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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Saga sentía que estaba a punto de perder la razón y matar a esa criatura que se hacía llamar Pan con sus propias manos por intentar apartar a su omega de su lado, le odiaba, le despreciaba tanto, que tuvo que alejarse unos momentos para no matarlo, lavar su cara con agua fría, mirándose en el espejo, sintiendo al monstruo moviéndose en el fondo de su alma, tratando de despertar.

 

Ese monstruo que también deseaba al arquero, el dios Ares, dios y amo de la guerra violenta, quien seguía presente en su cuerpo, revolviéndose en el fango de sus pecados pasados, en la oscuridad de su ser, clamando por despertar después de ver como esa criatura intentó llevarse a su amado omega de su lado.

 

Un ente, que deseaba destruir a Pan, a esa abominación, pero si le dejaba salir de su encierro su propio omega estaría en peligro, como hacía muchos años lo estuvo, cuando mando a Shura para que le interceptara, esperando que se rindiera, para poder hacerle suyo.

 

Planes que nadie más que sus soldados leales conocían, Afrodita, Angelo y Shura, quien no estaba contento con su decisión de perseguir al que sabía era su omega desde su niñez, él, como Aioria, no deseaban verlos juntos.

 

Y tal vez Saga debía dejarle ir, nunca haber mordido su cuello, porque lo sabía, que de una u otra forma Arles regresaría, pero no era un santo, no era un hombre puro, ni estaba dispuesto a vivir sin su amado arquero por más tiempo, sin importar lo que tuviera que hacer, no perdería a su compañero en los brazos de alguien más.

 

*****

 

Al mismo tiempo en las afueras de Rodorio, en el manantial que alimentaba de agua el santuario de Athena, un hombre joven, alto y apuesto le observaba con simpleza, ingresando su mano en el agua, para convertirla en vino, pero no cualquier clase de vino, sino uno muy especial que le ayudaria a todos los habitantes de esa área a que perdieran sus temores, sus conflictos internos.

 

Creando criaturas felices, ajenas al dolor o la desesperanza, ansiosos por cumplir con cada uno de sus deseos, haciendo de ellas personas más alegres, mucho más felices, personas dispuestas a todo, la clase de persona con la cual se es sumamente divertido pasar el tiempo, si eras un juerguista, o una pesadilla si no compartias sus gustos respecto a la diversión o la locura.

 

*****

 

Shura estaba muy molesto, ya no se trataba de un niño, sino de un adulto y comprendía muy bien lo que hubiera pasado de obedecer las órdenes de Saga al pie de la letra, de no haber asesinado a Aioros como lo hizo, sino llevarlo a lado de su líder, quien le deseaba vivo, pero debilitado.

 

Quería que fuera su omega, con o sin su consentimiento, y ese no era Saga, o tal vez sí lo era, porque los dos deseaban al arquero, el santo dorado de géminis o el dios de la guerra, los dos le querían a su lado para que pudiera complacer sus bajos instintos, porque un sentimiento tan oscuro no creía que fuera amor.

 

Y Saga estaba consciente de sus oscuros deseos, pero no le importaba, lo único que deseaba era a Aioros a su lado, portando su mordida, así como a sus bebés, como Shura sabía bien, estaba completamente consciente, de que mataría a cualquiera que se pusiera en su camino.

 

Ya fuera Kanon, Aioria o cualquiera de ellos, aun el patriarca, que les había aceptado de regreso, como si fuera su padre, como si no lo hubieran asesinado, cada persona que se pusiera en su camino moriria, porque Saga no se detendría hasta poseer a su arquero, ya fuera el santo dorado o el dios de la guerra, pero él siempre había pensado que los dos eran el mismo hombre.

 

Que Arles únicamente se trataba de una excusa para explicar la oscuridad de sus actos, de sus deseos, pero, tenía un omega, Angelo dependía de él y pensaba que esos malestares matutinos no eran nada más que los síntomas de un embarazo.

 

En un omega que pensaba que no podia embarazarse, que seguía fumando y bebiendo, pero, de alguna forma le convencería de ya no hacerlo, tal vez, con ayuda del mismo Shion, el anciano maestro que les había ofrecido su ayuda, como su perdón, a quien le temían, porque no le conocían bien, porque pensaban que se trataba de un santurrón o un mojigato, pero si el pudo perdonar a los gemelos, tal vez, querría ayudarle a convencer a su ángel de comportarse durante lo que pensaba era su primer embarazo.

 

-¿Porque estas tan molesto con Saga?

 

Acababan de hacer el amor, Angelo estaba acostado boca abajo, fumando un cigarrillo, mirándole con cierta diversión, maldiciendo cuando Shura le quitó el cigarrillo, para tirarlo por la ventana, sin molestarse en escuchar su queja, besando sus labios.

 

-Deja de fumar, solo por hoy, me duele la cabeza.

 

Angelo asintió, levantándose de la cama para sentarse sobre sus piernas, riendo al sentir sus manos en sus caderas, unos besos en sus mejillas, gimiendo cuando Shura acaricio sus muslos, lamiendo sus labios.

 

-Pero no te duele la cabeza tanto como para no repetir…

 

Shura tambien sonrio, acostándose sobre Angelo, que abrió las piernas para recibirle, acariciando su cabello con una de sus manos, riendo al sentir sus besos en su cuello, pensando que ese dolor de cabeza podía esperar.

 

-O me equivoco…

 

Su cangrejo tenía razón como siempre, pero, por la mañana, trataría de hacer entrar en razón a Saga, no haría nada más que eso, porque no iba a arriesgar a su omega, si Arles era quien tenía el control de su líder, y llegaba a molestarse con ellos, pero si era el amable santo de geminis, comprenderia que debía dejar ir a Aioros, antes de que fuera demasiado tarde para el.

 

-De pronto ya no me duele la cabeza.

 

Fue lo único que pudo decir a su favor, porque era cierto, no le dolía la cabeza y deseaba estar junto a su cangrejo, quien acariciaba sus costados, hasta que, como si hubiera un alma en pena, escucharon un llanto silencioso en ese templo.

 

-Es Afrodita…

 

Susurraron al mismo tiempo, con algo de tristeza porque se daban cuenta que ese juez le había rechazado, pero no solamente había hecho eso, también había sido muy cruel, pues su amigo era la persona más fuerte que conocían, jamás lloraba por nada y eso siempre les había hecho temer por su salud mental.

 

-Le dije que ese juez no tenía sentimientos, que se veía cruel y malvado, pero no me hizo caso, además, es un alfa, ustedes y su bravado no les dejan darle el control a un omega.

 

*****

 

Aldebaran no pudo terminar de conversar con Shion, quien tuvo que partir algunos minutos después, dejándolo solo, a esa hora generalmente se quedaba sentado en la escalera de su templo, o recibia la visita del anciano maestro, un buen amigo suyo, desde su viaje a las congeladas tierras de Hasgard.

 

En ese momento usaba una playera blanca y unos pantalones de mezclilla, ropa de civil, que encontraba mucho mas comoda que la ropa de entrenamiento del santuario, y esperaba que Dohko le visitara, era viernes, generalmente salían a esa hora, a una pequeña taberna en Rodorio.

 

-¿Te dejaron solo otra vez?

 

Le preguntaron, era el anciano maestro, con unos pantalones verdes y una camisa blanca también, su cabello estaba suelto, una sonrisa plasmada en su rostro, porque eso significaba que podrían salir a Rodorio a beber algunas cervezas.

 

-No te preocupes, yo invito las primeras rondas, tu las siguientes, hasta que nos lancen de la taberna.

 

Eso lo dijo riéndose al verle sonrojar, ofreciéndole una mano para que la tomara, cosa que hizo, levantándose para seguirlo a Rodorio, ignorando a Mu, que les veía en silencio, sorprendido de que el anciano maestro fuera por Aldebaran para que pudieran salir a beber, cuando él deseaba comprender porque estaba tan molesto con el estos ultimos dias.

 

-Siempre me ha molestado sentirme solo rodeado de gente, pero contigo es diferente, tu me haces sentir joven de nuevo.

 

Dohko llevó entonces una mano a su espalda, para que apresurara su paso, estaban perdiendo tiempo valioso y el queria pasarla bien, con buena compañía, encontrando que disfrutaba demasiado la amistad de Aldebaran, que lo acompañara en sus parrandas, sintiéndose joven, fuerte, tal vez querido.

 

-Debe ser aún peor sentirse así, acompañado de la persona que amas.

 

Mu comenzó a seguirlos, con un ramo de flores en su mano derecha, preguntándose qué estaba pasando y porque Dohko se veía tan emocionado por estar acompañado de su omega, y sobre todo, porque Aldebaran le seguía la corriente, sonriendo como solo debía hacerlo con el.

 

-Pero bebamos hasta quedar inconscientes, al menos yo beberé hasta perder el sentido, así podré caer en tus brazos.

 

Bromeó con algo de diversión, escuchando la risa de Aldebarán, quien negó aquello con un movimiento de su cabeza, sin prestarle demasiada atención.

 

—Aunque preferiría que por una vez que fueras tú quien cayera en los brazos de este anciano, solo para variar.

 

Aldebaran de nuevo ignoro esas palabras, que para Mu sonaban como un coqueteo, quien apenas podía comprender que estaba pasando y porque Dohko parecía encantado con su omega.

 

—Hablo en serio, me encanta pasar tiempo contigo mi querido amigo.

 

*****

 

Saga regreso a lado de Aioros, quien estaba lejos del dios llamado Pan, en la habitación de su alfa, aún estaba asustado, mirando sus manos, preguntándose porque no ataco a esa criatura, porque no pudo defenderse, que hizo que se sintiera desamparado, como una gacela, como una presa frente a un depredador.

 

Ese supuesto dios actuaba como si estuviera en control de aquel encierro, se veía contento, tranquilo, ignorando las preguntas de Minos y las del patriarca, esperando algo, pero no sabía con exactitud qué era aquello.

 

-No pude moverme, tenía miedo y me paralice…

 

Saga no dijo nada, solo le abrazo por la espalda, colocando su barbilla en el huevo entre su cuello y hombro, respirando profundo, para admirar su aroma natural, después de aquel celo, de recibir su mordida, esperando que pronto pudieran ver confirmado su amor, con un fruto sano, un pequeño propio.

 

-Fue por el sonido de su flauta que no pudiste defenderte, no debes sentirte mal por ello, no fue tu culpa.

 

Aioros pensaba lo contrario, era un guerrero, debía poder defenderse de un golpe como ese, pero no pudo, esa criatura le llenó de terror, como si le reconociera de alguna parte, de algún sueño remoto.

 

-Es como si ya le conociera, como si le hubiera visto antes, pero no estoy muy seguro de donde…

 

Solamente que no le gustaba, no le agradaba ser la fuente del deseo de esa cosa tan horrible, de esa criatura casi humana, que le llenaba de terror y náuseas, que le hacía sentir indefenso, de tal forma, que aunque se sabía una persona valiente, no se atrevía a estar mucho tiempo en su presencia.

 

-No dejare que nadie te haga daño, ni que te separen de mi, Aioros, no después de todo lo que ha pasado, de perderte una vez…

 

El no lo permitiria, su contraparte tampoco, esta deseaba bañarse con la sangre de esa repugnante criatura, pero era detenida por Saga, que usando su cosmos no le dejaba moverse, manteniendola encerrado en una celda imaginaria en su psique.

 

-Debes creerme, nunca permitiré que te alejen de mi.

 

Aioros sonrió, girando en sus brazos, para rodear su cintura, besando sus labios, creyendo cada una de sus palabras.

 

-Tengo miedo Saga, no quiero que me alejen de tu lado de nuevo…

 

Y no lo decía por lo que había pasado con Athena, cuando salvó su vida, sino, porque recordaba a esa criatura en sueños, como si de un pasado se tratara, como fue apartado de Saga, esta misma criatura lo apartó de él.

 

—No quiero estar sin ti…

 

Saga acarició su mejilla con delicadeza, sintiendo poco después los labios de Aioros en los suyos, gimiendo al sentirle a su lado, su aroma, su calor, así como su cosmos, que atraía a la entidad que vivía en él.

 

—No permitiré que me alejen de tu lado, Saga.

 

Le juro, besando sus labios con delicadeza, sonriendo cuando Saga asintió, tampoco lo permitiría, no viviría sin él.

 

—No lo permitiremos… nunca.


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