Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los lazos que nos unen. por Seiken

[Reviews - 46]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Dohko despertó con una sensación extraña, tan descansado como nunca lo había estado en su vida, o al menos, no que recordara, su almohada era un poco más dura y caliente de lo habitual, así como más larga, también se movía, como si estuviera respirando y aquel aroma le era demasiado conocido, pero no lograba reconocerlo del todo, no hasta que abrió los ojos para ver un cuerpo recostado a su lado, vestido con una túnica negra, con largo cabello verde.

 

-¿Shion?

 

Estaba en su cama, como si tuviera el derecho a eso, dormido a pierna suelta con una mano sobre su cabeza y otra sobre su cintura, haciendo que se molestara, sintiera como su sangre hervía en sus venas, sonrojándose al mismo tiempo, antes de lanzarlo lejos, con una patada en el costado que lo tiró de la cama sin demasiada fuerza debido a la sorpresa que sentía en ese momento.

 

-¡Qué demonios estás haciendo aquí!

 

Shion bostezo como si no le doliera ese golpe, rascando su cabeza con cierta pereza, para observarle fijamente con una expresión que claramente decía que no entendía porque gritaba tanto, ni porqué estaba tan enojado.

 

-Trataba de dormir un poco, pero tu acabas de golpearme.

 

Dohko sostuvo a Shion del cuello de su ropa, para acercarse a él, su rostro casi tocando el de su antiguo amor, de la persona que le olvidó en los cinco picos, observando cómo sonreía, acariciando su mejilla, con delicadeza.

 

-Había olvidado lo pequeño y adorable que eres.

 

Dohko lo golpeó entonces, con su puño cerrado, impactando sus nudillos con demasiada fuerza, esperando que eso le hiciera reaccionar, pero no sucedió, porque después de sobar su mejilla, aun seguia sonriendo con esa expresión boba que tanto le molestaba, una que solamente él había logrado ver o disfrutar.

 

-No te quiero aqui, no te quiero escuchar, no te quiero ver, no te quiero oler, así que lárgate de una buena vez.

 

Shion sostuvo sus muñecas, liberándose porque no puso demasiada resistencia, acercándose a él con un paso lento, mirándole fijamente con una expresión que solamente auguraba problemas, como cuando eran jóvenes.

 

-No mientas, escuche cada una de tus palabras Dohko, tus gritos y tus intentos por llamar mi atención, ya la tienes y ahora no vas a poder apartarme de ti, porque no lo voy a permitir, porque yo he esperado como tu, doscientos años, solo para estar a tu lado y te lo prometí, que estaríamos juntos.

 

Dohko de nuevo lo golpeó, esta vez liberándose de aquellas manos, para lanzarlo al suelo, viendo como Shion sonreía, limpiando la sangre de sus labios, con esa expresión que le decía que no daría un paso atrás, la misma del pasado.

 

-Y nunca he sido un mentiroso, además, los lemurianos solo tienen una pareja de por vida, así que ahora tendras que soportarme por lo que resta de nuestras vidas.

 

Así se le había enseñado y él se lo había enseñado a sus pequeños, a Mu y a sus gemelos, Kanon y Saga, el amor verdadero solo llegaba una vez, solo amabas con locura una sola vez en tu vida y debías respetar, honrar, pero sobretodo mantener a esa persona a tu lado, porque quien amaba a todos por igual, no quería a ninguno lo suficiente.

 

-Deberías estarle llorando a ese omega entonces, al que decidiste que fuera la madre de Mu, no a mi, viejo chivo, además, yo no te deseo a mi lado, en todo caso me casaría con Aldebarán de casarme con alguien.

 

Shion estuvo a punto de decirle que solo había hecho lo necesario para mantener su linaje vivo, pero sabía que no lo iba a tomar muy bien.

 

-Pero Aldebarán le pertenece a Mu y tú no lo deseas con el ardiente deseo ni la lujuria necesaria, lo sé bien, porque tú y yo somos iguales, anhelamos las caricias del igual, nos gusta nuestro mismo sexo, yo te gustó tanto como tú me gustas a mi.

 

Dohko de nuevo quiso golpearle, pero esta vez fue detenido por las manos de Shion, que lo acercó a su cuerpo, para besar sus labios con fuerza, con pasión, con deseo, mostrándole cuánto se deseaban.

 

-Podemos salir del llamado clóset, amarnos sin señalamientos y no lo voy a desperdiciar.

 

Dohko negó eso, con algo de tristeza, para sonreír poco después.

 

-Es lo que nos diferencia, yo te habría amado, te habría aceptado sin importar lo que dijeran…

 

En esa época pudieron asesinarlos, en especial a Dohko, por aceptar ser su amante, su compañero.

 

-Yo te amo y siempre lo haré, pero no deseaba que te hicieran daño, que fueras deshonrado, que pagarás con sangre mi amor por ti.

 

Dohko había tomado una decisión, apartarse, era lo único que importaba y no le importaba si Shion estaba dispuesto a aceptar eso, o no.

 

-Marchate y no vuelvas, esto ha terminado, Shion, lo hizo cuando tú buscaste a un omega, cuando nació Mu.

 

Shion estaba seguro que todavía podían recuperar su amor, lo que tuvieron en el pasado, pero guardó silencio por unos instantes, pensando en que decirle a Dohko, su amado Dohko, cuyo dolor era visible en su rostro.

 

-No lo haré, Mu tiene razón, yo no he peleado por ti, ni por estar a tu lado, pero estamos vivos y puedo arreglar esto, recuperar tu amor, tu afecto.

 

Dohko cruzó sus brazos, señal de que ya no aceptaría seguir escuchando lo que tenía que decirle, aun asi, lo diria.

 

-Y no me detendré hasta que lo consiga.

 

*****

 

-¿Tú pasado?

 

Esa pregunta lo atormentaba, porque no quería decirle, pero ya no había nada más que hacer, nada más que aceptar lo que hizo en el pasado, la forma en que perdió la razón.

 

-Debes comprender que no pensaba con claridad, que nunca había tenido libertad alguna y por un momento ese licor fue una llave al paraíso, me libero de mis promesas de antaño al menos por unos instantes.

 

Kanon cargaba a la pequeña en sus brazos que se había tranquilizado, pero aun miraba a su omega tratar de pensar en una forma de contarle su pasado, uno que pensaba le alejaría de su lado.

 

-No te juzgare por nada mi dragón y te juro que no van a separarme de tus brazos, porque los dos somos uno, además, ya te lo dije, los dragones solo tenemos una pareja en toda nuestra existencia.

 

Radamanthys negó eso, no era un dragón, era un demonio, una criatura de oscuridad y una vez que Kanon escuchara lo que tenía que decirle, lo mandaría lejos, aunque esperaba que no rechazara a su pequeña que se sentía segura en sus brazos, pues, ya solo tenia un pequeño hipo que podía escucharse entre sus balbuceos.

 

-Fui un juerguista…

 

Era la forma más fácil de explicarlo, una serie de actos de locura que solo Minos conocía y por los cuales no había recibido castigo alguno, no hasta ese momento en el que Kanon le daría la espalda al saber que se había entregado a ese dios de tantas formas que aún ahora le era difícil poder contarlas.

 

-Fui un juerguista de Dionisio…

 

Le había dado su cuerpo, su alma, su voluntad, su vida, en una de sus encarnaciones, había bebido con él, festejado en su nombre, yacido en su cama, actuado como un demente sin remordimientos, comprendiendo muy tarde, que se arrepentiría por ello.

 

-No soy un dragón, ni siquiera un demonio, soy algo mucho más bajo.

 

Kanon apenas comprendía lo que Radamanthys le estaba diciendo, porque no sabía muy bien quienes eran los juerguistas, ni que estos servían a la locura de Dionisio una vez bebían el vino del olvido.

 

-Y te juro, te prometo que de saber que Dionisio era el senador, que te encontraría de nuevo, no me hubiera entregado a la locura…

 

Radamanthys al ver que no le respondía en ese momento, que solo se limitaba a escucharlo llevó una mano a su cabello, tirando de él, cerrando los ojos, para abrirlos de nuevo, notando como Kanon mantenía la misma postura con su pequeña en sus brazos, sus ojos fijos en los suyos.

 

-No lo entiendo Radamanthys, no entiendo de que estas hablando…

 

El espectro asintió, era imposible que su alfa recordara su pasado, ni siquiera era el mismo soldado, pero seguía amandolo con locura, mucho más en ese momento, al ver su corazón, al leer el libro de su vida, al comprender que era una buena persona, tan buena como la rosa o el mismo Saga, tal vez tan bueno como al que llamaban arquero, porque a los tres los iba a mandar a los campos Elíseos.

 

-En Creta, cuando yo era joven, los omegas no éramos ciudadanos, ni siquiera éramos personas, generalmente nos asignaban un tutor cuando habíamos nacido en una alta cuna y yo era el hijo más joven del emperador Asterión, mi guardián se llamaba Gracchus, era un hombre horrible, me asustaba, al viejo yo lo asustaba y a mi todavía me causa malestar recordarle a él o a sus humillaciones.

 

Radamanthys comenzó a caminar de un lado a otro, de la forma en que lo hacía cuando estaba nervioso, sin darse cuenta como el semblante de Kanon iba modificándose por uno de molestia, tal vez desagrado.

 

-Yo estaba enamorado de un soldado perdido en la historia, nadie sabe que existe o que le ame con la pureza con la que se ama a esa edad, por un momento quise huir con él, marcharnos lejos para recibir su mordida, pero Gracchus lo mató y me dejo verlo, a mi amor cubierto de sangre en ese jardín como una oscura ofrenda de nupcias, se dijo mi alfa y me mordió, con el beneplácito de Asterión, nunca supe la razón de que me hubiera traicionado de esa forma, hasta hoy, que comprendo que ese senador y Dionisio son los mismos, yo no lo sabía, puedo jurarlo.

 

La expresión de molestia de Kanon iba en aumento, aun con la pequeña en sus brazos, que ya dormía plácidamente, a quien dejó en su cuna, una pequeña cama de madera que consiguió en Rodorio, no era una cuna digna de su huevito, pero era lo mejor que podía conseguir al ser únicamente un santo de athena, al no ser el amo del mundo ni el general del dragon marino, al no ser Kanon el monstruo, al ser únicamente Kanon, el que había dejado que un dios violara a su omega, que se acercara a él ese mismo dia, Kanon el pusilánime, se dijo a sí mismo.

 

-Y como no lo sabia fui tan estúpido como para beber el vino de la locura, escuchar los cánticos de sus juerguistas, pero sobre todo, convertirme en su compañero de juegos… de cama… su amante.

 

Al solo imaginarse lo que había hecho, lo que había permitido que le hicieran, como jugo con las reglas del senador, dejándose manipular, utilizar como una marioneta, no supo qué hacer en un principio, porque esos meses en compañía de Dionisio se repetían imparables en su mente, en sus recuerdos, pero con el senador en vez de esa fachada de juventud, con el creador de sus pesadillas como su acompañante.

 

-De tan solo imaginarme esos meses a su lado, al cometer esos actos, al recordar como levante mi copa en su honor, siento nauseas, siento que defraude la memoria de mi amor, que le falle…

 

Kanon en ese momento tenía una expresión de furia contenida, de asco y desagrado que no supo cómo interpretar, el no dejaria de amar a su dragón, a su Leviatán, fuera un soldado sin poder ni cosmos, ni riquezas, el santo dorado que servía a la diosa de la sabiduría o se tratara del monstruo que decían que era, que fuera Leviatán, el caos, las sombras, la misma oscuridad, el siempre amaría al maravilloso alfa que por fin había logrado recuperar.

 

-Te he fallado, pero puedo mejorar, puedo reparar mis actos en tu contra, solo quédate a mi lado, conmigo y con Leviatan, ella te reconoce como su padre, supo quién eras desde que te sintió, desde que te vio, sabe que yo te amo, al menos lo que aún queda de mí que puede amar, aun te ama.

 

Kanon aún mantenía esa expresión de furia incontrolable, sus puños comenzaban a sangrar porque se había cortado las palmas de sus manos con sus uñas, pero aun así, no decía nada, solo escuchaba sus palabras, sin saber qué hacer.

 

-Te amo, yo te amo Kanon, mi soldado, mi amor, aun te amo y cada dia que pasa te quiero un poco más, te deseo un poco más, así que solo quédate a mi lado… por favor, solo quedate a mi lado.

 

Dionisio tenía razón, él era una mala persona, había cometido muchos actos detestables, había traicionado a soldados honorables, había mentido y usado técnicas que no podía encontrar justas, pero siempre pensó que los resultados valían su esfuerzo, porque siempre creyó que una persona tan buena como su soldado disfrutaría de los campos Elíseos, que nunca le vería de nuevo y de esa forma era que su rencor, su dolor deseaba repartirlo entre sus enemigos, para mantenerse como un juez de Hades y así, al final de los días, ser uno con el que amaba.

 

-¿A donde mas podria ir?

 

Kanon camino en su dirección, deteniéndose a su lado, para acariciar su mejilla con delicadeza, mirándole con ternura, con tristeza y ese enojo que sentía, no era dedicado a su persona, sino a su enemigo, ese dios que deseaba destruir a su omega.

 

-¿Acaso piensas que después de tenerte en mi nido te dejaría marchar?

 

Radamanthys se recargo en contra de la mano de Kanon, suspirando al escuchar esas palabras, esperando que no le dijera que el que tenía que marcharse era él, eso sería sumamente cruel.

 

-Habitemos el santuario, el cielo o el infierno, yo siempre estare a tu lado, cada dia de mi vida estaré contigo mi dragón, mi demonio, mi Wyvern…

 

Kanon deseaba creer que si en verdad existía el caos que se arrastraba en el fondo marino en su cuerpo, que él era el afamado Leviatán, podía usar ese cosmos para proteger a su familia, para mantenerla segura.

 

-Eso te lo prometo, te juro que nunca nos separaremos, porque tu eres mio y yo soy tuyo, y aunque sea pura oscuridad, yo soy tu alfa, tu eres mi omega, mi compañero, my Wyvern, que ha dado a luz a mis huevitos, a Leviatán y al que pronto, en unos nueve meses nacerá, el Behemot, o algo parecido ya que los dos somos monstruos.

 

Radamanthys rodeo el cuerpo de Kanon con fuerza, aferrándose a él con desesperación, sintiendo como besaba su cabeza, acariciando su espalda.

 

-Yo te cuido, yo te mantendré a salvo a ti, a nuestra pequeña Leviatán y a Behemot.

 

Su apuesta no había sido una trampa entonces, porque su amado compañero no lo abandonaría nunca y eso le hacía sumamente feliz, le hacía sentirse afortunado, dichoso.

 

-Yo te amo, te ame desde que te vi en ese puente y supe que tu debías ser mío, porque yo ya era tuyo.

 

Radamanthys se apartó un poco para besar sus labios, asintiendo, porque él también supo que era suyo, que sería suyo, porque se trataba de su amor, de su hermoso soldado.

 

-Te amo demasiado Kanon, yo te amo.

 

*****

 

Minos llegó en la mañana buscando a la rosa venenosa del jardín de Athena, quien aún estaba acostado en su cama, como oculto debajo de las cobijas, sin moverse, aunque pensaba que ya estaba despierto.

 

-¿Estás tomando tu sueño de belleza?

 

Le pregunto con algo de burla, colocando una mano en su hombro, sin embargo, Afrodita se encogió.

 

-Marchate, no quiero ver a nadie.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).