Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Linaje por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

—¿Quieres trabajar aquí?

—Aprendo rápido —miró con decisión al hombre con el que hablaba, el dueño de esa fábrica—, hago lo que sea y pido a cambio un salario para poder comer.

—¿Y tus padres?

—Estoy solo en este mundo.

—Sí —la sonrisa del hombre no le dio buena espina, pero no tenía de otra.

—Bien… estás contratado.

 

Con apenas doce años, con sus zapatos algo ajustados y con la mejor ropa que su abuela le consiguió porque la otra le quedaba chica, empezó su trabajo en esa fábrica de telas. Su pago sería semanal, pocas monedas en comparación a otros de los niños que también trabajaban ahí, pero le bastaba pues era solamente él a quien debía mantener.

Transportaba la tela, ayudaba a teñirla, lo usaban para recadero, aprendió a planchar, doblar, coser, cortar, empacar. Hizo de todo sin quejarse, sin preguntar porqué usaban los colores o porqué el sitio olía sumamente raro y las mujeres parecían desfallecer al terminar su turno. No preguntó por qué algunas niñas se encerraban en el despacho con el jefe y salían llorosas y sudorosas, no preguntó por qué despedían a las mujeres embarazadas, no preguntó porqué su salario era menor a la de los otros trabajadores.

No quiso atraer la mala suerte de nuevo.

No le importó que sus manos siempre estuvieran manchadas de tinta porque los químicos usados eran difíciles de quitar. No le importó que lo obligaran a trabajar dos horas más que a los demás. No le importó saber que con cada año se estaba volviendo más ignorante.

 

—¿Por qué no te quejas?

—¿Por qué no trabajas en otro lado?

—¿Por qué estás solo?

—No lo sé —y sinceramente no quiso cuestionarse nada.

 

Comía tres veces al día, podía comprarse algo de ropa de vez en cuando, tenía un hogar y un trabajo. No creía que necesitase más por el momento y por eso no vio más allá de lo que sus ojos apreciaban. No hasta que “eso” pasó.

 

—¿Puedo preguntarte algo, Tsuna? —su compañero se había estado comportando un poco raro desde hace un tiempo, aunque la verdad nunca le tomó importancia.

—Claro —miró las calles y diferenció el sitio cercano al lugar de su entrega.

—Tú… pues…, si eres un doncel, ¿por qué vistes como un varón?

—¿De qué hablas?

 

Tsuna recordaba que el día en que la abuela lo encontró, él traía encima un pantalón corto y una camisa larga con una pequeña coleta que se ondeaba cuando caminaba, además de un saco y como extra la prenda de su hermano. No recordaba bien porqué usaba eso o si toda su ropa anterior se parecía a esa, tampoco sabía si eso lo diferenciaba de sus hermanos o si era la ropa que usaba en casa solamente.

Él no tenía idea de su condición.

Bastó con ese comentario por parte de su compañero como para que pensara en sí mismo como algo más que como un chico de quince años que trabajaba para sobrevivir. Se preguntó si de verdad era un doncel, o si simplemente su cuerpo aún no se desarrollaba por completo y por eso su delgada contextura se tornaba algo más delicada que la de sus compañeros en la misma edad.

Su abuela nunca se dio cuenta, él tampoco preguntó y asumió que era un varón…, pero al parecer los demás notaron algo diferente en él.

A partir de ese punto todo pareció cambiar… y no para bien.

Con cada mes que pasaba su evolución como ser humano fue reflejando que sí, era un doncel, y uno muy bello a ojos de los demás. Y eso no le gustaba, por el contrario, le desagradaba hasta el punto en que se colocaba dos suéteres encima para que nadie mirase su cuerpo delineado por la delgadez y curvas que se acentuaron de repente, incluso llegaba a manchar parte de su rostro con tinta para que se notara menos el hecho de que no tenía el mentón marcado o una barba iniciada con sutileza. Daba gracias al cielo que su cabello alborotado y anti gravitatorio ocultara su falta de entradas y su rostro un tanto abombado.

No quería verse delicado… ni débil.

 

—¿Quieres salir conmigo?

—Lo siento, no… No me interesa.

 

Durante su crecimiento vio que mujeres y donceles jóvenes contraían matrimonio en menos de lo pensado, que su proyecto de vida estaba basado en formar una familia o eran obligados a formarla… Pero él no sentía esa necesidad, no deseaba tener esa necesidad. Vivía en los sectores más pobres, creció junto a familias numerosas que en ocasiones perdían hijos debido a la falta de alimentos y necesidades que no podían cubrir con el salario de un padre o una madre trabajadora de años.

Vio demasiadas desventajas y pocos beneficios.

Él no se veía criando a un hijo en la pequeña covacha donde residió desde pequeño, ni siquiera se mentalizaba el compartir su hogar con un esposo… No cabía en la posibilidad de traer a un niño para que viviese todo lo que él vivió, pues si bien adoró la vida humilde que llevó con su amada abuelita, también tenía en su cuerpo la memoria de muchos años de trabajo forzado y mal pagado que apenas y lograba mantenerlo vivo…. Él no quería que un niño pasase las necesidades por las que él pasó.

Pero querían forzarlo.

Escuchó muchas veces los comentarios de sus compañeras y compañeros quienes ya formaban noviazgos, compromisos a futuro incluso, veía a las madres decir que sus hijos lo eran todo para ellas. Lo mantenían como objetivo para todas esas conversaciones en donde emparejaban a jovencitos en edad. Se hartó de las veces que negó una cita a sus compañeros o las que salió corriendo del trabajo con excusas tontas que a su jefe no le interesaban pues tenía otros asuntos que atender.

 

—¡Te dije que no quiero!

—Te crees más de lo que eres.

 

Un golpe, la mano ajena sobre su boca, el sentir su cuerpo siendo arrastrado lejos de la calle principal, el pánico al ser forzado por alguien más alto y robusto que él. Tuvo mucho miedo y por eso pataleó, mordió, golpeó, gritó y por primera vez en su vida pidió ayuda. Peleó para quitarse al imbécil que estaba sobre él intentando tocarlo en lugares que no debería y quien trataba de arrancarle la ropa a la fuerza.

Entendió lo que sucedía con las niñas que salían llorosas de la oficina de su jefe.

La mano que le tapaba la boca impedía que saliesen sus súplicas porque su atacante se detuviera, sus ojos dejaban fluir las lágrimas, sus manos aun golpeaban al hombre encima de sí y sus piernas trataban de cerrarse para impedir más toques asquerosos. Se sentía tan indefenso, tan inútil, tan cansado y desesperado.

Lo peor era que no tenía a nadie que se preocupase porque no llegaba a casa a tiempo… nadie que lo fuera a buscar y lo hallara para ayudarlo… nadie a quien le importase si estaba bien… nadie quien protegiera su castidad.

Si lo manchaban… ¿qué haría después?

 

—¡Lárgate!

—Maldita sea.

—Si no te vas ahora mismo… te arrepentirás.

 

Tosía y jadeaba en medio de sus lágrimas sin entender por qué de pronto dos voces se combinaron y el peso extra sobre sí se había desvanecido. Y a pesar de todo Tsuna agradecía a su abuela que juró protegerlo incluso después de muerta. Se asustó ante la voz que de pronto le ofreció ayuda, intentó huir e ignoró la buena voluntad ajena. Se acurrucó en una esquina y se volvió un ovillo que negaba incesantemente mientras trataba de calmarse. Entró en un estado de shock que tardó en pasar.

Y cuando pasó se dio cuenta que dos pozos negros lo tenían como objetivo.

Era un hombre mayor, tal vez le duplicaba la edad, no sabía bien pero claramente podía notar el aire adulto, maduro y bien vivido de esa persona. Al final no importaba, ese desconocido lo acababa de ayudar y por eso le agradeció con un intento de sonrisa y palabras susurradas entre jadeos desacompasados.

El rostro de ese hombre era pulcro y claro, detallado con facciones marcadas, adornado por mechones negros que sobresalían por debajo de una boina y un par de espirales que acentuaban los pozos negros y brillantes en aquellos ojos. Era una mezcla entre carbón y leche.

 

—¿Qué haces transitando estas calles solo y a estas horas?

—Sigo con mi rutina —respondió aun inseguro.

—¿Y cómo es que no te han atacado hasta ahora?

—No lo sé… y jamás me lo cuestioné.

—Vamos…, te acompaño a tu casa.

—No hace falta.

—Acaban de atacarte y me preocupas, pequeño.

—Tendré más cuidado… Gracias.

 

No estaba seguro. Ya no más. Y sinceramente no pensó que eso pasaría.

A partir de ese incidente se volvió un poco más histérico en cuanto tenía a alguien cerca de él, llegando al punto en que no dejaba que un varón se le acercara demasiado. Todos se dieron cuenta, muchos respetaron la lejanía que impuso, otros hacían burla de eso y lo molestaban a propósito. Por primera vez maldijo a sus compañeros de trabajo y después maldijo a su propio jefe que empezó a hacerle comentarios fuera de lugar. Detestaba eso.

 

—¿Qué te sucede?

—Es usted… el de esa vez.

—Lo soy —esa sonrisa sutil le causó escalofríos, pero Tsuna no supo diferenciar si eran buenos o malos—, por eso vuelvo a preguntar…, ¿qué te sucede?

—Nada.

—Si no confías en tu salvador, ¿en quién más?

—En alguien que conozca —se había vuelto bastante cortante, pero era cuestión de seguridad.

—Entonces me presento —lo vio reverenciarle y se sorprendió porque jamás nadie tuvo esa cortesía con él—. Mi nombre es… Reborn.

—Es… Es un gusto —lo reverenció en respuesta y después lo miró a los ojos—. Mi nombre es Tsunayoshi.

—Ahora ya nos conocemos —habló satisfecho.

—…— Tsuna rio divertido por aquella frase, no pudo evitarlo—. No es así.

—Entonces ofrezco conocernos —ese desconocido le extendió la mano enguantada y pulcra—, para iniciar, qué tal si caminamos un rato.

—No gracias.

—Insisto, y de paso puedo llevarte a tu casa… Estas no son horas seguras para que un doncel esté solo por la calle.

—Estaré bien —retrocedió dejando extendida aquella mano.

—Aun así, me preocupas.

—¿Por qué alguien de su estatus se preocuparía por alguien como yo?

 

En ese día no obtuvo respuesta a esa pregunta y en ese día también olvidó sus temores pues aquel extraño simplemente se ofreció a hacerle compañía un rato, a charlarle sobre cualquier cosa, invitarle un pan dulce y nada más.

No pudo negarse ante tanta amabilidad junta, ni en esa ocasión ni en las siguientes.

Poco a poco, como si todo lo malo que le estaba pasando hubiese sido un mal sueño, se dio cuenta de que cada tarde después de su horario de trabajo estaba feliz por transitar las mismas calles para hallar a aquel par de pozos negros. Ansiaba la compañía de un desconocido que poco a poco llegó a conocer.

Reborn solía sonreírle con amabilidad, mirarlo con dulzura y demostraba lo detallista que podía ser. Tsuna reverenciaba después de que ese hombre se inclinara ante alguien tan simple como él, se reía de los modales tan marcados y esa forma de hablar tan fina, se dejaba consentir por quien le había salvado de la deshonra. Se encantó con la persona que demostró verlo como algo más que un simple prospecto a futura “madre”.

 

—No tengo estatus, dinero, tan siquiera familia —Tsuna balanceaba un poco sus pies cubiertos por zapatos parcialmente sucios por la tinta y la tierra de las calles que debía cruzar hasta su hogar—, entonces…, ¿por qué usted me sigue buscando?

—Lo mismo me pregunté en el primer mes —bebía de la taza de café que humeaba, eso sin dejar de apreciar aquel par de ojos vivaces y sinceros de un marrón delicioso que le recordaba el chocolate casero que hacía su madre.

—¿Y ha obtenido una respuesta? —preguntó curioso, ansioso.

—Sí —ofreció un trocito del pastel que él consumía y que Tsuna saboreó con lentitud—, y supongo que quieres saberlo.

—No sé si debería.

—No ocultes tu curiosidad, Tsuna.

—Mi curiosidad sólo me ha traído desgracia en mi vida.

—Ya no más —con cautela Reborn sostuvo la mano del jovencito que se sonrojó por el tacto y conquistó un poquito más de su corazón—, porque tu curiosidad ahora… es buena.

—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar.

—Porque revela lo que he llegado a sentir… por ti —sonrió de lado, con dulzura y amabilidad.

—Estoy asustado —tembló.

—No lo estés —tiró suavemente de esa mano manchada por leve tinta y la sujetó fuerte cuando Tsuna quiso retirarla—, no me temas —besó la piel ajena dos veces antes de separar sus labios—, por el contrario.

—Reborn… yo no… yo no tengo nada que ofrecer.

—Tienes más de lo que crees —le sonrió antes de besarle el dorso una vez más y soltar aquella mano— mucho más.

—No sé que tengo.

—Un alma pura, una sonrisa brillante y una mirada llena de amor.

—Eso es insignificante.

—Para mí no lo es.

—Soy sólo un niño —sus lágrimas brotaron sin que se diese cuenta.

—Y aun así has logrado conquistar mi amargado corazón.

—Tú no eres amargado —rio suavemente encantando más a su compañía.

—Desde que te conocí..., ya no lo soy.

 

Y entonces, a sus dieciocho primaveras, después de haber mandado al carajo a su jefe quien intentó sobrepasarse con él, y dejar de lado la vida que siempre conoció… Tsunayoshi se vio frente al hombre que lo salvó de una desgracia, sujetando sus manos enguantadas por blanca seda, mirando la devoción con la que era tratado y aceptando unir su vida a la de un ajeno que le superaba en edad por dieciséis años.

En su dedo se colocó un anillo y si bien él debía colocarle uno semejante a Reborn… decidió cederle algo más que eso. Tsuna regaló el único recuerdo de su infancia que conservó incluso hasta ese día; en manos de su esposo depositó la cadena y el dije de plata brillante y pulida recientemente como símbolo de su confianza y su amor.

La felicidad que sintió en ese día superó con creces la experimentada en algún otro día de su mísera existencia.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Estaba de humor y les traje actualización~

Besitos en su cola~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).