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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¿Ya no soy una rata verde?

 

Preguntó con un dejo de burla, esperando la respuesta de Camus, que suspiro, algo molesto, llevando una mano a su cintura. 

 

-No creo que a mí cisne le gusten las ratas, lo que te convierte en un conejo… 

 

Milo no entendía muy bien de qué estaba hablando Camus, llevando una mano a su hombro, haciéndole una señal, para que ya no le diera más círculos a lo que habían llegado a decirles. 

 

-Sigo respaldando la decisión de Hyoga, es un adulto, un guerrero curtido en el campo de batalla y tú no puedes ser tan idiota como para dañar a tu omega. 

 

Pronunció entonces, con una voz fría, amenazante, que hizo que Hades arqueara una ceja, escuchando los pasos de Milo, que se acercaba a ellos. 

 

-Y venimos nosotros, porque pensamos que solamente a nosotros, no nos atacarían porque te queremos mucho Hyoga, eres nuestro primer hijo, aunque no compartimos nuestra sangre. 

 

Hyoga se levantó para bajar las escaleras, deteniéndose junto a los dos santos dorados que tuvieron que llenaron el vacio que dejo su madre cuando partió, el omega que le sonreía orgulloso y el alfa que observaba de reojo a su compañero, tratando de ser amable, sin lograrlo del todo. . 

 

-¿Estan hablando en serio?

 

Camus asintió, estaban hablando en serio, ayudarían a Hyoga todo lo que pudieran y aceptaban a su alfa, ya fuera el amable Shun o el despreciable Hades, que insistió que su alumno, nacido en el hielo, criado en este y cuyo cosmos era el aire frío, se trataba de su primavera. 

 

-Si, no creo que nos quede de otra, si queremos conservarte a nuestro lado y ver a esos niños crecer, al menos, asi podre ver unos pequeños copos de nieve antes de que muera a causa de la vejez. 

 

Milo suspiró, no era el momento para eso, aunque logró que Hyoga sonriera, de una forma delicada, como la de Camus, una sonrisa que podía pasar desapercibida, por todos, menos por sus compañeros, que les veían con una expresión enamorada. 

 

-Se realizó una votación, porque Aioria insistió que teníamos que dar con ustedes, apartarlos del mundo, pero nadie más deseaba eso, no nos habían hecho daño y nosotros somos los guardianes de la guerra justa, no podemos iniciar una sin una razón suficientemente válida. 

 

Pronunció Camus, en dirección de Hades, o Shun, aunque parecía que en ese momento eran los dos, porque su cabello era verde, pero sus ojos un poco más oscuros de lo normal, aunque no estaba del todo seguro, porque nunca le había prestado demasiada atención a Shun. 

 

-Hacen bien, porque yo amo a Hyoga y no deseo iniciar una guerra, porque ustedes son tan necios como Demeter, evitando que mi amor haga su voluntad, que es, quedarse a mi lado. 

 

Shun se levantó de su trono, avanzando hacia ellos, deteniendo su mirada en Milo, con una expresión que le hizo retroceder un solo paso, especialmente, cuando coloco una mano en su vientre, sintiendo la vida creciendo en este. 

 

-Estas embarazado… 

 

Susurro, notando el cambio momentáneo en la expresión de Camus, que sonrió por unos instantes con una alegría que él también sintió, cuando supo que su primavera esperaba niños suyos, pero, tan rápido como cambio su rostro, se paralizó de nuevo, cerrándose para todos los presentes. 

 

-Apenas puedo sentir vida en tu cuerpo, no un alma, pero cuando este lista la semilla, esta tomara su lugar en su cuerpo. 

 

Milo llevó su mano a su vientre, preguntándose si podía creer en las palabras de Shun, sonrojándose inmediatamente, cuando su alfa tomó su mano y la besó, con delicadeza. 

 

-Felicidades. 

 

Hyoga tambien estaba contento, sin saber muy bien que pensar, Milo estaba embarazado, su maestro seguía aceptando a su alfa, no había guerras, no los cazarian, su único pesar era el fenix, pero alli no podia hacer nada. 

 

-Ni siquiera Ikki quiso buscarlos y me pidió, que por favor, lo perdonaran, que no era él y que lo siente mucho. 

 

Milo pronunció con calma, esperando la respuesta de Hades y de Hyoga, quien asintió, su alfa no estaba del todo seguro respecto a qué debía pensar, pero aun asi, acepto esa disculpa, suponiendo que era muy difícil para él acercarse a ellos, después de sus actos despreciables. 

 

-En ese caso, si no tendremos guerra y me aceptan como el alfa de su cisne, creo que es momento de festejar esta reunión, los tres nacimientos que vienen en camino. 

 

Camus estaba de acuerdo, debían festejar la llegada de su paletita de mora azul, o de su escorpión verde, la gran noticia, por fin, después de tantos años juntos, su omega tendría un pequeño fruto de su amor, al que cuidaría mucho, le enseñaría a pelear, a leer y escribir, le compraría muchas cosas bonitas, lo cuidaria de cualquier daño. 

 

-Una paletita… tendremos una paletita. 

 

Susurro entonces, como si apenas hubiera comprendido lo que le decían, que tendría un hijo de su escorpión, a quien abrazó con fuerza, para cargarlo en el aire, dando vueltas con el, sin importarle nada más, ni las miradas de los intrusos, nada, solo que su escorpión estaba embarazado. 

 

-¡Milo, tendremos un bebé, un lindo bebe con tus ojos y cabello, con mi cosmos, una paletita! 

 

De nuevo lo dejo en el suelo, abrazando sus hombros, besando sus labios, tan emocionado como cuando Milo le dijo que lo aceptaba, pensando de pronto en qué hacer, recordando las palabras de Kanon, tomandoles mucho sentido. 

 

-Y si se lleva bien con Leviatan podríamos casarlos como dijo Kanon, con su poder y el nuestro, serán guerreros invencibles. 

 

Milo negó eso, porque no le dejaría hacer eso, a menos que su paletita estuviera dispuesta, escuchando una risa de Hades, que de nuevo arqueaba una ceja, negando eso con un movimiento de su dedo, un claro no. 

 

-Leviatán es hija de uno de mis soldados más leales y si se realizara un matrimonio concertado, estoy seguro, que mi espectro me entregara a su hija, para que se case con alguno de mis gemelos. 

 

No sabía si Shun estaba bromeando o no, pero tal vez estaba hablando en serio, tal vez si pensaba que su hija sería entregada a ellos, cuando le dijeron claramente que entre los dos aterrorizarian el santuario. 

 

-Kanon tiene la última palabra. 

 

Y como si fuera una broma, Hades, volvió a sonreír, siguiendo el juego de Camus, que claramente no casaría a su paletita sin que él o ella, lo deseara, sin embargo, parecía que nunca encontrarian un punto de acuerdo. 

 

-Radamanthys es quien le dio a luz, por supuesto, que el omega es quien decide el destino de sus hijos. 

 

Hyoga y Milo intercambiaron una expresión sorprendida, para escuchar de pronto la risa de ambos, que les observaban perplejos, pensando que se llevarian bien entre ellos, tenían la misma forma de pensar. 

 

-Aunque por supuesto que nadie obligará a ningún hijo mío a realizar un acto que no desea. 

 

Por supuesto no, pensaron los omegas, que siguieron a sus alfas a una sala inmensa, en donde vieron con sorpresa a Pandora, encadenada a un pilar, con una mirada triste, acongojada, porque parecía que su única tarea en el inframundo constaba de tocar musica, la musica que Hyoga deseara escuchar. 

 

-No pude hacerle daño, después de todo es mi hermana, pero carece de cualquier dominio en el Inframundo y no la he mandado lejos, porque se que tan nefasta es cuando le dejó libre, así que, Pandora, únicamente servirá para amenizar mis comidas con su música, hasta que comprenda el mal que hizo, al tocar a mi omega, usar a mi hermano y vender a Radamanthys. 

 

Camus y Milo ignoraron la presencia de Pandora, o su castigo, comprendiendo que otros dioses le habrian asesinado, Hades, únicamente le mantendria presa, aunque le trataba como si fuera parte de la decoración. 

 

-¿No puede comer con nosotros? 

 

Hyoga siempre había tenido un buen corazón, pero Shun negro eso, no lo haría hasta que comprendiera sus acciones, el daño que había realizado a los demás, en ese momento, la cadena que le ataba a esa habitación desaparecería, pero mientras tanto, se mantendria firme en su pierna, apartandola del Inframundo. 

 

-No hasta que comprenda lo que ha hecho y sienta remordimiento de sus actos. 

 

Aunque pensaba que eso nunca pasaria, despues de varios siglos, su hermana seguía odiando a su primavera, seguramente creía que fue traicionada, que fue utilizada por sus soldados, que Radamanthys debía obedecerla sin más, que Hyoga le dijo que la castigara, así era ella, aunque era leal a él, su amor era demasiado enfermizo. 

 

-Mientras tanto, se quedará en ese sitio, para que no le haga daño a nadie más.

 

*****

 

-Vienen a matarme. 

 

Eso lo pregunto Arles, colocando a su arquero detrás de su espalda, su templo había vuelto a la vida, sus soldados les veían fijamente, esperando una orden, una señal que les dijera que debían destruir a sus enemigos. 

 

-Después de jurarme lealtad. 

 

Afrodita fue el primero en dar un paso hacia Arles, era el que más le estaba agradecido, por lo cual, esperaba que su dios quisiera escucharlo, que viera que hablaba con la verdad. 

 

-No, no hemos venido a nada eso, nuestra lealtad es tuya, después de todo. 

 

Respondió Afrodita, arrodillándose frente a Arles, que aun les veía fijamente, sin saber muy bien que esperaban obtener en su templo, porque le visitaban en ese momento, en el cual, sabían de quién se trataba, que había robado a uno de los suyos, a menos, que hubieran traicionado al santuario.

 

-Traicionaron al santuario. 

 

Afrodita negó eso, porque tampoco traicionaron al santuario, en realidad, estaba siguiendo todas las reglas heredadas por su diosa al no iniciar el primer ataque, al darle una oportunidad a la paz. 

 

-Hemos acordado que no habrá guerra si tu no la inicias primero, que Aioros actuó por su propia voluntad al escapar contigo, así que no hay ningún crimen que perseguir. 

 

Aioros se sorprendió al escuchar esas palabras, dando unos pasos hacia su dirección, esperando escuchar que aun su propio hermano llegó a esa conclusión, pero no creía que eso fuera posible. 

 

-¿Aioria? 

 

Afrodita suspiro, porque él era el único que quiso perseguirlos, que significaba un peligro para la paz, por lo cual, tenía que ser claro en ese aspecto. 

 

-Tu hermano fue el único que estuvo en contra de la paz, así que si llega a atacarlos, está actuando a las espaldas del santuario, contradiciendo las órdenes del patriarca. 

 

AIoros llevó una mano a su pecho, negando eso con mucho dolor, sintiendo las manos de Saga sobre sus hombros, un beso delicado en su frente. 

 

-Lo siento tanto… 

 

Aioros asintio, no era culpa de Saga, sino suya, por dejarle solo tanto tiempo supuso, al no poder enseñarle que no todas las reglas debian seguirse y que no toda la oscuridad debía perecer. 

 

-No es culpa tuya, no tienes porque pedirme perdón. 

 

Al ver que el mensaje había sido escuchado, simplemente se marcharon sin decir más, cada uno de ellos regresando a su respectivo hogar, Afrodita a donde había abandonado a Minos, sus amigos al templo de capricornio. 

 

-Minos lo espera en el cuarto principal señor Afrodita. 

 

Era una de las muchachas que servian a Minos, una mujer vestida como una monja, con su rostro cubierto por un lienzo, quien le dio a su vez un pañuelo de seda, que dejó caer en sus manos. 

 

-Solicita que se ponga esto antes de ingresar en la habitación. 

 

Afrodita no supo qué decir, pero asintió, recordando que aun tenia las noches y los días de Minos para él, pero que ya no necesitaba de esa absurda promesa. 

 

-Muchas gracias. 

 

*****

 

-Dohko… 

 

Pronunciaron al ingresar al templo de libra, para verlo sin vida, su tigre, su amado no se encontraba presente, pero escucho unos pasos, observando a quien pensó era su rival, pero al mismo tiempo era el omega de su único hijo. 

 

-Dohko se marchó a los cinco picos. 

 

Shion tragó saliva con dificultad, cerrando los ojos, para sentarse en una silla, que estaba cerca de la mesa donde hicieron el amor después de tantos años. 

 

-No se merece que lo trate como lo trata gran patriarca y yo se, que él desearía que usted lo siga a donde se marcho, que lo busque en los cinco picos, para pedirle una oportunidad. 

 

Shion sintió las manos de Aldebarán sobre sus hombros, ayudandole a levantarse, dándole un ramo de flores blancas, que sabía por sus constantes parrandas en compañía del anciano maestro, que las amaba. 

 

-Dice que su amor se las regaló la primera noche que estuvo en el santuario, ese creo que es usted, así que por favor, vaya por él y dígale lo que siente, que este amor no es una ilusión, merece ser feliz. 

 

Shion asintió, sin saber que decirle a Aldebarán, a quien pensó por unos momentos en asesinar, comprendiendo que había hecho todo mal, pero el toro aun deseaba ayudarle. 

 

-Gracias… 

 

Fue lo único que dijo, antes de marcharse, buscando a Dohko.

 

-Muchas gracias. 


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