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Sueño de Quimeras. por Seiken

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Atlántida.

 

Atlántida era un club nocturno propiedad del magnate Julián Solo, era el centro de moda, el lugar en donde cada persona con intenciones de divertirse un rato deseaba visitar, también se trataba de una fachada, un sitio donde se lavaba dinero, se hacían apuestas de toda clase, subastas ilegales con artículos tan variados como sus futuros dueños, era la clase de lugar que parecía el cielo, pero se trataba del infierno, con inmensas colas de incautos necesitados de un poco de renombre, que pensaban encontrarlo al ingresar en las entrañas de la perdición.

 

La que era dirigida por Kanon, el segundo al mando de Julián Solo, un hombre con un pasado oscuro, a sus cuarenta y un años había estado en prisión, había tratado de asesinar a una joven de nombre Saori, implicado a su hermano en ese intento de asesinato, cometido toda clase de pecados, para encontrarse en la cima, como el verdadero poder detrás del joven de veinticinco años, que raramente visitaba su propio club.

 

Cuya pista de baile le gustaba observar desde la seguridad de su palco, en donde sus dos guardaespaldas le hacían compañía, en otras ocasiones Thetis o Sorrento, ambos eran sus amantes y hacían lo que deseaba, sin cuestionar sus decisiones, después de todo, pocas personas se atrevían a contradecirle.

 

Estas siempre terminaban nadando con los peces, no le gustaba que le dieran la espalda o le dijeran que hacer, tampoco soportaba que nada se le negará, nadie, ni nada, lo que deseaba lo obtenía, sin importarle un comino la opinión de los demás.

 

Su hermano era un policía y creía que seguía buscando cualquier pista referente a sus malos hábitos, pero, con ayuda de sus colegas, el aparentaba ser el respetable Kanon, segundo al mando del joven Julián, que comía de la palma de su mano, un muchacho estúpido, que no parecía comprender que su negocio era una fachada para enriquecerlo.

 

No le gustaban los escándalos y parecía que, frente a sus narices, estaba a punto de ocurrir uno de esos, puesto que una muchacha bailaba en compañía de un chico moreno con una cicatriz en el rostro, los que de pronto fueron interceptados por otro más, un joven de veintitrés años, de la misma edad que tenía afrodita en aquellos momentos.

 

-Pandora.

 

Susurro, el dolor en su voz fue para el como la sangre para un tiburón y no pudo evitar sonreír, al ver la expresión de la chica, una de completo enojo, como si quien estuviera actuando en contra de la confianza de su pareja fuera el chico rubio y no ella.

 

-¡Como te atreves a seguirme!

 

Ella entonces lo golpeó, dejando una marca roja en el rostro del joven rubio con cejas unidas en una sola, que no respondió a esa agresión, simplemente dejo que ella se marchara, seguida de su compañero de baile, ignorando esa patética escena.

 

-Lo siento Radamanthys, pero tenías que verlo.

 

Así que Radamanthys era el nombre de ese joven, que tenia un piercing en el labio y uno en una de las cejas, sus ojos eran amarillos y estaba vestido como cualquier persona de su edad, ropa ajustada de colores opacos, en cambio el portaba un traje sastre de color negro que resaltaba su figura, su musculatura y cabellera negra, con algunos mechones blancos, sus ojos de dos colores.

 

-No nos creerías de otra forma.

 

A su lado había otros dos muchachos, uno de cabello blanco y uno de cabello negro, que parecían estar juntos, los que le enseñaron que la chica trigueña no le era fiel, buenos amigos, que no se preocuparon por romper el corazón de ese muchacho, que asintió, sintiendo que todas las miradas estaban sobre él e intentó huir en dirección de la barra.

 

La que era atendida por uno de sus allegados, que casi inmediatamente le sirvió un cóctel de colores vistosos, sus dos amigos, no le hicieron mucho caso, le darían algunos momentos para hacerse a la idea de que su esposa, se veía con alguien más a sus espaldas, dándole la oportunidad perfecta para acercarse a él.

 

-Esa muchacha no sabe lo que se pierde, pero eso juega a mi favor, me gustan los muchachos serios con una actitud provocadora.

 

Radamanthys volteo a verle, negando eso, apartando la mano que había colocado en su cintura, pero sin recurrir a la violencia, una señal positiva, de estar completamente en contra de sus avances, seguramente lo hubiera insultado.

 

-No estoy interesado.

 

Kanon generalmente poseía un radar que nunca le fallaba, este muchacho era bisexual, lo noto por la forma en que le vio de pies a cabeza, para después beber su coctel, a punto de pedir otro más, suponía, que tratando de emborracharse.

 

-¿Sabes que le afectaría mucho más que verte solo y triste en esta barra?

 

Radamanthys no le respondió, escuchando el barullo de los presentes, observando a Minos y Aiacos bailando juntos, mirándose de vez en cuando, a su chica en los brazos de ese tipo moreno, que había reparado su motocicleta una o dos veces.

 

- Verte pasándotelo muy bien conmigo, así sabrá de lo que se pierde.

 

Kanon no estaba dispuesto a recibir un no como respuesta, este muchacho le atraía, deseaba hacerlo suyo, llevarlo a su palco, a su cuarto secreto, en donde tendrían sexo hasta que su amante no pudiera caminar, imaginándose que había tenido sexo con un ejército, pero no, solo había sido él.

 

-O puedes beber solo, la casa invita, y si cambias de opinión, sabrás donde encontrarme.

 

Le dijo de pronto, haciéndole una señal al tipo de piel blanca, que le sirvió una nueva copa, la que Radamanthys bebió sin hacer preguntas, deseaba estar solo, comprendiendo que sus amigos tenían razón, Pandora no lo amaba, ni siquiera se interesaba un poco por él, supuso, al verla bailando con su chico, a quien veía a sus espaldas.

 

-Me llamo Kanon, todos aquí me conocen.

 

Kanon se alejó para llamarle a Io, que siempre estaba en la cabina, en la zona en donde las cámaras de seguridad les mostraban imágenes de todas sus habitaciones, en las que bailaban los clientes comunes y las traseras, en donde toda clase de actividades eran realizadas.

 

-Averigua quien es ese tipo rubio, me gusta, además, no lo pierdas de vista, en unos veinte minutos necesitara compañía... mi compañía.

 

Lo sabía, porque ese coctel tenía una mezcla especial, que le haría sentir caliente, ansioso por algo de compañía, brazos, piernas y miembros sudorosos, le haría dócil, dispuesto para ser poseído por él de todas las formas posibles.

 

-Eres un cerdo.

 

Kanon prefería seducir a sus amantes, pero si estos no cooperaban, entonces bien podía convencerlos y este parecía inmune a sus encantos, el dolor generalmente provocaba eso, se dijo, regresando a su palco, esperando la información que Io tenía para mostrarle.

 

-Se llama Radamanthys Walden, la señorita que lo golpeo es Pandora Heinstein, los dos están casados, o lo estaban, los que le acompañaban son Minos Griffon y Aiacos Garuda, estudian juntos en la universidad, es un tipo serio, formal y aburrido, eso es todo lo que puedo averiguar.

 

Nunca había tenido uno de esos y eso le parecía tan divertido, que, al verle caminar en dirección del baño de hombres, lo intercepto, sujetándolo de la cintura, pegándolo a su cuerpo, riéndose al escuchar su estremecimiento.

 

-No hay nada que me guste más que someter a un muchacho con una actitud desafiante y músculos bien definidos.

 

Le informo, acercándose a la pista de baile con él en sus brazos, moviéndolo a su antojo, como si tuviera hilos invisibles en sus extremidades, riéndose al ver la expresión de su esposa y la de sus dos amigos, que no podían creer que, en esos pocos minutos, hubiera conseguido compañía.

 

-Ahora, démosle a tu futura ex esposa un espectáculo que jamás olvidará.

 

Kanon le guiaba en la pista de baile como lo haría un titiritero con una marioneta, sus cuerpos restregándose, sus manos en su cintura y su boca besando su cuello, perdiéndose entre la multitud, excepto para las personas que conocían a Radamanthys, cuya actitud era completamente desconocida para ellos.

 

Actuando como si estuviera poseído, dejándose guiar por ese hombre de cabello negro, con ojos bicolores, una avellana y otro azul cielo, un poco mas alto y mucho más musculoso, debido a la diferencia de edades.

 

El que vestía un traje negro, ropa elegante que resaltaba con la de cualquiera de los allí presentes, en especial la de Radamanthys, que se trataba de pantalones de dril negros, una playera de un grupo de rock inglés y una chaqueta de cuero.

 

La que Kanon le quitó, lanzándola en dirección de uno de los miembros del equipo de seguridad, riéndose cuando sus dos amigos trataron de acercarse a ellos para separar a Radamanthys de ese extraño que bailaba con él en esa pista, pero en realidad, parecía lo estaba desnudando frente a su esposa, que le miraba sorprendida, sin entender lo que pasaba.

 

Los amigos de Radamanthys trataron de acercarse a ellos, pero Krishna y Baian se lo evitaron, con una expresión que decía claramente que, si trataban de dar otro paso, lo pagarían muy caro, con mucho dolor, demasiado tal vez.

 

-Si yo fuera ustedes, no haría un escándalo, Kanon siempre logra que lo desea y se llevará a su amigo a la sala de arriba.

 

Explicó Krishna con demasiada calma, escuchando una risa de Baian, que bien sabía que ese tipo rubio no podría caminar a la mañana siguiente, no sin sentir a Kanon en él, recordarle a cada paso.

 

-Pero descuiden, se los regresara completo.

 

Minos y Aiacos intercambiaron una mirada sorprendida, e intentaron esquivarlos, cuando Kanon sosteniendo a Radamanthys de la muñeca, se disponía a llevárselo de allí, sintiendo un puñetazo en su rostro, después otro en el estómago y antes de que se dieran cuenta, estaban afuera del club nocturno, escuchando las risas de esos dos hombres, que simplemente ingresaron de nuevo al club, en donde ese extraño estaba con su amigo.

 

-Debemos hacer algo…

 

Pero no se les ocurría que, comprendiendo bien que Pandora no movería un solo dedo por su esposo, no lo haría en el pasado, mucho menos en ese momento en el que suponía, trataba de humillarla, como muchas veces ella había hecho con él.

 

-Podríamos llamarle a esa perra, no creo que sea tan mala como para dejarle solo.

Aiacos pensaba que Pandora le ayudaría, Minos sabía que no, pero no perdían nada tratando de hablarle, aún tenían su teléfono.

 

-Espero que conteste.

 

Porque ellos ya no les dejarían pasar, y creían que no podrían ver a Radamanthys hasta que ese tipo del traje lo dejará ir.

 

Al mismo tiempo Pandora seguía bailando en compañía de su amante, un joven atractivo y sencillo, no como su actual esposo, ese tipo aburrido, que la fastidiaba hasta el hartazgo, haciéndole sentir inferior, siempre había sido así, desde antes de casarse con él.

 

Era un hombre aburrido, formal y dedicado a su trabajo, a las empresas Heinstein, también era un noble, su educación había sido mejor que la suya, pero al mismo tiempo nunca le prestaba atención, le hacía sentir invisible.

 

Así que para ella, verlo bailando con ese desconocido, comportándose como una perra en celo, permitiendo que lo tocara, lo abrazara y besara en público, le hacía sentir furiosa, tanto que ni siquiera Ikki podía evitar que les observará.

 

Mucho menos cuando el hombre de traje, con cabello negro, le sonreía de vez en cuando, burlándose de ella sosteniendo a su esposo de la cintura, sin pudor alguno.

 

Pandora deseaba marcharse, abandonar ese club, sin importarle más que cobrar ese insulto cuando pudiera ver a su esposo en su departamento, maldiciendo a sus dos amigos que le llevaron para ver su infidelidad.

 

Ikki era un mecánico, un hombre atractivo, pero no creía que ella fuera importante para el, tal vez, esa era la historia de su vida, porque no dejaba de contarle historias de una chica de nombre Esmeralda.

 

Cuando escucho el timbre de su teléfono fue el momento en que sus planes de venganza se borraron momentáneamente, era Minos.

 

-¿Que quieres?

 

Cómo se atrevía a llamarle y además, porque no se atrevía a verla en persona, ese bastardo mentiroso.

 

-Pandora, escucha con atención, necesito que te lleves a Radamanthys de allí.

 

Ella se rió de pronto, como si fuera a acercarse a esa pareja, actuando como en un ataque de celos, humillándose a si misma en el proceso.

 

-Radamanthys se ve muy entusiasmado con ese extraño, poco falta para que tengan relaciones en esa pista.

 

Minos maldijo al otro lado, al mismo tiempo que Radamanthys comenzaba a alejarse con el extraño, caminando en dirección de un elevador privado.

 

-Mira Pandora, nos sacaron del club, ese tipo drogo a Radamanthys, debes ayudar a tu esposo y sacarlo de allí.

 

Ella guardó silencio por unos momentos, como si pensara en que hacer con su esposo, escuchando el profundo silencio al otro lado de la línea, sonriendo de pronto con algo de malicia, eso le enseñaría a no humillarla en público.

 

-¿Porque debo arriesgarme?

 

Minos se dijo que ni siquiera ella podía ser tan malvada, que no sería capaz de abandonarlo a su suerte, pero cuando simplemente le colgó, lo supo, no movería un solo dedo por Radamanthys, su amigo estaba solo y ni siquiera podían llamarle a la policía, que podían decirle, que su amigo no se comportaba como era su costumbre, que pensaban estaba drogado, no los escucharían, la corrupción era parte de todos los días,  seguramente ese club era inmune a cualquier escándalo.

 

-La muy perra no hará nada.

 

Minos y Aiacos compartieron una mirada preocupada, no tenían nada más que hacer que esperar por Radamanthys, esperando que como lo dijeran esos dos guardaespaldas, regresarán a su amigo en una sola pieza.

 

Pandora al colgarles observó al extraño con su esposo en sus brazos, para poco después comenzar a bailar con su nuevo amante.

 

Tal vez por eso Radamanthys nunca le había hecho caso, prefería ser la zorra de la relación, después de todo no era un perro guardián, sino una perra.

 

—¿Porque sonríes?

 

Pregunto el chico a su lado, ella se encogió de hombros, riéndose entre dientes, eso le enseñaría a Radamanthys a no humillarla en público.

 

—Por nada, solo me parece divertido que algunos tengan tan mal gusto.

 

Ese individuo sostenía a Radamanthys de la cintura, deteniéndose de pronto al escuchar que la esposa de su próximo juguete no movería ni una sola mano por su esposo, sonriendo, pero dándole una orden a sus hombres de confianza para contrarrestar cualquier cambio de opinión repentino.

 

—No quiero que me molesten hasta que salga, lo han entendido.

 

Fue su orden, aunque ni siquiera tenía porque darla, sabían que no deseaba interrupciones, por eso ya se habían encargado de los amigos de este joven rubio, que sostenía la muñeca de Kanon, como si tratara de soltarse, pero apenas podía moverse, su cuerpo no le respondía como siempre.

 

—No…

 

Kanon empujó a Radamanthys al interior del elevador provocando que se le fuera el aire de momento, su cuerpo estaba caliente, sus sentidos embotados por el deseo ardiente quemando su cuerpo, sin sentir ni comprender nada más que sus manos en su cuerpo, únicamente que este desconocido lo llevaba a otra parte, no sabía cuál.

 

—Quiero irme a casa, no me siento bien.

 

Las puertas del elevador se cerraron a sus espaldas con un sonido mecánico que alerto a Radamanthys, observando los botones que necesitaban una tarjeta para que funcionara por dentro, no cualquiera podía utilizarlos, e intento buscar su celular, uno negro, que tenía un patrón sencillo para desbloquearlo.

 

—¿Piensas que te voy a dejar salir de aquí sin tomar lo que deseo?

 

Kanon le preguntó, sosteniendo su celular, quitándoselo de la mano para guardarlo en su saco, en una bolsa interior, sosteniendo la playera del menor, para de pronto tirar de ella, con la suficiente fuerza que comenzaba a rasgarse, deteniéndose en el piso privado de su club, escuchando las puertas del elevador abrirse.

 

—Pobre iluso.

 

Radamanthys retrocedió lo suficiente para soltarse, cayendo en el suelo, desgarrando su playera al mismo tiempo, descubriendo una parte de su torso, que tenía un piercing en el pezón derecho y un tatuaje de un dragón en el hombro, haciendo que se preguntara, si tenía más tatuajes o anillos en otras partes de su cuerpo.

 

—Ahora…

 

Pronunció acercándose a él, quitándose el saco sin cuidado, lanzándolo arriba de un sillón en donde el celular de Radamanthys, con diecisiete llamadas perdidas de Minos, cayó detrás de los cojines, para quitarse su corbata, enredándola en sus manos, como si fuera una cuerda, relamiéndose los labios al ver que Radamanthys trataba de retroceder.

 

—¿Tienes otros tatuajes o piercings que deba conocer?

 

Radamanthys entonces apretó los dientes, su cuerpo ardía y casi no podía moverse con facilidad, debido a la dolorosa erección entre sus piernas, provocada por el afrodisiaco que había bebido, por sus sentidos embotados, pero, aun así, no le dejaría tomarle sin su permiso, le enseñaría que no podía meterse con él.

 

—¡Vete a la mierda, no tengo porque decirte nada!

 

El joven rubio intentó darle un puñetazo en el rostro y después uno en su estómago, pero falló con ambos, sus movimientos demasiado torpes, los de Kanon suaves, como si se deslizara en el aire, para sostenerlo del brazo izquierdo, amarrando su corbata en este, sosteniendo poco después el otro, para también atarlo, movimiento que hizo que cayera de rodillas, sobre la cama, sus brazos a sus espaldas.

 

—Prefiero averiguarlo por mi cuenta, recorriendo ese hermoso cuerpo tuyo, como estoy seguro esa señorita nunca lo ha hecho, la muy torpe.

 

Radamanthys comenzó a retorcerse, al mismo tiempo que Kanon iba desnudándose, siempre le había gustado hacer el amor piel contra piel, era mucho más agradable, que poseer a su futura presa usando su ropa, sin contar, que siempre era un problema mandar a limpiarla después.

 

—¡No te atrevas a insultarla! ¡Sigue siendo mi esposa!

 

Le grito, logrando que se riera, recostándose a su lado, para seguir desvistiéndolo, llevando sus manos a sus caderas, para sostener su playera por ambos lados y destrozarla, partiéndola a la mitad, descubriendo un tatuaje con la primera inicial de aquella mujer y la primera inicial del nombre de su presa unidas por un corazón de mentira, con letras garigoleadas, del tipo que se usan en los mapas antiguos o notas musicales.

 

—¿Tu esposa dices?

 

Kanon recorrió el tatuaje con desagrado, pensando que eso tenía que irse, de alguna forma cambiaría ese tatuaje por algo más, tal vez lo mandara borrar o cambiara esa "H" por una "K", como en Kanon y Radamanthys, por siempre.

 

—¿La que sabía que te drogue para llevarte a mi cama y aun así no hizo nada?

 

Radamanthys negó eso, ella no podía saberlo, pero Kanon besando su espalda sintió como se estremecía debajo de sus manos, gimiendo, el afrodisiaco era poderoso, le dejaría hacer lo que deseaba con él, tal vez, si le creía que su esposa no había hecho nada, podría convencerle de cooperar con él.

 

—¿Esa esposa que baila en compañía de ese chico moreno? ¿La que trata de humillarte dejando que te posea? ¿La que ignoró las llamadas de tus amigos que intentaban sacarte de mí club?

 

Kanon entonces le volteo para desabrochar su pantalón, deslizándolo por sus piernas, descubriendo un bóxer con una calavera entre sus piernas, una prenda interesante y un piercing más en su ombligo, el que acarició, para tirar de su ropa interior.

 

—¿La que esperaba que sufras en mis manos? ¿Hablas de esa esposa?

 

Radamanthys no le respondió, volteando en otra dirección, sintiendo que repentinamente acercaba su tobillo a sus brazos, para amarrarlo con lo que sobraba de su corbata, abriendo sus piernas en una incómoda postura, que le permitía admirarle, sin tener que sostenerlo.

 

—Cuyo nombre te tatuaste, pero sabes que no te quiere, que te desprecia y que intenta hacerte daño por algún pecado que hayas cometido en el pasado, esa dulce esposa que dejara que te posea, hablas de esa esposa.

 

Kanon se alejó de nuevo cuando lo tenía en aquella postura incomoda, escuchando sus intentos por soltarse, encendiendo una serie de cámaras que estaban colocadas de tal forma que grababan a sus amantes, que no perdían ni un solo ángulo, pero estaban ocultas, buscando después los aditamentos para disfrutar aquella noche al máximo, los que dejó caer enfrente del rostro de Radamanthys, quien los miró con sorpresa, miedo y desagrado.

 

—¿Con cual quieres empezar?


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