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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Valentine usando la debilidad de su señor Radamanthys lo arrastro de regreso al Inframundo, en donde ya lo esperaba Pandora, acompañada de Cheshire y de un individuo de cabello negro, largo, lacio, cuya mirada de condescendencia era demasiado molesta, quién caminaba a lado de la dama negra del Inframundo.
 
-Has hecho un buen trabajo Valentine, Radamanthys esta seguro en este sitio, y podrás empezar a cortejarlo apenas abra los ojos.
 
Valentine no estaba dispuesto a abandonar a su señor en compañia de Pandora, no cuando lo había salvado de Kanon, quien había drogado a su amado, esa actitud, esa debilidad eran completamente ajenas a la persona que amaba.
 
-No, yo prefiero estar a su lado, hacer guardia en su habitación. 
 
Había algo raro en esa actitud, aun Pandora podía notarlo, pero como era su costumbre no le interesaba, o eso penso Valentine, cuando el tipo alto, casi tan alto como los dioses gemelos, coloco una mano en su hombro, con una sonrisa amable, una expresión de genuina preocupación. 
 
-Lo que tiene este omega es la alegria de los juerguistas del dios Dionisio, una euforia que pronto pasara, como lo haría una borrachera. 
 
Le explico al santo de cabello rosa, que se soltó del sujeto alto, aun cargando a su señor, a quien tuvo que golpear en medio del camino, para que ya no le causara problemas, una respuesta extraña, porque su amado señor, no podía ser derrotado con cualquiera de sus técnicas, solo un guerrero, especialmente poderoso podría derrotarle con facilidad, por lo que era esa droga que Kanon me había dado. 
 
-Pero el dios del vino ha estado perdido por muchos siglos, además... ¿Quien le habria dado de aquella bebida a mi señor Radamanthys? ¿Con que motivo?
 
El motivo era obvio para cualquiera, en especial para el sujeto de cabello negro, que repentinamente ataco a Valentine, con un fuerte golpe de cosmos, lanzandolo lejos, atravesando su pecho con este mismo, con una mirada de superioridad, que solamente un dios podía tener.
 
-Yo se lo di, resulta que Radamanthys es un juerguista muy divertido, cuando decide acompañarme en mis juegos, perdiendo esa aburrida seriedad que lo distingue. 
 
Valentine trato de levantarse, sosteniendo su pecho, pero no pudo, cuando Pandora tambien lo ataco usando su tridente, cubriendo su cuerpo con relampagos morados, dejándole allí, como si fuera unicamente un desecho, algo sin valor.
 
-Es momento de hablar de negocios, señorita Pandora, de pagos justos y promesas cumplidas.
 
*****
 
Pandora se encontraba viéndose en el espejo, había pasado el tiempo y como era de esperarse, ella empezaba a envejecer. 
 
Seguía siendo una muchacha, una hermosa mujer de cuerpo voluptuoso, encantadora al extremo, pero le temía tanto a envejecer, que recorría su rostro con sus manos, asustada de perder su belleza. 
 
-La belleza es lo primero que perdemos cuando envejecemos señorita Pandora y la suya pronto comenzará a extinguirse. 
 
Ella volteo sorprendida y algo asustada, para ver a un hombre apuesto, de cabello largo, con una mirada condescendiente. 
 
-¿Que hace en mi habitación? 
 
Pregunto levantándose de un solo movimiento, para atacarlo, pero ese hombre, de una estatura similar a la de los dioses gemelos se lo evitó, sosteniendola de su mano derecha. 
 
-Quiero la mano de su guardián en matrimonio, quiero que el sea mío, que sus celos me pertenezcan... 
 
Pandora sabía de quién se trataba y el muy traidor se había marchado del Inframundo, para buscar la compañía de uno de los santos de géminis. 
 
-Quiero enseñarle que cuando un dios desea algo, lo obtiene y que ningún mortal, ni siquiera el, puede evitar que un dios le posea. 
 
Respondió con una expresión siniestra, recordando el pasado, el juramento de Asterion, de Europa, aun del mismo Radamanthys, que decía, los dioses no lo dominaban. 
 
-A cambio, su belleza será eterna. 
 
******
 
Kanon ingreso en el templo esperando que Radamanthys lo siguiera, dandole la espalda, esperando que pronto Valentine se marchara con la cola entre las patas, como lo haría un cobarde, al ver que no lo amaba, sin embargo, el bastardo de cabello rosa no acepto su decisión  y decidió llevarselo, alejarlo de su templo, en ese estado de debilidad, con su mente nublada, haciendo que lo siguiera, incendiando su cosmos, evitaría a toda costa que dañaran al espectro rubio.
 
-No te dejare hacerle daño. 
 
Pudo ver como Radamanthys luchaba con Valentine, pero, este lo golpeaba, haciendo que perdiera el conocimiento en sus brazos, alejándose, pero el era mucho más fuerte, mucho más rápido, pero lo que no supuso fue que la entrada al Inframundo se cerraría, evitándole llegar a donde estaba su omega.
 
-¡Radamanthys!
 
Kanon respiraba hondo, desesperado por llegar a donde se encontraba su omega, llegando un nombre a su mente, ese era Deathmask, el Yomotsu, la entrada al Inframundo, a donde debería ir, si deseaba rescatar a su omega, o al menos, evitar que le hicieran daño, evitar que lo mordieran en contra de su voluntad.
 
-¡Radamanthys!
 
*****
 
Radamanthys abrió los ojos, demasiado débil, sintiéndose mucho más fuerte, su mente mucho más clara, su cuerpo le dejaba moverse con mayor facilidad, levantándose de esa cama, sujetando su cabeza, que le dolía demasiado, recordando que Valentine lo había sustraído del santuario, pero, el no estaba presente.
 
-Valentine... 
 
Comenzó a moverse, escuchando esas voces, la de Pandora y la de alguien más, en la habitación de su ama, lo sabía, porque estaba esa arpa, la que servia como un arma para su señora, que le veía con una expresión consternada, fingida, que no le hizo sentir nada seguro.
 
-Veo que ya despertaste Radamanthys, necesito que me escuches, debo presentarte a alguien importante. 
 
Radamanthys no dijo nada, ni respondió como debería hacerlo, fijando su mirada en una figura al otro lado de la pared, una figura que reconocería en cualquier sitio, donde fuera, era el, era su mayor temor, al menos, eso penso tragando un poco de saliva, observando a un hombre joven, de cabello largo, lacio, no un anciano de cabello blanco, con una fingida preocupación por el.
 
-Te presento a tu futuro alfa, Radamanthys, el te ha regresado la cordura y mato a Valentine, que actuando como un demente abandono el Inframundo para traerte de regreso, una acción que no puedo aceptar.
 
Radamanthys aun sentía su celo quemando su cuerpo, e intento alejarse, vistiendo su armadura inmediatamente, al mismo tiempo que Pandora se levantaba de su silla, deteniéndose junto al enorme alfa de cabello negro, colocando una mano en su brazo.
 
-Su nombre es Dionisio, como el dios del vino, y le he concedido tu mano. 
 
Radamanthys retrocedió entonces, sin comprender las palabras de Pandora, que empezo a alejarse de esa habitación, deteniéndose de pronto, su mano en el filo de la puerta, mirándole de reojo.
 
-Tengan un dulce celo, que tenga frutos sanos. 
 
Esa era una bendición que se utilizaba con los omegas de Creta, la misma que le dijeron cuando le obligaron a aceptar a un senador, pero Minos le ayudo a escapar en esa ocasión, su hermano, que había abierto las puertas de su jaula dorada, mandándole a Beocia, en donde se casó con la madre de Hércules.
 
-Y que su unión dure por siglos. 
 
Después de eso las puertas se cerraron y al ser la habitación de Pandora, esta era segura, nadie podía entrar o salir, hasta que la misma dama negra abriera la puerta de su cuarto, estaba solo, preso, en medio del celo, atrapado con un alfa.
 
-Lo ves ahora Radamanthys, no importan los planes de los mortales, cuando los dioses han tomado una decisión. 
 
Radamanthys no pudo entender en un principio las palabras de ese dios, pero cuando cambio su apariencia, unicamente en un parpadeo, vistiendo una odiada imagen, jadeo, sin comprender muy bien que estaba pasando en ese momento, porque su mente lo torturaba de esa forma.
 
-Te advertí que no podrías huir de mi por siempre, Radamanthys, ni siquiera como un juez de Hades, y que tu hermano, no podría cuidar tu virtud por siempre, algo que ya no existe, debido a ese mentiroso, ese embustero... ese simple guardia. 
 
Dionisio entonces empezo a quitarse su ropa, dejándola caer en el suelo, lentamente, al mismo tiempo que Radamanthys trataba de controlar su temor, quemando su cosmos, para atacarlo, pelear con el, antes de ser violado, mordido y conquistado por un alfa que no deseaba. 
 
-¡No lo haras!
 
*****
 
El sujeto de cabello negro, quien tenía cuernos en su cabeza y pezuñas en vez de pies, se alejo del santuario, buscando el escondite de varias ninfas, a las que tomaría en lugar de su arquero favorito, un muchacho hermoso que ya había visto antes, en uno de los bacanales de su buen amigo, el dios del vino, un hermoso muchacho a quien poseyó en aquellos buenos tiempos, usando su fuerza, su astucia, casi consiguiendo que esa belleza de cabello castaño, permaneciera a su lado por siempre.
 
-Mis niñas, no se escondan de mi, soy yo, Pan, el dios que tanto las ama. 
 
Un grupo de hermosas muchachas de delicadas figuras trataron de alejarse, cuando salto y aterrizo enmedio de su escondite, relamiendo sus labios, fijando su vista en una de ellas, una que tenía cabello café, ojos del mismo color que los del arquero, una muchacha, una ninfa, que podia ser la versión femenina del omega que deseaba.
 
-Tu, tu serás la afortunada
 
Pronunció con una sonrisa lujuriosa, saltando en dirección de la muchacha, que grito, cuyos llantos pudieron escucharse poco después, después de que ese dios le tomara a su antojo, todo ese tiempo, pensando en el arquero. 
 

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