—No quiero—fue dicho tan alto que Draco estuvo por hechizar a su propio hijo.
—Scorpius...
—No, no y no—el niño rubio estaba entrando en una típica rabieta de las que sabía que podían durar horas.
—ponte los pantalones o...
Los pantalones de Scorpius le dieron en toda la cara y Draco no era alguien paciente, ni era ni sería una de sus virtudes. Pero con hechizos oscuros tenía una mano única.
—¿Qué está pasando aquí?—la voz calmada de Harry le sonó a campanas celestiales. No solo por lo que esa voz podía hacer en él, ni sus manos, ni su cuerpo... al punto, sino porque su hijo parecía aplacarse cuando Harry intervenía.
—Papá es un gnomo come mocos—dijo el niño todo enfurruñado mirando a su padre, que estaba por sacar la varita.
Harry se colocó entre ambos.
—Pídele perdón a tu padre ahora mismo.—El tono serio de Harry era ese que ponía firme a ambos rubios—Eso que le has dicho es muy feo.
El labio de Scorpius empezó a temblar.
—Ahora, Scorpius.—Harry no le daba opciones.
—Lo siento, papá—Scorpius quería un abrazo y Draco se lo dio, no era paciente pero quería a su hijo.
—Ahora, ¿me podéis explicar qué pasa?—pidió Harry de nuevo con su tono dulce.
—Yo quiero ponerme el vestido de Elsa—dijo Scorpius, y Draco bufó.
—Hijo, se van a reír de ti—dijo Draco de nuevo, su hijo tenía una fijación con Frozen y vestir como Elsa, con su magia natural hasta había conseguido crear copitos de nieve cuando cantaba la dichosa canción que le tenía taladrado el cerebro.
—Me da igual—volvió a enfurruñarse el niño—Papi, por favor—le pidió suplicante a Harry.
Draco ya sabía que había perdido, pero le preocupaba lo que los demás niños pudieran decirle.
Harry cogió el vestido, con un bonito color azul que le encantaba al pequeño. Miró a Draco y este rodó los ojos, pero finalmente asintió.
—Solo por hoy—claudicaron, el niño salió de los brazos de su padre saltando de alegría.
—No deberías dejarle hacer siempre lo que quiere—se quejó Draco.
—No, pero le hace tan feliz.—Harry ocupó el lugar de Scorpius entre los brazos de Draco. Este le besó la sien, mientras Scorpius se vestía, los miró a ambos con una amplia sonrisa.
—Papi, la trenza—le pidió a Harry, este obvió el bufido de Draco y con la varita hizo que el pelo plateado de Scorpius creciera para poder trenzarlo como su personaje favorito.
—Vámonos o llegaremos tarde—dijo Draco, Scorpius le dio la mano a Harry y los tres se metieron en la chimenea.
Cuando salieron de ella el ruido fue lo primero que les llegó, la cantidad de niños en la Madriguera daba como para montar una escuela propia.
Niños rubios, pelirrojos y morenos correteaban por todos lados y Scorpius se soltó de la mano de Harry para saltar a jugar con sus primos.
Aunque Harry no era un Weasley, todos le trataban como uno más de la familia, lo que se prolongaba a Draco y a Scorpius.
Ante la sorpresa de Draco, muchos de los pequeños Weasley también iban disfrazados de personajes de aquella horrenda película, Harry se rió.
—¿Tú lo sabías?—le preguntó.
—No, realmente—dijo sincero Harry—, pero empiezo a entender lo que decía Ron el otro día.
Sin lugar a dudas, Scorpius era la Elsa más bonita de toda la fiesta.