y, con rabia, comprendió que acababa de perder aquella importante batalla de desgaste con ese hombre.

—La señorita Magnolia estará aquí esperando por el regreso de ambos. —Al notar el terror que debió reflejarse en sus ojos al imaginar a la chica en prisión durante el tiempo que ellos tardaran en volver, el joven comandante se apresuró a tranquilizarlo—. No aquí, por supuesto; será mi invitada especial. Residirá en mi casa y estará bajo mi cuidado. Te prometo, Levi, que será bien tratada, sin nada que le falte.

«Le faltaremos nosotros», pensó él, pero prefirió callárselo. Esa oferta por parte de Erwin era generosa y mucho mejor que la posibilidad de que la chica pasara un par de meses viviendo en la miseria de aquella prisión donde le podía ocurrir cualquier cosa. Aun así, Levi no se confiaba del todo, pero no tenía más elección que aceptar. Si ese fuese un juego de ajedrez, aquel maldito bastardo inteligente lo tendría en ese instante en posición de jaque, dándole muy pocas opciones para ganar la partida.

—Está bien, acepto el trato —le dijo, notando el peso del mundo sobre sus hombros al saber que acababa de firmar un pacto con aquel demonio—. Iré a Marley junto a Farlan y traeremos tu maldita joya de regreso a Paradis; pero, una vez que la hayamos conseguido y la tengas en tus manos, nos devolverás a Isabel y cumplirás cada una de tus malditas promesas; todas ellas, ¿queda claro? O te juro que te mataré con mis propias manos, Erwin Smith.

—Me parece justo —consintió este, antes de que los otros dos guardias comenzaran a protestar a causa de la obvia amenaza a la vida de su adorado comandante—. Entonces, Levi, ¿trato? —le preguntó al tiempo que extendía una mano hacia él.

Tras dudarlo un par de segundos, aceptó estrecharla con la suya, sintiendo un ramalazo de asco hacia sí mismo, no solo al ver lo terriblemente sucia que lucía su pálida piel por las malas condiciones vividas después del encierro, sino que también por haber caído en esa absurda trampa y estarse vendiendo de esa forma para salvar su pellejo y el de sus compañeros.

—Trato —fue su escueta respuesta, apresurándose a terminar con aquel desagradable contacto.

—Muy bien entonces, comenzaremos con los preparativos de inmediato. Pediré que te trasladen a una de las habitaciones de huéspedes que hay en el cuartel y pronto podrás reunirte con el señor Church para que le expliques todo. También me encargaré de que hoy mismo la señorita Magnolia sea llevada a mi casa; no queda lejos de aquí, así que podrás hacerle una visita mañana, cuando ambos estén un poco más repuestos.

Levi quería protestar, decirle a Erwin que necesitaba ver a la chica ya mismo, pero sintiendo su propia debilidad invadirlo, supo que no sería el mejor momento para ninguno de los dos. Se sentía cansado, hambriento, muerto de sed y un poco enfermo; además que notaba como una ira visceral y un miedo aplastante que no sentía desde hacía mucho tiempo comenzaban a anidar en él, amenazando con desbordarse en cualquier momento. Levi dudaba que pudiese controlarse con tanta rapidez en el estado tan vulnerable en el que se encontraba, y no quería que Isabel lo viese así. No ella. Nunca.

Tras las despedidas correspondientes, se dejó guiar nuevamente por Nanaba y Mike hacia la puerta, aunque Erwin les pidió esta vez a sus subordinados que no volviesen a esposarlo y les encargó que hablaran con un tal Dot Pixis, para que este le otorgase a Levi una habitación momentánea.

Un pensamiento fugaz, una idea que asaltó su mente repentinamente y se instaló en su corazón, lo hizo inquietarse. Antes de salir del despacho de Erwin, se giró hacia el joven comandante que volvía estar con la rubia cabeza inclinaba sobre el escritorio, inmerso en su trabajo.

—Oi, Erwin —le dijo para llamar su atención. Este, de inmediato, levantó la mirada y posó sus ojos azules en él—. Si las cosas se complican y no puedo cumplir el trabajo o si me matan o me capturan antes de que pueda traer tu puta joya de regreso, ¿qué pasará con Isabel?

Erwin abrió los ojos, al parecer un poco sorprendido de que le preguntase sobre aquello; casi como si la respuesta a esa pregunta fuera algo obvio y las inquietudes de Levi resultaran ser una cosa absurda

—Bueno, supongo que ya sabes que si los capturan en Marley no dudarán en matarlos por trasgredir los acuerdos; ese es el castigo a cualquier ciudadano de Paradis que entre en su territorio sin una adecuada invitación o con intenciones de provocar daño —le dijo, recordándole las duras leyes aplicadas a sus compatriotas en la nación vecina—. Y si los matan… solo no te preocupes, Levi. Te prometo que si eso llegase a ocurrir, tu querida Isabel se reunirá muy pronto con ustedes.

Contuvo el aliento y cerró la boca para no dejar escapar el grito de agonía que amenazaba con salir de su garganta, casi provocándole dolor. Erwin seguía allí, observándolo atento con aquella calma aparente; pero Levi sabía la verdad que se escondía tras aquello, comprendía su amenaza velada y oculta en sus buenos modales y formas.

Si ellos morían y no cumplían su parte del trato, colgarían a Isabel como la criminal que era; lo que significaba que si deseaba salvarla, debía regresar por el medio que fuese a Paradis con la tan ansiada joya.

Tragándose el amargo regusto de la bilis que le invadió la boca, Levi asintió con un seco gesto hacia Erwin y se dio media vuelta para seguir al otro par de guardias, obviando la mirada de suficiencia de Mike y la expresión de lástima que tenía pintada Nanaba en el rostro.

Aquel sujeto no solo era listo, sino que era diabólico, se dijo Levi mientras se perdía por otro largo entramado de escaleras y corredores. Aquel bastardo inteligente no solo ideó todo aquel plan para llevarlo a su terreno de juego y acorralarlo hasta que él ya no tuvo más opción que ceder a sus demandas y aceptar aquel terrible pacto, sino que lo dejó sin más salida que acceder a todo, absolutamente todo lo que este demandase.

Erwin Smith acababa de ganar aquella partida con un jaque mate perfecto y a Levi no le quedó más opción que lanzar su corona a sus pies y reconocer la derrota.

Pero algún día, se juró, iba a vengarse. No importaba el tiempo que tardase, él era un hombre paciente.

Notas finales:

Lo primero, muchas gracias a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero que el capítulo haya sido de su agrado, que valiera la pena el tiempo de lectura invertido y que ya se vaya entendiendo más la idea de esta historia.

También aprovecho de avisar ahora, para que no existan dudas posteriores, que este será un fanfiction un poco largo; más de veinte capítulos de seguro, aunque aún no tengo una cantidad definida, supongo que se irá viendo según avance. Y por si alguien se pregunta qué pasa con Eren que está tan desaparecido de momento, prometo que ya lo veremos en el siguiente capítulo, que será principalmente para él.

Como siempre, una agradecimiento enorme a quienes se dan el tiempo de dejar su opinión, de votar, agregar a sus alertas o favoritos. Anima mucho saber que las locas ideas de mi cabeza parecen gustar o parecer interesantes a algunos. Si además alguien de por aquí sigue mis otras historias de este fandom, aviso que la actualización siguiente es In Focus y estará para el miércoles de la semana entrante.

Hasta la siguiente actualización.

 

Tess.


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