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Extravagante amor por 1827kratSN

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«Mátala»

 

Miró por la ventana de su despacho, deslizó sus dedos por el cristal completamente limpio para formar una línea gruesa de modo que ensuciara parcialmente esa pulcritud. Suspiró profundamente porque se sentía inquieto y no era para menos.

 

—¿Aun no vuelve?

Juudaime, tranquilo. Reborn-san volverá a más tardar mañana. Él estará bien.

—Lo sé —sonrió forzadamente—, él siempre vuelve sin rasguño alguno.

 

Pero no volvía. Era el quinto día y no volvía. ¿Qué lo había retrasado tanto?

La misión que le asignó fue planeada para cuatro días, pero Reborn le informó a Hayato que tardaría dos días más en completarla y no dio detalles del porqué. Esa duda lo estaba matando de forma lenta y dolorosa…, al igual que en las anteriores ocasiones en que ocurrió algo similar.

 

—Tenemos una reunión.

—¿No la podemos aplazar?

Juudaime, ¿no se siente bien?

—No —suspiró apretándose levemente el brazo derecho—. Pero no te preocupes, olvida lo que dije y sigamos con el itinerario.

—Puedo llamarlos y aplazar la reunión hasta que consultemos con un médico.

—No hace falta, Hayato. Creo que sólo son impresiones mías. Estoy bien.

 

¿Cuánto tiempo llevaba saliendo con Reborn? Si mal no recordaba eran dos años, nueve meses, tres días, catorce horas y treinta minutos. Y había sido maravilloso, pero también era doloroso. Era una dulce agonía diaria que se mitigaba sólo cuando sentía el cuerpo ajeno cerca del suyo y se perdía entre el aroma a café y el perfume francés que le regaló.

¿Cómo alguien como Reborn pudo aceptar salir con el patético Tsuna? No lo sabía, en realidad no tenía ni idea, y sinceramente le daba miedo preguntar. Temía que todo ese paraíso se fuera abajo y de eso quedara sólo las ruinas marchitas de su más bonita relación.

 

«Te va a traicionar pronto»

 

A veces él y Reborn se mostraban en las reuniones o fiestas que organizaban las familias aliadas o la suya, pues su relación jamás fue oculta a pesar de los cuchicheos que evidenciaban el rechazo. Reborn solía tomarle la mano con delicadeza para darle confianza, le besaba la frente o mejilla cuando debían tomar rumbos distintos debido a una u otra cuestión y se alejaban en medio del tumulto de personas que querían iniciar una plática.

Tsuna odiaba eso.

Cuando notaba de lejos a Reborn se daba cuenta de lo fácil que podría perderlo. Lo veía conversar con cualquiera con extrema facilidad, reír ante un mal chiste dado por una mujer de figura descomunal, o beber junto a cualquier muchachito de buen ver que poseía una sonrisa coqueta de esas que abundan.

Alguien mejor que él podría robarse a Reborn.

Los miedos del cielo no estaban infundados, no, era todo lo contrario. Todo parecía argumentar que sus cuestionamientos estaban acertados. Las mujeres que miraban a Reborn de lejos, los hombres que murmuraban mientras disimuladamente tenían en la mira al antiguo arcobaleno del sol, las amantes del azabache que conoció a lo largo de su vida en Vongola, las historias que desconocía porque la vida pasada de Reborn estaba y estaría siempre oculta.

¿Por qué Reborn no le contaba sobre su vida pasada?

 

—Muy buena sugerencia, Tsuna-kun.

—Gracias, Enma —reía bajito junto con su amigo al salir de esa reunión donde dejó enfurruñados a un par de aliados que querían pasarse de listos—. Pero debo agradecer tu apoyo también.

—Yo siempre te apoyo, Tsuna-kun, porque tienes buenas bases y fundamentos.

—Aprendí del mejor —miró la hora en su celular, pero la olvidó casi instantáneamente pues su atención se desvió al emoticón de llamadas.

—¿A quién vas a llamar?

—A Reborn —marcó el numero uno programado en marcación automática y esperó…, y esperó…, y apretó el teléfono al escuchar la contestadora.

—¿Sucede algo?

—No contesta.

—Pero de seguro nota tu llamada perdida y te la regresa. No te preocupes.

 

«Te engaña»

 

Era despreciable, no lo merecía y aun así Reborn solía llegar, abrazarlo por la cintura antes de depositarle un beso en la frente y otro en sus labios. Un beso delicado que lo hacía sonreír antes de abrazarlo y respirar profundamente para verificar que sólo el perfume que le regaló se diferenciase. Se quedaba así hasta que comprobaba que nada raro había en Reborn, pero también disfrutaba de las caricias en su espalda y cabello dadas por esas manos adiestradas para utilizar cualquier arma.

Amaba a ese asesino.

Tsuna verificaba que su novio estuviera intacto, que no poseyera heridas que tratar en la enfermería, y después se tomaba un rato libre de sus labores para comer algo junto al azabache, platicar, que este le informara de cualquier cosa —por más mínima que fuera—, ocurrida en la misión porque adoraba ver cómo los labios de Reborn se movían cual danzantes diestros en su arte.

Y lo besaba. Lo hacía hasta quedarse sin aire.

 

«Vigílalo»

 

Volvía al trabajo sin estrés ni dudas, con una sonrisa, feliz de que Reborn ya estuviera en la mansión porque así podría estar seguro de que nada malo pasaría. Nada. Porque su familia jamás lo apuñalaría por la espalda, ninguno lo haría porque ellos sabían lo feliz que era con el asesino y lo feo que se podía poner el ambiente si alguien lo hacía enfadar.

Ellos sabían que no podían tocar lo que era de su décimo cielo.

 

—Deja eso —la voz susurrante de su novio le hacía cosquillas en el oído.

—Sólo déjame terminar este informe.

—No.

—Pero…

—¿Acaso quieres que te diga lo que te voy a hacer?

 

Sí, amaba que Reborn hiciera eso; que le susurrara cuanta cosa obscena al oído después de que lo sacara de su cómodo asiento y lo manoseara con descaro debajo de la ropa; que apretara sus glúteos con necesidad y se restregara desesperadamente hasta que sus miembros reaccionaran por completo. Le gustaba sentirse deseado por aquel hombre que despedía sensualidad y lujuria en cada movimiento, caricia o susurro. Se entregaba por completo y de todas las formas posibles.

Le dio su alma y cuerpo.

Sólo en el acto carnal dado en su lecho podía dejar de lado todo tipo de pensamientos depresivos mientras esa lengua se resbalaba sobre cada poro de su piel. Tsuna exhalaba un entonado cántico repetitivo llamando a su amante, suplicaba por más de aquel placer dado sólo por el amor de su vida. Se sentía pleno cuando las manos de Reborn se unían a las suyas mientras sus labios eran mordisqueados. Sólo así dejaba de lado su tristeza y pensamientos tortuosos. Sólo cuando se volvían uno y se drogaban con el éxtasis de su orgasmo podía sentir que verdaderamente ese hombre era suyo.

Quería que esa sensación fuera permanente y eterna.

 

—¿Quieres bañarte conmigo?  —era una propuesta con trampa.

—Pues… —Tsuna sintió el beso en sus hombros y rio divertido— no —acarició el rostro de Reborn antes de darse vuelta y besarlo—. Iré después o jamás saldremos de la tina.

—Sólo pensaba hacerlo una vez —sonrió ladino.

—No —volvió a besarlo—, no debo distraerme más. Tengo que terminar algunos pendientes.

 

«Sabes que te engaña»

 

Miró el celular de Reborn y se mordió el labio. No, no lo haría otra vez. No más. Eso sería invadir la privacidad de la persona que amaba. No podía…, aunque conociera la contraseña —porque en algún momento vio a Reborn usarla—. No podía revisar sus mensajes, llamadas, correo…, todo. ¡No! No podía arriesgarse.

Pero en esa ocasión no fue necesario.

La pantallita se encendió a la vez que el aparato empezaba a vibrar, un nombre apareció titilando en conjunto con la foto de una rosa roja como fondo. Era una mujer y Reborn la tenía registrada con extremo detalle porque a nadie más le dio una imagen de referencia. Lo peor era que ese nombre lo conocía, porque era una de las servidoras de su alianza en Francia.

Sus peores miedos se materializaron en esa simple llamada que terminó segundos después para que el celular volviese a quedar estático y apagado.

Pero no podía ser cierto. ¿Verdad?

 

—No podré estar contigo en San Valentín.

—¿Eh? —esa fue la puñalada final—. Pero… ya teníamos planeado todo.

—Surgió algo que debo resolver —un beso seco—. Te lo voy a compensar, lo prometo.

 

«Mátala»

 

Era una morena de contextura fina y caderas amplias, cabello tinturado de color azul con destellos aparentemente rubios en dos mechones al frente, pechos dotados y redondeados que destacaban debido al vestido blanco que moldeaba su figura y que tenía un escote en la pierna derecha que casi llegaba a ser vulgar. La había visto en algunas de sus fiestas, también vio a Reborn charlar con ella en pequeños lapsos.

Tenía razón.

Sinceramente no le costó mucho el rastrearla, Tsuna siguió su muy alterada intuición y acudió a la ayuda de un muy confiable Shoichi quien era una tumba que guardaba muchos secretos. Y ahí estaba ahora, mirando a esa mujer que intentaba arrebatarle todo lo que le importaba en esa vida.

Y no sabía qué hacer.

 

«Aléjala»

 

—Tu citaste a Reborn, ¿verdad?

—Tsunayoshi-san —se la vio impresionada, alterada y nerviosa. Era obvio.

—¿Te ibas a acostar con él?

—Iba a demostrarte que no es de las personas fieles. Él no gusta de la monogamia.

—Lo sé —su aire salió de forma dolorosa y le dolió la garanta.

—Pero yo sólo quería…

—Sígueme.

 

Tsunayoshi no pudo controlarse, simplemente le fue imposible. El dolor fue tal que perdió la razón, el sentido, la compasión y la empatía. Sólo quería verla sufrir. Sólo quería darle un poquito de su propia medicina para que entendiese la herida que forjó en su pecho. Quería hacerle entender que Reborn era suyo y de nadie más.

 

«Mátala»

 

No quiso escucharla a pesar de que ella quiso justificarse con tonterías. La abofeteó en cuanto le fue posible, la amordazó e inmovilizó, la arrastró consigo como si fuese una muñequita de trapo manejable, la metió a su auto y la llevó a una de las bases más alejadas usadas para interrogatorios y aprisionamiento temporal de enemigos.

La amarró en una silla en medio de una habitación individual, esperó a que despertase y después sólo la miró en silencio por largos minutos mientras intentaba entender qué carajos Reborn vio en esa mujer. La miró con odio e intentó ahogar sus lágrimas en medio del juego que realizaba con esa jeringa entre sus manos.

 

«Hazla sufrir porque se atrevió a tocar lo que es tuyo»

 

—Eres alérgica al maní, ¿verdad?

 

La escuchó gimotear suavemente, pero no esperaba respuesta porque seguía amordazada. Vio esos ojos azules llenos de pánico y esas lágrimas de cocodrilo deslizarse con lentitud por esas mejillas. Vio a la mujer intentando articular palabras de súplica que el castaño ignoró tan fácil que incluso tuvo tiempo de beber de su copa de vino mientras sacaba un frasquito de entre su chaqueta.

Le lanzó un maní con tal precisión que le dio en el ojo.

Tsuna la escuchó quejarse y siguió con lo suyo. Uno por uno siguió arrojando tan miserable legumbre hacia la mujer que poco a poco empezó a reaccionar ante el estímulo. ¿Reborn se fijaría en esa mujer si la viera así? Estaba seguro de que no porque poco a poco esa esbelta fémina empezó a llenarse de placas rojizas e hinchadas, su piel se volvió colorada, empezó a jadear desesperada y se removía inquieta.

Pero no era suficiente.

Se acercó a ella hasta que le metió uno de los manís a la boca y la obligó a tragárselo porque también la hizo ahogarse con agua. La envenenó. No pasaron ni diez minutos cuando la vio contorsionarse con desespero, casi convulsionando mientras soltaba gemidos ahogados y roncos en señal de que sus vías respiratorias se estaban inflamando y tapando.

Pero no quería matarla así de rápido.

No.

Le inyectó la medicina para que los efectos desaparecieran.

Y empezó a torturarla de nuevo.

Inició un ciclo cruel en donde le cedía el veneno y le administraba la cura cuando estaba seguro de que se estaba muriendo. Lo hizo tantas veces que el catorce de febrero se terminó y la luz del sol estaba en lo más alto del cielo nuevamente. Tsunayoshi rio al saber que Reborn sería plantado, se enfadaría y jamás volvería a buscar a esa mujer. Gozó de ver a la fémina rogarle entre gemidos y murmullos inentendibles —debido a la mordaza—, para que la dejase en paz.

No lo hizo.

Se terminó su segunda botella de vino y empezó con una de tequila cuando vio a la morena ahogarse nuevamente en medio de las reacciones alérgicas. Bufó porque dejó de parecerle divertido el verla llena de aftas blanquecinas que le arruinaron la piel cercana a la boca hinchada. Se tardó demasiado y, por lo tanto, al aplicar la medicina, ésta ya no funcionó.

La vio ahogarse hasta que dejó de respirar.

La había asesinado.

 

—Diablos.

 

Tsuna dejó de lado su copa, se limpió los labios, miró por última vez aquellos iris azules carentes de vida y se sentó en la silla cercana. Vio el cuerpo inerte de esa imbécil y… se sintió peor que antes.

¿Qué había hecho?

Hasta ese punto había ahogado todo deseo insano por destruir a cada hombre y mujer que se acercara a Reborn y fuera una amenaza latente para acabar con su relación. Había controlado esa vocecita aguda en su cabeza que le hacía dudar de la fidelidad de su novio. Pero ya no pudo hacerlo.

Y lloró.

Se desplomó en medio de sus lágrimas y sollozos. Se sintió estúpido y mareado. Se dejó vencer por el cansancio y los efectos del alcohol en su sangre mientras dejaba de lado la jeringa usada innumerables veces y se cubría los ojos para no mirar a su víctima.

Se había vuelto un monstruo.

 

—Fue mejor de lo que creí.

—¿Reborn? —asustado, Tsuna se levantó para encarar a su invitado.

—Y por cierto… —la mirada de ese sol no mostró enfado o sorpresa—, ella no estaba detrás de mí, sino de ti. La muy estúpida me estaba usando para llegar a ti. Un plan muy bobo, pero no esperaba mucho porque era sólo una niña tonta.

 

Lo vio ahí, parado, mirándolo, sonriéndole tan dulcemente que calmó por un momento su dolor. Tsuna quiso creer que se había quedado dormido y estaba soñando, pero escuchó esos pasos acercarse y después sintió en su mejilla la suave caricia de aquel azabache de negra mirada. Se limpió las lágrimas y se alejó cuanto pudo, pero poco sirvió porque Reborn lo sujetó y abrazó protectoramente.

 

—Lo siento.

—No has hecho algo malo.

—La asesiné después de torturarla —confesó en susurros.

—Y eso era lo que estaba planeado, Tsunayoshi —Reborn deslizó su dedo por la mejilla del décimo Vongola antes de darle un beso casto—. Y haz hecho un trabajo estupendo.

—¿De qué me hablas? —giró su rostro un poco para mirar a esa mujer, su actual cruz de plomo.

—Jamás me fijaría en alguien diferente a ti —le besó los labios en toques mariposa repetitivos hasta que su cielo dejó de temblar y se relajó un poco—. Yo sólo te amo a ti.

—Tú ibas a acostarte con ella —acusó agitado, perdido.

—No —giró a su cielo para que no mirase a esa zorra y le sonrió sutilmente—. Me daría asco tocar otra piel que no fuera la tuya.

—Entonces… —tragó duro—, ¿por qué tú la citaste?

—Para que pudieras tener tu iniciación —le besó la punta de la nariz y después rozó la propia con la mejilla ajena en una caricia amorosa—, como un bautizo occidental.

—¿Querías que la matara?

—Es tu primera víctima, es la primera vida que te llevas sin motivo alguno, es el inicio en el verdadero mundo de la mafia —Reborn sonrió antes de mirar directamente a esos ojos chocolates—. Y sinceramente me siento halagado porque tu primer asesinato fue ocasionado por los celos hacia mi persona. Linda declaración de amor, Tsuna.

—No puedo creer que me manipularas así —no podía dejar de mirar esos pozos negros.

—Tenía que hacerlo —le besó los labios con cariño—, para que formaras parte de este mundo negro —un beso más—, pues retrasaste el mancharte las manos hasta este día.

—Yo… no quise matarla.

—Pero lo has hecho —le siguió dando besos cortos para calmarlo—. Y eso hará que tus siguientes víctimas sean más sencillas y la culpa ya no te pese.

—Reborn —se aferró a la espalda ajena y soltó un sollozo—. Ayúdame —pero aún estaba esa voz y esa necesidad posesiva que tenía con Reborn. Necesitaba ayuda, lo sabía—. Ayúdame, por favor.

—Lo sé —palmeó la espalda de su cielo amado—. Controlaremos tu celopatía, pero nada quitará el hecho de que ya eres un verdadero capo mafioso.

—No quiero hacerlo de nuevo.

—Pero habrá veces en que sea necesario —lo apretó contra su pecho—, y yo estaré a tu lado en esas ocasiones. Yo tomaré tu mano y dispararemos juntos.

—Tengo miedo.

—Yo aliviaré tu miedo —le besó los cabellos—, mi amado cielo.

 

Tsuna entonces sintió como Reborn se separaba lo suficiente para sostener sus manos, después algo frío se deslizó por la piel de su dorso, y finalmente vio como un anillo de oro con detalles hechos a mano se deslizaba por su dedo. Escuchó la propuesta de matrimonio aplazada hasta aquella iniciación —porque a Reborn le pareció que de esa forma sería más romántico—, sonrió por lo feliz que le hicieron esas palabras y aceptó sin dudarlo.

Se uniría de por vida al hombre que ocasionó todo ese desastre en su mente.

Pero no le importaba lo “oscuro” de su vida, no mientras Reborn se quedase a su lado.  

 

 

 

 

Notas finales:

 

Ahre… la tortura dada por alergia alimentaria se me ocurrió mientras me bañaba, ¿por qué les cuento algo así? Pues para que entiendan que la inspiración llega en los momentos y lugares menos esperados XD, eso porque alguien me comentó que se sentía extraña inspirándose en situaciones inapropiadas o mirando algo común y corriente.

Como sea.

Espero les haya gustado~

Muchos besos~

Los ama: Krat~


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