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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¿En esta ocasión que es lo que estás planeando?

 

Pan le pregunto fumando una pipa, con las piernas cruzadas, los dos estaban sentados en las escaleras de la estatua de Athena, como si fueran los invitados especiales del santuario, que ya comenzaba a mostrar algunos estragos, pero los que más les interesaban eran los dorados, ellos tenían el poder de destruir estrellas, ese poder podía utilizarse para provocar muchos desmanes, demasiada diversión.

 

-¿Cómo conseguiremos nuestros propósitos?

 

Dionisio comía de un racimo de uvas, medio recostado a los pies de la diosa de la sabiduría, profanando ese altar sagrado, lanzando las ramas de su comida a sus pies, manteniendo una sonrisa en su rostro, mirando fijamente a Pan, que esperaba una respuesta.

 

-El vino ya comienza a afectar a los alfas de la elite dorada de Athena… los celos y la envidia son armas poderosas, digamos que haré lo que la discordia no pudo, lo que ninguno de esos dioses ha logrado…

 

Dionisio podía ir y venir a las personas del santuario, en sus ajetreadas vidas, pero también como su vino iba expandiendo su influencia, con esta la locura en el santuario abandonado por la diosa Athena, después de sentirse vencedora de las guerras.

 

-Sin levantar un solo dedo en contra de esa diosa aburrida y mojigata.

 

Pan estaba emocionado al imaginarse como los viejos buenos tiempos regresarian, las fiestas, las orgias, la locura y la decadencia, fiestas eternas, placer interminable, nada más que eso necesitaba para ser feliz.

 

-¡La buena vida regresara, mi buen amigo!

 

Dionisio necesitaba mucho más, placeres y triunfos que su buen amigo no comprendería, así que no hablaría de ellos, solo se conformaría con entretenerse con él, mientras lograba capturar a ese bonito omega que había llamado su atención, que podía ser divertido, con el vino correcto.

 

-Tu lo has dicho.

 

*****

 

-¿A qué has venido?

 

Shion se sorprendió al escuchar esa desconfianza en el tono de voz de quien fuera su amigo en la guerra pasada, quien le veía como si fuera un enemigo, no un aliado y no un amigo, con sospecha en el brillo de sus ojos, sus labios firmes, en una mueca que podría ser desdén.

 

-¿Tiene que haber un motivo para venir a verte?

 

Le pregunto extrañado, porque le había dicho que siempre era bienvenido, sin embargo, ahora actuaba como si sospechara de sus motivos para verlo, o los conociera, porque Dohko era un hombre sabio, un parrandero, pero sabio al fin y al cabo, que le miraba con una expresión de burla después de escuchar esa pregunta.

 

-Contigo si, me dejaste a pudrirme doscientos años en los cinco picos, de no ser por mi alumno o Shunrei, habría perdido la razon muchos años atras.

 

Los dos tenían misiones distintas, el prepararse para la guerra, su amigo vigilar a los espectros, era una orden de la diosa Athena y debian obedecer, no tenían derecho a negarse, únicamente por eso era que se dedicó en cuerpo y alma para la siguiente guerra, aunque, debía aceptar que no había visitado a su amigo desde la tregua.

 

-Pero, déjame decirte algo…

 

Shion le veía extrañado, sin entender muy bien de que le hablaba su amigo, quien dejando el vaso en la mesa, tomó una decisión importante, porque solo así podría perdonarle todos esos años de soledad a los que fue condenado.

 

-Puedo perdonarte con una sola condición.

 

Siempre iba al grano, eso no cambiaría nunca y mirando fijamente los ojos de Shion, decidió decirle cuál sería la única forma en la cual podría perdonar su aislamiento, su soledad y la traición sufrida en las manos de Athena, que le olvidó en el rincón más apartado del mundo, como si fuera basura.

 

-Dame la mano de Aldebarán, ordenale que sea mi omega con esa potestad de Patriarca que tienes y te perdonaré, no solo eso, te ayudare a remediar esta locura que apenas está empezando, niegamelo y… ya veremos que pasa.

 

Shion al principio no entendió a qué se refería Dohko, si era cierto que le estaba exigiendo le entregara a Aldebaran como ocurría en el siglo donde crecieron, cuando los matrimonios arreglados eran lo común, pensando que en parte, los celos de Mu estaban fundados, aunque, actuaba como si no pudiera controlarlos, seguro de que le robarian a su omega y a su hijo, quienes en la práctica, no le pertenecían a nadie.

 

Kiki era un aspirante a caballero que como muchos otros no conocía a sus padres, tal vez hasta se pensaba huérfano y él no entendía porque Mu, junto a su omega, decidieron guardar silencio, uno que obviamente les dolía y Aldebaran era un omega libre, sin marca o cualquier atadura que le señalara como la pareja de algun alfa, en realidad, creía que la mayoría en el santuario le pensaban un beta y algunos un alfa, pero nadie pensaba que se tratara de un omega.

 

Solamente dos personas lo sabian, Mu, cuando lo descubrió por sí solo al practicar con sus hermanos de armas en los campos de entrenamiento, y él, pero parecía que ya tambien lo sabia Dohko, quien actuando como un alfa del pasado pedía la mano de un omega, que ni siquiera sabía, si le correspondia o le observaba únicamente como un buen amigo, o un confidente.

 

-¿Has hablado con Alderaban respecto a esto?

 

Primero queria saber si Aldebaran le correspondía, porque si lo hacia, tendria que buscar la forma de alejarlo de Mu, que le abrazaba como si pensara se apartaría de su lado, pero si no le correspondía, no podía ordenarle eso, porque tal vez podía amar a su alumno, que estaba pensando, el toro aun amaba a su alumno, le quería lo suficiente como para tratar de controlar su extraño estado antes de pelear con él o escapar.

 

-Aldebaran es un omega especial que piensa que le debe algo a Mu por Kiki, por que Mu fue el único alfa que se fijó en él y le trato como a una criatura digna de seducir… como un omega, pero ese bastardo le ha dado la espalda y no lo entiende, cree que aún pueden solucionar sus diferencias, si pudieran hablar como en el pasado…

 

Dohko bebió un poco más, observando la mesa, recordando todas esas charlas que habían tenido y como en cada una de ellas, sin importar lo que pasara, siempre llegaban al mismo punto, Mu, el alumno de Shion, a quien se le parecía bastante y le hacía pensar en él a todo momento, pues como su amigo, era un ser sin emociones o empatía, enfocado en su deber antes que cualquier cosa, nada más que eso importaba para la guardia lemuriana de Athena.

 

-Pero eso no es justo para él, ni para mi que me he enamorado del gran toro, así que…

 

Dohko esperaba que Shion aceptara su petición, eran amigos y si sentía un poco su sufrimiento en los cinco picos, entonces, si era un hombre justo, le daría lo que deseara, eso era compañía.

 

-Supongo que podría decir que tienes que decidir entre tu alumno que no lo ama, o yo, que si lo hago.

 

Shion había visto la actitud de Mu, como había perdido la razon, asi que trato de comportarse de una forma tranquila, controlada, para no hacer enfurecer a Dohko, que dejó de beber, mirándole fijamente, como si lo estuviera retando a actuar.

 

-Te lo vuelvo a preguntar…

 

Shion trataba de mantener la calma, hacerle pensar en el bienestar de ese joven de la constelación del toro, que seguramente no conocía las intenciones de Dohko, o se sentía merecedor de ellas, y por lo tanto, una orden como esa pondría su mundo al revés, mucho más aún, después del extraño cambio de Mu.

 

-¿Qué hay de Aldebaran?

 

Quiso preguntarle a Dohko, que rompió el vaso que sostenía, tan molesto que pensó por un momento que le atacaria, pero no dijo nada, tampoco se movió, pues creía que estaba afectado como Mu, pero en esta ocasión no sabía cómo controlar a Dohko, si decidía atacarlo.

 

-¡No me vengas con eso Shion, si te sientes culpable por mi soledad, me daras lo que deseo, pero no lo harás, porque es Mu quien desea a ese muchacho, aunque lo ignore, aunque no lo ame como es debido, aunque haya ocultado su relación por quién sabe cuánto tiempo!

 

Dohko se levantó observando la sangre de su mano, quitandose el cristal, para reirse poco después, mirandole de reojo, relamiendo sus labios, para azotar esa misma mano contra la mesa, apretando los dientes de nuevo.

 

-¡Es tu oportunidad de hacer las cosas bien o de darme la espalda!

 

Shion a pesar de esa respuesta, aún creía que podría llegar a cierto nivel de entendimiento con su viejo amigo, así que faltaba otra carta.

 

-¿Y de Kiki?

 

Dohko cambio su expresión por una distante, tratando de pensar en el pequeño, llegando a una conclusión.

 

-Si Aldebarán lo desea lo tomaremos como nuestro primer hijo, después de todo, cuando deseas a un omega con crías, tienes que cargar con ellas.

 

Esa no era la respuesta que deseaba escuchar y le hubiera negado esa petición, de saber exactamente cuáles eran los sentimientos del gran todo respecto a eso, pero con la presencia de Pan en ese templo no pudo escuchar su versión, podía amar a su alumno o podía no hacerlo, Aldebaran era amable y trataria de ayudar a sus compañeros, porque así era él, una buena persona.

 

-Tendré que pensarlo…

 

Fue su respuesta, esperando que Dohko le aceptara, pero no se veía conforme con ella, aun así asintió, dándole una oportunidad supuso Shion, que le miraba con una expresión que esperaba fuera neutral.

 

-Tienes veinticuatro horas, viejo amigo, pero si no lo haces, entonces… ya veremos.

 

Shion asintió también, sintiendo que estaba en compañía de un hombre que apenas conocía, vistiendo un rostro familiar todo ese tiempo, pero no una expresión que pudiera relacionar con su viejo amigo.

 

-¿Me estas amenazando?

 

Le pregunto levantándose de la mesa, igual que Dohko, que estaba de pie, cuya mano aun sangraba, pero no le prestaba mucha atención, recordando que su amigo le había sugerido que mataran a los gemelos, porque alguno de ellos podía traerles desgracia, eran peligrosos para el santuario, pero él no tuvo corazón para eso y los educó, como si fueran sus primeros hijos.

 

-No, pero yo se que esta pasando en el santuario que tanto amamos y puedo ayudarte si eres mi amigo, si me das la espalda, no lo haré, y muchos más alfas, que tu alumno corren peligro, por consiguiente los omegas y los betas.

 

Shion en ese momento no pensaba en la seguridad de su alumno, sino de la del gran toro, de la de muchos de los omegas de bajo rango, santos de bronce, de plata, aun soldados, debía encontrar la forma de protegerlos a todos ellos.

 

-Eres un buen líder Shion, sabes lo que debes hacer, pero te daré veinticuatro horas para que pienses en la forma en que le dirás a Aldebarán que será mi esposo.

 

Si estaba tan empeñado en que él fuera quien le informará al gran toro respecto a su decisión, Shion estaba seguro que estaba hablando a través de la maldición que acechaba el santuario, y aunque sabía muy bien qué debía hacer, no si esto era lo correcto.

 

-Veinticuatro horas…

 

*****

 

Dionisio estaba de pie viendo el amanecer, esperando que sus juerguistas se reunieran, no era que tuviera un ejército, sino cada uno de los afortunados de disfrutar su compañía alguna vez, de su vino, podían volver a hacerlo si así lo deseaban y el era un dios generoso, que les daba a los mortales lo que deseaban, todo lo que sus corazones necesitaran, quitándoles la odiosa consciencia con todos los sentimientos de culpabilidad que te generaba.

 

-Será un hermoso amanecer…

 

Pan había salido en busca de diversión, probablemente alguna pobre criatura con la cual retozar unos momentos, era mucho más animal que persona, lo comprendía bien y por eso podía utilizarlo a su antojo, él siempre lo había visto como lo que era y por eso, lo mantenía a su lado, porque su barbarie lo divertía, pero su simpleza le era útil, sólo deseaba diversión.

 

-Pero el anochecer será mucho mejor todavía…


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