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Vella por aries_orion

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No necesita dormir, después del suero con dormir cuatro o seis horas es más que suficiente, pero después de una misión es capaz de dormir hasta diez o doce horas. Su cama nunca le ha parecido nada tan suave y cómodo, no quiere moverse sino es para cambiar de posición.

Esta boca abajo, con la sábana apenas cubriendo su cintura y revuelta entre sus piernas, sus manos bajo la almohada le dan a sus músculos un agradable tirón. Adormilado, a punto de caer.

Lo que le cayó le saco el aire de los pulmones. Gruñe. Murmura, pero el movimiento sigue.

–Vella, pequeña cabrona, quita.

Ladridos en su oreja le aturden, las babas escurren sobre su cuello, su espalda es arañada.

–Pesas, quítate.

La cachorra le vuelve a ladrar más no se mueve, al parecer estar sobre él le gusta. Suspira, se gira y la aplasta, ella gruñe, ladra y patalea.

–Te dije que te bajaras.

Ni siquiera intenta volver a dormir. Vella sobre la cama le mira y ladra, se para, ella sigue ahí. Siguiéndole con la mira. El veterinario se lo advirtió, Vella era una perra hiperactiva, con demasiada energía que debía drenar jugando, corriendo o haciendo deportes. Es una cachorra, una niña.

Apenas ve que toma la correa junto con el collar se baja deprisa de la cama, siguiéndole de cerca, ladrando y moviendo la cola que por un momento siente se le va a zafar de lo rápido que la menea.

Llena una botella, toma un rollo de bolsas que junto con su cartera van a uno de sus bolsillos.

–Vella. –Le llama y ella ya está sentada al frente, no mueve la cola. Sólo espera. –Vamos.

Vella no le jala, no se aparta, camina a su paso, le espera cuando se atrasa y si se queda atrás no necesita voltear con sólo llamarla ella viene corriendo. No hay necesidad de la correa, pero reglas eran reglas. Perros del calibre de Vella deben ir con correa.

 

 

**

Está abrumado. Observa de un lado al otro. No puede decidirse. No sabe.

¿Cuál escoger?

Por eso no le gustan las compras, nunca le han gustado, apenas soporta ir al supermercado. Va de un lado para el otro, ha entrado y salido de todas las tiendas donde venden cosas para caballeros. Los trabajadores hacen su trabajo, pero no se los pone fácil  y no, no es delicado o un tiquismiquis. De hecho no le importa.

Maldice a Vella, ella le ha obligado a ir de compras, porque su pequeña no sólo destrozó sus zapatos, también sus camisas, pantalones, ni sus sábanas lograron escapar de los dientes de la canina. Debía recordar dejar el cesto fuera de su alcance.

–Siento esto, de verdad, pero es que no sé…

–Pantalones de mezclilla van con cualquier zapato o camisa, compra esas botas y esos tenis, sino sabes combinarlos básate en los maniquíes, algunos tienen buenas ideas.

Steve detallo al hombre, quien parado a su lado le hablaba, cabello castaño, traje y más o menos de su estatura con una extraña barba en su rostro.

–Gracias.

–Hombre, no es nada, pero mira que es extraño ver a un caballero atractivo entrar y salir de tiendas sin ninguna bolsa.

Las mejillas de Steve se colorearon. Iba a matar a Vella, sin pizza por un mes.

–Oye, no suelo ser altruista y hoy por alguna razón me nace hacerlo, así que te ayudare. ¿Qué dices?

–¿Ayudarme? –Steve le observa sin entender nada. –¿Ayudarme a qué?

–A comprar, hombre. Te voy a asesorar en tus compras, de paso tengo una buena razón para no ir a trabajar. Andando, esta tienda es de mis favoritas, ¡Magda, mi mujer favorita, muéstranos tus mejores ropas, linda!

Una mujer madura salió de una habitación, sonriendo por aquel llamado, mandó cerrar la tienda. Todos los trabajadores comenzaron a colocar camisas sobre distintos pantalones, zapatos e incluso pulseras, collares y cinturones.

–Observa, prueba, modela y escoge. –El hombre le sonreía coqueto, divertido, como si fuera aquel su elemento.

–Gracias. –Extendió su mano. –Steve Rogers.

–Anthony Collins.

Vella iba a recibir pizza y helado por dos meses.

 

 


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