Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Linaje por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Junto con Reborn surgieron algunas cosas que él jamás pensó siquiera experimentar, una de ellas y la que más le gustó fue la oportunidad de aprender.

Se le fue inculcado el arte de la lectura y escritura, algo de lo que Tsuna sólo sabía lo básico y lo poco que su abuela le enseñó. Se le mostró la gracia de los números, algo en lo que no era del todo bueno pero que le gustaba pues Reborn era su tutor personal. Se le mostró el mundo mediante imágenes y después con viajes que duraron meses y hasta años. Se le dio libertad de aprender un idioma diferente al suyo, de preguntar por culturas ajenas, por aprender sobre animales, historias, artes, ciencia, modales y negocios.

Le dieron todo lo que pidió y se convirtió en alguien a la par de su esposo.

 

—¿Quieres acompañarme hoy al banco?

 

Reposaban en su lecho, con sus pieles pegadas debido a la desnudez, Reborn aferrado a la espalda del castaño que mantenía sus ojos cerrados pero que reía por las cosquillas que le ocasionaban los besos en su cuello. Sus dedos entrelazados jugaban entre sí, sus pies se enredaban y el sol que se colaba por entre las cortinas les molestaba.

Eran felices de esa forma tan sencilla.

 

—No, hoy no, Reborn —Tsuna se daba vuelta para ser abrazado—. Estoy cansado.

—Últimamente siempre estás cansado.

—Me he sentido un poco extraño desde hace unas semanas —bostezaba antes de acomodarse mejor sobre el pecho ajeno.

—Entonces en la tarde traeré al doctor.

—Ya no hay pan dulce.

—Traeré un poco también.

 

Dos cosas sucedieron a la par, como si fuesen coincidencia o simplemente destino. Una muy diferente de la otra, pero igual de importantes.

La primera fue la mención de Reborn como Duque por medio de concesión por línea sucesoria, cosa que Tsuna ni siquiera tomó en cuenta pues estaba más centrado en la segunda cosa más importante en la vida de su familia: su primer hijo. Es más, en la fiesta por esa celebración se pasó distraído con los postres, los mimos de su esposo y sus propias meditaciones porque no estaba muy seguro de cómo sería el proceso que su cuerpo pasaría para traer al mundo a un nuevo ser vivo.

Dejó que todo fuera de su hogar pasara como debía y se centró más en leer decenas de libros sobre maternidad porque no quería ser un mal ejemplo. Se sentía presionado porque él no tuvo mayor figura que su abuelita, por eso llegó a estresarse en extremo y su condición de salud decayó.

Recordaría el regaño de Reborn durante toda su vida pues fue la primera vez que lo vio tan enfadado hasta el punto en que notó un par de venas destacar en ese pulcro cuello.

 

—No lo volveré a hacer.

—Eso espero, Tsuna.

—Lo siento.

—Piensa en que no sólo eres tú —al fin respiró y se calmó— sino también nuestro hijo.

—Lo sé —en medio de sus sábanas descendió sus manos hasta su vientre de cinco meses y suspiró—, estoy arrepentido.

—No te lo tomes todo tan… drásticamente.

—Está bien, Reborn.

 

Su arrepentimiento no estaba dado sólo por el disgusto que le causó al hombre al que amaba con tal fuerza que estaba seguro le perdonaría cualquier cosa, sino por las consecuencias de sus estúpidas acciones y descuidos.

Él médico le confirmó que su embarazo sería riesgoso, difícil y de cuidado debido a que su peso había disminuido a niveles alarmantes. Tuvo que permanecer en cama el resto de su gestación siendo vigilado la mayoría del tiempo para que su estado de salud no decayera. Tsuna se disculpó mil veces con Reborn quien se pasaba noche y día velando por él y su hijo, y lloró en muchas más ocasiones porque su estupidez afectaría a su primer pequeño.

No hubo día en que no se sintiera una mierda. No hubo día en que no dejase de autodenominarse escoria por tal comportamiento inhumano con su propia descendencia. No hubo día en que no rogara al cielo porque su hijo naciera con bien… No hubo día en que no dejase de desear morir si fuese necesario con tal de traer al mundo a un bebé sano.

 

—Mírame —Reborn paraba su llanto cada mañana o noche—. Mírame.

—Lo siento tanto —apretaba sus dientes y sus puños hasta clavarse las uñas en la piel que desde hace mucho dejó de estar manchada por químicos coloridos y ahora se mostraba clara.

—No pasa nada —le besaba los cabellos, las mejillas, las manos y frente antes de abrazarlo.

—Te he hecho daño… y a nuestro hijo.

—No has hecho nada, Tsuna.

—Lo he hecho…, te he traicionado.

—No importa.

—¡A mí sí! —se ahogaba entre sus propios sollozos mientras apartaba la tela que cubría su vientre que bordeaba los ocho meses—. A mí… sí —su hijo casi no se movía y esa una mala señal.

—Lo compensarás… siendo un padre genial —acurrucaba a su castaño entre sus brazos— o haciendo algo más grande que eso.

—Jamás podré hacer algo que compense esto.

—Ya lo has hecho.

 

Una vez más el castaño recordó sus demonios, sus deducciones… y por eso no preguntó el significado de esas palabras y prefirió callar. Se dejó hacer, se dejó mimar y cuidar. Se dejó medicar, alimentar y consolar durante la larga espera.

Rezó miles de veces como su abuelita amada se lo enseñó, les rogó a las almas de sus padres y sus hermanos para que lo ayudasen, se quedó despierto muchas noches intentando hablar con su pequeño y animarlo a que se moviera más a menudo. Se desesperó cuando la primera contracción llegó, sollozó con cada doloroso momento y gritó en súplica porque todo saliera bien esa noche fría en donde tuvo que quedarse a solas con la partera y su ayudante porque no alcanzaron a llegar al hospital.

El llanto del bebé dio aviso de la nueva vida, y sin embargo los sollozos del doncel eran mucho más fuertes que esa vocecita que amenazaba con apagarse de repente.

Tsuna se aferró al cuerpecito rosado que se removía levemente entre las mantas, sollozó con fuerza por el pequeño cuerpo que sostenía en brazos, pidió mil veces perdón por haberle hecho tanto mal a su primer hijo, se quedó mirando al bebito que boqueaba y temblaba con miedo a que dejase de respirar… y se ahogó en pesadillas de la noche en que su hermano murió mientras lo abrazaba en un intento por mantenerlo con vida en el infierno que cursaron de niños.

 

—No quiero que se vaya.

—No se irá

—Reborn —lo miraba con súplica—, no dejes que se vaya.

—Tsuna —lo miró inseguro—, él no se irá.

 

Mintió. Reborn, la partera y la ayudanta mintieron. Los médicos que atendieron al bebé en la casa por pedido del propio duque mintieron. La nodriza que llegó a alimentar a tan pequeñito ser, mintió. Le dieron falsas esperanzas al doncel que se culpaba de todo lo que pasaba en su hogar. Le mintieron tanto que Tsuna llegó a creerse la mentira y tuvo esperanzas de que su hijo viviese por largos años.

Nadie lo preparó para lo que realmente pasaría.

Fue una noche en donde Tsuna acurrucaba a su pequeño en su pecho y el infante tosía roncamente y sollozaba muy quedito, cuando las cosas se pusieron muy mal. La fiebre llegó al niño, nada la hacía bajar, nadie daba solución para el estado del infante. Tsuna no durmió los tres siguientes días por estar al pendiente del pequeño que no lograba ganar peso, se la pasó sujetando la pequeña manita de su primer hijo —al que nombró Alex—, para darle confort. Ignoró a su esposo que le exigía que descansase.

Nadie sabría el miedo que invadía al castaño quien ya tuvo que enfrentar dos muertes, estar presente y sepultar los cuerpos de su familia.

 

—¿Cómo te sientes, mi pequeño? ¿Te duele algo?

 

Fue al cuarto día cuando su hijo ya no respondía a sus preguntas, a su voz o a sus caricias, ni siquiera aceptaba el pecho de la nodriza o siquiera abría sus ojitos. Todo se fue a pagando progresivamente y aun así le siguieron mintiendo, diciendo que ya pasaría y que su hijo mejoraría… Siguieron diciéndole que descansara y que ellos se encargarían.

Pero no dejó a su hijo solo a pesar de que él mismo estaba a punto de desfallecer por el cansancio.

Y al anochecer su hijo simplemente dejo de moverse y su respiración se ralentizó… para finalmente dormirse y no volver a despertar. Ninguna caricia, susurro, cántico, súplica, grito o movimiento despertaría al pequeño cuerpo que reposó entre mantitas de color azul adornadas por bordados en coloridos diseños.

Y fue así que Tsunayoshi enfrentó nuevamente el dolor de perder a un ser que amaba.

Gritos. Gritos agudos y desgarradores. Gritos parecidos a aullidos.

Gritos. Gritos. Gritos.

Gritos que le recordaron a los que se dieron en su infancia cuando perdió a su madre de vista.

Gritos que anunciaron su pérdida más grande. Gritos y lágrimas que no se detuvieron sino hasta el día siguiente cuando ya no tenía voz ni fuerzas como para seguir exteriorizando su pesar.

 

—Tsuna, abre la puerta. Por favor… Tsuna quiero que abras esta puerta… ¡Tsuna!

 

No hizo caso a las súplicas de múltiples voces fuera de esa recámara. No hizo siquiera caso a su estómago que se comprimía debido al hambre, ni a sus ojos que se entrecerraban por la falta de sueño continuo y que estaban enrojecidos por las lágrimas. Se quedó encerrado en el cuarto donde ubicó la cuna de su niño, sentado en la alfombra y rodeado por los diversos regalos coloridos que compró para el pequeño ser que se hallaba entre sus brazos pero que ya no tenía calidez alguna.

Se aferró al cuerpo inerte de su hijo hasta que abrieron la puerta a la fuerza y su propio esposo le arrebató de los brazos a aquel bultito frío que llamaría por siempre: su pequeño Alex.

Nunca se recuperaría de esa pérdida, jamás olvidaría el horror de la muerte que lo seguía acosando en los momentos más hermosos de su vida. Nadie le podría quitar su miedo a que todo se terminara de romper en pedazos. Nadie lograría devolverle cada trozo de alma que se iba junto a su ser amado.

 

—No me vuelvas a mentir —miró a su esposo.

—No lo haré —Reborn sujetaba las manos de Tsuna con fuerza para darle confianza.

—No soportaré que me mientas de nuevo.

—Olvida lo que pasó hace un año.

—Me pides imposibles.

—Al menos inténtalo.

—¡No quiero intentarlo! ¡No quiero!

 

Tsuna se decía a sí mismo que ya superó dos muertes y que superaría la de su hijo también, pero no fue posible pues incluso después de que los años pasaran y que engendrara a dos hijos más… dos hermosos niños que sonreían cada mañana para él y su esposo… jamás olvidó la carita del bebé que murió en sus brazos.

Simplemente era imposible.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

En realidad, deseo con todo corazón que hayan estado ocupados en sus festejos en nochebuena, por eso esperé hasta esta hora para publicar… y aun me digo que no está bien añadirle dolor a una noche tan especial but no sé… tenía que seguir con la planificación establecida para las actualizaciones.

Krat les desea felices fiestas.

Muchos besos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).