-¡Milo!- gritó la peliverde entrando a su habitación donde el peliazul tenía su portátil en las piernas cerrándola inmediatamente con un leve sonrojo en sus mejillas -¿Qué hacías, cielo?- preguntó la joven al verlo tan perturbado.
-Viendo una película… de terror- dijo agitando el rostro borrando sus pensamientos -¿Qué sucede?
-Te traje algo, toma- la joven le extendió una enorme caja. Milo alejó su portátil y tomó aquello con una sonrisa, pero cuando la abrió, esta se desvaneció un poco -¿Y bien?
-¿Tú hiciste esto?
-¡Sí! Pensé que eran horribles y dije ¿Por qué no?- soltó la joven con una gran sonrisa.
Milo tenía unos zapatos nuevos azul marino preciosos, pero para ella eran aburridos, así que en lo que su novio paseaba con sus amigos, llevó los nuevos zapatos a cambiar por unos de color café.
-Son…
-Increíbles ¿No? ¿Te gustan?- Milo frunció la boca asintiendo casi con pesar, soltando el aire retenido lentamente -¡Genial! ahora tienes algo que estrenar para las alfobras rojas, cariño- y el griego continuaba asintiendo conteniéndose, porque lo que Shaina no sabía eran lo especiales que eran esos zapatos, ¿Qué demonios había hecho esa mujer?
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-Y ¿Qué te parece?
-Que definitivamente viviremos en el Olimpo, mi amor- respondió Mu.
Habían ido a ver su ahora nuevo departamento, estaban remodelando algunas cosas como el baño y sobretodo la habitación principal donde Saga había mandado a hacer un armario mucho más grande y eso era justamente lo que el menor estaba viendo en ese momento.
-¿Te gusta?
-Creo que es lo más hermoso de esta casa.
-No mi vida, lo más hermoso, eres tú- dijo Saga acercándose a Mu para besar sus labios. El pelilila llevaba en las manos una bolsa con una caja dentro, algo con qué inaugurar ese enorme lugar.
-Pero falta algo- Mu salió del armario y fue hasta donde había una pequeña repiza. Sacó la caja de la bolsa, en donde llevaba sus tres libros anteriores. Los sacó para colocarlos en la repiza -Ahora sí, creo que todo es real- Saga sonrió por aquel gesto, sabía que para Mu esas cuatro piezas eran lo más preciado que tenía.
-Siempre ha sido real- Mu asintió besando los labios de su prometido para después soltarle la bomba.
-Oye, amor, ya que nuestros trajes son algo ostentosos y perfectos, ¿Crees que sería demasiado si alquilamos el salón de la biblioteca central?
-¿Qué?- soltó el mayor confundido.
-Es hermoso, mi amor, lo amarás- dijo Mu con una sonrisa y colgándose de su cuello del mayor, sabía que podría convencerlo.
-Mu, conozco ese lugar y es para trescientas personas- el menor sonrió de lado.
-Tenemos ciento cincuenta invitados- musitó desviando la mirada.
-¿Qué? Mu, eran sesenta- soltó Saga mirándolo sorprendido y alejándose de su agarre.
-Lo sé, pero es nuestra boda. Las fotos en Vogue y todo aquello aumentaron el número de personas.
Saga suspiró llevándose una mano al puente de la nariz. Mu resopló, sabía que el griego odiaba las cosas ostentosas y los eventos públicos.
-Bien, lo haremos- aceptó el peliazul mirándolo derrotado. El menor sonrió mostrando todos sus perfectos dientes saltando para enseguida saltar sobre su prometido abrazándolo con sus piernas.
-Eres el mejor- se besaron, pero el peliazul estaba cada vez más convencido de que eso estaba siendo demasiado grande.
Amaba a Mu, haría lo que fuera por él, pero todo estaba siendo algo abrumante.
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Unos días después, Mu, Saga, DeathMask, Afrodita, Shaka y Milo estaban haciendo la mudanza del de Aries al nuevo departamento. Saga aún no ponía en venta su departamento, ya que mientras se quedarían ahí y quizá lo rentarían.
-No puedo creer que se vendiera tan rápido- decía Afrodita cerrando una de las cajas.
-Es una señal de que debes de mudarte a tu nuevo palacio.
-No lo creo, Shaka, es una señal de que lo dejamos muy barato- respondió Saga guardando la ropa de Mu, quien tenía un especial cuidado con ella, por lo que le pidió a su prometido hacer aquello.
-Dios, Mu, tienes demasiadas cosas- se quejó Milo tomando los libros del de Aries y viendo todo lo que faltaba.
-No te quejes, tú no estás en el closet- sorión Saga haciendo un ademán de limpiarse el sudor mientras Milo desviaba la mirada.
-¡Te escuché, Géminis!- rezongó Mu, quien iba hacia la cocina.
-Fue mi intención, amor.
-Esto es demasiado aburrido.
-No empieces, Death- dijo Shaka llegando con algo de vino y botanas. El italiano fue hasta el estéreo y buscó en la estantería algún CD digno de escuchar y una vez que lo encontró lo colocó comenzando a bailar -Death ¿Qué es eso?
-Van Halen, ignorante- reclamó el peliazul fingiendo indignación ante la pregunta de Shaka.
-Eso no estaba ahí, tú lo trajiste- sonrió Mu.
-Quizá- aceptó el italiano tomando a Afrodita de las manos para bailar como si de dos niños se tratase.
-Pondré algo mejor.
-¡No!- gritaron todos en cuanto Milo se acercó al estéreo, sabían que ese hombre pondría la extraña música que le gustaba escuchar. Soundtracks de películas.
-Bien, se lo pierden, iba a poner a Howard Shore- dijo sonriendo y alzando los hombros, adoraba hacerlos rabiar.
Y así fue que en 3 días, con los 80’s de fondo, vino y bromas, terminaron de empacar diez años en cuarenta cajas.
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Y mientras Mu vivía un sueño, en un hogar no muy lejos de ahí, las cosas estaban a punto de romperse.
-El hámster ya no tienen alimento, amor ¿Te parece si mañana vamos al supermercado?- preguntó Shaka mientras hacía de cenar.
Aioria estaba sentado en la barra de la cocina, pero lucía extraño, ausente. No había hablado desde que el rubio había llegado de la oficina.
-¿Aioria?- el rubio miró a su esposo, quien lo observaba con cierto vacío en los ojos -¿Qué te sucede?
-Tuve sexo con alguien más.