El aire que entra en mis pulmones esta noche es duro, frío, pero me hace sentir vivo. Corro como hacía años que no me lo permitía a mí mismo.
La poción matalobos lleva tiempo dándome control sobre la mente del lobo, pero tengo su cuerpo, tengo su velocidad, y tengo su olfato.
Sigo el rastro que solo hace unos segundos he detectado, lo reconozco, hace años que no lo huelo pero sigue siendo el mismo; igual de fuerte, igual de embriagador. Quiero volver a verle, aunque solo sea de lejos, aunque solo sea a través de los ojos de la bestia.
Corro con la fuerza que me otorga mi cuerpo cada luna llena, corro tras un recuerdo, corro contra mi mente.
Llego al pueblo, no debería estar aquí, nadie debería verme así, pero esta noche quiero verle.
Está con otro hombre, discuten y puedo oír cómo le amenaza. Gruño provocando que los dos dejen de hablar, y aunque sé que me traerá problemas salgo de entre la maleza. Él se queda absolutamente quieto y el otro sale corriendo.
Un par de pasos y estoy a su lado.
Hace años que no le veo, ha envejecido, los dos lo hemos hecho. Está rígido empuña su varita pero no me ataca, en realidad no tiene nada que hacer contra mí si decide hacerlo, tengo la fuerza del lobo, pero también toda mi humanidad.
Le olfateo, es el mismo olor de siempre. Solo le pude oler en este estado una vez y me persiguió toda la vida.
Mi presa, esa que nunca pude alcanzar. James me lo impidió sacándole de la Casa de los gritos. Sirius mordió mi cuello hasta que me hizo sangrar. Pero le había olido y un lobo nunca deja escapar a su presa. Sin embargo tuve que hacerlo.
Mi aspecto es bestial pero creo que sabe perfectamente quién soy.
—No.—Pocas veces he visto el terror en sus ojos, daba igual qué pudieran hacerle, él nunca mostraba miedo. Pero en la Casa de los Gritos su rostro fue de puro terror, hoy vuelve a serlo.
Muchos años después, muchos kilómetros entre un lugar y otro, pero la misma situación.
Un hombre lobo y su presa.
—No—repite, pero él es mío después de mucho tiempo y esta vez no están James ni Sirius para salvarle.
Saco mi lengua y lamo el lugar donde su pulso brinca descontrolado por su cuello. El olor es inolvidable pero el sabor lo es mucho más. No le quiero morder, no ahora. Ahora quiero algo distinto, le rodeo sin que me resulte pesado y le arrastro hasta el bosque.
Es mío, por una noche, por unas horas Severus Snape por fin es mío y él lo sabe. No lucha, no grita, solo me mira con los ojos abiertos con los bordes del terror asomándose a ellos.
Olfateo y lamo su piel durante toda la noche envolviéndolo con mi cuerpo protegiéndole del frío. Y sabe que no le haré ningún daño cuando se queda dormido.
La luz del sol aparece y mi cuerpo vuelve a ser el de siempre, estoy muy lejos de casa pero tengo que volver. Le dedico una última caricia, una que no he podido darle como lobo en toda la noche y beso sus labios.
Le dejo dormido pero mis sentidos aún están sensibles y aunque me he alejado lo suficiente puedo oírle.
—Lupin.—Sonrío, sabiendo que nuestros caminos volverán a encontrarse.