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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Habían pasado algunos días encerrados en perfecta armonía, por llamarlo de alguna manera, Shion les hacía llegar todo lo que necesitaban, desde comida hasta pequeños artículos de higiene, cambios de ropa, lo que una pareja como ellos necesitaba para resistir ese celo.

 

Saga dormía a su lado, su expresión tranquila, como la de un ángel, al que veía con ensoñación, acariciando su cabello con las puntas de sus dedos.

 

—Duerme un poco, yo iré a bañarme…

 

Aioros generalmente después de ser amado por su alfa bajaba su guardia, dejando atrás los temores o malos sueños, cualquier clase de preocupación.

 

—Debería hacerle algo de comer a Saga, pero primero tengo que ducharme.

 

Ya había terminado su celo y tenía una hermosa mordida en su cuello, en su nuca, que aún sangraba, unas pequeñas gotas, pues Saga lo mordió varias veces.

 

—Saga… mi alfa… mi Saga…

 

Sabía que Saga era el epítome de la belleza masculina y que todos le admiraban, muchos más le deseaban, era tan atractivo como el mismo Adonis, o mucho más hermoso que Narciso, pero le escogió a él, cumpliendo su promesa de antaño, la primera vez que se le entregó.

 

—El hombre más hermoso del santuario es todo mío…

 

Aioros estaba desnudo, así que no tuvo que quitarse la ropa cuando ingresó en el agua de ese baño interior del templo de Sagitario, empezando a lavar su cuerpo, sonrojandose cuando ingreso dos dedos en su interior, para limpiarse bien de la semilla de Saga.

 

—Saga de geminis y Aioros de Sagitario…

 

Quien le bañaría con gusto, pero, si dejaba que le acompañara volverían a hacer el amor y el deseaba consentir un poco a su alfa, que dormía en su cama plácidamente.

 

—Los dos cumplimos nuestro sueño…

 

Susurro, sentándose en los escalones, dejando que el agua caliente relajará sus músculos, sus ojos cerrados, una expresión de placer y tranquilidad en su rostro, que no tenía puesta su bandana, dejando suelto su cabello, que era un poco más oscuro que el de su hermano.

 

—Falta que yo y mi buen amigo Dionisio cumplamos el nuestro, pequeño arquero…

 

Aioros volteó al escuchar esa voz, para ver a un hombre musculoso, con cabello negro ensortijado, barba del mismo color, vistiendo una armadura que le figuraba la forma de un fauno, con cuernos y pezuñas de cabra.

 

—No grites lindo omega, no quiero tener que enfrentarme a ese alfa que duerme contigo y que erróneamente dejaste que te mordiera.

 

Le dijo el hombre de barba negra que le observaba recostado en la parte seca de ese baño, quien parecía sumamente divertido, recargado en su mano izquierda, mirándole de pies a cabeza.

 

—Dionisio y yo somos dos juerguistas dispuestos a sentar cabeza con dos hermosos omegas.

 

Pan al ver que no corría como lo harían las ninfas, o las amazonas que había logrado poseer desde que llegará a ese santuario, se relamió los labios, pensando que en verdad era muy inocente, porque no sabía lo que haría con él, cuando pudiera atraparlo.

 

—Dispuestos a amarlos, respetarlos y darles muchos hijos, siempre y cuando, sean nuestros sacerdotes, nos honren como sus dioses, como sus amos…

 

Aioros no demostraría temor, aunque se preguntaba qué estaba haciendo ese guerrero en ese lugar y porque sentía que ya lo había visto antes.

 

—Como yo lo veo es un ganar-ganar, mi dulce arquero, ustedes tienen como alfas a unos viriles dioses, y a cambio, nosotros disfrutamos de su calor.

 

Pan se levantó de un salto, dando una palmada, chocando sus pezuñas contra el mármol, dejando unos surcos en este, como si hubiera tomado una decisión o esa visita fuera divertida.

 

—Podemos ser muy buenos con ustedes, o unos demonios, pero al final, quienes pagarán las consecuencias de su rechazo, son sus alfas, y no queremos eso verdad…

 

Aioros no le demostraría temor, porque se trataba de un guerrero, de un santo dorado, además de un omega y ese espectro era poderoso, tampoco estaba en peligro.

 

—¿Piensas que te tengo miedo?

 

Pan se encogió de hombros, relamiendo sus labios, no esperaba que actuara con miedo, pero un poco de respeto no estaría nada mal, pero debía recordar que el respeto se ganaba y lo haría, una vez pudiera domesticar a esa belleza.

 

—¿Que me comportare como un cobarde?

 

Porque les gustaba repetir la misma pregunta, porque tardaban tanto tiempo en dar explicaciones extrañas y absurdas, lo único que deseaba escuchar era su rendición, nada más, tal vez unos hermosos gemidos, pero sería poco después de que aceptara su victoria.

 

—Qué Saga te dejará hacerme daño si yo no pudiera defenderme solo, si no pudiera derrotar a un bastardo como tú con facilidad.

 

Le dijo, seguro todavía, sin molestarse en escuchar su nombre, si se atrevía a dar un paso más, le daría una lección que terminaría con un cuello roto, ese era el de la criatura que trataba de amenazarlo.

 

—Yo soy el dios Pan, soy tu superior y he decidido que por fin sentare cabeza… contigo.

 

Le informo, haciendo que Aioros negara eso, igual que Saga, los dos apreciaban demasiado la historia griega, toda clase de leyendas y cuentos, Pan no era un dios, era un bufón, una mezcla de animal con humano, un musico, un tramposo, un juerguista, un violador, un ente repulsivo, pero no un dios, y no tenía el poder que él o su alfa, poseían.

 

—No eres más que un chiste y te matare antes de que puedas herir a alguien más…

 

Pan comenzó a reírse, este arquero era idéntico al que le engaño unos siglos atrás, el que se le escapó, igual de altanero, igual de maleducado, pero, no importaba, el destruiría esa voluntad, una vez que pudiera poseer su cuerpo nadando entre sus piernas.

 

—En el pasado también me hablaste así, con esa impertinencia, pero yo pude poseerte, aunque te retorcías como un pescadillo, debo admitir que eso me dió mucho placer, mucho más cuando mate a ese soldado de clase baja que pensó podía protegerte de mis brazos…

 

Pan tenía consigo su flauta, la que empezó a tocar, una tonada tenue, para no despertar al alfa del arquero, una música que domésticaba a las fieras, aún su pequeño arquero, que al sentirle llevo sus manos a sus oídos, tratando de ignorar esas notas que iban, confundiendo sus sentidos.

 

—¿Qué diablos?

 

Pan simplemente continuo tocando su flauta, haciendo que Aioros cayera de rodillas debido al esfuerzo de ignorar esa música, que le indicaba ir con él, con el flautista, que iba acercandose a él, con un paso lento.

 

—Duerme mi dulce arquero, duerme para que vengas a mis brazos y marchemos a nuestro templo…

 

Aioros vio como las pezuñas de esa criatura se detenían a su lado y está se veía mucho más repulsiva que antes, mucho más animal que humano, una quimera desagradable, que le miraba, tocando su flauta, sin detenerse un instante, apenas lo suficiente para tocar su cabello.

 

—Saga…

 

Susurro, sintiendo como la música ingresaba en su cuerpo, violando su integridad, pensando de momento destruir sus tímpanos, pero era inútil, el estaba seguro de eso.

 

—¡Saga!

 

Grito entonces, llamando a su alfa, que al escucharlo, usando su cosmos, llegó hasta donde se encontraba el fauno, observandolo con horror, tomando a Aioros entre sus brazos, para apartarlo del músico, que dejó de tocar su instrumento, completamente furioso.

 

—Te lo advierto dulce arquero, ven a mí, o condena a tu alfa a la destrucción…

 

Aioros comenzaba a recuperarse de aquella tonada, observando a la desagradable criatura, desde los brazos de Saga, que usando su propia armadura, atacó al fauno, sin miramientos.

 

—¡No vivirás lo suficiente!

 

Le gritó Saga, usando su cosmos como solamente él podía hacerlo, a distancia, llamando la atención de otro guerrero de géminis, que se transporto usando la otra dimensión, acudiendo en ayuda de su hermano.

 

—¿Están bien?

 

Observando a la criatura, que le reconoció apenas pudo verlo, e intento huir, pero eran dos, no era tan fuerte para pelear con ellos, o para alejarse, por lo cual, estirando los brazos, se rindió, con una sonrisa en sus labios.

 

—Me rindo…

 

Saga no quería escuchar esa respuesta, lo único que deseaba era su sangre, matarlo con sus manos desnudas, aún con Aioros en sus brazos, pero, no lo atacó, cuando Shion se hizo presente, también había sentido ese cosmos, y al observar la escena, encerró a Pan en una celda de cristal.

 

—¿Aioros se encuentra bien?

 

Saga asintió, Kanon pensaba que había sucedido lo mismo que con su omega, pero con Aioros si habían podido salvarle, porque su hermano era un mejor alfa que él, aunque su omega fue atacado cuando bajaron la guardia, el en cambio, le había dado la espalda de momento a su dragón.

 

—Si, pero ese bastardo quiso llevárselo consigo…

 

*****

 

Radamanthys cargaba a la pequeña en sus brazos, arrullandola al mismo tiempo que le daba de comer de una mamila, su hermano estaba sentado a su lado, observándolo en silencio.

 

—En un mes sabrán si estás embarazado y como tuviste relaciones con Kanon, no sabrán si es suyo, o de Dionisio…

 

Radamanthys lo sabía, pero el celo había sido demasiado potente ese año y necesitaba del cuerpo de Kanon, aún en ese momento deseaba que regresara para poder hacer el amor en su cama.

 

—Kanon no le permitirá hacerme daño, nunca lo ha hecho…

 

Minos negó eso con un movimiento de su cabeza, molestandose con el menor, con su cursilería.

 

—Solamente permitió que te secuestraran…

 

Pero había corrido detrás de él, como un demente, para liberarlo de su celda, antes de que perdiera el control de sus emociones y sentidos, que perdiera la razón como todos los que asistían a los bacanales de ese dios.

 

—Me salvó, y pienso que fue algo muy valiente… un acto heroico…

 

Minos comenzaba a molestarse, porque bien sabía que Kanon y Saga se veían como dos gemelos con los que tuvieron roces en el pasado, cuando eran mortales, el menor sentía afecto por Radamanthys, uno muy profundo, que era compartido, que le llevó a perder la vida bajo los soldados del senador que ahora sabía, era el mismo dios del vino.

 

—Son dos personas completamente diferentes…

 

Lo eran, en un sentido, cuando su primer amor era inocente, Kanon era manipulador y astuto, deseaba conquistar el mundo, pero también lo deseaba a él.

 

—Kanon es mucho mejor aún, como un regalo de mi dios Hades por mis servicios, uno que no voy a desperdiciar…

 

Antes de que Minos le dijera que no esperaba que lo hiciera, que Kanon y Saga eran buenos, eran  justos, eran la clase de hombre que va a los campos Elíseos cuando muere, pues eso decía su libro de la vida, aquel que pudo leer en el Inframundo, un mensajero los interrumpió, solicitaban su presencia, en especial la de Minos.

 

—Shion solicita que vayan a verlo, quiere hacerles algunas preguntas.

 

Minos asintió, esperando por Radamanthys, que lo siguió cargando a su pequeña, tratando de ignorar algunas miradas de los soldados de rango menor, que susurraban algunas cuantas palabras, todas ellas de disgusto, pues sabían muy bien, de quiénes se trataban ellos.

 

*****

 

Dionisio cuando Pan abandonó su templo se quedó pensando en lo que le había dicho, en como trataba de guardar su cosmos, esperando que su omega fuera a él, cuando en otros tiempos el habría cazado a su víctima hasta hacerle suya en una fastuosa fiesta en su honor.

 

Su aliado y su amigo había dicho ir en busca del arquero, para secuestrarlo, llevarlo a su lado y de una buena vez, saciar esa sed que tanto le molestaba.

 

El dios del vino, abrió una bóveda en donde había varias botellas, vinos para diferentes usos, uno de ellos era el que le traería la belleza a esa deslumbrante mujer, a la que había convencido de estar perdiendo sus atributos, una ilusión, que ella deseaba creer, por la que entregó a su soldado leal, para que hiciera con él o su descendencia lo que deseara.

 

—Aqui estas…

 

Eran las últimas gotas de su vino especial, aquel fabricado con la vida, precisamente con el sufrimiento de los inocentes, de quienes obtenía fuerza, juventud, belleza, todo lo que un dios, sin creyentes, necesitaba para sobrevivir, para recuperar su antigua gloria.

 

Lo desperdiciaría si fallaba y después de algún tiempo, desaparecería, pero también podía recuperarse, rejuvenecer, para obtener al omega que incendiaba su libido y la sangre que le daría la inmortalidad.

 

Bebió las gotas sin desperdiciar una sola, sintiendo el cambio en su cuerpo, volvía a ser delgado, su piel tersa, sus músculos, pocos pero marcados, su cabello negro, lacio, su rostro libre de arrugas y su cosmos, brillaba de nuevo, justo a tiempo, para sentir el llamado de Pan, que aparentemente había sido capturado en tierra enemiga.

 

—Si serás estúpido, aunque… tal vez esto es lo que deseabas desde un principio…

 

Dionisio tomó otra botella, que lanzaría al agua del Santuario, de todo ese valle para que tuviera algunos soldados, una vez, que perdieran todo rastro de inteligencia o prudencia, convirtiéndose en seres sin voluntad propia.

 

—Mi querido amigo…

 

*****

 

Pan de encontraba con las manos detrás de la espalda en esa celda, con una apariencia de absoluta tranquilidad y confianza, pues sabía, que su amigo estaba a punto de llegar, mucho más fuerte que antes y que podrían obtener a los omegas, después de que lo liberará.

 

—Vaya, si es la pequeña princesa… es realmente linda.

 

Pronunció desde su celda, observando a Radamanthys, con su pequeña en brazos, el sacrificio y su llave al poder absoluto.

 

—Toda una belleza...


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