Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los Clásicos de Gazette por urumelii

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El Extraño Mundo de Aoi


 


Niños y niñas de todos lados, ¿les gustaría conocer una historia extraña? Vengan conmigo y les mostraré la tierra de Halloween. Es un lugar extraño, llenos de criaturas sobrenaturales con vampiros, brujas, hombres lobo y monstruos que piensas solo viven en tus pesadillas. Monstruos que te atacan en las noches y se hacen muy presentes sobretodo en octubre, en la festividad mas aterradora del año. 


 


Su trabajo es celebrar Halloween, porque es lo que conocen, les gusta repartir dulces y sustos, roban gritos y crean ambientes pesados que no sabes si son reales o no. Es su trabajo pero no por eso son malos, es lo que les gusta hacer y en octubre todos les damos la bienvenida, celebramos junto con ellos con calabazas y disfraces. 


 


El resto del año, la ciudad de Halloween se dedica a planear el siguiente año, de verdad les apasiona hacerlo. Así que en cuanto un 31 de octubre termina, ellos ya están planeando el siguiente; lo han hecho por generaciones, por siglos, año tras años y el rey de todos los habitantes de Halloween estaba harto. 


 


Aoi Shiroyama era el rey de la tierra de Halloween, el personaje más atemorizante del mundo. Podía deslizarse entre las sombras para confundirte, adoptar aspectos terrorífico y proferir una risa que helaría la sangre del más valiente. No que usara sus poderes especiales muy seguido, estaba más cansado de ser el rey del Halloween que otra cosa y mientras el alcalde recitaba palabrerías respecto al año siguiente, Aoi pensaba que tal vez su reinado había llegado a su fin. 


 


—¿Me estás escuchando? —Preguntó Kai, el alcalde de la tierra de Halloween. 


 


—¿Eh? —Aoi lo miró tratando de recordar qué había sido lo último que el otro había dicho. 


 


Kai suspiró—. ¿Qué te pasa? Es como si le hubieras perdido interés al Halloween —dijo realmente preocupado. 


 


Aoi negó—. No lo sé, es que cada año es igual —giró los ojos y vio por la venta, podía ver un enorme bosque de arboles secos, se recargó en su mano—. No estoy seguro si puedo seguir con esto, todos los años asustamos, bailamos, reímos, todo es escalofriante y nunca cambia — suspiró. 


 


—Es una etapa —resolvió Kai de inmediato—, tal vez necesitas distraerte de los preparativos para el próximo año. ¿Por qué no vas a dar un paseo? Seguro encuentras un poco de inspiración. 


 


—Pero Kai, ¿qué tal si ya no puedo ser el rey de Halloween?


 


Kai lo miró como si estuviera loco y soltó una carcajada—. No digas tonterías, no existe una persona tan aterradora como tu, eres el mejor rey que hemos tenido. Si no estuvieras tú, ¿quién lo haría? ¿Reita? —le dio un escalofrío. 


 


Aoi sonrió ligeramente—. ¿Estarás bien? —Se levantó dispuesto a irse de paseo como su alcalde lo había sugerido. 


 


—Claro, necesito revisar la lista de temáticas para el próximo año —le hizo ademanes con la mano. Sólo no te pierdas —le advirtió. 


 


Aoi le guiñó el ojo y salió de la casa dejándose envolver por el ambiente otoñal de su tierra natal, ahí nunca cambiaba de estación. Siempre había hojas caídas, árboles secos, una ventisca que no era helada pero sí daba frío y el sol no salía por muchas horas. Aoi amaba los colores naranjas y negros de aquel lugar, solo que ahora le parecían aburridos y sin vida, de vez en cuando había algunos morados, pero nunca cambiaba. Siempre era lo mismo en ese lugar, el lugar que gobernaba y que podía decir con orgullo que no había habitante que no lo amara, a excepción de Reita tal vez. 


 


Caminó por la plaza central de la ciudad, todos le saludaban y sonreían con alegría; aún estaban entusiasmados por el Halloween que había pasado. Aoi pudo esquivar las conversaciones con los vampiros y las brujas, casi se cae con una enorme serpiente de extraños colores que dormitaba en la entrada al cementerio. Quería llegar ahí pues era el lugar que lo conducía al bosque si tomaba el camino de la derecha o al plantío de calabazas si tomaba la izquierda. Seguro Kai se refería al plantío de calabazas para inspirarse, pero Aoi quería ir más allá del bosque, quería encontrar algo que tal vez le diera respuestas a sus preguntas, al menos lo hiciera sentir más tranquilo. 


 


Recorrió el bosque sin un rumbo fijo durante varias horas, se estaba haciendo tarde, la enorme luna llena ya estaba en el cielo. La luna tampoco cambiaba en la tierra de Halloween, siempre era enorme y ostentosa sobre el oscuro firmamento. Aoi veía perfectamente en la oscuridad, sus poderes entre las sombras lo ayudaban, esas sombras que a los humanos podían ponernos nerviosos a Aoi lo acompañaban como si fueran fieles compañeros. Finalmente sin estar muy seguro de dónde se encontraba, se halló en medio de un enorme claro cuyos arboles lucían muy diferentes a los demás. 


 


Tenían extrañas formas en lo que parecían puertas colocadas frente a los troncos de los árboles, habían varias figuras que no alcanzó a reconocer pero hubo una en especial que le llamó la atención sobre todas las demás. La puerta tenía la puerta de pino, pero este estaba decorado con extrañas formas brillantes; entrecerró los ojos sin saber si acercarse, pero la curiosidad pudo más. 


 


Abrió la puerta y sintió una ventisca que no era parecida a la de su tierra, era helada y parecía estar acompañada de algo que no entendió muy bien qué era. Sin darse cuenta se hizo hacia adelante y cayó por la puerta; cayó sobre una enorme masa blanca que le heló la piel al instante. Cayó boca arriba, donde vio el firmamento que era azul más tenue que el de la tierra de Halloween, las estrellas se veían con mayor claridad, la luna tenía otra forma. 


 


Cerró los puños ante lo que había caído, pensó que era tierra pero estaba demasiado fría para serlo, se sintió extraño, era hielo o algo parecido. Se levantó ligeramente para entender lo que había pasado, escuchó tintineos de campanas a lo lejos y lo que parecía ser un tren o algo parecido. Ami se levantó y se hundió ligeramente en lo que a su parecer era tierra hecha de hielo, destacaba demasiado entre todo lo blanco, con toda su vestimenta negra y su cabello de igual color. 


 


Caminó unos metros hasta que encontró una enorme villa, que no podía entender lo qué. Había casas, como en el tierra de Halloween pero no eran aterradoras, tenían colores diferentes verdes y rojas tan brillantes que podrían haber sido todo un bosque por si solas. Todos los tejados cubiertos de blanco, había un olor en el aire que parecía ser de pino y castañas, Aoi se dejó guiar por el aroma y caminó al centro de la plaza donde había carruseles y niños jugando, había muchísimos niños hasta que se dio cuenta que no eran enteramente niño si no criaturas pequeñas. 


 


Había series interminables de luces que prendían y apagaban al ritmo de una melodía alegre, parecía todo lo contrario a la tierra de Halloween, era como si hubiera llegado a un mundo alterno, lo que le hacía preguntarse si tal vez, su lugar de origen no era la única fiesta que se podía celebrar. 


 


—¿Qué hacen ahí? Tenemos menos de dos meses para Navidad —gritó una voz grave. 


 


Aoi se quedó estático en su lugar, asustado por primera vez en su vida. Era el rey de Halloween, podía espantar a más de 100 personas al mismo tiempo, pero en ese momento sintió el terror que la mayoría debía sentir al verlo; no quería que nadie se asustara por su presencia, pero era mas que obvio que no pertenecía a ese lugar. 


 


—¿Tú eres? —La voz le preguntó a sus espaldas, no parecía asustado en lo más mínimo. 


 


Aoi se giró lentamente mostrando una cara apologética. Frente a él había un chico vestido de verde, tenía un gorro singular pero la cara de pocos amigos, tenía los brazos cruzados y pegaba con la punta de su pie en el piso. 


 


—Creo que estoy perdido —dijo Aoi alzándose de hombros. 


 


El otro entrecerró los ojos y suspiró—. Santa sabrá que hacer, si me puedes seguir —hizo una seña con la cabeza y comenzó a caminar. 


 


No sabía si debía confiar, pero no habían mostrado señal de ser malvados, ni siquiera su apariencia demostraba eso. Aoi sabía muy bien que no podía juzgar por como lucían las personas, después de todo la tierra de Halloween estaba llena de criaturas espantosas de noble corazón. Lo siguió torpemente, hundiendo los pies en la tierra blanca, a pesar de que se sentía fría, asumió que el clima no era el ideal para estar vestido como él con solo amista negra y pantalones del mismo color. Era un ray con poderes especiales probablemente por eso no le afectaba en lo mas mínimo, pero cualquier otra persona o criatura debía estar abrigada ante ese clima. 


 


Caminaron en silencio por alguno minutos hasta que Aoi se atrevió a hablar. 


 


—¿Dónde estamos? —Preguntó aun maravillado de los paisajes. Había gente riendo, cantando al compás de las melodías que tocaban las campanas, el aroma a comida no había abandonado el ambiente. 


 


El otro bufó—. ¿Cómo que donde estamos? La tierra de Navidad, ¿no es obvio? —Lo miró bastante extrañado. 


 


—¿Navidad? —Repitió Aoi—. Navidad…


 


—Aquí es —dijo el otro interrumpiendo sus pensamientos. Estaban frente a una enorme casa que parecía estar hecha de galleta, al menos así le pareció a Aoi, estaba cubierta de adornos y series de luces. Había enormes bastones de corres blanco y rojo que giraban graciosamente. Su acompañante pegó en la puerta tres veces, antes de que esta se abriera bruscamente. 


 


Aoi se quedó sin aliento en ese momento ante el chico que los había recibido. Era más alto que él, con el cabello castaño claro, tenía los ojos color miel que le parecieron enormes, vestía con unos pantalones rojos que cubrían sus kilométricas piernas y una camisa blanca. 


 


—Ruki, ¿dónde estabas? Estoy a punto de revisar la lista de los niños —pronunció el chico en la puerta. 


 


El otro se alzó de hombros—. Me encontré con él en la plaza, no sé de dónde salió y ni siquiera parece saber dónde está —señaló a Aoi. 


 


El chico castaño lo miró con los ojos muy abiertos—. Ruki, ¿puedes revisar que los renos estén comiendo? —Preguntó amablemente. 


 


—Si querías que los dejara solos, podías haberlo dicho —el tal Ruki giró los ojos y se perdió de vista. 


 


—Lo siento —le dijo el castaño a Aoi—. Ruki tiene el peor humor pero es el mejor líder de los elfos que ha existido —se rió. Aoi no entendió a lo que se refería—. ¿Quieres pasar? —le invitó haciéndose a un lado. 


 


Sintiendo un poco de inseguridad entró a la casa, el aroma a castañas se hizo mas profundo adentro, sin embargo un calor instantáneo lo envolvió de pronto. Estaba en una enorme sala donde había una chimenea, el fuego que emanaba de ella era lo que lo había calentado casi de inmediato. Había un enorme sillón de color verde con una lista que parecía interminable, la cual rodaba por el piso y se perdía de vista por un pasillo. La estancia tenía un gran árbol verde que ocupa todo un rincón de esta, estaba decorado con las esferas brillantes que Aoi había visto en la puerta antes de entrar a aquel lugar, también algo que lucían como guirnaldas pero de las cuales no colgaban arañas o murciélagos como en casa, estas solo brillaban. En la punta tenía una enorme estrella que le llamó la atención casi de inmediato. 


 


—¿Asumo que eres de Halloween? —El castaño preguntó interrumpiendo su andar hacia el enorme árbol. 


 


Aoi se giró hacia él—. ¿Cómo supiste? Yo nunca había oído de un lugar como este —miró a su alrededor.


 


Se recargó en la pared y cruzó los brazos asintiendo—. A veces, cuando las decoraciones de Navidad empiezan a aparecer en el mundo, muchos de mis niños se quejan de que no hay suficiente tiempo para el Halloween —se rió—. Sé un poco de las demás celebraciones pero nunca imaginé que existieran las tierras, como tierra de Navidad. Si no es porque te tengo en frente, ¿puedo preguntar tu nombre? 


 


El chico era terriblemente hermoso, Aoi se sentía deslumbrado ante su presencia, no parecía ser mayor que él y lucía igual de curioso que él se sentía—. Aoi Shiroyama, el rey calabaza —contestó con la seguridad digna de su titulo. 


 


—Wow, el rey. Que honor conocer al rey de Halloween, he escuchado de ti. El que se oculta en las sombras y prende las linternas dentro de las calabazas, no eres nada de como te imaginé —sonrió. 


 


Aoi asintió torpemente—. Disculpa, parece que me conoces pero yo no sé quién eres —dijo alzando una ceja. 


 


—Ah, claro —se volvió a reír, el pelinegro pensó que era una risa bastante encantadora—. Me llamo Uruha, todos me conocen como Santa Claus —se presentó—; digamos que soy el rey de la tierra de Navidad —hizo otra reverencia. 


 


Aoi sintió un ligero cambio en su cuerpo, en realidad no estaba vivo, no podía sonrojarse o sentir su corazón latir, pero fue algo muy cercano a aquello. 


 


—Entonces hay diversas fiestas —dijo Aoi devolviendo la reverencia, el otro asintió—, y ¿todas tendrán un rey?


 


—Algo así —Uruha se acercó al sillón y dobló la enorme lista que tenía, esta pareció enrollarse por si sola y no tener mas de 30 centímetros de largo aunque hubiera parecido infinita minutos antes—. La verdad no sé mucho, es más ni siquiera sabía que podíamos estar conectados, pero tiene sentido —se quedó pensando—. Háblame de Halloween. 


 


Aoi lo miró, parecía un niño chiquito que acababa de descubrir el mejor escondite para jugar, y él se sentía de igual forma. De alguna manera, se sentía mucho más entusiasmado de lo que se había sentido días antes cuando había sido Halloween, de pronto quiso saber de todo a su alrededor, todas las cosas nuevas que no había descubierto y que certeramente lo sacaban de la monotonía a la que se había atado. 


 


—De acuerdo, pero tu me debes contar todo sobre Navidad —dijo finalmente. 


 


Uruha asintió de nuevo con esa enorme sonrisa en su rostro—. Me parece un trato justo —movió ligeramente su mano y destellos aparecieron en medio de la estancia, dejando detrás de ellos una mesa con dos tazas de un liquido marrón y otro sillón de color negro para Aoi. 


 


Pasaron toda la noche hablando, de sus respectivas tierras, costumbres y fiestas. Aoi descubrió que el liquido marrón era chocolate caliente con bombones, que la tierra blanca se llamaba nieve; él le habló a Uruha de la luna llena, del velo de las sombras y los colores naranjas. Intercambiaron risas y anécdotas hasta que el sol comenzó a salir en la tierra de Navidad. 


 


—Debería irme —dijo Aoi finalmente, no quería. Había pasado la mejor noche de su vida, ninguna noche de Halloween se comparaba con esa—. Kai se va a volver loco —se arregló el cabello negro. 


 


Uruha se mordió el labio—. ¿Volverás? —Preguntó con ese tono alegre que lo había caracterizado durante esa noche. Aoi sonrió contento de que el sentimiento parecía reciproco—. No puedo darme el lujo de irme, no cuando Navidad está tan cerca, pero tal vez podrías venir y cuando termine podría irte a visitar a la tierra de Halloween, si quieres —se alzó de hombros. 


 


—Es una gran idea —Aoi sonrió. 


 


Se despidieron con la promesa de verse esa noche. Aoi regresó a la tierra de Halloween de la misma forma en la que había llegado, atravesó un bosque en la tierra de Navidad y encontró las puertas, se dio cuenta que para entrar a su ciudad natal la puerta tenía una calabaza, le gustó esa forma de representarlo. 


 


Cuando regresó a la tierra de Halloween todos los habitantes, especialmente Kai lo recibieron de forma exagerada, aparentemente habían pensado que algo le había ocurrido y lo habían buscado por todos lados sin éxito. 


 


—Te dije que no te perdieras —dijo Kai con una enorme mueca que dejó lucir los colmillos que tenía por dientes. 


 


—Lo siento —dijo Aoi disculpándose—, pero necesito que reúnas a todos. Les voy a hablar de algo importante. 


 


Menos de media hora después toda la tierra de Halloween estaba reunida en la sala de asambleas. Todos estaban ansiosos por escuchar lo que su rey tenía que decir, pero no parecían muy convencidos cuando Aoi por fin se paró frente a ellos y comenzó a hablar de Navidad. 


 


—Y la mejor parte —dijo el pelinegro después de haber explicado los regalos y árbol—, es el rey de la fiesta. Se llama Santa Claus y reparte juguetes a todos los niños. 


 


—¿Por qué haría eso? —Preguntó uno de los vampiros—. ¿Juguetes malditos o algo así? —Todos comenzaron a comentar entre sí. 


 


Aoi se dio cuenta que nadie entendía de verdad la navidad, tal vez tendrían que experimentarla como el lo había hecho, pero ni loco los invitaría a ir con él. Quería ver a Uruha y no tener que preocuparse por lo demás. Repartió diferentes regalos entre los pobladores y se marchó.


 


Durante las siguientes semanas, todas las noches Aoi se marchaba a la tierra de Navidad, Uruha siempre lo recibía con chocolate caliente, su enorme sonrisa y hacía que lo acompañara a alguna que otra tarea. Igual que sucedía en Halloween, eran los pobladores los que hacían el trabajo bajo el liderazgo de Uruha, pero de vez en cuando ayudaba en algunas cuestiones como la crisis de caramelos de mantequilla. 


 


Uruha era terriblemente despreocupado, no había nada lo que no le sonriera o que pudiera resolver de forma calmada y pacifica. Era el espíritu de la fiesta encarnada, de la misma Aoi era el de la suya. Paseaban por la nieve escuchando los villancicos a lo lejos, para ese momento el rey ce Halloween se había aprendido bastantes y había probado casi todas las delicias del lugar. El bullicio crecía a medida que Navidad se aproximaba, de la misma forma que pasaba en Halloween. 


 


—Casi está todo listo, estoy muy emocionado este año —explicó el castaño mientras caminaban debajo de las series de luces—, tenía mucho tiempo sin sentirme así —confesó. 


 


—Te entiendo —se quedaron parados de pronto—, me sentía cansado de repetir lo mismo todos los años. Esta vez ha sido increíble salir de la rutina —se alzó de hombros. 


 


Uruha sonrió mirándolo—. Ah, casi lo olvido tengo tu regalo de Navidad —se rió ante su ocurrencia.


 


Aoi ladeó la cabeza—. ¿Mi regalo? Pero Navidad es pasado mañana —dijo desconcertado, él no había pensado en un regalo para Uruha. Ahora se  sentía mal por no haberlo hecho, ¿qué podía darle a alguien como Uruha que tenía todo o podía hacerlo? Era el espíritu de la navidad, no había nada que no pudiera hacerse. 


 


—Lo sé —dijo el castaño haciendo que una caja apareciera en sus manos—, solo que mañana es noche buena y estaré como loco. Prefiero dártelo de una vez, ábrelo —se emocionó. 


 


—De acuerdo —tomó la caja y la abrió con una sola mano, de esta sacó un enorme abrigo de color negro con forro blanco, tenía una pequeña calabaza bordada en el lado izquierdo a la altura del corazón. Aoi no sentía frío estando en la tierra de Navidad, pero su ropa desentonaba muchísimo en ese lugar, con ese abrigo seguiría siendo de otro color pero sería parte de ese lugar, sabía perfectamente que eso era a lo que se refería Uruha al darle ese regalo—, es hermoso —dijo sintiendo la tela del abrigo. 


 


—Pruébatelo —lo animó. Ayudándolo a acomodar el cuello, estaban terriblemente cerca, Uruha miró hacia arriba sonriendo—, mira, muérdago. 


 


Aoi sintió una infinita felicidad, no le había tomado mucho tiempo darse cuenta que estaba perdidamente enamorado de Uruha. Tampoco se había atrevido a decir nada, había conocido muchísimo de navidad como para entender que Santa Claus no solo era la figura más admirada de la fiesta, probablemente era la figura más poderosa de cualquier festividad y aunque habían personas que no parecían creer en él, no había resentimientos solo amor hacia su figura. Que el rey de Halloween, la fiesta contraria a Navidad sintiera algo por él, era totalmente inverosímil, Uruha se desvivía por los niños y los elfos; jamás tendría cabeza para esas cosas. Sin embargo, en ese instante había muérdago sobre ellos, la tradición decía que debías besar a la persona que se encontrara debajo de este, y aquello lo hizo pensar que sería suficiente. 


 


Uruha cerró los ojos esperando, Aoi casi se echa a reír ante la actitud del otro, pero sin decir más cerró los ojos y juntó sus labios con los suyos. Esperó que el beso fuera corto, apenas un roce, pero Uruha lo tomó del abrigo y lo juntó más a él, profundizó el beso. Aoi lo tomó por la cintura, sintiendo un calor que nunca había sentido en su cuerpo, era como si La Luz de Uruha llenara su sombra, se preguntó si sería lo mismo para él, no era un mal sentimiento, parecía un equilibrio perfecto entre ambos. 


 


—Feliz Navidad Aoi —Uruha le sonrió. 


 


—Wow —fue todo lo que respondió. 


 


—Hablaremos el día después de Navidad, ¿de acuerdo? 


 


Aoi juntó su frente con la de Uruha entendiendo un poco a lo que se refería—. Te esperaré —le dijo. 


 


El rey del Halloween regresó a su tierra sintiendo que podía volar ente las sombras, saludó a todos los que se encontró en su camino, tarareó las melodías funébres que se escuchaban en la tierra de Halloween, algo que tenía semanas sin hacer. Incluso bailó con uno de los payasos cerca de la fuente. Se retiró a su casa a esperar que Noche Buena pasara y pudiera ver a Uruha de nuevo. 


 


-x-


 


—Santa Claus no puede estar enamorado —dijo Ruki cepillando a Vixen, uno de los renos que jalaban el trineo. 


 


—Claro que puede, ¿no todo el mundo insiste en inventarme una señora Claus? —Argumentó Uruha sentado en la banca aún trabajando con la lista de los niños buenos y malos, había postergado mucho de su trabajo por estar con Aoi. 


 


—Con el pequeño detalle de que la señora Claus es habitante de la tierra de Navidad. Aoi es el rey calabaza, ¿qué se supone que hagan? Tu eres demasiado bondadoso, Aoi es demasiado aterrador —Preguntó Ruki sin dejar de cepillar al reno pero sintiendo un escalofrío en su espalda. 


 


—Aoi no es aterrador —contradijo. 


 


—Parece que no lo has visto entre las sombras. Tres de mis elfos no pudieron dormir en una semana —se quejó. 


 


Uruha solo atinó a reír, tal vez él no lo veía aterrador porque era demasiada luz para sentirse asustado. Recordó el beso que habían compartido, como su cuerpo se había llenado de las sombras de Aoi, como se había sentido perfecto más que aterrado. 


 


—Alguna forma habrá —se levantó de la banca—. Voy a entrar, salgo en unas horas, tengo que cambiarme —señaló su ropa. 


 


Ruki asintió sin decir nada. 


 


Uruha caminó hacia la entrada de su casa, apenas eran unos metros al establo de los renos, pero fue el tiempo suficiente para que sintiera a alguien caminar detrás de él. No alcanzó a girar cuando una especia de costal lo envolvió, quiso pelear pero una fuerza extraña lo envolvió, se desmayó de inmediato. 


 


-x-


 


Kai cargaba con un montón de papeles rumbo a casa de Ami, estaba seguro que ahora que era la dichosa Navidad por fin su rey podría ponerse a trabajar en Halloween, sólo tenían diez meses para planearlo después de todo. No había nadie en las calles en ese momento, parecía que todos estaban preparándose para cenar o algo parecido. Atravesó una enorme fuente cuando escuchó un sonido peculiar, parecían ser cascos de caballo pero estaba seguro que el jinete sin cabeza no estaba cerca de ahí y sonaban muchos más. 


 


Se atrevió a voltear y se encontró de frente con un enorme caballo con cuernos y una nariz roja, este resopló en su cara, lo que hizo que se echara para atrás lanzando un grito poco digno del alcalde de la tierra de Halloween y cayendo al piso. 


 


—Shhhh —dijo alguien detrás de la enorme criatura—, Rudolph, aléjate del señor. 


 


—¿Qué demonios? —Dijo Kai cuando vio al chico vestido de verde y cabello negro con luces rojas bajar de un trineo que le recordaba a la Navidad de la que Aoi siempre hablaba. 


 


—Disculpa, estoy buscando a Aoi —el chico lucía bastante incomodo en el lugar, miraba a todos lados alerta. Sin mencionar que desentonaba bastante con sus colores brillantes y aspecto poco amenazador; a Kai le costó trabajo contestar—. Esta es la tierra de Halloween, ¿verdad? —se frotó las manos con desesperación. 


 


Kai asintió—. ¿Tu eres? —Preguntó levantándose por fin.


 


—Ruki, líder de los elfos de Santa Claus —se presentó—. Necesito hablar con Aoi, es algo así como una emergencia —se frotó las manos en el abrigo verde. 


 


—De acuerdo —miró a los renos—, ¿hay algún lugar donde los caballos podrían quedarse que no espantaran a nadie?


 


—¿Caballos? —Preguntó Ruki sin entender—. Ah, te refieres a los renos. Claro, ehm: Dasher, Dancer, Prancer, Vixen, Comet, Cupid, Donner, Blitzen y Rudolph; busquen un tejado que la gente no los vea —ordenó. Los renos se elevaron ligeramente del piso y volaron perdiéndose de vista. 


 


—Ahora sí lo he visto todo —dijo Kai parpadeando. 


 


Ruki bufó—. Pensé que nada asustaba a un habitante de la tierra Halloween —se burló. 


 


Kai hizo una mueca—. No todos somos iguales, puede que nuestro rey no se asuste con nada, los demás podemos ser susceptibles a los desconocido —explicó ofendido. Le indicó el camino a Ruki y ambos se dirigieron a casa de Aoi. 


 


-x-


 


Cuando Uruha abrió los ojos se encontró con un techo negro con lamparas de neon que cambiaban de color, trató de levantarse pero se dio cuenta que estaba en una especie de plancha y tanto sus piernas como manos estaban atadas; no tenía suficiente movilidad para poder realizar magia. 


 


—Vaya, si Aoi no hubiera dicho desde un principio que Santa Claus era hermoso tal vez le hubiera puesto más atención —un chico a su derecha habló. Uruha se giró ligeramente para ver a un rubio con una extraña banda en la nariz a su lado, lo miraba con fascinación y una sonrisa burlona. 


 


—¿Quién eres? ¿Qué es esto? —Repasó la habitación donde se encontraba, parecía estar en una especie de rueda de la fortuna de luces neon que se prendían y apagaban. 


 


—Seguro has oído hablar de mi —dijo el rubio alardeando—. Cuando los niños se despiertan angustiados, con miedo porque saben perfectamente que hay un monstruo debajo de su cama —explicó. 


 


Uruha lo había escuchado, pero nunca se lo habas encontrado. Después de todo, nadie solía tener pesadillas en navidad sobre monstruos de Halloween. 


 


—Yo soy ese monstruo que provoca insomnio, que no los deja dormir, me dicen Reita o el boogeyman —dijo con un siseo—. El verdadero espíritu de una pesadilla, la verdadera encarnación del mal y quien debería ser el rey legitimo de la tierra de Halloween. No el imbécil de Aoi, ¿puedes creerlo? Ni siquiera quiere gobernar en este lugar, encima de eso va y se resguarda en otra festividad —alzó los brazos exagerando sus gestos—. ¿Qué clase de rey calabaza es ese? 


 


Uruha lo miró como si estuviera loco—. Lamento interrumpir tu malvado discurso de villano, pero creo que no tengo nada que ver con eso. Además, necesito estar en otro lugar —trató de explicar. 


 


—Tu tienes todo que ver Santa, parece que todo el mundo en esta tierra es muy condescendiente con Aoi —explicó—. Nadie quiere hacer comentarios de su comportamiento, de perderse todas las noches en la tierra de Navidad, eso no debería estarle permitido a un monarca, tiene obligaciones y Aoi ya no las quiere cumplir por este contigo. Estas semanas estuve pensando en que debería tomar su lugar porque, no sólo lo merezco y haría un mejor trabajo, también porque Aoi no le pone atención. Así que se me ocurrió un plan perfecto, quería dejar a Aoi en tu tierra y listo. Después con un poco de investigación me di cuenta de algo, si me deshiciera de ti y de él, no sólo tendría el poder sobre la tierra de Halloween, podría extenderlo sobre Navidad, podría acabar con ella y extender el terror la mayor parte del año. 


 


—No puedes acabar con la Navidad —dijo Uruha por primera vez horrorizado. 


 


—Si no hay Santa Claus, ¿qué crees que va a pasar? —le acarició la mejilla—. Es casi un desperdicio, tomando en cuenta lo hermoso que eres. 


 


-x-


 


Aoi leía un cuento de Navidad cuando Kai comenzó a tocar a su puerta con desesperación, se levantó de inmediato para atender, tratando de calmar a su alcalde cuando vio a Ruki detrás de él. 


 


—¿Qué haces aquí? Es Noche Buena —dijo contrariado. 


 


El elfo entró a la casa azotando la puerta—. Uruha desapareció y estoy muy seguro que tiene que ver contigo —sentenció. 


 


Aoi abrió mucho los ojos, por segunda vez en su vida se sintió verdaderamente asustado—. No está aquí, dijo que nos veríamos el día después de Navidad —explicó. 


 


—Algo le pasó y no puedo pensar en otra cosa —dijo Ruki.


 


Sin pensarlo mucho el pelinegro apagó las luces, Ruki se abrazó del brazo izquierdo de Kai, no quería admitir que estaba aterrado. Aoi tocó una de las sombras que se desplegaban en la pared de su casa, esta reaccionó moviéndose rápidamente, seguida de otra y otra, pronto todas las sombras del lugar se movían como si tuvieran vida propia. 


 


—Reita —dijo finalmente cuando las sombras dejaron de moverse. 


 


—¿Qué demonios? —Preguntó Ruki cuando las luces volvieron a prenderse, aunque no iluminaban por completo. 


 


—Aoi puede hablar con las sombras, puede moverlas a su voluntad y de vez en cuando usarlas para espiar a los demás —explicó Kai. 


 


—Que horror —dijo Ruki sin una pizca de vergüenza. 


 


Aoi salió de la casa seguido de los otros dos, sabía perfectamente lo que debía hacer. Si Reita le había puesto las manos encima a Uruha era porque de alguna forma se había enterado de quién era o lo que significaba para él. Caminó directo a la fuente la cual tocó y el agua turbia se transformó en una imagen; podían ver a la perfección lo que pasaba en el mundo humano, en todos lados parecían reportes de que no había rastro de Santa Claus, la gente comenzaba a perder el espíritu, los niños lloraban y los padres lucían preocupados. 


 


—Tenemos que hacer algo —dijo Aoi, se giró hacia los otros dos—. ¿Puedes repartir los juguetes? —Le preguntó a Ruki. 


 


—Ehm, no como Uruha. Me tardaría el triple de tiempo o peor, los renos no me obedecen tan bien. Llegar aquí fue una odisea —explicó. 


 


—Empieza a repartirlos, al menos así tendremos un poco de tiempo. Yo iré por Uruha, salvaremos la Navidad —aseguró—. Kai acompaña a Ruki por si tiene problemas. 


 


—¿Qué? —Kai gritó—. Aoi no sé si recuerdas pero soy un monstruo, no un elfo. 


 


—Hoy lo serás —dijo el pelinegro sin dejar cabida a discusiones. 


 


-x-


 


Uruha vio con desmayo los dados que habían caído cerca de él marcaban el numero cinco, lo cual significaba que Reita haría cinco movimientos de la plancha para acercarlo a las enormes navajas que giraban como si fuera un ventilador. 


 


—Que increíble —Reita aplaudió—. Un tiro más y le diremos adiós a Santa Claus —tiró los dados, los cuales marcaron el numero dos—. Ese tiro no me gusta —le dio un puñetazo a la superficie y los dados cambiaron a doce. Reita sonrió ampliamente—. Un tiro perfecto. 


 


Comenzó a mover la plancha, Uruha cerró los ojos con resignación pero su cuerpo no resbaló. Al contrario, unas manos lo había quitado, abrió los ojos encontrándose con los oscuros ojos del rey de la tierra de Halloween quien le hizo una seña para que no hiciera ruido. No hubo tiempo para desamarrarlo, solo lo alejó de las navajas. 


 


Reita giró la plancha cuando no hubo ningún grito, solo para encontrarla vacía. 


 


—¿Qué crees que haces? —La voz de Aoi resonó en todo el lugar. 


 


El rubio lo miró con aburrimiento—. Vaya, el rey tiene tiempo para sus súbditos, que emoción —dijo con desdén. 


 


—Y como tu rey vengo por ti para que respondas a la ley, debí encerrarte hace mucho tiempo —sentenció Aoi.


 


Reita se rió—. No te reconozco como nada, no eres nada Aoi, prefieres la Navidad que el Halloween. Acéptalo, ya no eres digno del trono —escupió. 


 


Aoi miró a Uruha con preocupación. 


 


—No, amo la navidad —dijo el pelinegro—. No más que a mi tierra. 


 


—Mentiroso —dijo Reita y accionó un botón, navajas comenzaron a salir de las paredes, a dar vueltas alrededor de Aoi quien debía agacharse o saltar para esquivarlas. 


 


Reita se echó a reír seguro que podría vencer al pelinegro, sin embargo el otro solo tuvo que agacharse una vez para desaparecer del circulo de navajas. El rubio giró a todos lados buscando al otro cuando vio las sombras moverse como una masa independiente por el lugar. 


 


Uruha abrió mucho la boca cuando Aoi se movió con las sombras, solo mostrando de vez en cuando los ojos. Tembló de los pies a la cabeza, era aterrador, mas que Reita, mucho más que cualquier cosa que hubiera visto o escuchado. Sintió su piel erizarse cuando la risa de Aoi atravesó la habitación, casi malvada. Fue esa risa la que hizo trastabillar a Reita hacia las navajas. 


 


—No seas cobarde y muéstrate —gritó el rubio esquivando a duras penas su propia trampa. 


 


—El monstruo debajo de la cama le tiene miedo a las sombras —se burló Aoi—. ¿Tienes miedo de la forma que puedo tomar? —la enorme masa negra comenzó a cobrar forma frente a Reita—, puedo ser tu peor miedo, Reita o simplemente tan grande que podría aplastarte en un santiamén —no parecía enteramente su voz, pero era Aoi. 


 


Una sombra se deslizó hacia las navajas entorpeció su andar hasta que se detuvieron, Reita se hizo hacia atrás. Uruha podía ver la forma en la que el rubio temblaba de miedo, y de cierta forma lo entendía, sus mismas rodillas chocaban contra la otra. 


 


La masa negra pareció sacar un brazo que rodeó a Reita por la cabeza, los ojos de Aoi se asomaron entre las sombras. 


 


—Boo —dijo el rey y soltó la banda de la nariz del rubio. 


 


—No, mis insectos —dijo Reita tratando de recuperar la banda pero no pudo, de pronto pareció desintegrarse en miles de ineptos que corrían a todos lados. Hasta que quedo solo uno. 


 


Aoi, quien ya era una persona de nueva pisó el ultimo insecto sin pensarlo dos veces. Corrió de inmediato hacia Uruha para desatarlo, el castaño por su parte se echó hacia atrás sin quererlo, seguía temblando ligeramente. Aoi se detuvo avergonzado. 


 


—Lo siento, no quería que vieras eso —dijo el peligro mirando el piso, sabía que lo había arruinado, Uruha no iba a querer verlo de nuevo. Se había dado cuenta que en realidad era todo lo contrario a él. 


 


—No sabía que podías ser tan aterrador —Uruha dijo bastante sorprendido, dejó de temblar casi al instante en que vio la mirada de Aoi.


 


—Déjame desatarte y podrás marcharte. Todavía hay tiempo para que puedas hacer uno de esos milagros de Navidad. No tienes que volver a verme nunca mas —dijo rápidamente desatando las cuerdas que mantenían atadas las manos y piernas de Uruha. 


 


—¿De qué hablas? ¿Por qué no iba a querer verte? —Dijo Uruha desconcertado. Aoi iba a contestar cuando el castaño lo tomó de la mano—. Espera, no hay tiempo —se llevó la mano libre a la nariz y la movió. Miles de destellos de luz los rodearon, Aoi se dio cuenta que estaba volando a una velocidad inhumana, en menos de un minuto se encontró sobre el trineo que conducía Ruki. 


 


El trineo se desestabilizó ante el peso de los cuatro. Kai volvió a gritar pero se quedó callado en cuanto vio a Aoi. 


 


—Ya era hora —dijo Ruki con las riendas de los renos en la mano—. Nunca me quieren hacer caso —se refirió a los animales quien lo miraban molestos. 


 


—Vayan a casa —Uruha movió las manos y tanto Kai como Ruki desaparecieron—. ¿A quién se le ocurrió esto? —Se rió tan alto que pareció escucharse en toda la ciudad en donde se encontraban—. Un monstruo y un elfo repartiendo regalos —volvió a reírse. 


 


Aoi se dio cuenta que aunque estaban volando alto, podía escuchar los murmullos de los niños que llamaban a Santa Claus con esperanza renovada. 


 


—Necesito de tu ayuda para repartir los regalos —dijo Uruha con las riendas en las manos, parecía que Ruki estaba lidiando mucho con ellas, pero en las manos del castaño ni siquiera se movían con brusquedad. 


 


—¿De qué hablas? Yo no  hago lo que tu —los regalos caían del trineo y caían con gracia sobre las chimeneas, acomodándose bajo el árbol. 


 


—Ahí donde no hay chimeneas, manda a tus sombras a repartir regalos —explicó Uruha. 


 


Aoi lo miró con asombro—. Pensé que te había asustado —dijo sin poder creerlo del todo, los regalos seguían cayendo y se atrevió a mover las sombras como el castaño le había indicado. Iban tan rápido que Aoi sentía que si parpadeaba podía perderse de lo que ocurría abajo. 


 


—Lo hiciste —Uruha explicó mientras perdían altura, le resultaba más fácil si sobrevolaba los tejados apenas por unos metros. Quería entrar en las casas pero no podían perder mucho mas tiempo del que ya habían perdido—. También me salvaste, lo cual demuestra que no eres malvado, solo es tu naturaleza. Yo puedo hacer esto —tomó uno de los regalos, le sopló haciendo que desapareciera y apareciera en la ventana de la casa por la que estaban pasando—. Yo no puedo hacer lo que tu haces, ni tu lo que yo hago. Si alguien viera tu sombras en este momento seguro tendrían pesadillas, pero medidas desesperadas —volvió a reírse con fuerza, su risa parecía hacer brillar la nieve, las luces, las estrellas sobre los árboles, parecía hacer sonreír a los niños que dormían y también a los que despertaban para buscar sus regalos. 


 


—Te amo —dijo Aoi—, yo y millones de niños del planeta. ¿Cómo podría competir con eso? 


 


Uruha sonrió de lado—. De la misma forma en la que no puedo competir con los niños que te aman a ti también —explicó. 


 


—¿De qué hablas? —Aoi frunció el ceño. 


 


—Te lo dije el día que te conocí, había oido hablar de ti porque muchos se quejaban que Halloween no duraba el suficiente tiempo —dijo sin dejar de repartir regalos—. Llevo preocupado todas estas semanas pensando que nuestras fiestas son contrarias cuando en realidad se complementan. Pensé que no podrías estar montado en este trineo, pero la verdad es que llevas ese toque de oscuridad a los chicos que no les gusta tanta paz y tranquilidad —se rió—. Yo podría multiplicar la alegría que las personas sienten en Halloween, a nuestro modo, como el equilibrio perfecto. 


 


Cuando terminaron de repartir los regalos, en los oídos de Aoi aun retumbaban las risas de los niños, la alegría de la Navidad. Así de feliz se sentía con Uruha a su lado. 


 


—Tengo un regalo más —dijo el castaño sonriendo mientras sobrevolaban la tierra de Halloween. Uruha le había dicho que había mandado a Ruki con Kai y tenía que pasar por él. 


 


—Ya has dado bastantes —Aoi sonrió. 


 


—Nunca es suficiente —movió las manos y desde el cielo oscuro con alguna llena que cernía sobre el bosque de arboles muertos, comenzó a caer nieve. 


 


Aoi escuchó las risas de su gente, de los vampiros, las brujas y los hombres lobo que se reunían para ver lo que sucedía. En pocos minutos todo se cubría de nieve, las personas salían a usar con ella, a hacer sus propios monstruos de nieve, a patinar en hielo. 


 


—Dime que llevarás el Halloween a Navidad —dijo Uruha mientras ambos flotaban sobre los demás en el trineo. 


 


—Siempre que quieras —Aoi sonrió—. No te compré un regalo de navidad —dijo avergonzado. 


 


—Lo único que quiero para Navidad eres tu —contestó Uruha finalmente, le rodeó el cuello y lo besó. 


 


Aoi sintió la luz de Uruha llenándolo de calidez, de la misma forma que sus sombras inundaban al castaño. El balance perfecto entre los dos y entonces supo que aquello que le había faltado lo había encontrado en Uruha. 


 


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).