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Ese demonio... Me pertenece por SebbyPhantomhive

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Muy avergonzado Ciel terminaba su "asunto" aunque no podía negar que se sentía complacido, en su mano quedaba evidencia de ese primer estremecer placentero que había experimentado segundos atrás.

—Esto es asqueroso —Murmuró aún sonrojado para si mismo mientras sentía como ese fluido blanquecino se escurría entre sus dedos, levantándose buscaba algo en que limpiarse.

—¿Puedo ayudarte? —En un susurro se escuchaba al otro lado de la puerta.

—¿Qué? ¿Has estado ahí todo este rato?

Más avergonzado Ciel le cuestionaba en voz baja pensó que su nuevo amigo Noah se había marchado luego de que le golpeó con la puerta en la cara.

—Si... Y no tienes que avergonzarte, ese cuerpo que tienes es débil ante los impulsos primitivos de tu naturaleza humana.

—Si lo dices así es más vergonzoso. —Le replicaba el ex conde desde adentro— Déjame solo...

Encerrándose en el pequeño baño de su habitación, abría la llave del lavamanos para lavarse ese humillante rastro de su eyaculación que en su mano seguía pero para colmo de males el agua no salía poniéndolo de peor humor. Suponía que los demonios no tenían los mismos hábitos de limpieza como los que el tenía, quizás algo que en su nueva vida debía acostumbrarse, pensaba con resignación, tomando una toalla pretendía limpiarse cuando escuchó la puerta principal de su cuarto abrirse lentamente.

—Ciel... ¿Estás bien?

Ese sutil llamado le llenaba de enojo, esa voz que por tantos años escuchó ahora le irritaba en gran manera pero a la vez lo confundía porque minutos atrás al sentir su cuerpo ceder ante el placer en esa primera masturbación no pudo evitar traer a su mente al demonio que ahora lo llamaba.

—Si... Estoy bien solo quería lavarme las manos pero aquí no hay agua. —El joven malhumorado le respondía tratando de que no fuera evidente la confusión que le invadía, por una parte los celos al saber que su demonio le pertenecía a alguien más y la frustración al darse cuenta que este era también objeto de sus más bajos deseos.

—Bueno si quieres agua la tendrás...

Del grifo comenzó a caer agua, con recelo el joven se acercaba porque quien sabe que trampa habría en la repentina amabilidad de su mayordomo infernal.

—Es agua fresca no debes preocuparte no te estoy fastidiando ahora.

—Tsk... Cállate. —Murmuraba molesto el joven pensando que su demonio estaba de buen humor pero era obvio luego de ese agasajo que se dio con su "esposo".

Unos minutos después el joven se animaba a salir, con su típica actitud soberbia ocultaba lo que dentro de su ser le remordía al tener cerca a Sebastian que con una sonrisa no le apartaba la mirada.

—¿Estás molesto?

—¿Por qué habría de estarlo? —Le refutaba a su mayordomo confirmando por la forma en que le respondía que si estaba enojado— Deberías ir con tu familia, a mi déjame en paz.

—Vaya eso es lo que te tiene molesto...

—No estoy molesto por esa estupidez, solo no quiero estar en este infierno... —Murmuraba con enojo apretando los puños sentía como algo en su pecho le oprimía— Yo solo quería estar en paz, que mi vida acabara cuando comieras mi alma pero a cambio de eso viviré esta eternidad a tu lado siendo un estorbo...

—¿Te hice sentir así? Porque no fue esa mi intención, quizás si al principio de esta sentencia que nos dieron pero no creo que sea malo pasar la eternidad a tu lado... Viviré para servirte y eso le da sentido a mi existencia.

El joven desviaba la mirada ante tales palabras miraba de reojo como se  agachaba Sebastian para hacer una reverencia tomaba su mano y en ese simbolo de sumisión rozaba sus labios en su cálida piel esto provocó que este se sonrojara ante este sutil tacto, entonces su cuerpo se estremeció al sentir como algo húmedo comenzó a rozar sus dedos.

¿Su demonio lo estaba lamiendo? ¿Cual era el motivo de este atrevimiento? Y su principal cuestionamiento era ¿Por qué lo permitía?

Notaba como su mirada destellaba en ese demoniaco brillo carmesí mientras su ser seguía tiritando ante su húmeda caricia.

—¿Qué hiciste con esta mano? —Le preguntaba Sebastian entre lamidas, muy sonrojado el joven se apartaba.

—Nada... Déjame.

El demonio sonreía al notar su encantadora y tímida reacción, no necesitaba que le diera una respuesta con palabras su actitud bastaba para confirmar  lo que era ese exquisito sabor de sus dedos que el agua no lavó bien porque el olor persistía.

—¿Saldremos? —Le cuestionaba Sebastian tratando de mantener la compostura y no mostrarse excitado.

—No estoy de humor para salir.

El joven al decir aquello se acomodaba en la cama se cubría con las sábanas envolviéndose en ellas se quedaba en silencio para que su demonio se marchara consiguiéndolo porque segundos después oyó sus pasos salir de su habitación.

Todo era tan repentino para Ciel que se sentía abrumado, sus pensamientos y sentimientos parecían estar en el limite de su humanidad perdida y su naturaleza demoniaca recién adquirida. La extraña melancolía de quien fue y la confusión de quien pretendía ser le remordían la conciencia y su demonio en lugar de ayudarle a guiar sabiamente su nuevo rumbo solo lo aturdía más por lo que le provocaba.

—¿Noah?Así que ese es tu nombre ahora... —Le hablaba Sebastian a su hijo un par de horas después.

—Si, Ciel me lo puso ¿Te gusta?

—Te queda bien...

—Papá ¿Te sientes mal? —Le cuestionaba el joven al notar la seriedad de su padre cuando caminaban fuera de la casa.

—Yo estoy bien el que me preocupa es Ciel, temo que no se acostumbre a esta nueva vida.

—Creo que no debes preocuparte por él, se ve que tiene más fortaleza de lo que parece. Se acostumbrará...

Le respondía para animarlo mientras le dedicaba una dulce sonrisa le tomaba la mano y jugaba con ella.

—Para ser un demonio eres muy lindo. ¿Serás de verdad hijo mio?

—Claro que si... Si nos parecemos mucho hasta tenemos los mismos gustos.

—¿A qué te refieres? —Sebastian sospechaba a donde iba el tema.

—Sabes a que me refiero. Te gusta Ciel y a mi también pero el te quiere a ti así que no tengo oportunidad con él.

—Si tu padre te escucha decir eso se enojara.

—No cambies el tema. —Le hablaba el joven demonio mientras lo miraba fijamente— Muchas veces me pregunté ¿por qué un alma te retenía en el mundo humano para no venir a verme? Pero cuando vi a Ciel lo supe de inmediato.

—Eres muy perceptivo, tienes razón en algo él me gusta mucho... Ciel me encanta desde que lo conocí.

Sebastian lo admitía en medio de un suspiro no le era fácil afirmar esto pero sentía que no podía callarlo por ahora en un ataque de repentina sinceridad, ciertamente su pequeño amo le preocupaba más de lo debido.

—Bueno al menos sabes que te corresponde aunque ahora creo que te odia... —El joven esbozó una sonrisa nerviosa.

—¿Qué hiciste?

—Le hice ver lo que tú y mi otro padre disfrutaban de la perversa carnalidad de sus seres bueno cuando estaban teniendo sexo en términos más simples.

—Por eso estaba enojado... —Susurró dulcemente Sebastian desviando la mirada a la altura donde estaba la ventana de la habitación de Ciel.

Ahora entendía su actitud y lo que había hecho al haberlos visto, esa masturbación, dando a entender que su despertar sexual había empezado al volverse demonio esto acompañado de otras emociones y sentimientos que no le eran permitidos en el infierno.

 


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