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Dulce niña hipócrita, Ereri por Josuu_

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIAS DEL FIC:

1. Levi es un chico, por si tienen dudas durante el transcurso. Esto es yaoi. Solo es trap

2. Soy libre de mente, así que en el transcurso Levi o Eren pueden tener relacion con cualquier otro personaje, si les molesta esto lo dejo advertido

3. Mucho drama, tal vez violencia, drogas, etc, para las personas que no les guste o sean mas sensibles, 

4. Mencion de otras ships

5. Tal vez algo de pedofilia xd

Y eso seria, si se me olvida alguna otra advertencia la ire añadiendo en los capitulos. 

Uno de los días más extraños para mí fue cuando Armin pasó a recogerme junto con Jean para asistir al entrenamiento de ese viernes. Generalmente usábamos la cancha exterior en el área norte, ya que es mucho más grande y cómoda. Pero esta vez nos conformamos con la casi inutilizada cancha del área sur. La escuela era tan innecesariamente grande que la dividieron en aéreas. Supongo para hacer más fácil ubicarse. Como yo ya estaba en mi último año me la pasaba por el área norte y era extraño bajar de allí.

El viejo Pixis tenía más arrugas que ningún otro viejo a su edad, carecía de cabello y más de una vez se le pillo licor en la cantimplora, aun así, el maldito viejo seguía siendo todo un experto a la hora de hablar de futbol americano. No era necesario permanecer mucho tiempo junto a él para entenderlo, me pregunto si Tom Brady o Joe Montana en su juventud tuvieron a un Pixis citándolos un viernes a las tres de la tarde para ir a entrenar. Espero que así sea. Tom Brady y Joe Montana son mis mayores ídolos del fútbol americano.

Siempre me cuestione si el hombre había nacido con el propósito de jugar fútbol y dentro de mi cerebro la respuesta era un gran «¡Si, carajo! ¡Sí!» ¿Qué verdadero hombre no vive de los deportes? En mi familia era una tradición patear un balón luego de dar los primeros pasos, mis tíos, mis primos, mi abuelo y mi padre. Todos grandes fanáticos del fútbol americano, y ahí entremedio de todos me encontraba yo. Jugando en el equipo de las Águilas, el mejor alrededor del condado.

Al finalizar el entrenamiento el entrenador nos envió a las duchas, el equipo de las animadoras quienes iban pasando en ese momento dieron varios brincos y saltos escandalosos. Armin recibió en sus brazos a su novia Annie, quien le regalo un sonoro beso en los labios. Me resultaba gracioso. Tanto Armin como Annie eran rubios y de ojos azules, la primera vez que los vi creí ciegamente que se trataba de hermanos. Luego de un par de carcajadas de Annie me aclaro que llevaban tres años de relación. Me sorprendí bastante, después de todo, la pareja más duradera que conozco son mis propios padres.

De acuerdo a las estadísticas de duración de relaciones en adolescentes dadas por Zeke, el promedio no sobrepasaba los dos años y aquellos que lo hicieran estaban realmente jodidos de la cabeza. Y para serte sincero creo que Zeke tiene mucha razón.

Las chicas terminaron siendo corridas por su entrenadora y coreógrafa, la señora Constance, una mujer con un cuerpo de infarto a pesar de tener los treinta y algo. Muchas veces escuche por parte de Annie decir que la vieja mantenía un pacto con el diablo por eso su esbelta figura. Pero yo me pregunto ¿Quién rayos gastaría esa oportunidad en algo tan innecesario? Por mi parte si tuviera la opción de pedirle lo que fuera al demonio, claramente seria convertirme en una leyenda como Tom Brady. O conseguir el autógrafo de Jim Brown. O mejor aún. Volver al pasado y ver cada uno de sus partidos.

Creo que debo dejar de escribir sobre fútbol y mi obsesión por él, me parece algo tedioso. Es extraño ya que formo parte de mi vida un gran tiempo. Pero no creo que sea algo que las personas que compren este libro quieran leer.

Luego de salir de la ducha pase la toalla por mi nuca y por debajo de las axilas. Últimamente los músculos de mi cuerpo se veían con mejor forma. Me gustaba. Me elevaba el ego hasta las nubes y es que para que voy a mentir. No existe nada mejor que tener un cuerpo bien formado a los diecisiete años. Vi como un poco más allá unos tres chicos de mi equipo se escondían entre los casilleros. El olor a marihuana llego a mis fosas nasales y le mando una mirada de reproche a Jean para que no se uniera.

—La última vez termine llevándote a la enfermería.

—Lo recuerdo, inventaste que tenía diarrea. —contesto— ¿No pudiste decir algo mejor?

—Fue lo primero que se me ocurrió para dejarte en vergüenza, Jean, no me presiones.

—Jodete.

— ¿Soy yo o todas las animadoras se ven más encantadoras?

—Para ti cualquier cosa que lleve falda es encantadora. —respondió Armin secándose el cabello con una toalla —. Solo no me mires a mi chica.

—El único tan jodido para salir con una loca como Annie, eres tú Armin.

—Yo vi a Dreyse muy interesada en el novato. —Comento Connie amarrándose las agujetas.

El resto de los chicos silbo. De un momento a otro sentí muchos ojos sobre mí, sonreí casi sin poder evitarlo y moví la cabeza negativamente.

—Es cierto. —siguió Jean— Mira que hombre más suertudo, queriendo llevarse a nuestra querida Hitch Dreyse.

—Es linda. —respondí.

—Tiene bonito cabello y unos pechos preciosos.

—Cállate, Jean.

—Mi padre dice que las chicas de pechos grandes viven más tiempo. —volvió a decir Connie pasando al otro zapato.

—Esas chicas solo sirven para una cosa, Connie. —Se rio Reiner un poco más allá— ¿Te suena algo llamado «Rusa»?

Las risas masculinas no se hicieron esperar. No pude estar más de acuerdo con Reiner por mas discriminativo e injusto que sonara para las chicas de busto pequeño, y es que en mi corta vida he tenido la gratitud de recibir las mejores rusas por parte de chicas con los senos enormes. Y para las mentes inocentes que aun no entienden a lo que nos referimos, básicamente es llegar al cielo frotando un miembro por entre las bubis. Quise reír feo cuando Belthord se refugió dentro de las duchas. Tenía la cara roja y se notaba avergonzado. Belthord era un chico religioso, es normal que temas como lo son las rusas lo afectaran. Así se la pasaron hablando y molestando un buen rato sobre los pechos de quien sabe que actriz o de esa chica en el canal del tiempo, entre otros.

— ¿Estarán todo el día con eso? —Dije acomodando el bolso en mi hombro—. Mejor me largo antes de que a Jean le dé una erección.

— ¿Quieres comparar tamaños o temes quedar en vergüenza, Jaeger?

—Esto es demasiado homosexual para mí. —Me reí alzando la mano en forma de despedida.

—Adiós, marica.

— ¡Cuídate, novato! —escuchó un poco más allá.

Pase por un snack antes de llegar a casa. Como odiaba cuando mi hermosa camioneta chevrolet se quedaba sin gasolina, me obligaba a usar las piernas y tomar el tren de regreso a casa.

El señor Jaeger, mi padre, decidió mudarse a una nueva ciudad más cerca de la montaña cuando la señora Jaeger, mi madre, confirmo estado de buena esperanza o en otras palabras a sus cuarenta años tendrían un bebé. Sin dejar de caminar, una sola pregunta cruzo por mi mente ¿Quién en su sano juicio se embaraza a los cuarenta? O peor aun ¿Quién en su sano juicio creía que una mudanza ayudaría a una familia a iniciar de cero? ¿Y por que las malditas montañas serian y una buena opción?

Se preguntaran si la ciudad desbordaba de lo común, pues no; era tan simple e igual a las otras que daba pena. Un poco más pequeña y rural a mi antigua ciudad. Se preguntaran si el hijo mayor estuvo de acuerdo con esta decisión; otra vez no. Para nada. Me gustaba mi antigua vida cerca de la costa, con edificios grandes y tiendas por todas partes.

La fiesta de la noche anterior fue en mí honor y a mi llegada al nuevo instituto, en cuatro semanas y media me había hecho amigo de los chicos más interesantes y ganado el cariño de medio establecimiento. Era el novato en boca de todos y ¡El futuro capitán de las Águilas!

Sin darme cuenta choque contra alguien. Un golpe seco y sorpresivo.

— ¡Joder, lo lamento, lo lamento! ¡¿Estás bien?! —Me apresuro a decir.

La vi arrugar la frente moviendo los brazos sobre la acera. Quise decir algo más pero las palabras se trabaron en mi garganta para cuando ella abrió los ojos. La reconocí solo con ese simple gesto ¿Quién podría olvidar ese hermoso color de iris? Era la chica más hermosa de todas.

— ¿Quién eres? —la escucho decir. Muy suave con la voz de un verdadero ángel luego de chocar contra un dementor.

Genial. Acabo de descubrir que las referencias a Harry Potter no me salen para nada bien. La ayudo a incorporándose luego de un «Permíteme» y me doy cuenta de lo extraño que sonó cuando ella se me quedo mirando. Demasiado nervioso y con un toque de estupidez masculina. Dentro de mis lamentos pose una mano sobre mi rostro.

—Lo siento, no sé qué ocurre conmigo.

—Tú… eres el vecino de hace un rato. —la oí decir— ¿Eren, no? ¡Como herencia genética!

Entreabrí los dedos para mirarla con mayor cuidado.

He de admitir mi debilidad por las chicas femeninas, y vaya que ella sí lo era, además de lucir increíblemente sexi.

Vestía una falda entablada muy corta dejando al descubierto unas piernas de infarto y para añadirle más emoción; en sus pies usaba unos patines blancos con agujetas doradas, muy brillantes, lo que la hacía ver más pequeña e infantil que antes y me pregunte si eso era posible.

Mis ojos parecieron incomodarla puesto que se acomodo la falda rápidamente. Quise darme un golpe mental ante mi estúpida primera impresión ¿Y es que desde cuando era tan pervertido? Ah, sí. Doce años, escuela primaria, el chico del cabello raro traía una revista playboy de su padre a escondidas.

La chica me dedico otra mirada igual a un gatito recién nacido, con intriga y curiosidad, parecía ser la perfecta candidata para una de esas revistas dentro de la categoría “con un aspecto demasiado infantil para el uso”.

—Eh, si. —atine a decir ignorando el mote— ¿Cómo lo sabes?

—Te he visto por las mañanas, vas a la escuela en una camioneta roja. —contesto con más confianza—. Y asistes a mi clase de historia.

—Oh, no lo sabía.

—Descuida, vivo aquí hace poco, y la verdad no suelo llamar mucho la atención. —ella sonrió. Escondiendo varios mechones rebeldes detrás de la oreja. —. Me disculpo, salí a conocer un poco el vecindario y termine arrollando a uno de mis vecinos.

—No, no, también iba distraído. —dije sonriendo devuelta—. No suelo ser entrometido, pero pienso que es mala idea patinar y llevar auriculares al mismo tiempo, terminaras lastimada uno de estos días.

—Sí, tienes razón. —ella pareció asustada, tomando entre sus manos los cascos blancos. —. Creo que debería postergar mi recorrido.

—Eso suena mal. —contesto dejándome llevar por los lentos pestañeos de la chica—. Me sentiría terrible si mi linda vecina se quedara sin conocer las maravillas del vecindario. —aseguro— ¿Aceptarías por hoy que finja ser un guía de turistas exclusivo para ti?

Ella rio de la manera más dulce de todas.

— ¡Me parece una estupenda idea! —hizo un circulo en la vereda con los patines, tuve que voltear la cabeza para evitar el movimiento de su falda. —Pero… ¿no te molesta? Ya he quitado bastante de tu tiempo, y, bueno, pareces agotado.

Bajo el tono de su voz y niego con la cabeza al instante.

— ¡Que dices! ¿En qué mundo sería una molestia? —digo y ella frunce los labios— Vamos, no seas terca.

—Está bien, está bien. Haremos lo que tú digas. —rió—. Me agradas, Eren, eres un chico que devuelve las sonrisas.

Era la primera vez que me decían algo así. Y fue extraño.

— Es genial. —No supe que más decir— Tú igual me agradas… eh... tú…

Me sentí aun mas idiota pronunciando esto último. La chica aprecio un rato el suelo tal vez en un acto de piedad hacia mí por no preguntar su nombre antes, solo sé que tardo bastante en responder.

—Levi, soy Levi.

—Es un lindo nombre.

Ella levanto la cabeza posando sus perlas grises en mi.

—Gracias. —murmuro bajo.

Fue entonces cuando aprecie la sonrisa más preciosa de todas; con una mezcla de amabilidad, inocencia y coquetería. Guarde ese sensacional destello de sus ojos en mi cabeza como un tatuaje, me negaba a dejar escapar ese bello recuerdo. Cohibida desvió la mirada. Y yo pensé que a esas alturas no estaría nerviosa, pero se trataba de una chica después de todo; pequeñas, suaves y tímidas.

Me cole a su izquierda. A ella le pareció gracioso, y aceptando esa galante acción me tomo del gancho. Deslizándose sobre la acera con la ayuda de los patines, manteniendo el equilibrio gracias a mi fuerza.

¿Debería darle una oportunidad a este nuevo lugar? Tal vez lo haría, y por alguna razón sentía que ella pensaba lo mismo.

 

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Notas finales:

¡Gracias por leer!

Muchos besos y agradecimientos

By, Josuu


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