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Los lazos que nos unen. por Seiken

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El dios del vino respondió al ataque de Radamanthys con un solo movimiento de su mano, usando su cosmos, para repeler a su omega elegido desde siglos atrás, quien al chocar en contra de la pared, cayó de bruces, cerca de la cama. 
 
-¿Has olvidado nuestras lecciones Radamanthys? 
 
Radamanthys las recordaba perfectamente, porque estás lecciones eran motivo de pesadillas y malos sueños, de dudas y debilidad, memorias que trataba de enterrar bien profundo en su mente, pero le era simplemente imposible hacerlo. 
 
-Has olvidado todo lo que te enseñe, porque estabas en lo cierto, yo intentaba educarte para que supieras complacerme, una vez que me dieran tu mano en matrimonio. 
 
Radamanthys se levantó con lentitud, sosteniendo su torso, mirando fijamente al dios del vino, que seguía quitándose la ropa, preparándose para tomarlo. 
 
-¿No lo habrás olvidado? ¿O sí?
 
Y no lo hacía, aún podía verse a sí mismo en Creta, siendo educado por un senador de nombre Gracchus, a quien su padre tenía en muy alta estima, pero el temía, porque sabía que deseaba marcarlo para él, educarlo para servirle fielmente, ser un omega modelo, en todos los sentidos, el omega de un senador que le triplicaba la edad, pero por alguna razón, su padre pensó que era una buena idea dejarlo a su amparó.
 
*****
 
-Estos son mis hijos Gracchus, dos alfas, Minos y Sarpedon, y un omega, Radamanthys, los tres hijos de mi hermosa Europa. 
 
El senador era un hombre viejo, con una mirada rígida y astuta, algo condescendiente, que les veía a los tres en silencio, deteniéndose un poco más de tiempo en el menor, por apenas unos minutos, máximo una hora, ya que eran trillizos. 
 
-Quiero que los guies para que sean buenos ciudadanos de Creta, alguno de los tres, será el emperador cuando yo decida retirarme. 
 
Sarpedon y Minos tenían cabello blanco, el era rubio, las diferencias entre los tres hermanos eran notorias en Radamanthys, su piel era más oscura, cabello rubio, ojos amarillos, cejas pobladas, omega. 
 
-En especial mi querido Radamanthys, no quiero que tenga la típica educación omega, él es distinto a todos ellos. 
 
Eso lo dijo con orgullo el emperador, colocando una mano en el joven rubio, logrando que Gracchus sonriera, con cierta burla en su mueca que aparentaba ver lo que su padre veía en su hijo menor, una expresión que compartía con Sarpedon, pero no con Minos, que también noto esa respuesta. 
 
-¿Eso quiere decir que no lo casaras con un alfa como a todos ellos? 
 
Asterion suspiro, lo casaría, pero solo si el alfa se merecía el afecto de su hijo, o si ese matrimonio ayudaba a Creta de alguna forma. 
 
-Solamente cuando crea que he encontrado a un alfa adecuado, antes de eso no, mis hijos serán tratados de la misma forma, pues, son descendientes de los dioses. 
 
El senador asintió, colocando una mano en el hombro del joven Radamanthys, observándolo de pies a cabeza, pensando que de ser posible, los trillizos tenían dos padres diferentes, dos de ellos eran como la luna, el otro como el sol.
 
-He escuchado las historias, su madre dice haber sido engañada por el mismo Zeus para dar a luz a sus hijos, una historia extraña, pero muy entretenida. 
 
Los tres aceptaban esa historia como una verdad absoluta, así que inmediatamente Radamanthys se soltó, caminando un solo paso en dirección del senador, apretando los dientes. 
 
-¡Es de nuestra madre de quién está hablando, senador, más le vale medir sus palabras, o nosotros mismos vengaremos su honor!
 
El senador no se inmutó al escuchar esa amenaza, encontrando graciosa la actitud atípica de ese omega, cuando la mayoría de ellos, en ese momento de la historia, eran dóciles y nunca se atrevían a levantarle la voz a un alfa como él, mucho menos a mirarle fijamente, pues, no eran siquiera ciudadanos.
 
-Tienes fuego, eso lo admiro, demasiado. 
 
*****
 
-Sigues teniendo ese fuego interno que tanto me gusta, pero no debes olvidar que tienes que obedecer a tu alfa.
 
Radamanthys se levantó, aturdido, retrocediendo un paso al ver que Dionisio terminaba de quitarse la última prenda de su ropa.
 
-Pero con gusto te puedo recordar algunas de ellas.
 
Radamanthys negó eso, no dejaría que lo violara, mucho menos que lo marcará, prefería morir antes de eso.
 
*****
 
Después de aquel día la educación de Radamanthys fue a dar a las manos de ese senador, que apenas le permitía prácticar sus artes de guerra y la mayor parte del tiempo lo tenía escuchando sus ponencias, leyendo los libros que el seleccionaba, todo el tiempo a su lado, en ocasiones tocando sus hombros, su cintura, caricias que le incomodaban, tanto como la información compartida, toda ella mentiras que le decían que los omegas debían obedecer a sus alfas. 
 
-Deberias quitarte esas feas cejas que arruinan la belleza de tu rostro... en realidad, deberías depilar todo tu cuerpo, para que cuando un alfa lo toque, este suave y terso, como debe ser. 
 
Eso lo dijo acariciando su hombro, con las puntas de sus dedos, aprovechando que su ropa la habían modificado lentamente para que fuera la misma ropa que todos los omegas usaban, túnicas ligeras de coloridas telas que dejaban parte de su cuerpo al descubierto, joyas, y lienzos que delineaban su figura, lo poco que estaba cubierto por esa incómoda vestimenta. 
 
-Mira, mi dulce niño, te he conseguido un regalo, para cuando tu padre me conceda tu mano en matrimonio. 
 
Radamanthys se levantó de un salto, retrocediendo de prisa, para ver un collar de oro, con un dije de una vid de uvas, tallada con tanta maestría que parecería que el propio Midas tocó ese pequeño ramo. 
 
-¿De que está hablando? 
 
Gracchus guardó el collar cuando vio que lo rechazaría, con un suspiro, como si le doliera su actitud, creyendo que se trataba de un buen prospecto para el. 
 
-Le he solicitado a tu padre, Asterion, tu mano, y estoy seguro que aceptara mi propuesta, porque sabe que mi afecto por ti, es genuino.
 
Radamanthys trato de salir de aquel jardín, pero debía pasar junto al senador, quien coloco un brazo frente a su paso, recargado en la pérgola cubierta de flores.
 
-Los dioses te han puesto en mi camino, que los dos estemos juntos es una decisión divina, así que deberías aceptar mi amor y mi collar, pequeño. 
 
Radamanthys negó eso, en ese momento era más alto que ese senador, más fuerte y nunca había soportado que le dijera de aquella forma. 
 
-No lo haré, los dioses no dominan mi destino, lo hago yo, y yo, no te acepto. 
 
Fue su respuesta, empujando el brazo del senador, quien le tomó de la muñeca, con fuerza, pegándole a su cuerpo, para susurrar en su oído. 
 
-¿Quien si domina tu destinó? 
 
Antes de que dijera que nadie, el senador recorrió su cuello con las puntas de los dedos, en donde podía verse un círculo rojo, como de dientes, un intento de mordida, que no llego a ser. 
 
-Ese guardia... es apuesto, no lo niego, pero no tiene nada que ofrecerte, pequeño Radamanthys.
 
*****
 
Dionisio entonces con un movimiento de su mano desnuda le presento el collar de oro con las uvas, el que aún deseaba verle puesto, como muestra de su amor y como muestra de su pertenencia al dios del vino. 
 
-Vamos Radamanthys, deja que te lo ponga, así será mejor para ambos. 
 
Sin contar, que ese collar borraría las preocupaciones de su cuerpo, algunos dirían el pensamiento racional, convirtiéndo al juez de las almas, en uno de los bacantes del dios del vino, uno de sus sacerdotes. 
 
-Pero será mucho más divertido domesticar a semejante omega con mis propias manos. 
 
E inmediatamente, guardando su collar, se movió a una velocidad que aún al mismo Radamanthys dejo impactado, empujándolo a la cama, sosteniendo sus muñecas a la altura de su cabeza, besando sus labios. 
 
—He esperado tanto tiempo para esto... 
 
Susurro antes de besar sus labios con fuerza, introduciendo su lengua en su boca, manteniéndolo quieto en ese colchón, en esa cama, riéndose cuando Radamanthys trato de pelear con él. 
 
—Y este fuego me fascina...
 
Dionisio sostuvo sus muñecas con una sola mano, la que al ser un dios, era mucho más grande que la de Radamanthys, ya que el Dios, como todos los seres celestiales, era al menos una cabeza y medía más alto que un humano común, todo un gigante.
 
—Y tu aroma simplemente me enloquece, me vuelve loco. 
 
Radamanthys volteo la cabeza cuando volvió a besarlo, sintiendo como iban arrancando su ropa, rasgando la tela con la mano libre del dios. 
 
—Pero como soy un alfa tachado a la antigua, antes de morderte, tomaré tu cuerpo... 
 
Eso lo dijo con demasiada diversión, abriendo sus piernas con sus muslos, ingresando su mano en el interior de sus pantalones, luchando con el, usando su cosmos para dominarlo. 
 
—Kanon...
 
Pronunció debido al miedo que sentía, retorciéndose debajo del dios del vino, que de pronto tiró de lo que restaba de su ropa, usando su cosmos para sostenerlo, haciendole sentir débil, pequeño, e insignificante. 
 
—¡Kanon! 
 
Grito cuando lamió su cuello, estremeciéndose al sentir los labios del dios sobre su cuerpo, su mano acariciándole con demasiada lentitud. 
 
—Ayudame... 
 
Pero Kanon le había dejado solo, no había seguido a Valentine, tal vez, solo estaba jugando con el y solo buscaba un omega que embarazar. 
 
—Kanon... 
 
*****
 
Kanon ingreso en el Inframundo, angustiado, maldiciendo su estupidez mil veces, por haberle dado la espalda a Radamanthys, escuchando un grito mental, de quién deseaba que fuera su omega. 
 
—¡Radamanthys! 
 
Grito, en respuesta, elevando su cosmos, para buscar a su amado, recordando un sueño remoto, una frase pronunciada por la misma voz de sus sueños, de un Radamanthys mucho más jóven, mucho más inocente. 
 
"Le ha dicho que si, me ha comprometido a ese Alfa, pero podemos huir, aún podemos tener una vida lejos de Creta, no me importa en donde" 
 
Kanon sacudió su cabeza y al ver un pequeño grupo de espectros, que de nuevo intentaría evitar que ingresará al castillo de Hades, únicamente sonrió, no tenían una sola oportunidad contra él. 
 
—Quieren morir, les cumpliré su deseo... 
 

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