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Vampiros. por Seiken

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Saga les dió un cuarto a cada uno de ellos, Aldebaran veía la habitación en silencio, con sus manos en sus rodillas, lo primero que recordó fueron las malas épocas a lado de su maestro, esos últimos días, ese mes, en el que deseaba enfocarse.

 

Pero estando solo llegaron los otros recuerdos, la amabilidad de su maestro, que era un vampiro, que siempre había sido un vampiro, desde que era un niño pequeño, un vampiro debilitado, porque nunca bebía sangre humana.

 

El se veía a sí mismo en esa selva, una criatura monstruosa se alimentaba de sus padres, su madre era como el, su padre tenía una estatura mucho más normal.

 

Aldebaran la recordaba como una mujer muy hermosa, su padre como un hombre muy amable, un hombre gentil que los amaba de forma sincera.

 

Aldebaran estaba asustado, con manchas de la sangre de sus propios padres sobre su cuerpo, manchas que cubrían su rostro, su pecho, sus piernas.

 

Su rostro cubierto de lágrimas, seguro que pronto sería asesinado por esa cosa, que se acercaba a él con demasiada lentitud.

 

Sin embargo, de pronto, llegó él, su salvador, quien de un solo tajo con su espada cortó la cabeza de esa criatura, la que cayó al suelo, rodando, ya sin vida, su sangre fétida enrareciendo el ambiente mucho más.

 

Mu volteo a verle con esa mirada amable, notando que sus padres estaban muertos, sus cuerpos yacían en el suelo, su sangre había manchado su rostro, el que limpio con un lienzo de tela.

 

—No temas, yo te protegeré...

 

Por alguna razón le creyó, y crecio a su lado, era su maestro, su ejemplo a seguir, a quien amaba por sobre todas las cosas, pero al mismo tiempo, se fue enamorando de su belleza, no solo la fisica, sino tambien de su belleza interior, lo amaba, lo amaba demasiado.

 

Aldebaran llevó una mano a su cabeza, cerrando los ojos, tratando de dejar de ver su pasado, lo bueno de su pasado, de no sentir ese amor imposible por su maestro, que decía haber caído en la peor de las desesperaciones debido a él, al amor que le tenía.

 

De nuevo una imagen lo invadió, el tenía dieciséis, su maestro le llamaba toro y ya había alcanzado a Mu en estatura, con forme pasaba el tiempo iba aumentando su masa muscular, sin siquiera esforzarse, su maestro lo tenía a todas horas a su lado, haciéndolo sentir sumamente dichoso, afortunado.

 

Pocas veces visitaban el Bastión, pero cuando lo hacían Mu acudió con un hombre de cabello verde, idéntico a su padre adoptivo, que estaba acompañado a una réplica de su otro padre, los dos que habían salido de luna de miel, para retomar sus votos, jurarse amor eterno de nuevo.

 

También había un hombre de cabello rubio, quien apreciaba demasiado a Mu, su nombre era Shaka, el mismo que intentó matarlos y destruyó su casa, quemándola hasta las cenizas, quien decían fue amigo de Mu y según sus recuerdos así lo era, era su amigo, pero a él no lo apreciaba demasiado.

 

Podía verlo en sus ojos, en la forma en que se movía y notarlo en lo que le decía, en la forma de hablarle, como si fuera una carga, unas cadenas para su amado maestro, que era un vampiro, un ser inmortal, que sólo podría amar a otro inmortal, no a un humano.

 

-Ven, quiero que te veas en el espejo.

 

Le dijo una ocasión, en la cual noto su sonrojo cuando se dio cuenta que veía fijamente a su maestro, comprendiendo su enamoramiento, porque el mismo estaba prendado del hermoso Mu, tanto como para darle su sangre, o su inmortalidad.

 

-Seguramente piensas que Mu nunca te hará caso, que no eres tan hermoso para él, pero sabes lo que yo veo…

 

Aldebaran no comprendía lo que le estaba diciendo, observándose en el espejo, era moreno, era alto, su maestro decía que era muy fuerte, que sería mucho más alto que el, mucho más fuerte, que era un muchacho saludable, que muchas féminas estarían locas por él, pero él estaba enamorado de su maestro, que seguia viendolo como un niño supuso, ya que siempre besaba su frente cuando era hora de dormir, aun vigilaba que no tuviera pesadillas, aun seguía cuidandolo.

 

-Veo un guerrero poderoso, un hombre sabio, un hombre muy hermoso, y a su lado estas tu, un toro, con la gracia de esos animales, también con la astucia de ellos, eres fuerte si, pero todos esos músculos no son tan agradables cuando están… tan sobresalidos como los tuyos, esa piel morena, ese cabello tan aburrido…

 

Aldebaran nunca se había sentido una persona atractiva y desvió la mirada cuando Shaka le dijo eso, señalando las fallas que sabia que tenia, su cabello, su piel, aún sus ojos, todo era demasiado comun, ademas, su estatura era inhumana, un gigante, quien desearia a un gigante musculoso como su amante.

 

-Además, un hombre como Mu, un vampiro como él, merece a otro inmortal a su lado, no un toro, una bestia sin chiste alguno, creeme, si llegara a corresponder tu amor, únicamente lo haría por piedad, hazle un favor y aléjate, marchate, no lo encadenes a ti, no lo ates a tu mortalidad, no lo destruyas en un acto de completo egoísmo.

 

Le advirtió, con una expresión amable, llevando entonces su pulgar a sus cejas, que estaban unidas en una sola, riéndose de ellas, observándose de nuevo en el espejo, para que pudiera ver su belleza, compararla con la suya.

 

-Eres todo un toro en todos los sentidos de la palabra y eso no es tan bueno, al menos, no en tu caso.

 

Aldebaran abandonó esa habitación pensando únicamente en las palabras de Shaka, llevando una mano a su rostro, golpeando la pared cuando supuso que ese hombre rubio tenía razón, que su amado maestro nunca podría encontrarlo deseable.

 

-Mu es perfecto y yo no… solo soy un toro…

 

Podía ver uno de esos animales pastando en el prado cercano, al mismo tiempo que pequeñas gotas de agua empezaban a caer sobre su cabeza, viendo a esa criatura que muchos podrían encontrar hermosa, como un mastodonte sin gracia, diciendose a si mismo que eso era el, algo sin atractivo alguno para nadie.

 

-¡Aldebaran! ¡Aldebaran!

 

Pocas horas después, pudo escuchar la voz de su maestro, que ya empezaba a buscarlo, llegando pronto a donde se encontraba, no sabía como lo hacia, pero nunca podía esconderse, tal vez por su aroma o por el latido de su corazón, o porque algún espíritu le daba información, lo que fuera, le llevó a su lado, encontrandolo en el establo donde estaban todos esos animales, sentado en el suelo, rodeando sus rodillas, sus mejillas llenas de lágrimas, sus nudillos cubiertos de sangre.

 

-¿Que pasa mi pequeño toro? ¿Porque te escondes en este establo?

 

Aldebaran no quiso responderle, abrazando con más fuerza sus piernas, ocultando su rostro entre sus rodillas, sintiendo como Mu se sentaba a su lado, rodeando sus hombros, creyendo que había recordado la muerte de sus padres, o algún momento feliz de su pasado.

 

-Quería estar con los de mi clase…

 

Pronunció con molestia, observando a los toros que eran protegidos de la tormenta, que estaban junto a varios caballos y otros animales, viendo un toro negro, con cuernos blancos, diciendose que eso era él, una bestia, en cambio, Shaka era un caballo blanco, como el del establo, una criatura hermosa, no como el, un toro.

 

-¿De que estas hablando mi toro?

 

Mu de pronto guardó silencio, restregando su frente contra la suya, acariciando su mejilla para que pudiera verlo, relamiéndose los labios, para señalar al toro que tenía enfrente suyo, un animal que encontraba realmente hermoso.

 

-¿No te gusta que te diga toro?

 

Aldebaran al sentir esas caricias se sonrojo, permitiendo que Mu lo abrazara, llevándolo a su pecho, acariciando su cabello con delicadeza, besando la punta de la misma, suspirando, suponiendo que debía decirle porque le llamaba toro.

 

-Te digo toro porque eres fuerza, eres nobleza, eres poder y eres belleza…

 

Aldebaran estaba a punto de negar eso, pero Mu no le dejó apartarse de sus brazos, con una sonrisa tierna, limpiando sus lágrimas con el pulgar de su mano derecha, con la izquierda le evitaba escapar.

 

-También eres amor…

 

Aquello último lo dijo besando sus labios, con delicadeza, apenas unos instantes, para apartarse con lentitud e inmediatamente dejarle ir, esperando su respuesta, lo rechazaría, o lo aceptaría a su lado.

 

-Te quiero, mucho más de lo que un maestro debe querer a su alumno y lo comprenderé si me rechazas…


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