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Stony Stories por Wind Girl

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Steve

Peter salió por la puerta buscándome entre los padres. Levanté la mano y enseguida sonrió al verme. Esquivó a varios de sus compañeros y corrió hasta llegar a mí.
– Hola, pequeño –sonreí–. ¿Cómo te ha ido hoy?
– ¡Bien! –Dio un saltó–. ¡En historia hemos hablado de ti!
– ¿De mí?
– Sí, nos han explicado que eras delgadito y tenías muchas enfermedades, pero que aun así querías ir a la guerra. ¡Eras muy valiente!
– No hay que dejar que otros te dicten lo que puedes o no hacer. Si quieres algo lucha hasta conseguirlo –le sonreí.
– Quiero ser como tú y papi.
Sonreí involuntariamente al escucharle, cogiendo su mochila y tomando su mano.
– Lo serás –respondí–. Ahora voy a presentarte a alguien que me conoció en esa época.
– ¿Quién? –Preguntó con sorpresa.
– Alguien muy especial para mí.
Peter sonrió y ambos comenzamos a caminar.
Teníamos poco rato para hacer esto antes de que Tony enloquezca por los últimos preparativos de la boda. Si no hubiera tenido tanta prisa por hacerla no estaría tan estresado como las últimas 3 semanas. Incluso Thor se tomó unos días de descanso e irse con Jane tan solo por no escuchar a Tony. Ha querido preparar todo en 3 meses para poder casarnos cuanto antes.
De repente parecía que le importaba el que tuviéramos relaciones fuera del matrimonio, o al menos eso era lo que me decía. Creo que sentía algo de culpabilidad por no haberme preguntado, ni dado cuenta antes, de ese detalle cuando empezamos juntos, aunque a mí a estas alturas eso era ya lo que menos me importaba. Sin embargo no me iba a quejar, porque también ansiaba el casarme con él.
En un principio Tony quería tomarse 6 meses, pero después de hablar con varios curas y nos dijeran las fechas que tenían disponibles, Tony cambió por completo de idea al ver que el día de nuestro aniversario estaba libre. Le insistí en que no era necesario hacerlo el mismo día, que sería igual de especial siendo otra fecha, pero es evidente que discutir con Tony cuando algo se le mete en la cabeza es inútil.
Cómo también fue inútil intentar disuadirle de comprar una casa en Malibú con una playa privada ya que le parecía perfecta para celebrar la fiesta de la boda. Con solo haberla alquilado ya hubiera estado bien, pero Tony y su cabezonería querían comprarla. Ahora sería nuestra casa de vacaciones.
Mientras Tony se aseguraba de que todo estuviera listo para mañana, yo necesitaba hacer algo. He tenido tanto miedo en hacerlo que lo he dejado para el último día y estoy aterrado. No sé cómo iba a reaccionar ante la nueva vida que llevaba, ni siquiera sé si logrará comprender mis palabras, pero necesitaba aclararme con mi pasado para poder tener un futuro sin remordimientos. Necesitaba explicarle todo a Peggy.
Hacía más de un año de cuando fui a verla, me costó mucho decidirme a hacerlo porque no me sentía emocionalmente preparado para afrontar la realidad de que había despertado en un mundo completamente distinto. Cuando finalmente fui a verla fue porque Peggy había enfermado y no quería que se fuera sin verla, por suerte se recuperó, pero no sé si recuerda que estuve ahí porque su estado era muy delicado.
Pero ahora era todo diferente, mi vida ha dado un vuelco de 180° desde entonces y necesitaba contárselo yo y que no se enterara por terceras personas. Tony a estado tan feliz mientras preparábamos la boda que incluso tiene ganas de contarles a todos y, aunque le dé algo de miedo por lo que digan, quiere anunciar que estamos juntos después de casarnos. Realmente es más para nosotros, poder tener la libertad de ir y hacer lo que queramos sin la necesidad de escondernos. Entrando ahora en el matrimonio debíamos cambiar cosas aunque no nos gustara, además de que no podíamos esconderlo eternamente y mucho menos con Peter. Él merecía tener la libertad de expresar su vida como era y no tener que contenerse solo porque nosotros no queríamos contarlo. No se queja y le parece bien no decir que somos sus padres por el momento, pero a nosotros si nos importa, como padres debemos darle la libertad de ser como quiera ser y que no deba contener nada por nuestra culpa, suficientes cosas querrá esconder a medida que crezca. Por eso mi primer paso era contarle la verdad a Peggy y presentarle a Peter como mi hijo.
Desde hacía unas semanas había sentido la necesidad de hacerlo y poder ser sincero con mi pasado. No sé cuál vaya a ser su reacción o si esté bien para comprender lo que le cuento, pero al menos yo me sentiría mejor conmigo mismo al hacerlo. Lo único que esperaba es que esto no complicara las cosas con Tony. Sé cómo son sus celos y temo que crea que sigo sintiendo algo por Peggy cuando no es así. Simplemente no puedo olvidar que fue alguien importante para mí, y que cuando salí del hielo aún la quería. Lo que me daba un poco de miedo era el si Peggy estaba suficiente lucida para comprender lo que le contaba podría no sentarle bien, no solo por mí, sino también porque ella conocía a Tony desde que era pequeño y no sé cómo su mente pueda tomar la noticia.
Tomamos el metro ya que le encantaba a Peter viajar en él, aunque a Tony no le agradaba ir tan expuestos, pero creo que era porque no le gustaba la multitud en general.
El viaje fue rápido y fuimos directos a la residencia donde estaba Peggy. Peter fue todo el camino contándome las cosas que le habían explicado de mí en el colegio para ver si adivinaba a quién le llevaba a ver, pero al llegar a mencionar a Howard me preguntó si de verdad era el padre de Tony.
– Sí, lo era –le sonreí–. Eso le convierte en tu abuelo.
– ¿De verdad? –Dijo asombrado.
– Claro, nuestras familias ahora también son la tuya.
– ¿Y tú tienes papá?
– No –respondí con un suspiro–, él murió en la guerra antes de que yo naciera.
– ¿Entonces nunca has tenido papá? –Preguntó apenado.
– No, pero siempre tuve a mi madre.
– ¿Y ella también sería mi abuela?
– Por supuesto.
Peter sonrió ampliamente al ver cuanta familia tenía. Ahora tenía por partida doble, su familia biológica y las de Tony y mía. Él parecía feliz, pero a mí me daba bastante tristeza pensar en que de todos los familiares solo sus tíos estén vivos. No sé porque estaba tan feliz, aunque él mismo me respondió eso.
– Cuando papi y tú me dejéis diré a todos que mis abuelos ayudaron a ganar la guerra –sonrió de oreja a oreja.
Sonreí al ver que veía el lado positivo, a la inversa que yo que tan solo había visto la parte mala. Él prefería ver lo bueno y sentirse orgulloso de ser familia de personas que lucharon por nuestro país. Desde luego nunca dejara de sorprenderme.
Finalmente entramos en la residencia y una de las enfermeras nos llevó hasta su habitación.
Nada más entrar pude verla, sentada en su butaca junto a la ventana. Al escucharnos se volvió lentamente y sus ojos se abrieron por la sorpresa y luego sonrió hacia mí.
Junto a su cama había una silla y la puse frente a ella. Me senté y enseguida extendió su mano la que no dude en coger y apretar delicadamente.
– Hola –murmuré sonriendo para ella–. Te veo muy bien hoy.
Abrió más los ojos, viéndome fijamente como si no creyera que fuera de verdad.
– Steve –dijo con lágrimas en los ojos–. ¿Eres real?
– Sí –respondí conteniendo mis emociones para no llorar–. Estoy aquí.
Soltó mi mano para poder acariciar mi mejilla y sonrió sin poder dejar de mirarme.
– Eres tú, tal y como te recordaba.
– Para mí no ha pasado tanto tiempo –dije tratando de bromear.
– Algunos tienen suerte –dijo con humor.
No despegó la mirada de mí y enseguida su expresión cambió.
– Te sucede algo –afirmó.
Dirigió su vista hacía la puerta, donde se había quedado Peter parado, y luego volvió a mirarme mientras retiraba su mano volviendo a sonreír.
– Creo que tienes que decirme algo, ¿verdad?
Tal y como la recordaba, no se le escapan los detalles.
– Ven aquí, Pete –estiré mi mano hacia él y vino a mi lado avergonzado–. Quiero presentarte a Peggy Carter. Ella me conoció incluso antes de ser Capitán.
Peter se abrazó a mí avergonzado mirando a Peggy y luego saludo con la mano brevemente. Ella le miró con curiosidad, pero siempre manteniendo su sonrisa.
– Peggy, tengo cosas importantes que contarte, una de ellas es él –acaricié la espalda de Peter y besé su frente.
Ella no hizo rastro de reaccionar, ni siquiera sabía si me estaba escuchando, pero su mirada iba de mí a Peter y de Peter a mí una y otra vez.
– Es mi hijo –dije con cautela, viendo su reacción–, le he adoptado con mi pareja.
Nos miró, como si tratara de comprender mis palabras, por casi un minuto, y luego sonrió a Peter.
– ¿Tienes una familia? ¿Te has casado? –Dijo con los ojos vidriosos.
– Me caso mañana.
– Es una mujer muy afortunada.
– Realmente... –comencé, un poco dudoso de cómo explicarme–. Realmente es un hombre.
Peggy quedó paralizada por mis palabras y sentí la obligación de seguir hablando.
– No esperaba que pudieran gustarme los hombres, pero él ha cambiado mucho en mí. Tú le conoces –añadí al final, con miedo de su reacción.
– ¿Le conozco? –Preguntó, todavía perpleja.
Su rostro aun expresaba su confusión, no sabía si porque tan solo le parecía extraño o por si su cabeza no estuviera del todo aquí. No estaba del todo senil, pero las enfermeras me dijeron que a veces parece perderse en sus pensamientos y no prestaba atención. Al parecer la enfermedad que tuvo le agravó más la pérdida de su esposo de hace 2 años, poco antes de que yo saliera del hielo.
– Sí, es Tony. Tony Stark –aclaré para que comprendiera mejor.
– ¿El hijo de Howard? ¿El pequeño y alocado Anthony? –Sonrió como si algún recuerdo feliz inundara su mente–. Era un diablillo que jamás hacía caso, pero adoraba ir a verle y llevarle dulces aunque a Howard no le gustara –hizo una risa con una débil tos–. Maria siempre hacia que se las quitaba, pero en realidad se las daba después cuando Howard no estaba.
Peter rió con la anécdota y Peggy pareció volver a la realidad, ampliando su mirada hacia nosotros.
– ¿Tony? ¿Tú y Tony?
Su tono reflejaba completa incredulidad y asentí.
– Sí, para los dos fue una sorpresa.
– ¿El alocado Tony y el recto Steve? –Rió, realmente divertida.
Sonreí al ver lo bien que lo tomaba, incluso con mucho humor. Eso era un gran alivio para mí.
– Seguro es difícil para ti –comentó, aun con una sonrisa–. Sin embargo no hay nadie mejor que tú para cuidar de Anthony.
– Eso dice él –reí con ella–, pero también sabe bien cómo cuidarme.
– Yo les cuido a los dos –murmuró bajo, Peter.
Peggy ladeo la cabeza hacía Peter, dedicándole una dulce sonrisa.
– Y lo haces bien.
– Muy bien –abracé a Peter–, es el mejor hijo que podríamos tener.
– Sin duda alguna se le ve –acarició el cabello de Peter–, y menos mal o Tony se volvería loco.
Me reí negando al ver que Peggy parecía conocer bien a Tony.
Era extraño saber que ellos habían tenido tanto contacto mientras yo estaba congelado. Eso me recordaba que, aunque Tony biológicamente era mayor que yo, realmente mi edad era mayor. Yo, al igual que Peggy, debería haber visto nacer a Tony y verle crecer a medida que yo envejecía, sin embargo la vida tenía algo diferente pensado para nosotros. Cosa de la cual no me quejo, ni me quejaré, actualmente. A pesar de que duela pensar en que había dejado atrás lo que conocía y quienes conocía, hoy por hoy no cambiaba mi vida por la anterior. Continuaba luchando por hacer el bien y también tenía amor, con quien además compartía las ganas de cuidar el mundo. No creo que pudiera ser más perfecto. A pesar de que su lado alocado lograba irritarme muchas veces, también amaba que ese mismo lado lograra hacerme reír y ver la vida con más humor y disfrutar del momento.
– Tony es más niño que él –bromeé.
– No lo dudo –respondió riendo, lo que provocó que le diera un ataque de tos.
Acaricié su espalda esperando a que pasa el ataque.
– Peter, trae ese vaso de agua –señalé el vaso que había sobre la mesita de noche.
Peter rápidamente obedeció y Peggy le respondió con una sonrisa, mientras respiraba agitada por el esfuerzo de toser.
Tardó unos minutos en reponerse y la miré con preocupación al notar que su rostro estaba pálido.
– ¿Estás bien?
Ella asintió sin decir nada y eso me preocupó más.
A esta edad por algo insignificante podían empeorar las enfermedades drásticamente.
Me levanté y salí al pasillo para buscar una de las enfermeras. Enseguida vinieron y nos obligaron a salir, pero Peggy reaccionó cuando salía por la puerta.
– Se feliz, Steve –susurró con voz ronca.
Esas palabras me dieron una paz inigualable, su aprobación era todo lo que necesitaba para que todo fuera perfecto al casarme con Tony.
– Lo seré –respondí, mirándola una última vez antes de salir.
Mi corazón se encogió viendo como la ayudaban a volver a su cama y comenzaban a auscultarle.
Me sentía realmente mal de pensar en que era mi culpa que se hubiera puesto así de mal repentinamente. Parecía estar bien cuando llegamos pero su aspecto ahora era alarmante. El ataque de tos le había dejado sin aire y le estaba costando recuperarse. No esperaba que estuviera tan delicada, siempre había sido una mujer tan fuerte y valiente que verla tan débil era casi imposible de creer, pero la edad no perdona a nadie.
Tomé la mano de Peter y nos dirigimos a la salida de la residencia. Traté de no pensar más en Peggy porque debía centrarme en lo que nos esperaba hoy y mañana, suficientes nervios iba a tener al pensar en la boda.
Mi teléfono vibró en el bolsillo y lo saqué mientras caminaba con Peter, pero me paré en seco cuando leí el mensaje de Tony. "¿Has recogido los anillos?".
Casi lo olvido por completo por culpa del malestar que me había dejado Peggy. Tony me mataría si llego sin ellos.
– Tenemos que pasar por otro sitio antes –le dije a Peter.
Él asintió en respuesta y cambié de dirección.

•••

Tony me miró entrecerrado los ojos cargando a Peter.
– Si no te llego a mandar el mensaje ni lo recuerdas, ¿eh? –Murmuró, sentando a Peter sobre la encimera.
– ¿Se lo has dicho? –Miré a Peter, que se abrazó a Tony intentando no reír–. No ha pasado nada, Tony, ya están aquí, y si no los hubiera traído hubiera ido al llegar. No es el fin del mundo.
– Eso dices tú... –respondió con desgana.
– Sí, eso digo yo –me acerqué a él y bese sus labios para quitar su cara de enojo–. Todo está bien, cariño, deja de preocuparte.
– No puedo dejar de preocuparme, hay muchas cosas que arreglar.
Le abracé, dándole más besos para que dejara de preocuparse. Se ponía demasiada presión y no era necesario. No necesitaba una boda a lo grande, sería perfecta tan solo con su sí. Sin embargo él parecía que quería que todo fuera a la perfección, y aunque a mí eso no me importe tanto sé que para Tony sí y no dejaría que se pusiera toda la presión sobre él.
– De acuerdo, déjame que te ayude entonces –dije, dándole un último beso.
– Gracias –respondió con un suspiro de cansancio.
– Ve a relajarte un poco y yo hago las últimas llamadas, después nos vamos todos a California.
– ¡Sí! –Gritó, Peter, lleno de emoción, saltando de la encimera–. ¡Ya quiero subir al avión!
Reí viendo su entusiasmo y acaricie su cabeza.
– Entonces ve a por tus maletas y déjalas en la puerta con las nuestras.
Peter asintió con entusiasmo y rápidamente me obedeció.
Tony caminó a la sala y se tumbó en el sofá. Le seguí y puse sus pies sobre mi regazo, viendo lo estresado que parecía.
– Cariño, relájate, mañana todo saldrá bien.
– ¿Y cómo lo sabes?
– Porque solo hay que decir sí.
– Steve, es más que eso. Hay mucho...
– No –le interrumpí, quitándole los zapatos–, no hay nada más importante, Tony. A mí me da igual si hay flores o no, o si las sillas no tienen un lazo a juego con las servilletas –continué, masajeando sus pies–. Solo necesito que estés tú, lo demás es irrelevante, no seré más feliz por ello porque ya te tengo a ti para hacerme feliz.
Tony negó con la cabeza apartando los pies.
– Eres un idiota –respondió sentándose para tomar mi rostro.
Me besó con fuerza dejándose llevar y subiendo sobre mí a horcajadas.
Sujeté su cuerpo contra el mío, dejando que mi lengua explorara su boca, la cual se volvía más ansiosa por segundos. Mis manos fueron bajo su camisa involuntariamente y acaricié su espalda.
Tony se estremeció y se separó para tomar aire.
– Qué tal si retiramos lo de esperar hasta la noche de bodas –murmuró, mordisqueando mi labio jadeando.
– No, Tony, solo es un día –acaricié su piel e hizo un ronroneo, bajando los mordiscos por mi cuello.
– Bueno, pero déjame seguir con esto un poco más... –respondió aun jugando en mi cuello.
Eché la cabeza hacía atrás, dejándole mejor acceso.
Cada uno de sus roces me volvía loco y él sabía bien eso. Pero tenía muy claro que no íbamos hacerlo todavía, y me alegraba ver que no discutía ni insistía con ello. Tan solo quería hacer más especial nuestra primera vez como matrimonio y sé que el deseo por la espera hará una gran diferencia, al igual que finalmente iba a dejarle hacérmelo.
Me asustaba bastante y continuaba con muchos peros, sin embargo creo que es el momento de darle todo a Tony. Sé que él quiere hacerlo desde hace mucho tiempo y ha sido paciente por mí, eso lo valoraba muchísimo. Ahora que estaremos dentro del matrimonio me parecía lo más correcto y aunque lo habíamos hecho muchas veces, al menos había dejado algo hasta casarnos, lo que no me hacía sentir tan mal.
Dejé que Tony se relajara y durante 30 minutos pareció encontrar tranquilidad mientras nos abrazábamos en el sofá. Yo también me relajé y dejé de pensar en lo que nos espera en las próximas horas porque, a cada minuto sentía que el nudo de mi estómago se hacía más grande por los nervios.

•••

La llegada a California había sido estresante porque Tony no dejaba de dar órdenes a todos para que estuvieran listos para mañana sin ningún percance. Al único que no le había podido arruinar el viaje era a Peter. Le puse los auriculares con su música y pasó todo el viaje pegado a la ventana. Lo último que quería era un niño estresado en un lugar encerrado, suficiente era con todos los que íbamos. A parte de los chicos también venían los Parker, Pepper, Happy y Thor había traído a Jane. Tan solo faltaban Fury, Hill y Rhodes que llegarían mañana.
Iba a ser algo pequeño porque, por un lado yo no tenía familiares vivos y Tony tenía pocos, y por otro porque Tony quería algo íntimo por mí. Por una vez se había preocupado por complacer mi opinión y que en cuanto a invitados no fuera exagerado. Luego yo por eso le di libertad de hacer el resto como le gustara a él, y sin embargo también me complació en algo más. Quiso que nos casáramos en la iglesia. Él sabía que esa era mi preferencia, pero realmente no es lo que él quería, tuve que sonsacarle que él se imaginaba casándonos en una playa en Bora Bora, así que finalmente decidimos un poco de todo. Nos casábamos en la iglesia, haríamos la fiesta en la casa que tenía playa privada, y nos iríamos de luna de miel a Bora Bora. Tony había sabido cómo organizar todo para que los dos tuviéramos lo que queríamos y para mí no podría haber sido más perfecto.
La mayoría se quedaría a dormir en un hotel, mientras que Tony, Peter, Romanoff, Banner y yo nos quedábamos en la casa que habíamos comprado. Nat se había ofrecido para controlar que Tony no se colara en mi habitación a media noche por culpa de que él no había dejado de bromear en toda la semana con que lo haría. Nat decía que ya que todo iba a ser por la iglesia teníamos que seguir la tradición de no verse antes de la boda. Tony le recrimino que no era precisamente la más santa para exigir eso, y ella respondió que era por mí ya que Tony me habría corrompido ya suficiente. Realmente me reí porque a mí eso me daba igual, pero parece que les dio igual mi opinión y continuaron discutiendo por esa tontería.
Por otro lado, Banner se quería quedar con nosotros porque no se sentía cómodo en un hotel sabiendo que había tantas personas. Aunque no ha habido ningún problema con Hulk desde que nos juntamos en la torre decía que no quería correr riesgos y le comprendía.
Al entrar en la casa nos encontramos con muchas personas corriendo de un lado a otro para terminar los preparativos para mañana. Tony había contratado todo el personal para que se encargara de montar una carpa en la playa con mesas, luces, flores y un escenario. Desde la entrada hasta la playa había un pasillo adornado de flores blancas y rojas que hacía que todo oliera a rosas.
– ¿Ves, cariño? Todo está ya casi listo –le dije a Tony para que se tranquilizara.
– Sí, sí… Tenías razón, todo va bien… –respondió con desagrado–. No hace falta que me eches en cara que soy un paranoico.
– No te lo echaba en cara, Tony, solo es para que te quedes tranquilo –rodé los ojos–, pero si prefieres ponerte de mal humor hazlo, yo iré a ver las habitaciones.
Escuché un gruñido de Tony en respuesta y lo ignore para subir a la planta de arriba. Peter me siguió y le enseñé su habitación para que se instalara.
La decoración en todas las habitaciones era bastante anticuada porque era el mobiliario que venía con la casa. Tony había querido contratar a un decorador de interiores para que cambiara todo antes de que viniéramos pero le convencí de hacerlo nosotros mismos cuando volviéramos de la luna de miel.
Él siempre quería hacerlo todo a lo grande y si podía dejarle la tarea a otra persona mejor, sin embargo yo prefería hacerlo yo mismo, especialmente esto. Iba a ser nuestra casa y quería poder decorarla nosotros a nuestro estilo y al terminarla sentir que todo era parte de nosotros. Para nuestra casa en Nueva York traté de poder hacerlo nosotros, pero finalmente tan solo logré que Tony nos dejara escoger el mobiliario de nuestras habitaciones y del resto se encargó los transportistas y un decorador. Sé que en esta ocasión le había logrado convencer porque nuestra relación ahora está un paso más adelante y ambos tratamos de dar los caprichos que tiene el otro. Ver ceder a Tony es algo que me enorgullece porque cuando le conocí nunca pensé que fuera a ser tan complaciente. No podía sentirme más amado.
– ¿Esa es mi cama? –Preguntó, Peter señalando una gran cama doble con dosel.
– Por esta noche sí –respondí dejando su maleta sobre la cama.
– ¡Parece de un castillo!
Reí al verle subir sobre la cama y dejarse caer estirando su cuerpo.
Parecía que realmente le gustaba esa cama a pesar de lo anticuada que parecía. Aunque debía decir que estaba muy bien conservada.
– Ponte el pijama y luego baja a cenar –le dije cogiéndole un pie para atraerle y darle un beso en la frente.
Salí de la habitación y fui a la mía, que había junto a la habitación principal que iba a utilizar Tony. Ahí dormiríamos mañana por la noche como... ¿Marido y marido?
Entré en la mía y cerré la puerta para darme una ducha rápida antes de cenar, aunque realmente tenía el estómago cerrado por los nervios.
Pensar en lo que significa mañana me hacía tan feliz que no podía creer que de verdad fuera a pasar. Temía que Tony se echara atrás en el último momento. No le culparía si fuera así porque se de su miedo a los compromisos y no quería obligarle a nada. Realmente si hubiera sido por mi habría esperado un año para prepararlo todo y así Tony tuviera tiempo de asimilarlo, pero aquí estábamos a pocas horas de casarnos porque él mismo tenía prisa en hacerlo. Sin embargo se cómo trabaja la mente de Tony y sé que en algún momento sentirá miedo de esto, puede que se reponga y puede que no. En cualquiera de los dos escenarios estaré para él, si es un sí seré el hombre más feliz del mundo y si es un no me quedaré a su lado hasta que esté listo para dar el paso. Pero ahora tenía que esperar para saber cuál sería el resultado y era mejor no pensar en eso por ahora.

•••

Como había sido de esperar no había conseguido probar bocado, aunque Tony me había obligado a tomar un vaso de leche aunque fuera.
Después de la cena Nat y Banner se quedaron en la sala y Tony les dijo que no trasnocharan porque no quería que se durmieran en la boda. Mientras yo me fui a acostar a Peter y luego a mi habitación, pero Tony subió rápidamente y me detuvo antes de entrar.
– ¿Qué tal si nos saltamos la regla de Romanoff y vienes a mi habitación? –Me guiñó el ojo coqueteando.
– Tentador, muy tentador, pero se bueno por una noche, Tony –sonreí, dándole un beso.
– ¿Qué me das a cambio de ser bueno? –Alzó una ceja con picardía–. Te aviso que no soy fácil de sobornar.
Reí ante su comentario y me acerqué más a él, para decirle en el oído algo que no podría rechazar.
– Te daré mi virginidad mañana –susurré.
Tony me miró con la boca abierta y luego se mordió el labio, removiéndose.
– Creo que me acabo de excitar.
– Guárdalo para mañana –le guiñé el ojo.
– No puedo, me voy a masturbar en cuanto cierre la puerta –ronroneó, haciendo que me sonrojara completamente.
– Tony...
– Hazlo tú también –besó mis labios, mordisqueando mi labio inferior–, es un calentamiento para mañana.
Se dio media vuelta y entró en su habitación lanzándome un beso.
Tardé unos segundos en reponerme de la tensión sexual que había en el ambiente y luego entré en mi habitación, yendo directo a la cama.
Mentiría si dijera que no estaba excitado con la provocación de Tony. Sabía cómo encenderme, para él era muy fácil conseguirlo. Nunca me había gustado tocarme a mí mismo, aunque desde que estaba con Tony lo había hecho alguna vez cuando hacíamos el amor, sin embrago nunca había sido yo solo. Pero ahora me sentía tan caliente con su provocación por culpa de llevar semanas sin nada por nuestro trato que empezaba a sentir la necesidad de hacerlo. Maldecía la picardía de Tony.
Metí la mano dentro del pantalón y ya estaba totalmente duro.
– ¿Qué me haces Tony? –Susurré golpeando con la cabeza la almohada.
No quería pensar, pero me era imposible porque sabía que Tony si lo estaría haciendo y eso me excitaba más.
Cerré los ojos y moví mi mano despacio por todo el largo de mi miembro. Entré abrí la boca por la excitación y absorbí los roces mientras dejaba que mi mente imaginara a Tony haciendo lo mismo.
Sonó mi teléfono y maldije abriendo los ojos y cesando el movimiento. Miré a la mesita para ver la pantalla, dónde aparecía el nombre de Tony, y descolgué poniendo el manos libres.
– Dime que lo estás haciendo, mi amor –dijo con su voz agitada.
Oh Dios, ¿se estaba masturbando mientras me habla?
– Por favor, dime que sí –murmuró casi en una súplica.
– Te odio –respondí volviendo a mover mi mano–. Sí.
– Verdaderamente te he corrompido, me gusta –jadeó despacio–. Me siento como un adolescente teniendo sexo telefónico.
Hice una suave carcajada, cortada por mis fuertes respiraciones.
– Eres un adolescente treintañero...
– Lo tomaré como un alago –dijo dejando escapar un débil gemido al final.
Su gemido me excitó completamente, haciéndome sentir al borde del colapso.
Cerré los ojos y me centré en los sonidos que hacía Tony, sus débiles jadeos y gemidos con el roce rápido de su mano. El sonido de su fricción me hizo acelerar más y enseguida me vine gruñendo entre dientes. Unos segundos después Tony gimió y supe que él también había llegado.
No entendía como con tan poco me sentía tan extasiado, Tony a enloquecido hasta la última parte de mí. Nunca había hecho esto hasta correrme, por crecías y por falta de motivación no era algo que necesitara. Sin embargo estando con Tony realmente se había vuelto algo estrictamente necesario, ahora la motivación era demasiado grande y me sentía bastante frustrado si no tenía satisfacción.
– ¿Te ha gustado? –Susurró con voz agitada.
– ¿Puedo mentir? –Respondí, limpiando mí abdomen con un pañuelo.
– Creo que eso ya responde la pregunta –rió.
– No te regodees.
– Por haber cumplido mi capricho no lo haré –pude sentir su sonrisa a través del teléfono–. Lo mejor es que Romanoff no se puede quejar, hemos tenido sexo sin necesidad de estar en la misma habitación.
– No es lo mismo –dije tapándome con la sábana y cogiendo el teléfono para quitar el manos libres.
– Eso es obvio, nada como tenerte dentro –dijo en un ronroneo.
Me sonrojé con sus palabras, pero la verdad es que tenía razón, no había nada mejor que estar dentro de él. Por la parte sexual era increíblemente placentero, tanto que nubla la razón, y quitando la parte sexual también era placentero por sentirme conectado a Tony de una manera tan íntima.
– ¿Mañana será al revés? –Preguntó esperanzado.
Su pregunta me hizo sonreír a pesar de lo que significaba. No lo afirmaba aunque hubiera sido yo quién lo dijo y eso me parecía un gran gesto de su parte de que todavía me dejara espacio para decidirme completamente. Ese mismo acto me hacía estar más seguro de hacerlo porqué con él quería todo, y estando casados ambos debíamos poner nuestro empeño para hacer feliz al otro.
– Sí –respondí–, pero tu deberás hacer todo porque yo...
– Shhh... No es nada que no haya hecho antes, Steve.
– No es necesario que me lo recuerdes –suspiré.
– Lo siento.
Tony siempre hablaba sin filtros y le salía ese ego que tanto le caracterizaba cuando era mujeriego. Decir cuánto sexo tenía debía ser su pan de cada día. Sé que ahora es diferente y eso me enorgullece, pero no podía evitar que mi mente me traicionara con imágenes no deseadas. Espero que el casarnos termine de darme seguridad y su pasado no me afecte siempre de esta manera porque realmente no me gustaba ser así de celoso.
Quizá esto se deba a que yo nunca había tenido nada similar antes de él y no saber que es tener ex pareja me haga pensar más en que significan sus referencias al pasado. Aunque tenía a Peggy, ella fue lo más cercano a una relación y aunque le guarde un buen recuerdo y aun le tenga gran cariño, no siento nada más aparte de eso. Sin embargo era lo suficientemente importante para necesitar su aprobación a mi relación con Tony, supongo que eso era algo que también podía afectar a Tony.
No lo había pensado hasta ahora y eso me hace pensar que debía contarle que había ido a ver a Peggy. No quiero que Tony desconfíe de mis sentimientos porque piense que se lo oculto. Tenía que ser sincero con él ahora que nos íbamos a casar.
– ¿Podemos hablar un rato más? –Pregunté.
– Sí, todavía no tengo sueño.
– Necesito contarte algo –susurré con sumo sigilo.
–Presiento que debo asustarme... –murmuró en respuesta.
– Después de recoger a Peter he ido a ver a Peggy –dije sin más.
– ¿Qué tú... Qué?
Su voz se apagó y supe que Tony estaba dolido.
– Escucha, Tony...
Colgó.
Oh Dios... ¿Se había enfadado?
Volví a marcar su número rápidamente, pero en vez de contestar entró abruptamente en la habitación.
Salí de la cama casi de un salto y fui directo a él pero se apartó de mí.
– ¿Qué sientes por ella? –Preguntó dando un paso atrás.
– Tan solo un gran cariño, Tony.
– ¿La amas?
– No.
– Pero la amaste –afirmó.
– La amé. En pasado –respondí volviendo a dar un paso hacia él.
– ¿Entonces por qué has ido a verla?
– Porque sigue siendo especial para mí. Necesitaba contarle que estábamos juntos antes de que se enterara por terceros.
– ¿Le has contado los nuestro? –Preguntó, ahora perplejo.
– Sí, he ido para eso, quería que lo supiera por mí –murmuré cerrando el espacio entre nosotros–. Peggy es la única persona que conocía y continúa con vida. No quería perder la oportunidad de decirle que iba a ser feliz como ella lo hizo después de mi muerte –le miré a los ojos y él los fijó también en mí–. Merece saber que voy a ser feliz.
– ¿Eres feliz conmigo como lo fuiste con ella?
– No –dije sin pensarlo–, contigo lo soy más, has hecho que no anhele mi vida anterior, Tony.
Sus ojos se empañaron en lágrimas y tomó aire para contenerlas, echándose a mis brazos. Le abracé mientras nos llevaba a los dos hasta la cama y Tony se quedó callado sin dejar de abrazarme.
– Nat se va a enfadar –susurré besando su frente.
Alzó la mirada a la mía haciendo una suave risa.
– Me da igual Romanoff, me preocupa más haber roto el trato contigo para hacerte el amor mañana.
– No importa, teníamos que hablar de esto, así que no cuenta –acaricié su mejilla y él se alzó para besar mis labios.
– Prometo que seré delicado y si no te gusta no volverá a pasar.
Amaba cuando se ponía tan comprensivo, hacía que incluso hablando de sexo sonaran dulces sus palabras.
– Te amo, Tony.
– Te amo, Steve.

Tony

En cuanto el sol salió ya tenía a Pepper en mi puerta para que me levantara, aunque realmente tan solo había dormido un par de horas hasta que Steve me despertó para que volviera a mi habitación y nadie supiera que habíamos dormido juntos. Después de volver a mi habitación no había podido volver a dormir nada porque los nervios me corroían por dentro. Sentía como si algo se moviera en mi estómago y a cada segundo lo hacía más deprisa. Tan solo deseaba que ya llegara la hora para poder volver a ver a Steve y estos tortuosos nervios terminaran.
– Tienes que comer algo, Tony, te puedes marear si no lo haces –insistió, Pepper, por milésima vez.
– No tengo apetito.
– ¿Quieres desmayarte el día de tú boda?
– No estaría mal que todos me presten más atención –dije bromeando, aunque realmente si me preocupaba.
No quería arruinar el día, quería que fuera perfecto para Steve y pudiéramos recordarlo como uno de los días más bonitos y especiales de nuestra vida. Aunque las palabras de Steve de ayer me quitaron mucha presión al saber que no quiere todo a la perfección y se conforma con que este allí. Realmente me ha hecho ver que es también lo único que necesito. Sin embargo eso me hace querer que todo quede bien para que él tenga la mejor boda, ahora ya no es por mí, es por él que quiero que salga todo perfecto.
– Está bien, Tony –se dio por vencida.
Volteó al traje que estaba extendido en la cama y colocó a su lado unas pajaritas.
Mi traje era blanco en su gran mayoría, exceptuando la camisa y las solapas y bordes de la americana que estaban adornados con un estampado floreado con un fondo negro.
– ¿La pajarita blanca, negra o con estampado? –Preguntó sin decidirse.
– Tú eres la que sabe de moda –dije sacándome la camiseta del pijama para empezar a cambiarme.
Pepper cogió las pajaritas y comenzó a ponerlas sobre la camisa para comprobar las combinaciones.
Llamaron a la puerta y abrí la puerta para encontrarme con Rhodes en un bonito traje.
– ¡Fíjate, si tenías un traje! –Bromeé.
Le abrace, dejándole pasar y Pepper rápidamente se volvió hacia él.
– ¿Negra o con estampado? –Le preguntó.
– ¿Qué ha pasado con la blanca? Me gustaba –dije volviendo a la cama para seguir desvistiéndome.
– Tony no me lo pongas más difícil –me advirtió.
– La estampada – le respondió, Rhodes.
– Lo mismo pensaba –dijo dejándola sobre el traje y guardando las demás.
– Más vale que quede bien o lo pagareis caro –les señalé.
Pepper rodó los ojos y se dirigió a la puerta.
– James, vigila que se vista y siga el horario. Voy a ver cómo va Romanoff con el otro lado.
– ¿Vas a ver a Steve? –Pregunté casi involuntariamente alzando la vista.
– Yo puedo verle –sonrió con malicia para molestarme.
Salió de la habitación y resople.
Estaba tan nervioso que sentía como si mi estómago vibrara sin parar. Ya tan solo deseaba que llegara el momento de ver a Steve y no soltarle hasta estar en la luna de miel.
Para ello primero debía prepararme, así que me vestí terminando de conjuntar el traje con unos elegantes zapatos blancos y finalicé con unas gotas de perfume.
– ¿Ya está todo? –Preguntó, Rhodey.
– Sí –asentí.
Al fin estaba listo completamente. Después de estar desde temprano haciendo tiempo y preparándome, por fin ya estaba cerca del momento más importante.
Me miré al espejo una última vez, viendo como el traje a medida me quedaba perfecto. El peinado había tardado media hora y era el mismo peinado que me hacía yo todas las mañanas, no entiendo qué clase de peluquero inepto ha traído Pepper. De igual modo no quiero darle importancia porqué igualmente me quedaba bien y aun nos sobraba tiempo. Sin embargo no quería esperar más, necesitaba ir ya hacia la iglesia y esperaría allí.
– ¿Está la limusina lista?
– Sí, todo está listo, Tony –apretó mi hombro para darme ánimos.
– Entonces vayamos ya.

•••

Al llegar a la iglesia los nervios se multiplicaron por 10 y mis manos temblaban. En uno de los momentos que vi pasar a los chicos Romanoff no desperdició el momento de burlarse de, lo que según ella, frágil que me veía. Por los nervios casi quería golpearla, pero Rhodes me sujetó para calmarme. Estaba realmente susceptible.
Gracias a Dios todo estuvo listo enseguida y, al contrario que todas las bodas del mundo, la nuestra iba a comenzar antes de la hora prevista.
–Steve ya está listo –dijo, Pepper, palmeando mi hombro–. Te toca entrar primero. Suerte.
Besó mi mejilla y luego se marchó a sentarse en la primera fila junto a Happy.
Comenzó a sonar la marcha nupcial y miré hacia la entrada, sabiendo que Steve estaba cerca, y vi a Banner haciéndome un gesto para que entrara ya. Los nervios me habían congelado y tuve que tomar unos segundos para respirar y lograr moverme.
Recorrí despacio el pasillo hasta el altar bajo las miradas de todos y me coloqué en el lado derecho a esperar. Steve no tardó y enseguida estaba caminando hacia mí con una gran sonrisa. Mis ojos se empañaron al verle tan perfecto en su traje. Se veía tan elegante con americana y camisa blanca, deslumbraba la pureza que solo él tenía. No literal, por obvias razones, pero sí espiritual.
Steve llegó junto a mí y tomé su mano, la cual también estaba temblorosa. Nos colocamos en el altar y el cura inició su discurso, sin embargo mi mente se había quedado pérdida en Steve y no escuchaba lo que decía.
Aun me era increíble pensar que de verdad estaba pasando esto. Me era casi imposible creer todavía que estuviera a punto de casarme con Steve. Todo en nuestra relación había ido tan deprisa que ni podía creer que todo saliera bien. Nunca pensé que Steve sabría soportarme, ni que yo sería capaz de ser tan sensible con alguien. Ha cambiado muchas cosas en mi haciéndome mejor persona y nunca sabré agradecérselo suficiente, aunque él diga que tan solo he sacado quién yo era verdaderamente y solo me escondía de mí mismo. No quería creer eso, pero Steve me había demostrado que él me conocía mejor que yo mismo y esa es la razón por la que estoy aquí hoy. Él saca lo mejor de mí, ese lado del cuál puedo sentirme orgulloso al verlo, aunque en ocasiones me avergüence del hecho de verme sensiblero. Sin embargo me gustaba ser así con él y que él lo fuera conmigo.
Miré a Steve y me encontré con su mirada. Automáticamente ambos sonreímos y sentí como mi estómago dio un vuelco ante la felicidad que irradiaba.
De verdad estaba pasando y él no estaba corriendo para librarse del caos que yo era. Debía ser la única persona en este mundo dispuesto a soportarme, lo que reafirmaba que casarme con él era una de las mejores decisiones que he tomado jamás, justo después de adoptar a Peter. Sin embargo estoy completamente seguro de que Steve creía que saldría corriendo en cualquier momento, si no fuera él el novio probablemente lo haría, pero con Steve sentía una gran seguridad que nunca había sentido con nadie. No solo sabía ver lo bueno en mí, sino que también sabía cómo hacer que lo sacara, y eso me daba una gran paz interior. Sentía que pertenecía a algún lugar, donde él estuviera me sentía bien y amado, una sensación que era nueva para mí y no quería que desapareciera nunca.
Steve dirigió la vista al frente y me obligué a hacerlo también, aunque no quería dejar de mirarle y al parecer el tampoco porque tomó enseguida mi mano con fuerza.
El cura se dirigió a Steve y volví a centrarme porque había llegado el momento decisivo.
– Steven, es tú turno para los votos –dijo, cediéndole la palabra.
Steve se volvió hacia mí tomando aire y me sentí sin aliento al saber que luego iría yo. Se aclaró la garganta y se armó de valor para hablar.
– Podría resumir esto en un "gracias", pero mereces mucho más que eso –comenzó, apretando mis manos–. He pasado prácticamente toda mi vida solo, con escasas personas a mi alrededor en las que poder confiar. Todas ellas quedaron atrás hace casi 70 años y eso me hizo sentí perdido, más solo de lo habitual... Hasta que te conocí –sonrió ampliamente, con los ojos vidriosos por las lágrimas–. A pesar que nuestro primer contacto no fue precisamente el mejor, luego dio un giro de 180° y eso me hizo encontrar el amor en quién menos lo esperaba. En ti hallé ese confidente que tanto extrañaba, un hombro donde llorar y unos ojos donde verme sonreír. Me has hecho sentir que pertenezco aquí, que este es el lugar donde debo estar porqué tú eres mi hogar. Por eso prometo que siempre cuidaré de ti y te haré feliz los días que me resten de vida.
Sentí como si mi corazón se hinchara con cada una de sus palabras, tanto que el lado izquierdo de mi pecho dolía. Mis lágrimas se acumularon en mis ojos e hice todo lo posible por no llorar, esperaba a estar solos para hacerlo, luego agradecería cada una de sus palabras como debía. Por suerte él sabe bien que no me gusta hacerlo frente a los demás, suficiente era tener que decir mis sentimientos en voz alta ahora.
Apreté suavemente las manos de Steve en respuesta y sonrió más si era posible.
– Anthony, tu turno.
Respiré profundamente y luego solté el aire despacio.
– Sabes bien que sacar mis sentimientos no se me da bien, pero supongo que estoy obligado a hacerlo –bromeé para empezar, aunque era cierto–. Mereces escuchar que eres la única persona con la que soy capaz de ser yo. Toda mi vida he reprimido mis sentimientos porque mi pasado me hizo así, me faltaba cariño y lo hacía pagar siendo frío con los demás. Pocas personas han podido ver más allá de eso, pero tú eres la única que ha logrado traspasar toda la coraza que llevaba construyendo desde mi niñez. Te has instalado dentro de mí y me has dado todo el amor que en el pasado añoré –me apretó la mano, dejando caer las lágrimas por sus mejillas–. Sin darme cuenta te has vuelto mi familia, la única persona con la que quiero pasar mi vida, porqué eres la luz que ilumina mi oscuridad cada día y no quiero que jamás vuelva a apagarse.
Steve se llevó una de mis manos a sus labios y dejó un delicado beso en el dorso.
– Anillos, por favor.
Ambos nos volvimos para ver a Peter acercarse rápidamente y nos dio los anillos.
– Gracias, pequeño –le susurró, Steve.
Acaricié su cabello y luego volvió a su lugar junto a sus tíos.
Dirigí la mirada nuevamente a Steve y me mentalicé para la parte final, la más importante.
– ¿Steven Grant Rogers quieres como esposo a Anthony Edward Stark, para amarle y respetarle hasta que la muerte los separe?
Steve me sonrió y respondió dando un asentimiento.
– Sí, quiero.
Mi corazón cada vez dolía más por lo fuerte que repicaba y lo increíblemente lleno de amor que lo sentía.
Nunca me había gustado esa expresión de tener el corazón lleno de amor, me parecía inverosímil ya que el amor era un sentimiento y se transmite al cerebro que nos hace segregar más oxitócica, serotonina y dopamina haciéndonos sentir felices, extasiados y nos provoca bienestar, lo cual no le encontraba el sentido a relacionarlo con el corazón. Sin embargo al enamorarme de Steve cada vez he comprendido más esa expresión ya que el ritmo cardíaco sube y eso influye en la presión del corazón. Cuánto más feliz me sentía más fuerte era, y lejos de ser algo molesto te hacía querer más. Era como una droga de la que nunca tienes suficiente.
En esta ocasión el cura se dirigió hacia mí.
– ¿Anthony Edward Stark quieres como esposo a Steven Grant Rogers, para amarle y respetarle hasta que la muerte los separe?
– Sí, quiero –dije sin dudar.
Steve me miró, llorando nuevamente, y alzó mi mano para colocar el anillo en mi dedo. Hice lo mismo y no esperó a la respuesta del cura para tomar mi rostro y besarme.
Escuché varios ecos de risas, incluida la del propio cura.
– Les declaro marido y marido.
Escuché aplausos resonar por la iglesia pero mi atención estaba plenamente en Steve y no en separar mis labios de los suyos aunque me quedara sin aire. Quería saborear este momento que tanto había ansiado estos días. Finalmente estaba casado y con Steve Rogers nada menos.
Hace un año decidimos empezar esta locura de relación y si soy sincero jamás pensé que terminaría casándome con él. Esperaba que fuera bien, pero no creía que en algún momento fuera a querer dar pasos tan grandes con él como los he hecho. Si no fuera por la confianza y estabilidad que me da no creo que hubiéramos llegado a esto. Pensar en boda e hijos era algo que siempre me quedaba lejos para querer vivir, y sin darme cuenta tengo todo eso y soy más feliz de lo que esperaba algún día ser. Era extraño pensar que una sola persona pudiera cambiar tanto en mí, que haya sabido sacar esas partes sensibles y cariñosas en mí. Con Pepper ya comencé a sentir que salía, pero con Steve sin duda alguna me saca todo el lado emocional y sin darme cuenta llego a ser tan empalagoso y cursi que ni yo soy capaz de creer que diga esas cosas.
Ahora solo podía pensar que todos esos sentimientos y emociones iban a ser para toda la vida mientras estuviera con Steve. Me llenaba tanto de tan solo imaginarlo.
– Te amo –susurró en mis labios, casi sin aire por el beso.
– Te amo –sonreí–. Ya eres oficialmente mío.
– Y tú mío.
Sonreí más dándole otro beso antes de volvernos hacia todos.
Ahora agradecía el que Steve prefiriera una boda pequeña, tan solo necesitaba el apoyo de nuestros más cercanos, y además no me sentía mal por haber sido tan cursi frente a ellos por una vez. De haberla hecho a lo grande probablemente habría personas que ni siquiera nos interesan y estarían aquí por pura cortesía, lo cual haría que se rieran al ver mi sentimentalismo y no saber cuál ha sido el camino en nuestra relación para que yo me haya vuelto así. Pero gracias a Steve todo había sido perfecto y sé que así seguirá siéndolo el resto del día, sobre todo la noche que tanto esperaba que llegara.

•••

La fiesta comenzó sin nosotros mientras Steve y yo inmortalizábamos nuestro día con unas fotos en la playa. El fotógrafo era la primera persona fuera de nuestro círculo de amigos que nos veía juntos y se nos hizo bastante extraño posar en un primer momento. Si hubiera conocido a alguien que supiera de fotografía me habría ahorrado el contrato de confidencialidad. A Steve le parecía algo excesivo, pero para el poco tiempo que quedaba para que nosotros mismo lo anunciáramos no quería que otra persona lo filtrara antes.
Estuvimos aproximadamente 30 minutos haciendo fotos en la orilla y el sol comenzó a caer dejando un magnifico atardecer que no podría haber sido más oportuno y perfecto. Después de aquello fuimos a la fiesta con los demás y nos tocó socializar aunque lo que queríamos era no despegarnos el uno del otro, pero Steve decía que no podíamos hacer ese feo a nuestros invitados. Lo que él no sabe es que me iba a pagar por ello, aunque de igual manera ya me había prometido que hoy me dejaría por fin a mí hacerle el amor.
No iba a mentir, me sentía nervioso por eso. Hacia tanto tiempo que no era yo quién daba que temía hacerle algún daño, aunque si él teniéndolo más grande y con su fuerza no me lo había hecho dudaba que yo pudiera hacérselo a él. Sin embargo si es cierto que los nervios de una primera vez te hace estar tenso y eso si puede ser malo para Steve. Esperaba que pudiera relajarse bien, porque realmente desearía que lo disfrutara y poder hacerlo más veces en el futuro. Aunque teníamos toda la luna de miel para experimentarlo e iba a ser todo sol, mar y sexo. Solo faltaba que esta fiesta terminara ya y comenzaría lo bueno.
Vamos a agilizarlo.
– Amor, ven aquí, toca bailar –dije tirando de la mano de Steve.
Se soltó y me miro paralizado.
– ¿Qué? –Pregunté extrañado.
– No sé bailar.
– ¿Lo dices en serio?
Steve no respondió pero pude ver por su expresión que si iba muy en serio.
¿Era normal que eso me pareciera adorable? Al parecer sabe moverse para hacer todo tipo acrobacias al luchar pero no sabe cómo mover sus pies al compás de la música.
– Yo te llevo, no te preocupes –sonreí.
Tomó mi mano sin dudarlo ni siquiera por un segundo lo cual provocó que sintiera un cosquilleo en el estómago.
Le llevé hasta la pista al escucha que sonaba una canción lenta y coloqué sus manos en mi cintura. Pasé las mías por sus hombros y me moví al ritmo suave de la música mientras jugaba con mis dedos en el cabello corto de su nuca.
– Es tan fácil como esto –le susurré.
– Y probablemente te termine pisando sin querer.
Besé sus labios haciendo una pequeña risa.
– Hasta eso sería tierno viniendo de ti.
Rió negando con la cabeza y sonreí.
De repente se comenzaron a unir más a nosotros en la pista de baile. Romanoff sacó a bailar a Banner, Peter estaba bailando con Pepper tratando de imitar el baile de sus tíos, y Foster estaba tratando de domar al robot que parecía Thor.
– Bailas mejor que Thor, eso te lo aseguro.
Steve volvió a reír y me dio un beso para que me callara. Me puse de puntillas, profundizándolo más y noté como su agarre se volvía más fuerte. Necesitaba tanto estar a solas con él, no solo por lo sexual, también quería ser todo lo cursi que quiera sin tener que pensar en cuantas personas me estaban viendo.
– ¿Quieres partir el pastel? –Preguntó, Steve.
Asentí, aun rozando mis labios con los suyos.
Sin embargo no nos dio tiempo a movernos y nos interrumpió el sonido de una copa repicando.
Todos nos volvimos hacia su procedencia y Rhodes estaba chocando su cuchara en la copa para llamar la atención.
– Creo que es momento de humillar un poco a los novios –bromeó, cogiendo el micrófono.
Oh Dios, no... No sé por qué pero eso no pinta bien...
– Para mí es un gran orgullo estar aquí, principalmente porque nunca pensé que llegaría el día en que Tony se casara. Todos le conocemos, había descarrilado hacía muchos años y creo que por eso nunca había llegado a verle realmente feliz –dijo, mirándome desde lejos–. Sí, había tenido días buenos en los que se le veía de buen humor, pero con su sarcasmo siempre activado era difícil decir si su felicidad era de verdad. Sin embargo el día que me contó de su relación con Steve lo vi, sus ojos brillan de la emoción y desprendían felicidad lo cual me alegró inmensamente. Así que solo puedo decir: Capitán, gracias. No abandone nunca a mi amigo, le quiero feliz.
Rhodes levantó la copa y dio un trago.
Me sentí sonrojar al instante y Steve sonrió, cogiendo su copa de la mesa y ofreciéndome la mía para bridar juntos. El resto hicieron lo mismo y terminaron con un aplauso. Para mi gran desgracia cuando Rhodes dejó el micrófono le tomó el relevo Barton y ahora si sentí miedo de lo que pudiera decir.
– Ya que el día va de sensiblerías voy a poner de mi parte –empezó, sorprendiéndome–. A pesar de que a veces soy un poco duro con mis bromas con vosotros sabéis que os tengo mucho cariño y me alegro mucho de que seáis felices juntos. Eso es todo –dijo alzando su copa y dándole el micrófono a Peter.
Steve acarició mi espalda y me miré de reojo con una gran sonrisa, que él me devolvió.
Peter enseguida se llevó toda nuestra atención, viéndose tan nervioso y tierno en su mini traje.
– Yo solo quería decir que os amo y daros gracias por ser mis padres –murmuró con timidez.
Mi corazón se encogió de amor al escucharle, haciéndome sentir orgulloso. Por una vez estaba haciendo todo bien, porqué lo mejor que he hecho es adoptar a Peter, no tengo ninguna duda de ello.
– Te amamos más, hijo –respondió, Steve, extendiendo los brazos hacia él.
Peter no dudo y soltó el micrófono para venir corriendo a él y saltar a sus brazos. Steve lo cargó y me giré hacia ellos para abrazar a los dos.
A nuestro alrededor comenzó a sonar fuertes aplausos y sentí como mis mejillas se calentaron de la vergüenza. Peter al contrario se puso aplaudir con ellos sonriendo enormemente. Me sentí tan feliz de verle así que ignoré la vergüenza y le abrace más fuerte, besando su cabeza.
Steve bajó finalmente a Peter devuelta al suelo y él se abrazó a su cintura.
– ¿Quieres pastel, Peter? –Le preguntó.
– ¡Sí! –Exclamó con ganas.
– Entonces ve a la mesa y enseguida estará –dije, revolviendo su cabello.
– ¡Vale!
Corrió de vuelta con sus tíos e hice un gesto a Pepper para que hiciera entrar el pastel.
Enseguida dos camareros lo trajeron poniéndolo frente a nosotros. Steve agarró la espada que había junto al pastel y me miró frunciendo el ceño.
– ¿En serio, Tony?
– ¿Qué? Muchos lo hacen, es una tradición. Lo juro.
– Está bien –rió con mi reacción tan defensiva.
Puse mi mano sobre la suya en la espada y juntos cortamos una porción. La serví en un plato y con mi dedo cogí un poco de nata y le puse a Steve en la cara.
– Tony no seas niño –dijo riendo.
– Ya sabías como era antes de casarnos así que ahora te aguantas, Rogers.
Soltó una carcajada acercándome a él por la cintura y metió el dedo en la nata para poner un poco en la punta de mi nariz.
– Entonces será mejor que sea un niño contigo.
Sus palabras me derritieron completamente y reafirmaba una vez más el porqué estaba con él.
Aunque quería seguir jugando tenía muchas más ganas de irnos a solas, así que tome la cuchara y le di a comer un pedazo de pastel. Steve lo comió para luego hacer lo mismo conmigo. Al terminar le corte una porción a Peter y deje que los camareros se encargaran del resto.
– Le llevamos esto a Peter y así nos despedimos de él antes de ir a la habitación.
– Sí –asintió cogiendo mi mano.
Por la mañana temprano cogeríamos un vuelo a Bora Bora y no sabíamos si tendríamos tiempo para despedirnos bien de Peter. Iba a pasar dos semanas con sus tíos mientras nosotros disfrutábamos de la luna de miel. Aunque sé que estará perfectamente cuidado con Ben y May no podía dejar de preocuparme en si todo le iría bien con ellos. Me sentía como esas madres primerizas que temen dejar a sus hijos solos los primeros meses, como si eso perjudicara al bebé, cuando lo más probablemente es que no sé de cuenta al ser tan pequeño. Exactamente me sentía así, Peter desde siempre ha estado acostumbrado a pasar temporadas con sus tíos y esto no suponía ninguna diferencia, sin embargo yo no podía dejar de preocuparme por ello.
Steve me llevó de la mano hasta Peter y le puse el plato en la mesa, sentándome en la silla libre que había a uno de los lados.
– Pete, mañana volverás a casa con tus tíos como dijimos –dije, tratando de no sonar triste–. Te llamaremos mucho y volveremos en unos días.
– ¿Me traeréis algún regalo?
– Claro. ¿Qué te gustaría?
– No sé, cualquier cosa.
– Está bien, pero pórtate bien con tus tíos –respondió, Steve, besando su cabeza.
Asintió y se levantó para abrazarnos con fuerza.
Me llenaba tanto cada gesto cariñoso que Peter tenía. Era alguien tan puro y cariñoso que sentía que no merecía tener un hijo tan bueno.
– Te amamos mucho –le susurré.
No me gustaba ser tan emocional, pero Peter me hacía tener la guardia baja y me pasaba como con Steve, me salía solo sin darme cuenta. Sin embargo con ellos no me importaba serlo, ahora eran mi familia al 100%.
– Yo más –murmuró sujetándose fuerte a nosotros–. ¿Ahora podré tener vuestro apellido? –Preguntó, tomándonos por sorpresa.
Nunca habíamos hablado de ello. Realmente no pensamos que Peter quisiera cambiarse el apellido y a nosotros no nos importaba que continuara con Parker por eso esto no lo esperábamos.
– ¿Quieres cambiártelo? –Dijo, Steve, agachándose a su altura.
– Sí, me gustaría tener Stark y Rogers.
– ¿Los dos? –Pregunté.
– ¡Sí, quiero Rogers-Stark! –Asintió con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes.
– Eso es muy bonito, Peter –dije conteniendo las lágrimas.
Steve acarició mi espalda al verme tan emocional y besó la cabeza de Peter nuevamente.
– Cuando volvamos a casa lo cambiaremos –le sonrió, igual de emocionado que yo.
Se volvió a abrazar a nosotros y nos dio un beso a cada uno.
Finalmente dejamos a Peter en la fiesta con sus tíos y nos despedimos brevemente de los demás antes de irnos a nuestra habitación, no sin antes recibir mil comentarios con doble sentido de Barton, Romanoff, Rhodes, e inclusive, Fury. Steve tenía el rostro completamente rojo como un tomate, pero era tan amable que no era capaz de poner fin a sus burlas y al final me apiade de él e hice callar a todos para marcharnos.
– Creo que ya es suficiente –dije para cortarles–. Y ahora si me disculpan, me llevo a mi marido para hacerle todo eso que han insinuado.
Steve abrió la boca y tiré de él antes de que protestara, llevándomelo de la fiesta.
– No era necesario que dijeras eso –dijo completamente avergonzado.
– Era la única manera de que dejaran de hablar, además es verdad –respondí subiendo las escalera a nuestra habitación.
– Pero no es necesario que ellos lo sepan.
– Ya lo sabían, Steve, por eso bromeaban –me volví hacia él caminando de espaldas–. ¿Qué crees que hacen los novios en su noche de bodas si no?
– Vale, vale… –murmuró para no discutir más.
Abrí la puerta y Steve tiró de mí para detenerme.
– Ya que hoy va de tradiciones… –sonrió de lado.
No sé por qué su sonrisa no me gustaba en absoluto.
Antes de poder responder Steve me cargó en sus brazos y le miré asombrado con la facilidad que me había movido. Traspasó la puerta y la cerró con el pie mientras me bajaba de nuevo. Coloqué mis manos en la cintura y le miré entrecerrando los ojos.
¿A caso insinuaba que era la mujer de la pareja?
– ¿Me ves como la mujer? –Pregunté levantando una ceja.
– No, pero dudo que tú me puedas levantar.
– ¿Me estas llamando flojo?
– ¿Por qué todo lo tomas como una crítica?
– No me has respondido.
Me crucé de brazos y alce la barbilla para hacerme ver.
– No voy a discutir contigo hoy, Tony, así que cállate y bésame.
– Está bien, pero en seguida te demostraré cuanta fuerza tengo, Rogers –dije desabrochando mi traje mientras daba el paso hasta él.
Sonrió y acarició mi mejilla con el pulgar, mirándome a los ojos.
Mi estómago dio un vuelco al ver su mirada tan profunda y no pude evitar perderme en ese azul tan intenso de sus ojos. Acercó su rostro al mío y presionó sus labios con los míos. Me sujeté a su torso y me apreté contra su cuerpo, intensificando el beso. Caminé hacía atrás llevándole conmigo a la vez que me quitaba la americana y la lanzaba al suelo. Cuando sentí la cama contra mis piernas me dejé caer y Steve rió, aunque pude ver en sus ojos que estaba nervioso. Comprendía muy bien esos nervios porque así me sentí yo cuando lo hicimos por primera vez, pero sé que se le pasara. Deseaba que los disfrutara completamente.
Comencé a desabotonar su camisa cuando se tiró a mi lado en la cama, creo que sería ir mejor rápido para que no le de tanto tiempo a pensar y pasen todos sus nervios cuanto antes. Luego tendríamos más tiempos para juegos.
Él notó por dónde iba y se sacó la camisa seguido por sus pantalones. Sonreí con su rapidez e hice lo mismo para quedar los dos desnudos.
– ¿Estás seguro? –Le pregunté, dándole la última oportunidad de echarse a atrás.
Asintió tensando la mandíbula.
No quería que se obligara tanto a hacerlo ya que estar tan tenso solo le perjudicaría, pero sé que todo esto lo hace por mí, por nosotros. Él mismo era quién insistía al principio de nuestra relación en esforzarnos en hacer las cosas que nos hacían sentir incómodos y realmente a él le ha costado mucho más al final. En parte me sentía feliz por su esfuerzo, pero no porque sabía que se sentía presionado.
Subí sobre su cuerpo, besando la piel de su torso mientras ascendía hasta llegar a sus labios.
– Si algo no te gusta tan solo dímelo –susurré en sus labios.
Besó mis labios sin decir nada y mordisqueó mi labio inferior, tirando de él al separarse. Salió un gemido involuntario de mi garganta.
– Voy a comenzar a dilatarte un poco –dije dándole un pequeño beso.
Me estiré para coger el lubricante y rápidamente bajé por su cuerpo llenándole de besos. Cerró los ojos y me fui guiando por su expresión para saber qué tan receptivo estaba.
Acaricié su entrada y todo su cuerpo tembló en respuesta. Iba a necesitar un incentivo relajante para comenzar y sabía bien cómo hacerlo.
Le cogí por sorpresa cuando pasé mi lengua por su miembro a medio despertar. No hizo falta más para hacerle endurecer, lo cual me hizo sonreír. Con una mano me ayudé para meterle cuanto mi boca le permitió y con la otra acaricié nuevamente su entrada, echándole lubricante por toda la zona.
Steve dio un espasmo y luego continuó igual de quieto.
– Relájate, cariño, verás que así no duele.
– Es fácil decirlo –respondió en un susurro.
En eso tenía mucha razón.
Fui adentrando mi dedo despacio, mientras continuaba jugando con su erección. El ir tan lento parecía ayudar ya que estaba disfrutando más lo que mi boca le hacía que prestar atención a mis dedos.
No sé por qué sentía que verdaderamente estaba corrompiendo a Steve como decía Natasha. Solo pensar que estaba quitando la virginidad de Steve me hacía sentir un completo pervertido, que en cierto modo lo era, pero no por este motivo, si no que precisamente porque era tan puro que se había reservado hasta el matrimonio una de sus virginidades.
Steve retuvo un gemido mordiendo su labio y moví mi cabeza más rápidamente mientras despacio trataba de meter el segundo dedo, que para mi sorpresa no costo casi nada.
– Sigue tan relajado –le susurré casi sin aliento.
Mis palabras tuvieron el efecto contrario y besé su abdomen varias veces.
– Ya casi, no te tenses.
Traté de meter un tercer dedo, pero estaba vez no fue tan fácil y comencé a girarlos para dilatarle más. Su mano se apretó con fuerza a la sabana y volví a su miembro, pasando mi lengua en círculos por su glande.
– Oh joder, Tony… –gimió.
Levante la cabeza con una sonrisa que no pude evitar.
– ¿Acabas de decir “joder”? ¿Qué está pasando con tu lenguaje, Capitán?
– Cállate –rió, agitado.
Reí subiendo para darle un beso.
– Cállame –susurré en sus labios.
Sujetó mi rostro con ambas manos y me besó apasionadamente, combinando mordiscos y lengua.
Su beso me había trastornado tanto que por unos segundos había olvidado que es lo que tenía que hacer. Cuando nos separamos me sentí sin aire, pero completamente excitado.
– Tranquilo –murmuré antes de acariciar su pierna.
Las separé para colocarme entre ellas y su respiración comenzó a agitarse más.
Me gustaba verle desde esta posición después de mucho volvía a tener el control y era excitante ver que iba hacer revolverse a tanto músculo.
– Te amo –susurró nervioso.
– Te amo, mi amor –respondí dándole un beso.
No esperé más y tome el lubricante, poniendo sobre mi miembro y en él nuevamente.
Volví a meter los dedos para comprobar su dilatación una última vez y luego me acerqué hasta rozar su entrada. Dejó salir el aire de sus pulmones al sentir el contacto y cerró los ojos tratando de relajar su respiración. Su esfuerzo era algo tan bonito que provocaba que tuviera más ganas de sentirle mío. Era increíble como Steve hacía del sexo un acto tan bonito y especial, solo con él lo había sentido así.
Empujé mi cintura hacia delante, adentrando la punta lentamente en él, sin apartar la mirada de su expresión. Apretó los labios tensándose levemente y paré. Acaricié su abdomen y él acarició mi brazo, abriendo los ojos para mirarme directamente. Continúe entrando en él, sintiendo el roce tan gratificante de su piel, y entreabrió la boca para respirar.
Ya casi olvidaba como era ser quién da, lo increíble que es tener el control del placer sobre el otro, pero aún era mejor sabiendo que era Steve. Poder darle placer y que él me lo de a mí, haciendo que cada pequeña caricia sea tan íntima y nos una más. Nunca pensé que el amor sería tan intenso, tan fuerte que sientes que el corazón se te saldrá de dentro con solo una mirada, un beso, una caricia, la cosa más pequeña juntos era como si se multiplicara para hacerse más fuerte. Eso hacía que este simple roce entre nosotros me llenara mucho más y sintiera un éxtasis en el pecho que me hizo gemir al sentirme completamente dentro de él.
– ¿Estás bien? –Pregunté casi sin aliento.
Asintió soltando todo el aire y estiró de mi brazo para acercarme a él.
– ¿Cómo te sientes? –Susurré dejando un beso en sus labios.
– Bien, no duele tanto como esperaba... –murmuró en respuesta con una sonrisa tímida.
– Te lo dije –volví a besarle–. Ahora te demostraré esa fuerza que dije.
– Tony, no –dijo tensándose de golpe.
– Tony, sí –respondí burlón–. No será de golpe, grandullón, cálmate.
Sonreí de lado volviendo a incorporarme.
Salí despacio y di una vuelta por su zona anal esparciendo más el lubricante con la punta, provocando que Steve hiciera un gemido ronco desde su garganta. Volví a introducirme en él, esta vez sin detenerme, y solté un suave gemido. Lo repetí varias veces igual de lento hasta que Steve cerró los ojos mordiendo su labio. Sentí un gran orgullo al ver que lo estaba disfrutando de verdad y comencé a moverme un poco más rápido. Levanté sus piernas para tener más espacio y el cuerpo de Steve tembló. Su reacción me envalentonó y aceleré más.
– Dios, Tony... –gimió con los ojos cerrados con fuerza.
– ¿Te duele? –Pregunté con temor.
– No, no pares.
Reí victorioso de que el resultado fuera tan bueno, no podría sentirme más feliz.
Flexioné sus piernas hacía los costados de su cuerpo, dejándome espacio para adentrarme mejor y también poder recostarme sobre él. Necesitaba besarle, amarle y demostrarle lo inmensamente feliz que me hace estar juntos. Ahora era completamente mío, tanto legal como físicamente.
Me abrazó con fuerza mientras me besaba, devorando hasta el último rincón de mi boca. Amaba cuando estaba tan excitado y sacaba su lado intenso y pasional, realmente me entraban ganas de que él también me hiciera gemir. Era jodidamente excitante y me llevó al borde del colapso.
– Joder, Steve... –gruñí, dando con más fuerza.
Steve clavó sus manos en mi espalda, mordiendo su labio para retener el gemido mientras me venía en él.
Me quedé paralizado por unos segundos tratando de recobrar el aliento, en los que Steve se dedicó a llenarme de besos.
– Ya tienes lo que tanto querías –me susurró.
Alcé la vista a sus ojos y sonreí ante su dulce mirada.
– Sí, ahora sí eres todo mío.
– Solo tuyo, mi amor –dijo pasando su mano por mi pelo.
– Y para siempre –respondí acostándome a su lado, dando un suspiro agotado.
– Es lo que hemos jurado, marido mío.
Tomé su rostro, acercándole para besarle.
Su lengua entró en mi boca sin permiso y reí haciendo lo mismo. Se estaba volviendo a encender y no iba a pararle en absoluto. Esta noche íbamos a disfrutar mucho de su gran aguante, por no hablar de lo que nos esperaba en la luna de miel.
Se separó y bajó directo a meterse mi miembro en la boca. Mi cuerpo respondió agitándose con los círculos que hacía su lengua cada vez que salía de su boca y luego volvía a metérselo nuevamente. Cada vez hacía esto mejor y no sé si mi cuerpo iba a soportar volver a correrse tan rápido.
– Steve... Dentro... –jadeé casi sin aire para vocalizar.
Sonrió dando un beso en la punta y luego se arrodilló.
Cogió mi cintura y me giró con extremada facilidad, lo cual me hizo saber que mis quejas de antes habían sido estúpidas. Su fuerza era demasiada como para compararme con él, yo era como un chiste a su lado, aunque en estos momentos lo agradecía inmensamente porque me enloquecía cuando se ponía rudo conmigo.
Alcé las caderas hacia él mientras agarraba con fuerza la almohada anticipándome a sus golpes. Nos lubricó y no me hizo esperar para introducirse en mí.
Me salió un débil gemido y cerré los ojos para absorber la plenitud. Hacía semanas que necesitaba sentirle dentro de mí y sus embestidas eran como una gran ola de satisfacción.
Escondí la cara contra la almohada para retener los gemidos a medida que sus movimientos se hacían más rápidos. Sus manos acariciaban mi espalda, acrecentando el placer de cada roce, el cuál subió más cuando cambió las manos por sus labios y el cosquilleo de sus besos disparó mi excitación hasta el orgasmo. Steve en vez de parar continuó con más fuerza para él también llegar y mordí la almohada para contener el gritó que quería salir de mí.
En la última estocada se quedó dentro de mí, acostándose sobre mi espalda y aguantando su peso en los codos.
– Sigues sin llegar a esta fuerza –se burló.
Me reí entre jadeos, mirando sobre mi hombro.
Me encantaba cuando seguía mis bromas, de verdad me enamoraba más si es que era posible. Nunca pensé que llegaría a tener tan buen humor con lo serio que era cuando le conocí y ahora era como una persona diferente, me sentía feliz y orgulloso de haber podido alegrar su vida. Lo pasó muy mal al volver del hielo y necesitaba encontrar una nueva motivación para vivir. Me alegra saber que esa motivación fui yo.
Salió de mí, tumbándose en la cama y enseguida me recosté en su pecho.
– Ha estado muy bien, ¿no? –Pregunté para asegurarme de que también le había gustado.
– ¿Ves que me esté quejando? –Alzó una ceja sonriendo.
– Entonces tocará repetir en la luna de miel.
– No abuses, que duele un poco –contestó a la vez que sus mejillas se ruborizaban.
– Solo se resiente un poco al principio, te acostumbraras –dije besando sus labios.
– Deja de intentar convencerme para que vuelva a pasar, Tony, yo mismo quiero más –susurró al final junto a mi oído, mientras pegaba su cuerpo al mío.
Entrelazó nuestras piernas y me miró de frente, acariciando mi mejilla, con esa sonrisa que no se le había borrado en todo el día. Se relajó, acariciando mi espalda suavemente con los dedos, haciendo que también me relajara. Se sentía tan bien siendo algo tan pequeño como un roce, pero Steve siempre conseguía que las pequeñeces fueran los mejores placeres de la vida.
Hice un ronroneo besando su hombro y él rio suavemente.
– Definitivamente podría estar así eternamente –susurré en completo relax.
– Lo haré cada noche de nuestra vida juntos.
– Eso espero, no quiero que solo sea el primer año de casados y luego andemos peleando.
– Ni siquiera lo digas, Tony –tapó mi boca con la mano–. Como todas las parejas tendremos subidas y bajadas, pero no dejaré de darte amor nunca.
Intenté hablar, pero como no apartó la mano la lamí y la sacó rápidamente.
– Tony –se quejó.
– Me das diabetes, mi amor, pero me encanta.
– Quieres ir de duro y eres más blando que Peter.
– No tanto, a Peter nadie le puede ganar –respondí, haciéndome el indignado.
Aunque era muy cierto, Peter era excesivamente dulce e inocente, me robaba el corazón. Sobre todo después de lo que había dicho, me era increíble creer que de verdad quería llevar nuestros apellidos. Cada día me sentía más orgulloso de tenerle como hijo.
– No hay más que ver lo que ha dicho –dije con orgullo.
– Sí, no esperaba que quisiera nuestros apellidos, pero la verdad es que me emociona tan solo de pensarlo.
– A mí también, siento que le haría ser más nuestro de verdad.
Los ojos de Steve brillaron emocionados y besé sus labios con suavidad cuando las lágrimas se le escaparon.
Creo que estaba siendo un día excesivamente emocional para ambos, ya era casi imposible contener tantas emociones dentro sin explotar en el intento. Incluso ahora sin hacer nada podría echarme a llorar solo por todo el amor que me rodeaba, por pensar en la familia que hemos formado y en lo vital que son para mi tenerles en mi vida. Han alegrado mis días oscuros, han cambiado todas mis rutinas y han enloquecido mis emociones de una manera inexplicable.
La vida que tenía había desaparecido sin darme cuenta, en un año mi vida había dado un vuelco, iluminándose por completo. Los Vengadores me habían dado una meta en la que centrarme, Steve había llenado mi vida de amor y cursilerías, que no sabía que tanto me gustaban, y Peter me había enseñado que aunque la vida sea dura si le sonríes al final te sonríe también. No quiero pensar en el día en el que deje de sonreírme, pero como había dicho Steve, habrá subidas y bajadas, solo no hay que dejar de amarse. Eso no pasara, pase lo que pase sé que no podre dejar de amarle. Ahora somos una familia de verdad, la familia Rogers-Stark.

Notas finales:

Hasta aquí es todo lo que tenía escrito con anticipacion, así que a partir de ahora probablmente actualice más lento, pero prometo que por mucho que tarde no lo dejaré sin terminar.
Estoy ya por terminar el siguiente capítulo y puede que con suerte entre hoy y mañana ya esté terminado! Esperenlo!
Los amo! Mil gracias por leer! ♥


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