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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys apenas podía moverse, unos días despues de su derrota, cuando por fin había terminado su celo. 
 
-Eres una bestia, por tu culpa ahora me puedo mover mucho menos. 
 
Kanon estaba acostado a su lado, con los brazos cruzados debajo de su cabeza, con una expresión de completa felicidad, después de esos cinco días de sexo sin control, sin detenerse. 
 
-Tu fuiste quién se me lanzo encima mi querido enemigo. 
 
Radamanthys trato de pararse, pero no pudo, estremeciéndose al sentir como la semilla de Kanon resbalaba por entre sus piernas. 
 
-Y mi propuesta sigue en pie, puedo llevarte cargando a una población cercana, podríamos darnos un baño, comer algo, lo común después de cinco días de sexo salvaje con un dragón. 
 
Radamanthys se sonrojo todavía más, buscando algo con que cubrirse, tal vez un lago, o alguna cascada donde pudiera bañarse. 
 
-Necesito un largo baño... 
 
Kanon se acostó de lado, limpiando una gota de su semen, en las piernas de Radamanthys, que apenas podía moverse, después de compartir su lecho. 
 
-¿Crees que tengamos huevos? ¿Un Leviathan? 
 
Radamanthys volteo a verle, con una expresión de completa extrañeza, en especial por esa pregunta de los huevos o del monstruo marino. 
 
-Tuvimos sexo sin protección, durante cinco días seguidos, tal vez te haya embarazado... 
 
La expresión de Radamanthys fue graciosa, porque no había pensado en eso durante todos esos días, ni siquiera en ese momento, pero Kanon simplemente señalaba lo obvio, demasiado orgulloso de si mismo. 
 
-Los alfas solo piensan en una cosa. 
 
Kanon estuvo a punto de decirle que eso era la conquista del mundo, pero no era tiempo para bromas, supuso, sentándose para estirar sus brazos por encima de la cabeza. 
 
-Aunque estoy pensando la clase de hijos que tendremos, con tu estatura y mi fuerza, serán invencibles, todos unos monstruos. 
 
Estaba bromeando por supuesto, pero si le gustaba la idea de tener a un omega como Radamanthys a su lado, hacerle un hombre de bien, darle un apellido a esos niños imaginarios, lo que le hacía pensar, que necesitaba buscarse un apellido, porque su nombre solo era Kanon. 
 
-Nunca ha pasado, además, no soy un dragón al que le guste anidar, eso no es para mí. 
 
Kanon se encogió de hombros, recordando haber visto un pequeño riachuelo no muy lejos de allí, levantando a Radamanthys entre sus brazos, para llevarlo a darse una ducha en el agua cristalina. 
 
-Eso lo sabremos en nueve meses dragón solitario. 
 
Radamanthys no trato de soltarse, permitiendo que Kanon le llevará a ese pequeño lago, en donde comenzó a lavarse, sintiendo las manos del santo dorado en su cuerpo, dos dedos entre sus nalgas.
 
-Solo quiero ayudarte a que quedes bien limpio, después de todo, yo fui quién te ensucio. 
 
Radamanthys en vez de pelear con el o empujarlo, empezó a gemir, colocando una mano en su cuello, esperando encontrar una mordida, que no estaba presente y aunque debía sentirse aliviado, fue todo lo contrario. 
 
-Solo es una excusa para tocar mi cuerpo. 
 
Se quejó, sintiendo algo mucho más grueso que los dedos de Kanon abrirse paso entre sus nalgas, empujando lentamente, gimiendo con más fuerza. 
 
-De saber que éramos tan compatibles hubiera peleado de esta forma contigo en el Inframundo. 
 
Kanon había alcanzado un ritmo acelerado, que a los dos les brindaba placer, que apenas podía sostener su cuerpo, llevando su mano a su miembro, para acariciarse al ritmo de los embistes del dragón marino. 
 
-Tendremos un nido cómodo, uno o dos huevos y yo mantendré a nuestros enemigos alejados de nosotros, nunca volverás a sufrir cualquier clase de daño. 
 
Derramándose en su interior, cayendo sobre su cuerpo, aún cubierto del agua cristalina, besando los párpados del espectro, su rostro, una vez que pudo acomodarse sobre su pecho. 
 
-Y en el trayecto nos conoceremos bien... 
 
No sabían si eso era debido al celo, que buscaba proteger a su omega y mantenerse a un lado de su alfa, en ese celo, pero Radamanthys no le tomó importancia. 
 
-Es en serio, si tú me aceptas yo seré un buen alfa y nunca dejaré que nada malo vuelva a pasarte, te lo prometo. 
 
Fue su juramento, besando los labios de Radamanthys, quien no creyó en su palabras y no lo busco en todo un año, pero después de eso, empezaron a tener acercamientos, el sabía que le gustaba ese espectro, que podría llegar a respetarlo.
 
-¡Gran patriarca, es otro espectro, está pidiendo Santuario y trae cargando un bebé en sus brazos! 
 
Shion y Minos reaccionaron al instante, el patriarca dirigiéndose a donde estaba el espectro que decía solicitaba santuario en tierras atenienses, el primer juez de las almas, persiguiendo al patriarca, como si adivinara de quienes se trataban.
 
-Kanon, cuida de mi hermano, no dejes que nadie se le acerqué. 
 
El dragón marino no comprendía la razón de aquella orden, pero asintió, ingresando a esa habitación cuando los sanadores por fin le dejaron pasar, sosteniendo la mano de Radamanthys con la suya, esperando que despertara pronto. 
 
-Lo siento mi dragón, no debí darte la espalda... pero ya no volveré a alejarme de ti, no dejaré que nadie vuelva a lastimarte. 
 
Juro besando el dorso de su mano, esperando una respuesta de su dragón, que no llego, pero si los pasos de dos espectros que ingresaron a esa habitación, con un bulto en los brazos de Minos, dicho bulto lloraba debido a la preocupación de los adultos, que no se dieron cuenta, que Kanon estaba sentado a lado de Radamanthys. 
 
-¡Te lo digo, Pandora lo vendió a ese sujeto, ese supuesto dios del vino, por belleza! 
 
La expresión de Minos era indecible, incomprensible para Kanon y para Aiacos, que había tomado al bebé de la cuna apenas escucho de la llegada del santo dorado a ese castillo, seguro que debía llevarse a ese bulto miniatura a un lugar seguro, ese era el santuario. 
 
-Así que tome a Leviathan cuanto antes, para que esté con Rada y con el otro irresponsable. 
 
Radamanthys era el único que sabía cómo fue creada Leviathan, una niña de un año con algunos meses más de vida, pero sabía que el culpable de eso fue Kanon, el alfa que peleó con su hermano en el Inframundo, a quien quiso romperle los dedos de su mano con sus hilos. 
 
-Hasta donde se Kanon no sabe nada de esto, Radamanthys no le ha dicho nada y temo que después de esto, tampoco le diga, ya sabes cómo es... 
 
Kanon se levantó al escuchar eso, viendo al bebé en los brazos de Minos, que trataba de hacerle dejar de llorar, pero al mismo tiempo hablaba fuerte, casi gritando, asustandola con ese tono de voz. 
 
-¿Como es quién? 
 
Aiacos al verlo casi inmediatamente se le lanzó encima a Kanon, enojado, pensando que no era más que un padre irresponsable, que abandonó al omega cuando esté resultó embarazado. 
 
-¡Tal vez un maldito padre irresponsable que solo sirve para dejar niños abandonados en el mundo! 
 
Kanon vio a la niña en los brazos de Minos, debería tener un año, un poco más de un año, más nueve meses de gestación, esa niña era suya, lo supo en el instante en que su pequeño cosmos, resonó con el suyo.
 
-Yo no sabía... 
 
Y era cierto, jamás le había dicho nada, pensó Radamanthys, que con las fuertes voces despertó del pesado sueño que le aquejaba, en especial, al escuchar el llanto de su pequeño dragón, a la que llamo Leviathan.
 
-No sabe nada Aiacos, yo nunca le dije, no pensé que tuviera sentido alguno hacerlo. 
 
Pronunció Radamanthys, haciendo que Aiacos lo soltara en ese momento.
 
-Si tu lo dices...
 
Kanon sintió como esas palabras le herían mucho más aún, al enterarse que Radamanthys no acudió a él, ni siquiera en ese momento, porque no era un alfa en el que pudieran confiar, supuso. 
 
-Fue mi decisión... ella era mi responsabilidad, Leviathan era y sigue siendo solo asunto mío. 
 
Antes de que Kanon pudiera decir algo, acercarse a la niña, que fue entregada en los brazos de Radamanthys, para ver si el podía lograr que dejara de llorar, Shion ingreso en ese cuarto, al escuchar el escándalo que estaban causando. 
 
-¿Qué está pasando aquí? 
 
Al ver la expresión de Kanon, que siempre había sido un chico muy bueno, observó a los dos espectros, pensando que le habían atacado por lo sucedido con el tercero. 
 
-¿Qué le han hecho? 
 
Kanon trato de acercarse a Radamanthys, que tenía al pequeño bulto rubio en sus brazos, pero los dos espectros le cerraron el paso, Aiacos para que no hiciera nada tonto, Minos, para quitar al menor de los tres del camino. 
 
-Ese niño... ese bebé es mío, yo soy el padre. 
 
Shion mantuvo la calma, tratando de pensar en lo que se le había dicho, observando al espectro en esa cama, que cargaba a un bebé que ya sólo se estaba quejando. 
 
-Ustedes dos, tengan la bondad de abandonar está habitación, esos dos tienen mucho de que hablar. 
 
Así era, aunque Radamanthys no deseaba ver a Kanon, suponiendo que le había visto malherido, deshonrado. 
 
-¿Me viste? ¿Viste lo que pasó? 
 
Shion jamás había logrado comprender la clase de pensamiento que algunos omegas tenían respecto a los alfas, a los que se les había enseñado que eran inferiores e intentaban luchar contra eso, pero muy en el fondo creían esas mentiras. 
 
-El te rescató de quién sea el que te hizo eso, mi muchacho es un buen chico, de eso no cabe duda. 
 
Radamanthys asintió, con algo de tristeza, cubriéndose un poco mejor con las sábanas, angustiado, al pensar que Kanon le había visto con las marcas de otro hombre y apenas, comprendía que tuvo razón, tuvieron un pequeño dragón. 
 
-Entonces yo no quiero hablar con él, no necesito su lástima, ni que se haga responsable de mí.
 
Kanon negó eso, tratando de acercarse a Radamanthys, pero Shion lo detuvo, colocando una mano en su brazo, los espectros ya se habían marchado, solo estaban los dos, con el, como un mediador, tal vez, pero lo mejor era dejarlos a solas, esperando que la astucia de Kanon le sirviera en ese momento y que Radamanthys quisiera darle una oportunidad. 
 
-No... no me hagas a un lado, al menos, déjame verla, a Leviathan, déjame demostrarte que puedo ser un buen alfa, que puedo ser lo que desees, solo dame una oportunidad. 
 
Radamanthys estuvo a punto de negarse, pero Kanon cayó de rodillas, llorando, gruesas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. 
 
-¡Lo siento, lo siento, yo no sabía, yo no llegue a tiempo, lo siento, siento no ser lo que deseas, pero dame una oportunidad, puedo hacer que funcione, seré lo que tú quieras, pero por favor, por favor, dame una oportunidad! 
 
En ese momento, Radamanthys no supo que responder, en cambio, Leviathan volvió a llorar con ánimos renovados, ese llanto de bebé, que lastimaba el corazón de todo padre al escucharlo.
 
-No llores, pequeña, no llores más... 
 

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