–Vella muévete, pesas.
Steve intenta mover a la canina de su costado, pero esta no cede, apenas le mueve un poco ella regresa a su posición. Suspira derrotado. Se acomoda en la cama lo mejor que puede, su coxis duele. Respira profundo y ahoga un gemido de dolor, haberse duchado en el jacuzzi de la terraza fue una mala idea.
La caída fue aparatosa, el susto mayor.
Vella se desliza despacito sobre el colchón para llegar a él, ríe divertido ante el actuar, espera y ella llega. Sumerge sus dedos en el pelaje de su amiga, quien no se separa de ellos después del accidente.
–Eres muy bonita Vella.
Sus caricias continuaron, así como un pequeño tarareo de una vieja nana que su madre o James una vez le cantaron mientras estaba en el hospital. Vella dejaba escapar exhalaciones de vez en cuando.
El hundimiento del colchón tras él le alertó.
–¿Cómo están? –Sonrió sin poder evitarlo. –Ey, ¿los has cuidado bien, chucho apestoso?
–Anthony.
–Es de cariño, amor.
El beso suave en sus labios le hizo acentuar todavía más su sonrisa. Un pequeño estornudo rompió su pequeña burbuja.
–Salud, mi amor.
Vella giró hacia el pequeño bulto de dónde provino el sonido, le observo por un rato hasta acercar su hocico a él, le olfatea para después acercarse a él.
–Los cuida más a ustedes que a mí.
Steve ríe ante el reclamo celoso de su pareja, importándole poco si les aplastaba se acomodó sobre su costado derecho, esa posición era menos incómoda que estar sentado o apoyado en su otro lado. En seguida Anthony se reacomodo tras él, Vella se acurrucó contra él de lado, de nuevo.
–Esa perra sigue sin quererme Steve.
El ex-soldado no respondió, sólo tomó su mano entrelazando sus dedos para llevarla hasta su pecho, su hijo Andrew dormía a su lado junto con un fuerte de almohadas al otro. Seguía sin creer que era un doncel, aún no concebía la idea de que el pequeño bulto de respiración profunda haya habitado en su cuerpo, su pequeño sólo tenía un año y tres meses.
–Como nieve que se niega a derretirse, protegiéndose del sol en la sombra…
Anthony comenzó a cantarle en un tono bajo, igual a una nana, Steve se pegó más a él, hacía mucho no le escuchaba cantar.
Dejándose guiar por los acordes de la voz de Anthony recordó que estuvo a nada de perder a su segundo bebé, gracias a que Vella le escuchó y comenzó a ladrar, Anthony vino en su ayuda, ahí se dieron cuenta de su estado, pues el dolor en toda su zona abdominal no era normal. Después de las revisiones debía pasar al menos los siguientes tres meses en cama para evitar un aborto, así que ahí estaba, en la cama con su Andrew y Vella haciéndole compañía mientras Anthony atendía asuntos de la empresa cuando era necesario.
Los asuntos de los vengadores quedaron olvidados hasta nuevo aviso y ciertamente aquella decisión le agrado, necesitaba a Anthony cerca.
Su bebé en su vientre se movía y al instante Vella se acercaba, lamía un poco para después echarse sobre sus patas sin quitarle la vista de encima.
–Las lágrimas que se congelan en el cielo se caen, gentilmente balanceándose frente a mí…
Ríe ante el recuerdo de un Anthony celoso y muy posesivo, presumiendo a su primogénito y a él como su pareja, dejando muy en claro que ellos eran suyos y no estaba dispuesto a compartir. No negará que les costó llegar hasta donde actualmente se encontraban. Risas, peleas y un sinfín de situaciones más con Vella aderezando todos esos momentos.
–Traes el cabello largo. –En algún momento Anthony había dejado de cantar.
–¿No te gusta? –Steve le observó a los ojos.
–Me gusta, ¿cuál es el motivo?
El soldado antiguo sonrío, Anthony había aprendido a leerlo tan bien que a veces le asustaba.
–Te lo diré apenas se cumpla.
–Tramposo. –Anthony afianzó su abrazo, dándole un sonoro beso en la mejilla. –Te amo Steve Rogers.
–Nosotros también, Anthony Collins.
Vella sobre su vientre ladrando en afirmación, cuidando de los tres.