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Los Clásicos de Gazette por urumelii

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El Vocalista Durmiente 


 


 


Ruki tenía cinco los cuando lo vio por primera vez, tenía pocos recuerdos de aquella fiesta de cumpleaños. Recordaba el pequeño carrito de juguete que Reita le había dado como regalo, algunos de los niños que corrían por su jardín mientras todos celebraban, pero sobre todo lo recordaba a él. 


 


A pesar de que la fiesta había comenzado por la mañana, se había alargado para algunos de los adultos ya en la tarde, estaba a punto de anochecer, Ruki lo recordaba porque había pensado que tal vez por su cumpleaños lo dejarían dormir más tarde y seguir disfrutando de sus regalos. Ya no quedaba ningún niño, solo él sentado a los pies de Kai jugando con ese carrito, cuando la puerta de la casa que daba hacia el jardín se abrió. 


 


Un chico que debía tener la edad de todos los adultos presentes atravesó el umbral, Ruki por un momento pensó que era un chica, pero al verlo con detenimiento sus facciones delataron que era un chico. Tenía el cabello color negro y ojos color miel, en su rostro tenía una mueca que le hizo sentir un escalofrío. Los brazos de Kai lo tomaron de inmediato llevándolo a su regazo, parecía que todos los adultos habían enmudecido. 


 


—¿Qué haces aquí? —Su padre se había levantado y se había colocado frente a Kai y a él, tapando un poco su visión. 


El recién llegado sonrió—. Parece que la están pasando increíble, cinco años ya. Qué rápido pasa el tiempo y aún así no puedo evitar sentirme triste de no haber sido invitado —dijo con tranquilidad. 


—No tendríamos por qué hacerlo —dijo su padre con voz firme. 


El otro rió sonoramente, pero a Ruki le pareció bastante falso. 


—¿Ah, no? Pero si tengo un regalo para el pequeño —comenzó a acercarse a Ruki con paso ligero. 


—No te atrevas a acercarte a mi hijo, Uruha —dijo su padre interfiriendo de inmediato. 


El otro paró en seco y chasqueó la lengua—. ¿No crees que aunque sea tengo un poco de derecho sobre él, Aoi? —ladeó la cabeza. 


—Perdiste todo el derecho cuando decidiste lo que decidiste —sentenció su padre. 


Por un momento el otro pareció quedarse sin palabras, sin embargo su expresión pasó de absoluto odio a dibujar una gran sonrisa. Sacó un cigarro y lo prendió sin preguntarle a nadie si estaba bien, eso Ruki lo recordaba porque su padre le prohibía todos fumar frente a él. 


—Deberías irte, Uruha —esta vez fue Reita quien habló.


El otro le dio una bocanada al cigarro y lo soltó directo a ellos—. De acuerdo me iré. Antes debo advertirte Aoi, que ese niño algún día crecerá, entonces le contaré la verdad y de él dependerá juzgar quien de lo dos tenía la razón. Te puedo asegurar que lo perderás, te lo prometo —dijo mas como una advertencia. Después de eso se marchó. 


Ruki no recordaba la plática que tuvieron los adultos, pero estaba casi seguro que aquella advertencia era la razón por la que poco después se habían mudado a Tokio. Jamás le había preguntado a su padre por aquel encuentro, aunque estaba muy seguro que no se lo contaría, aún a sus diecinueve años se preguntaba quién era esa persona. 


No ocupaba todos sus pensamientos, de vez en cuando lo recordaba, como en esa mañana que se preparaba para su primer día de clases en la universidad. Mientras se miraba al espejo para arreglarse, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado en su vida para llevarlo a ese momento. 


No podía quejarse, había crecido con su padre quien le había otorgado la mejor educación y gracias a eso podía entrar a la mejor universidad de artes del país. Su padre había sido músico, junto con Reita y Kai, una pareja de amigos que para él habían sido como sus tíos. Los tres lo habían rodeado de música y gracias a ellos había desarrollado su talento para cantar. 


Se miró al espejo acomodándose una vez más la camisa de cuadros que vestía y con un suspiro salió de su habitación. Era extraño que alguien de su edad aún viviera con su padre, pero solo se tenían uno al otro, y por lo sobre protector que Aoi podía ser con él, no le gustaba mucho la idea de que viviera solo. Bajó a La Cocina donde se encontró con su padre leyendo algo en el periódico mientras le daba un bocado a una tostada, generalmente Kai cocinaba, pero ahora no estaba y se tenían que conformar con lo básico. En cuanto entró al lugar su padre alzó la mirada, dedicándole una sonrisa. 


—¿Listo? —Le preguntó con entusiasmo. 


Ruki se alzó de hombros—. Tan listo como se puede estar —dijo. 


—Lo harás increíble, por algo entraste a la universidad. Tu voz es perfecta —le aseguró su padre. 


Ruki cerró los ojos—. Yo y otros cien, tengo que dar lo mejor si quiero ser el mejor cantante —dijo. 


—Vamos, lo harás bien —dijo Aoi levantándose—. Te llevaré a la escuela, si no está mal que tu padre te lleve, claro está —bromeó. 


Ruki sonrió, su padre era como su mejor amigo, por muy patético que a veces sonara eso. Le era difícil hacer amigos y al final, el pelinegro era muy joven cuando se convirtió en su padre, no era complicado entenderse. A veces las personas llegaban a creer que eran hermanos o incluso primos, Aoi siempre reía ante aquellos comentarios, pero no se recataba al decir que estaba orgulloso de ser su padre y Ruki moría de vergüenza. 


El trayecto no duró más de veinte minutos, después de escuchar las mil indicaciones y los otros mil consejos por fin bajó del auto, nervioso en todos los sentidos. 


—No hables con extraños —le dijo Aoi al despedirse. 


Para Ruki no era una advertencia inusual, se la había repetido durante toda su vida, sin embargo, aquello era el principal problema del por qué le costaba tanto relacionarse. Su padre odiaba a los extraños, siempre desconfiaba de ellos y terminaba por ahuyentarlos, aunque Ruki supiera que no lo hacía con malas intenciones, aquello había terminado por hartarlo. 


Había decidido que en la Universidad sería diferente, que se atrevería a hablarle a los extraños, pues no había otra forma de hacer amigos. 


Las primeras clases habían transcurrido de lo más normal, incluso había recibido algunas ovaciones al demostrar su rango vocal en una de ellas; había podido hablar con sus compañeros en ciertas ocaciones y parecía que todo marcharía a la perfección. Fue hasta su clase de composición, la ultima de aquel día que su vida dio un giro que no esperaba. 


La clase era compartida, no solo para vocales, también para otros músicos, por lo que había desde guitarristas hasta pianistas. Se había sentado en uno de los asientos del medio para no llamar la atención, haciendo garabatos en su cuaderno cuando sintió la presencia de un chico mirando su cuaderno por encima de su hombro. Alzó la vista y chocó con dos ojos oscuros. 


—Wow, es un gran dibujo el que estás haciendo —dijo el chico detrás de él, sonreía de forma socarrona y Ruki por un momento se preguntó si se estaba burlando o lo decía en serio. 


—¿Gracias? —Dijo sin saber que responder. No pudo evitar notar que el chico era guapísimo, de los pies a la cabeza, de hombros anchos y cabello oscuro. Sintió un ligero sonrojo en sus mejillas y se odió por ser tan pálido, se daría cuenta de inmediato. 


El otro rió ligeramente—. De nada —se sentó en su lugar detrás de él—. Soy Tora y, ¿tu? 


—Ruki —contestó con voz seca. 


—¿De qué especialidad vienes? Yo soy guitarrista. 


—Vocal —trataba de hablar con naturalidad, solo que el chico lo había deslumbrado y estaba casi seguro que sonaba como un tonto. 


Tora recargó sus manos detrás de la nuca—. Apuesto que todo el mundo te va a querer en su banda, eres muy atractivo —dijo sin una pizca de vergüenza. 


Ruki quiso articular alguna palabra, pero antes de que pudiera, el profesor de la clase entró al salón. Por dentro se encontraba muy agradecido. 


La clase transcurrió con normalidad, dentro de lo que podía ser, todo el tiempo sintió la mirada de Tora sobre él, y si no fuera porque se encontraba atrás de él, probablemente también lo estaría viendo. Cuando por fin terminó aquella larga hora, Tora lo invitó a tomar un café en la enorme cafetería de la universidad. 


Pasaron toda la tarde hablando, de música, de sus intereses, tenían tanto en común que para Ruki parecía irreal. 


—Siento como si te hubiera conocido de toda la vida, ¿no te conocí en un sueño o algo así?  —dijo Tora sonriendo—. Tal vez por eso en cuanto te vi entrar me sentí atraído por ti. 


—No digas esas cosas —respondió Ruki desviando la mirada. Jamás en su vida había tenido novio, tan solo pensar en la reacción de su padre al respecto, lo hacía querer salir corriendo pero el chico frente a él había resultado tan interesante, tan atrayente. 


—¿Te puedo acompañar a tu casa? —Le preguntó y Ruki no encontró una manera de decir que no. 


 


-x-


 


Aoi estaba sentado en la mesa del comedor fumando, no sabía por qué se sentía tan nervioso. No era la primera vez que pasaba un primer día de clases de Ruki, pero si era la primera vez que se daba cuenta que su hijo estaba creciendo y que pronto se iría de su lado. 


—Eres una madre preocupona —se burló Kai a su lado—. ¿Cuántos cigarros llevas? 


—No lo sé, muchos —respondió haciendo un puchero—. Es solo que, creció muy rápido. Ya no es un niño. 


Reita que hasta el momento estaba metido en su celular, lo miró con seriedad—. Ya es capaz de entender la verdad —dijo rápidamente. 


Los otros dos lo miraron con enfado. No era que Aoi no hubiera querido decirle, era que la situación había sido tan complicada desde el principio y lo había postergado tanto que ahora que sabía que Ruki tenía el derecho a saberlo, las palabras que alguna vez Uruha había pronunciado resonaban en su cabeza, llenándolo de miedo. 


—Lo sé —dijo Aoi mordiéndose el labio—, es solo que si decide buscarlo, no sé que haré. 


Kai le dio una palmada en el hombro—. Ya está grande, seguro si le explicas con calma lo que pasó, él lo entenderá —le aseguró. 


—Han pasado catorce años, Aoi. Nunca quiso buscarlo y las palabras que dijo no tienen ningún significado —agregó Reita. 


—No lo ha buscado porque huimos para acá, me aterroriza pensar que hubiera pasado si nos hubiéramos quedado en Kanagawa —dijo Aoi apagando el cigarro. 


—Sí, pero tienes que decirle la verdad —dijo Kai—. Es mejor que lo sepa de ti, a que Uruha lo encuentre y le diga quien sabe qué cosas. 


—No hay manera de que eso pase, pero Kai tiene razón. Tienes que decirle —terminó Reita. 


—Lo pensaré. 


-x-


Dos meses completos pasaron, dos meses en lo que hablaba o veía a Tora a diario, además de las clases que compartían juntos. Comían juntos, iban al cine, hablaban por celular y diario lo acompañaba a su casa, aunque lo dejaba a una cuadra antes; pues Ruki aún no se atrevía a contarle a su padre sobre su amigo. 


Amigo. Ese era el status de su relación con Tora, en varias ocasiones estaba seguro que estaban a punto de rebasar el limite, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Algunos de sus amigos, porque en realidad había logrado hacer amigos gracias al guitarrista, se burlaban de ellos diciendo que ya se besaran o se declararan, solo que el momento parecía nunca llegar. 


Aquella tarde, llegó a su casa tan sonriente como siempre o tal vez más. Tora se había despedido de él con un beso en la mejilla, mucho más de lo que habían hecho antes, y eso había bastado para mandarlo a volar por las nubes. 


—¿Estás bien? —Su padre le preguntó mirándolo con una ceja alzada. No había podido ocultar su felicidad. 


—Claro —dijo frunciendo el ceño por el descuido. 


—¿Alguna novedad? —Le dijo conociendo a la perfección su comportamiento. 


Ruki se alzó de hombros—. El profesor de composición está enfermo, mañana tendremos un reemplazo —dijo rápidamente para desviar el tema, incluso sacó los papeles del profesor y los tendió sobre la mesa. 


—Ya. ¿Nada mas? 


Ruki comenzó a enojarse, no quería decirle, sabía que Aoi le diría que dejara de verlo que los extraños no eran buena idea, pero no quería dejar de ver a Tora. 


—¿Por qué habría de haber otra cosa? 


—Porque tienes cara de enamorado —Aoi sonrió. 


—Claro que no, ¿qué vas a saber tu de eso? —Soltó pero se arrepintió al momento en que vio la cara de dolido de su padre—. Lo siento. 


Aoi suspiró señalando la silla de comedor vacía donde el chico se sentó—. Aunque no lo creas, sé de eso. Desde que naciste he vivido para ti, pero alguna vez estuve muy enamorado —dijo sonriendo levemente. 


—¿De mi madre? —Se atrevió a preguntar. Desde que tenía uso de razón, Ruki le había preguntado a su papá por su mamá y siempre había obtenido la misma respuesta: “Cuando seas mayor te lo diré”. Finalmente se había cansado de preguntar, hasta ese momento, debían haber pasado unos tres años desde la última vez que la había sacado al tema. 


Aoi se mordió el labio inferior, parecía estarse debatiendo consigo mismo la respuesta. Fue hasta ese momento que Ruki entendió que su padre cargaba un secreto a cuestas y ahora quería saberlo, si es que lo involucraba a él.


—No —respondió finalmente pelinegro con toda la sinceridad posible. Para Ruki fue una cubetada de agua fría—. Antes de conocer a tu mamá, yo estaba enamorado de un chico muy singular, era el otro guitarrista de mi banda. Era el chico más increíble que te pudieras imaginar —la manera en la que su padre hablaba parecía entre melancolía y un dolor muy profundo—. Teníamos una relación bastante seria, pero a veces el amor no es suficiente para salvar una relación, ¿sabes? Cuando las inseguridades y los celos interfieren entre dos personas es difícil mantenerla, así que nos separamos. Después conocí a tu mamá y aquí estamos —terminó abruptamente su relato. 


Ruki frunció el ceño, aquello no resolvía ni explicaba nada—. ¿Entonces? —No pudo evitar preguntar—. ¿Por qué nunca hablas de mi madre? —No tenía sentido—. ¿Por qué no me cuentas todo y ya? —se enfadó. 


Aoi se dio cuenta que se había metido en un terreno del que sería muy difícil salir, podía decirle la verdad de una vez y esperar que Ruki no enojara con él, pero el miedo lo petrificó; solo logró levantarse. 


—Quien sea de quien estés enamorado, ten cuidado, la gente no es de fiar —dijo Aoi. 


—¿Es todo lo que vas a decir? —Ruki también se levantó—. ¿No es de fiar? ¿Cómo lo sabes si ni siquiera lo conoces? 


—Entonces sí hay alguien. Ruki, la gente puede ser mala. 


Ruki ya no lo aguantó y le dio un golpe a la mesa—. ¿A qué le tienes tanto miedo? —gritó. 


—A que te lastimen. 


—Bueno, ese es un riesgo que estoy dispuesto a correr, es mi vida papá. Si a ti te fue mal, no tiene que ser lo mismo para mi —corrió a su cuarto hecho una furia. 


Aoi quiso seguirlo pero supo que no podría, tenía que dejar que se calmara primero y después intentaría decirle todo de nuevo. No quería que su hijo creciera alejado de todo, pero le daba tanto miedo que le hicieran lo mismo que a él o que no se quisiera cuando supiera la verdad, tanto tiempo trató de proteger que tal vez lo estaba privando de las experiencias que todo chico de su edad debería tener.


Con eso en mente resolvió que al día siguiente le diría la verdad. 


 


A la mañana siguiente Ruki se fue sin despedirse de su padre, aún estaba enojado, necesitaba tiempo para calmarse. No era la primera vez que discutían y estaba seguro que llegarían a un acuerdo y que su padre se daría cuenta que ya no era un niño; solo necesitaba calmarse para poder hablar bien. Estaba en camino cuando un mensaje de Tora llegó a su celular, no le había contado toda la pelea con su padre, quería hacerlo hasta llegar a la universidad pero se decepcionó al leer el mensaje. 


“Creo que me dio lo mismo que al profe de Composición, me duele todo el cuerpo y tengo mucha gripa :( no iré hoy a la escuela. Te extrañaré, no vengas, te contagiaré y no podrás cantar. No me lo perdonaría. <3”


Ruki no pudo evitar sonreír, dentro de todo, Tora se preocupaba por él. 


“No me digas que hacer Tora! Está bien, no iré hoy, pero si mañana sigues igual prepárate para mi visita, no es pregunta. Yo también te extrañaré <3”


“Por eso te quiero :)”


Te quiero. Las palabras hicieron que su corazón palpitara con fuerza, ¿cómo podría desconfiar de un chico como ese? Tenía que hablar con su papá, tal vez Reita y Kai lo ayudarían. 


Se pasó la mayor parte del día ideando la mejor conversación con su padre en la cabeza, cómo abordarlo y hablarle de Tora, seguro le caería muy bien, después de todo los dos eran guitarristas, algo ya tenían en común. En eso estaba cuando el profesor de reemplazo de su clase entró. 


Al principio no le puso mucha atención hasta que sus ojos se cruzaron con los suyos, los recuerdos de cuando tenía cinco años sintiéndose tan vividos en su cabeza. Era el mismo chico, bueno ya no era tan chico, debía tener la edad de su padre, pero ahí estaba, el hombre que había entrado a su fiesta de cumpleaños. 


Uruha. 


La clase no pasó tan rápido como Ruki hubiera querido, le urgía que terminara para poder hablar con ese profesor que ahora tenía el cabello castaño y los mismo ojos color miel, la mitad del salón parecía embobado con su presencia. Sin dudarlo el hombre tenía un gran encanto entre todos, bromeaba y hablaba con voz profunda sin prestarle mucha atención, al menos hasta que por fin la hora terminó. 


—Ruki —lo llamó el profesor—. ¿Te molestaría quedarte unos minutos? 


Ruki sintió que su corazón se iba a salir de su pecho, ¿lo habría reconocido? ¿Sabía quién era? Asintió torpemente y se acercó al escritorio, donde Uruha revisaba unos papeles, pronto lo miró sonriendo. Ruki recordó esa sonrisa que de niño le había parecido fingida, ahora no solo lo confirmaba, tampoco le transmitía seguridad. 


—Supongo que no tienes idea quién soy —dijo el profesor. 


—Uruha —contestó Ruki—. Estuviste en mi fiesta de cumpleaños numero cinco. 


Uruha soltó una carcajada—. Vaya, que gran memoria. ¿Aoi te contó de mi? —dijo sin levantarse, solo mirándolo profundamente. 


Ruki negó. 


—Claro —empezó a abrir un cajón y a mover las manos, aunque Ruki no era capaz de ver lo que hacía—. Tan típico de él, Aoi y yo tocábamos en la misma banda.


—Tu eras el guitarrista del que se enamoró —dijo Ruki sin poder creerlo. 


Uruha sonrió de lado—. Así que si me mencionó, ¿te dijo que en realidad soy yo tu padre y no él? —lo miró con malicia. 


Ruki abrió los ojos sin poder creerlo, lo había dicho tan a la ligera como si fuera cualquier cosa, mientras él sentía que caía en un agujero negro sin fin, le dolió el estomago y pudo jurar que veía borroso. 


-x-


—La cagaste —repitió Kai por tercera vez. 


Aoi miraba el techo—. ¿Crees que no lo sé? Pero no quiero decírselo tan a la ligera —dijo tratando de justificarse. 


—Ya sé que no es cualquier cosa, aunque ya estaban en eso, pudiste explicarle —dijo Reita hojeando los papeles que Ruki había dejado ahí la tarde anterior—. ¿Qué es esto? —Preguntó sin prestarle mucha atención.


—La información del profesor suplente de una de sus clases. Ya sabes como les gusta gastar en papel —explicó Aoi—. Lo hacen para que te asegures que los que enseñan son de gran renombre. 


La expresión de Reita cambió por completo al leer algo en las hojas—. ¿Viste esto? —le preguntó casi con pánico, atrayendo la atención de ambos. 


—No —dijo Aoi sin entender. Reita le tendió el papel que acababa de leer y el alma se le fue a los pies. Ahí estaba el nombre de Uruha Takashima. 


Uruha sería el profesor de Ruki. Se levantó como resorte de la silla, sabía a la perfección lo que iba a hacer, durante catorce años seguro había buscado la oportunidad y por fin la había encontrado. Y si le hubiera dicho la verdad desde el principio, Ruki hubiera podido estar prevenido, ahora corría peligro. 


Kai y Reita sabían lo mismo, por lo que sin decir nada, salieron hacia el auto de Reita para tratar de llegar a la universidad antes de que Uruha le pusiera un dedo encima a Ruki.


 


-x-


 


—No es posible —dijo Ruki a duras penas, sentía las lagrimas acumularse en sus ojos—. Dijo que se habían separado por celos e inseguridades y después había conocido a mi madre. 


Uruha soltó una carcajada—. Aoi no ha perdido su gran don de la mentira. ¿Acaso te explicó como coqueteaba con toda chica se le pusiera en frente? ¿Cómo me dijo que su máximo sueño era ser padre y que conmigo jamás lo cumpliría? ¿Te dijo cómo rompió mi corazón dejándome por otra? —Dijo con verdadero desprecio—. Me dejó por una mujer que decía ser mejor que yo solo por poder darle un hijo. ¿No crees que eso es injusto? 


Ruki trataba de procesar la información, pero era casi imposible, parecían olas que azotaban la costa tan fuerte como un huracán, tan rápido que eran incontrolables, su cuerpo temblaba tratando de hallar una posible respuesta a lo que decía, sin tener que pensar que su padre, la persona en la que mas confiaba en este mundo, podía haber hecho algo tan horrible. 


—Y eso no bastó, querido —dijo Uruha levantándose—. Cuando fui yo quien embarazó a una chica, te arrebató de mis brazos y te hizo pasar como suyo —se acercó lentamente, Ruki no podía siquiera moverse, no podía creerlo. 


—No —fue todo lo que pudo articular. 


—Aoi me quitó todo —dijo con furia—. Yo le quitaré lo que más quiere —en un rápido movimiento tomó el brazo de Ruki, quien pudo reaccionar apenas, cuando la aguja ya se encontraba dentro—. Te comprobaré que eres mi hijo, soy altamente alérgico a la penicilina —sonrió cuando Ruki lo miró con pánico—. ¿Tu también, verdad?


Ruki sintió como su garganta se cerraba, la respiración se le hizo difícil, quería gritar no sólo de terror, también porque era cierto, él también era alérgico a la penicilina, lo que comprobaba que ese hombre era su padre. Y su padre lo estaba asesinando. Después de eso todo fue negro. 


-x-


Aoi nunca había corrido tan rápido como en ese momento que un estudiante le había indicado el camino al salón de composición, tampoco ningún pasillo se le había hecho tan largo. Rezaba por dentro, esperando que Uruha no hubiera tenido oportunidad de acercarse a Ruki, no sabía el horario de su hijo, era una maldita apuesta. Kai y Reita corrían detrás de él cuando por fin abrió la puerta con fuerza. 


Dentro del salón estaba Uruha, tan malditamente hermoso como había sido tantos años atrás, de haber sabido de todo lo que el chico era capaz jamás se hubiera acercado a él. Sonreía revisando unos papeles.


—Llegas tarde Aoi, como siempre —se acercó sonriendo. 


Aoi miró con horror como Ruki yacía en el piso inconsciente, esperaba que estuviera inconsciente y no muerto, no se permitió siquiera tener ese pensamiento en la mente. Fue Kai quien se aventó hacia su hijo para comprobar su estado, Aoi tenía que enfrentar al otro. 


—¿Qué le hiciste? —Dijo tratando de no gritar. 


—Lo que te dije que pasaría, le dije la verdad y ahora vas a perderlo —dijo aún sonriendo. 


—¿Cuál verdad? —Gritó Reita—. ¿La tuya o lo que en verdad pasó?


—¡Cállate! —Gritó Uruha de vuelta—. Te devuelvo el favor, Aoi. Ahora sabes lo que se siente perder lo que más amas —se encaminó a la salida. 


—¿Cuánto más vas a quitarme hasta que logres estar en paz? —Preguntó Aoi, mucho mas sereno de lo que se hubiera imaginado. 


—Nunca estaré en paz, Aoi. Mientras haya algo que te haga feliz, te lo quitaré.


—Es tu hijo —dijo el pelinegro casi llorando. 


—Pudo haber sido nuestro y no quisiste —con eso desapareció por el pasillo. 


Lo siguiente pasó muy rápido, Kai llamó a emergencias y fueron interminables minutos los que pasaron antes de que llegaran. La piel de Ruki se tornaba de color azul debido a su falta de respiración y lo que Aoi pudo adivinar, la reacción alérgica que le había provocado a su hijo. Sabía perfectamente cuál era su debilidad, pues era la misma que él. 


Aoi no podía dejar de culparse, si hubiera llegado antes, Ruki no hubiera permanecido tanto tiempo expuesto al medicamento, a la falta de oxígeno. La epinefrina había ayudado a que volviera a respirar pero su hijo no podía despertar. Los doctores le explicaron que era poco probable que tuviera que ver con la penicilina, si no al grave shock que había sufrido. Si Aoi le hubiera dicho todo desde un principio, Ruki hubiera estado preparado. 


Tres días completos habían pasado y su hijo seguía sin despertar. Había una enorme razón por la que Aoi no podía denunciar a Uruha, él era el padre biológico de Ruki, si lo denunciaba, él mismo podía acusarlo a él de secuestro y aunque fuera mayor de edad, harían muchas preguntas. La misma razón por la que no lo había denunciado diecinueve años atrás cuando Uruha había asesinado a la madre de Ruki, tirándola por las escaleras, aunque hubiera argumentado que fue un accidente. 


Toda la maldita historia le daba vueltas en la cabeza, cómo él y Uruha habían sido tan felices hasta que a Aoi se le había ocurrido decir que quería ser padre. No quería serlo en ese momento, tal vez en un futuro y no se imaginaba serlo sin Uruha. No sabía en qué punto su pareja había pensado que era una forma de decirle que no iba a seguir con él. Uruha se había vuelto loco porque no podía darle un hijo, incluso cuando Aoi le explicó mil veces que no era el momento. 


Cada chica que se le acercaba era un problema para Uruha, creía que le era infiel, que lo dejaría porque eran chicas y él no. Cuando Aoi lo amaba con locura, fueron meses del infierno, hasta que por fin Aoi decidió terminarlo. Le dolió muchísimo, pero no era sano. 


Pasaron meses antes de que se decidiera a salir con una chica, era bonita, sí, pero no era Uruha y Aoi se sintió frustrado, Uruha lo buscaba, le rogaba que regresaran, le mandaba mensajes, lo acosaba, pero Aoi no desistió, siguió saliendo con ella por largo tiempo. Sin embargo con lo que nunca contó fue que Uruha buscaría a la chica, se la llevaría a la cama y poco después la dejaría embarazada. Aoi había pensado que lo había hecho como venganza, quitarle a la chica, pero no acabó ahí. 


En el octavo mes de embarazo, la chica cayó de las escaleras provocando el parto. Aoi había corrido al hospital para acompañar a Uruha, en un momento de debilidad, donde el castaño le había llorado, suplicando que mínimo lo acompañara en ese día. La chica no había sobrevivido, y apenas pasados dos minutos, Uruha sonrió y dijo, ahora podemos criar al niño juntos. 


Aoi aún tenía pesadillas con esa sonrisa, le había implicado de manera sutil que él había sido el culpable de la muerte y no se arrepentía. Así que hizo algo que jamás pensó, registró al niño como suyo, se hizo pasar por el novio y se lo llevó. Sacó a Uruha de su vida, advirtiéndole que si se acercaba a ellos, lo delataría a la policía y que no le importaba que le quitaran al niño. 


Diecinueve años habían pasado y su hijo se rehusaba a despertar, por culpa de una relación dañina que él había tenido cuando era joven. Por eso no quería que se acercara a nadie, no quería que terminara lastimado y todo se había puesto peor. 


—Si le hubiera dicho la verdad —dijo sentado a un lado de la cama de Ruki, donde parecía estar dormido en un sueño interminable. 


—Deja de culparte, va a despertar —dijo Kai. 


—Por favor, despierta —le dijo Aoi a Ruki suavemente. 


 


-x-


Tora no había visto a Ruki en toda la semana, ya se había recuperado de su resfriado y se había sentido sumamente decepcionado al notar que el chico no le había escrito nada, ni lo había ido a visitar como había dicho que lo haría. Se preguntó si estaba enojado o algo por el estilo, así que lo buscó en todas partes en la universidad pero nadie lo había visto. 


Se decidió ir a su casa al terminar las clases, aunque nunca lo hubiera dejado acercarse cada vez que lo acompañaba, sabía perfectamente cuál era su casa. Se sorprendió ver a alguien saliendo de la casa con una pequeña maleta, probablemente era el padre de Ruki, le había hablado mucho de él aunque nunca lo hubiera conocido. Se acercó rápidamente, pues el hombre parecía que estaba a punto de irse. 


—Disculpe, ¿se encontrará Ruki? —Preguntó acercándose con cautela, no sabía si el chico les había hablado sobre su amistad, pues siempre había parecido ser muy reservado con sus cosas.


El hombre lo miró con sorpresa, como si estuviera pensando si debía contestarle o no. 


—¿Eh? ¿Quién eres? —Fue todo lo que dijo. 


—Tora, soy su amigo en la universidad —quería decir novio, pero no se había animado a confesarle a Ruki lo que sentía. Aunque había sido muy directo desde el principio, el otro era tan reservado que no había querido presionarlo. 


El hombre sonrió levemente—. ¿En serio? Me alegra que Ruki tenga a alguien, soy Kai, soy su tío y… —se detuvo con una cara de tristeza—.  Siento que no lo sepas, pero por ahora se encuentra en el hospital. 


Tora abrió mucho los ojos sin poder creerlo, no era que el chico se hubiera enojado y hubiera decidido no hablarle, era que se encontraba en problemas. Se recriminó por no haberlo buscado antes, tenía miedo que el chico fuera a rechazarlo finalmente y no se había decidido a buscarlo hasta ese momento y resultaba que todo el tiempo el chico necesitaba de su compañía. 


—¿Qué le pasó? —Preguntó tragando saliva. 


Kai torció la boca—. Alguien trató de matarlo —dijo sin más, no valía la pena ocultarlo, no podían acusar a Uruha con la policía pero se aseguraría que el rumor se corriera, tal vez asó podrían proteger mejor a Ruki una vez que despertara.


Tora casi se va para atrás de la impresión, ¿cómo podía ser cierto? ¿Por qué alguien haría algo así? Tal vez un asalto que salió mal, o un choque, no podía imaginar otra situación. 


—Si lo pones así suena muy dramático, Kai —otra voz se acercó  detrás de ellos. Un hombre de largas piernas y cabello castaño caminaba hacia la casa. Sonreía mientras fumaba un cigarro de manera despreocupada. 


—¿Qué estás haciendo aquí? —Dijo Kai con verdadero desprecio.


—Vine a ofrecer mis condolencias por el fallecido y ahora me entero que sigue en el hospital. La pequeña rata sobrevivió —contestó borrando la sonrisa. 


Kai avanzó saliendo del patio de la casa, cerrando con fuerza la reja de la casa, se colocó frente al castaño—. Lárgate, o yo le hablaré a la policía sin importarme lo que Aoi diga. Si Ruki no despierta será solo por tu culpa —advirtió. 


Tora estaba paralizado en su lugar, aquel hombre no solo hablaba de la condición de Ruki como si fuera cualquier cosa, también parecía haber insinuado que tenía algo que ver con la condición del chico. El castaño se giró a verlo, volviendo a sonreír. 


—Tú debes ser el novio, escuché de ti en la universidad —dijo Uruha alegremente—. Que condiciones tan extrañas para conocer a tu suegro, ¿no? —soltó una carcajada. 


—Tu no eres el padre de Ruki, Aoi lo es. Por mucho que aquello te duela —interrumpió Kai interponiéndose entre él y el castaño—. Déjanos en paz, ya causaste demasiado daño.


Uruha alzó la mano para despedirse pero en lugar de eso, empujó a Kai con fuerza contra la reja, esta al estar mal cerrada se abrió y el chico cayó hacia atrás golpeándose la cabeza contra los escalones que conocían a la casa. Por unos instantes parecía estar inconsciente, y Tora tembló ante la acción, no era ningún indefenso, se había peleado más veces de las que podía contar, practicaba box y había derrotado a varios contrincantes e incluso delincuentes. Lo que lo tenía pasmado era la forma de actuar de aquel hombre, tan a sangre fría, que parecía estar disfrutando toda la situación. El castaño lo miró con aburrimiento. 


—No te metas —advirtió—. Yo podré terminar mi trabajo y tu seguirás con vida —esta vez sí se despidió con un movimiento de la mano. 


Tora quiso seguirlo, pero debía asegurarse que Kai estuviera bien. Avanzó hacia el chico, quien afortunadamente había despertado sobándose la cabeza. 


—¿Está bien? —preguntó Tora alarmado. 


—Vete, Ruki está en peligro —metió las manos en el pantalón y sacó las llaves de su auto—. Llévate mi auto, es el Mitsubishi de allá. Estaré bien, alertaré a su padre y su otro tío. Piso 4, habitación seis —le tendió las llaves—. ¡Vete! Estaré bien. 


Tora no lo dudó más, se levantó y corrió tan rápido como le dieron las piernas al auto. Tardó varios minutos en poder acomodarse para poder manejarlo, pero no bajó la velocidad hasta el hospital. 


Estacionó de una forma muy cuestionable, pero antes de poder llegar siquiera al edificio volvió a ver al hombre castaño, al parecer había logrado llegar antes de que se acercara a Ruki. Frente a él estaban dos hombres, uno rubio y otro pelinegro, ambos impedían la entrada del otro al hospital. Tora paró en seco detrás de ellos. 


—No te voy a dejar pasar —dijo el rubio. 


—Me molesta su falta de visión, ¿qué no quieres ser libre, Aoi? No tendrías que preocuparte nunca más por un chico que no es tuyo —dijo Uruha cruzado de brazos. 


—Estás enfermo —fue todo lo que contestó el pelinegro. 


El castaño se removió y fue cuando vio a Tora—. Vaya, el novio me siguió hasta acá, ¿vienes a darle el beso que hará que la bella durmiente despierte? —Se burló, sacando algo de detrás de su espalda, tomó un arma con fuerza. Lo que provocó que todos se hicieran unos pasos hacia atrás; la apuntó directo a Aoi—. Cambio de planes, debería matarlos a todos excepto a Ruki, así cuando despierte se dará cuenta que ya no tiene a nadie. Comenzaría por supuesto con el hombre que empezó todo esto al romperme el corazón, ¿por qué no pudiste simplemente aceptar mi propuesta de criarlo juntos? —Preguntó verdaderamente dolido. 


—Porque así no se hacen las cosas, Uruha. No podías esperar que estuviera bien con lo que le hiciste a Mayumi —dijo Aoi con las manos levantadas. 


—¡Se cayó! —Gritó Uruha moviendo la mano violentamente con el arma—. Pensé que era lo que querías. 


—Nunca quise que las cosas pasaran así, tu eras el amor de mi vida. 


—Y así, me dejaste por Mayumi, ¿no? Te llevaste a mi hijo y te atreviste a criarlo como tuyo. 


—Contigo no hubiera sido feliz —dijo Aoi acercándose—. Lo sabes.


Tora se dio cuenta que el pelinegro iba a intentar quitarle el arma, pero el ángulo estaba mal, si lo intentaba de esa forma, Uruha tendría un disparo claro. Así que sin pensarlo mucho, se aventó contra el castaño antes de que Aoi pudiera moverse, no lo pensó, sabía de lo que ese hombre podía ser capaz y no se quedaría a averiguar si podía llegar más lejos. Pensó en Ruki, y como sería la única forma en la que el mas bajo podía vivir con tranquilidad. 


Alcanzó a tomar la muñeca de Uruha con la que sostenía el arma, el otro puso resistencia pero Tora era más fuerte. Forcejearon apenas unos minutos cuando Tora alcanzó a doblar el brazo del castaño al momento en que este jalaba del gatillo, un disparo seco atravesó el estacionamiento. Uruha colapsó en los brazos del chico, sin vida. 


Las cosas eran bastante borrosas para Tora, después de ese momento, la policía llegó. Tuvieron que ir a la estación, donde narró una y otra vez lo que había pasado, como había sido defensa propia, las historias de Avi y Reina concordaban con la suya, pero sospechaba que ellos sabían perfectamente los motivos del castaño para haber hecho lo que hizo. Tora apenas tenía piezas que podía ordenar en su cabeza y que no tenían sentido. 


Finalmente, después de horas de interrogatorios los dejaron ir; al parecer el rubio al que llamaban Reita era abogado y había podido hacer los arreglos apropiados. Solo tuvieron que firmar un montón de papeles. Para cuando salieron, ya era muy noche . 


—Tenemos que regresar al hospital, Kai nos está esperando —dijo Reita mirando a Tora con curiosidad. 


—No tengo palabras para expresarte lo agradecido que estoy contigo —dijo Aoi con seriedad—. ¿Quién eres y por qué nos ayudaste? 


—Mi nombre es Tora Amano, soy compañero de la universidad de Ruki —por fin pudo presentarse de forma apropiada. 


—No tenías que hacer lo que hiciste. 


—Lo sé, pero yo haría cualquier cosa por Ruki —dijo con seguridad, tal vez no era la mejor forma pero tenía que dejarle claro a su padre que él estaba muy interesado en Ruki sin importar qué. 


El otro pareció sorprenderse, pero terminó por sonreír—. Eres tú el chico del que está enamorado —dijo tranquilamente. 


Aquella declaración hizo que el corazón de Tora latiera más rápido incluso que al enfrentarse al arma de Uruha, una felicidad incontrolable se instaló en su pecho. Lo único que quería era ser correspondido por Ruki y parecía que lo era. 


—Por favor, déjeme verlo —pidió Tora. 


—Mi hijo está dormido debido al shock que Uruha le provocó. Tal vez le haga bien escucharte —dijo Aoi con voz indescifrable. 


Lo llevaron con ellos al hospital, estaban en completo silencio, en el cual a Tora le pareció que el padre de Ruki, estaba atravesando por muchas sensaciones e impresiones. Pues en varias ocasiones, Reita le había dado una palmada en la espalda en señal de apoyo. 


A Tora se le olvidó todo ni bien entró a la habitación del mas bajo, se veía igual de atractivo que siempre, no tenía nada conectado como pensó en un principio, solo la linea del suero y el parto que media su ritmo cardiaco. De ahí en fuera, como habrán dicho, Ruki parecía dormir plácidamente. Si no estuvieran en el hospital probablemente pensaría que el chico estaba fingiendo para no hablar con él. 


Se acercó lentamente, incluso con miedo, a pesar de que su padre le había dicho que estaba bien que se acercara. No habían entrado con él, les habían concedido esa pequeña privacidad. Tora agradeció el gesto, probablemente no se atrevería a hacer lo que iba a hacer si hubiera estado delante del padre de Ruki. 


Tora peinó ligeramente el cabello alborotado de Ruki—. Hola —lo saludó sin estar muy seguro de qué decir—, ahora sí lograste preocuparme. Tu padre me contó todo y me gustaría que hubiera una forma de traerte de vuelta, que no sufrieras solo todas esas revelaciones que te tienen así. Sé que es más fácil estar dormido, pero tienes gente que te ama —sonrió—. Incluyéndome, sé que te lo debí decir antes pero no quería que te alejaras. Te amo Ruki, tal vez desde el primer momento, cuando pensé que te había visto en un sueño, ¿recuerdas? Por favor despierta para que podamos hablar de esto —Tora tomó aire—. Tal vez sea una locura, pero el amor verdadero lo puede todo, ¿no? Y además muero de ganas de hacerlo desde la primera vez que te vi. 


Sin pensarlo mucho posó su labios sobre los de Ruki, en un delicado beso. No pensó realmente que funcionaria hasta que se separó, contuvo el aliento unos segundo cuando notó que los ojos y la expresión de Ruki se movía sutilmente. No podía creerlo, estaba despertando. Llamó rápidamente a los otros tres que lo esperaban afuera, quienes entraron como estampida a la habitación. 


Ruki abrió los ojos lentamente, su mirada pasado ligeramente de de su papá a los demás y finalmente a Tora, sonrió ligeramente y se devolvió a Aoi. 


—Papá —dijo con voz rasposa. 


—Shh, no hables. El doctor no debe tardar, Kai fue a buscarlo—Aoi se acercó calmando a Ruki.


—Papá —insitió—. Yo, no me importa si lo que dijo Uruha es cierto, tu eres mi padre —dijo con lagrimas en los ojos. 


Aoi le dio un beso en la frente—. Por supuesto que lo soy, siempre lo seré. Descansa y cuando estés mejor te prometo que te contaré la verdad. Lo siento, siento habértelo ocultado, no quería que resultaran así las cosas —el pelinegro también parecía a punto de llorar. 


—Está bien, solo no te vayas de mi lado —Ruki apretaba con fuerza la camisa de Aoi y finalmente miró a Tora—. Gracias, te escuché de alguna forma. 


Tora sonrió—. Es cierto lo que dije —aseguró aunque no se atrevió a mirar a los demás. Aoi aún tenía abrazado a Ruki y Reita lo miraba con una ceja alzada. 


—Te amo —dijo Ruki sonriendo, los otros dos lo miraron sorprendidos, pero eso a Tora no le importó, había escuchado lo que necesitaba para estar mas que feliz. Toda esa pelea con el tal Uruha había valido la pena si el chico de sus sueños estaba bien y a salvo. 


—A partir de ahora todo será diferente —dijo Aoi—. Y vivirás feliz para siempre —aseguró. 


—Viviremos felices para siempre —corrigió Ruki. 


 


 


 


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