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Sueños por 1827kratSN

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—Pourquoi as-tu fait cela? —(¿Por qué lo hiciste?).

 

Jamás había escuchado ese tono de voz en Canadá, en realidad, en el tiempo que llevaban saliendo e incluso antes de eso, cuando sólo eran amigos, jamás lo vio tan abatido. Su voz era fuerte, hasta parecía que el tono subió un par de grados, pero a la vez podía claramente percibir las suaves roturas en las palabras, como si emitir sonidos le dañara la garganta. Pero más importante que eso fue notar las suaves perlitas brillantes en la comisura de ambos ojos entrecerrados.

Se le rompió el corazón.

Incluso la postura erguida que Canadá solía mantener, aquella tan serena pero que a la vez transmitía porte, ahora se hallaba desfigurada con los hombros tensos y sutilmente contraídos, encorvado un poco y se sostenía el codo derecho con mucha fuerza. Los dedos empuñados, incrustándose en la piel al alcance, los labios tan apretados que los músculos contiguos formaban un par de arruguitas en el mentón, y el movimiento notorio en las sienes cuando la mandíbula se movía porque su dueño apretaba los dientes o los hacía rechinar.

 

—No fue nada —intentó restarle importancia, pero sólo ocasionó que Canadá cerrara los ojos con fuerza.

—Rien? —(¿Nada?), tuvo que aguantar un sollozo.

—No quise decir eso —México sintió pánico—, es que tú sabes cómo somos con los pendejos esos —la expresión de Canadá solo se volvía más dolorosa—. Fue sólo un juego.

—Un juego —su pronunciación en español aún era marcada por su acento natal, pero no le importó, porque quería hablar a prisa y que México lo entendiera—. Un juego es cuando ustedes beben sin paro, cuando hacen bromas o —su primera lágrima cayó por la mejilla derecha—, cuando se golpea las costillas.

—Fue parecido.

—¡No! —respiró profundo, pero no pudo evitar gritar después— Ce n'était pas! —(¡No lo fue!).

—Sí fue —México estaba consciente de que lo que hizo se pasó del rango de un “juego”, pero quería… justificar todo—. El pendejo me retó y yo respondí.

—¿Besarme también fue juego?

—Es diferente porque estoy saliendo contigo, pero lo…

—Saliste con él hace tiempo —sus labios temblaron.

—Fue hace mucho tiempo —ya no sabía qué hacer para detener esas lágrimas—, y fue pasajero porque no…

—Aun te gusta, ¿verda? —su pecho dolió.

—¿Eso es lo que te preocupa?

—Non —Canadá se limpió la mejilla con la manga de su camisa.

—¿Estás celoso de mi ex?

—Assez —(Basta), casi sonó a súplica.

—Maple, los celos no son buenos —intentó acercarse—, muestran tu inseguridad.

—Je sais. Je sais très bien —(Lo sé. Lo sé muy bien), apretó los labios.

—Cálmate, we —intentó tocarle el hombro, pero Canadá se alejó—. Sabes que yo no…

 

Pero aquel grandote se alejó, con paso rápido, mientras se limpiaba las lágrimas y le daba la espalda. Canadá perdió compostura, paciencia, serenidad, y soltó su primer sollozo mientras recogía su chaqueta y se internaba de nuevo a la fiesta para atravesarla a pesar de que su autoestima y sus ánimos estuvieran por los suelos. Se armó de la suficiente fuerza para ignorar las miradas y las preguntas, ni siquiera se disculpó con quienes empujaba y se centró en la salida.

No escuchó ninguna súplica porque se detuviera, ni la orden de su hermano —a quien terminó empujando—, para que le explicara qué le pasó, tampoco se atrevió a girar para cerciorarse de que México no lo persiguiera. Él solo quería huir, porque a más del enfado que tenía por lo que vio, la discusión con el tricolor, y que fue casi obligado a asistir a esa fiesta a la que consideró una mala idea ir, eran sus propios demonios internos los que quería acallar.

 

—¡Maple! —se agitó entre la multitud—. Espera —había demasiada gente y su tamaño no era el adecuado como para abrirse paso fácilmente—. Me lleva la chingada —refunfuñaba entre dientes.

—It's your fault, isn't it? — (¿Es tu culpa, ¿no?), USA ya tenía un culpable, muy poco tuvo que ver como para darse cuenta—. What did you do to my brother! — (¡Qué le hiciste a mi hermano!), lo empujó.

—Hazte a un lado, ¡chingada madre! —perdió de vista a Canadá—. Que este no es tu pedo, yanqui.

—Che, yo lo detengo —el argentino salió de la nada y se colgó de la espalda del norteamericano, cubriéndole la boca—. Vos corré —forcejeó mientras le llegaba la ayuda—, ¡Tomátelas! —señaló la salida con su cabeza— Que se te escapa el pibe.

—La concha’e tu madre —Chile empujó a USA hacia un lado—. Hoy te derribo yo, ¿cachai, gringo? —rio antes de lanzarse al ataque.

 

Allá ellos con el show, México ni siquiera se quedó a ver si es que esos dos pendejos lograron detener al gringo por el tiempo suficiente. Corrió entre la multitud que seguía en la suya, bebiendo, bailando, festejando, inconscientes de lo que pasó en el jardín donde casi nadie permanecía porque hacía frío en amenaza de que nevaría pronto.

Y es que esta vez si la había jodido.

Ni siquiera podía justificarse en el licor porque estaba apenas y un poco animado, estaba consciente de lo que hizo, de las acciones que tomó, de la pendejada extrema que acababa de cometer. Y si bien sus amigos le estaban chupando los huevos con eso del reto del día, en realidad en el fondo solo querían hacerle perder la paciencia y burlarse, ¡pero no! Él fue y cumplió el puto reto.

Besó a China.

Aceptaba que no fue en realidad un beso, porque cuando estuvo a centímetros, algo le hizo clic y desvió sus labios hasta la comisura de los ajenos. Fue un roce apenas, ni un segundo duró y sólo amagó un beso real para cerrarle la boca a todos los demás. Pensó que no le haría daño a nadie, pero obviamente sí tuvo consecuencias. Cuando sus amigos pararon de reírse, impactados porque en verdad cumplió el reto, y escuchó un suave jadeo poco después, supo que la había cagado tanto que… le daba miedo el pensar que no tuviera reparo.

 

—Donde, ¿dónde? —cuando llegó fuera de la casona esa, empezó a girar sobre sí mismo, buscando una señal al menos—. Maple, dónde chinga’os estás.

 

¿Cuántos meses ya habían pasado desde que empezaron a salir? México recordaba eran tres, una semana y dos días, con tres horas más o menos, porque ni puta idea de donde dejó el reloj para verificar. Y no recordaba el haber peleado con el canadiense ni una sola vez, ni siquiera cuando eran amigos, y eso que él hizo muchas pendejadas que al final simplemente quedaron como anécdotas. Lo peor era que él creyó siempre que su primera discusión sería por algo como apoyar a aun equipo diferente en el futbol, no concordar en un lugar para salir a pasear, o hasta por a qué casa ir a pasar el rato.

Pero no creyó que pasaría eso.

En realidad, no creyó que él fuese hacer esa estupidez, ni siquiera sabía por qué lo hizo en primer lugar, porque rara vez cedía ante las provocaciones de esos pendejos. ¿Qué pasó? Estaba tan bien, divirtiéndose, bailando un poco, olvidando la tensión de las reuniones con la ONU o de los problemas en sus tierras. Estaba tan feliz en una relación estable y llena de dulzura, en la que se sentía completo y…

Y ahora ni siquiera sabía a dónde fue Canadá.

Lo llamó mientras seguía intentando hallar una pista, pero era obvio que le rechazaría las llamadas y que después apagaría el teléfono. México se acercó hasta donde dejaron el auto del maple y no estaba, eso en vez de aliviarlo le produjo solo mas pánico del que ya sentía, porque tenía miedo de que su novio tuviera un accidente. Miles de ideas se le vinieron a la mente, posibilidades algo absurdas, pero en ese instante eran sus miedos carcomiéndolo entero.

 

—Me lleva la… —apretó los labios mientras corría de regreso a la fiesta—. ¿Dónde carajos estás? —murmuró buscando a Chile quien era el del auto.

 

Pero en esa noche no pudo hallarlo, ni en el siguiente día, ni al tercero. No tenía pista alguna, y fue tanta su desesperación que empezó a ir a los lugares donde sabía le gustaba estar al canadiense, a las cafeterías donde solían ir por un pastel y un tiempo en paz, a los parques, al cine y a donde fuera. Pero no halló nada más que un vacío existencial que lo estaba carcomiendo por dentro.

Se rebajó hasta el punto de preguntarle directamente a USA, suplicarle porque le dijese dónde carajos estaba Canadá, pero no hubo más que una pelea, insultos y un golpe que le partió el labio. Las llamadas seguían siendo rechazadas, los mensajes sin contestar, ni siquiera lo veía en Facebook y por dios que ya ni sabía qué hacer. Lo único que sí supo, y fue por un contacto que tenía Colombia, era que Canadá seguía en tierra estadounidense.

Pero los días seguían acumulándose. Uno tras otro.

Al final, ¿quién diría que fue el propio Canadá quien lo halló?

Reconoció el sonido de esos pasos ligeros sobre la fina capa de nieve que empezó a caer desde esa mañana, cerró los ojos disfrutando del movimiento, el respirar tembloroso que demostraba nervios, del suave sonido que daba la voz que no salía de labios ajenos porque no pasaban de ser vocales que no concretaban nada, y finalmente una bufanda que se enrolló en su desnudo cuello. Así era Canadá, pensando en el bien ajeno antes que en otra cosa.

 

—Mexique.

 

Su nombre sonaba tan bonito con ese acento y la timidez de esa voz. Sintió el latir desbocado en su pecho y se atrevió a abrir los ojos para observar sus manos entrelazadas formando una entrañada mezcla entre rojo y verde.

 

— Vous allez attraper un rhume. —(Te resfriarás).

 

Escuchó el sonido de la tela al rozarse, y poco después aquel hombre alto y de porte se sentó a su lado, sujetando sus heladas manos y brindándoles calor que aumentó cuando los guantes ajenos fueron colocados en sus palmas. México se sintió tan culpable que incluso quiso llorar, pero respiró profundo porque tenía una sola cosa que decir.

 

—Lo siento.

 

Se quedó callado mientras escuchaba el respirar ajeno que se iba irregularizando en señal de que Canadá estaba soportando las lágrimas, y vio como las manos adornadas de blanco y rojo le ayudaban a colocarse los guantes, los cuales le quedaron grandes por obvias razones. Soltó una risita antes de que sus lágrimas brotaran suavemente, pero no duraron mucho en su piel porque los dedos temblorosos de Canadá limpiaron sus mejillas.

No pudo más.

Se aferró a la espalda de Canadá, abrazándolo con fuerza, hundiendo su rostro en el pecho del mayor, olvidando por un momento que siempre se reprochaba por ser más pequeño que el maple. Sintió el suave sube y baja de la mano del chico en su espalda y suspiró porque había extrañado ese contacto tan agradable y cálido. Se quedaron así por un rato, en silencio, desahogando sus frustraciones y miedos. Porque ellos sabían que era la primera vez que se habían dejado de hablar por completo sin haber resuelto sus problemas. Es más, era la primera vez que peleaban de esa forma… y no fue nada agradable.

 

—Tal vez… —empezó México porque era obvio que él tenía que ceder—, es la primera vez —respiró profundo antes de alejarse del chico maple—, que me siento tan abrumado por mis emociones hacia otra persona —habló de corrido.

—Habla despacio, un poco más despacio —susurró antes de sonreír—, para entender —soltó una risita porque su lengua se trabó en la sílaba final.

—Tal vez estaba asustado esa noche —jugó con sus dedos—, porque me abrumó la total… devoción —no encontró otra palabra— que te profeso, Canadá.

— J'ai beaucoup exagéré, non? —(Exageré mucho, ¿verdad?), sonrió, pero el mexicano negó.

—Fui bien pendejo y cabrón —acomodó el gorrito de piel de mapache que se había inclinado cuando abrazó al bicolor—, pero debes saber que…

—China explicó —Canadá estaba avergonzado porque la plática con el asiático no fue del todo agradable, menos si su hermano intervino y casi no les permite hablar—, Colombia y Argentina también —fue otro momento un tanto raro el de hace días.

—Pinches metiches —frunció el ceño—, voy a partirles el… —suspiró porque se estaba desviando del tema—. La cosa es que… fui bien estúpido e hice pendejada y media, pero me asusté tanto que ahora me ves llorando como un chamaco porque estoy pensando en que me mandarás a la verga y…

— Je t'aime, Mexique —(Yo te amo, México), sostuvo el rostro ajeno para que dejara de hablar—. Et je ne me sens pas en sécurité, parce que je ne suis pas assez ... —(Y me siento inseguro, porque no soy lo suficiente...)

—Lo eres todo para mí —apretó los labios—, lo eres ahora y quiero que sigas siéndolo.

—¿Me amas? —quería escucharlo.

—Te amo —rio bajito—. Claro que te amo… y un chingo —se limpió la mejilla—. Eres la primera persona en la que pienso cada mañana, no mames —carraspeó—, ¿cómo no te voy a amar, pendejo?

— Il promet que vous ne ferez plus ça —(Promete que no volverás a hacer eso), suspiró porque aún tenía fresca la imagen de aquel supuesto beso.

—Lo haré si tu prometes no sentirse menos que los demás.

—Yo prometo —sonrió.

—Lo prometo —se rascó la mejilla—. Pero se me hace raro que me hables en mi idioma.

 

Tal vez era la primera vez para ambos. La primera vez que prometían eso, la primera vez que se asustaron tanto con la primera pelea de pareja, la primera vez que se declaraban entre lágrimas, la primera vez que susurraban un “te amo”, la primera vez que olvidaron todo su pasado para centrarse en la persona a la que sostenían la mano. Eran sus primeras veces. Y seguirían acumulando otras más.

 

—Oye, maplecito —vio al mayor levantarse porque irían al hotel donde éste se estaba quedando—, hay algo más que quiero hacer.

—Quelle chose? —(¿Qué cosa?).

 

Pero ni siquiera lo vio venir, es más, ni se le cruzó por la cabeza. Solo sintió un golpe y después la presión en su retaguardia que dejaba en claro que aquel tricolor podía ser un… descarado. Soltó una queja y se tensó, aunque poco duró aquello. Los colores se le subieron al rostro, el rojo predominó incluso por sobre el blanco de su piel, y después sólo escuchó la risa del más pequeño.

 

—Hay que aprovechar la reconciliación —le guiñó.

—Mexique! —se quejó cuando pudo alejarse un par de pasos.

—La primera vez que nalgueo a mi novio —sonrió mientras se adelantaba—, y pinches nalgotas que se carga.

—Arrête de dire ça! Ils peuvent vous entendre! —(¡Deja de decir eso! ¡Te pueden escuchar!).

—Así que te molesta que me escuchen, pero no el que te haya tocado —lo miró con picardía—. ¿A que no el muy inocente?

—Mexique!

 

 

Notas finales:

 

A que creyeron que había un delicioso, pero no, no quería dañar la imagen toda cursi de la historia e hice un drama bien delicado, pero ya. La idea de hacer la primera vez en que se pelean como pareja es de Yami Kagamine Di Angelo (así está en Facebook, y la veda no me acuerdo como está en wattpad XD), así que los méritos de esta cosa fea son de ella XDDDD.

Adoro pensar que el atrevido de la relación es México, y así se los transmito. Sea el pasivo o el activo, lo veo como el “aventado” en casi todo.

Besos~

Los ama: Krat~


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