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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-No eres más que un mal recuerdo. 

 

Fue su respuesta, antes de volver a golpear a su enemigo, con el puño cerrado, lanzandolo lejos, volando para caer sobre él, sus pies juntos, pisando su cuerpo usando su peso, su fuerza física y su cosmos. 

 

-¡Que voy a destruir!

 

Escuchando un quejido que le hizo sonreír, sosteniéndolo del cuello, para que pudiera observar sus ojos, como ya no le temía, ya no era más ese fantasma de su pasado que le torturaba en sus recuerdos. 

 

-¿Esto lo haría cualquier omega senador Gracchus? 

 

Le pregunto con una sonrisa, esperando que el temor de su mayor miedo comprendiera que sería destruido, por un omega, el mismo omega que pensaba podía poseer, como si fuera un simple objeto. 

 

-¿Está listo para ser asesinado? 

 

Dionisio estuvo a punto de suplicar por su vida, sosteniendo la muñeca de Radamanthys, que lo elevaba en el aire, asfixiándolo levemente, debido a su propio peso, cuando, repentinamente una música molesta, mucho más que las notas de Orfeo, llamaron la atención de todos los presentes. 

 

-Pan… 

 

El sátiro ingreso tocando su flauta, esperando lastimar al omega, que sacudió su cabeza, liberando un poco el cuello de su amigo y aliado, quien lo atacó con su cosmos, utilizando la sorpresa, la música de la flauta de Pan. 

 

-Te tardaste demasiado… 

 

Pronunció molesto, viendo como Radamanthys, como todos los demás, sostenía sus oídos, sintiendo un dolor que debía ser aterrador, pero parecía que apenas lo aturdía, porque Radamanthys era un guerrero que no gustaba de la música, o tal vez, que tenía una protección natural contra ella, no importaba realmente, solo que la música no lo dañaba como debería. 

 

-¿Te molesta esta música Radamanthys? 

 

Gracchus se acercó al espectro, para golpearlo, utilizando la ventaja que Pan le había otorgado, no obstante, Radamanthys abandonó sus oídos, para seguir peleando contra él, cometiendo algunos cuantos errores, recibiendo mucho más daño. 

 

-¡De todas formas te matare! 

 

Gritó, golpeando su mejilla, sintiendo unos cuernos encajarse en su espalda, eran los del dios Pan, que lo golpeaba con toda la fuerza que sus piernas, su cuerpo, podía propinarle a otro, atacando como si fuera una cabra, lanzandolo lejos, con los dos tajos en su costado. 

 

-Espero que eso te guste, omega. 

 

Dionisio quiso acercarse de nuevo al omega en el suelo, que le miraba fijamente, con una extraña expresión, porque ese no era miedo, ni terror, tampoco sumisión, era odio, era seguridad, era una expresión que claramente le decía que lo pagaría con su vida. 

 

-De aqui tu no saldras vivo. 

 

Radamanthys se levantó del suelo, sosteniendo su costado, apretando los dientes, dejando que un poco de sangre cayera, esperando que ninguno de sus órganos vitales fueron lastimados, mucho menos estos dedicados a dar vida, llevando su mano a su cuerpo. 

 

-¡Maldito! 

 

Pronunció con los dientes apretados, observando como Dionisio no parecía preocupado, ni siquiera un poco, por el hijo que llevaba en su cuerpo, haciéndole ver que no era suyo, de allí, que el dios no se preocupara por su vida, porque le perdiera cuando apenas estaba formándose. 

 

-¡No es tuyo, mi hijo no es tuyo, es de Kanon, lo se, es de Kanon! 

 

Radamanthys volvió a atacar al dios del vino, golpeando su rostro, esquivando un golpe de Pan, que intento dañarlo, comprendiendo que debían huir, especialmente, cuando ese cosmos empezó a elevarse, una energía que le hizo sentir terror. 

 

-¡Debemos irnos Dionisio! ¡Debemos irnos ya! 

 

Sin embargo, antes de que pudieran huir, al menos, el dios del vino, sintieron ese golpe aterrador, viendo como el hombre que estaba en cama, encajaba su brazo en el pecho del dios del vino, liberando su cosmos, su poder, que empezó a inundar el cuerpo del dios, una marea negra que iba destruyendo su cuerpo, lentamente. 

 

-No toquen a mí omega… 

 

Radamanthys le veía en silencio, como el cuerpo de Dionisio empezó a quebrarse, como si estuviera hecho de piedra, hasta que de pronto, como si fuera una estatua de hielo, estalló, desapareciendo en cenizas. 

 

-Nadie tocara a mi familia. 

 

Pan al ver como destruian a su amigo, retrocedió presa del terror, para empezar a correr, huyendo, aprovechando la sorpresa de Radamanthys, así como el terror en el rostro de Kanon, al ver que su omega sangraba de su vientre, de su estómago, sosteniéndolo entre sus brazos. 

 

-¡Radamanthys! 

 

El espectro le rodeo con desesperación, apretándose contra su cuerpo, sonriendo al ver que había despertado, que su alfa regresaba a él, que por fin lo recuperaba, aunque seguía sangrando, despues de ser atacado por la espalda, sintiendo que la pérdida de sangre comenzaba a debilitarlo, cayendo en los brazos de Kanon, esperando que su pequeño no hubiera muerto. 

 

-Lo siento… 

 

*****

 

Con la muerte de Dionisio el vino dejó de funcionar, cada uno de los juerguistas empezaba a pensar con claridad, sin recordar sus acciones, llevando su mano a su cabeza, aturdidos, preguntandose en muchos casos, que estaban haciendo, porque estaban en ese sitio de todos los demás. 

 

Pan estaba asustado, sabía que no podía fabricar más vino, que no podía recuperarse de su debilidad, no sin su viejo amigo, aun asi, trato de huir, llegar a su templo, esperando que ese niño, esa pequeña uva fuera capturada, necesitaban de su vida, de su cosmos. 

 

El sátiro, el viejo dios, se detuvo a la mitad del santuario, con una sonrisa, escuchando unos pasos a su espalda, que reconocería en cualquier sitio, en cualquier lugar, riendose, porque estos pasos estaban solos, no lo acompañaba su alfa, el dios de la guerra. 

 

-Tanto me has extrañado, que has venido a verme… mi dulce arquero. 

 

Aioros escapó del cuidado de su alfa, cuando Shun utilizó un cosmos oscuro, sintiendo la presencia de Pan en ese sitio, siguiéndolo cuando intentó escapar de la ira de Kanon, que cargaba al espectro malherido. 

 

-No soy tu dulce arquero, yo le pertenezco a Saga o Arles, pero no a ti. 

 

No podía dejar que su miedo se apoderara de su cuerpo, de su mente, pero si su odio, el desprecio que sentía por Pan, quien había destruido su vida, al menos, eso pasaba en sus constantes pesadillas, en sus malos sueños. 

 

-Y ahora que tu amigo a muerto, me pregunto, puedes defenderte sin un dios protegiendo tus espaldas. 

 

Aioro elevo su cosmos, furioso, pero tranquilo, pensando por primera vez en toda su vida, la manera de matar a su enemigo de tal forma que sufriera lo máximo posible, que le pidiera piedad, antes de que se la otorgara. 

 

-Creo que es momento de empezar a correr. 

 

Le informo con demasiado frialdad, riendose al ver su expresión de terror profundo, mirándole correr, como hace muchos siglos el también corrió, tratando de escapar, pero siendo capturado, después de ver la sangre de Saga, de su Saga derramada en el suelo, comprendiendo que lo habían matado. 

 

-Mataste a Saga y eso no podré perdonarlo nunca.

 

Tal vez, eso era lo que más le dolía, que hubieran asesinado a Saga, su Saga, para llegar a él, para violarlo y obligarlo a tener el hijo que deseaba darle a su alfa, cuya muerte, creía, era responsabilidad del príncipe de Creta, por enredarlos en sus mentiras. 

 

-Todo esto es culpa suya, pero tú serás quien pague por eso, por dañar a mi alfa, por dañarme a mi, por todas esas vidas perdidas, pero sobretodo, por subestimarme. 

 

Aioros encendió su cosmos y entonces, empezó la cacería. 

 

*****

 

Aldebarán estaba realizando una de las primeras guardias, en compañía de su pequeño, que trataba de serle útil, siguiendo sus pasos, aunque él deseaba que se mantuviera bajo techo, en donde se encontraba Mu, porque él era por mucho más fuerte. 

 

-Me gusta estar contigo, siempre me ha gustado, eres más amable que Mu, pero no le digas que te dije. 

 

Aldebaran sonrió, negando eso con un movimiento de la cabeza, sintiendo ese cosmos corrompido, antes de que pudiera responderle a Kiki, llevándolo a sus espaldas, para protegerlo de ese poderoso golpe, esa técnica que casi lo derriba. 

 

-¡Quedate atras de mi Kiki! 

 

Lo que veían sus ojos era demasiado extraño, demasiado desagradable como para comprenderlo, observando como un espectro de cabello verde, cubierto de heridas, de hematomas y otras marcas demasiado desagradables. 

 

-¿Que demonios? 

 

Kiki aunque se trataba de un aprendiz que había participado en varias guerras, se sostuvo del cuerpo de Aldebarán al verle, porque parecía un espectro que hubiera sido regresado a medias, una criatura desagradable a la vista. 

 

-¿Qué es eso Aldebaran? 

 

El toro no lo sabía, pero mantuvo a su pequeño a sus espaldas, elevando su cosmos, para apartarlo de aquella criatura tan desagradable a la vista, después de enfrentarse a Radamanthys, después a Aiacos, su cuerpo despertado a medias, porque Pandora carecía de las cualidades de su hermano, no podía repararse y al carecer de vida, las heridas, no cicatrizaban como lo harían con cualquier otro guerrero. 

 

-No lo se, pero mantente apartado, Kiki. 

 

Kiki asintió, notando como la criatura, cuyos ojos estaban demasiado pálidos, le observaba, como si quisiera hacerle daño, como si quisiera matarlo, asustandose un poco más. 

 

-Dame a ese niño. 

 

Aldebaran negó eso, no le daría a su niño, a ningún niño, pero sobretodo al suyo, que sabía estaba asustado, pero él podía defenderlo, podía encargarse de su seguridad, pues era un soldado de Athena, un santo dorado. 

 

-No importa, de todas formas iba a matarte. 

 

Inmediatamente atacó, usando sus garras, su velocidad, recibiendo una fuerte bofetada de Aldebarán, cuya guardia siempre había sido de las mejoras y en ataques de cuerpo a cuerpo, era sin duda, quien hacía más daño. 

 

-Nadie tocara a mi pequeño. 

 

*****

 

La muerte de Dionisio en manos de Leviatán, que no era otro más que Kanon, no pasó desapercibida, porque inmediatamente cada uno de los poseídos empezó a toser, a devolver el vino que lastimaba sus cuerpos, cada alfa y beta. 

 

Expulsando un líquido negro, que se evaporó en el suelo, cada uno en mayor, o menor medida, desde Shion, hasta Ikki, solamente Dohko, Saga, Kanon y Shun eran inmunes a eso, todos los demás, aun Camus o el mismo Minos, se vieron envenenados por ese vino. 

 

Dohko supuso que eso había sido todo, en lo que ellos trataban de controlar a esos dos guerreros, a Ikki y a Aioria, obtener información, alguien más había asesinado a Dionisio y esperaba que también a Pan. 

 

Shion sostenía su cabeza con algo de dolor, tratando de pensar con claridad, observando con horror, como Shun en ese momento tenía cabello negro y una expresión desalmada, a su lado, Saga de nuevo portaba cabello gris con ojos rojos, viendo que su amado no estaba presente, tratando de seguirle, pero fue detenido por la mirada de cada uno de los presentes, quienes sabían de quién se trataba. 

 

Y el cosmos que sintieron antes de que esa locura terminara, no hacía otra cosa más que aumentar, era el cosmos de Kanon, de Leviatán, que se movía en su dirección, con Radamanthys en sus brazos, buscando a su pequeña. 

 

Ikki llevó su mano a su cabeza, quejándose, recordando pocos sucesos de aquella batalla, de ese enfrentamiento, pero lo suficiente para saber que le había tratado de hacer daño a Shun, también a Hyoga, el omega que tanto amaba. 

 

Recordando que Pandora le dio una botella de vino y entonces, todo se puso borroso, demasiado extraño para comprenderlo, mirándola fijamente, preguntándose qué estaba haciendo allí. 

 

-¿Qué está pasando? ¿Que he hecho? 

 

Pandora maldijo, porque no esperaba que Ikki despertara de su letargo con tanta facilidad, retrocediendo al notar el enojo de su hermano, que tuvo que usar su cosmos, para defender a su omega, que seguía siendo sostenido por Camus, protegido por Milo, pero esta vez de él, todo gracias a ella. 

 

-¿Qué es lo que me has hecho? 

 

Pregunto, liberándose de las cadenas, observando a su hermano, con esa apariencia, como si fuera el mismo Hades, otra vez, quien respiraba hondo, pensando en la forma de atacarlos, para llevarse a su cisne con él. 

 

-¿Shun? 

 

De nuevo toda su atención estaba fija en su hermano, en su pequeño hermano que casi asesina, para quitarle a su omega embarazado, actos que no comprendía en ese momento, actos que encontraba aberrantes. 

 

-Lo siento… siento lo que he hecho. 

 

Arles comenzó a reírse, suponiendo que ya no tenía ningún motivo para esconderse, pensando en la manera de salir de allí, buscar a Aioros, cuyo cosmos podía sentirlo elevarse, no con miedo, sino con odio, uno tan grande que heló su sangre, porque no sabía que su arquero podía sentirse de esa forma. 

 

-No me importa Ikki, lo único que me importa es mi primavera, mi dulce Hyoga, mi esposo, con el beneplácito de sus padres. 

 

Shion apenas se atrevía a moverse, pero fue Dohko quien trato de dar un paso en su dirección, para calmarlo, sintiendo el cosmos de Hades en todo su esplendor, atacandolos con este, apartandolos a todos, aun a su omega, que sostuvo entre sus brazos, para llevarselo consigo, dándole la orden a sus espectros de atacar el santuario, únicamente para tener tiempo de marcharse. 

 

-¡Sabía que solo mentias cuando decias que estabas curado! 

 

Era Aioria, quien pronunció esas palabras, atacando a Arles, que lo rechazó de un solo golpe, pues se trataba de un dios, uno enamorado de su hermano, su armadura cambiando por aquella del dios de la guerra, riéndose de la expresión del joven castaño. 

 

-Si lo sabias, debiste hacer algo antes de que fuera tarde. 

 

Sin mas, se marcho, usando sus alas, para buscar a su omega, cuyo cosmos furioso le indicaba hacia dónde debía dirigirse, su odio le indicaba el camino. 

 

-Al menos, no habrá niños desaparecidos. 

 

Pronunció Dohko, tratando de mantenerse calmado, observando como Mu, parecía distante, tanto como Shion, que no respondió sus palabras, dándole la espalda, alejándose con un paso lento, planeando la ofensiva, como siempre supo que pasaría. 

 

-No debí haberme emocionado… 

 

*****

 

Al mismo tiempo, al terminarse el cosmos de Dionisio que mantenía a Valentine de pie, con un poco de cosmos prestado de Pandora, quien había sido despreciada por su hermano, el cuerpo del traidor, empezó a quedarse sin energía, empezó a morir lentamente, aunque, parecía estar a punto de triunfar, de ganarle al gran toro, que le vio retroceder, para simplemente, con demasiado facilidad, caer al suelo, como un juguete cuya batería se ha terminado. 

 

-¿A sido derrotado? 

 

Preguntó Kiki, viendo como Aldebarán destruía su cuerpo, escuchando unos pasos, los de Mu, que al sentir el cosmos del toro, pero en especial de Kiki, quiso ver que estaba pasando, pero, su actitud era diferente, distante. 

 

-¿Que ocurrio aqui? 

 

Kiki no entendió ese cambio en su tono de voz, porque le gustaba mucho más el nuevo, sin embargo, no supo qué responderle, cuando Aldebarán, acaricio su cabello, para marcharse en silencio, siendo ignorado por Mu, que parecía demasiado distante. 

 

-¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? 

 

Mu no le respondió, simplemente se marchó en silencio, esperando que lo siguiera, pero Aldebarán si sabía lo que pasaba, esa locura, esa enfermedad, por fin se había terminado, y no sabía cómo sentirse al respecto. 

 

-Un dios oscuro ha muerto, pero tres se han levantado en su lugar. 


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