Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los lazos que nos unen. por Seiken

[Reviews - 46]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Minos cerró los ojos acomodándose de nuevo en el colchón con su incomodidad aumentando conforme pasaba el tiempo, tratando de ignorar esas manos y ese perfume, pero era demasiado para él, así que trato de salir de la cama con un movimiento rápido, tomando una bata que estaba convenientemente cerca, que le pertenecía a Afrodita, pero no era demasiado pequeña para él, después de todo, el hermoso omega no era un ser delicado, aunque si era una criatura bellísima. 

 

-No puedo hacer esto, no puedo… 

 

Pronunció casi en un susurro, buscando la manera de salir de allí antes de cometer alguna locura, respirando hondo para pensar en una forma de disculparse por romper su promesa, pero no era un alfa que se dejara llevar por sus instintos, como creía que pronto sucedería. 

 

-No te vayas… 

 

Afrodita apenas se atrevió a pronunciar, sentándose en la cama, estirando un brazo hacia él con una expresión de dolor, sin saber que hacer o cómo evitar que se marchara, una expresión que le dolió a Minos, que sabía, que un omega durante un celo podría estar en peligro y creía, que este omega en especial tendría varios admiradores por llamarlos de alguna forma, que deseaban una oportunidad como esta.

 

-No puedo quedarme sin cometer alguna locura y no caeré tan bajo como para lastimar a un omega en su celo. 

 

Minos dio varios pasos hacia la salida, deteniéndose cuando escucho un quejido del santo dorado, que desviando la mirada, comenzó a observar sus sábanas, apretandolas con fuerza.

 

-Lo siento… realmente lo siento… 

 

Minos le observó fijamente, preguntándose porque se disculpaba, porque bien sabían que el que había hecho algo muy malo era él, no el omega en esa cama, con esa mirada tan triste, su mirada perdida en algún punto de la cama. 

 

-No se como seducir a nadie, no sin usar mi belleza y eso no funciona contigo, no se porque. 

 

Era gracioso que Afrodita estuviera disculpándose, era tan fuera de lugar que no creía que fuera correcto, pero aun asi le miró en silencio, sin decir nada, suspirando, pensando que era por mucho mas ridiculo aun lo que estaba a punto de decirle.

 

-Si realmente quieres seducir a un amante, no puedes comprarle como si fuera una cosa, rebajandolo a un mero juguete. 

 

Afrodita le observó sin comprender sus palabras, pensando que eso había sucedido con el, que todos sus amantes siempre querían comprarlo con algo, con algún objeto, tal vez información.

 

-Eres la persona más extraña que jamás he conocido, Afrodita, pero es tu celo y estas en peligro, así que me quedare a tu lado con una condición. 

 

Afrodita no dijo nada, solo se quedo en silencio esperando escuchar lo que tenia que decir, observando como Minos iba acercándose a la cama, con demasiada lentitud, con demasiada seguridad, después de todo era un alfa, él podía moverse a su antojo aun en medio de un celo. 

 

-Quiero que te acuestes de lado, debajo de las cobijas, cerrando los ojos y no te muevas hasta que yo te lo indique. 

 

Minos ni siquiera entendía porque estaba haciendo eso por este hermoso guerrero, pero Afrodita obedeció, asustado y nervioso, preguntándose qué deseaba hacer, sintiendo como regresaba a la cama, aun vestido con la bata, acostándose por encima de las cobijas, para con una lentitud demasiado extraña, con una delicadeza que nunca había sentido, rodear su cintura con uno de sus brazos.

 

-Me quedaré aquí para cuidar de tu seguridad, pero no me atrevo a compartir la misma cama sin la barrera de la tela como protección, así que, solo cierra los ojos y trata de dormir. 

 

En ocasiones cuidaba del celo de su hermano, manteniendo una guardia fuera de su habitación, esta ocasión no sería muy diferente y solo estaba haciendo lo correcto, proteger a un omega durante su celo.

 

-Porque yo cuidaré de tu celo y de tu seguridad. 

 

Minos sintió como Afrodita iba recuperándose de la sorpresa, para cerrar sus ojos, suspirando, relajándose en sus brazos, permitiendo que le abrazara con delicadeza, que su aroma de alfa lo bañara y lo rodeara, protegiéndolo del peligro. 

 

-Así que no tengas malos sueños, ese alfa que te hizo daño no se atrevería a enfrentarse a mi, puedo asegurarlo. 

 

Afrodita giro en sus brazos, para recargar su cabeza contra el pecho de Minos, suspirando con mayor fuerza, cuando el juez aun seguía abrazándolo, de la forma en la que siempre se imaginó que un alfa hacía con su omega, como lo había visto con Camus y Milo, con Mu y Aldebarán, aun con Shura y Angelo, haciéndole sentir satisfecho. 

 

-Gracias. 

 

Minos únicamente como respuesta a eso empezó a acariciar su cabello, como si se tratase de un niño pequeño, siendo sumamente dulce, tanto como siempre se lo imagino Afrodita que sería, pero no era su alfa, tampoco su amante, no eran nada. 

 

-Solo duerme Afrodita, estás a salvo. 

 

*****

 

Kanon cargaba a su pequeña en sus brazos mirando fijamente a su omega, se veía cansado, casi al borde del colapso, estaba pálido, con bolsas en los ojos, atento a sus alrededores, sentado junto a él, recargado en su hombro. 

 

-Porque no duermes un poco mi dragón, te ves muy cansado. 

 

Radamanthys negó eso, no era momento de dormir, aunque si estaba cansado, mucho más aún con esas visitas, debido al temor de verse solo por culpa de sus pecados, al creer que Kanon se marcharía de su lado, abandonando a Leviatán, a él, a su suerte. 

 

-No puedo dormir… 

 

Kanon beso su cabeza, sosteniendo su mano, para llevarlo hasta la cama en donde le recostó pensando que esos dos años debieron ser muy duros para él, pasar su embarazo en soledad y después cuidar de esta pequeña en sus brazos, eran tareas interminables, porque debía estar pendiente de ella a todo momento. 

 

-Yo cuidaré de ustedes, haré guardia y me encargare de que nuestro huevito no te despierte. 

 

Radamanthys quiso negarse, pero tenía razón, estaba demasiado cansado, cuidar de ella había sido una de las tareas más complicadas que había realizado en toda su vida, en especial, durante su embarazo, pues, al principio trató de ocultarlo. 

 

-Además, yo deseo estar a solas con ella un ratito. 

 

Radamanthys negó eso, acostándose en la cama, sintiendo como Kanon empezaba a quitarle la camisa, los calcetines y los zapatos, para que estuviera mucho más cómodo, besando su mejilla, para regresar al sillón que estaba cerca de una ventana, por donde podía ingresar el sol. 

 

-¿Ya viste como lo dejaste muñequita? 

 

Leviatán seguía sonriendo, como si estuviera contenta con esa pregunta, como si estuviera riéndose de su acusación, haciendole sonreir, besando sus cejas, para arrullarla sobre su pecho. 

 

-Como me gustaría haber estado presente durante tu gestación, habria cuidado bien de mi dragón, le habria mantenido cómodo y descansado en nuestro nido, para que nadie, mucho menos esa fea arpía o ese bastardo, pensaran que estaban solos.

 

Kanon empezó a tararear una tonada que le gustaba demasiado, una canción que Shion le cantaba cuando eran pequeños y no podían dormir, una canción que hablaba del mar, del sol, una canción que le enseñaría a su pequeña en sus brazos, que aún permanecía tranquila. 

 

-Mi huevito, al momento de nacer habrías visto a un hombre hermoso, poderoso, inteligente, con el poder de las estrellas en su cuerpo, un hombre dispuesto a todo para proteger a su familia, un hombre que los quiere con toda su alma y que no dejará que nada malo les pase.

 

Ella sostuvo su cabello cuando beso sus cejas, sus mejillas, la punta de su nariz, haciéndole reír, mirándole con esos ojos azules, creyendo que comprendía sus palabras, su ternura para con ella. 

 

-Porque sabes, se donde hay tesoros en el mar, puedo sacarlos con mi cosmos y los tres seremos endiabladamente ricos, bueno, los cuatro tendremos todo lo que podamos desear, tu, yo, mi dragón, porque debo recordarte que es mio antes que tuyo, y tu hermano el Behemot, mi lindo Leviatán. 

 

Leviatán de nuevo empezo a reirse, balbuceando algunas palabras, feliz de estar a su lado y escuchar su voz, recibir su cariño, haciéndole sentir importante, poderoso de una forma en la cual jamás lo había sido. 

 

-Buscaremos una casa bonita no muy lejos de aquí, que tenga muchas flores, cerca del mar, donde tu aprenderas a nadar, porque donde se ha visto un Leviatán que no sepa nadar… 

 

Ya se imaginaba esa mansión a donde vivirían, con los tesoros que había visto sumergidos, los que estaban en los territorios de Poseidón, pero si no le molestó ser traicionado por él, tampoco le molestaría que los tomara, aunque, si el era el monstruo de las profundidades, esos tesoros también eran suyos. 

 

“Son tuyos por derecho” 

 

Pronunciaron con una voz acuosa, una criatura que parecía estar formada de pura oscuridad, un ser de proporciones monumentales, tan grande como el mismo santuario, cuyos ojos azules estaban fijos en los suyos, un ser alargado, ondulando en la inmensidad, sus tentáculos, sus aletas moviéndose como si estuviera flotando en el agua, en el mar. 

 

“¿No te asustas Kanon?” 

 

Kanon de una forma instintiva supo de quién se trataba, y en donde estaban, lo que no entendió fue porque su pequeña ya no estaba en sus brazos y como si comprendieran su terror, la criatura inmensa hizo a un lado una de sus aletas, mostrándole un trono, demasiado lejos, en donde había una mujer hermosa sentada en el, vestida con las sombras de la noche, una mujer rubia, de ojos azules, que se levantó de su trono, para caminar en su dirección. 

 

“No habrás olvidado tu promesa de antaño, para liberar a tu príncipe de ese viejo senador” 

 

Kanon apenas podía entender lo que se le era pronunciado, pero si sabia de que senador hablaban y quien era su príncipe, sin embargo, cuando la mujer vestida de sombras llegó a él, toda su atención se centró en ella. 

 

-¿Es cierto lo que me has dicho padre? 

 

Era su bebé, pero al mismo tiempo no era ella, porque su pequeña era tan solo una niña inocente de apenas un año de edad, con un cosmos poderoso que resonó con el suyo, que reía al verlo, que lo quería, apenas supo de quién se trataba él. 

 

-¿Que jamás dejaras que nada nos pase, a mi hermano, a mi madre y a mi? 

 

Kanon acarició la mejilla de la mujer, que le sostuvo con sus manos, reconociendo ese brillo en sus ojos, el color de su cabello y las cejas, eran las de su omega, era su pequeña, pero una versión adulta de ella. 

 

-Sentí tu cosmos apenas te vi, supe que tu me cuidaras ahora que no soy más que un bebe de brazos, sin mis conocimientos, sin mi ser, porque yo estoy atrapada en estas sombras, haciendole compañia a tu guardián, el que también es mi padre, pero tu eres mi papá, como el wyvern es mi madre. 

 

Kanon era un hombre sumamente inteligente, había leído casi todos los libros de la biblioteca del santuario y sabía quién era esta mujer, era la noche, era Nyx, que había ocupado un lugar en el cuerpo de su hija, como Leviatán lo hizo en el suyo. 

 

-Soy un monstruo y mi hija es la oscuridad… 

 

Ella asintió, abrazandolo con afecto, recargando su cabeza en su hombro, esperando que no le rechazara, pero Kanon no lo hizo, no podía apartarla, era su pequeña después de todo, así que le abrazó también con delicadeza. 

 

-Aun sigo siendo tu hija y solo aquí mantengo mis recuerdos padre, por lo que estare indefensa cuando esos dioses lleguen por mi, para quemarme en el toro de metal y alimentarse de mi dolor, de mi cosmos, al transformarse mi vida en vino como si fuera el fruto de un viñedo. 

 

Kanon se apartó para verle, comprendiendo lo que su pequeña le decía, que a pesar de ser la noche, tenía su sangre y su cosmos atado al suyo, era su hija, con las cejas de su omega, con el color de su cabello, seguía siendo su pequeño fruto, aunque fuera algo mas tambien.

 

-No dejare que nadie te lastime, eso no pasara nunca, tu y mi dragón, mi Behemot, los tres están bajo mi protección. 

 

Kanon sintió entonces como la mujer de nuevo se transformaba en el bebe que tenia en sus brazos, sosteniéndose de su cabello, con sus pequeñas manitas, pero el monstruo marino aun estaba frente a él, sus ojos milenarios fijos en los suyos. 

 

-Te necesito para cuidar de mi familia, por favor. 

 

Si acaso una criatura con fauces pudiera sonreír, eso era lo que hubiera hecho el leviatán  en respuesta a esa plegaria, sus ojos azules brillando intensamente, cegandolo de momento, para encontrarse de nuevo en su sillón, con su pequeña en sus brazos y su omega durmiendo en esa cama. 

 

-No temas mi niña, nada malo va a pasarles nunca más. 

 

De eso estaba seguro, porque su propia vida dependía de eso, su felicidad, su cordura, su futuro, porque no podía imaginarse una vida en solitaria, después de tenerles en esa pequeña habitación. 

 

-Yo los cuido… 

 

*****

 

Aioros había tomado una decisión que sabia le causaría mucho dolor, pero no tanto como aquel que sufría Saga por su culpa, por su debilidad, su alfa, que cocinaba para ellos un delicioso desayuno, con ese mechón gris en su cabello. 

 

-Te amo Saga. 

 

Aioros se levantó para rodear su cintura, recargándose contra su espalda, sintiendo un cosmos elevarse, era el gran patriarca, quien tal vez notaría la extraña coloración de su alfa, sin embargo, no podían rechazarlo. 

 

-¿Qué le diremos? 

 

Saga guardó silencio, sin saber que decirle a su compañero, que seguía rodeando su cintura, apagando las hornillas, suponiendo que tendría que servir desayuno para los tres, si es que deseaba quedarse a desayunar. 

 

-¿Qué haremos si lo descubre? 

 

No lo sabía, pero esperaba que Shion decidiera ignorar su cambio físico, porque tenía la maravillosa noticia de que los dos estaban juntos y de que tal vez, esperaban tener un pequeño milagro dentro de poco. 

 

-Nada… no le diremos nada. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).