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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-Kiki, escucha bien lo que tengo que decirte.

 

Aldebaran colocó sus manos en los hombros del pequeño que ayudaba entrenar, con el que convivia tanto como podía, que confiaba en él y en ese momento estaba asustado, lo sabía por la expresión de sus hermosos ojos.

 

-Quiero que te transportes con Shion, no hagas preguntas, solo vete de aquí.

 

Le rodeno, levantándose para sostener a Mu, que intentó detenerlo, sin embargo, Kiki le obedeció, transportándose al salón donde sabía se encontraba el patriarca, dejándolos solos.

 

-¿Porque le dijiste que se fuera?

 

Le pregunto enojado, liberándose del agarre de Aldebaran, para hacerle arrodillarse, usando su cosmos, acariciando su mejilla con delicadeza, besando sus labios con la misma ternura, siendo la persona que conocía desde su niñez. .

 

-Es nuestro hijo, ya es momento de que comprenda quiénes somos y que nos amamos, que estaremos juntos por siempre.

 

Aldebaran respondió al beso, era su alfa después de todo, pero se apartó en cuanto pudo, mirando a Mu, que llevaba una mano a su cabeza, como si estuviera mareado, cansado y desorientado.

 

-Acaso no te das cuenta de lo que dices, Kiki estaba aterrado y solo porque te conozco, porque yo se que no eres así, es que no me he marchado.

 

Quiso advertirle a su alfa, o al menos, a quien había considerado su alfa en su juventud, en su adolescencia, quien tocaba su mejilla con su mano derecha, relamiendo sus labios, actuando como si no lo escuchara, abrazandolo de pronto.

 

-No te das cuenta, pero el anciano maestro te desea y tengo miedo de que te arrebate de mi lado, por eso debes tener mi mordida, asi sabra lo que le pasara de intentar apartarte de mi.

 

Mu se apartó unos centímetros para sostener el cabello de Aldebaran, obligándole a mostrarle su cuello, acercándose para morderlo por fin, sintiendo como su toro se tensaba, no con anticipación, sino con desagrado.

 

-¿Porque no quieres mi mordida?

 

Aldebaran no supo qué responderle, sintiéndose aliviado al ver que no deseaba morderlo, ni hacerle daño, pero no sabía si a los demás los lastimaria, en especial al anciano maestro.

 

-¿Olvidaste nuestra promesa, tan poco significo para ti?

 

La mirada se Mu se enterneció al escuchar esa pregunta, después de todo era su toro y el siempre era amable, siempre era gentil, se merecía todo lo mejor del mundo y el se lo daría, como cumpliria su promesa, porque su toro le dijo alguna vez que deseaba casarse antes de recibir una mordida, cuando él pensaba que era un omega y no un alfa joven que había descubierto su secreto.

 

-Por supuesto que no mi amor, yo aún deseo casarme contigo, sin importar lo que pase, deseo ser tu alfa y tu esposo.

 

Si Mu no pensaba en Dohko, ni en sus rivales era el hombre que amaba, pero Aldebaran no sabia que estaba ocurriendo, y que pasaría si de alguna forma alguien le recordaba la existencia del que pensaba era su rival de amores, cuando estaba seguro de que no era así, solamente el joven lemuriano le veía como un omega deseable.

 

-¿Lo prometes?

 

Mu lo soltó, recargándose sobre su cuerpo, permitiendo que Aldebaran le abrazara, quien acariciaba su cabello, con delicadeza, como lo haría alguien con un enfermo terminal, porque aun lo quería, aunque estuviera indeciso, inseguro de ser aquello que su amado deseaba.

 

-Lo juro mi hermoso toro.

 

*****

 

Shion veía la celda vacía y los soldados muertos, alguien los había asesinado sin piedad, llevandose a Pan consigo, Minos estaba con él, seguro de quién fue el culpable, porque bien sabía que esas dos entidades siempre estaban juntas.

 

-Por eso el maldito estaba tan tranquilo, sabía que Dionisio llegaría por el, solo deseaba ingresar en el santuario, ver al arquero.

 

Shion no pudo responder a las hipótesis de Minos, que estaba buscando huellas, o energía de esos dioses, cuando escucharon un sonido como de algo rasgándose, era Kiki, quien se veía asustado, angustiado.

 

-Mu está peleando con el señor Aldebaran, quiere hacerle daño y dice cosas extrañas.

 

Shion abrió los ojos con sorpresa, preocupándose demasiado, porque Mu era por mucho más fuerte que Aldebaran, unas diez veces más fuerte, no habia forma en que pudiera defenderse el pobre muchacho, que era un omega, aunque ya no sabía si era la pareja de su alumno.

 

-No hagas nada tonto Mu.

 

*****

 

Mu ya se había calmado, pero aún rodeaba la cintura de su omega con fuerza, cerrando los ojos, sumiéndose en su aroma, su cabeza entre los pectorales de su toro, el mejor lugar del mundo para él, porque le gustaba cómo se sentía, la fuerza de su cuerpo, la suavidad.

 

-¡Mu!

 

Kiki se transporto con él, pero Shion lo dejo a sus espaldas, observando la molestia de su alumno que no se apartaba de su toro, que aun estaba vestido, sin una mordida, pero Mu apenas traía puestos unos pantalones.

 

-¿Qué hace aquí maestro?

 

Esa voz, esa mirada de color rojo, no eran una buena señal, porque estaba molesto, de tan solo verle, porque se acercaba a su toro, quien acarició su cabeza, tratando de calmarlo, de controlar su enojo, dejando ir sus feromonas, para que su aroma fuera agradable.

 

-Mu, las dos personas mas importantes de tu vida, están aquí, contigo…

 

Mu cerró los ojos, suspirando al sentir el calor de su omega, quien aun no tenia su mordida, pero cuando se casara con él, ya podría hacerlo, podría enseñarle a todos a quien le pertenecía su amado.

 

-No quieres hacer nada tonto..

 

No lo deseaba, era cierto, no quería que Kiki le tuviera miedo o le odiara, tampoco su toro, porque le quería más que a nada en ese mundo, así que asintió, escuchando los pasos de su maestro, que sería la tercer personas más importante de su vida, un padre para él en especial, al ser un lemuriano.

 

-¿Podrías decirme qué está pasando?

 

Mu volteo a verle con una expresión segura, porque estaba convencido que el anciano maestro deseaba robarle a su toro, su maestro lo entendería y le ayudaria, porque él siempre los había cuidado como si de su propia sangre se trataran.

 

-Ese anciano quiere robarme a mi toro, quiere quitarme a mi omega, porque cometí la estupidez de confiar en él, de decirle que mi amado está enojado conmigo y que deseaba reparar el error que hubiera cometido en su contra.

 

Aldebaran no supo que decir en ese momento, sólo permanecía abrazando a Mu, calmandolo con su presencia.

 

—No me ire… nada me apartará de tu lado.

 

*****

 

Minos escucho los pasos de la rosa a sus espaldas, así que suspiro con algo de molestia, levantándose para encontrarse con el caballero más hermoso al servicio de Athena, un omega, que deseaba ser el dominante de un alfa y por alguna razón que no alcanzaba a comprender, decidió que debía ser un espectro, él, en específico.

 

-¿Qué es lo que deseas?

 

Le pregunto con algo de fastidio, viendo como llevaba una de esas endemoniadas rosas en sus manos, con una sonrisa en su rostro, como si supiera exactamente qué estaba pasando en ese momento.

 

-Ayudar…

 

No sabía cuánto tiempo se tardaría ese anciano, así que Minos asintió, si deseaba ayudarle, lo permitiría, solo esperaba que no tuviera ninguna idea errónea, porque seguía sin desear compañía.

 

-Esta bien, pero te lo advierto, no estoy interesado en ti ni lo estaré.

 

Afrodita suspiro, era muy cruel y distante, pero el sabía la verdad, debajo de aquella fachada de dureza, había un corazón de oro, alguien que amaba a su familia, que la protegería, así que suponía que era como un perro guardián.

 

-Que grosero, y yo que simplemente vine a ofrecer mi ayuda.

 

Y de pronto se rió, llevando con delicadeza su mano a sus labios, imaginandose al juez, como un enorme perro, para ser precisos, un viejo pastor ingles por su peinado, cubriendo su rostro.

 

—Aunque tengo una duda…

 

Minos arqueo una ceja, esperando escuchar la duda de Afrodita, quien despejó su rostro de momento de su cabello.

 

—¿Puedes ver con tanto cabello en tu rostro?

 

Minos se apartó de la mano de Afrodita, sonrojandose demasiado, mirándole como si no creyera esa pregunta.

 

—Es que tienes unos ojos tan bonitos, que no se porque los cubres…

 

*****

 

Al mismo tiempo Dohko, que seguía bebiendo solo después de que el toro lo dejara en su templo, maldijo en voz alta, lanzando la botella al suelo.

 

-¡No lo respeta!

 

Pronunció, casi cayendo, para sentarse en esa cama, recordando las palabras pronunciadas por ese alfa, ese bastardo suertudo.

 

-¡No lo quiere lo suficiente para tratarlo como el tesoro que es!

 

Para decirle al mundo entero que era suyo, a su hijo, pero ese omega era fiel, sin importar lo que sucediera o sus intentos por seducirle seguía ignorando su amor, su afecto sincero, sus intentos por llevarlo al altar, porque después de todo, era un hombre tachado a la antigua, primero era la boda, después el sexo y al final los hijos.

 

—¡Ese bastardo hizo todo mal!

 

Tomar el regalo de su cuerpo y después ignorarlo, como si fuera una basura, esa no era la actitud de un verdadero alfa.

 

—¡Yo me casaria con el y morderia su cuello sin demora!

 

Y el bastardo todavía le pidió ayuda para recuperar su amor, cuando no se lo merecía, no se merecía su amor, ni su fidelidad.

 

-Pero el no me ama… solo quiere a su estúpido borrego…

 

Pero el también le veía como el anciano de los cinco picos, como un humano deforme, si es que me veían como humano.

 

“Demuéstrale que es tuyo, arrebata a ese omega, tu te lo mereces mucho más”

 

Dohko asintió, bebiendo un poco más de licor, eso haria, seduciría a Aldebaran y entonces, el sería suyo, no de Mu.

 

-Mu no se lo merece…

 

*****

 

Aioria espero a Milo en su templo, quien llegó con un paso lento, como si hubiera peleado con Camus, con una expresión triste, que le hizo rabiar.

 

-¿Qué haces aquí?

 

Le pregunto Milo, no estaba contento de verlo, porque le causaba muchos problemas y sabía en el fondo de su corazón, o sentido común, que Camus tenía razón, el santo de leo lo deseaba.

 

-¿Camus te prohíbe verme?

 

Milo suspiro, no me prohibía nada, pero desde que lo vio tratando de besarle, no lo soportaba, porque sabía que el joven Aioria, el prodigio del santuario, le deseaba y eso le ponía de mal humor, cuando no hacían el amor como unos desquiciados.

 

-No, pero me molestare mucho si vuelves a tratar esa estupidez de intentar seducirme.

 

Le informo, cruzando sus brazos delante de su pecho, escuchando un suspiro de Aioria, que le veía en silencio.

 

-No soporto a Saga, todo el día está con mi hermano, después de lo que le hizo.

 

Ese había sido Arles, pero quién lo mató fue Shura, por lo que su alfa, porque estaba seguro que para ese momento, ya me habría mordido, no se atrevió a lastimarlo, sólo dió la orden, pero no el santo de géminis, sino el dios de la guerra.

 

-Sabes que él no era, además, tu hermano es un maldito adulto, ya déjalo en paz.

 

Aioria negó eso, su hermano murió siendo un muchacho, y revivió con la edad que debería tener, seguía siendo el más joven de los trece, su responsabilidad.

 

-No es un adulto, al menos, no en su mente, el sigue siendo un muchacho y Saga se está aprovechando de él.

 

Milo negó eso, porque sabía que Saga amaba demasiado a Aioros, era su omega después de todo, era como Camus, nunca le haría daño.

 

-Pues tu hermano quiere a Saga, desde que se conocieron fue amor a primera vista, así que no te metas en lo suyo.

 

Aioria estaba muy enojado por eso, por la astucia de Saga, porque ignoro sus órdenes y porque Aioros no entendía que ese géminis no le convenía, que era muy joven para saber que necesitaba.

 

-Entonces…

 

Aioria se movió para tratar de besar a Milo, quien puso una mano en su boca, molesto, una mano que el santo de leo lamió, haciendo que se soltará.

 

-Hablemos de tu y yo, de lo felices que seríamos si aceptarás mi amor, además, ese iceberg no puede hacerte feliz.

 

De nuevo intento besarlo, pero el Iceberg lo atacó, congelando sus piernas, apretando los dientes.

 

-Ya te lo dije antes, aléjate de mi amado…

 

Era una advertencia que Aioria no deseaba escuchar.

 

-¿O si no qué?


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